El caminante (Wanderung, 1920) avanza acunado por los recuerdos, las ensoñaciones, las fantasías y las bellezas naturales que va descubriendo en el paisaje, cada vez más ameno y más cálido. Para el norte, para el hogar, apenas queda la nostalgia, pues el convencimiento de que la patria la llevamos con nosotros se fortalece a cada paso. No importa que también sobrevengan momentos de tedio y desánimo, días en que “todas las cuerdas están desafinadas, todos los colores desteñidos”: es el precio que el caminante debe pagar por su vida gozosa y poco convencional. (https://saltusaltus.wordpress.com/2012/11/04/el-caminante-de-hermann-hesse/) Mi selección de frases:
- Soy un amante de la indidelidad, del cambio, de la fantasía. No me seduce encadenar mi amor a una franja de tierra.
- No amo a una mujer, sino al amor.
- Entre zumbidos y trenzas de oro radiante vuelvo, sollozando, a la materna presencia.
- Algo tengo muy arraigado en mí, que en mí sienta palpitar la vida, ya sea en la lengua o en la planta de los pies, ya sea en el bienestar o en el tormento; que mi alma tenga libertad de movimientos y pueda introducirse con cien juegos de la fantasía en otras tantas formas.
- La patria está en tu interior o en ninguna parte.
- El dios en quien debemos creer está en nuestro interior.
- También por mí vendrás en su momento, no me olvidarás,/ y al final habrá el tormento/ y la cadena romperás. / Extraña y remota pareces todavía, / querida hermana Muerte, / permaneces como una estrella fría/ sobre mi triste suerte/ Pero un día te acercarás a mí, / toda fuego, ese día. / Ven tómame, estoy aquí/ soy tuyo, amada mía!
- Lo único que sé es: de vez en cuando, sin causas exteriores, en mi alma se levanta la ola oscura. La alegría suena falsa, la música desafinada, la melancolía impera, morir es mejor que vivir.
- Sé que el mundo es hermoso, que a veces es infinitamente más hermoso para mí que para nadie.
- Muchas veces se me antoja que los platillos de la balanza se han desequilibrado, que mis horas dulces son demasiado escasas y poco buenas para compensarme de las malas.
- Nostalgia del hogar aquí, nostalgia de peregrinar allí.
- Ninguna meta alcanzada era una meta, cada descanso enjendró nuevas nostalgias.
- Allí donde terminan los contrastes empieza el nirvana.

Hermann Hesse. Cómo aprender a volar
MANUEL VICENT
Este escritor flaco, de ojos azules ardientes y pelo claro, tímido y recio a la vez, se convirtió en un referente literario al que se han agarrado sucesivamente muchos jóvenes para iniciarse en el vuelo contra los valores de una moral burguesa devastada.
Hermann Hesse nació el 2 de julio de 1877 en Calw-Württemberg, pequeño lugar de la Suabia, hijo primogénito de un misionero báltico y de una madre, que era hija a su vez de otro misionero en la India, famoso lingüista y erudito. Amamantado en un hogar de pietistas fanáticos, el niño llegó a la adolescencia aplastado por la Biblia. Recibió la primera enseñanza en la escuela misional y en ella los salmos, el órgano y las plegarias constituían su principal sustento, al que se unían las correrías por la pradera donde hablaba con los pájaros, las zambullidas en el lago durante el verano, la verdad aprendida en los duendes del bosque y la amistad con el zapatero, el carnicero y otros sencillos menestrales del pueblo.
Desde el primer momento hasta el final de sus días, luchó para elegir la clase de ungüento con el que quería ser consagrado
Nunca olvidaría el esfuerzo que tuvo que realizar para liberarse de las propias ataduras; entre ellas, el nudo de la soga con la que intentó ahorcarse
Estas excursiones eran su única escapatoria con la que el niño llenaba la imaginación más allá de la férrea educación religiosa a la que estaba sometido. Entre la naturaleza virgen, apenas hollada, y el látigo de la conciencia transcurrieron sus primeros años. La vitalidad del muchacho pronto entró en conflicto con la vida oscura de su familia, que lo había destinado a la iglesia para ser ungido por el Señor; pero, desde el primer momento hasta el final de sus días, Hermann Hesse luchó para elegir la clase de ungüento con el que quería ser consagrado. "Samuel ungió rey a David, pero el óleo no puede convertirme a mí en rey".
