Por Moisés Elías Fuentes
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En su discurso de recepción del Premio Cervantes 2018, la poeta Ida Vitale señaló cómo, incluso por azar, ha estado unida a la obra del genial manco, desde sus estudios primarios en Montevideo, donde nació en 1923. Del soldado y escritor destacó una virtud: “Virtud siempre lograda de Cervantes ha sido no echar mano de milagros de los usuales en las novelas que no se privaban de gigantes y monstruos, cuando un argumento descontrolado las requería.”
Tal peculiaridad representa para la uruguaya la honradez con que Cervantes se acercó a la realidad, a la que retrata en su intimación con la fantasía. Pero también algo más, porque esta peculiaridad cervantina trasciende lo literario y deviene rasgo de carácter, modo de relacionarse con la vida y sus claroscuros, sus silencios reveladores y sus ruidos abrumadores; en fin, forma de comprender a y comprendernos en la existencia diaria.
Vitale y la generación del ’45
Temprana lectora del Quijote, Vitale refrendó su adhesión a la virtud cervantina desde los días de la generación del ’45, en la que coincidió con Juan Carlos Onetti, Idea Vilariño, Emir Rodríguez Monegal, Amanda Berenguer, Ángel Rama y Mario Benedetti, con quienes evidenció las falsías del discurso patriotero de las élites hegemónicas que exaltaban un Uruguay próspero y estable (como otros países latinoamericanos, Uruguay también se imaginó la “Suiza de América”), columnas que, según demostró fehacientemente la generación, escondían la falta de un proyecto cultural digno de tal nombre, lo que hacía de la uruguaya una sociedad incompleta. De ahí en más, la generación del ’45 desató una revolución intelectual cuyo legado ni siquiera la dictadura cívico-militar de 1973 logró corromper.
Característica de los autores del ’45 fue su actividad crítica, a la que no fue ajena Vitale, que concibió la crítica como una labor rigurosa y dinámica: rigor en el manejo de elementos formales; dinamismo para sentir las múltiples formas que adquiere la expresión artística. Y rigor y dinamismo son inherentes a la obra de la poeta uruguaya, revisora acuciosa de sus poemas, en un proceso constante de reinvención que la ha convencido de ordenar su obra poética en cronología inversa que, como Viaje a la semilla de Alejo Carpentier, es una aventura introspectiva. En “Accidente nocturno”, escrito hacia 2015, leemos: “Los árboles y el viento te argumentan/ juntos diciéndote lo irrefutable/ y hasta es posible que aparezca un grillo/ que en medio del desvelo de tu noche/ cante para indicarte tus errores.”
Significativo, aunque en primera instancia nos inclinamos a creer que las diferencias entre el ocaso y el alba de la existencia son evidentes, bastan una insinuación o un titubeo para comprender que del origen al final nos pueblan los mismos miedos, anhelos, emociones y pensamientos. Así, en “Para qué incurrir en historia”, poema de su primer libro, La luz de esta memoria, fechado en 1949, la poeta se propaga en amor hacia la tarde.”
Discreta pero arrojada, la uruguaya opone las pequeñas certidumbres de la vida íntima a los dominios de lo incierto. Ante la evidencia de la finitud de la memoria y de la existencia, Vitale recurre a poemas breves, parcos de metáforas y, en cambio, ricos en sorprendentes imágenes cotidianas. He ahí “Avaricia”, del poemario Mella y criba, publicado en 2010: “También quede conmigo/ mi esperanza de tiempo,/ mañanas de hojas nuevas bajo lluvia/ y tardes donde un canto futuro,/ que hoy no alcanzo,/ comience.”
Vitale habla de “un canto futuro,/ que hoy no alcanzo”, con lo que se declara consciente de su finitud. Sin embargo, tal conciencia no retrae a la poeta ni la mengua, sino que se subleva a su fugacidad y en 2002 publica Reducción del infinito, colección poética que se inicia con “Llamada vida”, poema de siete tercetos, formados por versos en asíndeton y verbos en infinitivo, con eco de Poemas humanos de César Vallejo. El primer terceto dice: “Ponerse al margen/ asistir a un pan/ cantar un himno”, mientras el último manifiesta: “estar en busca de alma diferida/ preparar un milagro entre la sombra/ y llamar vida a lo que sabe a muerte”.
