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Marie-Luise Scherer La bestia de París y otros relatos de no ficción

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Con un estilo naturalista, eficiente y muy atento al detalle, los reportajes de la reportera alemana Marie-Luise Scherer se encuentran entre lo mejor del periodismo europeo de los años ochenta y noventaLa bestia de París y otros relatos (Sexto Piso, 2014) recoge algunos de sus mejores "relatos" de no ficción.


JOSÉ DE MARÍA ROMERO BAREA

Los cuatro textos que componen La bestia de París y otros relatos (Sexto Piso, 2014) participan de la ficción y la crónica periodística. Su autora, Marie-Luise Scherer (Saarbrücken, 1938), los concibió para el semanario alemán Der Spiegel, que los publicó durante los años 80 y 90 del pasado siglo. Fueron recogidos posteriormente en el volumen Der Akkordeonspieler (2004). Así pues, el estilo y la construcción narrativa de Marie-Luise Scherer, que se asocian a la literatura de ficción, consiguen atrapar la fugacidad e inmediatez de los acontecimientos, al modo del mejor periodismo. 

El primer relato del libro se ocupa del asesino en serie Thierry Paulin, al que llaman "La Bestia de París". Entre 1984 y 1987 cometió, en algunos casos con ayuda de un cómplice, 21 asesinatos con robo de ancianas, aunque el botín, por lo general, no sobrepasaba el centenar de francos, botín que financiaba, en parte, su lujoso estilo de vida de homosexual en París. La estrategia de Paulin era siempre la misma: elegía al azar una anciana, la seguía por las calles de Montmartre, la asaltaba a la puerta de su apartamento y la apuñalaba o estrangulaba de la manera más brutal. 

Lo fácil hubiera sido caer en el sensacionalismo. Sin embargo, Marie-Luise Scherer comienza su historia al modo de una narración naturalista: “Mademoiselle Iona Seigaresco tenía prisa por ser vieja. Llevaba un pequeño sombrero de fieltro de color marrón que, sin prestar atención al eco que le devolvía el espejo de su armario, se encasquetaba sin más, bastándole que el sombrero cayera bien ajustado hasta abajo y le escamoteara el rostro” (p. 9). El estilo, en traducción de José Aníbal Campos, es informal y eficiente. La expresión, sencilla y elegante. El lenguaje limpio y lúcido, que nos lleva a evocar la escena de forma inmediata. 

Marie-Luise Scherer es prolija en detalles: sabe a qué hora llamó a la anciana a su concierge en el Boulevard de Clichy, la última vez antes de caer víctima de uno de esos asesinatos brutales. Describe cómo viven Paulin y su cómplice Mathurin, cómo se alejan y luego terminan juntos de nuevo en París. Despiadada es la nitidez con la que Scherer describe los actos monstruosos de Paulin y las vidas de la pareja gay. Apenas 70 páginas escritas con la fría indiferencia de una periodista que hubiera seguido al asesino cámara en mano, testigo mudo de los acontecimientos. Un texto emocionante y gélido al mismo tiempo, que aúna la frialdad de los hechos con sucesos personales, ensanchando nuestras perspectivas, permitiéndonos contemplar vidas ajenas en contextos parecidos a los nuestros.

En La bestia de París y otros relatos, los géneros literarios se suceden y superponen: la literatura de viajes, las memorias, el ensayo histórico, la literatura de ficción que se deriva de sucesos reales, junto con la ambigua literatura del yo. “El último surrealista”, segundo relato de la colección, participa de todos ellos, mientras se adentra en el París literario del modernismo clásico, núcleo central de la vanguardia artística, al menos desde el siglo XIX. Sobre la base de conversaciones detalladas con el escritor y periodista Philippe Soupault, uno de los principales iniciadores del surrealismo, Scherer diseña un fascinante retrato del círculo alrededor de André Breton y Louis Aragon. 

Con una prosa que combina el ingenio y la investigación, la autora alemana nos descubre las intrigas internas del grupo de los surrealistas antes de su primera manifestación pública en 1924. La necesidad de reconocimiento de Breton, un Aragon que a menudo ni siquiera está en la ciudad, un maquinador e impopular Cocteau, un Dalí servil. Sorprenden los juicios poco halagadores de Soupault acerca de sus colegas. “Y como Proust”, dice Soupault, “Joyce, con su obra, se adhirió a una religión. Eran realmente personas enfermas, víctimas de sus libros extraordinarios” (p. 87). 

