
Probablemente no resulte sorprendente que en los países tecnológicamente más avanzados, donde existe un elevado nivel de expresión individual, la antigua conciencia teológica —con su énfasis en los estrictos códigos externos, los vínculos comunales y los mecanismos de control y mando jerárquicamente organizados— sea cada vez menos influyente. Las jerarquías cada vez tienen menos sentido en un mundo conectado en red.Las encuestas mundiales realizadas en el transcurso de los últimos treinta años muestran un sorprendente declive en la afiliación religiosa tradicional en la mayor parte de los países industrializados y tecnológicamente avanzados. Si el 44% de la opinión pública acude a los servicios religiosos al menos una vez por semana en las sociedades agrarias, menos de una cuarta lo hace en los países industrializados, y tan sólo una quinta parte lo hace en las naciones postindustriales.Igualmente, más de la mitad de la población reza con asiduidad en las sociedades agrícolas tradicionales, pero sólo un tercio lo hace en los países industriales y únicamente una cuarta parte en las naciones postindustriales.Además, dos tercios de los habitantes de los países más pobres afirman que la religión es «muy importante», frente únicamente a un tercio en los países industrializados, y tan sólo una quinta parte de la población en los países postindustriales.
Extracto de La Civilización Empática de Jeremy Rifkin, p. 446 – 447.