El infinito es inconmensurable, en cambio nuestras vidas están sujetas a lo que podemos asir con las manos y abarcar con los sentidos, por lo que en Reducción del infinito Vitale saluda, con festiva ironía, la infinitud limitada en que habitamos. Limitada, sí, pero nuestra.
El infinito lenguaje
La certeza de nuestra perennidad efímera es la base en que se apoya Léxico de afinidades, íntimo diccionario en prosa y verso que celebra la ductilidad del lenguaje, creación y creador a un tiempo, que con apenas veintisiete letras nos comunica y nos imagina. En la “Hoja de intenciones”, después de apuntar que entre los sistemas de ordenación que hemos buscado, el alfabeto es el más adecuado, Vitale agrega: “Su vastedad puede parecerse al caos que busca sustituir. La limito, pues, seleccionando por afinidades el léxico que cuaja, arbitrario, en torno a cada letra: no todas sino aquellas palabras que me cantan: pero el canto es el río y es la red; ellas juegan, conspiran, flotan mutuas, son suicidas, dinásticas, migratorias, todo el fragor lejos de la inercia.” La poeta intuye al lenguaje vasto como el infinito, por lo que sólo ocupa las palabras necesarias para construir y vivir su infinito interior. Palabras arbitrarias, bien lo sabe, pero que son únicas porque con ellas dialoga con el infinito exterior. Una de las entradas del léxico, “Escepticismo”, compuesta de dos estrofas, fustiga al “Dios de las controversias” y, en la segunda estrofa, lo desafía y embroma con una rítmica y juguetona aliteración: “¿Se sabrá algo para siempre?/ Nada se abraza como siempre,/ alma abrasada desde siempre./ Si abras vacías habrás visto…”
Maestra de la cadencia discursiva, la uruguaya nos acerca a un microcosmos en que las cosas y los seres sencillos adquieren complejidad emotiva y vital, de tal suerte que la forma física del hicaco, tornasolada fruta tropical, deriva en un juego de luz y sombra, remarcado por la aliteración, en los versos de “Hicacos”: “Un esplendor de verde Veronese,/ claro rastro del mundo oscurecido,/ es el fondo del cuadro en el que un día/a otra veré, a mí misma no llegada.”
Hábil en el manejo de las figuras retóricas, Vitale sin embargo prefiere usarlas como discretas pinceladas que acentúan el discurso poético; tal el caso del primer poema de Sueños de la constancia (publicado en 1984), “Parvo reino” y sus sutiles enumeraciones que perfilan la plasticidad de las palabras: “Vocablos,/ vocaciones errantes,/ estrellas que iluminan/ antes de haber nacido/ o escombros de prodigios ajenos.”
Desalentadora paradoja, a pesar de los muchos mundos que enunciamos y creamos con las palabras, al final sólo nos quedan cenizas inciertas. Sin embargo, con las cenizas hacemos el polvo y la tierra de nuestras historias y por su intermedio conocemos nuestra otredad. En Sueños de la constancia, los tercetos de “Residua” nos consignan los despojos que permanecen al fin de la existencia: “Corta la vida o larga, todo/ lo que vivimos se reduce/ a un gris residuo de la memoria./ De los antiguos viajes quedan/ las enigmáticas monedas/ que pretenden valores falsos.”
Diríase que sólo un recurso mágico o una artimaña retórica rescatarían esas vidas restringidas “a un gris residuo”. Sin embargo, irrumpe aquí la honradez cervantina, la intimación de realidad y fantasía poblando de inadvertidos prodigios lo cotidiano: “De la memoria sólo sube/ un vago polvo y un perfume./ ¿Acaso sea la poesía?”
Vitale pregunta “¿Acaso sea la poesía?” y la interrogante, como en Cervantes, es una esperanza, que impulsa a don Quijote a buscar un mundo más allá de Alonso Quijano, y al licenciado Vidriera a reclamar sitio para su singular naturaleza. Es el mundo por llegar de “20…”, poema de Jardín de sílice, que con los puntos suspensivos de su título ofrece hábitat a la honradez cervantina en que ha fundamentado obra y vida la poeta montevideana: “Entonces,/ entre líneas de la noche borrosa/ han de quedar despojos de verdades/ diversas,/ yertas;/ alguien hará la suma con usura/ sésamo ciérrate para una gruta sin prodigios.”