El tercer relato, “Cosas sobre Monsieur Proust”, aborda la versión cinematográfica de Un amor de Swann de Volker Schlöndorff. El resultado es un fresco implacable, aunque no intrusivo, de la clase aristocrática parisina. Además, Scherer aporta datos valiosos sobre el estilo de trabajo del autor francés. “Durante una cena en el Ritz a la que Proust fue invitado junto con la princesa Soutzo en marzo de 1919 por Harold Nicholson, participante de la delegación francesa en las negociaciones de paz, el escritor puso nervioso al diplomático inglés con sus detalladas y obsesivas preguntas acerca de su trabajo. Proust interrumpió a Nicolson después de la primera frase (“Nos reunimos habitualmente a las diez de la mañana”), diciéndole: “No, va usted muy rápido, empiece de nuevo. Usted viaja con el coche oficial, se baja en el Quai d’Orsay, sube las escaleras y entra en el salón de conferencias. ¿Qué sucede entonces?”. Nicolson, pues, informó de todo a ese invitado a la cena, ese hombre “pálido, sin afeitar y adulador”, según dijo acerca de Proust” (p. 98).

Leyendo esta cita, uno intuye que la misma obsesión enfermiza por el detalle que guía a Proust parece ser la consigna de Marie-Luise Scherer en el libro que nos ocupa. El trabajo fascinante y fatigoso de la alemana consigue retener el fraseo de los personajes, las secuencias de sucesos, los detalles que muestran la personalidad, la atmósfera, el contenido sensorial y emotivo de cada escena. Su prosa contribuye a aclarar las complejidades de la mente del escritor francés y, por extensión, la de cualquier escritor. 

Características exaltación y extravagancia se dan cita en el relato final. “Grititos de reencuentro”, que revela el funcionamiento interno de los habitués, el círculo interno de la moda de París. Algunos de los iniciados de este mundo se presentan como auténticos extraños, como la italiana Anna Piaggi, “en la cabeza una gorra de rafia cuya visera, que se eleva en diagonal, tiene el tamaño y la forma de una hoja de remo” (p. 117). De igual manera, es extrema la presentación de la gran Exzentrikerin Piaggi, que murió en 2012, o la de Anna dello Russo de Vogue Japón. 

“Grititos de reencuentro” penetra de lleno en el mundo de la moda parisina. Sin embargo, este texto no revela mucho más de la industria que los prejuicios del  lector medio. Con una distancia irónica que surge casi con el tema, Scherer, informa desde la Semana de la Moda de París, sobre la que no hay casi nada que decir, pues no se trata de moda, sino de ver y ser visto. La decepción de la autor se adapta de manera significativa a la del lector. “La vivencia de ocho días de moda se va achatando hacia el final, convirtiéndose en una monotonía ruidosa. Es entonces cuando todos se alegran de un incidente como el siguiente: en el hotel InterContinental, en la calle de Castiglione, esquina con la calle de Rívoli, donde se hospeda mucha gente del mundo de la moda, la suite de un jeque árabe ha quedado destrozada por su halcón de caza.” (p. 127).


Marie-Luise Scherer se inició como reportera en el Kölner Stadt Anzeiger, se mudó a Berlín para trabajar en la revista Berliner Morgenpost. Después de trabajar para diarios de Colonia y Berlín, se trasladó a Hamburgo y escribió para los semanarios Die Zeit y Der Spiegel. Por su trabajo ha recibido numerosos premios, entre ellos dos veces el Premio Egon Erwin Kisch, el Ludwig Borne y el Premio Heinrich Mann. 

http://www.elmurodeloslibros.com/284/articulo/la-bestia-de-paris-y-otros-relatos-de-no-ficcion/

«Una pequeña joya del periodismo literario». 
Klaus Bitterman -






Thierry Paulin
This picture was probably taken in the night club: Paradis Latin. Known for it's transvestite shows.













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