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El discreto renacer del lujo

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La noción de exclusividad se reinventa tras la exuberancia de la década pasada que encarnaron marcas como Gucci. En la imagen, una valla publicitaria de la firma italiana en Shanghai. Es una fotografía de Henrik Berger Jørgensen que cuenta con algunos derechos reservados.
Sunday, November 14, 2010


El sector del lujo anda en proceso de reinvención. O más concretamente de regresión. Tras los excesos y sobredimensionamiento de la década pasada, la industria vuelve a enarbolar la exclusividad y la autenticidad como valores frente al brillo y la ostentación.
Se acabó el bling bling. Con esa afirmación, Bernard Arnault (dueño y señor del entramado de empresas de mayor grupo de lujo del mundo LVMH) daba carpetazo a los casi diez años de esfuerzos por parte de esta industria por colarse en los armarios, planes de ocio, costumbres y, en general, sueños de la clase media. Una década de excesos de todo tipo, donde cualquier propuesta etiquetada como “lo último” o promocionada por una celebrity se abrazaba sin atisbo de crítica. ¿El bolso de la temporada? ¿Tratamientos faciales de caviar o diamantes? ¿Gurús personales a domicilio? ¿Sesión de spa para tu caniche? ¡Vendido!
No sólo cualquier cosa era posible, sino que era perfectamente accesible para todos. El lujo ya no era algo para unos pocos privilegiados. Durante la pujanza económica, las contradictorias nociones de “lujo democrático” (firmas y servicios exclusivos al acceso de los llamados “compradores aspiracionales”) y su opuesto la massclusivity (ediciones limitadas y “de autor” a precios relativamente económicas de marcas asequibles) se convirtieron en el ying y el yang de una filosofía que, apoyada en los créditos blandos y el espejismo de múltiples burbujas, colocó el lujo en boca de todos y en el bolsillo de una gran mayoría. Se convirtió en una epidemia global y nadie era inmune a su contagio. Ni siquiera las marcas. Y es que el flechazo fue recíproco. Las firmas se volcaron en satisfacer (y alimentar) esta demanda a golpe de relaciones públicas. La apertura de una tienda podía suponer la alianza con, al menos, un arquitecto estrella, un artista visual o una celebridad del mundo del espectáculo. O ante la duda, uno de cada.
Baja la economía, sube el pudor
Ahora, a la vista de todos está, la situación no podría ser más diferente. En poco menos de dos años, el desempleo campa por doquier y las expresiones “contención del gasto” y “recortes” pasan de la política a nuestras conversaciones diarias. Sin embargo, el sector del lujo empieza a ver la luz al fondo del túnel de la recesión (sólo que quizá ya no refulge tanto como los complementos de hace unos años). Como rezaba un reciente artículo del New York Times: “Los ricos vuelve a abrir sus carteras - con cautela”. Y es que aunque nos guste pensar (aunque sea por masoquismo) que la gente bien siempre está, pues eso, bien, la realidad es que la recesión ha afectado también a este sector que ahora renace. Con una severa crisis de identidad, eso sí. “Definiría el estado de ánimo del sector en este momento como optimista pero cauto. A todo el mundo le está yendo mejor mejor que el año pasado, que fue horrible”, explica Milton Pedraza, director del Luxury Institute, una consultora neoyorquina especializada en el sector del lujo.
Durante 2009 parece que mucha menos gente estaba por la labor de alquilar barcos o comprar bolsos con lista de espera. Y no siempre porque no pudieran. Y es que según bajó el nivel adquisitivo de la mayoría, subió el pudor de los happy few. “Había mucha sensación de culpa para aquellos que se vieron menos afectados por la crisis. No todos los clientes del lujo nacieron ricos, no son de sangre azul. Mucho veían que en su entorno la gente tenía problemas económicos. Puede que un familiar o un amigo necesitara ayuda o perdió dinero o su empleo. El paro crecía, la gente perdía su casa. Con un panorama así nadie quería enseñar productos de lujo que había comprado. Es una reacción comprensible en un momento de recesión económica severa”, nos cuenta Pedraza por teléfono desde Nueva York.
Menos ostentación
Pero no hay que buscar en la contención protestante las causas de esos sentimientos. Y es que a este lado del charco también se han dado comportamientos similares. Eso nos explica Lourdes Carbó, directora de Alberta La Grup, una empresa de concierges y asistentes personales, un modelo de empresa muy presente en otros países pero poca tradición entre nuestra clase dirigente. “Somos los mayordomos del siglo XXI”, resume entre sonrisas Carbó. “Nuestra clientela son personas con poco tiempo que necesitan a alguien de confianza que se ocupe de diferentes aspectos de su vida privada y su familia”. Eso quiere decir “desde organizar un cumpleaños o buscar un colegio para sus hijos hasta ayudar en trámites de un proceso de adopción, organizar una fiesta o preparar una segunda residencia para la familia. Cualquier cosa que nos pidan”. Algunas de lo más mundano “no importa lo rico que seas, siempre hay un momento en el que vas a necesitar un fontanero de emergencia”. Siempre es un consuelo saberlo.
Aunque su clientela la forman “profesionales con altos niveles de estrés en su trabajo, que debe compaginar con una intensa vida social”, esta “gente estresada” suelen ser millonarios con al menos, un millón de euros en banca privada. Sin embargo, en su empresa han notado “cuiertos cambios en las peticiones de los clientes”. Lourdes Carbó cuenta como una vez tuvo que organizar la recogida de “18 pares de zapatos en una tienda” que alguna cliente había comprado de una tacada. Ahora se requiere ese mismo servicio pero por los valores de los que hablaba Pedraza: “se evita mucho más cualquier ostentación”. En ocasiones, “el cambio ha sido obligado, claro” pero esta emprendedora catalana también observa que “muchas veces se contiene el gasto con una vocación ejemplarizante” ya sea hacia los empleados de su empresa o incluso a su propia familia.
Vuelven las ganas de comprar (clásicos)
Pero parece que hay motivos para el optimismo. “Algo ha cambiado en los últimos meses y la gente vuelve a querer lucir un poco más”. Eso sí, sin los demanes de otras épocas. Ahora comprar lujo vuelve a significar calidad y atemporalidad. Junto con el bling bling, expresión que acuñaron los raperos para referirse al gusto desmesurado por el oro y los brillantes de las estrellas del hip hop, parece que también murió la tendencia y el it bag. “Las marcas tienen que volver a ofrecer a sus clientes el llamado “lujo clásico”. Es decir, calidad, buen diseño, la artesanía y el halo que conlleva una firma histórica, que es un valor en sí mismo. Porque al cliente le interesa que si compra un bolso Kelly de Hermès, por ejemplo, tendrá siempre vigencia, un estilo atemporal”, continúa Pedraza con gran clarividencia, a juzgar por lo que nos cuentan, por ejemplo, desde Chanel. “Es cierto que seguimos apostando por la creatividad y la innovación y Karl Lagerfeld continúa desarrollando sus colecciones con total libertad, pero sí que hemos notado que las clientas buscan productos más duraderos, respecto a las prendas de tendencia de otros años. No ha sido una estrategia de la marca, sino algo que hemos constatado en las ventas”. Al parecer, las ventas de los productos distintivos de la casa, “como la clásica chaqueta emblema de la casa, la bailarina bicolor o los bolsos 2.55” han aumentado respecto a otros años, declaran desde la legendaria casa francesa.
Parece que esta consigna ha calado también en otra de las empresas tradicionales del sector que se convirtió en estandarte del llamado “nuevo lujo” durante la década pasada: Louis Vuitton. En sus últimas campañas publicitarias, lejos de mostrar la enésima reinterpretación “de autor” de su conocida lona Monogram (una de las estrategias “de tendencia” durante los últimos años), trata de revitalizar los productos más clásicos de su catálogo, a la vez que reivindicar el papel de la artesanía. La firma se ha decidido por mostrar primero “productos icono de la Maison, más que artículos estacionales o de tendencia” (en la campaña con protagonizada por personajes como Mijaíl Gorbachov o Francis Ford Coppola) y más recientemente, destacar el “savoir faire y la artesanía”. En la campaña del pasado invierno las fotografías, con iluminación y composición muy pictórica, mostraban el proceso de creación manual de los artículos. Y, según nos cuentan la firma, “continuará centrándose en su historia, sus tradiciones y la artesanía” en su comunicación. A juzgar por estas marcas, el pasado es lo último.
Conjugar pasado y presente
Lo cierto es que por mucho que el cliente del lujo le guste saber que su zapato se ha cosido a mano o que el mobiliario de su casa tiene idéntico aspecto y proceso de fabricación que diseñó algún arquitecto desaparecido desde hace décadas, ha vivido también la más democrática de las revoluciones: Internet. La tecnología digital y las redes sociales han dado voz al consumidor y le han posibilitado, no solo a acceder a información sobre lo qué compra, sino comunicarse de igual a igual tanto con las marcas como otros usuarios (recomendando o desprestigiando productos desde la comodidad de su hogar).
El sector más elitista que existe se da de bruces con un consumidor que, de acuerdo con un estudio del Luxury Institute, ya no aspira a que los artículos de lujo sirvan para confirmar su estatus. Su director nos amplía esta idea “Estas marcas, muchas empresas familiares de larga historia, tienen que darse cuenta que todo ha cambiado y ahora el protagonista es el cliente, frente al producto o el canal de distribución en otras épocas”. Y la actualización pasa, entre muchas otras cosas, por la red. “Se empieza a valorar la comodidad. ¿Por qué ir a la tienda si puedo comprar desde casa online”, algo que parece casi sacrílego en este sector. Aunque, en realidad, hay muchos artículos (libros, billetes de avión) que se adquieren de esta forma desde hace años independientemete del tamaño de tu cartera. “Deben entender que la web y la experiencia en tienda son dos canales que se retroalimentan. Quizá me acerco a la tienda un día porque vi algo en la página de la marca que me interesó. O al contrario. Es una experiencia multicanal que está comunicada y debe ser cuidada por igual”.
Y “cuidar” es la clave en toda esta reinvención que esta viviendo esta industria. “Ahora existe la sensación de que muchas firmas olvidaron esta relación”, durante los tiempos en los que los productos prácticamente ’se vendían solos’. Este experto insiste “No me refiero a la relación con el VIP o la celebrity” que sirvieron de gancho durante la década pasada, sino “a su comprador real”, al de toda la vida. Lourdes Carbó viene a confirmarlo: “El sector se ha dado cuenta de que durante años hemos estado ofreciendo artículos y servicios pero nadie preguntó ¿qué significa lujo para ti? Ahora estamos en ese momento”
Comprar experiencias
El sector empieza a vislumbrar la respuesta a esa cuestión que no podía ser más sorprendente. Y es que si nos preguntamos ¿qué puede querer una persona que lo tiene todo? En la época de la pujanza la respuesta hubiera sido “otro de cada y más grande/brillante/caro, si puede ser”, ahora sin embargo es otra: nadie quiere “cosas”.
Lo intangible se ha impuesto como última forma de exclusividad. “Se trata de recuperar la autenticidad” Y frente a la recogida de casi una veintena de pares de zapatos ahora las peticiones a Alberta La Grup son distintas. “Experiencias de cultura, como una ruta por las bibliotecas privadas de Barcelona” o una versión sofisticada del “Camino de Santiago que incluye porteadores, fisioterapeutas y descanso en Paradores”, pasando por el cumpleaños infantil que consiste en un bautismo de mar para el homenajeado y sus amiguitos (que sale a menos de 20 euros por cabeza, una nimiedad para los millonarios). Milton Pedraza, al otro lado del Atlántico lo constata: “La gente quiere más experiencias. Está dispuesta a sacrificar otros bienes para seguir compartiendo momentos especiales con sus parejas o familiares, crear recuerdos para siempre. Muchos han recortado gastos pero no han dejado de viajar, de irse de vacaciones. Aunque no quiere decir que le hayan dedicado menos presupuesto también a estos viajes. Pero en nuestros estudios hemos descubierto que era la prioridad número uno que nadie estaba dispuesto a sacrificar”.
Pero incluso en esta partida presupuestaria aparentemente intocable para los más ricos ha sufrido cambios. Ana Bru, de Bru & Bru (una agencia especializada en destinos exclusivos única en nuestro país de incluir los vuelos espaciales de Virgin Galactic) cuenta que “Algunos quizás han cambiado las largas distancias por el viaje tradicional de toda la vida, cuidado hasta el más mínimo detalle, por algún país de Europa. Otros han preferido sacrificar las pequeñas escapadas de dos o tres días pero nadie renuncia a sus vacaciones, al viaje de su vida”.
Las vacaciones pueden ser en destinos más cercanos, pero se exigen vivencias únicas para esos días. “Hay una tendencia a de querer vivir cada viaje a través de experiencias y sensaciones que nos hagan conocer y conectar con la realidad del destino que estamos visitando, interactuar con la gente del país”, continúa la empresaria. Es lo que en su agencia han bautizado como productos Don’t Tell, es decir, “que están fuera del mercado”. No se trata ya de pasar un mes en el otro lado del mundo, sino de “descubrir” el pequeño restaurante que no sale en las guías, disfrutar del atardecer en un paraje del todo inaccesible o ser la única persona tomando el sol en una playa. Lo dicho, el gran reclamo ahora es la autenticidad.
…Y la “experiencia” de comprar
Todos estos valores, pese a que se aplican a cuestiones intangibles, están siendo recogidos por las marcas para acercarse a su clientela. Desde Louis Vuitton nos cuentan que “en el caso de los Pedidos Especiales, ofrecemos a los clientes la posibilidad de visitar los talleres y de vivir el proceso de creación de su producto mientras se está fabricando, lo que es una oportunidad única e inolvidable”. Milton Pedraza cree que, junto al salto definitivo a Internet la “experiencia de compra” es una de los puntos imprescindibles para este sector. “Deben convertir ese momento en algo memorable, especial, entretenido. Ahora comprar suele ser bastante aburrido. No se trata de convertirlo en Disneylandia sino de conectar con la gente de una forma real, hacer sentir bien al cliente”.

