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Gustav Meyrink: el ocultista ilustrado (Libros El Golen,El dominico blanco y Dossier )

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Por: Juan Pablo Bertazza


4 de febrero de 2018  
"Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es". En el caso de Gustav Meyrink ese momento de industria borgeana sucedió el 14 de agosto de 1892: tenía 24 años y estaba solo en su habitación, a punto de disparar la pistola con la que había decidido suicidarse. Entonces escuchó un ruido y enseguida vio que deslizaban bajo la puerta un folleto que llevaba un título sugestivo: La vida que vendrá. A partir de esa experiencia, que él mismo cuenta en su relato autobiográfico "El piloto", Meyrink se dedica obsesivamente al estudio y la práctica del ocultismo, la Cábala, la alquimia, el yoga y otras yerbas.
El nacimiento de Meyrink, del cual están por cumplirse ya 150 años, ocurrió el 19 de enero de 1868 en Viena. Fue el hijo ilegítimo de la actriz María Meyer y del aristócrata alemán Friedrich Karl Varnbüler, quien mantuvo en secreto el nacimiento de su hijo para evitar un escándalo.
En su obra abundan sociedades secretas, fantasmas, incestos -como en los excepcionales relatos del libro Murciélagos-, viejas leyendas y tradiciones -como la que se retoma en La noche de Walburga cuando se produce un levantamiento popular-, herencias que cambian el destino, reencarnaciones y enterrados vivos -como sucede en su última novela El ángel de la ventana de Occidente en la cual el narrador toma la personalidad del famoso alquimista inglés John Dee, uno de los personajes más enigmáticos del Renacimiento-.
El nudo entre su vida y su literatura, ajustado por extrañas coincidencias y múltiples atribuciones, es tan fuerte que no se puede desatar. Por ejemplo, aseguraba que en 1895 se le apareció en sueños a su amigo el pintor Artur von Rimay, o que en 1901 logró comunicarse a través de un espejo con Philomena Bernt, su segunda esposa y prima del poeta Rainer Maria Rilke.
Bastardo con gloria y con penas, la marca de Meyrink en la literatura es tan profunda que inspiró, en un mismo movimiento, las historias de escritores como Kafka y Borges, algunas de las teorías de C. J. Jung y hasta podría pensarse como un antecedente literario del cine de David Lynch.
Aunque no se conoce demasiado sobre su infancia y juventud, algunos testimonios dan cuenta de su inteligencia y personalidad. Entre 1883 y 1888, obtuvo brillantes calificaciones en el instituto de enseñanza media de Praga, ciudad a la que llegó a los quince años junto a su madre que, debido al vencimiento de su contrato, se mudaría de ciudad pocos años después, dejándolo a su hijo totalmente solo.
Praga fue para Meyrink una tierra prometida en la que vivió veinte años y de donde se terminó yendo por la puerta de atrás. Y a pesar de que mantuvo con Praga una tumultuosa relación de amor-odio, es sin dudas la ciudad que más aparece en su obra, aun cuando nunca más haya vuelto, aun cuando muchas veces se refiera a ella sin nombrarla. En El ángel de la ventana de Occidente uno de los personajes la recorre incluso antes de visitarla: "soñé a menudo con una ciudad vieja y sombría, con tal exactitud y claridad que con el tiempo me fue posible pasear por ella y buscar con gran seguridad calles, plazas y casas; y siempre encontré lo que buscaba, de modo que apenas podía decir que lo había soñado.".
Meyrink fundó y dirigió en Praga el banco Meyer y Morgenstern hasta que se produjo una abrupta y, acaso, injusta quiebra. En Praga transcurrió aquel intento de suicidio, en Praga conoció a su amada Philomena Bernt, en el extinto Café Continental de Praga, entre tableros de ajedrez y botellas de licor, pontificaba Meyrink sobre ocultismo ante un séquito de místicos, charlatanes, estafadores, lacayos y sabios.
Cuando lo conoció en 1902, Max Brod cayó rendido ante su hipnótica personalidad y fulgurante prosa: "Era el anfitrión más amable que pueda existir y su casa estaba repleta de un mobiliario extraño y lujoso, entre sus amigos había un coleccionista de moscas muertas y un comerciante que vendía libros de segunda mano solo con el consentimiento de un cuervo domesticado."
La fama entre excéntrica y adivinatoria de Meyrink comenzó a dispararse a tal punto que un grupo de conocidos le pidió que adelantara, tres días antes, el precio que alcanzarían en Bolsa algunas acciones. Meyrink aceptó y les predijo el valor de veinte acciones. Aunque muchos se burlaron, cuando la Bolsa anunció finalmente las cotizaciones, tuvieron que reconocer que dieciséis de los valores predichos por Meyrink resultaron exactos.
En la misma época, como solía hacer con frecuencia, retó a duelo a un oficial por una cuestión menor -el hombre no había saludado a su esposa-y, aunque algunos aseguran que fue por miedo, el militar rechazó batirse argumentando el origen bastardo de Meyrink. El conflicto desembocó en un largo proceso jurídico: el escritor pasó dos meses en la cárcel y nunca pudo recuperarse de la bancarrota, la amargura y la falta de confianza que, se supone, debe tener, en principio, todo banquero.
Por todo eso decide irse de Praga en 1904 recalando en ciudades como Viena o Múnich, donde nace su único hijo Harro Fortunat, cuya vida iba a desmentir rotundamente ese segundo nombre.

