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DOSSIER sobre La dolce vita (ídem, 1960) de Federico Fellini

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“No creas que la salvación se encuentra en un hogar, no hagas como yo. Soy demasiado serio para ser un aficionado; no obstante, no lo bastante como para ser profesional, ¿entiendes? Es mejor una vida anárquica, créeme, que una existencia basada en una sociedad organizada donde todo está previsto, todo es perfecto”.

Un periodista del corazón llamado Marcello Rubini (Marcello Mastroianni), recorre cada noche los ambientes burgueses de Roma en busca de noticias exclusivas. De fiesta en fiesta, se topa con personajes variopintos pertenecientes a la alta sociedad italiana.


La dolce vita es uno de los trabajos más sobrevalorados de la carrera del director italiano Federico Fellini, y, por extensión, de la propia historia del cine. Uno puede entender que su feroz crítica a las costumbres burguesas, unida a su brillante realización, causara impacto en el momento de su estreno; sin embargo, vista a día de hoy, medio siglo después, su discurso ha quedado algo desfasado, resultando más plúmbeo que efectivo. ¿Qué sería de esta película sin el carisma del gran Mastroianni, el magnetismo de la ciudad de Roma, la magistral dirección de fotografía en blanco y negro de Otello Martelli o el generoso escote de la imponente Anita Ekberg? Pues, probablemente, mucho menos de lo que es.


Plagada de personajes a caballo entre lo estúpido y lo pintoresco (Sylvia, la tontorrona estrella venida de Hollywood; Emma, la suicida e histérica novia de Marcello; Maddalena, la rica heredera que se define a sí misma como una “puta”; la troupe que acompaña a Marcello en su trabajo…), la cinta contiene, además, un sinfín de diálogos pomposos y pseudointelectuales con bastante menor significado del que pretenden poseer. Sí que me parece interesante, en cambio, la figura de Steiner, amigo del protagonista, y sus reflexiones acerca de un mundo al que tiene miedo. Tanto como para acabar con la vida de sus dos queridos hijos. El resto, en mi opinión, son escenas vacuas y plomizas (muy bien filmadas, eso sí) en el interior de clubes de moda, restaurantes caros, villas lujosas o castillos centenarios. El objetivo es reforzar un tema, la insatisfacción vital, y un sentimiento, la frustración. Marcello Rubini personifica ambos a la perfección, de ahí su tendencia crónica al flirteo, el sexo o el alcohol.


Como curiosidad final, señalar que el término “paparazzi” con el que se define a los reporteros del corazón en la actualidad, tiene su origen en esta película, concretamente en el personaje de Paparazzo (Walter Santesso), fotógrafo que trabaja con Marcello.


http://johannes-esculpiendoeltiempo.blogspot.com/2013/07/la-dolce-vita-idem-1960-de-federico.html

Título original
La dolce vita
Año
Duración
175 min.
País
Italia Italia
Dirección
Guion
Federico Fellini, Tullio Pinelli, Ennio Flaiano, Brunello Rondi
Música
Nino Rota
Fotografía
Otello Martelli
Reparto
, , , , ,, , , , ,, 
Productora
Coproducción Italia-Francia; Pathé / Riama Film / Gray-Film
Género
DramaComedia | PeriodismoCine dentro del cine
Sinopsis
Marcello Rubini es un desencantado periodista romano, en busca de celebridades, que se mueve con insatisfacción por las fiestas nocturnas que celebra la burguesía de la época. Merodea por distintos lugares de Roma, siempre rodeado de todo tipo de personajes, especialmente de la élite de la sociedad italiana. En una de sus salidas se entera de que Sylvia, una célebre diva del mundo del cine, llega a Roma, cree que ésta es una gran oportunidad para conseguir una gran noticia, y, en consecuencia, la perseguirá por las noches por diferentes lugares de la ciudad. (FILMAFFINITY)
Premios
1960: Festival de Cannes: Palma de Oro mejor película
1960: Premios BAFTA: Nominada a mejor película
1961: Oscar: Mejor vestuario (B&N). 4 nominaciones, incluyendo director y guión
1961: Círculo de Críticos de Nueva York: Mejor película extranjera
1961: National Board of Review: Top mejores películas extranjeras
1959: Premios David di Donatello: Mejor director
Críticas
https://www.filmaffinity.com/es/film357320.html

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Succionados por los remolinos de la vida

La dolce vita

Federico Fellini. Italia, 1960.