Cambio celebrities por árboles

Antes de la recesión, las marcas de lujo invirtieron recursos y esfuerzos en crean eventos donde se las vinculara con las cuestiones más mediáticas del momento: la cultura, el arte contemporáneo, la arquitectura “de autor” o las celebridades. Algunos de estos asuntos siguen teniendo cierto tirón, pero se están sustituyendo por otras preocupaciones cuanto menos, más loables.
“Mucha gente dejó de comprar en 2008 por una cuestión puramente ética”, confirma Pedro Nueno, profesor de IESE y organiza anualmente unas jornadas en las que se han dado cita represetantes de firmas de sectores tan diversos como DiorPradaHackett o las bodegas Vega Sicilia. “Por esta razón ahora las marcas deben acercarse al cliente mediante esos valores”. El producto y la marca ya no justifican el precio. “Intentan no asociar sus artículos con cuestiones frívola, sino ofrecer una historia, una empresa familiar que cuida la artesanía. En definitiva, el cambio consiste en tratar de ofrecer un contenido verdadero, con una ética asociada”.
Desde Nueva York, Milton Pedraza nos confirma la necesidad de estas empresas de “ser más responsables socialmente, sostenibles, usar materiales eco-friendly. Aunque durante la recesión muchas empresas de todos los sectores se olvidaron. Pero creo que la sostenibilidad va a ser un tema vital para estas empresas en el futuro”.
De hecho cuestiones como la responsabilidad social corporativa, el cuidado del medioambiente, la colaboración con fundaciones y organizaciones no gubernamentales están susteyendo a otros temas más folclóricos en el ámbito de las relaciones publicas e incluso, en el propio mensaje publicitario. BMW, el símbolo masculino de estatus por antonomasia, ahora habla de emisiones de CO2 y consumo energético en sus campañas. Por su parte, la firma italiana de joyería Bulgari empezó el año pasado una estrecha colaboración con la ONG Save the Children. Mientras que desde Louis Vuitton nos aseguran que “comparten valores y lazos con Aldeas Infantiles”.

http://www.cristinadiaz.net/?p=79#more-79

Bourdieu viene a la ciudad: pertinencia, principios, aplicaciones (fue uno de los sociólogos más relevantes del siglo XX. )

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Loïc Wacquant. Universidad de California en Berkeley. Centro de Sociología Europea, París

Resumen | Este artículo presenta los temas y contribuciones de la doble sección de “Eventos y debates” llamada “Llevando a Bourdieu a la ciudad”.2 Primero establezco la pertinencia de la sociología de Bourdieu para los investigadores de la ciudad, revisitando su temprana obra desarrollada en Bearne y Argelia sobre el poder, el espacio y la urbanización, vinculándola a su disección posterior del sufrimiento social en la metrópoli francesa. A continuación, pongo en relieve cuatro principios transversales que animan la práctica investigativa de Bourdieu y que pueden fructíferamente guiar la investigación urbana: (1) el imperativo bachelardiano de la ruptura y la vigilancia epistemológica, (2) el mandato weberiano para efectuar la triple historización del agente (habitus), el mundo (espacio social, del cual el campo es solo un subtipo), y las categorías del analista (reflexividad epistémica), (3) la invitación leibniziana-durkheimiana para desplegar el modo topológico del razonamiento para rastrear las correspondencias mutuas entre el espacio simbólico, el espacio social y el espacio físico, y (4) el momento cassireriano que nos insta a reconocer la eficacia constitutiva de las estructuras simbólicas. También señalo tres trampas que los exploradores bourdianos de la ciudad deben tener especial cuidado para evitar: la fetichización de los conceptos, las seducciones de un “hablar bourdiano” sin realizar las operaciones de investigación que las nociones de Bourdieu estipulan, y la imposición forzada de su marco teórico en bloque cuando se utiliza de forma más productiva en conjunto mediante la transposición.

palabras clave | Bourdieu, ciudad, espacio, topología social, poder simbólico, vigilancia epistemológica, campamento, urbanización, estudios urbanos.

Bourdieu viene a York, Inglaterra

En mayo de 2012, una convocatoria internacional de investigadores, que abarcó sociología, antropología, ciencias políticas, geografía y diseño urbano, tuvo lugar en la Universidad de York a partir de una invitación de Mike Savage y de mí mismo para un taller de dos días, copatrocinado por la revista International Journal of Urban and Regional Research (ijurr), destinado a evaluar las perspectivas, los beneficios y las trampas de “Llevando a Bourdieu a la ciudad”; es decir, a traer los conceptos, los métodos y los argumentos distintivos del autor de La Distinción (Bourdieu, 1979) para apoyar directamente la investigación urbana.3 La agenda de la reunión fue presentada de la siguiente manera:

Al inicio del siglo, la ciudad es nuevamente el lugar privilegiado de rápidas innovaciones tecno-económicas, desigualdades sociales resurgentes, marginalidades arraigadas y viciosas divisiones culturales. Estas asumen nuevas y agudas formas, y generan prácticas innovadoras de protesta que requieren enfoques analíticos novedosos. La obra de Pierre Bourdieu es un gran recurso teórico y empírico no explotado para estudiar estas temáticas y para, en el proceso, enriquecer la sociología urbana. Este taller reunirá académicos que han utilizado los conceptos más distinguidos de Bourdieu (habitus, capital, campo, poder simbólico, doxa) para analizar giros de práctica, estructura y política en la ciudad. Ellos harán un balance de sus hallazgos, aclararán las implicaciones de su trabajo y especificarán los méritos y los límites del marco de Bourdieu para el análisis urbano.

