
Por Guillermo Almeyra
Todos los gobiernos "progresistas", que dicen o dijeron que querían construir relaciones no capitalistas incluso socialistas en sus respectivos estados, no sólo son integrantes del sistema capitalista mundial sino, además, gravemente dependientes del mismo, y además de vender demagógicamente aire frito logran con sus fracasos desprestigiar la idea misma del socialismo. Ahí están los ejemplos recientes de la Unión Soviética estalinizada y de su bloque de países "socialistas" que tenían que cercarse con muros o alambres de púas para que los trabajadores no salieran, o más cerca de nosotros, el caso de los gobiernos brasileño, argentino, o el de Nicolás Maduro y su PSUV burocratizado.
La creación de experiencias de capitalismo de Estado, incluso en países ricos en recursos de todo tipo, como la ex Unión Soviética, mantiene la dependencia del mercado mundial, obliga a seguir a los países más avanzados en una carrera consumista y de preparación militar que no pueden sostener, presenta como si fuesen universales los valores, modelos de vida y la cultura de los países más industrializados. La prueba del "éxito" sería entonces consumir como un californiano, tener varios autos privados por familia, despilfarrar productos inútiles producidos con escasos y valiosos recursos naturales… hasta que todo se derrumbe debido a la falta de agua o a la contaminación ambiental, como en China.
Ni el crecimiento del producto interno bruto ni una distribución más equitativa de la riqueza producida son socialistas, aunque el socialismo sea imposible en la miseria y la escasez y sin justicia social. No es posible hablar seriamente, como Álvaro García Linera, de socialismo comunitario del vivir bien cuando las comunidades están integradas en el mercado capitalista nacional y mundial, dependen para competir de la explotación de mano de obra familiar pésimamente pagada o incluso gratuita (niños, mujeres, parientes) y el país depende totalmente de la extracción y exportación de productos primarios y de los ingresos de millones de expatriados que se separaron de los suyos y de su país para encontrar trabajo. Lo de que en el capitalismo de Estado se producen solo mercancías, valores de cambio, mientras que, según García Linera, el gobierno "socialista" de un país atrasado y dependiente como Bolivia con su capitalismo de Estado produciría valores de uso no mercantiles, es muy poco serio y choca, por ejemplo, con el gasolinazo decretado por el mismo vicepresidente o con el avasallamiento a la autonomía indígena –productora de bienes de uso– en el caso del TIPNIS para favorecer la extracción y la distribución de mercancías.
El socialismo ni lo construyen ni lo conceden los estados, que son capitalistas y órganos de dominación del capitalismo mundial y de las clases dominantes locales. Tampoco se "instala" de la noche a la mañana, y menos aún en países aislados. Es el resultado de la movilización, la organización, la toma de conciencia que adquieren en sus luchas y en sus experiencias los trabajadores. Se empieza a construir desarrollando la autorganización, la autogestión, la confianza en sí mismos y la seguridad de los explotados, así como la solidaridad, la relación amigable con el medio ambiente, la sustitución de los despilfarros por consumos sostenibles, la construcción de nuevos modelos de consumo colectivos (como el transporte en común o la producción local de alimentos orgánicos).
La Jornada de México