Cartel de la película La dolce vitaTres grandes fuerzas turbulentas tiene la vida, que se manifiestan como un atractivo remolino que atrapa a los seres humanos en caóticas espirales. En la simbología tradicional cristiana, algo desprestigiada por la modernidad, ellas son el demonio, el mundo y la carne, los tres enemigos del hombre: la malicia del razonamiento licencioso; el atractivo de las riquezas y de lo material y el dulce encantamiento de las energías sexuales desbordadas. Cuando se vive bajo la atracción de estas fuerzas se disfruta de la dolce vita, un espacio sin compromisos, en el cual no se aplican las severas admoniciones de la normalidad, ya que se vive según el instante, con entera disposición para aprovechar las oportunidades, sin atenerse mucho en las consecuencias.
Todos llevamos dentro esos instintos de dolce vita, aunque refrenados por las normas sociales y por temores de la actuación en público, de hacer el ridículo. Federico Fellini ha mostrado en su famosa película La dolce vita lo que se experimenta durante una serie de días y noches frenéticas, en los cuales pasa todo lo que le puede suceder a una persona que se deja arrastrar por los remolinos de la vida. Es una historia que se enfoca en tres aspectos: lo que experimenta un hombre atractivo y mujeriego que no sienta cabeza; lo que se vive en una ciudad como Roma, en una época en que  todo está cambiando, y lo que sucede en los mundos femeninos, reflejado en las historias de las mujeres que se atraviesan en la vida de este hombre singular.
Marcello Mastroianni en La dolce vitaMarcelo Mastroianni es el protagonista, encarna a Marcelo, un periodista que conoce a todo el mundo, que está cubriendo todo lo que sucede, que es envidiado por sus colegas y adorado por sus fotógrafos y colaboradores por su desparpajo y habilidad. Su cara atractiva, su sonrisa, sus gestos, sus frases ocurrentes, llenan la película y sirven de eje conductor, de manera que el espectador se va identificando, se va interesando por este hombre tan afortunado y tan perturbado, que tiene tiempo para todo, menos para dormir y para comportarse normalmente. En una semana impetuosa se relaciona con cinco o seis bellas mujeres; se acerca sentimentalmente a su padre, a quien poco o nada conocía; experimenta por instantes el misticismo al escuchar una obra de Bach interpretada por su mentor y amigo admirado; se relaciona con el mundo superficial del espectáculo y de la moda; participa en fiestas orgiásticas de la clase alta; presencia la muerte; experimenta el machismo y se acerca a la soledad y a la ternura. Da la impresión, y esta puede ser la esencia de la dolce vita, que nada le afecta, que nada aprende, que simplemente existe, vive y experimenta, sin realmente caer en cuenta.
Fotograma de La dolce vitaRoma es la ciudad protagonista. Al comenzar el filme, una figura de Cristo es transportada en helicóptero por los aires de la ciudad, con las manos extendidas, atravesando lugares simbólicos (las ruinas de las termas de Caracalla, los nuevos barrios, la ciudad antigua y el Vaticano).  Es un Cristo de cemento, sin poder real, que se mueve según los caprichos y los medios modernos del hombre; que no se asienta en los corazones, apenas cabe en las noticias superficiales de un periodista sensacionalista. La Virgen, la tradicional Madonna de esta católica ciudad es la aparición falsa a unos niños entrenados para engañar a los incautos, un objeto del show business, que se filma como espectáculo de masas. En la Roma de la dolce vita se vive en fiestas nocturnas, en las calles a ritmos veloces, en el chismorreo o en los cabarets. No es la vida de las casas de familia ni la del comercio o la del trabajo; tampoco la del estudio o la de la ciencia. El personaje, en apariencia, más sensato de esta loca ciudad y de esta película, el intelectual Steiner, de aspecto reposado, musical y familiar, escoge inesperadamente la locura del suicidio y la violencia contra sus hijos. Quizás si se hubiera alineado con los principios de la dolce vita desenfrenada no hubiera caído en las redes depresivas del que todo lo tiene y todo lo sabe, pero sin hallar real sentido en ello. El padre de Marcelo, un hombre de pueblo, dicharachero y sin aparentes complejos, que pasa fugazmente por la Roma de su hijo, se acerca a ella con fruición y luego se aleja súbitamente, casi con miedo, cuando cae en la cuenta de que ya no es hombre capaz de vivir las turbulencias romanas.
La dolce vita, de Federico FelliniFellini ha logrado filmar una obra maestra en buena parte por la actuación de las mujeres, por las escenas en que ellas dominan los collages de esta película sin trama. Ha quedado en la retina de los espectadores, por siempre, la figura de Anita Ekberg, con su pelo rubio, ondulante, con su cuerpo alegre y expresivo, increíblemente ligero y atractivo, como una diosa nocturna, en la fuente de Trevi. Pero no son menos espectaculares las escenas en que esta actriz contesta las desordenadas preguntas de los periodistas con alegre sensualidad e inteligencia, o en las que baila jugando picaresca con su traje negro, su sonrisa sensual y su rubia cabellera. En el filme, ella cumple el papel de mujer de ensueño, inalcanzable para el protagonista, mostrando que en la dolce vita no se logra la satisfacción real, aunque se la pueda rozar ligeramente. Otra mujer singular es Paola (Valeria Ciangottini), una joven mesera de Perugia, que simboliza a la mujer idealizada y angelical, igualmente inalcanzable para un hombre de mundo, ya que con solo tocarla, la corrompe y le hace perder su inocencia. El protagonista se mueve entre dos mujeres: su novia Emma (Yvonne Furneaux), celosa, de tendencias suicidas, resignada a sufrir y al machismo de su bello e infiel novio y su amante de ocasión Maddalena (Anouk Aimée), una heredera rica, tan superficial como inteligente. Estas dos mujeres simbolizan las fuerzas de estabilidad y las turbulencias que azotan al protagonista, incapaz de centrarse y de comprometerse.
La dolce vita es una historia sin trama, admirablemente narrada. Vale la pena verla con detenimiento, varias veces, para lograr apreciar el arte expresivo en toda su magnitud. Precisamente por tratarse de una sucesión de eventos sueltos, solo conectados por la vida del protagonista, se ha posibilitado que la actuación sea dulce, desenfrenada, suelta, llena de otros protagonismos sutiles. Fellini logró en verdad que todo su elenco se sintiera arrastrado por los remolinos de su loca historia.
Tráiler:

Ficha técnica:

LA DOLCE VITA ,  Italia, 1960.