Pese a todo, no pudo evitar la inercia clerical de sus padres. Tuvo que estudiar latín, griego, gramática y estilística para preparar el examen de estado de Württemberg con el que podía acceder a la formación gratuita como teólogo evangélico en el seminario de Tubinga. Hermann Hesse fue un pálido adolescente enclaustrado que, entre los húmedos paredones de Maulbronn, no hacía sino recordar la libertad que gozó en su niñez entre los álamos negros y los alisos del lago, el silencio de la nieve en los abetos, la magia de los juegos en la plazuela con otros compañeros, el conocimiento de los animales, las plantas y las estrellas. Después de un largo tiempo de encierro tomó la determinación de huir. Un día saltó la tapia del seminario y volvió a casa con un pequeño equipaje en el que ya no estaba incluida la Biblia, y cuando este adolescente levítico se creía libre, empezó la tortura. Hermann Hesse quería ser escritor o nada, pero esa elección no se alcanza impunemente. Los padres internaron al muchacho en un centro religioso de curación en Bad Boll y, en vista de que no sanaba de sus sueños, lo llevaron ante el afamado exorcista Blumhardt para que le sacara el demonio del cuerpo, como había hecho con otros posesos de la comarca. En medio de ese rito, lejos de echar espuma por la boca, el muchacho imaginaba la rama de abeto iluminada por el sol del verano de donde su cuerpo endemoniado pendería entre el canto de los pájaros o se veía ahogado en el seno del lago cuyas aguas en los días felices de vacaciones habían recibido gloriosamente sus alegres zambullidas coreadas por los gritos de felicidad de sus compañeros. Después de un intento de suicidio, sus padres lo pusieron en manos de un psiquiatra en una clínica de Steten, y la tortura siguió hasta que el joven encontró la salvación por sí mismo en la rebeldía.
No sería ungido por Dios, pero sería relojero, bibliotecario o librero, oficios que, bien mirado, también podían ser divinos. Tímido y enamoradizo siempre frustrado, Hermann Hesse comenzó a construirse por sí mismo a través de las lecturas de Heine y de Goethe hasta romper finalmente en poeta. Mientras trabajaba en una fábrica de relojes de Calw o hacía el aprendizaje en una librería de Tubinga o de Basilea, soñaba con saltar ahora la propia tapia y fugarse a Brasil, pero comenzó a escribir poemas, cuentos y novelas como otra forma de huir hacia dentro. Después viajó a Italia, se casó con María Bernoulli y convivió con ella en una casa campesina en Constanza junto al lago. De esa existencia libre en medio de la naturaleza extrajo la parte esencial de su literatura con el culto a los cinco sentidos. El hombre no está aquí para alcanzar la verdad. A este mundo se ha venido sólo a gozar y a sufrir, de modo que la formación del espíritu consiste en elegir los goces más sutiles y combatir los sufrimientos como una frontera. La libertad, el anti-intelectualismo, la sensualidad poética y la salida siempre irónica del escepticismo fueron sus conquistas literarias, y ante la hecatombe bélica que se avecinaba en Alemania en el año 14, Hermann Hesse adoptó también la rebeldía del pacifismo contra el espíritu belicista de sus paisanos.
Muchos adolescentes quemados por un ascua interior, que se enfrentaron al horizonte de escombros de la Europa asolada por la Gran Guerra, descubrieron a Hermann Hesse y lo adoptaron como guía espiritual. Desde entonces, este escritor flaco, de delicada estructura ósea, de ojos azules ardientes y pelo claro, tímido y recio a la vez, con una tensión de ave de presa en el rostro, se convirtió en un referente literario al que se han agarrado sucesivamente muchos jóvenes para iniciarse en el vuelo contra los valores de una moral burguesa también devastada.
