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DOSSIER (Textos y vídeos) Y 14 FRASES DE MILAN KUNDERA

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1. “Los amores son como los imperios: cuando desaparece la idea sobre la cual han sido construidos, perecen ellos también.”

la insoportable levedad del ser
2. “Las metáforas son peligrosas. Con las metáforas no se juega. El amor puede nacer de una metáfora.”
3. “El hombre atraviesa el presente con los ojos vendados, sólo puede intuir y adivinar lo que de verdad está viviendo; y después, cuando le quitan la venda de los ojos, puede mirar al pasado y comprobar qué es lo que ha vivido y cuál era su sentido.”
la insoportable levead
4. “La juventud es terrible: es un escenario por el cual, calzados con altos coturnos y vistiendo los más diversos disfraces, los niños andan y pronuncian palabras aprendidas, que comprenden sólo a medias, pero a las que se entregan con fanatismo. Y la historia es terrible porque con frecuencia se convierte en un escenario para el jovencito Napoleón, un escenario para masas fantizadas de niños, cuyas pasiones copiadas y cuyos papeles primitivos se convierten de repente en una realidad catastrófica real.” (La broma).
5. “La belleza es más que la justicia, la belleza es más que la verdad, es más real, más indudable y hasta más alcanzable, la belleza está por encima de todo, y en este momento ya está definitivamente perdida para él. Sólo había venido para mostrársele en el último momento, para que no pensase que lo había conocido todo y que había vivido su vida hasta el fondo de todas sus posibilidades…” (La despedida).
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6. “El ansia de orden pretende convertir el mundo de los hombres en el reino de lo inorgánico, en el que todo marcha, funciona, sometido a un orden suprapersonal. El ansia de orden es al mismo tiempo ansia de muerte, porque la vida es una permanente alteración del orden.” (La despedida).
7. “Las mujeres no buscan hombres hermosos. Las mujeres buscan hombres que han tenido mujeres hermosas. Por eso, tener una amante fea, es un error fatal.” (El libro de la risa y el olvido).
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8. “La verdadera bondad humana, con toda su pureza y libertad, puede ponerse en primer plano sólo cuando su recipiente no tiene poder. El verdadero examen moral de la humanidad, su examen fundamental (que yace enterrado profundamente lejos de la vista) consiste en su actitud ante esos que están a su merced: los animales. Y en este sentido la humanidad ha sufrido una derrota. Una derrota tan fundamental que todas las demás provienen de ahí.” (La insoportable levedad del ser).
9. “La cultura sucumbe bajo el volumen de la producción, la avalancha de letras, la locura de la cantidad. Por ese motivo te digo que un libro prohibido en tu país significa infinitamente más que los millones de palabras que vomitan nuestras universidades”.
10. “Nunca sabremos por qué irritamos a la gente, que es lo que nos hace simpáticos, qué es lo que nos hace ridículos; nuestra propio imagen es nuestro mayor misterio” (La inmortalidad)
11. “Lo que habia entre ellos no era amor, era inmortalidad.” (La inmortalidad).
12. “La fuente del miedo está en el porvenir, y el que se libera del porvenir no tiene nada que temer” (La lentitud)
13. “Los recuerdos se van si dejan de evocarse una y otra vez en las conversaciones entre amigos.” (La ignorancia)
14. “Pienso luego existo, lo dijo un intelectual que subestimaba el dolor de muelas.”
http://planetadelibrosmexico.com/14-frases-de-milan-kundera-que-nunca-debes-olvidar/