Dirección: Federico Fellini
Guion: Federico Fellini, Ennio Flaiano, Tullio Pinelli, Brunello Rondi
Producción: Giuseppe Amato, Angelo Rizzoli
Fotografía: Otello Martelli
Música: Nino Rota
Reparto: Marcello Mastroianni, Anita Ekberg, Anouk Aimée, Yvonne Furneaux, Magali Noël, Alain Cuny, Nadia Gray, Lex Barker, Annibale Ninchi, Walter Santesso, Jacques Sernas, Valeria Ciangottini
http://www.elespectadorimaginario.com/la-dolce-vita/

VÍA VENETO Y LA “DOLCE VITA”

Actores, pintores, nobles y personajes de la cultura, empujados por el deseo incontrolable de disfrutar de la vida. Eran los años de la "dolce vita" en Roma, escenario exclusivo de un fermento artístico y cultural sin precedentes. La memoria histórica de ese período, Vía Veneto y sus cafés, todas las noches llenos de viejas glorias del cine estadounidense e italiano.
Entre las mesas de locales  como el Harry's bar, el Doney, el Gran Café Roma, el Café de París, en un tramo de calle que mide menos de un kilómetro era fácil encontrar a los paparazzi en busca  de noticias sensacionales  listos para inmortalizar a las estrellas del cine y a los personajes en busca de notoriedad. Un clic para tener la oportunidad de convertirse en un actor, para jugar un papel en Cinecittà o tener oportunidad de aparecer en una revista italiana como Gioia, Gente y Epoca que contaban de escándalos e historias que contribuyeron a  inmortalizar dichos años.
La dimensión internacional de Vía Veneto se respira por todos lados  gracias a los numerosos productores de Hollywood que eligieron  la calle italiana como teatro de sus reuniones   y la misma capital como escenario para sus películas. Sin embargo fue el genio absoluto, o sea Federico Fellini, quien  capturó  perfectamente en su obra maestra "La Dolce Vita"  la imagen de un país que pierde su inocencia después de la guerra y que mira con una fuerte revolución  moral al modelo americano, al deseo de una vida de alegría y emoción. Una "Dolce Vita" que se vive a pleno así como  demuestra la escena principal de la película: el baño de Anita Eckberg en la Fontana de Trevi,que se convirtió en leyenda  y que inmortalizó  ante los ojos de todo el mundo los cuentos de esos años.

 http://www.visitlazio.com/es/dettaglio/-/turismo/621774/via-veneto-e-la-dolce-vita


La dolce vita
La dolce vita

La dolce vita (1960) * Italia / Francia
Duración: 175 min.
Música: Nino Rota
Fotografía: Otello Martelli
Guion: Federico Fellini, Tullio Pinelli, Ennio Flaiano, Brunello Rondi
Dirección: Federico Fellini
Intérpretes: Marcello Mastroianni (Marcello Rubini), Anita Ekberg (Sylvia), Anouk Aimée (Maddalena), Yvonne Furneaux (Emma), Magali Noël (Fanny), Alain Cuny (Steiner), Nadia Gray (Nadia), Annibale Ninchi (Padre de Marcello), Walter Santesso (Paparazzo), Valeria Ciangottini (Paola), Riccardo Garrone (Riccardo), Ida Galli (Debutante), Audrey McDonald (Jane), Polidor (Payaso), Gloria Jones (Gloria), Alain Dijon (Frankie Stout), Enzo Cerusico (Fotógrafo), Nico (Nico).
Dos helicópteros sobrevuelan por encima de los restos de un acueducto romano portando uno de ellos una estatua de Cristo, atrayendo la atención de los niños que corren atraídos por esa curiosa imagen.
Poco después los helicópteros vuelan sobre una terraza donde un grupo de mujeres en bikini toma el sol, saludando a los del segundo helicóptero, un grupo de reporteros, que cubren el evento, entre los que se encuentran Marcello y su fotógrafo, Paparazzo, que les piden por medio de gestos sus números de teléfono, a lo que estas se niegan.
Finalmente los helicópteros llegan a la Plaza de San Pedro, destino de la estatua mientras suenan las campanas.

Una noche Marcello y sus compañeros cubren la noticia de la estancia de un príncipe extranjero en Roma, acudiendo a la cena que hace en un restaurante donde asiste a un espectáculo de tipo oriental, sobornando Marcello al camarero para que le diga los platos que toma el príncipe, haciendo entretanto, y pese a estar prohibido, Paparazzo una foto, tras lo que es expulsado por el que parece un indignado camarero, al que previamente le había dado una generosa propina.
Otro de los comensales llama al periodista y le dice que por su culpa una de las dos mujeres que están con él tuvo problemas con su marido debido a unas fotos suyas.
Aparece luego otra mujer que pregunta en el bar por un hombre que el camarero le dice que no ha visto ese día, ofreciéndose Marcello al verla a acompañarla, pues ella dice que desea marcharse, siendo acosados a la salida por otros periodistas que les fotografían, huyendo de ellos en el Cadillac descapotable de ella que se queja de la pesadez de Roma, diciéndole Marcello que su problema es que tiene demasiado dinero, diciendo ella que solo el amor la estimula.
Se detienen en la Piazza del Popolo donde unas prostitutas se fijan en su lujoso coche, invitándolas Maddalena a que suban para dar un paseo, pidiéndoles sus chulos que les saquen su dinero, aunque solo sube una de ellas, que les pide que la lleven a su casa de los suburbios, quejándose durante el camino de que no tuvo muy buena noche, preguntándole Maddalena a Marcello si se iría con una mujer como esa, diciendo él que no, reconociendo después que alguna vez sí va con fulanas.
Llegados a su barrio, Maddalena le pide que les invite a un café, viendo al entrar en su casa que se le ha inundado, teniendo algunas tablas para no pisarla.
Mientras la mujer prepara el café, Maddalena se acuesta en su cama y empieza a besar a Marcello, comprendiendo la prostituta que debe dejarles su cama.
Por la mañana, cuando salen se cruzan con su chulo, que va a cobrar el servicio, echándole en cara a la prostituta que no les pidiera nada, aunque antes de marcharse ellos le dan algo de dinero.
Cuando Marcello llega a su casa en su descapotable encuentra a su novia en el suelo, descubriendo un tubo de pastillas vacío, por lo que debe llevarla al hospital.
Allí se encuentra con otro compañero de profesión que le pregunta si tiene algo que ver con la suicida, pidiéndole Marcello que no diga nada.
El médico le advierte que debe avisar al juzgado, preguntándole Marcello a Emma por qué lo ha hecho.
Desde allí llama a Maddalena, que profundamente dormida no escucha su llamada.

