
Se proclamó ciudadano del mundo. "¿Cuántas bombas había lanzado? ¿Cuántos hombres, mujeres y niños había asesinado? Seguía preguntándome si no había otro camino", dijo.
POR MARGALIT FOX The New York Times

GARRY DAVIS. Al iniciar el intento de eliminar las fronteras nacionales, distribuía panfletos en París, en 1948.
El 25 de mayo de 1948, un ex piloto de las fuerzas armadas de Estados Unidos ingresó a la embajada de su país en París, renunció a la ciudadanía estadounidense y se proclamó ciudadano del mundo.
Hasta el final de su vida, Garry Davis, que murió el mes pasado a los noventa y un años, fue por propia elección un hombre sin país, un hombre que entraba, salía, era expulsado de y con frecuencia detenido en toda una serie de países. Portaba un pasaporte que él mismo había creado. Su razonamiento era simple: si no había estados-nación, pensaba, tampoco habría guerras.
Davis, a quien se considera el fundador del movimiento Un Solo Mundo, un intento de borrar las fronteras nacionales que hoy cuenta con casi un millón de seguidores en todo el mundo, había dejado de deambular y se había instalado en South Burlington, Vermont. "No soy un hombre sin país", declaró Davis a Newsweek en 1978. "Sólo soy un hombre sin nacionalidad." El modelo de Un Solo Mundo ha tenido su cuota de seguidores destacados, entre ellos Albert Schweitzer, Jean-Paul Sartre, Albert Einstein y E. B. White.
Sin embargo, si bien la mayor parte de sus seguidores se ha conformado con escribir y dar conferencias, Davis no era un teórico de escritorio. Hace sesenta años creó el Gobierno Mundial de Ciudadanos del Mundo, un gobierno internacional autoproclamado que ha emitido pasaportes, documentos de identidad, certificados de nacimiento y matrimonio, así como sellos postales y moneda.
Hasta la fecha se han emitido más de 2,5 millones de documentos del Gobierno Mundial, según la Autoridad del Servicio Mundial, la rama administrativa del grupo. Sus seguidores declararon que los documentos que emitía tenían un valor genuino para los refugiados y otras personas sin estado.
Sus detractores replicaban que, al cobrar por emitirlos, Davis vendía falsas esperanzas a personas que gastaban lo poco que poseían en documentos que no tienen valor legal prácticamente en ningún lado. La larga insistencia de Davis en el derecho inalienable de todos a viajar a cualquier parte prefigura con décadas de anticipación el debate actual sobre la inmigración.
También adelanta la actual situación de falta de Estado de Julian Assange y Edward J. Snowden. El año pasado hizo emitir un pasaporte mundial para Assange, el fundador de WikiLeaks, que se refugia en la embajada de Ecuador en Londres.
Unas semanas antes de su muerte, Davis le hizo enviar un pasaporte a Snowden, el ex contratista de seguridad nacional fugitivo al que se acusa de violar las leyes de espionaje, cuyo pasaporte estadounidense fue revocado y a quien Rusia concedió un año de asilo.
Davis, que habló sobre el movimiento Un Solo Mundo en universidades y escribió libros al respecto, parecía impermeable a las críticas.
"El estado-nación es una ficción política que perpetúa la anarquía y es el caldo de cultivo de la guerra", declaró en 1990 al Daily Yomiuri, un diario de Japón. "La lealtad a una nación es un pacto suicida colectivo." La búsqueda de unan tierra unificada nació de su incomodidad ante una infancia de grandes privilegios, del dolor por la pérdida de un hermano en la Segunda Guerra Mundial y de su propia experiencia de la guerra.
"Desde mi primera misión en Brandenburgo sentí remordimientos", escribió en un libro de memorias de 1961, "El mundo es mi país". (El libro se reeditó luego con el título de "Mi país es el mundo".) ¿Cuántas bombas había lanzado? ¿Cuántos hombres, mujeres y niños había asesinado? Seguía preguntándome si no había otro camino." El otro camino, concluyó, era erradicar el conflicto mediante la erradicación de las fronteras.
En la actualidad hay más de 950.000 personas registradas como ciudadanas del mundo, según la Autoridad del Servicio Mundial, que tiene sede en Washington.
Davis, cuyo pasaporte era el número uno, dedicó décadas a atravesar fronteras, a viajar de polizón en barcos y a seducir o agotar funcionarios. En la década de 1950, cuando Francia trataba de deportarlo, robó de forma muy conspicua lencería de colores vivos en una tienda de París. Como resultado de su arresto, se le impidió legalmente salir del país.