Insoportablemente vivo

Fuera de Praga y, cada vez con menos ingresos, un amigo lo convence de probar suerte con la literatura. Sus primeros relatos aparecen en la prestigiosa revista Simplicíssimusde Múnich con buena repercusión. Mientras tanto, traduce las obras completas de Dickens y El libro de los muertos egipcio. Pero fue el gran éxito de su primera novela El golem (1915) lo que lo situó en un primer plano literario. Uno de sus más fanáticos lectores fue el propio Kafka quien no dudó en decir que: " El golem reproduce maravillosamente la atmósfera del viejo barrio judío de Praga". Efectivamente, la novela está ambientada en el antiguo gueto antes de su demolición en 1890 que tuvo como objeto terminar con los focos de infección y epidemias. Recreación libre de una leyenda antigua que se remonta a fines del siglo XVII, El golem habla más de una búsqueda interior que de aquel ser creado con barro del Moldava por decisión de un rabino. Y empieza, dicho sea de paso, con un error: el momento en que el narrador se lleva de un café el sombrero de un tal Athanasius Pernath, tallador de piedras preciosas que padece una extraña amnesia que le hace ver parte de su infancia y juventud como "una casa con habitaciones inaccesibles".
A partir de varios encuentros con personajes de toda calaña y la siempre palpitante atmósfera del gueto judío, Pernath atraviesa un sinuoso camino iniciático en el que no faltarán tramas policiales, enamoramientos, una temporada en la cárcel y la manifestación de sus más profundos monstruos con el objetivo de abrir por fin esas habitaciones cerradas.
A pesar de su persistente éxito, El golem no llevó tranquilidad económica a su autor que, acuciado por serios problemas financieros, se vio obligado a vender muy rápido los derechos de la novela. Pero peor era lo que el libro, en otra retorcida articulación entre vida y obra, anunciaba. El final del personaje del estudiante Charousek anticipó la terrible muerte de Harro Fortunat, el 12 de julio de 1932. Luego de quedar paralítico tras haber tenido un accidente de esquí, el único hijo de Meyrink decide quitarse la vida a los veinticuatro años, la misma edad que tenía su padre cuando intentó matarse.
En el prólogo al compilado de relatos de Meyrink que incluyó en su colección de literatura fantástica La biblioteca de Babel, Borges cuenta que una baronesa de Praga le dio un ejemplar de "un libro reciente y de índole fantástica": El golem. Unas líneas más abajo revela que, en el año 1929, le hace llegar a Meyrink su traducción del relato "J. H. Obereit visita el país de los devoradores del tiempo", la historia de un hombre que descubre una sociedad secreta que se remonta al antiguo Egipto, a partir de una visita a la tumba de su abuelo donde, encerradas en una cruz, cuatro letras formaban la palabra VIVO (expresión latina que significa eso: "yo vivo").
Meyrink le responde con una carta ponderando su traducción y un retrato que genera en Borges una impresión profunda: "No olvidaré los finos rasgos del rostro envejecido y doliente, el bigote caído y el vago parecido con nuestro Macedonio Fernández".
Meyrink murió el 4 de diciembre de 1932, poco después de la muerte de su hijo y apenas un año antes de la llegada al poder del nazismo que, al igual que sucedería luego con el comunismo, se iba a encargar de prohibir su obra. Recién en la década del noventa sus libros volvieron a circular en buena parte de Europa.
Meyrink está enterrado en el cementerio de Starnberg, Alemania, junto a su mujer y su hijo. En su epitafio se lee una palabra: VIVO.
https://www.lanacion.com.ar/2105823-gustav-meyrink-el-ocultista-ilustrado
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[PDF]el golem - Biblioteca Virtual Universal