Los periodistas, entre los que se encuentra Marcello se arremolinan en el aeropuerto a la espera de un avión, corriendo todos hacia las escalerillas cuando este aterriza, apareciendo entonces una despampanante mujer rubia, Sylvia Rank, una famosa estrella de Hollywood que posa encantada para los reporteros, llegando a salir del avión varias veces, atendiendo todas las peticiones de los periodistas en sus posados, excepto la de quitarse las gafas.
Un reportero televisivo informa de su llegada y de la del productor que la contrató para una superproducción de corte histórico, hablando Marcello con las azafatas para que le cuenten cosas de la actriz mientras todos los demás siguen a la estrella.
El reportaje continúa unos minutos después en la habitación del hotel de la actriz, llamando Marcello desde allí a Emma, que le pregunta si está solo en la habitación con ella, obligándole a jurar que no es así y pidiéndole ella que regrese, pues desea hacer el amor con él.
Y mientras están allí llega totalmente borracho, Robert, el novio de la actriz, que le pregunta por qué no fue a esperarla al aeropuerto, a lo que él contesta que tenía sueño, ante el enfado de ella.
Acompañan luego a la estrella hasta la cúpula de San Pedro, vestida como un sacerdote, subiendo hasta lo alto de la misma, adonde ya nadie más que Marcello la sigue, cansados todos no pudiendo subir sus 700 escalones, observando juntos desde allí la Plaza de San Pedro.
Por la noche la actriz y su novio acuden a las Termas de Caracalla, donde Marcello baila con ella, preguntándose qué va a hacer tras conocer a una mujer tan perfecta, esperando poder hablar a solas con ella.
Bailan hasta que llega otro actor americano amigo de ella, y que también está rodando en Roma y pide a la orquesta que toque algo más movido, observando todos cómo baila sensualmente con su amigo, bailando tras ello un rock and roll.
De vuelta a la mesa discute con Robert y decide marcharse, llevándole Marcello sus zapatos que tiró durante el baile, ofreciéndole tras ello su coche, aunque dos reporteros le siguen en una moto.
Ella asegura estar harta de los hombres, diciendo que no desea regresar al hotel, por lo que él la acompaña hasta las afueras de la ciudad donde le dice que no había conocido nunca a una mujer como ella y trata de besarla, aunque ella lo esquiva amablemente, debiendo marcharse cuando escuchan que se acercan unos perros.
Marcello hace varias llamadas tratando de conseguir algún lugar al que llevar a la estrella y que no sea un hotel, aunque sin éxito, pues Maddalena le cuenta que está con su padre.
Y mientras él habla por teléfono Sylvia recoge a un gatito y trata de darle leche, yendo Marcello a una lechería para ello, aunque cuando la consigue y regresa con ella observa que Sylvia ha descubierto la Fontana de Trevi y se baña en sus aguas, entrando tras ella y permaneciendo en ella hasta que de madrugada apagan la fuente.
Entretanto los fotógrafos fotografían a Robert, el novio, y antiguo protagonista de Tarzán, durmiendo borracho en su coche.
Cuando aparece Marcello se centran en Sylvia, que no parece recordar su enfado, y que le dice a Robert que ha descubierto una fuente maravillosa, recibiendo una bofetada de él ante los fotógrafos, tras lo cual el actor golpea a Marcello.

Un día Marcello ve, mientras espera para un trabajo, a su amigo Steiner que entra en una iglesia y lo sigue, poniéndose muy contento al verlo e invitándolo a que lo visite, alabando uno de sus últimos artículos y animándole a que se dedique a la literatura.
Lo invita luego a que suba con él hasta el lugar en que está el órgano, y hace que escuche cómo ejecuta la Tocata y fuga en re menor de Bach.

Marcelo acude con Emma y con Paparazzo, el fotógrafo a las afueras de Roma, hasta el llamado Prado del Milagro, con la intención de realizar un reportaje sobre una supuesta aparición de la Virgen a dos niños.
Encuentran el lugar lleno de gente y de periodistas, habiendo muchos enfermos en el lugar, mientras los niños están bajo la custodia de los gendarmes, tratando Paparazzo y el resto de sus compañeros de fotografiarlos, aunque solo consiguen ver a los padres y al abuelo, que parecen contentos ante tanta expectación, pese a que la iglesia es escéptica ante el supuesto milagro.
Mientras esperan la noche, la televisión despliega un gran dispositivo para grabar la peregrinación nocturna de gente con velas, llegando entonces noticias de que finalmente dejarán que vayan los niños, pues llegó la autorización de Roma.
Tratando de tener una mejor visión del lugar Marcello sube hasta una plataforma donde está un foco, tratando de escribir algunas notas mientras Emma lo requiere desde abajo, pidiendo que no la deje sola.
Ella cree que Marcello ha cambiado demasiado y que ha dejado de quererle, por lo que le pide a la Virgen que haga que la quiera como antes, prometiendo que si se casa con ella irá hasta allí en peregrinación cada día.
La llegada de los pequeños genera una gran expectación, debiendo los policías contener a las masas mientras los fotógrafos fotografían a los pequeños.
Comienza entonces a llover y para evitar problemas deben desconectar los grupos electrógenos que empiezan a explotar al contacto con el agua.
Y de pronto la niña mira hacia atrás y dice que ve a la Virgen, rompiendo la multitud la barrera policial para correr hasta el lugar donde ellos dicen que la ven, aunque van zigzagueando de uno a otro sitio como si la Virgen se moviera constantemente, diciendo la niña dice que la Virgen dice que si no construyen una iglesia no volverá, corriendo el padre a coger a su hija, pues teme que le dé una pulmonía por estar bajo el agua sin apenas protección.
La gente corre tras ello hacia el árbol de la aparición y cortan todas sus ramas esperando un milagro, buscando Marcello entre la multitud a Emma para marcharse, aunque ella es una de las que han ido a coger una de las ramas.
Y entre tanto alboroto acaba muriendo uno de los enfermos que estaban en el lugar, debiendo darles allí la extremaunción el sacerdote, mientras la multitud desaparece.

