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J.M.Coetzee Escenas de una vida de provincias

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Sin una pizca de piedad por sí mismo, las memorias del Nobel J.M Coetzee representan un logro narrativo de máxima envergadura: convertir la banalidad de una vida carente de heroísmo en una narración inolvidable y exultante de detalles.


PABLO SANTIAGO CHIQUERO |
Es curioso el título que escogió el premio Nobel de Literatura J.M.Coetzee para recoger los tres tomos de su autobiografía, que antes se habían publicado de forma individual en Infancia,Juventud y Verano. Cierto que en la vida de Coetzee abundan los escenarios rurales, pero Escenas de una vida de provincias no es un libro carente de grandes ciudades, y largos pasajes del libro transitan con el autor viviendo –o literalmente varado– en escenarios urbanos como Johannesburgo, donde estudió, o Londres, donde trabajo como programador de la IBM (un trabajo, cuanto menos, inusitado para un futuro escritor).
Así que el lector acaba por preguntarse, ¿cuál es la provincia a la que se refiere Coetzee? ¿Es Worcester, una ciudad sudafricana radicalmente racista y apartada de la civilización, donde el escritor pasó los primeros años de su vida? ¿O es el Karoo, ese gran desierto sudafricano “creado para las ovejas”, que se ha ido vaciando poco a poco de vida a medida que sus pobladores emigraban a las ciudades, y en la que la familia Coetzee posee una granja desde hace varias generaciones? ¿O quizá la “provincia” de Coetzee tiene más que ver con la soledad, con el desolado paisaje interior, con la falta de asideros vitales y morales que el hombre puede experimentar en cualquier lugar, en el campo, pero también en mitad de una gran urbe poblada por millones de personas?
Sí, esa parece ser la respuesta correcta. Las escenas de una vida de provincia no tienen tanto que ver con el paisaje, sino con la tristeza, la soledad y la miseria –a veces material, otras veces sólo moral–  a la que el escritor se enfrentó, seguramente por un carácter inclinado a la melancolía y la depresión, durante buena parte de su vida. La provincia puede estar en un pueblo perdido de Sudáfrica, pero también en la vida anodina de la ciudad, o en la convivencia indeseada con el padre, o en las relaciones de pareja inestables, pobres y mal correspondidas. Porque Coetzee, en sus memorias, no se trata con piedad a sí mismo, ni siquiera con un poco de conmiseración o afecto. En tercera persona, con un desafecto hacia sí mismo casi absoluto, Coetzee desmenuza sus recuerdos y sus vivencias para transmitirnos la indigencia interior de un joven insatisfecho por la pobreza de sus relaciones personales y la angustia que le provoca su vocación de escritor.

Estilísticamente, Infancia y Juventud son libros hermanos y representan un logro narrativo de máxima envergadura: convertir las pequeñas banalidades de una vida carente de heroísmo en una narración exultante de detalles, que no se puede dejar de leer por la perfección y la limpieza de su prosa. Verano es un relato más fragmentario, aunque igualmente transparente: el escritor recrea una serie de entrevistas con personas que lo conocieron para retratar su anodina existencia con su padre en una casa de los suburbios. Sin duda, un libro de los que dejan huella.

http://www.elmurodeloslibros.com/286/articulo/escenas-de-una-vida-de-provincias/

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