www.biblioteca.org.ar/libros/154162.pdf
de G MEYRINK - ‎Citado por 231 - ‎Artículos relacionados
GUSTAV MEYRINK. Sueño. La luz de la luna cae al pie de mi cama y se queda allí como una piedra grande, lisa y blanca. Cuando la luna llena empieza a 
JORGE LUIS BORGES - GUSTAV MEYRINK


Gustav Meyrink
Los hechos de la vida de Meyrink son menos problemáticos que su obra. Nació en 1868, en una ciudad de Baviera. Su madre fue una actriz. (Es demasiado fácil comprobar que su obra literaria es histriónica.) Munich, Praga y Hamburgo se reparten sus años de juventud. Sabemos que fue empleado de banco, y que abominó ese trabajo. También sabemos que ensayó dos desquites o dos maneras de evasión: el estudio confuso de las confusas «ciencias ocultas» y la composición de escritos satíricos. Atacó en ellos el ejército, las universidades, la banca, el arte regional. («Arte -escribió- de donde está ausente lo artístico y donde lo regional es falsificado.») Desde 1899, la famosa revista «Simplizissimus» publicó sus escritos. De esa época data su traducción de ciertas novelas de Dickens y de ciertos relatos de Poe. Hacia 1910 reunió una cincuentena de cuentos bajo el nombre paródico El cuerno mágico del burgués alemán, en 1915 publicó El Golem.
El Golem es una novela fantástica. Novalis anheló alguna  vez «narraciones oníricas, narraciones inconsecuentes,  regidas por asociación, como sueños». Tan fácil es  componer narraciones de ésas como imposible es  componerlas de modo que no sean ilegibles. El Golem - increíblemente- es onírico y es lo contrario de ilegible. Es la  vertiginosa historia de un sueño. En los primeros capítulos  (los mejores) el estilo es admirablemente visual; en los  últimos arrecian los milagros de folletín, el influjo de Baedeker es más fuerte que el de Edgar Allan Poe, y  penetramos sin placer en un mundo de excitada tipografía,  habitado de vanos asteriscos y de incontinentes  mayúsculas... No sé si El Golem es un libro importante; sé que es un libro único. Inútilmente tratan de parecérsele las otras novelas de  Meyrink: La noche de Walpurgis, El rostro verde, El ángel de la ventana occidental.
Gustav Meyrink es asimismo autor de Murciélagos -una  recopilación de cuentos fantásticos- y de un fragmento de novela que se titula  El emperador secreto.
[29 de abril de 1938]

Textos cautivos / Jorge Luis Borges. - Madrid: Alianza, 1998.  - 343 p.; 18 cm. - (El libro de bolsillo. Biblioteca de autor; 24 ) (Biblioteca Borges).