Marcello y Emma van a una reunión que tiene lugar en casa de Steiner, donde hay un numeroso grupo de intelectuales.
Allí escuchan cómo un hombre que ha viajado mucho dice que no hay mejor mujer que la oriental.
También hay en el grupo una poetisa, Iris, que le dice a Marcello que no debe eligir entre sus dos amores, la literatura y el periodismo, y que es mejor que sea libre para hacer ambas cosas.
Escuchan también una cinta con ruidos grabados de la naturaleza, como tormentas, el viento o los pájaros, siendo interrumpidos por los dos hijos del intelectual, que se levantaron de la cama tras escuchar los ruidos.
Marcello le dice a Steiner que le envidia y que él está desaprovechando su vida, aunque Steiner le dice que es mejor una vida anárquica que una vida organizada conforme a las normas sociales, ofreciéndose a presentarle a algún editor para que no tenga necesidad de seguir escribiendo sobre la vida social.
Steiner le dice que la paz le da miedo y que oculta el infierno, que es lo que verán sus hijos.

Marcello llama a Emma desde la terraza de un café que está junto al mar, quejándose al decirle que está harto de tener que llamarla desde todas partes y a cualquier hora, pues así no puede trabajar.
Tras colgarle vuelve a su máquina, donde trata de escribir con su máquina, pidiéndole a la camarera que baje la música, pues no le deja concentrarse.
Habla luego con ella, que le dice llamarse Paola y que es de la región de Umbria, de la que siente una gran nostalgia, coqueteando con ella antes de, arrepentido por su conversación anterior volver a llamar a Emma.

De vuelta a la ciudad, Paparazzo le dice que hay un hombre que dice que es su padre y que pregunta por él, encontrándolo en una terraza, encantado con el ambiente de Roma, contándole que ha viajado a la ciudad porque tenía que ir al ministerio para un asunto de licencias, llevándole una carta de su madre que le pide que vaya a verlos.
Marcello le cuenta que le va muy bien y que es recibido por autoridades, e incluso en el Vaticano.
Van tras ello a un club nocturno, el Chachachá, que su padre desea conocer, acudiendo a un espectáculo donde actúan unas mujeres vestidas de tigresas y ligeras de ropa que son domadas por un hombre vestido de payaso.
Allí trabaja Fanny, una amiga francesa de Marcello, que trabaja en un número de cabaret, y que le dice es un mentiroso, porque le prometió una foto que no publicó.
Invitan a la chica a su mesa y bromean, invitándola el padre de Marcello a bailar con él tras tomar champán.
Mientras ellos bailan, Marcello le cuenta a Paparazzo que cuando era pequeño su padre nunca estaba en casa y apenas lo veían, aunque le hace ilusión estar con él.
Pero a la hora de marcharse la chica los invita a ir con ella a su casa para comer espaguetis a la boloñesa, llevando Fanny al padre mientras Paparazzo y Marcello van con otras dos chicas en su coche, dando Paparazzo una gran vuelta, para dejar más tiempo al padre con Fanny, por lo que tardan en llegar, diciendo Marcello cuando lo hacen que él no se queda, aunque entonces sale Fanny y le dice que su padre se encuentra mal y la ha enviado a la farmacia a buscar unas gotas.
Cuando sube, Marcello encuentra a su padre en una silla y le dice que no le pasa nada, solo que bebió demasiado, estando preocupado porque su tren sale a las 5'30 y son ya las 4.
Marcello le pide que se quede un día más para poder estar juntos, pues no se ven nunca y para que termine de recuperarse, lo que el hombre no admite, cogiendo el taxi que había pedido antes de que llegase él, tras lo que se marcha, sin escuchar los ruegos de su hijo.

Un día, mientras están en una terraza, coincide con Nico, una modelo que le dice que va a una fiesta al castillo de su prometido, contándole que ya no posa para reportajes de moda desde un año antes.
Suben a uno de los coches que va hasta la fiesta en el que va uno de los hijos del dueño del castillo.
Cuando llegan al castillo en Viterbo ven que los invitados que están allí parecen aburridos, conociendo a otro de los hijos del dueño del castillo, que le presenta al resto de la familia, desde la abuela, que dicen que simula estar dormida porque no le gusta hablar, y a sus padres.
Allí coincide de nuevo con Maddalena, que lo vio hablar con Jane, que Maddalena le explica es una pintora americana que vive en Roma y que los mira como si fueran una colonia y a la que invitan para escuchar sus guarradas.
Maddalena le va hablando de los invitados, los Montalbán, los dueños, una mujer a la que llaman la Loba a la que le gusta amamantar niños, Leonor que intentó suicidarse o
Don Giulio, el hijo mayor de los dueños del castillo y su novia Nico, su amiguita sueca, con la que Marcello llegó a la fiesta.
Maddalena le dice que ella también está abandonada y lo lleva a un salón donde solo hay una silla y lo sienta allí mientras ella va varias estancias más allá, hablando allí junto a una pila desde el que puede hablar y escucharlo a pesar de la lejanía, atreviéndose gracias a esa distancia a preguntarle si se casaría con ella, pues está enamorada de él, aunque él le dice que se lo pregunta porque está borracha, aunque ella insiste en que está enamorada de él y quiere casarse y ser feliz.
Él dice que la quiere y que le gusta estar con ella, aunque Maddalena dice que no puede cambiar, pues es una puta y piensa que si se casan, pasado un mes la odiaría.
Marcello le dice que es una mujer extraordinaria y que con ella puede hablar de todo, aunque mientras hablan llega otro de los invitados que comienza a besarla y a abrazarla y Maddalena deja ya de contestar.
Tratando de encontrarla se topa con los invitados que avanzan con velas por el castillo, afirmando estar buscando fantasmas, uniéndose a ellos al no poder encontrar a Maddalena, yendo hasta un ala del castillo abandonada y casi en ruinas donde realizan una sesión de espiritismo simulando la médium estar poseída, aunque su sobrino dice que está borracha.
Y mientras están asistiendo al evento Jane lo toma de la mano y va con él a otra estancia, donde lo seduce.
Al amanecer abandonan el castillo y Jane le presenta a su hijo, cruzándose con la princesa madre, que sale con el sacerdote de la misa.