La idea para esa reunión surgió después de leer el provocativo y parcial texto The Lost Urban Sociology de Pierre Bourdieu (La sociología urbana perdida de Pierre Bourdieu) de Mike Savage (2011), mientras dictaba mi curso de otoño de 2011, llamado “Metropolis Unbound: Whither Urban Sociology?” (Metrópolis desatada: ¿Adónde va la Sociología Urbana?) en Berkeley. La persistente dificultad para identificar las ramas más pertinentes de Bourdieu para la investigación ‘sobre’ y ‘en’ la ciudad, la continua confusión en torno a los orígenes y el propósito de sus construcciones teóricas, junto con la lentamente creciente marea de publicaciones (ahora convertida en tsunami) haciendo invocaciones retóricas de sus conceptos sin ponerlos realmente en práctica4, me convenció de que el momento era propicio para llevar a Bourdieu explícitamente hacia los estudios urbanos.

Esto implicaría tres movimientos complementarios: primero, recuperar su temprana y tardía preocupación empírica por la urbanización y por la dimensión espacial de la dominación, contrario a la historia convencional de que Bourdieu habría “minimizado, y hasta descuidado”, este último (Ripoll 2010, p. 365); segundo, explicar el lugar del modo topológico del razonamiento y la trialéctica de espacios simbólicos, sociales y físicos en el corazón de la visión de Bourdieu sobre la sociedad y la historia (Wacquant, 2013); y tercero y más importante, reunir y mostrar el significativo cuerpo de investigación y teorización urbana ya producido por una nueva generación de académicos alrededor del mundo que emplean exitosamente los principios y proposiciones de Bourdieu.5 Esto rápidamente llevó a la idea de una conferencia de trabajo diseñada para crear un impulso para este proyecto, que Mike Savage organizó con entusiasmo y generosidad en York en la primavera siguiente, justo antes de su traslado a la London School of Economics.

Al decir de todos, el evento fue enérgico y energizante tanto para los participantes como para la audiencia. El primer día se presentaron cuatro sesiones ampliadas con investigadores que han desplegado a Bourdieu en el frente metropolitano, dedicado al aislamiento territorial y a la espacialización de la desigualdad; migración, etnicidad y precariedad urbana; políticas públicas y la reestructuración del espacio urbano; y dominación simbólica, capital cultural y clases medias urbanas. El segundo día contó con una intensa discusión en torno a artículos más cortos de investigadores jóvenes (incluyendo estudiantes de doctorado) de lugares tan lejanos como Oslo, Los Ángeles, Bristol, Winnipeg, Ámsterdam y París, sobre temas como el poder y el privilegio en la ciudad, privación y desorden en conjuntos de viviendas sociales, métodos para investigar las divisiones comunitarias y culturales, y política metropolitana. Esta doble sección de “Eventos y debates” se basa en una selección de los artículos presentados en York, junto con artículos adicionales reclutados especialmente para ella (de colegas que fueron invitados al evento británico, pero no pudieron asistir debido a problemas de agenda).

Una de las principales virtudes del marco teórico de Bourdieu es su capacidad de abarcar niveles de abstracción y de viajar sin problemas a través de escalas analíticas para vincular grandes estructuras de poder (un país, estado o metrópoli) al nivel meso de las instituciones (tales como campos de producción cultural, ciencia, periodismo y política), hasta las minucias de la interacción cotidiana y la textura fenomenológica de la subjetividad encapsulada por el concepto de ‘práctica’. Una segunda característica atractiva de la sociología de Bourdieu es su compromiso permanente de tratar los determinantes materiales y simbólicos, no como causas finales, sino como momentos entretejidos en un análisis que gira sin cesar entre estos dos componentes de la vida social y como recursos que pueden movilizarse, y también convertirse en estrategias sociales. Un tercer elemento es su práctica seductora de politeísmo metodológico que desafía frontalmente la oposición convencional entre técnicas establecidas de investigación, ejemplificadas hoy en día por el abismo adormecedor y la ignorancia mutua entre los estudios cuantitativos del “urbanismo global” y las investigaciones cualitativas de la sociabilidad y la cultura urbana a ras de suelo.6

Las contribuciones aquí reunidas7 ejemplifican colectivamente estas cualidades. El primer grupo de seis trabajos publicados en este número toma una visión macroscópica desde arriba, basándose en análisis cuantitativos (encuestas y análisis de correspondencias múltiples, la técnica estadística favorecida y fomentada por Bourdieu; véase Lebaron y Leroux, 2016) y el seguimiento de estrategias de protagonistas clave ‘en’ y ‘sobre’ el campo del poder para iluminar la producción y reproducción de la desigualdad urbana, y el cambio a nivel estructural a través de la creación de categorías de percepción espacial, formas distintivamente urbanas de capital cultural, y estrategias de clase de control sobre el lugar y el hogar. Un segundo grupo de artículos que continuarán este número [de ijurr] migrará hacia abajo de la estructura de clase y urbana para ofrecer una visión microscópica complementaria desde abajo, basándose en la observación etnográfica y entrevistas en profundidad para llevar cabalmente al lector hacia el tejido cognitivo, emocional, estético, religioso, criminal y político de la existencia ordinaria en La Paz, Estambul, Buenos Aires, las viviendas sociales de la periferia parisina, una villa miseria argentina, una pequeña ciudad de Dinamarca, y un rincón violento del centro de Filadelfia.

La pertinencia urbana de Bourdieu: una breve digresión juvenil

Este no es el lugar para recorrer los voluminosos escritos de Bourdieu (unos 37 libros y alrededor de 400 artículos) a fin de extraer una recapitulación completa de sus investigaciones directas o indirectas acerca de las formas y fuerzas urbanas a lo largo de las cuatro décadas de su prolífica vida científica. Pero es útil establecer la pertinencia básica del sociólogo francés en las agendas clásicas y contemporáneas de los investigadores urbanos, para así centrarse en un conjunto poco conocido de estudios vinculados que abordan la urbanización oblicuamente; a saber, sus primeros escritos sobre trastornos sociales, ruptura cultural , y formación del sujeto en la Argelia colonial y la Francia rural.8

En una serie de largos artículos y tres libros (algunos solo y otros coescritos con su estudiante y asistente de campo de Cabilia, Adbelmalek Sayad, y con un grupo de matemáticos de la oficina francesa de estadística con sede en Argel), publicados entre 1958 y 1964, el joven Bourdieu disecciona las contradicciones y conflictos que devastan la sociedad colonial de Argelia, donde había sido enviado para cumplir su servicio militar, y la crisis de la sociedad campesina de Bearne, una remota región rural de los Pirineos donde se había criado antes de trasladarse a París para su educación universitaria.9 En ambos sitios, la urbanización es el vector y la expresión clave de la transformación social, y la ciudad, el pueblo, o el campamento, el sitio que ancla y materializa las fuerzas que disuelven el tejido social del campo francés, por un lado, y que derriba el imperialismo francés en el norte de África, por el otro.

Basado en un estudio sobre patrones de matrimonio en su poblado de la infancia, que combina historia social, estadísticas y etnografía, Bourdieu muestra cómo la situación económica y social influye en las tasas crecientes de soltería en una sociedad campesina basada en la primogenitura, mediante la mediación de la conciencia corporeizada que los hombres adquieren desde esta posición. La escena de un baile de sábado al margen del cual los solteros locales se reúnen sin bailar sirve para diseccionar la colisión cultural entre campo y ciudad, y la consiguiente devaluación de los hombres del poblado a medida que las categorías urbanas de juicio penetran en el mundo rural:

Este pequeño baile de campo es el escenario de un verdadero choque de civilizaciones. A través de él, el mundo de lo urbano, con sus modelos culturales, su música, sus danzas, sus técnicas del cuerpo, irrumpe en la vida campesina. Los patrones tradicionales de comportamiento festivo se han perdido o han sido reemplazados por patrones urbanos. Tanto en esta esfera como en otras, la iniciativa le pertenece a la gente de la ciudad (bourg). (Bourdieu [1962], 2002, p. 582)

Debido a que su educación y posición en la división del trabajo por género las llevan a ser sensibles a la “tenue” [equipo](vestimenta, postura, conducta) y además abiertas a los ideales de la ciudad, lo que para ellas representa la emancipación, las mujeres jóvenes asimilan los patrones culturales de la ciudad más rápido que los hombres; esto condena a estos últimos a ser medidos por varas que los hacen inútiles a ojos de posibles compañeras de matrimonio. A medida que el campesino internaliza la imagen devaluada que otros forman de él a través del prisma de las categorías urbanas, llega a percibir su propio cuerpo como “empobrecido”, cargado por las huellas de las actividades y actitudes asociadas con la vida agrícola. La miserable conciencia que construye de su cuerpo lo lleva a adoptar una actitud introvertida que amplifica la timidez y la tosquedad producidas por las relaciones sociales marcadas por la extrema segregación entre los sexos y la represión del intercambio de emociones. Las tasas decrecientes de sindicatos que se derivan de lo anterior desbaratan el sistema de estrategias de reproducción social y condenan a la sociedad campesina a “una crisis mortal” (Bourdieu [1962], 2002, p. 126).