Gustav Meyrink

El otro monstruo de Gustav Meyrink
A Bocha, Silvia y Piki, en viaje a Praga.
Hasta donde yo sé, la novela El Golem (1915) de Gustav Meyrink ha sido alabada mayoritariamente por sus climas inquietantes de horror, fantasía y pesadilla. Así Borges —que la tradujo al castellano— pudo decir: “Harta de sonoras noticias militares, Alemania acogió con gratitud sus fabulosas páginas, que le permitían olvidar el presente”.Por tanto, me propongo aquí manifestar otras virtudes que en el libro hallo y que se relacionan con su potencia alegórica, su carácter anticipatorio y su aguda percepción de la realidad social.
El Golem transcurre en la Praga de comienzos del siglo XX, cuando la ciudad del Moldava era la capital del reino de Bohemia, uno de los estados vasallos del Imperio Austro-Húngaro. Cuenta la tradición que en su famosa judería tuvo lugar en el siglo XVI un acto demiúrgico llamado a provocar, como toda acción irresponsable de ejercicio del poder, terribles consecuencias:
(...)
Los artificios y el candor del hombre
no tienen fin. Sabemos que hubo un día
en que el pueblo de Dios buscaba el Nombre
en las vigilias de la judería.
(...)
Sediento de saber lo que Dios sabe
Judá León se dio a permutaciones
de letras y a complejas variaciones
y al fin pronunció el nombre que es la clave.
(...)
El rabí lo miraba con ternura
y con algún horror. “¿Cómo —se dijo—
pude engendrar este penoso hijo
y la inacción dejé, que es la cordura?”.2
Pero el mal ya estaba hecho. La criatura iba a aparecer cada 33 años por la ventana de una habitación redonda e inaccesible del ghetto, avisando crímenes y males a los hombres.
La entreverada trama de El Golem concita sueños que se desdoblan en otros sueños, pesadillas, especulaciones metafísicas y también lo necesario para hacerla atractiva a los grandes públicos: ocultismo, exotismo, amor y un asesinato misterioso. Bien construida, enigmática o irónica según lo requiera el pulso de la narración, es capaz de pasar de sus cumbres de irrealidad al sosiego engañoso (por conocido) de nuestra vida cotidiana, allí donde creemos hallarnos a salvo de las atrocidades del fabulador.
Provocar esa ilusión, tal vez, sea el mayor de sus méritos.
...
Las circunstancias personales de un autor nunca resultan absolutamente ajenas a sus creaciones, ni pueden afectar indiferencia por la sociedad y su tiempo. Aunque se trate de literatura de evasión o de género, las buenas letras siempre o casi siempre terminarán reflejando su entorno y aun serán capaces de proyectarse a los días venideros. La crítica ha señalado esa capacidad del artista para entresacar —en forma inconsciente o deliberada— elementos que suelen pasar inadvertidos para la mayoría.
El artista suele ser anticipador. Su sensibilidad capta las crisis cuando aún no están manifiestamente definitivas, a la vez que suelen chocar con él, conflictualmente, los contenidos pasados.3
Gustav Meyrink nació como Gustav Meier en Viena en 1868, y murió en Starnberg en 1932. Es decir, que conoció el esplendor y la ruina de Austria-Hungría. Si intentamos un ejercicio de composición política y social del Imperio de los Habsburgo en la época de El Golem, daremos con ciertas variables que explican su eventual disolución política así como un avanzado estado de descomposición social. Meyrink debió, por lo menos, intuir esas variables.
El centenario Reino de Bohemia fue establecido en el siglo XIII en el marco del Sacro Romano Imperio y permaneció en éste hasta que la dinámica de las guerras napoleónicas determinó su extinción. Entre 1806 y 1867 formó parte de Austria, año en que fue asignado a esta parte de la corona dual por el Compromiso Austrohúngaro. (A tan agitada historia política, signada por la subordinación, debemos la principal acepción del término de raíz latina defenestración, que recuerda la poca paciencia de los habitantes de Praga —husitas en 1419, aristócratas en 1618—, quienes zanjaron diferencias con sus enemigos tirándolos por la ventana. A los comunistas se les achacaría la misma afición en 1948). El carácter a la vez aluvional y residual del nuevo Estado determinaría una frágil coexistencia —por la diversidad étnica, religiosa y cultural— entre húngaros, alemanes, checos, ucranianos, eslovacos, croatas, italianos, serbios, eslovenos, rumanos y polacos, los que a su vez debían fidelidad al emperador pero también al reino, a la ciudad libre, al condado, al ducado, al magraviato, al condado principesco o al Estado en que residían.