Poemas
La Palabra
Expectantes palabras,
fabulosas en sí,
promesas de sentidos posibles,
airosas,
aéreas,
aireadas,
ariadnas.
fabulosas en sí,
promesas de sentidos posibles,
airosas,
aéreas,
aireadas,
ariadnas.
Un breve error
las vuelve ornamentales.
Su indescriptible exactitud
nos borra.
las vuelve ornamentales.
Su indescriptible exactitud
nos borra.
Penitencia
¿Mirar atrás será pasar
a ser de sal precaria estatua,
un perecer petrificado
preso en sí mismo, parte
del roto encanto de un paisaje
cuya música no logro más oír?
a ser de sal precaria estatua,
un perecer petrificado
preso en sí mismo, parte
del roto encanto de un paisaje
cuya música no logro más oír?
¿Debo matar lo que miré,
el mito que minuciosa
pliego y despliego,
grava para mi paso solo?
¿Ciega borrar lugares,
playas, vientos, el tiempo?
el mito que minuciosa
pliego y despliego,
grava para mi paso solo?
¿Ciega borrar lugares,
playas, vientos, el tiempo?
Sobre todas las cosas,
anular horas que se han vuelto inútiles
como lluvia que cae
sobre el mar implacable,
como mis propios pasos
si no son penitencia.
anular horas que se han vuelto inútiles
como lluvia que cae
sobre el mar implacable,
como mis propios pasos
si no son penitencia.
Exilios
Están aquí y allá: de paso,
en ningún lado.
Cada horizonte: donde un ascua atrae.
Podrían ir hacia cualquier fisura.
No hay brújula ni voces.
Cruzan desiertos que el bravo sol
o que la helada queman
y campos infinitos sin el límite
que los vuelve reales,
que los haría de solidez y pasto.
La mirada se acuesta como un perro,
sin siquiera el recurso de mover una cola.
La mirada se acuesta o retrocede,
se pulveriza por el aire
si nadie la devuelve.
No regresa a la sangre ni alcanza
a quien debiera.
Se disuelve, tan solo.
en ningún lado.
Cada horizonte: donde un ascua atrae.
Podrían ir hacia cualquier fisura.
No hay brújula ni voces.
Cruzan desiertos que el bravo sol
o que la helada queman
y campos infinitos sin el límite
que los vuelve reales,
que los haría de solidez y pasto.
La mirada se acuesta como un perro,
sin siquiera el recurso de mover una cola.
La mirada se acuesta o retrocede,
se pulveriza por el aire
si nadie la devuelve.
No regresa a la sangre ni alcanza
a quien debiera.
Se disuelve, tan solo.
Invierno
Como las gotas en el vidrio,
como las gotas de la lluvia
en una tarde somnolienta,
exactamente iguales,
superficiales,
ávidas todas,
breves,
se hieren y se funden,
tan, tan breves
que no podrían dar cabida al miedo,
que el espanto no debiera hacer huella
en nosotros.
como las gotas de la lluvia
en una tarde somnolienta,
exactamente iguales,
superficiales,
ávidas todas,
breves,
se hieren y se funden,
tan, tan breves
que no podrían dar cabida al miedo,
que el espanto no debiera hacer huella
en nosotros.
Después, ya muertos, rodaremos,
redondos y olvidados.
redondos y olvidados.
Fortuna
Por años, disfrutar del error
y de su enmienda,
haber podido hablar, caminar libre,
no existir mutilada,
no entrar o sí en iglesias,
leer, oír la música querida,
ser en la noche un ser como en el día.
No ser casada en un negocio,
medida en cabras,
sufrir gobierno de parientes
o legal lapidación.
No desfilar ya nunca
y no admitir palabras
que pongan en la sangre
limaduras de hierro.
Descubrir por ti misma
otro ser no previsto
en el puente de la mirada.
Ser humano y mujer, ni más ni menos.
y de su enmienda,
haber podido hablar, caminar libre,
no existir mutilada,
no entrar o sí en iglesias,
leer, oír la música querida,
ser en la noche un ser como en el día.
No ser casada en un negocio,
medida en cabras,
sufrir gobierno de parientes
o legal lapidación.
No desfilar ya nunca
y no admitir palabras
que pongan en la sangre
limaduras de hierro.
