Antes del anochecer
Richard Linklater
A diferencia de Rocío Jurado, a Céline y Jesse no se les acabó el amor de tanto usarlo… ¿o sí? Esa parece haber sido la duda razonable y la eterna pregunta en la saga de Richard Linklater, Julie Delpy y Ethan Hawke: el “¿o sí?”. Una pregunta tan dolorosa y mística como abierta, pero que en el caso de Antes del amanecer, Antes del atardecer y Antes del anochecer componen un solsticio perfecto, conceptual y generacional, sobre las dificultades, magias, inercias, dudas y riesgos del amor. Una reflexión existencial centrada en lo catódico y caótico del amor y el romanticismo a través de las generaciones: desde los impulsos idealistas que supone el primer amor real más allá de las primeras batallitas de la veintena a las primeras responsabilidades, riesgos y reivindicaciones relaciones de la treintena hasta la crisis más dura, la que se cuestiona y detesta todo pero acaba sobreviviendo.
Antes de las Blue Valentine, 500 Días Juntos, Beginners o Buscando un beso a medianoche de turno o los dramas románticos indies contemporáneos, el cine independiente americano generó un maridaje indie con el cine europeo y con la herencia dialéctica de Woody Allen pero con un halo grunge de aquella generación (equis) de veinteañeros que crecían escuchando a Pearl Jam y Alice in Chains en los porches de su casa. Una alternativa algo más reflexiva, idealista pero sin caer en la gratuidad de lo lacrimógeno ni en el efectismo de otros símbolos de la época como Cuando Harry conoció a Sally. La saga acabó confinando un auténtico manual, un libro abierto con opciones narrativas tanto para cuestionar y rehabilitar la concepción del romanticismo pero también para dotar al cine de una verborrea que trascendía el concepto mismo de la película. De ahí que esta trilogía no sea únicamente un círculo perfecto y transgeneracional sobre el amor en las diferentes etapas de la vida, sino que se trata de un ejercicio de estilo cinematográfico casi inédito: una conversación perpetua, un frente a frente con tensión sexual, amistad, fraternalidad, miedos y responsabilidades; las mismas que adquirieron Delpy y Hawke para llevar a sus personajes a un terreno tan personal a la hora de adherirse a ellos como para crear y hablar en boca de ellos. Un álter ego global que encuentra ¿desenlace? en Antes del anochecer, o la última reflexión de esa idílica pero problemática pareja que todos queremos protagonizar.
Antes del anochecer, en contraposición de las dos primeras, si bien mantiene ese constante halo de batalla dialéctica, se torna más personalista y existencial en las dudas sobre el amor y sus paradojas, el paso del tiempo y las elecciones, los trapos sucios y los recuerdos idílicos, las proyecciones truncadas y los sueños por cumplir, la meta de una pareja que se proyecta a lo largo del tiempo o decide dejar de luchar como salmones contracorriente. Más explícitamente sombríos y desgarradores que utópicos, este desenlace no invita a darte una respuesta definitiva como sí hacen el resto de dramas románticos, sino que mantiene la mística reflexiva de ese amor, tan eterno como las esperas en ciclos de nueve años que nos han mantenido alerta desde 1994. Ahora, Jesse y Céline bordean el amor desde una proyección más ambiciosa que la de la mera aventura, ubicando el objetivo en los años que vendrán, pasando revista y haciendo resumen de las verdes golondrinas de sus inicios y manteniendo la llama en medio de una conversación que sigue cuestionándose todo, pero que no puede dejar de amar. Un nuevo alegato de la construcción de narrativas-dentro-de-otras que convierten cada escena, independientes por sí solas pero ubicadas dentro de un conglomerado colectivo de reflexiones universales, acabando por dotar a la trilogía de Linklater en la, probablemente, mejor saga de cine romántico, entre otros subtítulos de “mejor” que se podrían sugerir. El crepúsculo que sí nos une.
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01.07.13