Por Jorge Bustamante García
Fuente: www.welt.de
En una fotografía de 1936, en Crimea, se aprecia a Isaac Bábel pulcramente vestido, de corbata y traje de paño oscuro, a un lado de André Malraux, mirando con silenciosa desesperación a un sosegado Máximo Gorki, que parece extraviado en sus propios pensamientos. En esa fotografía el rostro de Bábel es idéntico al que describieron en diversos momentos y épocas escritores tan distintos como Elias Canetti, el propio Malraux, Konstantín Paustovski o el brasileño Rubem Fonseca en su novela Grandes emociones y pensamientos imperfectos: “Era un hombre bajo y regordete –dice Canetti–, con una cabeza muy redonda en la que lo primero que llamaba la atención eran los gruesos cristales de sus gafas. Quizá a ellos se debiera que también sus ojos –que él mantenía muy abiertos– parecieran particular-mente redondos y desorbitados.”
La escritora mexicana Margo Glantz recuerda que su padre, quien conoció a Bábel en Odessa, solía decirle que el escritor “era de estatura mediana, con lentes gruesos, que cuando leía metía los ojos muy adentro de las páginas”. En 1940, en la última foto que le tomaron sus propios verdugos antes del fin, Bábel aparece sin sus gafas de gruesos cristales, con la apariencia de no haber metido durante largos días su mirada adentro de ninguna página, y sus ojos redondos, ligeramente desorbitados, parecen contener de nuevo una silenciosa desesperación, esta vez de absoluto desamparo, ante la insultante estupidez de sus brutales jueces.
Isaac Bábel, quien siempre fue fiel al precepto de Pushkin de que precisión y brevedad son las verdaderas virtudes de la prosa, tuvo en gran estima a Maupassant incluso antes que a Chéjov, y aunque amaba a escritores como Stendhal, Flaubert y Rabelais, cuando se le mencionaba, sin embargo, a Gógol, solía revirar que los franceses no tenían un Gógol. Era lo que les faltaba. De escritores como Maupassant, Chéjov y el Gógol cuentista admiraba, sin duda, su capacidad de sugerir tanto con tan poco. En una sesión pública realizada en la sede de la Unión de Escritores Soviéticos en 1937, donde leyó sus relatos, ante una pregunta del público hizo énfasis en sus diferencias con Lev Tolstói y el porqué de su devoción por el cuento: “El hecho es que Tolstói podía describir lo que le ocurría minuto a minuto; lo recordaba todo, mientras que yo, evidentemente, sólo soy capaz de describir los cinco minutos más interesantes que he experimentado en 24 horas. De allí que prefiera la forma literaria del cuento. Ésta debe ser la razón.”
En 1935 el escritor fue invitado por el cineasta Serguéi Eisenstein para escribir el guión de la película El prado de Bezhin, inspirada en una novela corta de Iván Turguéniev. La producción se llevó a cabo en los estudios Mosfilm durante dos años, pero cuando los di-rectivos vieron el material filmado conminaron a director y guionista a realizar cambios y rehacer la obra, bajo el señalamiento de formalistas que no mostraban las problemáticas y luchas que se libraban en el entonces proceso de colectivización. Tras varios cambios y nuevas filmaciones se ordenó cerrar la producción y confiscar los originales. Años después, durante la guerra, un bombardeo alemán destruyó el lugar donde estaban archivados los materiales y El prado de Bezhin, de Eisenstein y Bábel, se perdió para siempre.
Un escritor a caballo
Bábel nació en un barrio bajo del puerto de Odessa, sobre el mar Negro, en 1894. Aunque se conoce poco de sus primeros veinte años, se sabe que a los quince había traducido ya algunos cuentos de Maupassant y que en 1914 se graduó de abogado en la Universidad de Saratov. En 1915 se traslada a San Petersburgo, en donde publica en revistas sus primeros relatos. A los veinticinco años se enrola en el Ejército Rojo y, asignado a la Caballería como corresponsal de guerra en Ucrania, en el conflicto bélico con Polonia, escribe sobre la montura de un caballo, con letra menuda y casi ilegible, un diario y mil anotaciones que después le servirían de material en los cuentos de Caballería Roja, un libro en donde “la música de su estilo contrasta con la casi inefable brutalidad de ciertas escenas”, como sugiere Borges en una corta y sorprendente nota de 1938 sobre Bábel, referencia que pareciera poner en entredicho el aparente, inmenso y extraño hiato de la literatura rusa que padecía el escritor argentino.
En su libro póstumo El triunfo del artista: la revolución y los artistas rusos: 1917-1941 (Galaxia Gutenberg, 2017), Tzvetan Todorov comenta que lo sorprendente para los lectores de este libro de Bábel es la actitud del narrador en primera persona, que nos hace compartir su simpatía por los “cosacos rojos”. Los actos de los personajes, aunque no se comentan, parecen justificados, ya que muestran su intensa vida y su compromiso total con la causa de la revolución, lo que los sitúa de entrada “más allá del bien y del mal”. Actúan así sin razonar, empujados por un aliento vital irresistible, y suscitan una admiración estética que reduce al silencio las consideraciones éticas. Las descripciones son rigurosas, lacónicas y bruscas. La revolución es violenta, pero es una razón más para quererla.
Con estas narraciones y con las que aparecieron sobre su ciudad en muchas revistas y periódicos, que después conformaron su libro Cuentos de Odessa, Bábel alcanzó una celebridad temprana en toda Rusia y adonde fuera siempre lo asediaba una multitud de jóvenes aprendices de escritores, que “lo irritaban tanto como sus admiradores”, según señala el escritor Konstantín Paustovski.
Paustovski fue amigo de Bábel desde la juventud. En su autobiografía Historia de una vida da cuenta, con gracia sutil y gran perspicacia, del momento en el que se tropezó a quemarropa, en la revista El Marinero, con el primer texto de Isaac Bábel, el cuento “El rey”:
Después de haber leído “El rey” comprendí que un brujo más había llegado a las filas de nuestra literatura y todo lo que escribiese este hombre jamás sería incoloro e inconsistente. En “El rey” todo era nuevo para nosotros [...] Era un estilo nuevo, sorprendente. En esta prosa se sentía la voz de un hombre aún impregnado del polvo de las marchas del Primer Ejército de Caballería y que, al mismo tiempo, poseía todas las riquezas de la cultura del pasado: de Boccaccio a Leconte de Lisle, de Vermeer de Delft a Alexandr Blok.