En los años sesenta del siglo pasado, cuando los hippies inauguraron diversas rutas hacia los lugares iniciáticos de planeta, en su morral de apache, junto al pequeño alijo de marihuana, llevaban alguno de estos tres libros inevitables, Demian, Siddharta o El lobo estepario, muy manoseados por los vistas de aduanas, en los que Hermann Hesse daba las pautas para sobrevolar toda clase de ruinas sin excluir las que cualquiera lleva en el corazón. Por su parte, este escritor nunca olvidaría el esfuerzo que tuvo que realizar para liberarse de las propias ataduras; entre ellas, el nudo de la soga con la que intentó ahorcarse.
Viajó a la India, tal vez en busca de una nueva espiritualidad, tal vez para liberarse del doloroso vínculo con sus padres. De esos viajes no se trajo ninguna experiencia que no encontrara en el lago Constanza, una fuerza interior que le serviría para sobrellevar la esquizofrenia de su mujer, la grave enfermedad de uno de sus hijos, otros amores perdidos y el rechazo con que el patriotismo alemán quiso vengar su posición crítica ante la maldad de las guerras. Fue censurado. Su nombre desapareció de los periódicos. Escribió con seudónimo. Adoptó la nacionalidad suiza. Se estableció en Montagnola, condado de Tesino, y en su arduo combate por la libertad de espíritu se derrumbó algunas veces, de cuyo cataclismo nervioso lo sacó el doctor Lang, discípulo de Jung, y la amistad con Thomas Mann, con el que trabó una extensa correspondencia. Durante el nazismo, sus libros ardieron en una plaza de Berlín atizados por la Gestapo, pero al final de la II Guerra Mundial fue coronado por el premio Goethe y con el Nobel. Hermann Hesse murió en 1962 en Montagnola y allí está enterrado. Hasta allí acuden en peregrinación todos los lectores que en las páginas de sus libros aprendieron a volar.
Se ha dicho que Hermann Hesse fue viejo en la juventud y joven en su vejez. He aquí sus lecciones de iniciación: librarse de cualquier vínculo con los afectos dolorosos, disolverse en la ilusión del nihilismo, ser el creador de la propia alma, sintetizar en ella todas las fuerzas opuestas, absorber la magia de la naturaleza más allá de todas las patrias, agarrarse a un asa de viento para alcanzar todo aquello que deseábamos ser cuando, al salir de la adolescencia, le leíamos en verano tumbados en una hamaca a la sombra de los álamos. ¿Quién no ha soñado alguna vez con ser como él un lobo estepario? -
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 28 de febrero de 2009
Influencias de Jung y Nietzsche en dos obras de Hermann Hesse

Introducción
Tras ese modo sencillo de la escritura de Hermann Hesse existe un marcado contraste entre la forma y el fondo que hace característica a su obra con respecto a la de otros autores.Es digna de resaltar la capacidad de Hesse para exponer ideas de gran profundidad por medio de una narrativa, si se quiere, bastante simple; sin dejar de ser fluida y sin hacer perder al lector el interés que merecen sus obras.
Sin embargo, este trabajo no pretende hacer un análisis del discurso de Hesse ni mucho menos. Lo que sí intenta es analizar y relacionar el contenido que encierra y la manera como se manifiesta la influencia en su obra de otros pensadores.
Evidentemente, existen ciertos aspectos centrales dentro de dos de las novelas de Hesse, como lo son: la presencia de preguntas y respuestas, la indudable influencia de Jung en su pensamiento, la ejercida por Nietzsche y manifestada en el modo como Hesse aborda la problemática moral en sus novelas.
Estos aspectos son los que en las páginas que siguen se irán desarrollando; y que a través de uno que otro pasaje extraído de Demian y Siddhartha, podrán ser considerados desde una óptica un tanto más amplia y comprendidos como rasgos fundamentales de las ideas de Hesse.
No se podría mencionar a Jung sin siquiera hacer referencia a Freud. Como sabemos, Jung fue seguidor de las ideas de Freud, aunque más tarde se separaría de su maestro. Esto no quiere decir, en esencia, que el pensamiento de Jung y sus trabajos acerca de la psicología difieran diametralmente de la psicología freudiana.