Marcelo y Emma avanzan por una carretera solitaria en su descapotable, recriminándole ella lo mal que la trata y lo que la hace sufrir, pues no quiere a nadie afirmando él estar harto después de haber estado cuatro horas escuchándolo.
Ella le dice que es muy desgraciada y él le dice que el desgraciado es él y que no la soporta ya, pidiéndole ella que le deje bajarse del coche, pidiéndole él que no lo haga, insistiendo ella en que no encontrará una mujer que lo ame como ella.
Finalmente ella se baja del coche, y él le pide que vuelva, siguiéndola con el coche, aunque ella se niega a subir mientras le dice qué será de su vida si lo deja, pues nadie lo querrá como ella.
Le pregunta de qué tiene miedo y él dice que de su egoísmo, pues no le gusta hablar solo de la cama y de comidas y que le da asco.
Es entonces él quien le dice que baje y ella se niega, por lo que le obliga a hacerlo abofeteándolo y asegurando que no quiere volver a verla, dejándola abandonada en la carretera.
Abandonada allí, y mientras llora pasea de un lado a otro hasta que se hace de día, momento en que regresa de nuevo Marcello, encontrándola en el mismo lugar, subiendo ella contenta al coche sin preguntar nada.

Marcello y Emma se encuentran acurrucados en su cama durmiendo cuando los despierta una llamada telefónica.
Corre inmediatamente hasta un edificio rodeado de policía y fotógrafos, entre los que se encuentra Paparazzo, que le pide que diga que es amigo suyo para que le dejen entrar en la casa donde los policías le informan de que su amigo, Steiner acabó con la vida de sus dos hijos y luego se suicidó.
Cuando entra en la casa ve a la policía judicial examinando el lugar y los cadáveres, preguntándole el comisario a cargo del asunto si conocía bien a Steiner, aunque él afirma no saber por qué lo hizo, no sabiendo tampoco si le preocupaba algo.
La policía sabe que la mujer está a punto de llegar en un autobús, ofreciéndose Marcello a acompañar al policía, a esperarla, ya que no conocen a la mujer, viendo cómo al salir a buscarla los siguen todos los reporteros gráficos.
Cuando finalmente llega el autobús, Marcello identifica a la mujer, que se ve asediada por los fotógrafos, pensando que la han confundido con una actriz.
Cuando el comisario se acerca y le informa que ha ocurrido una desgracia, empieza a ponerse nerviosa, pidiéndole el comisario que vaya a su coche para informarle tratando de esquivar a los reporteros.

Algún tiempo después varios coches llegan a una casa cercana al mar, abriendo la puerta de la villa con el propio coche, y rompiendo luego un cristal para entrar en la casa donde se disponen a realizar allí una fiesta para celebrar la anulación del matrimonio de Nadia, una de sus amigas.
En el nutrido grupo hay varios hombres vestidos de cabareteras.
Marcello cuenta que ya no se dedica ni a la literatura ni al periodismo, siendo agente de publicidad y quejándose de que el grupo es muy aburrido.
Una de las presentes propone desnudarse, aunque no les seduce, diciendo que debe hacerlo Nadia, que finalmente accede a hacerlo, realizando un striptease, acabando cubierta con una estola de visón, momento en que llega Riccardo, el dueño de la casa, que les dice que no quiere escándalos y que se queja de que le rompieran el cristal, advirtiéndoles que deberán irse en media hora.
La fiesta comienza a decaer por lo que le piden a Marcello que se invente algo, proponiendo que realicen una orgía, aunque están todos demasiado borrachos y Marcello acaba lanzándole el contenido de un vaso a una cantante y luego empieza a sacar plumas de un cojín y se las va pegando a una de las invitadas que se encuentra mal y que anda a cuatro patas, tras lo cual Riccardo les pide que se vayan, saliendo los asistentes a la fiesta en medio de una lluvia de plumas lanzadas por Marcello.
Mientras se dirigen a sus coches, ya de madrugada observan algo en la playa y se acercan a curiosear, viendo a un grupo de pescadores que sacan con su red una gigantesca mata raya.
Cansado, Marcello se sienta en la playa, escuchando cómo lo llama una chica un poco más lejos, la chica, Paola, a la que Marcello no reconoce, tratando la chica de recordarle mediante gestos, pues no la escucha, que es la chica del restaurante de la playa, aunque él no consigue entenderla y le dice adiós con la mano mientras se retira con su grupo de amigos.

http://www.tecuentolapelicula.com/peliculasl/ladolcevita.html
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La dolce vita
15/05/2013- Por Carlos Paola - 
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Toda producción artística tiene una dimensión discursiva. En tanto se da a ver, escuchar, leer, está dirigida a un otro. ¿Para quién se escribe? es el título del capítulo más extenso del ensayo de Sartre sobre literatura. Y lo primero que enseñaba Simón Feldman era que el punto de partida de toda película era definir qué se quería filmar y para quiénes estaba pensada. Entonces, ¿“qué dice” y a “quién se dirige” Fellini con La dolce vita?