Como tantos otros artistas y escritores soviéticos perseguidos con especial saña entre 1936 y 1940, Bábel fue arrestado en mayo de 1939. Durante mucho tiempo se creyó que había muerto en un campo de trabajos forzados en 1941. Pero no fue sino hasta 1995 cuando el poeta Vitali Chentalinski, en su investigación De los archivos literarios del kgb, desentrañó para siempre la verdad sobre la muerte, no sólo de Bábel sino también de otros escritores y artistas como Mandelstam, Meyerhold, Pável Florenski, Boris Pilniak… Durante los interrogatorios a los que fue sometido durante varios meses en la sede de la policía secreta (en la Lubianka) lo acusaron de conspiración, y bajo todo tipo de argucias y presiones lo obligaron a confesar que se dedicaba a espiar a favor de Francia: transmitía a André Malraux informaciones que había leído en Pravda sobre la aviación soviética. Cuando ya el caso estaba juzgado, se le dio por última vez la palabra al acusado:
En 1916, cuando escribí mi primer relato, fui a casa de Gorki... A continuación tomé parte en la guerra civil. Volví a escribir en 1921. En estos últimos tiempos he trabajado con tesón en una obra, cuyo borrador acabé a finales de 1938. No soy culpable de nada, jamás he sido un espía, no he cometido ningún delito contra mi país. Me he calumniado a mí mismo en mi declaración. Sólo pido una cosa: que se me deje concluir mi trabajo…
Los jueces se retiraron a deliberar y regresaron casi de inmediato con la sentencia preparada de antemano y que terminaba en los siguientes términos: “Reconociendo a Bábel culpable, se le condena a la pena capital mediante fusilamiento… La sentencia es inapelable y se efectuará de inmediato.” Cuenta Chentalinski que Bábel tenía por delante una noche infinita y a la vez terriblemente corta: la noche del condenado a muerte. La sentencia fue ejecutada en Moscú el 27 de enero de 1940 •
http://semanal.jornada.com.mx/2018/01/28/la-noche-infinita-de-isaac-babel-5217.html
“El 15 de mayo de 1939, Isaac Bábel, un escritor cuya celebridad le había ganado el privilegio de una dacha en el campo, fue arrestado en Peredelkino e internado en la prisión moscovita de Lubyanka, sede de la policía secreta. Sus escritos fueron confiscados y destruidos –entre ellos textos a medio terminar, obras de teatro, guiones cinematográficos y traducciones. Seis meses después, al cabo de tres días y noches de inmisericordes interrogatorios, se declaró culpable de un falso cargo de espionaje. Al año siguiente fue sometido a un breve juicio clandestino en las últimas horas del 26 de junio. Bábel se retractó de su confesión inicial y clamó su inocencia y, a las 01:40 de la madrugada siguiente, fue ejecutado sumariamente por un pelotón de fusilamiento. Su última súplica no fue en su beneficio, sino por el poder y la verdad de la literatura: ‘¡Permítaseme terminar mi trabajo!”.
Cynthia Ozick
Los últimos días de Isaac Babel
1 SEPTIEMBRE, 1990
Mark Kuchment, Joshua Rubenstein ( )
Mark Kurchment es investigador del Centro de Estudios Rusos de la Universidad de Harvard. Joshua Rubenstein es autor de Soviet Dissidents Their Struggle for Human Rights, y actualmente prepara una biografía de Ilya Ehrenburg.
Uno de los más notables cambios en la Unión Soviética en los últimos años ha sido la “rehabilitación” de varios escritores que sufrieron las purgas y los juicios stalinistas. Entre ellos, uno de los grandes estilistas de la literatura moderna: Isaac Babel. Como lo indica este artículo, aparecido originalmente en la revista Bostonia (julio / agosto de 1990) sólo hasta 1988 se reabrió el expediente de Babel y se supo cómo había muerto exactamente. Es curioso que por ese mismo tiempo, el narrador brasileño Rubem Fonseca se anticipara al regreso de Babel y lo incluyera a él, y al destino aún impreciso de varios manuscritos de Babel, como una de las subtramas de su novela Grandes emociones y pensamientos imperfectos, que la editorial Cal y arena publicará en español este año. De esta misma novela dimos un adelanto en nexos 136, (abril de 1989), al que titulamos precisamente Babel, un maestro del silencio.
El escritor ruso judío Isaac Babel (1894-1940) es uno de los mejores cuentistas del siglo XX. Su libro más famoso, La caballería roja, narra sus aventuras entre un grupo de cosacos que luchó junto a los bolcheviques en la guerra civil rusa. Sus Cuentos de Odessa y otros relatos son una serie de relatos entrañables sobre la infancia en el ghetto judío de la ciudad, el Moldavanka. En la década de 1930, Babel era una figura respetada en el mundo de las letras, muy conocido entre los escritores de toda Europa central y oriental y entre los escritores más populares de la Unión Soviética. Pero su carrera llegó a un fin prematuro en 1939, cuando fue arrestado casi al término de la Gran Purga de Stalin, en un momento de transición, cuando uno de los verdugos mismos – Nikolai Yezhov- fue arrestado y reemplazado por otro – Lavrenti Beria.
Las circunstancias que rodearon el arresto y la ejecución de Babel fueron un misterio durante varias décadas. La segunda esposa de Babel, Antonina Pirozkhova, que vivía en Moscú, acudía con frecuencia a la oficina de información de la policía secreta soviética a pedir informes e invariablemente se le aseguraba que Babel estaba confinado en un remoto campo de trabajos forzados. En el verano de 1952, incluso, la llegó a visitar un hombre que afirmaba ser un prisionero liberado de Kolyma Y que le traía saludos de Babel. La primera esposa de Babel, Evgeniya Gronfein, que se mudó a París en los años veinte, escuchó en 1946 lo que según ella era un informe confiable de que Babel había sobrevivido a la segunda Guerra Mundial en un campo de trabajos forzados. Es obvio que estos rumores los difundió la policía secreta soviética. Después del arresto de Lavrenti Beria en 1953, los rumores terminaron. Pero aun después de la rehabilitación formal de Babel en 1954, los detalles de su arresto y ejecución no se revelaron al público.