Veremos más adelante un breve concepto de la psicología, el cual será vinculado con la obra de Hermann Hesse.
Contenido
Hesse utiliza muy a menudo el diálogo, de manera acentuada como recurso literario, que consiste en una tesis, una antítesis y una síntesis como producto de las dos primeras. La narrativa en las dos novelas que mencionamos a continuación son un paradigma de cómo ellas evolucionan en el plano narrativo.En Demian y Siddhartha la representación de ese modelo consiste fundamentalmente en el dilema moral y espiritual del personaje central; en las novelas que tratamos, de Sinclair y Siddhartha respectivamente.
La preocupación por el tema moral es uno de sus argumentos principales, se diría nacida de una crisis religiosa. Tal argumento no es el único, pero evoluciona a partir de dos extremos que, contrapuestos a lo largo de la novela, se convierten en un todo, equilibrado y armónico. Reúne como una fusión ciertas propiedades que pueden coexistir juntas, a pesar de su naturaleza radicalmente diferente.
Sin embargo, el tema moral no constituye por sí solo el único argumento importante dentro de las dos novelas de Hesse ya mencionadas. Existe un proceso que se desarrolla en el personaje central de la obra aun más introspectivo que la sola transformación moral, constituido por la búsqueda del “yo” y la conquista de la individualidad humana.
La búsqueda del “yo” y la conquista de la individualidad humana como rasgos esenciales que caracterizan y diferencian a cada ser humano de los “otros”.
La ansiosa búsqueda del “yo”, solapada en el trasfondo de una problemática moral existente en esos dos mundos descritos por Hesse (el mundo permitido y el mundo prohibido), espera a ser descubierta por el lector en toda plenitud; lo que refleja de cierto modo la necesidad por parte del autor de compartir su propia angustia existencial.
La influencia de Jung
La marcada influencia del pensamiento junguiano en la obra de Hermann Hesse se ve reflejada bien en pasajes de Demian y Siddhartha en los que se habla sobre elementos primordiales, tales como el fuego, el agua y el tiempo.Estos elementos primordiales son igualmente utilizados por el autor como recurso literario con el fin de reproducir de alguna manera algunas de las ideas de su amigo Karl Jung con las que estaban identificadas su manera de ver la vida y el ser humano.
En varios pasajes de Demian resulta posible encontrar y reconocer el uso del concepto del inconsciente colectivo, el cual fue desarrollado profusamente por Jung dentro de su amplia trayectoria como psiquiatra y psicoterapeuta.
Este concepto fue plasmado por Hesse en Demian, mucho más que en Siddhartha, bajo la forma de lo que se conoce como arquetipo, parte también constituyente del trabajo de Jung y del que se deriva lo ya mencionado del inconsciente colectivo.
El inconsciente colectivo no es otra cosa que la presencia en el inconsciente de imágenes y símbolos primitivos, cuyo origen no se debe al aprendizaje, sino a una especie de memoria inconsciente que tenemos los seres humanos.
Jung sostenía que todo ser humano disponía de este tipo de memoria y que siempre emergía en momentos críticos de la vida; como por ejemplo, la confrontación con la muerte, real o simbólica.
Un arquetipo es la forma como se manifiesta el inconsciente colectivo y consiste en una imagen primitiva, hipotéticamente procedente de eras remotas en la historia de la humanidad, un tiempo sin fin, originario de todo. Este arquetipo se halla almacenado en el nivel inconsciente de la mente humana.