Se ha señalado que el Golem “es a la vez el otro yo del narrador y un símbolo incorpóreo de las generaciones de la secular judería”;la primera aseveración hace a la estructura del libro mientras que la segunda se refiere a su interpretación. Aunque es fácil coincidir con ambas, en especial desde el punto de vista de la tradición, cuesta no ver asimismo en el rescate del mito los conflictos reprimidos en amenazadora latencia, propios del mosaico de intereses contrapuestos del imperio.
Así planteadas las cosas, adivino una objeción del que lee: si tal fuera, el libro no sería sino un registro tardío del estallido de esas fuerzas contrapuestas, porque cuando salió a la venta ya se luchaba en todos los frentes de la Gran Guerra. Esto tiene mucho de verdad visto a la distancia, pero no lo entendieron así los contemporáneos, que encontraron en la fantástica narración una vía de escape al agobio del presente. Este dato de la realidad no hace mella en la formidable potencia alegórica de El Golem sino que, antes bien, demuestra que sus primeros lectores dejaron pasar esas constataciones por obvias o porque ya no eran una simple amenaza. Ingenuamente aceptaron el presente griego de la novela como los políticos dictaron el Tratado de Versalles, sin advertir que aquélla vislumbraba lo que éste ayudaba a parir: la etapa más negra de la Civilización.
...
Pero volvamos a los años en que transcurre la acción de El Golem, a uno cualquiera de ellos, digamos 1909 o 1910. Las grandes ciudades del imperio ven desfilar a diario una miríada de provincianos arribados en busca de fortuna y se convierten en escenario de su fracaso: buscavidas, prostitutas, delincuentes de toda laya, artistas fracasados, estudiantes crónicos, vagos. Uno de estos ejemplares pasea su desesperación por las calles de Praga:
—Maestro Pernath, soy tan pobre que ni yo, casi, puedo comprenderlo, mire, me veo obligado a ir medio desnudo y como un vagabundo, y, sin embargo, soy un estudiante de medicina..., ¡un hombre con formación!
Se abrió la capa y vi, con asombro, que no llevaba camisa ni chaqueta, vestía el abrigo sobre la piel desnuda.5
Al mismo tiempo, en Viena, otro estudiante fracasado arrastra su miseria:
...en noviembre de 1909 (...) se vio en la necesidad de abandonar el cuarto amueblado en que vivía (...) por carecer de dinero para cubrir el alquiler correspondiente. Después de varias noches de dormir en los bancos de los parques públicos o en algún café, encontró una cama en un dormitorio público (...), en un apartado barrio al sudoeste de la ciudad.6
El primero de los individuos es Charousek, el estudiante bohemio y protagonista central de El Golem; el segundo, un pintor austríaco mediocre llamado Adolf Hitler. Ambos vuelcan su resentimiento en la profesión de odios irracionales envenenados por el racismo.
Charousek:
—Animales de rapiña, degenerados y sin dientes, a los que se les ha quitado su fuerza y sus armas —dijo Charousek mirándome dubitativo. (...)
—Aaron Wassertrum, por ejemplo, es millonario, posee casi un tercio del barrio judío. ¿No lo sabía usted, señor Pernath?7
Hitler:
Así, pues descubrí finalmente quiénes eran los espíritus perversos que guiaban equivocadamente a nuestro pueblo (...). Conforme conocía mejor a los judíos, más disculpaba a los trabajadores.8
Eso, a pesar de compartir penas y recibir beneficios de los judíos.
—Quería (Wassertrum) regalarme un abrigo —continuó Charousek en voz alta—. Lo he rechazado, agradecido, por supuesto. Ya me calienta bastante mi propia piel (...).9
(...) en 1910, a la edad de 21 años (...), Hitler usaba un abrigo negro, muy viejo, que le había regalado Neumann, un judío húngaro huésped del asilo para varones.10
Ambos comparten el delirio paranoico y la decadencia física.