No fue sino hasta 1988 que la prensa soviética comenzó a documentar la terrible telaraña de tortura, falsedad y engaño que envolvió a Babel y a los testigos en su contra. Primero el periodista Arkady Vaksberg subrayó los puntos más importantes del caso Babel en un reportaje en Literaturnaia Gazeta (Gaceta Literaria) en mayo de 1988. Luego apareció un artículo más detallado escrito por Vitaly Shentalinsky en Ogonyok (La llama), en septiembre de 1989. Estos largos e intensos artículos se basan en los archivos verdaderos del caso Babel, en su interrogatorio y en las declaraciones de los que ofrecieron evidencias en su contra ya fuera porque eran informantes o porque los torturaron.
Treinta años atrás, el escritor soviético Ilya Ehrenburg, un amigo cercano de Babel, fue el primero en discutir su destino en una publicación soviética. En sus memorias, People, Years, Life, Ehrenburg sugirió una razón obligada del arresto de Babel: ser amigo de la esposa de Nikolai Yezhov y visitarla a menudo en su departamento.
A fines de 1937 llegué a Moscú de un viaje a España… Encontré al “sabio rabino” desconsolado, pero su valor, su sentido del humor, nunca lo abandonaron. En mi opinión, Babel era más inteligente que yo, y más inteligente que la mayoría. Conocía a la esposa de Yezhov desde antes de que ella se casara. A veces la visitaba, consciente de que era una imprudencia, pero con el deseo, como me dijo, de encontrar una clave para descifrar el acertijo. Un día me comentó, sacudiendo la cabeza: “No se trata de Yezhov. Claro que Yezhov juega su parte, pero no está en el fondo del asunto”. Yezhov compartió el destino de su predecesor Yagoda. Ocupó su lugar Beria, en cuya época Babel, Meyerhold, Koltsov y muchos otros inocentes murieron.
El archivo de Babel confirma que su relación personal con Evgeniya Yezhova contribuyó a su arresto. Su fama en la Unión Soviética y los círculos literarios de Europa Occidental no fue suficiente para salvarlo en un momento en que el régimen estaba resuelto a terminar con la vida cultural soviética. Su archivo, como muchos otros, estaba marcado “Consérvese por tiempo indefinido”, pero se necesitó que pasara medio siglo antes de que un grupo de periodistas soviéticos pudiera leerlo para informar al pueblo soviético sobre el destino de uno de sus escritores más talentosos y queridos. Babel fue arrestado el 16 de mayo de 1939 y ejecutado el 27 de enero de 1940. En esos ocho meses, la policía soviética secreta inventó mentiras contra él. Lo que sigue son fragmentos e información de los interrogatorios y los reportes que llevaron a la desaparición de Babel.
EL ARRESTO
Babel fue arrestado en su dacha de Peredelkino, la morada del escritor en las afueras de Moscú. Estaba terminando una nueva serie de relatos. Su dacha y su departamento de Moscú fueron registrados de inmediato. Todos sus manuscritos, cuadernos, libretas de notas y correspondencia desaparecieron con su detención. La lista de materiales confiscados se conserva:
1) diferentes clases de manuscritos: 15 carpetas
2) cuadernos: 11
3) libretas de notas: 7
Las puertas de la prisión de Lubyanka se cerraron y durante 15 años nadie preocupado por Babel pudo averiguar nada sobre él, hasta 1954. Cuando Babel fue puesto bajo custodia ni siquiera existía la orden de arresto. La firmaron aproximadamente un mes después de la detención. La acusación inicial registrada por el teniente de la policía secreta, Serikov, afirma que Babel era “participante activo en una organización de escritores antisoviética”. La acusación se basa en declaraciones obtenidas bajo tortura de diversos amigos y colegas de Isaac Babel.
El caso se originó supuestamente en 1934, cuando el conocido de Babel, Dmitri Gayevsky, caracterizado por su interrogador como “un terrorista trotskista”, a quien luego juzgaron y ejecutaron, hizo la siguiente declaración: “Debido a que Stalin y el Comité Central encabezado por él eran los únicos organizadores del plan quinquenal, debíamos concentrar nuestras actividades subversivas sobre todo contra Stalin y sus compañeros usando todos los medios posibles. Como no podíamos atacar a Stalin o al Comité Central directamente, teníamos que proceder de manera cuidadosa difundiendo anécdotas, insidias, rumores, mentiras. Primero, había que presentar al enemigo como alguien que sólo merecía desprecio”.
El 9 de julio de 1937, un escritor arrestado, N. Zarudin, ejecutado posteriormente, hizo la siguiente declaración durante el interrogatorio:
Voronsky (un importante editor) conversaba con escritores como yo, Katayev, Babel y otros con el fin de fomentar en nosotros odio y hostilidad hacia los líderes del partido comunista. Voronsky preparaba un acto terrorista en contra de Yezhov. Planeaba pretextar una reunión literaria en el departamento de Yezhov. En ella, según un plan previamente elaborado, debían estar presentes no sólo los miembros de la conspiración y los ejecutores, sino también los escritores Pilnyak y Babel.
Alexander Voronsky era, en la década de 1920, el editor de Krasnaia Nov’ (Tierra Virgen Roja), la mejor revista literaria de la época. Era en efecto un defensor de Leon Trotsky antes de que lo relevaran de sus responsabilidades editoriales, lo enviaran a exilio, le arrestaran y no se volviera a saber nada de él. El otro escritor mencionado en el testimonio de Zarudin, Boris Pilnyak, era una de las figuras literarias más importantes de los años veinte y treinta. También escribió un cuento muy perjudicial a la reputación de Stalin. Hubo un segundo grupo de declaraciones especialmente nocivas para Babel poco antes de su arresto. Las más devastadoras debieron ser las de Semyon Uritsky, editor en jefe del Periódico campesino, un semanario de Moscú. El 11 de mayo de 1939, dijo haber conocido a Babel en el departamento de Evgeniya Yezhova (Hayutina) en Kiselnii Lane.
Le pregunté sin tapujos a Babel por qué no publicaba nada. Me contestó que un escritor debía ser sincero con lo que escribía, pero que lo que él podía escribir con sinceridad no podía publicarse ahora porque no correspondía a la línea del partido. También me dijo que necesitaba publicar algo porque su silencio se estaba convirtiendo en una declaración antisoviética.