En este estudio, la ciudad emerge como el lugar invisible de la escuela, los medios de comunicación y las ocupaciones comerciales, es decir, instituciones cuya atracción magnética y estímulos distantes fomentan la “apertura” del espacio social y simbólico local. Como resultado, “la oposición entre el urbanita de la ciudad y el campesino de los poblados” viene a suplantar la oposición entre el hijo mayor y sus hermanos menores, entre obreros y sirvientes, y entre grandes y pequeñas familias terratenientes (Bourdieu [1962] 2002, pp. 67, 75), y gradualmente sella todos los lazos sociales y jerarquías culturales.10Bourdieu mapea la distribución geográfica cambiante de las personas, las ocupaciones y las actividades a lo largo de medio siglo, así como la organización espacial del hogar, para revelar cómo “la oposición entre el campesino y el urbanita surge en el corazón mismo de la comunidad del poblado” Bourdieu [1962] 2002, p. 97) y lo socava desde dentro. Sigue la intensidad y la direccionalidad de los flujos matrimoniales entre los poblados y la ciudad por distancia geográfica entre parejas y descubre que la proporción de “matrimonios exteriores” aumenta con el tiempo a medida que los residentes de la ciudad se alejan de los poblados para buscar pareja en otras ciudades y metrópolis. Se deduce que “la distancia social impone limitaciones mucho más estrictas que la distancia espacial. Los circuitos de los intercambios matrimoniales se separan de su base geográfica para organizarse en torno a nuevas unidades sociales definidas por el intercambio de condiciones de existencia y estilos de vida específicos” (Bourdieu [1962], 2002, p. 85). En otras palabras, las fuerzas urbanas hacen que el espacio social se autonomice del espacio físico a través de la difusión de constructos mentales generados por la ciudad —o que el Bourdieu maduro ([1992] 2002, p. 119) llamará más tarde “la unificación del mercado de bienes simbólicos”. Además, sus efectos se extienden mucho más allá de los límites de la ciudad, lo que la sociología urbana ingenuamente toma como frontera de su dominio empírico.

Cruzando el Mediterráneo, encontramos al joven Bourdieu examinando los dos lados del cambio cataclísmico de la colonia francesa de Argelia atrapada en la agonía de la sangrienta guerra de independencia (1954-1962), que se basaba en el control violento tanto de los espacios rurales como de los urbanos. En Le Déracinement (The Uprooting [El desarraigo], Bourdieu y Sayad (1964), y también en Bourdieu (1958, cap. 6), el filósofo francés vuelto sociólogo junta encuestas y etnografías para trazar la destrucción del campesinado nativo y su modo de producción doméstica basado en el parentesco y el honor, a través de la expoliación de tierras, la mercantilización de los cultivos fomentada por el desarrollo de los mercados urbanos y el desplazamiento forzado y reasentamiento de millones de fellah11.12 La masiva transferencia de población impuesta por los militares franceses, en un intento desesperado de socavar el apoyo al levantamiento nacionalista, generó dos constelaciones urbanas distintivas: campamentos controlados por militares, y barriadas que proliferaron en las principales ciudades de la colonia. Travail et Travailleurs en Algérie (Work and Workers in Algeria [El trabajo y los trabajadores en Argelia] Bourdieu et al., 1963) recoge la historia del lado urbano para documentar la formación custodiada de la clase obrera, reunida en los extensos distritos populares y viviendas sociales de Argel. Se profundiza en la dialéctica de las “estructuras económicas y estructuras temporales” para rastrear la forma en que los antiguos campesinos vienen a adquirir (o no) los esquemas mentales necesarios para participar en la economía capitalista y para navegar por la desconcertante escena social de la ciudad, incluyendo el “espíritu de cálculo” que fomenta la “racionalización de la conducta” característica de la urbanidad moderna.

Desde estos estudios gemelos, aprendemos que el control y la delimitación del espacio y de los asentamientos son epicentrales tanto para la imposición del poder colonial como para la resistencia indígena (involucrando tanto a los beréberes contra los árabes como a los argelinos contra los franceses) y que la apropiación de la vivienda en la ciudad es fundamental para la reestructuración de la economía material y moral de la familia. De hecho, la posición en el mercado del trabajo y el acceso diferencial a la vivienda alimentan conjuntamente la divergencia entre una clase obrera estable que apoya la revolución nacionalista y un subproletariado flotante atraído por el milenarismo (Bourdieu, 1977). Pero, sorprendentemente, es la meticulosa sociografía de la creación, estructura y funcionamiento de los campamentos de campesinos desplazados la que ofrece el modelo más claro de la sociología urbana de Bourdieu. Esto porque el campamento es una formación protourbana y antiurbana a la vez: por un lado, devalúa las formas habituales de ser, pensar y sentir de las poblaciones rurales reubicadas y funciona como cámara de aclimatación para los modelos culturales y relaciones sociales de la ciudad; y por otro lado, frena la urbanización, ya que priva a sus ocupantes de los recursos, incluidos el espacio y el tiempo, necesarios para adaptarse a su condición suspendida, mientras que revuelve los principios de visión y división social. Como una formación socioespacial artificial nacida de la coerción, el campamento ofrece un experimento social acelerado y extremo en lo que Bourdieu bautiza como “urbanización real y ficticia”.

Vale la pena recapitular aquí el capítulo “Urbanitas sin ciudades” de El Desarraigo, ya que deshace la “interdependencia que une la estructura de la organización del espacio, la estructura de los grupos sociales y el tipo de sociabilidad” (Bourdieu & Sayad 1964, p. 118). La aglomeración repentina a través de la reubicación forzosa gatilla una “transformación brutal y total” de “todos los niveles de realidad social”. El mayor volumen, densidad y heterogeneidad de los asentamientos —la definición clásica de Louis Wirth [1938] de “El urbanismo como modo de vida”—, determina un cierre de la distancia social entre los grupos establecidos (tribus y linajes) y un cambio rápido en la organización social desde el clan a la familia nuclear. Las nuevas unidades de vivienda autónomas para familias individuales “acentúan y aceleran el debilitamiento de los lazos de parentesco” y fomentan “el surgimiento de solidaridades basadas en la vecindad y sobre todo en la similitud de las condiciones de existencia” (Bourdieu & Sayad, 1964, pp. 119, 121). Residir en el conjunto compacto efectivamente “rompe el grupo” dispersando a sus miembros y aumenta el “contagio cultural” al alimentar “la confrontación de las diferencias” y al “ampliar la conciencia y el conocimiento del mundo” (ibíd., p. 123). Al crear “un campo social de tipo urbano” (ibíd., p. 132) donde el anonimato reemplaza a la familiaridad mutua, el campamento fomenta el surgimiento de un nuevo tipo de sociabilidad, simbolizada por la cafetería y la difusión del velo entre las mujeres en respuesta a la superposición disruptiva entre espacios masculinos y femeninos. La solidaridad “inspirada en imperativos habituales” y en “el sentimiento de hermandad” es sustituida por “la solidaridad de la miseria impuesta por la promiscuidad” (ibíd., pp. 136-137).

En la “situación cuasiurbana” del campamento, los modelos dominantes de comportamiento y consumo son los de la ciudad —al campamento se le llama blad, la palabra beréber para la ciudad—. Estos modelos “devalúan las virtudes campesinas, en adelante inútiles y fuera de lugar”, socavan la edad como fundamento de la autoridad y “llevan a cabo una inversión de las jerarquías tradicionales” (ibíd., p. 141) en beneficio de aquellos linajes más familiarizados con las actividades, ocupaciones y normas urbanas. Además,

la ruptura con el viejo ambiente y con las rutinas que solían asociarse a él, la ampliación del campo de las relaciones sociales, la estructura misma del espacio habitado, sea el asentamiento o el hogar, incitan comportamientos urbanos y suscitan inquietudes, intereses, y aspiraciones que son las del urbanita. (Ibíd., p. 142)

Esto es testimoniado, por ejemplo, en el rápido cambio en los perfiles de consumo (asistencia a cafeterías, gastos médicos y tabaquismo aumentan espectacularmente), la vestimenta (los peinados tradicionales son abandonados, la corbata es adoptada y el velo hace su aparición), y la adquisición de una plétora de nuevos objetos domésticos (camas de metal, armarios, tarros y platos de lata, etcétera).13 En el campamento, los ingresos y la riqueza ya no están dedicados a mantener relaciones de parentesco y valores campesinos colectivos. Por el contrario, “los nuevos ricos de hoy, cuya riqueza rara vez proviene de la tierra, se esfuerzan por imitar a los habitantes urbanos y marcar por todos los medios posibles su distancia de los campesinos” (ibíd., p. 143). El individualismo estratégico y la anomia cultural crecen al unísono:

Debido a la dispersión de unidades sociales, el aflojamiento de lazos sociales tradicionales, y el debilitamiento del control de la opinión, la transgresión de la regla tiende a convertirse en la regla; nada impide el individualismo introducido por la economía moderna. Dentro del reasentamiento, como enormes y dispares agregados de individuos aislados, cada uno se siente protegido por su anonimato; todos se sienten responsables de sí mismos, pero solo de sí mismos y por sí mismos. (Ibíd., pp. 149-150)

La protourbanización forzada también desencadena una transformación del perfil emocional de la vida cotidiana: se establece una “melancolía colectiva”, que “revela desesperación y ansiedad”. Reveladoramente, los residentes del campamento de Kerkera usan tres modismos para expresar su sensación de estar atrapados en un espacio adverso: la prisión, la desnudez y la oscuridad de la noche (que recuerda el lenguaje de los reclusos en los campos de concentración nazis).14 Esto, ya que todo en la organización de su entorno construido, desde la “uniformidad funcional de las viviendas estandarizadas” hasta la disposición interna de las viviendas (desprovisto de patios, rejas y aberturas), la ubicación reglamentada de tiendas y fuentes, hasta la amplitud y orientación de las calles, “decepciona y contradice las expectativas” traídas del campo (ibíd., p. 152). Esto es más detectable en el “lenguaje corporal” y en los patrones de circulación de los residentes del campamento: en vez de tomar la ruta más rápida entre dos puntos, los hombres hacen rodeos y caminan furtivamente a lo largo de las paredes, mientras las mujeres permanecen encerradas porque ya no disfrutan la protección de los espacios femeninos exclusivos.