Veamos un ejemplo en Demian, en que Hesse escribe un diálogo sobre el particular entre los personajes de Sinclair y Pistorius:
Sinclair:
—Una misma divinidad actúa en nosotros y en la naturaleza, y si el mundo exterior desapareciese, cualquiera de nosotros sería capaz de reconstruirlo, pues la montaña y el río, el árbol y la hoja, la raíz y la flor, todo lo creado en la naturaleza está previamente creado en nosotros, proviene del alma, cuya esencia es eternidad, esencia que escapa a nuestro conocimiento, pero que se nos hace sentir como fuerza amorosa y creadora.Pistorius:
—Pero cada uno de nosotros es el ser total del mundo, y del mismo modo que nuestro cuerpo integra toda la trayectoria de la evolución, hasta el pez e incluso más atrás aun, llevamos también en el alma todo lo que desde un principio ha vivido en las almas de los hombres.Sinclair:
—Pero, entonces, ¿por qué aspiramos aun hacia algo si todo lo llevamos ya acabado en nosotros?Pistorius:
—¡Alto! Hay mucha diferencia entre que llevemos simplemente en nosotros el mundo o que, además, lo sepamos.Ésta es tan sólo una muestra de la forma en que Hesse concibe la mente humana; es decir, como un amplio universo producto de la evolución de la humanidad. En este diálogo que vimos ahora se pueden observar aspectos interesantes del pensamiento de Hesse y de Jung.
Entre estos aspectos resalta eminentemente la concepción de Hesse del individuo, del ser humano. Su concepción era muy humanista. Para él el ser humano figuraba como centro del universo del que él mismo formaba parte fundamental.
Así, para Hesse el hombre y la naturaleza se compenetran e interactúan de tal manera que constituyen una unidad indivisible e irreductible.
Otro ejemplo de arquetipo, esta vez un pasaje extraído de Siddhartha, es bastante parecido al citado anteriormente respecto al concepto del inconsciente colectivo.
¿No es verdad, amigo mío, que el río tiene muchas, innumerables voces? ¿Y no es posible reconocer entre ellas la del rey y la del guerrero, la del toro y la del pájaro nocturno, la de la parturienta y la del hombre que gime, y mil otras más?Podemos notar también la manera como Hesse maneja el concepto del tiempo, particularmente en el último capítulo de Siddhartha. Hesse se refiere al tiempo como algo irreal, intentando expresar que al no existir un instante de tiempo que separe el bien del mal, a la santidad del pecado, el mundo engendrará en sí tanto lo bueno como lo malo sin distinción alguna. Porque el mundo no avanza progresivamente hacia la perfección debido a que ya es perfecto. Es así como Hesse entiende el mundo en sus novelas.
Según Hesse, el mundo no sólo es la síntesis del bien y del mal, sino que es la viva representación de todo lo que en él contiene; el mundo no se transforma esencialmente, ya que él mismo alberga toda su evolución, toda su historia. En pocas palabras, el mundo ya lo es todo a su vez.
La influencia de Nietzsche
Quizá no tan perceptible a primera vista como la influencia de Jung sobre Hesse, la influencia ejercida por el pensamiento de Nietzsche es casi innegable.Hesse plantea el tema moral dentro de un contexto de dos mundos totalmente opuestos a los que llamó un mundo luminoso y un mundo oscuro, el bien y el mal, la claridad y las tinieblas.
Cuando Max Demian le expone a Sinclair su idea acerca de la señal que llevaba Caín en la frente se puede advertir la presencia de un rasgo fundamental del pensamiento de Nietzsche: la transmutación de los valores.
Sinclair queda impresionado tras escuchar cómo Demian percibía la historia de Caín y se percata de que es totalmente distinta a la que él hasta ese momento interpretaba.
Demian no sólo piensa que tal señal no era otra cosa que un símbolo, utilizado para justificar el miedo que Caín infundía a sus “semejantes” por ser un espíritu fuerte, sino que su propia actitud refleja también el concepto que Nietzsche elaboró acerca de la inversión de los valores.
Nietzsche escribió una vez: “No hay fenómenos morales, no hay nada más que una interpretación moral de los fenómenos”.