Ficha técnica y artística
Título original: La dolce vita
Dirección: Federico Fellini
País: Francia, Italia
Año: 1960
Duración: 174 min.
Género: Drama, Fantástico
Fotografía: Otello Martelli
Música: Nino Rota
Reparto: Marcello Mastroianni, Anita Ekberg, Anouk Aimée, Yvonne Furneaux, Magali Noël, Alain Cuny, Annibale Ninchi, Walter Santesso, Valeria Ciangottini, Riccardo Garrone, Ida Galli, Audrey McDonald, Polidor, Alain Dijon, Enzo Cerusico, Giulio Paradisi, Enzo Doria, Enrico Glori, Adriana Moneta, Massimo Busetti, Mino Doro, Giulio Girola, Laura Betti, Nico, Domino, Carlo Musto, Lex Barker, Jacques Sernas, Nadia Gray
Productora: Gray-Film


Toda producción artística tiene una dimensión discursiva. En tanto se da a ver, escuchar, leer, está dirigida a un otro.
Creadores y críticos lo saben, o al menos, lo suponen.
¿Para quién se escribe? es el título del capítulo más extenso del ensayo de Sartre sobre literatura. Y lo primero que enseñaba Simón Feldman era que el punto de partida de toda película era definir qué se quería filmar y para quiénes estaba pensada.
Entonces, ¿“qué dice” y a “quién se dirige” Fellini con La dolce vita?
Creo que podemos comenzar a responder estas preguntas leyendo los efectos producidos en su estreno.
La dolce vita fue estrenada en febrero de 1960.
Es la época de la guerra de Vietnam, de la guerra de liberación de Argelia, del triunfo de la revolución cubana, de los ensayos atómicos, de la convocatoria al Concilio Vaticano Segundo para aggiornar la iglesia, de la difusión de las primeras fotografías de la cara oculta de la luna, del surgimiento de la televisión como medio masivo y de los primeros enlaces satelitales. Los Beatles todavía estaban en la escuela.
Al terminar la proyección si bien no faltaron aplausos, hubo también chiflidos, insultos y hasta escupidas al propio Fellini, quien al día siguiente recibió alrededor de cuatrocientos telegramas en los cuales se lo acusaba de traidor, ateo y comunista.
Inmediatamente, L’Osservatore Romano, el órgano oficial de prensa del Vaticano, denunció la inmoralidad de la película. Y el ministro italiano de Turismo y Espectáculo acusó al film de perjudicar la imagen del país y realizar una apología de la decadencia. Todo lo cual contribuyó, paradójicamente, o no, a que el film alcanzara rápidamente expansión internacional.
En las semanas siguientes al estreno se hablaba de cancelar el permiso de exhibición, destruir los negativos, retirarle el pasaporte a Fellini. Y en las puertas de algunas iglesias se exhortaba a rezar por la salvación del alma del director descarriado.
“Dolce vita” es una expresión italiana que significa vida ociosa, vida fácil. Y el primer título pensado para esta película era Babilonia 2.000 años después de Cristo. Tal vez Fellini gozara del escándalo. Pero, seguramente para aplacar los ánimos, declaró que La dolce vita era una película profundamente cristiana, que trataba sobre la falta de amor y el silencio de Dios y que, a pesar de todo, la vida tenía una dulzura profunda a la que no podíamos renunciar.
¿Qué es lo que causó tanto alboroto? ¿Qué de lo dicho o de lo dado a ver, irritaba al punto de no querer saber? ¿La orgía? ¿Los travestis? ¿La decadencia de la aristocracia?
Puede ser.
Pero estas alternativas no parecen suficientes si consideramos, por ejemplo, que el italiano era un público habituado a ver reflejados los horrores de la guerra y que algunos miembros de la nobleza italiana trabajaron en el rol de sirvientes del castillo.
Yo creo que, tal como lo señalara Lacan, la clave está en el ojo.
Así como en la novela 1984, George Orwell denuncia el totalitarismo de estado mediante la ficción del Gran Hermano, un panóptico que llega a todas las casas a través de telepantallas, y que vigila e induce la subjetividad de la población manipulando información y propaganda; en La dolce vita, Fellini denuncia este poder en la prensa, mediatizado por ese ojo que es la cámara de los “paparazzi”.
Pero en Fellini no se trata sólo de vigilancia y control. Él da un paso en más, que es el más urticante. Nos da a ver que allí, ante ese ojo, se monta una escena. Un espectáculo donde los personajes, al decir de Deleuze, son aves de presa perturbadas por la cámara y confluyendo por un instante en ella.
Algunos críticos consideran que La dolce vita marca el fin del período neorrealista en Fellini, incluso, el fin del Neorrealismo.
Recordemos que el Neorrealismo es un movimiento de la posguerra en Italia que tiene centralmente dos coordenadas: la escasez de recursos y la intención de intervenir en los problemas de la época.
Los ideólogos de este movimiento, influidos principalmente por el realismo ruso y el documental británico, sostenían que la misión del cineasta no era contar fábulas sino salir a la calle como periodistas a buscar la realidad. De este modo se precipita un “vagabundeo”, una errancia de la cámara y de la acción, donde la narración, abierta y fragmentaria, subvierte el modelo narrativo tradicional de “planteo” “nudo” y “desenlace”.
Desde esta perspectiva entonces, y aunque lo trascienda, La dolce vita está arraigada en terreno neorrealista.
Precisamente, Fellini se sirve del punto de vista de Marcello, un periodista de crónicas sociales, para coser siete episodios con los cuales va recorriendo, va errando, desde el palacio del Príncipe hasta los cafés de la Via Veneto.