Por último, “al revocar la organización del espacio vital, lugar de acción técnica y ritual, el reasentamiento altera los ritmos temporales asociados a él” y, de hecho, “impacta toda la experiencia de la temporalidad” (ibíd., p. 156). En el campamento, los fellah y sus familiares descubren la concepción capitalista del trabajo y con ella la noción del tiempo como un bien escaso, susceptible de ser ahorrado, gastado o desperdiciado. Se someten a nuevos ritmos establecidos por los toques de queda, las horas de apertura y cierre de las escuelas, las oficinas burocráticas, la clínica y la fuente, y por el aumento de la duración de los viajes. El tiempo es ahora tallado y estampado, no por actividades tradicionales (como las cinco oraciones del día, que sincronizan a todos), sino por las campanas periódicas y los timbres telefónicos regulares de la torre de control. En todos los frentes, las mismas oposiciones sociales y simbólicas entre el campesino y el urbanita (como Bourdieu detectó en Bearne) cristalizan en el campamento para acelerar la disolución de la sociedad rural de Cabilia.

Esta recapitulación compacta de las investigaciones jóvenes e intermediterráneas de Bourdieu acerca de la contradicción y el cambio en la Bearne provincial y la Argelia colonial demuestra la pertinencia directa de su trabajo para el centro de la sociología urbana. Estas obras no solo abordan el nexo de poder, espacio y urbanización en dos sociedades, sino también desde la perspectiva de sus áreas rurales. Las obras establecen que todas las estructuras sociales y mentales tienen correlatos espaciales y condiciones de posibilidad; que la distancia social y las relaciones de poder están expresadas en y reforzadas por la distancia espacial; y que la cercanía al centro de acumulación de capital (económico, militar o cultural) es un determinante clave de la fuerza y la velocidad del cambio social. De hecho, estos primeros estudios sugieren que el poder estatal (colonial en Argelia, central en Francia) se ejerce a través del control y la penetración del espacio, la organización de asentamientos (a través de procesos complementarios de concentración y dispersión), la distribución geográfica de autoridades simbólicas y la regulación de la movilidad física, según la fórmula rudimentaria:

poder à espacio físico à estructura y relaciones sociales à práctica y subjetividad

(incluyendo la composición del yo, las aspiraciones, las emociones y el sentido del tiempo).15 Además, retratan la ciudad como un ambiente social distintivo, caracterizado por una diferenciación social y funcional acelerada, el desanclaje del simbolismo desde las relaciones ordinarias que fomentan la elaboración e innovación cultural, la difusión del anonimato y la individualidad, la creciente heterogeneidad interna y dispersión de habitus, y la rutinaria desalineación de posiciones y disposiciones. En pocas palabras, los estudios jóvenes de Bourdieu sobre Bearne y Argelia constituyen su verdadera “sociología urbana perdida” y el más rico acervo de observaciones e hipótesis que ha ofrecido a los estudiosos de la estructura y la experiencia social en la ciudad.

Otra de las virtudes de estas ignoradas publicaciones de principios de los años sesenta es que revelan la base olvidada de la problemática general de la proyección-conversión mutua del espacio simbólico, espacio social y espacio físico a través de luchas por la apropiación y delimitación del entorno construido que Bourdieu articularía en su obra sobre el sufrimiento social en la metrópoli tres décadas más tarde. En 1990, Bourdieu recibió fondos de la Caisse des Dépots et Consignations de Francia (la institución financiera estatal encargada de fomentar el desarrollo económico y la construcción de viviendas de bajos ingresos) para producir un diagnóstico sociológico acerca de la profundización del malestar en la periferia urbana del país, la cual había escalado al rango de problema nacional supremo a raíz de repetidos disturbios callejeros (Jazouli, 1992). Para articular los parámetros del trabajo de campo del equipo, que eventualmente se convertiría en el libro colectivo The Weight of the World [La miseria del mundo] (Bourdieu et al., 1993), Bourdieu acordó juntarse con William Julius Wilson para copresidir una conferencia internacional sobre “Pobreza, Inmigración y Marginalidad Urbana en las Sociedades Avanzadas” que tuvo lugar en la Maison Suger en París en mayo de 1991.16 En esa ocasión, presentó un documento de trabajo titulado “Espacio Social y la Génesis del Espacio Físico Apropiado”, que abre y enmarca la actual sección de “Eventos y Debates” sobre “Llevando a Bourdieu a la ciudad” (Bourdieu [1991] 2017).17 En este texto, que en parte se convertiría en el capítulo dedicado a “Site Effects” [“Efectos de Lugar”] en The Weight of the World” [La miseria del mundo] (Bourdieu, 1993), el sociólogo francés advierte en contra de la fetichización del espacio y formula a un nivel abstracto las relaciones entre espacio social y espacio físico que se manifestaron concretamente en los estudios de Bearne y Argelia. Pero, ¿cómo implementar esta agenda analítica? Para responder esta pregunta debemos recurrir a los principios de la práctica investigativa que Bourdieu invita a los investigadores de la ciudad a adoptar.

Principios transversales para poner a Bourdieu a trabajar

Hay muchas maneras de “partir y picar” a Bourdieu para su uso en cualquier dominio de investigación y ya existen varias introducciones estandarizadas y reseñas rutinarias de sus escritos principales destinados a investigadores del espacio y la ciudad (por ejemplo, Painter ,2000; Cresswell, 2002; Webster, 2010; Foggle, 2011; Lippuner, 2012).18 Yo mismo entregué una discusión detallada sobre cómo desplegar y distribuir el habitus, el espacio social, el campo burocrático y el poder simbólico en una investigación comparativa del nexo triádico entre marginalidad, etnicidad y penalidad (Marginality, Ethnicity and Penality in the Neoliberal City [Marginalidad, etnicidad y penalidad en la ciudad neoliberal], Wacquant, 2014). En dicho texto esbocé una cartografía de la división analítica del trabajo entre estos conceptos e indiqué cómo pueden servir para forjar otros nuevos. Aquí quiero destacar cuatro principios transversales que sustentan y animan la práctica investigativa de Bourdieu; los mismos que el lector apresurado puede pasar por alto, pero que pueden guiar la investigación urbana más fructíferamente que la exégesis de uno u otro escrito. Para efectos de compresión mnemotécnica, adjunto estos principios a cinco autores que forman los pilares centrales del pensamiento de Bourdieu: Bachelard, Weber, Leibniz y Durkheim, y Cassirer.19 También señalo tres trampas correlativas que los exploradores bourdianos de la ciudad deberían tener cuidado especial para evitar: la fetichización de conceptos (que detiene la investigación donde debería comenzar), las seducciones de un “hablar bourdiano” solo porque es el lenguaje académico de la época, y la imposición forzada de su marco teórico en bloque cuando se utiliza de manera más productiva en conjunto mediante la transposición.