©Catherine Hélie - Gallimard

BIBLIOGRAFÍA DE MILAN KUNDERA



Kundera y sus inquisidores


MONIKA ZGUSTOVA
21 OCT 2008

Milan Kundera ha sido víctima del furor postotalitario. La trama que rodea la acusación de que ha sido víctima podría ser una novela del mismo Kundera. Hay en ella una historia de amor, traición y espionaje, huidas, injusticias y mucho misterio. Los protagonistas tienen poco más de 20 años, son brillantes y de buen ver, les interesa la poesía y el pensamiento. La mañana del 14 de marzo de 1950, en Praga, un espía extranjero de origen checo, Dvoracek, solicita alojamiento a su amiga Militka y ésta mientras almuerza ese día con su novio, Dlask, le ruega que no la visite esa noche en la residencia de estudiantes donde vive porque va a estar con Dvoracek que le ha pedido cobijo. Esa noche Dvoracek es arrestado y sentenciado a 22 años de trabajos forzados en las minas de uranio de los que cumple 13 y tras los cuales huye a Occidente, convencido de que fue Militka quien le denunció.

El caso ha dividido a los checos
 según creyeran o no en la inocencia del escritor


Dlask y Militka acabaron casándose sin volver a hablar del asunto. Hasta que 60 años después, en su lecho de muerte, Dlask le contó a su esposa que en la tarde de aquel 14 de marzo había hablado del espía que iba a pasar la noche con ella a quien entonces presidía la residencia de estudiantes, el también estudiante Milan Kundera. Militka comunicó la revelación a dos jóvenes historiadores, uno de los cuales era familiar suyo, quienes decidieron investigar lo ocurrido. Y encontraron un documento de la policía que recoge una presunta denuncia del agente extranjero Dvoracek presentada por Milan Kundera en una comisaría del barrio pragués de Dejvice donde se encontraba la residencia. Únicamente a base de ese documento, el cual no está firmado ni por Kundera ni por nadie y que sólo identifica al escritor por su fecha de nacimiento, sin que conste ningún número de identidad como era preceptivo, los dos historiadores redactaron un artículo que ha dado la vuelta al mundo en el que concluyen que Kundera fue un delator en manos de la policía comunista.

El artículo dice que "parece ser" que Dlask le contó el asunto a Kundera, quien a su vez fue derecho a la comisaría para denunciar la presencia de Dvoracek en el país. "Posiblemente", "es probable", "parece ser", "uno diría que" y "es muy posible" son las expresiones que con más frecuencia se repiten en el artículo publicado por la revista checa Respekt, la de mayor prestigio intelectual hoy en su país. ¿Cómo puede basarse una acusación de tan graves consecuencias en un único documento más que dudoso y usando tantas expresiones inseguras? Dudoso porque en la Checoslovaquia de los años cincuenta era práctica cotidiana por parte de la policía perpetrar denuncias, ya que cualquier agente que recibía una era condecorado con facilidad. No olvidemos que denunciar al "enemigo del pueblo" era muy bien visto por las autoridades, no en vano la ley declaraba culpables no sólo a los delincuentes sino a cualquiera que conociera un delito y no lo denunciase.

Tanto la prensa checa como internacional se apresuraron a recoger el artículo y difundir la culpabilidad de Kundera. De modo que asistimos a algo muy grave: la masiva inculpación de alguien en plena democracia sin someter los documentos exhibidos al mínimo rigor exigible, sin saber si hay otros documentos, sin escuchar a todos los testimonios y, sobre todo, sin conocer previamente la versión del propio implicado.

Kundera afirmó que nunca tuvo nada que ver con esa denuncia. Pero el caso daría un inesperado vuelco cuando otro testigo, el prestigioso crítico literario checo Z. Pesat, declaró tres días después de la publicación del artículo que aquel fatídico día, Dlask le había contado que él mismo denunció en la comisaría a Dvoracek. El testimonio de Pesat apenas mereció una breve columna en alguno de los medios internacionales.

De todas esas versiones se desprende que la realidad bien pudiera haber sido ésta: preocupado por la presencia de un espía -un hombre- en la habitación de su novia, Dlask fue a la comisaría y puso la denuncia en nombre del presidente de la residencia, Milan Kundera. Es por eso que la denuncia no está firmada, porque no fue Kundera quien la puso.