—Ya era así de pobre cuando provoqué la caída de esa bestia, de ese todopoderoso y famoso doctor Wassory, y aún no hay nadie que sospeche de mí (...).
Miré horrorizado a Charousek. ¿Estaría loco? Debían ser fantasías febriles las que lo hacían inventar tales cosas (...). Está tísico y las fiebres de la muerte dan vueltas en su cerebro.11
En tanto, un hombre de “...cara huesuda y hambrienta (...) sobre la que los ojos grandes y saltones constituían el rasgo dominante. En suma (...) una aparición que se ve muy de vez en cuando entre cristianos”, se preguntaba: “¿Existe algún negocio sucio, alguna inmundicia, principalmente entre el mundo oculto, en la que no participen o participe cuando menos un judío?”.12
Estos paralelismos confluyen siniestra y simbólicamente en un elemento: la sangre. La sangre como factor de discordia entre razas, la sangre como provocada por el encono homicida, la sangre como vector de enfermedades contagiosas y mortales, la sangre como resultado del coito.
Por ejemplo, Hitler y Charousek comparten la duda acerca de sus orígenes y, consecuentemente el odio hacia una sangre “impura” que temen o fabulan sea la propia:
—¿Odio?, Charousek rió convulsivamente. Odio no es la expresión. Todavía está por crearse la palabra que pueda expresar mis sentimientos hacia él. Odio su sangre. ¿Comprende usted esto? La huelo como un animal salvaje, aun cuando haya una sola gota de su sangre en las venas de un hombre... y —apretó sus dientes— y eso me sucede a veces aquí en el ghetto. (...) ...Y... que mi propio cuerpo... —se volvió para que yo no viera su rostro— está lleno de su asquerosa sangre... sí, Pernath, ¿por qué no lo va a saber usted? ¡él es mi padre!...13
Como casi todos, el biógrafo de Hitler que seguimos, Allan Bullock, establece que “con toda probabilidad, nunca sabremos quien fue el abuelo de Adolfo Hitler, el padre de Alois. Se ha sugerido, sin comprobación de ninguna clase, que puede haber sido un judío. Sin embargo, esto puede ser verdad”.14
Parece evidente que el antisemitismo, el chauvinismo y la intolerancia religiosa han respondido, en el caso de los pueblos de Austria-Hungría, al miedo a la hibridación. En efecto, en una sociedad tan diversa y cambiante, la pertenencia a un grupo “puro” debió verse como garantía de seguridad entre los pobres y las clases medias así como de llave de acceso al poder económico y político entre las clases altas. Penosamente, nadie vio que lo único que dejaba contentos a todos, en ausencia de estimulantes soluciones de los conflictos sociales, era el fascismo. Los ricos siguieron así en la cumbre de la sociedad y los miserables se creyeron parte de una nueva era que los reconocía mejores que los judíos, los gitanos, los eslavos, los homosexuales, los negros, los enfermos. Mejores que alguien, en suma.
Para terminar esta relación del personaje y el hombre que vemos como su reflejo, una breve noticia de la muerte de ambos. El estudiante bohemio Charousek termina sus días abriéndose las venas y descargando (orgiástica u orgásmicamente) su sangre en la tumba de su presunto padre; quien sería llamado el “cabo bohemio”, porque remontaban el origen de su apellido al checo Hidler o Hiedler, famosamente se dio muerte con cianuro y bala inmediatamente después de casarse en extraño himeneo, a la vez erótico y tanático.
...
En 1915, Gustav Meyrink rescató una vieja leyenda judía para componer una novela de horrores que distrajo a los pueblos centroeuropeos de otro horror, más cercano y tangible. Pero, queriéndolo o no, junto al monstruo medieval puso otro que hace posible rastrear la matriz y el perfil de futuros espantos. Casi al mismo tiempo, Paul Wegener, con la película del mismo nombre del libro, inauguró lo que Krakauer denominaría una “procesión de tiranos”15 que, pasando por el doctor Caligari, terminaría en el Tercer Reich. Casualmente, El gabinete del doctor Caligari fue escrita por el austríaco (como Hitler) Carl Mayer y por el bohemio (como Charousek) Hans Janowitz.
¿Habrá en nuestros días, en algún lugar especialmente convulsionado del mundo, nuevo Golem y nuevo Charousek qué indagar, o será nuestro destino resignarnos a la tragedia y a la caza tardía de reflejos históricos?