El momento de Bachelard: romper con el sentido común (que viene en tres variedades: ordinario, político y académico) para cuestionar categorías de análisis aceptadas, deconstruir problemáticas prefabricadas y forjar robustos conceptos analíticos, diseñados por y para el análisis empírico, que abarcan —pero se apartan claramente de— nociones coloquiales (Wacquant, 2002). Esta es una aplicación directa del imperativo de ruptura y vigilancia epistemológica, la principal enseñanza de la “epistemología histórica”, la filosofía de la ciencia desarrollada por los mentores de Bourdieu, Gaston Bachelard y Georges Canguilhem, que Bourdieu trasplantó de las ciencias naturales y ciencias de la vida a las ciencias sociales (Bourdieu et al., 1968; Bourdieu, 2001; véase Rheinberger, 2010 para un perfil compacto de esta corriente). Este es un momento de indagación a menudo ignorado u omitido por rutina: vastos sectores de la investigación urbana aceptan la terminología, las preguntas y las preocupaciones planteadas por administradores locales, tomadores de decisión, periodistas o la moda académica, cuando deberían en cambio detectar y neutralizar el inconsciente histórico y los sesgos sociales incorporados en ellos mismos al incluir estos actores en su objeto de análisis. Como Bachelard (1934, p. 26) advierte: “La mente científica nos prohíbe tener una opinión sobre las preguntas que no entendemos, sobre cuestiones que no sabemos formular claramente. Sobre todo, uno debe saber cómo plantear problemas”.
El momento de Weber: llevar a cabo la triple historización del agente (con el concepto de habitus), el mundo (a través de la noción de espacio social, del cual el ‘campo’ no es más que un subtipo), y las categorías y métodos del analista (reflexividad epistémica). Este principio expresa la visión radicalmente historicista y agonística de acción social, estructura y conocimiento de Bourdieu, que es más pertinente en espíritu y método a la obra de Max Weber —aun cuando este último se aferró a un individualismo analítico completamente ajeno al relacionalismo de Bourdieu (Bourdieu, [2000] 2011)—. Para ambos autores, la dominación impregna la vida social, pero adopta una multiplicidad de formas que son irreductibles a alguna base económica y siempre implican la intercesión de una autoridad simbólica que enmarca la relación en cuestión, lo que lleva a Weber (1958) a centrarse en la legitimidad y a Bourdieu en la producción social de la doxa.20 En consecuencia, uno debería entender las constelaciones, categorías y prácticas urbanas como los productos, armas y apuestas de las luchas emprendidas sobre múltiples temporalidades, que van desde el largo plazo de las macroestructuras seculares, a los ritmos de nivel medio de los ciclos políticos y los giros institucionales, hasta el cortoplacista horizonte fenomenológico de las personas a ras de suelo. Este mandamiento desmiente la viciada historia académica de Bourdieu como “el teórico de la reproducción”, que continúa siendo circulada incluso por académicos urbanos que simpatizan con su enfoque (por ejemplo, Harding y Blokland 2014, pp. 129-130), y captura precisamente tanto sus instrucciones explícitas como su práctica científica existente (Bourdieu & Wacquant, 1992; Wacquant 2017a).
El momento leibniziano-durkheimiano: desplegar el modo topológico de razonamiento para rastrear las correspondencias, transposiciones y distorsiones mutuas entre el espacio simbólico (la trama de clasificaciones mentales que guían a las personas en su construcción cognitiva y conativa del mundo), el espacio social (la distribución fluctuante de activos o capitales socialmente efectivos), y el espacio físico (el entorno construido resultante de esfuerzos en competencia para apropiarse de bienes materiales e ideales dentro y por medio del espacio). Esta forma de pensar es indispensable porque “el espacio social tiende a retraducirse, de una manera más o menos deformada, bajo el disfraz de un ordenamiento definido de agentes y propiedades. Se deduce que todas las divisiones y distinciones del espacio social (alto / bajo, izquierda / derecha, etc.) se expresan de manera real y simbólica en el espacio físico apropiado como espacio social reificado” (Bourdieu, 1997, p. 162). Este principio está en la confluencia del componente geométrico del pensamiento de Bourdieu, basado en su ávida lectura temprana de Gottfried Wilhelm Leibniz (cuyo análisis situs [topología], desarrollado en reacción a la geometría perspectiva de Pascal, ejemplifica el racionalismo monista que Bourdieu desea extender)21 y su línea morfológica, derivada de la audaz formulación de Durkheim y Mauss (1901) sobre la correspondencia entre el sustrato físico y la disposición de grupos sociales, y las “formas de clasificación” a través de las cuales se ven a sí mismos y al mundo.
El momento de Cassirer: reconocer la eficacia constitutiva de las estructuras simbólicas y anatomizar su doble impronta, sobre los complejos subjetivos de las disposiciones (categorías, habilidades y deseos) que conforman el habitus por una parte, y sobre la malla objetiva de las posiciones (distribuciones de recursos eficientes) que componen las instituciones, por el otro. El embrionario Filosofía de las formas simbólicas de Ernst Cassirer (1948) es la principal inspiración para el potente concepto de poder simbólico de Bourdieu que se encuentra en el epicentro y ápice de su obra, y sin embargo es a menudo ignorado por lecturas convencionales y usos de Bourdieu, osificado en el incompleto y redundante tríptico de “habitus, capital y campo” (Wacquant, 2017a). Debido a que el animal humano encuentra el universo físico no como una realidad brutal sino a través de los símbolos (materializados, en la taxonomía de Cassirer, como lenguaje, mito, religión, arte y ciencia), la ciencia más objetivista de la ciudad debe necesariamente dar espacio a los esquemas clasificatorios en competencia a través de los cuales los agentes establecen patrones y significados del mundo. Y dado que el mundo social siempre puede ser experimentado y construido a través de una pluralidad de puntos de vista, estos sistemas simbólicos en competencia constituyen muchas armas en la “lucha por producir e imponer la visión dominante del mundo” (Bourdieu [1982]1990, p. 159). Aplicado al espacio urbano, este principio implica prestar atención no solo a la fenomenología de la vida urbana como realidad vivida situada en sitios específicos, sino también a las palabras a través de las cuales se nombran personas, objetos, actividades y lugares de la ciudad, porque la categorización consecuente es un vector especialmente potente de conservación o transformación de la realidad, dada la concentración de las autoridades simbólicas (religiosas, políticas, legales, periodísticas, artísticas, académicas y científicas) en la metrópoli.22

En conjunto, estos principios alimentan una visión científica de la ciudad claramente divergente de aquellas impulsadas por el positivismo, el realismo y la hermenéutica, las alternativas epistemológicas que reinan transversalmente en las ciencias sociales. Esta postura ordena investigaciones centradas en una “construcción del objeto” ampliamente despierta y activa que evita tanto el formalismo vacío como el empirismo ciego para entrar en las especificidades de los casos históricos con el beneficio de una analítica generalizadora (Bourdieu, 2001). Junto con estos principios, uno puede destilar desde la práctica científica de Bourdieu tres advertencias generales que beneficiarán a los investigadores de la ciudad que deseen apropiarse de su trabajo, ya sea en letra o en espíritu. Primero, evitar la fetichización de los conceptos: Bourdieu es frecuentemente malinterpretado como un “teórico” cuando en realidad era un obstinado detractor de la “teorización conspicua”. Él interpretó la teoría no como el soberbio maestro, sino como el humilde servidor de la investigación empírica, y nunca avanzó en una sino a través del desarrollo de la otra (Bourdieu & Wacquant, 1992, pp. 29-35 y passim). El correctivo para esta distorsión escolástica común, ejemplificado por muchos artículos recientemente publicados en [la revista] Progress in Human Geography, consiste en fundamentar la definición textual de los conceptos y prestar mucha atención a cómo Bourdieu los convierte en operaciones de investigación concretas para forjar sus objetos empíricos.

Segundo y relacionado a lo anterior, cuidado con la trampa retórica: innumerables autores pintan sus preguntas en el color de Bourdieu cuando en realidad las nociones de este último no juegan ningún papel en su análisis. Las palabras están ahí, pero los conceptos no. La prueba es que sus conclusiones y argumentos no son diferentes de si se hubieran derivado de cualquier enfoque alternativo (lo que generalmente era así). El concepto de campo es tal vez el más abusado de esta manera, como cuando es invocado como un sinónimo suave de dominio o arena, sin mostrar ninguna de las propiedades altamente distintivas que caracterizan un campo como tal según Bourdieu (diferenciación, autonomía, monopolización, organización quiasmática, efectos prismáticos, etc.). Al “hablar bourdiano” fuera de lugar, estos autores no solo confunden la retórica con la analítica; también obstruyen las ganancias teóricas y empíricas que ofrecería un despliegue eficaz de las herramientas de Bourdieu. Tales sondeos estériles degeneran fácilmente en un juego de palabras sin sentido, como lo ilustra la cómica multiplicación de un habitus torcidamente urbano en publicaciones recientes: el “habitus metropolitano”, el “habitus suburbano”, el “habitus de la gentrificación”, el “habitus punto.com”, sin mencionar el absurdo “mini-habitus” (quizás allanando el camino para el inminente nombramiento del nano-habitus), todos los cuales indican que sus inventores no entienden el significado y la composición básica del habitus (Wacquant, 2016).23

Tercero, no solo es posible sino generalmente deseable desacoplar los conceptos de Bourdieu entre sí, para asegurarse de que hay un beneficio real para su uso individual antes de que eventualmente se recombinen según sea necesario para estructurar y resolver el rompecabezas empírico en cuestión. La lectura teológica de las escrituras bourdianas estipulando que uno debe implementar sus nociones básicas juntas, está en contradicción directa con la pragmática de cualquier proyecto de investigación y choca con la manera en que el mismo Bourdieu las empleó. Por ejemplo, el sociólogo francés explota el habitus y el poder simbólico sin mencionar el campo en toda su obra argelina (Bourdieu, 1972, 1977, 1980, 2008), por la sencilla razón de que no existe ningún campo en las comunidades rurales de Cabilia. Esta estrategia cautelosa es especialmente apropiada para aquellos investigadores que todavía están tanteando ir más allá de una comprensión elemental de la manera de pensar de Bourdieu: es mejor aplicar un concepto bien dentro de su propia esfera analítica que invocar cinco en proposiciones cruzadas o por mero efecto declamatorio.