Lo que ocurrió ese día es incierto. Lo cierto en cambio es que la calumnia ha caído sobre el escritor y su integridad ética ha sido puesta en cuestión. La culpa de todo ello es la falta de rigor de los dos historiadores tan prestos en llegar a conclusiones. El Instituto para el Estudio de los Totalitarismos, al cual pertenecen, se fundó para estudiar el funcionamiento interno de los totalitarismos. Sin embargo, hasta ahora sólo se ha dedicado a buscar revelaciones escandalosas sobre personas que luego se demostró eran inocentes.

La semana pasada se vivió en Praga, desde donde escribo este artículo, un ambiente febril. El artículo dividió a los checos en dos mitades, según creyeran o no en la inocencia de Kundera. Y quién sabe cómo hubiera acabado todo a no ser por el testimonio de Pesat, al que se añade hoy un texto de Václav Havel, publicado en la misma revista Respekt, quien desde un profundo conocimiento y comprensión de las condiciones de vida bajo un régimen totalitario, exculpa a Kundera. Por su contundencia, el texto del ex presidente checo debería poner punto y final al asunto.

Monika Zgustova es escritora.


* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 21 de octubre de 2008

https://elpais.com/diario/2008/10/21/opinion/1224540005_850215.html

la INMORtalidad milan kundera



Milan Kundera y el irremediable gusto por el ser
22 febrero 2017 |
Por Cristina Martínez Torres.

Jugar con el placer de los opuestos es un ritual que acompaña a los escritores tanto o más que al ser humano en su propia existencia. El entendimiento entre una lectura sencilla y una profundidad fértil forma parte de dicho juego. Esta es la partida de ajedrez que hace ya demasiadas décadas escogió jugar Milan Kundera (Moravia, 1929), aunque para el movimiento de sus peones no parece haber pasado el tiempo.

Erotismo y filosofía son en él recursos en estado puro. El poder de unos textos tan estéticos u ontológicos como el lector quiera absorberlos, capaces (al mismo tiempo), de ser historias del vivir más sencillo o todo un manual de supervivencia social.

Algunos no conocen su nombre. No obstante, en checo, Milan Kundera es sinónimo de música y rebeldía casi a partes iguales. La casualidad no es, en ningún caso, la explicación del éxito de sus novelas, la última de las cuales publicó en 2014 bajo el título La fiesta la insignificancia. Un recorrido que empezó en 1967 y que, al mismo tiempo, le alejó de la senda de su patria para acabar en una Francia que le acogió como a un hijo. El viaje de toda una vida que explica su discurrir literario y que se expresa en no pocos elementos autobiográficos reflejados en sus personajes.

Las polémicas de cariz político que siempre le han acompañado no han hecho que olvide un propósito escaso entre los opera autoris: ser invisible. Por mayor que sea su empeño, el talento de Kundera desborda la pluma. Tampoco es casual, a pesar de que el autor insista en que <>. Hijo del musicólogo y pianista  Ludvík Kundera (1891-1971), realizó estudios de composición musical desde muy joven, algo que ha liberado en el papel reflejando su incansable pasión por Beethoven. No obstante, lo interartístico abunda en Kundera desde diferentes facetas. Si bien comenzó a estudiar literatura y estética en la Universidad Carolina de Praga, pronto decidió dedicar sus estudios al cine para acabar siendo profesor de historia del cine en la Academia de Música y Arte Dramatizado entre los años 1959 y 1969, así como en el Instituto de Estudios Cinematográficos posteriormente.

Las convulsiones políticas ya le habían sobrevenido para entonces. Tras varios años de afiliación, fue expulsado del Partido Comunista en 1950 por presuntas actividades contra la organización.  Readmitido seis años después, sería definitivamente expulsado en 1970, relacionado con los acontecimientos acaecidos en la Primavera de Praga. La invasión soviética del país en 1968 ya le había obligado a apartarse del espectro literario tras la prohibición de sus textos, motivo que unido a los anteriores le condujo a emigrar definitivamente a Francia.