Descubrir por ti misma
otro ser no previsto
en el puente de la mirada.
Ser humano y mujer, ni más ni menos.
Ida Vitale: «La vida es sobre todo no entender»
Cuando Ida Vitale supo que había ganado el Premio Cervantes afirmó: “Los españoles siguen igual de locos que en la época de la conquista”. Pero poca locura hay en reconocer a esta mujer y a su capacidad inextinguible de revelarnos el mundo a través de sus versos. De eso, del papel personal y social que concede a la poesía, de sus primeras lecturas y de las secuelas, no siempre malas, del exilio habla la poeta uruguaya en vísperas de su llegada a España.

Ida Vitale. Foto: León Muñoz Santini
«En el patio de la escuela había una gran fuente donde nos amontonábamos en el recreo en busca de agua. Entre tanto tratábamos de entender la historia que nos contaban unos preciosos azulejos policromados que la rodeaban, sin duda donación de España. Ilustraban episodios del Quijote, según supe luego”. Esa fue la primera vez que Ida Vitale (Montevideo, 1923) descubrió la magna obra de Cervantes. «Ya adolescente, en un volumen ilustrado que aun prefiero a los 8 volúmenes de los clásicos castellanos, leí de verdad por primera vez el libro de cuya relectura no llevo exacta cuenta«, comenta al teléfono desde su casa de Montevideo.
Ahora, tantas décadas después, la poeta uruguaya, superviviente de aquella Generación del 45 en la que destacaron también los versos de Idea Vilariño y Mario Benedetti, se bate una vez más con las palabras, las repiensa y las moldea, con la intención de componer una historia para narrar el 23 de abril cuando reciba el premio Cervantes. Eso sí, no cabe preguntarle por el discurso. «No puedo adelantar nada por ahora. Lucho contra el tiempo».
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Pregunta. Fue en aquellos años de escuela cuando comenzó a dejarse atrapar por la literatura, por la poesía, ¿cómo fue ese acercamiento?
Respuesta. Mi primer deslumbramiento fue La isla del tesoro, algún Dickens, varios Verne y sobre todo Guerra y Paz. Hablando de poesía, un poema de la Mistral fue mi primera incomprensión, hasta que muy releído, lo entendí. Lo sumé a Darío, y entonces ya fui consciente de la poesía.
Respuesta. Mi primer deslumbramiento fue La isla del tesoro, algún Dickens, varios Verne y sobre todo Guerra y Paz. Hablando de poesía, un poema de la Mistral fue mi primera incomprensión, hasta que muy releído, lo entendí. Lo sumé a Darío, y entonces ya fui consciente de la poesía.
«La poesía es un trabajo compartido entre poeta y lector. Esa pelea compartida, es lo que importa»
P. ¿Cómo puede ser la incomprensión una manera de acercarse a la poesía?
R. Me lo había dictado una joven que estaba empezando a hacer su práctica de maestra y no era muy ducha. Pero había una serie de ambigüedades que no eran para mi edad. Bueno, entendí que tenía que entenderlo y no lo lograba, así que me llevó un tiempo seguir leyéndolo hasta que lo entendí. Tan simple como eso. Cuántas veces lee uno algo que no entiende, porque le falta un dato, hay una palabra que no conoce… Especialmente a cierta edad, la vida es sobre todo no entender. Hay quienes abandonan y hay quienes insisten.
R. Me lo había dictado una joven que estaba empezando a hacer su práctica de maestra y no era muy ducha. Pero había una serie de ambigüedades que no eran para mi edad. Bueno, entendí que tenía que entenderlo y no lo lograba, así que me llevó un tiempo seguir leyéndolo hasta que lo entendí. Tan simple como eso. Cuántas veces lee uno algo que no entiende, porque le falta un dato, hay una palabra que no conoce… Especialmente a cierta edad, la vida es sobre todo no entender. Hay quienes abandonan y hay quienes insisten.
P. ¿Eso se puede aplicar a la poesía, muchas veces vista como compleja e inaccesible?
R. Si claro, la poesía es quizá la literatura más difícil. Salvo la poesía que cuenta, que también existe. La Fontaine, por ejemplo, nos cuenta todo, pero nunca estuvo entre mis poetas favoritos. Porque cuando la poesía no cuenta, cuando se propone como un trabajo compartido entre poeta y lector, entonces sí, plantea problemas. Y a mí me parece que esa complejidad, esa pelea compartida, es lo que importa.