En una reunión en Moscú, Babel estaba de muy mal humor. Le pregunté la causa. Evgeniya Yezhova contestó por él. Dijo que entre los arrestados y condenados hay personas cercanas a Babel. Luego, cuando vi a Yezhova fuera del Kremlin hablamos de Babel. Me contó que Babel conocía no sólo a los trotskistas del ejército, sino también a los que estaban entre los ucranianos. Y por consiguiente, que el arresto de cualquier comandante militar importante, conduciría al arresto inevitable de Babel. Sólo su fama en Europa podría salvarlo. Yezhova se dejó llevar y comenzó a hablar de asuntos privados. Dijo que su esposo estaba muy celoso de Babel, que recientemente le había armado un escándalo y que hurgaba sus roperos en busca de las cartas que le escribía Babel. Ella atesoraba esas cartas.
Ese mismo día, el 11 de mayo de 1939, Yezhov, que también habría de ser condenado a muerte, fue interrogado. “Al observar la relación entre Babel y Yezhova, llegué a la conclusión tentativa de que ambos estaban relacionados en una misión de espionaje para el Servicio de Inteligencia Británico”.
La investigación siguió su curso. El 22 de mayo, tras el arresto de Babel, Uritsky volvió a declarar: “Me reuní con Babel en presencia del Sr. Gladun, el Sr. Utyosov, y otras gentes, y durante la conversación me di cuenta de que Babel en efecto tenía opiniones trotskistas. Expresaba abiertamente su desacuerdo con la linea del partido”. Leonid Utyosov era en ese tiempo el director de la mejor orquesta de jazz de la Unión Soviética. Nunca fue interrogado o reprimido y su nombre no aparece en ninguna otra parte relacionado con el caso.
Lo de Gladun era diferente. Alexei Fyodorovich Gladun había sido el primer esposo de la Sra. Yezhova. Era un diplomático soviético antes de que lo arrestaran por ser un terrorista trotskista. Como consecuencia, también fue condenado a muerte. Gladun declaró en su interrogatorio que desde 1929 había reclutado a Yezhov, el futuro dirigente de la policía secreta soviética, como miembro de una organización antisoviética con la ayuda de su propia esposa Evgeniya, que era simultáneamente la amante de Yezhov. El 10 de mayo de 1939 Gladun dijo lo siguiente sobre Babel: “Babel estaba molesto con la política del partido hacia la literatura. Publican cualquier basura, pero a mí, Babel, no me publican”
“. El archivo no contiene ninguna declaración de la figura central de esta extraña conspiración: Evgeniya Hayutina Gladun-Yezhova. Después del arresto de su segundo esposo, Nikolai Yezhov, el jefe de la policía secreta soviética, se suicidó.
Hubo, sin embargo, otras declaraciones también nocivas para el caso Babel que datan de 1934. Esas no fueron bajo coacción, pero corresponden a policías delatores que estaban entre los amigos y colegas de Babel del Sindicato de Escritores Soviéticos. Las identidades de estos informantes permanecen secretas. Estas son algunas de las declaraciones:
El 9 de noviembre de 1934, se informó que Babel había dicho:
La gente ahora está tan acostumbrada a los arrestos como a los cambios de clima. El sometimiento de la intelligentsia y otros miembros del partido es aterrador. Se resignan a la idea de encontrarse tras las rejas. Ese es uno de los rasgos más característicos de nuestro sistema político moderno.
Cuatro años después, Babel también fue citado denunciando el juicio de Nikolai Bujarin en 1938. Dijo: “Ese es un proceso terrible… A Bujarin, Rykov, Rakovsky, Rozengoltz se les enjuició deliberadamente junto a delincuentes comunes, espías, ex-policías. Morirán con la convicción de que junto con ellos también mueren su ideología y la misma revolución comunista. La razón es que Trotsky pudo persuadirlos de que la victoria de Stalin significaba la muerte de la revolución”.
Nikolai Bujarin (1888-1938) fue mencionado en el último testamento de Lenin como “el consentido del partido”. Había sido uno de los lideres originales de la Revolución de Octubre, el editor de Pravda y luego de Izvestia y presidente de la Internacional Comunista. Alexei Rykov se convirtió en presidente del gobierno soviético tras la muerte de Lenin. Christian Rakovsky fue el fundador del partido comunista rumano antes de convertirse en uno de los bolcheviques más famosos de Rusia. Arkady Rozengoltz, un compañero cercano de Lenin, era Ministro de Comercio Exterior cuando lo arrestaron. Todos estos hombres fueron acusados en un juicio abierto que se realizó del 2 al 12 de marzo de 1938, antes de que los ejecutaran.
En febrero de 1939, se informó que Babel había discutido con otras tres figuras públicas importantes, Grigory Sokolnikov, un ministro de finanzas anterior; Kark Radek, un escritor político famoso; y Mijail Koltsov, un periodista soviético muy leído. A Koltsov y Sokolnikov los arrestaron y sentenciaron a muerte; Radek fue asesinado por un compañero de prisión en un campo de trabajos forzados. Según un informante, esto es lo que Babel habría dicho sobre ellos:
El liderato actual del partido comunista entiende, pero no lo expresa abiertamente, que gente como Rakovsky, Sokolnikov, Radek y Koltsov son muy talentosos y están por encima de las mediocridades que encubren al liderato actual. Pero eso significa que si esa gente se acercara incluso un poco al poder, el liderato sería implacable. “Arréstenlos, mátenlos”. Luego, durante la misma conversación, Babel cambió el tema rápidamente y comenzó a hablar de Yezhov. Dijo conocer las circunstancias de la vida familiar de Yezhov, que podía ver con sus propios ojos cómo arrestaban a los amigos de la casa de Yezhov uno tras otro. Y dijo que también sabía que en alguna cárcel habría un sitio esperándolo a él.
Como resultado de estas dos líneas de evidencia incriminatoria, 35 días después del arresto real de Babel, el 23 de junio de 1939, se tomó la decisión de detenerlo e iniciar las investigaciones de manera oficial. La orden de arresto estaba firmada por el ya mencionado Serikov, y por su jefe, el conocido torturador y jefe del departamento de investigaciones de la policía secreta, Kobulov. La aprobación final fue dada por Lavrenti Beria, Comisario de Asuntos Internacionales del Pueblo de la Unión Soviética.