Más allá de las abruptas anécdotas de quien ha vivido un tiempo convulso, ver a través de los ojos de Milan Kundera es hacerlo a través de una ventana traslúcida al ser y al mundo que este ha construido. Es sencillo, <> nos dice.

Una de sus obras que más éxito ha cosechado es, sin cabida a muchas dudas, La insoportable levedad del ser (1984), tributo a los lazos emocionales que se manifiestan en el ser humano desde distintas facetas y que obligan a decidir entre la levedad de quien se estima libre y el peso de quien escoge amar. No debiera confundirse con una novela de temática erótica o amorosa al uso. Más bien estamos ante una reflexión constante y a medida de las huellas que sobre el ser humano depositan sus decisiones ante el espectro que le rodea. La aparente levedad y superficialidad de existir contra el pasado y en busca del futuro, o la aceptación, en tantas ocasiones abrumadora, del peso de tal existencia y la de las personas que nos acompañan. Reflexiones que no estarán exentas de elementos autobiográficos que el autor ha querido grabar en la boca de sus protagonistas, y que muestran el escenario de la República Checa durante la invasión soviética. Así, los personajes habrán de optar por defender o no su honor en el marco de sus libertades. Alexander Dubcek y la Unión de Escritores de Checoslovaquia son sólo algunos de los elementos que Kundera expone sin tapujos para configurar el escenario del fin de la Primavera de Praga.

Descubrir el peso y la levedad de conceptos y situaciones que bien podrían ser relativas. La infidelidad, la libertad de pensamiento, el compromiso, el sentimiento de dependencia o la comunicación misma. Todo ello está en la obra de Kundera y en él respiran las teorías de Nietzsche. Una de ellas abre la obra y es la del eterno retorno, con la que el filósofo alemán dejó perplejos a sus coetáneos. La idea de una vida que pueda repetirse constantemente hasta la infinitud, cuyas experiencias, –las nuestras-, han de repetirse de la misma manera que han sido expresadas dentro de ese círculo incansable.

Más aún, el mito del eterno retorno nos remite a una evidencia: una vida que se esfuma y no retorna carece de peso, <>, y nada importa si ha sido más bella o con menor fortuna en tanto que sus cualidades también se desvanecen con ella.

La fugacidad de la existencia configura desde el primer segundo nuestra comprensión del mundo. La mera posibilidad de revertir esta situación transformaría de antemano dicha comprensión y los valores que la acogen. Este es el terreno movedizo sobre el que caminan los protagonistas de La insoportable levedad del ser. Teresa, Tomás, Franz y Sabina configuran sin saberlo un destino mutuo, en el que cada decisión se entrelaza con la siguiente y predispone el recorrido de sus vidas, como un círculo sin finitud entre los cuatro. Kundera es el altavoz de una las postulaciones nietzscheanas fundamentales, la cual se pregunta qué pasaría si obrásemos sin el temor a un horizonte de infinitos retornos. Vivir sin miedo equivale a alcanzar el superhombre. Si sus personajes tuvieran que volver a vivir su vida de nuevo, debieran poder hacerlo sin temor.

La estética kunderiana desborda en sus líneas la sensualidad y la emoción, y acoge sin prejuicios sentimientos tan primarios como complejos. Envuelta en una lectura sencilla pero lejos de lo banal, las inquietudes de los personajes se revelan en la boca de cada uno de ellos, cuyas vivencias se distribuyen minuciosamente capítulo a capítulo, a fin de garantizar ese propósito de novela natural y realista. Las pasiones que reinan en ellos se prestan tan intensas como las imágenes de erotismo que Kundera nos presenta y que muestran una belleza tan sensual como tierna, encarnada en gran medida en la figura de Tomás, incapaz de asumir el compromiso de quien le ama sin un porqué pero con un pero.

Una dicotomía para la que el autor checo tiene respuesta. El carácter único del ‘yo’, afirma, <>.