R. Si claro, la poesía es quizá la literatura más difícil. Salvo la poesía que cuenta, que también existe. La Fontaine, por ejemplo, nos cuenta todo, pero nunca estuvo entre mis poetas favoritos. Porque cuando la poesía no cuenta, cuando se propone como un trabajo compartido entre poeta y lector, entonces sí, plantea problemas. Y a mí me parece que esa complejidad, esa pelea compartida, es lo que importa.
Una lectora inagotable… de prosa
P. Siempre dice que no se concibe sin leer, sin esa parte lectora que nutre a la escritora, ¿cómo es la Ida Vitale lectora?
R. La parte lectora, la de amor y entusiasmo por la palabra, es la más linda, la mejor. Encontrar algo que una no conoce y que la colma es una suerte inagotable. He de confesar que soy mucho más lectora de prosa que de poesía. Siempre hay cosas que una todavía no leyó o que tiene ganas de releer. Por ejemplo Alicia en el País de las Maravillas es un libro que de cuando en cuando releo. Como ya tengo mala memoria no me queda otra que releer.
R. La parte lectora, la de amor y entusiasmo por la palabra, es la más linda, la mejor. Encontrar algo que una no conoce y que la colma es una suerte inagotable. He de confesar que soy mucho más lectora de prosa que de poesía. Siempre hay cosas que una todavía no leyó o que tiene ganas de releer. Por ejemplo Alicia en el País de las Maravillas es un libro que de cuando en cuando releo. Como ya tengo mala memoria no me queda otra que releer.
«Intento ser concisa, precisa, transparente. Uno puede decir cualquier cosa, pero no de cualquier modo»
P. Ahora que dice esto, asegura que siempre fue alérgica a todo lo que no tenía fantasía.
R. En el comienzo sí fue clave, pero con el tiempo esa etapa de las hadas queda un poco postergada. Quizás sea lo natural en un niño, que tampoco debe advertir mucho esa separación entre la realidad y la fantasía. Como en general es lo que nos falta en la vida, es lógico que a cierta edad sea eso lo que nos prime como interés y quizá por eso me sigue atrayendo. Pero no todo fue fantasía, Guerra y Paz no tiene fantasía, y es una de esas lecturas tempranas a las que vuelvo mucho. Tampoco Dickens tenía fantasía, y si la tenía era trágica. Hay etapas para una cosa y para otra. Alicia sí tiene fantasía, pero es uno de esos libros que podemos releer porque detrás de esa fantasía hay una forma de realidad y de crítica de la realidad.
R. En el comienzo sí fue clave, pero con el tiempo esa etapa de las hadas queda un poco postergada. Quizás sea lo natural en un niño, que tampoco debe advertir mucho esa separación entre la realidad y la fantasía. Como en general es lo que nos falta en la vida, es lógico que a cierta edad sea eso lo que nos prime como interés y quizá por eso me sigue atrayendo. Pero no todo fue fantasía, Guerra y Paz no tiene fantasía, y es una de esas lecturas tempranas a las que vuelvo mucho. Tampoco Dickens tenía fantasía, y si la tenía era trágica. Hay etapas para una cosa y para otra. Alicia sí tiene fantasía, pero es uno de esos libros que podemos releer porque detrás de esa fantasía hay una forma de realidad y de crítica de la realidad.
Tras estos inicios lectores nunca abandonados, a los que se unen Selma Lagerlöf, Stevenson, Verne, y más adelante la mitología griega, el propio Quijote, Galdós, los citados Gabriela Mistral y Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez o su adorado Machado, «uno de mis primeros amores», Vitale debutó como poeta con La luz de esta memoria, en 1949. Desde entonces, más de una veintena de poemarios y casi otros tantos libros en prosa, que reflejan su condición de estudiosa, crítica y ensayista, han pavimentado el camino que conduce a un Premio Cervantes que reconoce, según el jurado, su lenguaje preciso y lírico, “intelectual y popular, universal y personal, transparente y hondo”.