Si se leen cuidadosamente, estas palabras que Demian le dirige a Sinclair son bastante similares al aforismo anterior:
—Por lo tanto, cada uno de nosotros ha de encontrar por sí mismo lo “permitido” y lo “prohibido” con respecto a su propia persona.A continuación, un pasaje de Demian que puede ilustrar la teoría de Nietzsche en torno a la idea del Superhombre (Übermensch), presente en la actitud de Demian cuando ocurre en la novela el accidente del caballo:
El blanco polvo de la calle se empapaba lentamente de rojo a uno de sus costados. Cuando volvía la vista, apartándola de aquel angustioso espectáculo, mis ojos hallaron el rostro de Demian. No se había adelantado, y permanecía detrás de todos, aislado y libre, como siempre. Su mirada parecía fija en la cabeza del caballo, y mostraba de nuevo aquella atención profunda, serena, casi fanática y, sin embargo, exenta de pasión.La actitud de Demian es propia del superhombre de Nietzsche. De carácter imperturbable, impasible, altivo, libre, solitario. Así es como Hesse describe el comportamiento de Demian al observar la escena del caballo herido.
Aunque el propio Nietzsche llegó a negar que hubiese existido un personaje de la Historia que pudiese encarnar su ideal de superhombre, manifestó que los que más se podían aproximar habían sido Sócrates, Jesucristo, Leonardo da Vinci y Goethe.
Obviamente, el ideal de Nietzsche era tan ambicioso que ni siquiera estos personajes, con tantos atributos y cualidades, llegaron a colmar sus exigencias.
Hesse describe los caracteres del superhombre, tanto en Demian como en Gotama. Ambos estaban rodeados de una atmósfera peculiar, que transmitía una actitud superior, llena de poder, majestuosa y serena. Al mismo tiempo, incapaz de transmitir ningún tipo de inseguridad, de debilidad, de desmesura.
Tal era la grandeza que soñaba Nietzsche en ese ideal del hombre por venir.
Desde un punto de vista psicológico se puede considerar que tanto Sinclair como Siddhartha se hallan luchando para tratar de aniquilar la parte instintiva de su personalidad, que les es censurada por su conciencia.
Esta lucha de aniquilación es la síntesis a la que llega Hesse para poder responder a su propia inquietud existencial; recordemos que Hesse en un autor notablemente autobiográfico.
El verdadero objetivo al que aspira Sinclair es lograr eliminar de sí toda debilidad que ponga en duda su moralidad. Reprimir sus deseos o tratar de suprimir sus instintos no es el fin último de Sinclair, sino que es un medio por el que Demian, su “yo” ideal, trata de ejercer la supremacía y el dominio sobre el “yo” real de Sinclair.
En medio de la batalla librada dentro de Sinclair existe un guía que reafirma en él la capacidad para afrontar la realidad, ayudándole a comprender que sólo él es el juez de sus acciones. Tanto Sinclair como Siddhartha no consiguen su propia identidad moral sin la ayuda de un guía, un maestro.
En el caso de Sinclair, su maestro es personificado por Pistorius, y en el caso de Siddhartha es Vasudeva (el botero). Estos guías podrían ser considerados como la conciencia del propio Hesse.
“Creo que si la música me gusta tanto es por su carencia de moralidad”. Esta frase se la dirige Sinclair a Pistorius cuando conversaban en la taberna, en la novela. Pone en evidencia de alguna manera la influencia de Nietzsche en Hesse.
Hesse, lo mismo que Nietzsche y cada quien a su estilo, coloca en tela de juicio la moral de su tiempo, demostrando su determinación de ruptura con el orden preestablecido de valores. A pesar de que parezca una sencilla postura de recelo frente a la moral, constituye un grito de protesta.
Es precisamente la moral y todas sus normas preconcebidas las que originan el conflicto interno que vive Sinclair. Es la moral la que causa la continua represión de sus necesidades instintivas a través de su intervención invisible.
Resulta una especie de compromiso moral al que Sinclair está subordinado, y al cual “debe” obedecer. Tal es la situación que vive y con la que desea acabar. Él desea buscar un camino que le procure un equilibrio real, llegar a su propio “yo”.
Conclusión
Yo describiría la relación que existió entre Hermann Hesse y Karl Jung con el siguiente aforismo de Nietzsche: “Uno busca un partero para sus pensamientos; otro a alguien a quien pueda ayudar a parirlos. Así nace un diálogo fructuoso”.En efecto, la relación entre Hesse y Jung se caracterizó por un intercambio franco de ideas que, indiscutiblemente, fue beneficioso para ambos. No obstante, a pesar de que la influencia de Jung sobre Hermann Hesse fue ciertamente importante, no se podría afirmar de manera contundente que la inclinación y la fascinación de Hesse por las ideas de Jung hayan sido producto solamente de la influencia de Jung.