Referencias
  1. Biblioteca Personal, “Prólogo”, Hyspamerica, Madrid, 1985.
  2. “El Golem”, El otro, el mismo, Emecé, Buenos Aires, 1964.
  3. Mahieu, José Agustín, Breve historia del cine argentino, Eudeba, Buenos Aires, 1966, pág. 48.
  4. Borges, Jorge Luis, ibídem.
  5. Meyrink, Gustav, Der Golem, cap. “Praga”.
  6. Bullock, Alan, Hitler, Ed. Bruguera, Barcelona, 1969, Primer Volumen, pág. 18.
  7. Meyrink, ib.
  8. Bullock, ib, págs. 26 y 27.
  9. Meyrink, ib. Cap. “Necesidad”.
  10. Bullock, ib. Pág. 20.
  11. Meyrink, ib. (5).
  12. Bullock, ib. Págs. 20 y 25.
  13. Meyrink, ib. (9).
  14. Bullock, ib. Págs. 10 y 11.
  15. Krakauer, Sigfried, De Caligari a Hitler, Ed. Nueva Visión, Buenos Aires, 1961, pág. 93, y pág. 41, “Presagios”.


https://letralia.com/267/articulo05.htm

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Meyrink, Gustav (1868-1932).

Narrador austríaco, nacido en Viena en 1868 y fallecido en Stranberg (Baviera) en 1932. Autor de una fecunda producción narrativa que discurre por los cauces de la novela y el cuento, dejó impreso un brillante legado literario en el que los ingredientes grotescos y los elementos absurdos se incorporan a un trasfondo místico que siembra la inquietud, el desconcierto y la duda en el lector. En general, toda la obra de Gustav Meyrink constituye una ácida sátira de la clase burguesa, siempre caracterizada en sus relatos y novelas por su feroz hipocresía y su cerril defensa de una espesa burocracia que impide el libre desarrollo de los seres más espirituales.
Teórico y practicante a ultranza de este desarrollo espiritual del ser humano, Gustav Meyrink se convirtió al budismo en 1927, con lo que pasó a ser uno de los primeros intelectuales occidentales que implantaron en la Europa del siglo XX el ascetismo religioso y filosófico de las culturas de Oriente. El campo abonado para esta transformación espiritual estaba ya presente en el misticismo patente en algunas de las narraciones que el escritor vienés venía publicando desde hacía más de diez años, en las que la dureza irónica y sarcástica con que se expresaba la crítica contra la sociedad burguesa occidental solía acaban dando pie a una honda y melancólica meditación existencial.
Entre las novelas más célebres de Gustav Meyrink, resulta obligado recordar la titulada Der Golem (El Golem, 1915), en la que se dan cita una serie de extraños elementos fantásticos (el mundo onírico, los desdoblamientos de la personalidad, las visiones alucinadas, los secretos del universo cabalístico y, entre otros muchos ingredientes de naturaleza similar, la magia del tarot) para arropar la antigua leyenda de los judíos de Praga acerca del golem, un autómata de barro que, alimentado por una voluntad ajena, es utilizado para sembrar el miedo y el dolor entre los hombres. El éxito de esta narración propició, al cabo de cinco años de su salida a la calle, una versión cinematográfica rodada por los directores alemanes Paul Wegener y Karl Boese (1920), obra maestra del cine mudo que fue objeto de una nueva adaptación quince años después, realizada esta vez en Checoslovaquia por el cineasta francés Julien Duvivier.
Entre el resto de la producción narrativa del escritor vienés sobresalen las novelas tituladas Das grüne Gesicht (El rostro verde, 1916), Walpurgisnacht (La noche de Walpurgis, 1917) y Der weisse Dominikaner (El dominio blanco, 1921), así como la colección de relatos breves publicada en tres volúmenes bajo el título de Das Deutsches Spiessers Wunderhorn (El cuerno maravillosos del burgués alemán, 1913). En estos cuentos y, sobre todo, en los que publicó al cabo de diez años en el volumen titulado Goldmachergeschichten (Historias de alquimistas, 1925), Gustav Meyrink volvió a recurrir al universo onírico, las visiones apocalípticas, el mundo de los seres irreales y las antiguas leyendas fantásticas praguenses para construir un alucinante espacio imaginario en el que son patentes también las huellas de otros grandes maestros del género, como el alemán Ernst Theodor Amadeus Hoffmann o el estadounidense Edgar Allan Poe.