Reflexiones no sólo sobre la amplia esfera del individuo, también en torno a la figura del escritor y de los ojos que a este escudriñan. No se rebela contra lo verosímil de la ficción pero sí contra el ímpetu de hacer reales a los personajes. Estos no nacen de la naturaleza del ser humano, son composiciones (fortuitas en muchos casos) de quien les ha soñado sobre el papel. Así, <>, sostiene el autor.

El mundo literario de Milan Kundera es un compromiso con la realidad que le envuelve y que asfixia y libera a quienes le rodean. La insoportable levedad del ser es seña imprescindible de este propósito.

BIBLIOGRAFÍA DE MILAN KUNDERA

La broma (1967).

El libro de los amores ridículos (1968).

La vida está en otra parte (1972).

La despedida (1973).

El libro de la risa y el olvido (1979).

La insoportable levedad del ser (1984).

El arte de la novela (1986).

La inmortalidad (1988).

La lentitud (1995).

La identidad (1998).

La ignorancia (2000).

La fiesta de la insignificancia (2014).


.culturamas.es/blog/2017/02/22/milan-kundera-y-el-irremediable-gusto-por-el-ser/

Milan Kundera y su esposa Vera en una de las últimas entrevistas que el novelista concedió.



Milan Kundera y su esposa Vera en una de las últimas entrevistas que el novelista concedió.  MAGNUM

Las muchas lenguas de Kundera

Alejado de la prensa desde hace una década, el novelista publica ‘La fiesta de la insignificancia’.

"La vida, cuando uno no puede esconderse de los demás, eso es el infierno", ha dicho


GUILLERMO ALTARES

1 SEP 2014 -
Milan Kundera y su esposa Vera en una de las últimas entrevistas que el novelista concedió.
Milan Kundera y su esposa Vera en una de las últimas entrevistas que el novelista concedió. FERNANDO SCIANNA MAGNUM
La primera novela de Milan Kundera, La broma, es la historia de cómo una ironía leída por quien no debería –escribir en una postal “El optimismo es el opio del pueblo”– arruina la vida de su protagonista en la Checoslovaquia comunista. La última, La fiesta de la insignificancia –que su editorial en España, Tusquets, saca a la calle el 2 de septiembre– relata en uno de sus capítulos como Stalin relata una historia que puede ser, o no, un chiste, aunque descubrirlo no es sencillo: si por casualidad no es un chiste y es un delirio de dictador, puede costar la vida al que se ría a destiempo. En medio, transcurre la vida de uno de los escritores europeos más importantes del siglo XX, cuya existencia podría ser definida como una gran lucha contra un mundo que ha perdido el sentido del humor.


Los chistes son un ángulo magnífico para contar la historia del comunismo en Europa Oriental y la URSS: “Qué hay más frío que el agua fría en Rumania? El agua caliente” “¿Cómo se llama una orquesta sinfónica soviética a la vuelta de una gira por Occidente? Un cuarteto” “¿Se puede envolver un elefante con un diario? Sólo si recoge íntegro un discurso de Kruschev” “¿Cómo visitan los rusos a sus amigos? En tanque” (este último es un chiste checoslovaco de 1968). El periodista Ben Lewis escribió un ensayo delicioso sobre el tema, Hammer & Tickle (algo así como El martillo y las cosquillas, un intraducible juego de palabras entre sickle –hoz– y tickle –cosquillas–) en el que recoge la historia del escritor checoslovaco Jan Kalina, autor del primer estudio sobre el humor bajo el comunismo, 1001 chistes. Kalina escribió su libro aprovechando la apertura que antecedió a la Primavera de Praga y lo envió a imprenta, pero justo en ese momento no había papel. Cuando por fin llegó, los tanques soviéticos ya habían arrasado el estallido de libertad checoslovaco, y los impresores se pusieron a trabajar en los libros que tenían en lista de espera, sin mirar su contenido. El ensayo salió a la calle en 1969, vendió 25.000 ejemplares en dos semanas –el tiempo que tardaron en darse cuenta las autoridades de que su contenido no les hacía ninguna gracia– y su autor fue detenido y sometido a un proceso, tras el que fue condenado a dos años de trabajos forzados por “publicar un libro satírico que insulta con crudeza el estado y la sociedad de la República Checoslovaca y su solidaridad con la Unión Soviética”. Kundera se convirtió en un gran escritor y sus libros en el símbolo de la Primavera de Praga en aquellos mismos años, en ese mismo país absurdo que perdió la batalla del sentido del humor ante los tanques. “El humor es esencial para él”, explica el escritor y periodista francés Jean Daniel, de 94 años, uno de los grandes amigos parisinos de Kundera, que escribió el prefacio de su autobiografía literaria, Los míos (Galaxia Gutenberg). “La ironía está en el centro de su vida, la idea de que uno no se puede tomar el mundo en serio”", explica el periodista.