INVESTIGACIÓN, JUICIO, MUERTE
Babel fue interrogado el 29, 30 y 31 de mayo de 1939, dos semanas después de su detención. La orden de arresto todavía no estaba firmada para esas fechas. Al principio, Babel negó todas las acusaciones, pero después de tres días y tres noches de interrogatorios sin dormir, empezó a confesar. Este es un fragmento de su confesión:
Durante mucho tiempo estuve relacionado con trotskistas y bajo su influencia política. Mi carrera literaria estaba ligada a Voronsky, de quien me hice amigo en 1923-24 cuando él era editor en jefe de la revista literaria Krasnaia Nov (Tierra Virgen Roja). Compartí las opiniones trotskistas que elaboraba y formulaba Voronsky. Una de ellas era que el escritor debía ser creativo pese a las masas, en oposición al partido. El escritor debe describir la situación del país con generalizaciones falsas y también debe hacer declaraciones hostiles al liderato actual.
Babel declaró que Voronsky era muy atento con él, que Voronsky escribió muchas reseñas favorables a la obra de Babel, y que lo hizo parte del círculo que lo rodeaba. Entre esas gentes estaban: Vsevolod Ivanov, Boris Pilnyak, Lidia Seyfulina, Sergei Esenin y otros. Más tarde se unieron al grupo el novelista Leonid Leonov y el poeta Eduard Bagritsky. De estos escritores sólo Boris Pilnyak fue ejecutado. El poeta Sergei Esenin se suicidó en 1925. Eduard Bagritsky murió a los 38 años en 1936. Los escritores Ivanov, Seyfulina y Leonov terminaron sus vidas en paz. Leonov todavía vive y fue homenajeado recientemente en su 90 aniversario por el mismo Mijail Gorbachov, que se apareció en su puerta con un ramo de flores.
Yo y todos los autores mencionados anteriormente estuvimos muy influidos por la ideología de Voronsky. Llevábamos nuestros asuntos literarios de manera muy informal en la suite de Voronsky en el Hotel Nacional.
En una ocasión, en 1924, Voronsky me invitó a su casa anticipándome que esa tarde Bagritsky leería su largo poema sobre el cosaco Opanas, que acababa de terminar. Voronsky también invitó a Leonid Leonov y Vsevolod Ivanov. En la tarde, cuando llegamos a tomar el té, Voronsky nos dijo que también Trotsky estaba invitado a la lectura. Trotsky llegó pronto junto con Karl Radek. Escuchó a Bagritsky leer su poema, dio una opinión favorable acerca del mismo y luego comenzó a preguntarnos a cada uno por nuestros planes creativos y nuestras biografías. Nunca más volví a ver a Trotsky. En 1927 a Voronsky le quitaron el puesto de editor en jefe del Krasnaia Nov’ y lo exiliaron a la ciudad de Lipetsk, debido a su trotskismo. Allá en Lipetsk, Voronsky enfermó y fui a visitarlo. Pasé varios días con él y supe que Seyfulina había estado con él antes de que yo llegara. Le presté a Voronsky algo de dinero.
Recuerdo que durante esta entrevista Voronsky me contó que la última tarde que pasó en Moscú, antes del exilio, recibió una llamada repentina de Ordzhonikidze (un comunista georgiano importante y miembro del politburó de Stalin, al que Stalin obligó a suicidarse en 1937) que lo invitaba al Kremlin. Conversaron durante horas, recordando cómo los habían enviado juntos al exilio antes de la revolución. Luego, al despedirse, Ordzhonikidze le dijo de pronto a Voronsky, “¿sabes?, aunque ahora seamos enemigos políticos todavía podemos besarnos. Mi riñón anda mal, así que no volveremos a vernos…”
“Esos constantes contactos con los trotskistas”, señalaba Babel, “ejercieron influencia sobre mi trabajo creativo”. Confesó que en La caballería roja había descrito toda la crueldad e irracionalidad de la Guerra Civil. Trató de destacar episodios desagradables y no enfatizó el papel del partido comunista en la organización de las unidades de Cosacos Rojos, que carecían de conciencia proletaria. No mostró la verdadera importancia de una parte tan importante del Ejército Rojo como lo era el Primer Ejército Rojo de Caballería. Sus Cuentos de Odessa y otros relatos eran también una especie de escape de la realidad soviética. Babel confesó también que tenía conversaciones antisoviéticas con los escritores Olesha, Valentin Katayev, con el actor Mijoels, y con los directores de cine Alexandrov y Eisenstein. Babel habló específicamente de Olesha.
Dijo: “Lo conocí en Odessa durante los primeros años posteriores a la revolución. Luego, cuando ambos nos hicimos escritores, también nos hicimos amigos. Y teníamos los mismos gustos y opiniones literarias”. (De entre estas figuras culturales, únicamente Solomon Mijoels, el famoso actor yiddish, fue eliminado. Lo asesinaron en un supuesto accidente de tráfico en 1948). Sobre los juicios políticos que se efectuaban en el país, Babel confesó haber opinado que el hecho de que los líderes militares más inteligentes fueran arrestados representaba no sólo cambios en las personalidades, sino también cambios generacionales. Confesó haber dicho todo esto.
Y por último confesó también ser espía para Francia y Austria. Admitió que había establecido relaciones secretas en 1933 con el escritor francés André Malraux, con la ayuda de Ilya Ehrenburg. Le daba informes a André Malraux sobre el estado de la aviación soviética, sobre el equipo y la estructura del Ejército Rojo, sobre la economía soviética, sobre los arrestos masivos, y sobre el estado anímico de la intelligentsia. Babel habló también de sus viajes a París. Dijo que en 1932, durante su segundo viaje a esa ciudad, fue invitado del cineasta Granovsky. “Granovsky me invitó a negociar el guión de una película. En el departamento del actor Annenkov, al que yo visitaba con frecuencia en París, me encontré con Boris Souvarine (un historiador franco-soviético y biógrafo de Stalin). Souvarine me pidió libros y periódicos soviéticos. Recuerdo que le interesaba el destino de Radek, Rakovsky, y otros activistas de la Internacional Comunista…”
Mi primer encuentro con Ilya Ehrenburg fue en un café de París. Era una reunión informal que se convirtió en una verdadera amistad sólo hasta mi regreso a París en 1933. En esa ocasión, Ehrenburg me presentó a André Malraux, de quien tenía una inmejorable opinión, como uno de los mejores representantes de los jóvenes radicales franceses. Malraux me admiraba como escritor y Ehrenburg me aconsejó tratar de reforzar la idea que Malraux tenía de mí.