Estos episodios están inspirados en historias que le contaban los mismos periodistas de los ambientes nocturnos que perseguían a los miembros de la alta sociedad y a las estrellas de la farándula.
También el episodio del falso milagro está basado en la crónica fotográfica que hicieraTazio Secchiaroli en junio 1958, en un pueblo cercano a Terni, donde es la prensa quien hace trascender el engaño de dos chicos.
Asimismo, la escena final parece hacer referencia al famoso caso de Wilma Montesi, una joven italiana que, a semejanza de la cosa marina que arrastran los pescadores, fue encontrada muerta en la playa en 1953. Lo que al principio parecía un accidente o un crimen más, se convirtió rápidamente en escándalo nacional a partir de la intervención de un periódico sensacionalista. Dicho medio difundió que la mujer había muerto a causa de una sobredosis durante una orgía en la que habían participado, entre otras celebridades, un marqués vinculado a la mafia y un músico de jazz, hijo de un ministro de gobierno. Se abrió entonces un proceso judicial que duró varios años. Finalmente, el caso no se aclaró, pero la tirada del periódico creció en progresión geométrica.
Ahora bien, sin negar algunos principios formales y temas del neorrealismo, La dolce vita los rebasa por dos razones:
* En primer lugar, ya no se trata del personaje atormentado por la supervivencia en la Italia desvastada por la guerra, sino del personaje con martirio interno, alienado en el supuesto milagro económico italiano.
Marcello quiere dejar su trabajo como columnista de chismes para convertirse en novelista, pero nunca es capaz de concentrarse; Emma no cesa de desesperarse ante el poco interés que le dispensa Marcello; Steiner, amigo intelectual de Marcello y paradigma de sus aspiraciones, atormentado por el vacío existencial, asesina a sus hijos y luego se suicida. El acto de Steiner evoca, según el decir de los guionistas, a Cesare Pavese quien se quitara la vida agobiado por la depresión y el desengaño.
* En segundo lugar, la escena que se monta ante ese ojo, que es la cámara de los “paparazzi”, no es una escena presentada en los parámetros del realismo, sino que se sostiene en la exageración, la caricatura, lo bizarro.
El mundo, y no sólo mi pueblo, está poblado de clowns, de personajes bufonescos por las calles, decía Fellini. Y el cine está a medio camino entre el circo, la feria y el bazar.
En La dolce vita, entonces, se perfilan ese tipo de situaciones y personajes que darán origen al calificativo de "fellinesco". Apelativo, a partir del cual, ya no hace falta conocer las películas de Fellini para saber que “fellinesco” nombra ciertas situaciones especialmente satíricas y grotescas, así como “dantesco” quedó asociado a cualquier espectáculo infernal y “kafkiano” a situaciones absurdas.
Escena “fellinesca” o circense, podemos decir, en donde la iglesia es una de sus protagonistas. Sobre un fondo de nuevas construcciones, la película comienza con el helicóptero de los periodistas siguiendo a otro que transporta por el aire una estatua gigante de Cristo. Van a documentar el descenso de la imagen en la plaza de San Pedro. El ruido de la escena montada interfiere la escucha, como va a suceder también en la secuencia final.
Dentro de este espíritu circense, aparecen además: el despliegue y la errancia de la sex simbol; la caída de la escena del cantante de rock, protagonizado por el entonces muy joven Adriano Celentano; también, el show de las bailarinas del cabaret y el de los travestis; pero, fundamentalmente, la actividad de los fotógrafos, ojo y payasos del circo, siempre alertas, acuciantes e invasivos.  
Fellini explicó alguna vez que Paparazzo era una palabra compuesta por pappataci, que quiere decir “mosquitos” y razzo que quiere decir “flash”. Desde entonces, Paparazzi, plural de Paparazzo y apodo del fotógrafo que acompaña a Marcello, pasa a designar a los reporteros gráficos que acechan a ricos y famosos.
Ahora bien, la cámara de los Paparazzi está bien lejos de ser la única materialización del ojo. Basta con una mancha para desempeñar la función del lunar, decía Lacan en el Seminario de “La angustia”. Y eso es lo que muestra Fellini en el último momento fantasmático del film.
-Cómo nos mira; cómo insiste en mirarnos- dice Marcello cuando ve el ojo inerte de la “cosa marina”.
Paola le habla. Marcello no alcanza a oírle.

Bibliografía
·         Manuel Canga, Guía para ver y analizar: La Dolce Vita. Federico Fellini (1959-60), Editorial Nau Llibres, 2004.
·         Gilles Deleuze, La imagen-tiempo, Estudios sobre cine 2, Editorial Paidós, 1987.
·         Gabriel García Márquez, Delito, prensa y política, artículo publicado en Clarín el 05/04/01.
·         Jean-Paul Sartre, ¿Qué es la literatura?, Editorial Losada, 1950.
·         Simón Feldman, El director de cine, Granica editor, 1974.
·         Jacques Lacan, Seminario 10, La angustia, texto establecido por Jacques-Alain Miller, Editorial Paidós, 2006.
·         Daniel Zimmerman y María Bernarda Pérez, La dulzura de vivir, artículo publicado enhttp://www.imagoagenda.com/articulo.asp?idarticulo=741

http://www.elsigma.com/cine-y-psicoanalisis/la-dolce-vita/12570

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