La vida y la obra del narrador, de 85 años, han estado marcadas por aquella represión, que le llevó al exilio, a cambiar de país, de nacionalidad (François Mitterand le concedió la ciudadanía francesa en 1981, a la vez que a Julio Cortázar, después de dos años como apátrida ya que los checos le habían retirado la suya en 1979) y, finalmente, de lengua: sus últimas cuatro novelas están escritas directamente en francés. El autor se fue recluyendo poco a poco desde mediados de los años ochenta, cuando el éxito de La insoportable levedad del ser le hizo mundialmente famoso, apartándose de la mirada pública y de la prensa, de lo que llama los “estragos de la sociedad de la transparencia”, un proceso que se ha profundizado desde que fue acusado en 2008 de haber sido un delator bajo la dictadura comunista, un cargo que rechazó rotundamente en su primera declaración pública en 30 años (un párrafo dictado por teléfono a la agencia checa de noticias). Pero, como demuestra La fiesta de la insignificancia, hay algo de lo que Kundera nunca se ha olvidado: ni de la literatura, ni de los buenos chistes. “Aprendí a valorar el humor durante la época del terror estalinista”, aseguró en 1980 en una entrevista con el novelista Philip Roth, una de las últimas que concedió antes de desaparecer de la escena pública. “Tenía veinte años. Para identificar a alguien que no fuera estalinista, al que no hubiera que tener miedo, bastaba con fijarse en su sonrisa. El sentido del humor era una señal de identificación muy fiable. Desde aquella época, me aterroriza la idea de que el mundo está perdiendo el sentido del humor”.

Los amigos cercanos del escritor respetan el muro de silencio con el que ha decidido protegerse del mundo exterior y evitan contar cualquier detalle sobre su vida. “Es un hombre muy secreto”, asegura Jean Daniel. “Mi amistad con ellos viene del hecho de que soy una tumba, es un pacto de amistad y un pacto de editora”, explica por su parte Beatriz de Moura, su editora española en Tusquets, traductora de sus libros del francés y que, junto a su compañero ya fallecido, Toni López Lamadrid, estableció una profunda amistad con el novelista y con su esposa. “Los periodistas se convirtieron casi en una obsesión, pensaba que siempre van a la noticia fácil, tenía mucho miedo a ser malentendido, también por los traductores. Pensaba que los medios tenían muchísimo poder, su postura fue que se hable de su obra”, señala la traductora y escritora checa Monika Zgustova, que también trató mucho al autor de El libro de los amores ridículos. “Su vida es perfectamente normal, pero tiene que defenderse de la sociedad del entretenimiento”, asegura Fernando de Valenzuela, periodista, traductor al español de la obra en checo de Kundera y gran amigo del novelista.