Después, Babel habló de Ehrenburg.
Es comprensible que cuando Ehrenburg me encontró tan sombrío, me incitara a conversaciones antisoviéticas. Esas conversaciones demostraron que Ehrenburg y yo teníamos actitudes políticas similares. Y eso nos llevó a decidir el inicio de una organización que combatiera el sistema político soviético.
El 15 de junio de 1939, Babel confesó no sólo ser un espía sino también un terrorista. Declaró saber de una conspiración tramada por Yezhov, con quien Babel mantenía relaciones por medio de la Sra. Yezhova. La Sra. Yezhova, a su vez, creó su propio grupo de conspiradores. Babel supo por ella misma que mantenía relaciones con Kosarev, el líder de la joven Liga Comunista, que estaba preparando un atentado contra las vidas de Stalin y Voroshilov. Y Babel estaba completamente de acuerdo con los planes de la Sra. Yezhova.
Después, el 25 de junio de 1939 volvió a ser interrogado. Abundó: “Mi siguiente reunión con André Malraux en 1935 fue en el Congreso de París para la Defensa de la Cultura. En un principio yo no formaba parte de la delegación soviética y, como supe después, me invitaron junto con Pasternak ante la insistencia de André Malraux. En 1936, vi de nuevo a Malraux en la Unión Soviética en Tesseli, ciudad de Crimea, ante la presencia de Máximo Gorki. Ehrenburg expresó cierta reserva en cuanto al destino próximo de su protector Nikolai Bujarin, Ehrenburg también hizo preguntas sobre la nueva gente en el poder de la Unión Soviética, en especial sobre Yezhov. Durante la última visita de Ilya Ehrenburg, discutimos dos temas. Discutimos los arrestos que, según Ehrenburg, evitarían que los ciudadanos soviéticos se relacionaran con extranjeros. También hablamos de la guerra civil española”.
Y luego, por último, Babel confesó ser un espía austriaco.
Seyfulina me presentó a un austriaco llamado Bruno Steiner. Durante la primera Guerra Mundial, Bruno Steiner era oficial del ejército austriaco cuando los rusos lo hicieron prisionero, y finalmente se estableció en la Unión Soviética. Trabajaba en este país como representante comercial de una empresa austriaca. Seyfulina me lo presentó como un viejo amigo y me informó que Steiner tenía una habitación libre en su departamento. Steiner me rentó la habitación y eventualmente iniciamos una vivienda común al compartir gastos. Steiner permaneció en la URSS hasta 1936.
Este relato fue la única evidencia del papel de Babel como espía austriaco.
Al parecer este interrogatorio concluyó la investigación y el archivo de Babel debió ser transferido a la Corte. Pero por razones que aún no son del todo claras, el proceso entró de pronto en una demora. Al investigador Serikov se le destituyó del caso de manera abrupta y, tras un breve lapso, se designó a un nuevo investigador llamado Apokov. Al mismo tiempo, aparecieron en el archivo de Babel las firmas de dos investigadores, Schvartsman y Rodos, que después adquirieron fama como los principales torturadores de la NKVD. (Rodos fue mencionado por Kruschov en su discurso secreto en el Congreso del partido de 1956). Casi por la misma época Babel acudió a Beria con la petición de que le permitiera ordenar sus manuscritos. La petición fue denegada. Esos manuscritos contenían ensayos sobre el proceso de colectivización en Ucrania, materiales para un libro sobre Gorki, borradores de varios relatos, parte de una obra de teatro y un guión de cine.
El 10 de octubre de 1939, Babel fue interrogado por Apokov. Durante este interrogatorio, Babel repudió todas sus confesiones anteriores. “Quiero que el interrogador tome en cuenta que en mis testimonios previos cometí otro delito estando en la cárcel. Hice acusaciones falsas contra mucha gente”. Sin embargo, esta retractación no ejerció influencia en las acusaciones finales contra Babel. Se le acusó de ser miembro activo de una organización trotskista contrarrevolucionaria. Además, se le acusó de ser un espía francés y austriaco y también se dijo que estaba involucrado en conspiraciones contra líderes del partido y del gobierno. Esas acusaciones las firmaron el investigador Apokov y algunos de sus superiores.
El 5 de noviembre de 1939, Babel le escribió una carta al Procurador General de la Unión Soviética. En ella le pedía que le concediera una cita porque deseaba hacer una importante declaración. El 7 de noviembre de 1939, según testimonio de Pirozkhova, la viuda de Babel, la visitó un joven empleado de la policía secreta que le pidió pantalones, calcetines y pañuelos para Babel. Pirozkhova perfumó los pañuelos. De ese modo intentaba transmitirle a Babel por lo menos el olor de su casa.
El 21 de noviembre de 1539, Babel envió otra petición al Procurador General. “En mi testimonio hay declaraciones erróneas e invenciones que atribuyen actividades antisoviéticas a gentes que trabajaban honesta y valientemente por el beneficio de la Unión Soviética. Pensar que mis palabras podían herir a mi patria me atormenta. Creo que mi deber es borrar esa terrible mancha de mi conciencia.” Entre tanto, Babel fue transferido de la prisión principal de la policía secreta en la Lubyanka a la cárcel de Butyrki. Desde ahí, Babel envió una tercera carta al procurador. “Envié dos cartas al Procurador General el 5 y el 21 de noviembre. Señalaba en ellas que mi testimonio contenía acusaciones en contra de gente inocente. No sé cuál fue el destino de dichas cartas. Pensar que mi testimonio no ayude a discernir la verdad sino que desvíe la investigación me atormenta todo el tiempo. Adjudiqué acciones antisoviéticas y tendencias antisoviéticas al escritor Ilya Ehrenburg (y a otros escritores y periodistas). Todas esas declaraciones son simples mentiras sin fundamento real. Conocí a todas esas personas como ciudadanos soviéticos honestos y dedicados. Di un falso testimonio contra ellos porque mostré debilidad humana durante el proceso de investigación”.
El 25 de enero de 1940, Babel apeló al colegio militar de la Suprema Corte. “Di un testimonio falso contra varias personas inocentes y por eso pido que se le permita al procurador la revisión de mis declaraciones antes de pronunciar su sentencia.”