http://www.mcnbiografias.com/app-bio/do/show?key=meyrink-gustav

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Frases de El Golem

por Gustav Meyrink



“La vida ya es demasiado triste como para amargarla además con odio.”



“¿No es posible que haya un "viento" incomprensible e invisible que nos llevara de un lado para otro, y determinara nuestras acciones, mientras que nosotros, en nuestra simpleza, creemos vivir bajo nuestra propia y libre voluntad?”



“De pronto comprendí en lo más profundo de su ser a esas criaturas misteriosas que viven a mi alrededor: Se mueven sin voluntad por su existencia, agitadas por una corriente magnética invisible igual que hace un momento flotaba el ramo de novia, arrastrado por el arroyo de mugre.”


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Convirtiendo al rey en un payaso

Lo que tu espíritu quiere que permanezca grabado en tu memoria, eso es lo que aprenderás, porque tu espíritu eoncontrará alegría en ello.  Pero el maestro de escuela es como el domador:  éste piensa que es importante que los leones salten a través de los aros, aquél inculca en los niños que el glorioso Aníbal perdió su ojo izquierdo en las Lagunas Pontinas; uno convierte al rey del desierto en un payaso, el otro hace de una flor divina un manojo de perejil.

barón Jöcher, Gustav Meyrink, El dominico blanco

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El dominico blanco: Gustav Meyrink

El dominico blanco (Der weiße dominikaner) es una novela de terror del escritor austríaco Gustav Meyrink, publicada en 1921.

Se trata de la obra más esotérica de Gustav Meyrink. Su trama roza varias facetas de la sabiduría mística, aunque la que mayor influencia tiene sobre el conjunto de la historia es el Tao.

La novela nos ubica en la ciudad de Wasserburg, Bavaria, un sitio rodeado de colinas y por el río Inn; y describe la evolución de un héroe, quien, guiado por diferentes figuras místicas, entre las que se encuentra el espectro pálido de un dominico y el espíritu de su amada, huye de los materialismos en busca de lo trascendental.

El dominico blanco posee un fuerte simbolismo esotérico; pero a pesar de sus hermetismos, la historia puede seguirse sin mayores problemas. Su núcleo puede resumirse como una búsqueda de la trascendencia y de verdadera individualidad, la cual no tiene nada que ver con el aislamiento o el cultivo del yo, sino con una amplitud hacia el universo y sus extraños caprichos.

PDF]El dominico blanco - Libro Esoterico

libroesoterico.com/biblioteca/.../Meyrink-Gustav-El-Dominico-Blanco.pdf
uando Gustav Meyrink publicó en. 1921 su novela El dominico blanco, había vivido ya la mayor parte de su agitada existencia. Entre su nacimiento (ilegítimo).
Falta(n): scribd ‎doc ‎30389612







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