Hace décadas que no concede una entrevista y es una pena porque la conversación con Roth, publicada en El oficio. Un escritor, sus colegas y sus obras (Seix Barral), es una auténtica joya: “El totalitarismo no es sólo el infierno, sino también el sueño del paraíso”; “Una novela no afirma nada: una novela busca y plantea interrogantes”. En marzo de 1982, viajó a Madrid para presentar El libro de la risa y el olvido y concedió una entrevista a este diario, a Rosa María Pereda, en la que también se muestra un interlocutor lúcido pese a que arrastraba una gripe tremenda. “No me siento cómodo en el papel de disidente”, aseguró entonces, cuando la caída del Muro de Berlín y el final del mundo comunista parecían una quimera. “Me veo a mí mismo como uno de los últimos artistas de la gran cultura centroeuropea, que está a punto de ser masacrada. Porque lo que está pasando en Europa Central es precisamente la masacre de su cultura. Imagine que a principios de siglo la cultura centroeuropea era el verdadero centro de la cultura europea. Todo proviene de allí: el psicoanálisis, el estructuralismo, la dodecafonía, el teatro del absurdo... Todo ello está a punto de terminar porque esta parte de Occidente está incluida en otra civilización, el Este. El choque cultural es aún más fuerte que el político”.

En el otoño de 1983 concedió una serie de entrevistas a Christian Salmon, que publicaría en The Paris Review y que se han convertido en un clásico de los estudios literarios. En 1985 The New York Times publicó una larga conversación con la escritora experta en el mundo soviético Olga Carlisle, que describía su domicilio “como un pequeño apartamento con vistas a los tejados de Montparnasse”. “Lo que da personalidad a su salón son las pinturas modernas, surrealistas, que cuelgan de sus paredes. Algunas son de artistas checos, otras del propio Kundera”. Describe a Vera, su esposa, música y compositora, como “una guapa morena con el pelo corto” y asegura que la fama ha irrumpido en su vida en forma de constantes llamadas y peticiones de “televisiones europeas, directores de teatro y de cine”. Es Vera quien atiende el teléfono. “Alto y delgado, vestido con un viejo jersey azul, Kundera parece un hombre que se siente a gusto consigo mismo”, prosigue la periodista que relata como el propio novelista le acompaña caminando al hotel, “un corto paseo en medio de la ruidosa noche parisina”. Dos días después los Kundera le invitaron a comer codorniz en salsa de enebro al estilo checo. El matrimonio Kundera no se muestra huraño en ningún momento, más bien todo lo contrario. “La vida, cuando uno no puede esconderse de los demás, eso es el infierno y lo sabe cualquiera que haya vivido en un país totalitario”, confesó entonces en una frase que, desde su refugio, tiene mucho sentido. Aquella entrevista, junto a una preciosas imágenes de Milan y Vera Kundera en ese mismo salón tomadas por el fotógrafo siciliano de Magnum Fernando Scianna, fueron los últimos momentos públicos del escritor antes de reclamar su derecho a esfumarse. Le Monde cuenta que todavía es posible verle pasear por las calles del distrito sexto de París (el Barrio Latino) donde vive, por el Jardín de Luxemburgo –donde transcurre una escena crucial de su última novela– o tomando un vodka en el bar del mítico hotel Lutetia, que acaba de cerrar durante tres años para unas largas renovaciones. Pasa también temporadas en una casa de las afueras de París.