Quizá ya antes de que conociera los trabajos de Jung, Hesse intuía y sabía bien las ideas que posteriormente dejaría escritas como parte de su obra.
En lo que respecta a la manera como Hesse fue influido por las ideas de Nietzsche, pienso que se debe a la identificación de su postura moral con la idea de la inversión en el sistema tradicional de valores, pues en él halló una especie de explicación y racionalización del sentido moral tan imperfecto que regía a las sociedades del mundo desde siglos atrás.
Referencias bibliográficas
- Hesse, Hermann. Demian. Séptima edición. Compañía General de Ediciones: México, 1961.
—. Siddhartha. Décima edición. Editorial Época: México, 1979. - Nietzsche, Friedrich. Más allá del bien y del mal. Editorial Edaf: Madrid, 1985.
https://letralia.com/261/ensayo02.htm
Crisis en su vida
Hermann Hesse está considerado como "autor de la crisis", como un poeta que se sometió por escrito al doloroso autoanálisis, siempre en busca de su auténtica y propia identidad. La casa paterna y la educación marcaron por igual tanto su personalidad como también su obra poética. Dos veces en su vida se agudiza dramáticamente el estado psíquico de Hesse. Tras la huida del seminario monacal en Maulbronn, en 1892, cuando contaba 15 años, sus padres le llevan a Bad Boll al centro de Christoph Blumhardt, un teólogo amigo. En ese hospital privado Hesse llevó a cabo un intento de suicidio, ante lo cual, al cabo de sólo 14 días, Blumhardt recomendó el traslado a un manicomio del poseído por la "maldad y el satanismo". Luego los padres le ingresaron en el centro de salud y cuidados de Stetten, donde permaneció cuatro meses. Diagnóstico según la ficha de enfermo: melancolía. Hesse conseguía comportarse bien exteriormente, pero por dentro estaba descontento con su destino y escribía a casa cartas acusadoras. En octubre de 1892, Hesse fue dado de alta del centro psiquiátrico de Stetten y los padres consiguieron que el hijo ingresara en el liceo de Cannstatt, que abandonó al cabo de un año. Una segunda crisis grave en su vida se produjo por la Primera Guerra Mundial, que provocó graves tormentas espirituales en el sensible Hesse. Una enfermedad grave de su hijo más joven, la muerte de su padre en 1916, la Primera Guerra Mundial, una crisis matrimonial y la enfermedad psíquica de su esposa Mia empujaron a profundas depresiones al poeta, que ya entonces era popular. Su estado de salud estaba tan maltrecho que tuvo que interrumpir su trabajo de atención a los prisioneros de guerra para someterse a una cura de baños, sin éxito, y después a tratamiento psicoanalítico en la clínica privada Sonnmatt de Lucerna. Celebró 72 consultas con el Dr. Josef Bernhard Lang, un colaborador de C. G. Jung, en las que logró salir de su entumecimiento y superar hasta cierto punto la crisis. El encuentro con el psicoanálisis, que le ayudó a enfrentarse a los conflictos de sus años de juventud, se convirtió en un importante punto de inflexión en la vida de Hesse. En cuanto a la poesía, el periodo del cambio y el nuevo comienzo se refleja en Demian (1919), como un intento de explicarse a sí mismo. En Demian también se reproducen las charlas terapéuticas con el Dr. Lang (que en la novela se llama Pistorius): "Todo, incluso lo más banal, chocaba dentro de mí en el mismo punto con un mazazo silencioso y continuo. Todas las sesiones ayudaban a raspar pieles de mí, a romper cáscaras de huevo, y después de cada una la cabeza se alzaba un poco más, algo más libre, hasta que mi pájaro amarillo eclosionaba como un hermoso pájaro con cabeza de depredador saliendo de la destruida cáscara del mundo."
https://www.hermann-hesse.de/es/biograf%C3%AD/crisis-en-su-vida