«Pienso que cada poema ya escrito es una etapa pasada y lo que corresponde es hacer algo nuevo mejor. Mientras se puede»
P. Se cumplen 70 años de su primer poemario. ¿Cómo recuerda aquel momento?
R. Lejano, claro. Cerca de esa poesía estuve en el momento en que la escribí. Publicarlo fue un poco una inconsciencia, pero siempre hay un momento en que uno queda muy contento. Después viene la insatisfacción, cuando el libro ya está publicado, pero una vez que ya está publicado no es de uno. Es difícil volver… Yo no he sido nunca muy afecta a retocar, no porque no lo creyera necesario, pero pienso que cada poema ya escrito es una etapa pasada y lo que corresponde es hacer algo nuevo mejor. Mientras se puede.
R. Lejano, claro. Cerca de esa poesía estuve en el momento en que la escribí. Publicarlo fue un poco una inconsciencia, pero siempre hay un momento en que uno queda muy contento. Después viene la insatisfacción, cuando el libro ya está publicado, pero una vez que ya está publicado no es de uno. Es difícil volver… Yo no he sido nunca muy afecta a retocar, no porque no lo creyera necesario, pero pienso que cada poema ya escrito es una etapa pasada y lo que corresponde es hacer algo nuevo mejor. Mientras se puede.
P. Cuando echa la vista atrás y ve su amplia obra, ¿qué evolución percibe?
R. Supongo que siempre hay cambios, pero en esencia creo que hago lo mismo. Intentar ser concisa, precisa, transparente. Uno puede decir cualquier cosa pero no de cualquier modo. La clave está en buscar la palabra precisa y no abusar de los ornamentos, porque existe el peligro de tapar la idea esencial. Hay que perseverar hasta encontrar esa palabra que lo concentre todo.
R. Supongo que siempre hay cambios, pero en esencia creo que hago lo mismo. Intentar ser concisa, precisa, transparente. Uno puede decir cualquier cosa pero no de cualquier modo. La clave está en buscar la palabra precisa y no abusar de los ornamentos, porque existe el peligro de tapar la idea esencial. Hay que perseverar hasta encontrar esa palabra que lo concentre todo.
P. ¿Qué poesía le ha influido, qué poetas han influido en sus versos?
R. Sinceramente no losé, porque siempre pienso que todo lo bueno puede estar influyéndome. No llevo un registro, ni me resultaría fácil. Más bien creo que todo lo leído, bueno y malo, queda muy sumergido y muy digerido y aflora cuando quiere. Tampoco me tomo tanto trabajo en analizarme a mí misma, eso se lo dejo a los críticos.
R. Sinceramente no losé, porque siempre pienso que todo lo bueno puede estar influyéndome. No llevo un registro, ni me resultaría fácil. Más bien creo que todo lo leído, bueno y malo, queda muy sumergido y muy digerido y aflora cuando quiere. Tampoco me tomo tanto trabajo en analizarme a mí misma, eso se lo dejo a los críticos.
«Es muy difícil y además poco democrático obligar a la gente a interesarse por la poesía. Pero hay que reivindicarla siempre»
P. ¿Por qué se debe reivindicar la poesía?
R. Simplemente porque es una parte de la creación humana. Habrá quienes la reivindican y a quienes no interese, y es muy difícil y poco democrático obligar a la gente a sentir interés. A mí cierto tipo de pintura puede no interesarme y la eludo. A cada ser humano le llega algo distinto y toda creación debe ser reivindicada. Justifico toda elección.
R. Simplemente porque es una parte de la creación humana. Habrá quienes la reivindican y a quienes no interese, y es muy difícil y poco democrático obligar a la gente a sentir interés. A mí cierto tipo de pintura puede no interesarme y la eludo. A cada ser humano le llega algo distinto y toda creación debe ser reivindicada. Justifico toda elección.
Un poco más le cuesta a Vitale justificar su elección para este Cervantes, a pesar de que su nombre llevaba años sonando para un galardón, que supone la guinda de un reconocimiento que abarca el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2015, el Federico García Lorca en 2016 y sólo hace unos meses el Premio en Lenguas Romances de la FIL de Guadalajara. “Ventajas de la supervivencia”, bromea la poeta, que asegura que “una con estas cosas nunca acaba de entender el porqué. Por qué yo y no uno de esos grandes poetas, de todos los paíes, que han muerto sin ellos”.
¿Un exilio positivo?