Kundera, nacido en 1929 en Brno, había llegado a Francia en 1975, con su esposa, como profesor invitado a la Universidad de Rennes, en Bretaña, y se quedó. En 1979, el año en que se convirtió en apátrida, se traslada a París y allí escribió La insoportable levedad del ser. En aquellos años también hizo un descubrimiento extraordinario, cuando Alain Finkielkraut le preguntó durante una entrevista por qué el estilo de algunas de sus novelas en francés parecía tan barroco: se enteró así de que sus libros no habían sido traducidos, habían sido reescritos. “Es muy minucioso con las traducciones”, asegura Beatriz de Moura quien explica que hizo retraducir todas sus obras al francés, un proceso que le llevó dos años de trabajo y en el que él mismo participó, y tras el que sus obras recuperaron en su lengua de acogida el estilo directo, claro, sin adjetivos, que caracteriza su literatura. “Querer tener una versión definitiva de sus libros es uno de los privilegios a los que tiene derecho un autor”, asegura Fernando de Valenzuela, quien explica que revisó sus traducciones del checo introduciendo todas las frases y matices de las diferentes versiones francesas. Cuando volvió a publicar en checo La insoportable levedad del ser en 2008 se convirtió en un éxito de ventas. La edición iba acompañada de una nota del autor que refleja muy bien su forma de enfrentarse a los textos: “Fue necesario reconstruir el manuscrito, perdido parcialmente, compararlo con ediciones anteriores y, por encima de todo, con la traducción francesa en la que introduje muchos cambios pequeños a lo largo de 20 años”.

El éxito de la edición checa de La insoportable levedad del ser parece contradictorio con la frialdad, incluso hostilidad, con la que muchos intelectuales acogieron la acusación, basada en un presunto documento de la policía secreta, de que había denunciado en 1950, cuando tenía 20 años, a un hombre que pasó 14 años en un campo de trabajos forzados. Kundera lo negó rotundamente y recibió el apoyo público de autores de la talla de Philip Roth, Salman Rushdie, Nadime Gordimer, Gabriel García Márquez, Orhan Pamuk, Jorge Semprún, Carlos Fuentes, Juan Goytisolo y J.M. Coetzee. Los autores de la revelación, en cambio, han mantenido siempre su veracidad. “Le afectó muchísimo la historia de la denuncia checa, se sintió traicionado por los checos y creo que fue así realmente. Muy poca gente intentó comprender lo que había ocurrido entonces”, señala Monika Zgustova, que también salió públicamente en su defensa con un artículo publicado en EL PAÍS. “La acusación destila el rechazo que todos los países del mundo muestran por sus exiliados”, asegura Fernando de Valenzuela, quien cree que todo fue una burda manipulación. Sin embargo, su traductor asegura que el cambio de lengua, similar al que experimentaron otros grandes escritores como Nabokov, Beckett, Cioran o Ionesco, no se debe a una buena o mala relación con su país. “Es lógico. Si estás fuera del país donde vive tu lengua, acabas por escribir un checo de hace 40 años. Kundera no solo reflejaba el idioma que se hablaba en la calle sino que, durante la Primavera de Praga, la calle hablaba como Kundera”, explica.

Sus últimas cuatro novelas, La lentitud, La identidad, La ignorancia y La fiesta de la insignificancia, están escritas en francés, al igual que su obra de teatro Jacques y su amo; y cuatro ensayos: El arte de la novela, Los testamentos traicionados, El telón y Un encuentro. No ha recibido el Nobel pero en 2011 se le concedió un honor igual de importante (o más): se convirtió en el duodécimo escritor que entra en vida en la colección que marca el canon de la literatura mundial, La Pleiade, la cuidada colección en papel biblia de Gallimard que reúne las joyas de la literatura universal. “Es curioso que después de haber sido alzado a los altares de la Pleiade se descuelgue con un libro tan particular, tan pequeño. Demuestra que está muy joven”, asegura Beatriz de Moura. El quebequés François Ricard, el profesor de la Universidad McGill de Montreal que se ocupó de la edición definitiva en La Pleiade, así como del prefacio y la biografía, aseguró en una entrevista en un número especial delMagazine Littéraire sobre el escritor: “Kundera puede ser de origen checo y puede haber adoptado la nacionalidad francesa, pero su obra no es ni francesa ni checa. Pertenece a otro territorio, a otra historia, a otro corpus que el de las lenguas en la que ha sido escrita: el espacio transnacional y translingüístico de la novela. Y hay muy pocos escritores contemporáneos de los que se puede decir esto”.

https://elpais.com/cultura/2014/07/25/babelia/1406303366_269657.html


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