Por ejemplo, la recapitulación de Nathan Marom (2014) de One Hundred Years of Spatial Distinction in Tel Aviv [Cien años de distinción espacial en Tel Aviv] ofrece un modelo de caso de un uso económico, eficiente y fructífero de Bourdieu que valida estas tres recomendaciones. Para dar sentido a la trayectoria de las oposiciones socioespaciales a lo largo de toda la vida de esta ciudad en disputa, Marom se centra en una sola operación, “la traducción del espacio social en el espacio físico”. Dibuja elegantemente solo dos conceptos: el espacio social y el poder simbólico (cuyo dúo resulta ser el eje del pensamiento de Bourdieu); los acopla para romper con la problemática naturalizadora de la segregación heredada de la ecología urbana, así como para superar la ceguera de los enfoques de economía-política sobre la potencia performativa de las clasificaciones simbólicas y las luchas de clasificación. Bourdieu incita a Marom a formular una nueva pregunta, a historizar sus términos, y a desenterrar datos que le permitan documentar nuevas facetas empíricas del fenómeno y, en última instancia, a producir una interpretación original de los cambiantes principios de visión y división espacial de Tel-Aviv a través de escalas múltiples que otras perspectivas teóricas no podrían haber generado. Su artículo confirma además que, aunque cada uno de los siete conceptos principales que organizan el trabajo de Bourdieu (habitus, capital, espacio social, campo, poder simbólico, doxa y reflexividad epistémica) puede ser fructíferamente movilizado por los investigadores de constelaciones urbanas, el más potente y generativo del lote es indiscutiblemente el espacio social. No solo porque está anclado en una metáfora geográfica, sino porque es la “categoría madre” desde la cual fluyen los conceptos más restringidos de campo, cuerpo y aparato como tipos específicos de entornos en los que la acción social se arraiga y fluye (Wacquant 2017b) y porque es un “ajuste natural” para la ciudad como un medio que fomenta la incubación, diferenciación, proliferación y acumulación de formas competitivas de capital.24

Aplicaciones: numerosos caminos en la ciudad bourdiana

Habiendo establecido la pertinencia de Bourdieu para la investigación urbana y aclarado los principios que impulsan su trabajo, ahora llegamos a aplicaciones concretas. Los investigadores urbanos han ignorado sistemáticamente los distritos de riqueza, poder y privilegio por la sencilla razón de que plantean pocos “problemas sociales” a los administradores de la ciudad y porque los sociólogos han albergado desde hace mucho tiempo un enamoramiento romántico por categorías y territorios socialmente subordinados.25 Nadie ha hecho más para tapar esa brecha que “las Pinçons” (como son conocidos por sus colegas franceses, así como para el amplio público que devora sus libros más vendidos) a lo largo de dos décadas dedicadas a investigar los mecanismos de producción y perpetuación de la desigualdad urbana en la elite (Pinçon & Pinçon-Charlot, 1989, 1992, 1996, 2010).

Su artículo sobre “Class Power and Power over Space” [“El poder de clase y el poder sobre el espacio”] (Pinçon & Pinçon-Charlot, 2017) sintetiza varios de sus libros para fundamentar la supremacía de la alta burguesía francesa (y la aristocracia restante) en su control del espacio y su capacidad de dar forma al lugar. Al extender el modelo de espacio social, formación de clases y práctica cultural de La distinción de Bourdieu (1979) para abarcar el espacio físico, revelan que el aislamiento electivo de la clase dominante en los barrios reservados es una base decisiva para su poder. Este aislamiento segregativo se ve reforzado por instituciones específicas de grupos, como bailes de sociedad y clubes sociales que trabajan junto a escuelas exclusivas para lograr un cierre rígido de clase. Pero, en este caso, el fundamento espacial de la dominación de clase se extiende más allá de la ciudad: además de sus hogares en París, las dinastías de clase alta poseen propiedades familiares (un castillo o una gran casa señorial) en el interior provincial, que ancla formas paternalistas de sociabilidad que las vinculan a la clase baja local a través de prácticas ritualizadas como las cacerías con perros —en las que los Pinçons participaron montando bicicletas de montaña durante su trabajo de campo (Pinçon & Pinçon-Charlot, 1993 y 2005)—. Los espacios reservados por y para la alta burguesía son vectores importantes de la reproducción social debido a que moldean la subjetividad y entrenan herederos apropiados para salvaguardar y valorizar sus bienes heredados. Aquí Pinçon y Pinçon sugieren que los “efectos de barrio” que han obsesionado a los investigadores de la pobreza urbana son mucho más potentes y significativos en la parte superior que en el fondo del orden urbano, y al hacerlo indican cómo Bourdieu incita a una reorientación masiva del estudio del espacio, el lugar y la desigualdad.

Esta tríada analítica está en el centro de Urban Distinctions: Class, Culture, and Sociability in Porto [Distinciones urbanas: clase, cultura y sociabilidad en Oporto], en la que Virgílio Borges-Pereira (2017) se basa en su libro pionero Classes e culturas de classe de las famílias portuenses [Clases y culturas de clase de las familias portuenses], el cual extiende el modelo de espacio social y poder simbólico de La distinción de Bourdieu para investigar relaciones sociales y prácticas culturales en toda la gama de barrios de la ciudad portuguesa. Pereira combina la observación de campo con la metodología distintiva de Bourdieu del Análisis de Correspondencias Múltiples para proyectar una cartografía multicapas del espacio social de la ciudad sobre su disposición física. Encuentra que las diferencias en el volumen y la composición del capital entre los residentes de la ciudad subyacen en las relaciones modeladas entre la posición social, la disposición y el posicionamiento en diversos dominios de consumo cultural que van desde libros y televisión hasta vacaciones y ocio al aire libre, y actividades artísticas y religiosas. La triple agrupación vertical de “modalidades de estilo de vida” establecida por Bourdieu en la Francia de los años setenta, encapsulada por la tríada de “distinción, pretensión y necesidad”, es obtenida para la ciudad portuguesa tres décadas después. Y de manera aún más notable, la oposición horizontal enraizada en la distribución quiasmática del capital económico y cultural emerge tanto entre la burguesía portuguesa como entre la pequeña burguesía, mientras que el espíritu de resistencia de la clase obrera de la ciudad se ve erosionado por la atomización social y el individualismo negativo. Con este estudio de caso de Porto, Pereira ofrece una lúcida y analítica ejemplificación del mapeo mutuo del espacio social, simbólico y físico en una metrópoli y una resonante refutación empírica de la crítica común de que los modelos de Bourdieu reflejan las peculiaridades de la sociedad francesa26.

Como las Pinçons, Mike Savage y Laurie Hanquinet (2017) adoptan una visión desde arriba para dibujar un perfil comparativo de Londres y Bruselas ilustrando el surgimiento de Emerging Cultural Capital in the Metropolis [Capital cultural emergente en la metrópoli]. Esta es una historia de “efectos de grandes ciudades”, en que se destaca la cristalización y acumulación de lo que, siguiendo a Ghassan Hage (1998), llaman “capital cultural cosmopolita”, por oposición a las formas nacionales de autoridad cultural. Basados en grandes encuestas cuantitativas realizadas en Bélgica y el Reino Unido, Savage y Hanquinet describen el surgimiento de esta nueva especie de predilección y aptitud cultural como un desafío al dominio tradicional de la cultura intelectual, fundada en una estética kantiana contemplativa separada de cualquier sustrato físico en la medida en que erosiona la separación del arte y la vida “para valorizar la actividad, el compromiso y formas intensas de actividad cultural contemporánea”. Subrayan que este cambio cultural no señala la erosión de divisiones sociales, sino su reelaboración en torno a nuevos ejes embebidos en grandes centros urbanos donde las universidades de elite, complejos deportivos y barrios gentrificados atraen a profesionales jóvenes y fomentan nuevos patrones de consumo y entretenimiento. Al vincular el sustrato urbano con formas culturales cambiantes, Savage y Hanquinet movilizan a Bourdieu para revelar la geografía cambiante de la autoridad cultural en y a través de las ciudades.27

La contribución de Sylvie Tissot explota dos proyectos de investigación anteriores (Tissot, 2007 y 2011) para demostrar el valor del énfasis de Bourdieu en las luchas sobre nombramientos eficientes para analizar la rápida transformación del paisaje de las ciudades contemporáneas. El texto Categorizing Neighborhoods [Categorizando barrios] (Tissot, 2017) se extiende a través del Atlántico para esbozar la invención, difusión y los efectos de las etiquetas espaciales en la parte inferior y superior de la jerarquía metropolitana. En el lado francés, la categoría burocrática de quartier sensible (distrito “sensible” o “en riesgo”) acuñado por los funcionarios del estado en París sirvió para estructurar y orientar la política de la ciudad después del final de la década de los ochenta, reformando eficazmente la periferia urbana al reformular la cuestión social del desempleo concentrado y la precariedad laboral en un tema de diseño espacial de la vivienda y acceso cívico. En el lado estadounidense, la noción de marketing de barrio “patrimonial” o “histórico”, reclamada por asociaciones locales de residentes blancos recién llegados, aliados con agentes inmobiliarios y el municipio, se puso en marcha para facilitar y legitimar la gentrificación del South End de Boston bajo la bandera de la “diversidad”. La ironía política es que los cambios urbanos perjudiciales para los residentes de clase baja fueron impulsados por una nueva retórica urbana promovida por profesionales y políticos estatales progresistas de ambos lados del Atlántico. El recordarnos que el vocabulario utilizado para dividir y representar la ciudad y sus componentes geográficos no es neutral ni vago,28 y el dilucidar las “condiciones sociales de producción y recepción” de esas “palabras que pueden hacer cosas” (Bourdieu, 1990, p. 328) son componentes esenciales de una sociología rigurosa de la desigualdad urbana.

Finalmente, en Heavy is the House [Pesada es la casa], Desmond (2017) conecta los primeros trabajos de Bourdieu sobre los subproletarios argelinos que emigran a la ciudad con su investigación tardía sobre la producción política del mercado de casas unifamiliares en Francia para hacer frente al creciente precio de alquileres que sufren los pobres en Estados Unidos, ya que sus ingresos cayeron mientras que el apoyo gubernamental a la vivienda de bajos ingresos desapareció. Desmond pone de relieve la deslumbrante desconexión entre la centralidad de la residencia en las estrategias de vida de los pobres y el persistente fracaso de la sociología urbana estadounidense para abordar la vivienda y reconocer la prevalencia de los desalojos y su papel en la reproducción de la pobreza extrema. Para remediar estas lagunas se requiere relocalizar la vivienda dentro de una corriente más amplia de luchas por espacio, trabajo, dinero y poder que moldean la metrópoli. Desmond astutamente aboga por “traer a los terratenientes de vuelta” para trazar sus transacciones ascendentes con los prestamistas, corredores y asociaciones inmobiliarias, así como los cambiantes estándares materiales y morales que guían sus relaciones descendentes con los inquilinos (como se muestra en una etnografía relacionada de un desalojo en Milwaukee; Desmond, 2016). También recomienda seguir las conexiones entre el mundo diferenciado de los terratenientes y el campo burocrático en los niveles local, regional y nacional y cómo estos impactan la producción, asignación y estabilidad de la vivienda en el nivel más bajo del orden metropolitano. En resumen, elevar el estatus de la vivienda como un objeto empírico requiere renovar nuestro modelo teórico de la ciudad como producto, sitio y objetivo de clasificación y estratificación.