Babel pidió que citaran a atestiguar a Voronsky, Ehrenburg, Seyfulina y otros que lo conocían bien. También pidió permiso para revisar su propio archivo. Su última petición fue denegada. El 26 de enero de 1940 lo enjuiciaron. El proceso judicial se llevó a cabo en la oficina de Beria en la cárcel de Butyrki. Beria tenía una oficina privada en cada prisión de Moscú. Trabajaba en esas oficinas de noche, interrogando y torturando a sus víctimas, mientras durante el día esas mismas oficinas servían para efectuar procesos judiciales. Babel compareció ante tres miembros del colegio militar de la Suprema Corte. El presidente era Ulrikh y los miembros eran Kandybin y Dmitriev. El caso Babel, como los demás, se resolvió en unos 20 minutos. Babel hizo una declaración breve. “Soy inocente. No soy un espía. Nunca actué en contra de la Unión Soviética. Mentí en mi testimonio sobre mi mismo y sobre otros porque me obligaron a hacerlo”. La sentencia fue de muerte.
Esa sentencia se llevó a cabo el 27 de enero de 1940 en Moscú. “Información sobre el lugar de entierro no disponible”, según una leyenda en el archivo.
REHABILITACIÓN
El 25 de enero de 1954, la esposa de Babel, Antonina Nikolayevna Pirozkhova escribió una carta al Procurador General de la Unión Soviética. “El escritor Babel fue sentenciado a 10 años sin derecho a correspondencia. Según los informes que recibí en todos estos años de la oficina de información del Ministerio del Interior de la Unión Soviética, mi esposo vive y está prisionero en un campo de concentración. Como Babel es un escritor talentoso y como han pasado más de 10 años desde su arresto, me gustaría que Ud. revisara el caso Babel una vez más para mejorar su suerte”.
Su petición fue concedida y un procurador militar llamado Dolzhenko revisó el caso. En junio de 1954, concedió a Pirozkhova una entrevista. Según ella la conversación fue así:
P: ¿Revisó el archivo de Babel?
D: Lo tengo aquí, frente a mí.
P: ¿Cual es su impresión?
D: Son puros sinsentidos.
Aun así, para rehabilitar a un hombre inocente el régimen necesitaba testimonio de por lo menos tres gentes. Estas son tres declaraciones sobre el comportamiento de Babel para la oficina del Procurador.
EKATERINA PESHKOVA, LA PRIMERA ESPOSA DE MÁXIMO GORKI, DECLARÓ EL 16 DE JULIO DE 1954.
Conocí al escritor Babel por el tiempo en que Gorki regresó a la Unión Soviética en 1928-1931. Lo vi con frecuencia durante los veranos de 1934 y 1935 cuando visitó a Gorki en su dacha. Babel venia a menudo, y un verano cuando vivía más cerca, llegaba todos los días. Gorki tenía muy buena opinión de Babel como escritor. Admiraba su extraña habilidad con los cuentos. Por otra parte, Gorki pensaba que Babel tenía la facultad para escribir también novelas… Babel era un patriota soviético. Hablaba con admiración sobre los cambios en la gente, los cambios que observaba durante sus frecuentes viajes por el país. Gorki escuchaba siempre con suma atención las historias de Babel. Me sorprendió el arresto de Babel porque siempre supe que era un verdadero soviético.
TESTIMONIO DE ILYA EHRENBURG, JULIO 16 DE 1954:
Conocí a Babel de 1926 a 1938. Nos veíamos con frecuencia. Hablé con él muchas veces. Era un escritor soviético honesto que defendía nuestras ideas tanto dentro como fuera del país. Desde un punto de vista ideológico, Babel era un comunista. Siempre reprobó a los trotskistas. Gorki me dijo que pensaba que Babel era un estupendo escritor y un hombre honesto. Yo presenté a Babel con André Malraux. En esa época, Malraux estaba muy ligado a los comunistas franceses. Fue miembro activo de la organización del Congreso de Escritores antifascista en 1935, junto con Henri Barbusse y otras gentes. Después de la guerra, Malraux se volvió anticomunista y seguidor de De Gaulle. Pero cuando Babel lo conoció en París, Malraux disfrutaba de la confianza de los círculos tanto soviéticos como franceses. Considero que Babel es un prosista soviético extraordinario. Sus obras son ampliamente conocidas en el exterior y tanto nuestros amigos como nuestros enemigos consideran su obra como un ejemplo primordial de literatura comunista.
TESTIMONIO DE VALENTYN KATAYEV, JULIO 24 DE 1954:
Conocí a Babel de 1919 a 1920 cuando trabajamos juntos en Odessa como activistas. Babel acababa de regresar del Ejército Rojo y estaba escribiendo sus relatos de La caballería roja. Todos disfrutaron esas historias y yo entre ellos. En ese tiempo, Babel ya era un escritor conocido porque Máximo Gorki publicaba sus cuentos en su periódico (pre-revolucionario) Crónica. Babel me sorprendía con la agudeza y peculiaridad de su estilo. Después de mudarme a Moscú en 1922, lo vi a menudo en casa de Mayakovski. Mayakovski admiraba el talento de Babel y publicó su relato “Sal” en su periódico, lo consideraba uno de los escritores más importantes de la época. También Gorki expresó su admiración por Babel en muchas ocasiones. Gorki escogió a Babel de entre otros autores jóvenes como yo e incluso nos aconsejaba estudiar su obra. Babel fue sin duda un defensor del poder soviético, expresaba admiración por la inteligencia de Lenin, y pensaba que la Revolución de Octubre abría una nueva página en la historia del mundo.
Si pienso en el talento de Babel como escritor, tengo dos opiniones. Hace muchos años, me encantaban los relatos de Babel. Pero ahora, me parece que lo que escribía era pretencioso y algo rebuscado. Pero todo en el mundo cambia y me parece ahora que Babel también habría cambiado su estilo. No me gusta tanto La caballería roja porque ahora veo de manera distinta los acontecimientos de nuestro gran pasado revolucionario… Pero aun así este libro contiene muchas cosas valiosas y patrióticas. Y eso no puede negarse.
El 18 de diciembre de 1954, el colegio militar de la Suprema Corte declaró: “Muchas gentes que se mencionaron en el testimonio de Babel y que, como él aseveró, estaban involucradas en actividades criminales, como Ehrenburg, Katayev y Leonov, nunca fueron arrestadas ni interrogadas. Uritsky y Gladun repudiaron después sus testimonios y los tacharon de meras invenciones. Los investigadores Rodos y Schvartsman están detenidos actualmente por falsificar los archivos de interrogatorios. De modo que el colegio militar de la Suprema Corte de la Unión Soviética decide: cancelar la sentencia previa del colegio militar de la Suprema Corte del 26 de enero de 1940, respecto a Isaac Babel porque ahora existen nuevas circunstancias. Y así se clausura el archivo”.