A este respecto, la poeta recuerda especialmente a Emilio Adolfo Westphalen, “un estupendo poeta peruano” al que dedica un capítulo en su recién publicado libro de memorias mexicanas, Shakespeare Palace (Lumen). “Todos los poetas americanos lo han conocido, pero no sé si en España se le ha tenido tanto en cuenta. Creo que se debería”. Esta aventura mexicana fue consecuencia del exilio, al que se embarcó tras el golpe militar que sufrió Uruguay en 1974. “La dictadura no triunfó, manejó el país por diez años, deprimiéndolo”. 25 años después, tras vivir también en Austin, Texas, Vitale regresó a un Montevideo que, como le ocurrió en su día a tantos exiliados españoles, había cambiado.
P. De vuelta en Uruguay, ¿ve el mismo país que dejó atrás?
R. En todos estos años fuera yo he cambiado y, desde luego, el país también. Supongo que ha mejorado en algunas cosas, pero ha empeorado en algo clave, en escuela. Aquí era algo excepcional y no sé si hoy se le da toda la atención y todo el dinero que debiera. Cuando hay cambios en la sociedad, lo primero que se desatiende es la escuela y eso es un grave error.
R. En todos estos años fuera yo he cambiado y, desde luego, el país también. Supongo que ha mejorado en algunas cosas, pero ha empeorado en algo clave, en escuela. Aquí era algo excepcional y no sé si hoy se le da toda la atención y todo el dinero que debiera. Cuando hay cambios en la sociedad, lo primero que se desatiende es la escuela y eso es un grave error.
P. Usted nunca ha hecho poesía política, incluso el exilio lo encaró poéticamente como algo íntimo, ¿por qué?
R. Siempre he tratado de que mi poesía nunca fuera política antes que nada. Muchas veces, todo lo que uno critica puede ser político. En cuanto al exilio, no necesité plasmarlo de ese modo, porque no siempre es malo. Si uno sale huido sin un céntimo a nadie se le ocurre que eso sea bueno. Pero cuando la cosa no es tan trágica, cuando no es fruto de esas guerras tremendas que ha habido, puede dejar algo positivo. Ayuda a abrirse a mundos distintos, leer otras cosas, conocer otra gente, ver otras sociedades…
R. Siempre he tratado de que mi poesía nunca fuera política antes que nada. Muchas veces, todo lo que uno critica puede ser político. En cuanto al exilio, no necesité plasmarlo de ese modo, porque no siempre es malo. Si uno sale huido sin un céntimo a nadie se le ocurre que eso sea bueno. Pero cuando la cosa no es tan trágica, cuando no es fruto de esas guerras tremendas que ha habido, puede dejar algo positivo. Ayuda a abrirse a mundos distintos, leer otras cosas, conocer otra gente, ver otras sociedades…
«Toda América fue país de acogida y así creció, por lo que cerrar las fronteras me parece una estupidez»
P. México y Estados Unidos fueron siempre países de acogida: ¿qué le parecen esos muros que algunos se empeñan en erigir? ¿No hemos aprendido nada tras el terrible siglo XX?
R. ¿De verdad fue tan terrible para todos? Al siglo XXI no se le ve mejor. Toda América fue país de acogida y así creció, por lo que cerrar las fronteras me parece una estupidez. Esperemos que esos muros, además de contener, no impidan también salir a los que están dentro, para que puedan descubrir el resto del mundo tal cual es.
R. ¿De verdad fue tan terrible para todos? Al siglo XXI no se le ve mejor. Toda América fue país de acogida y así creció, por lo que cerrar las fronteras me parece una estupidez. Esperemos que esos muros, además de contener, no impidan también salir a los que están dentro, para que puedan descubrir el resto del mundo tal cual es.
P. ¿Cambiaría hoy algo de su consejo a los poetas, esto es, “En poesía no acates: ataca”?
R. Esta fue una ocurrencia un poco retórica. Aprender es acatar, y esa es la primera
obligación. Pero en esto de la poesía, basta simplemente con que el entusiasmo y un cierto sentido poético se apliquen a descifrar y a entender. Eso es lo principal.
R. Esta fue una ocurrencia un poco retórica. Aprender es acatar, y esa es la primera
obligación. Pero en esto de la poesía, basta simplemente con que el entusiasmo y un cierto sentido poético se apliquen a descifrar y a entender. Eso es lo principal.