Junto con este reporte, la viuda de Babel recibió la falsa notificación de que Babel había muerto en un campo de trabajos forzados el 17 de marzo de 1941. Hasta ahora, siempre se había dado ésta como su fecha de muerte. Sus manuscritos desaparecieron. Si se hubieran conservado, añadirían nuevas y memorables páginas a la crónica de la Revolución Rusa, con su combinación de entusiasmo masivo, absurdo, ingenuo, y una crueldad pocas veces rebasada.
“íLuchemos hasta la muerte por la revolución mundial!”, exclama el comisario ruso de Babel mientras lleva a sus tropas a la batalla, en La caballería roja Hoy, a una distancia de 70 años, todo el mundo sabe que la batalla está perdida. La visión de una revolución mundial se desvaneció, mientras la Unión Soviética enfrenta escasez de artículos básicos. Babel podría haber escrito otro buen relato sobre esto. Pero murió hace más de medio siglo, y aunque siguiera vivo, estaría ya muy viejo para hacerlo.
Cuando su amigo Eduard Bagritsky murió de muerte natural en 1936, escapando así a las garras de la policía secreta, Babel escribió: “Recuerdo mi última charla con Bagritsky. Es tiempo de abandonar las extrañas ciudades, y de volver a casa, a Odessa. De rentar una pequeña casa en las afueras de la ciudad, escribir relatos, envejecer. Nos imaginábamos como dos ancianos caballeros, gordos e inteligentes, tomando el sol de Odessa junto al mar, en el bulevar, admirando a las mujeres que pasaban… Nuestros deseos no llegaron a cumplirse”.
Traducción: Delia Juárez G.
PROFECÍA
El biógrafo Gordon Bowker encontró esta profecía que Malcolm Lowry le envió a un amigo canadiense en diciembre de 1950, cuando la Guerra Fría se intensificaba:
…aunque el cuadro parece deprimente, no parece ni la mitad de lo desesperanzador que era en 1939 -o incluso en 1938-. Incluso si el comunismo tuviera una victoria temporal, no lleva en sí una teología de la tiranía tan desesperanzadora – aunque el comunismo sea tiránico en su fase actual- como el nazismo. En pocas palabras, todo lo que sea una revolución debe mantenerse en movimiento porque de otro modo no revoluciona: por su propia naturaleza contiene dentro de sí las semillas de su propia destrucción. Así que para 1989, digamos, todo marchará sobre ruedas, aunque nada de eso, ciertamente, facilita el vivir en 1950.
íNo estuvo mal!, comenta Gordon Bowker. No nada mal.
(La carta del Lowry aparece citada por Bowker en el Times Literary Supplement. Junio 29 a julio 5, 1990).
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En la estación ferroviaria
[Cuento - Texto completo.]
Isaac BabelSucedió hace dos años en una estación ferroviaria alejada de la mano de Dios, cerca de Penza.
Una pequeña multitud se encontraba en una esquina del edificio de la estación. Decidí acercarme también. Resultó que estaban despidiendo a un soldado que se embarcaba rumbo al frente.
El soldado, borracho, con la cabeza erguida, tocaba un pequeño acordeón. Un hipante jovencito -un obrero, a juzgar por su apariencia- extendía las manos hacia el ejecutante y susurraba, con todo el cuerpo temblando:
-Oye, Iván, la llevas bien, la llevas bien…
Entonces se alejó y dejó caer unas cuantas gotas de colonia en un vaso sucio con aguardiente.
Una botella con turbio líquido pasaba de mano en mano. Todos habían bebido demasiado. El padre del soldado estaba sentado en el piso, algo apartado, pálido y silencioso. El hermano del soldado seguía vomitando. Se cayó, su cara golpeó el charco de vómito y se quedó dormido.
El tren llegó a la estación. Empezó la despedida. Sin embargo, el padre del soldado no quiso moverse; ni siquiera se levantó ni abrió los ojos.
-Semyonych, levántate -dijo el obrero-. Dale la bendición a tu hijo.
El viejo no respondió. Empezaron a sacudirlo. Un botoncito pegado a su sombrero de piel pendía de un hilo, balanceándose de un lado a otro. Se acercó un policía.
-¡Idiotas -dijo-, el tipo está muerto y todavía lo siguen sacudiendo!
Resultó que tenía razón. El tipo se había dormido y pasado a mejor vida. El soldado lo miraba, sin saber qué hacer. El acordeón temblaba en sus manos y estas vibraciones hacían que sonara como si lo estuviera tocando.
-Así es -seguía diciendo-, así es -extendió la mano con el acordeón y agregó-: El acordeón se le queda a Pete.
El jefe de estación apareció en la plataforma.
-Sigan festejando -dijo-, encontraron un buen lugar para festejar… Prokror, hijo de puta, da la segunda llamada…
El policía golpeó la campana dos veces con la gran llave de hierro del baño de la estación (el badajo de la campana había sido arrancado hacía mucho tiempo).
-¿Por qué no te despides de tu padre -le dijo alguien al soldado-, en lugar de quedarte ahí como una bestia idiota?
El soldado se inclinó, besó la mano fría de su padre, se persignó y caminó hacia el tren. Su hermano seguía dormido sobre su propio vómito.
Pronto se llevaron al viejo. La multitud se empezó a dispersar.
-Según tú, esta es nuestra vida de sobriedad -dijo un diminuto comerciante que estaba cerca de mí-. Caen como moscas estos hijos de puta…
-“Vida de sobriedad” una mierda -habló un campesino barbado con voz firme y pausada-. Nuestro pueblo es un pueblo borracho, porque necesita tener la mirada turbia…
-¿Qué dices? -preguntó el comerciante, aparentemente tenía dificultad para oír.
-Mira aquí -respondió el campesino y apuntó con la mano hacia el remoto campo negro que se extendía hasta el infinito.
-¿Y eso qué? -“¿Y eso qué?” ¿Y eso qué? ¿Acaso se ve algo turbio allá? Por eso nuestro pueblo necesita una mirada turbia, de veras turbia.
FIN
Era, San Petersburgo, Rusia, 1918