Cada uno de los artículos reunidos en la rúbrica “Llevando a Bourdieu a la ciudad”29 es por sí mismo una rica y estimulante investigación dentro de los elementos y determinantes de una porción de la vida urbana. Juntos, demuestran la flexibilidad y productividad de los conceptos claves, movimientos metodológicos y punteros empíricos de Bourdieu, así como una aproximada división analítica del trabajo que se obtiene entre ellos. Estos artículos sugieren cómo Bourdieu puede estimular, enriquecer y reorientar la investigación urbana, e incluso disolverla en una más amplia ciencia social topológica capaz de abarcar la ciudad en una analítica más extensa de las relaciones dinámicas entre división simbólica, espacio social y entorno construido. Bourdieu no solo añade una nueva serie de nociones poderosas y flexibles (habitus, capital, espacio social, campo, doxa, poder simbólico y reflexividad) a la panoplia de perspectivas teóricas establecidas: abre un camino para reconceptualizar lo urbano como dominio de acumulación, diferenciación y disputa de múltiples formas de capital, lo que efectivamente hace de la ciudad un terreno central y una recompensa para las luchas históricas.

Agradecimientos

Quisiera dar las gracias a los participantes en el seminario de York Research llamado “Llevando a Bourdieu a la ciudad”, y primero entre ellos a Mike Savage, quien asumió su organización y la llevó a su realización intelectual; a Simon Parker y Liza Weinstein por acorralar los artículos para este número especial y a los editores de ijurr por su ilimitada paciencia y ecuanimidad. Mis agradecimientos también a Megan Comfort, Chris Herring, Franck Poupeau y David Showalter por sus cuidadosos comentarios y sugerencias en versiones anteriores de este artículo.

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1Gestionado y traducido por Javier Ruiz-Tagle (Profesor Asistente, Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales, Pontificia Universidad Católica de Chile).

2Nota de la traducción: La sección a la que refiere es un número doble de la revista International Journal of Urban and Regional Research (ijurr), en prensa 2017, del cual este artículo es la nota editorial introductoria. El autor de este artículo, a quien se le agradece por facilitar el texto, tiene los derechos de la obra Bourdieu Comes to Town: Pertinence, Principles, Applications y otorga explícitamente su autorización para traducción y publicación en EURE.

3El taller se celebró bajo la tutela del Centro de Investigaciones Urbanas (curb) y del Centro Europeo de Exploración Cultural de York (yecce), siendo yecce el que aportó la mayor parte del apoyo financiero. Queremos agradecer a Josine Opmeer y Jack Denham por su invaluable apoyo administrativo, y a todos los presentadores y delegados que hicieron de la conferencia un evento tan estimulante. Estamos agradecidos también de Simon Parker por sus contribuciones en terreno y por su paciente ayuda después en el ‘pastoreo’ de los artículos a través del proceso de revisión, y a los autores por aceptar pasar por múltiples (y aparentemente interminables) rondas de revisiones.

4Esto contrastaba fuertemente con la incapacidad de los lectores de mi libro “Urban Outcasts” (Los condenados de la ciudad, incluidos mis propios estudiantes) para percibir los parámetros de una investigación inspirada en Bourdieu, porque su idiolecto conceptual no se muestra expresamente en ella. En media docena de simposios, ni un solo crítico del libro percibió su inspiración y sus implicancias teóricas para repensar el nexo entre el poder simbólico y el espacio físico en la ciudad. Esto me llevó a escribir un post scríptum reflexivo especificando cómo “Urban outcasts” (Wacquant, 2008) implementa cinco principios analíticos propuestos por Bourdieu (Wacquant, 2015).

5Esta generación se basa en las obras ejemplares de predecesores que merecen ser destacados desde el principio. Junto con los libros pioneros de Monique y Michel Pinçon (1989, 1992, 2010) a partir de los años noventa, mapeando el análisis de Bourdieu sobre clase, poder y cultura en los distritos exclusivos del Gran París (sobre lo cual hay más en adelante), dos estudios extienden valientemente el modelo teórico y la metodología original de La distinción para abarcar la composición espacial de la ciudad: el estudio de Lennard Rosenlund ([2001] 2009) sobre la transformación posindustrial del puerto noruego de Stavanger; y la exploración de Virgilio Pereira (2005) sobre las conexiones entre clase, barrio y sociabilidad en Oporto. Las actividades de la Red Leverhulme sobre Marginalidad Urbana Avanzada (2008-2012) también llevaron las teorías de Bourdieu hacia territorios de relegación en cuatro continentes (véase Wacquant, Slater y Borges-Pereira, 2015).

6Estas tres características se presentan mejor en The State Nobility (La nobleza del Estado, Bourdieu, 1989), que combina observación etnográfica y entrevistas, prosopografía e información de archivo, y análisis cuantitativos para rastrear la conversión mutua de estructuras sociales y mentales en múltiples escalas, desde las experiencias ordinarias y estrategias académicas de los estudiantes de escuelas de elite, a la correspondencia estructural entre el campo económico y el campo del poder, a la invención histórica del estado burocrático asociado al surgimiento del capital cultural.

7Nota de la traducción: Aquí el autor se refiere a los artículos reunidos en los números especiales de la revista International Journal of Urban and Regional Research (ijurr), en prensa 2017.

8La exploración —con métodos mixtos de Bourdieu a lo ancho del Mediterráneo sobre la muerte de la sociedad rural en la Cabilia imperial y su región natal de Bearne es la matriz empírica y emocional que genera su preocupación epicentral por la dialéctica de las estructuras sociales y mentales, su descubrimiento de la especificidad de las prácticas lógicas, y su concepción pragmática de la reflexividad epistémica. También refuta el mito académico de Bourdieu como “el teórico de la reproducción”, revelándolo como un astuto analista de la transformación histórica, la disyunción cultural y la fisura de la conciencia (Wacquant, 2004), tres propiedades que son esencialmente urbanas.

9Estas publicaciones son: el fluido artículo de 1962 sobre “Bachelordhood and the Peasant Condition” [la soltería y la condición campesina], más tarde incorporado en “The Ball of Bachelors” [El baile de los solteros] (Bourdieu, 2002); la monografía de 1958 “Sociology of Algeria” [Sociología de Argelia] (traducida al inglés en una versión renovada como “The Argelians” [Los argelinos], 1962); el par de estudios “The Uprooting: The Crisis of Algerian Agriculture” [El desarraigo: la crisis de la agricultura argelina] (Bourdieu & Sayad, 1964) y “Work and Workers in Algeria” [El trabajo y los trabajadores en Argelia] (Bourdieu et al., 1963); y una serie de artículos recolectados póstumamente como “Algerian Sketches” [Bocetos argelinos] (Bourdieu, 2008). Para localizar y vincular estas investigaciones, véase el número especial de la revista Etnography sobre “Pierre Bourdieu in the Field” [Pierre Bourdieu en el campo] (vol. 5, n.° 4, diciembre de 2005).

10La asimetría socio-simbólica entre la ciudad y el campo es capturada en esta concisa observación: “Mientras que un nativo del poblado nunca, en circunstancias ordinarias, sueña con ir a un baile en una ciudad cercana, los urbanitas vienen a menudo en grupos a los bailes campestres, donde su atractivo urbano les da una considerable ventaja sobre los campesinos” (Bourdieu [1962] 2002, p. 84).

11Nota de la traducción: fellah es el nombre que reciben los campesinos del norte de África.

12En 1960, unos 2,1 millones de argelinos habían sido reubicados forzosamente en campos militarizados, mientras que los inmigrantes en las ciudades llegaban a otro millón. Juntos representaban por lo menos la mitad de la población total de origen rural, haciendo de este “desplazamiento de población uno de los más brutales conocido en la historia” (Bourdieu & Sayad, 1964, p. 13).

13El fino análisis estadístico de los cambios en los presupuestos y hábitos alimentarios por ubicación y ocupación (Bourdieu & Sayad 1964, pp. 144-149) es una notable prefiguración del capítulo de La distinción sobre el gusto y perfiles alimentarios de clase (Bourdieu, 1979).

14La desorientación subjetiva de los residentes del campamento proviene de la disyunción entre sus disposiciones adquiridas y el espacio en el que se ven obligados a evolucionar: “Porque todo su habitus corpóreo es ‘hecho’ por y para el espacio de sus movimientos habituales, el campesino desarraigado es golpeado en su ser más íntimo, tan profundamente que no puede articular su desorden y aún menos definir su razón” (Bourdieu & Sayad, 1964, p. 152).

15El hecho de que la cadena causal es iniciada por el poder es claro desde el principio de The Uprooting [El desarraigo]: “Argelia era el sitio experimental en el que la mente militar imprimía sus estructuras, como en una prueba proyectiva” (Bourdieu & Sayad, 1964, pp. 26-27), “el disciplinamiento del espacio” sirviendo de vehículo para “el disciplinamiento de la población”. En su recapitulación de la penetración de colonos, Bourdieu (1958, p. 106) subraya que la colonización se apoya en “interrupciones deliberadamente y metódicamente producidas para asegurar el control por parte del poder dominante”, y él apunta a la captura de la tierra como el “instrumento para la desintegración de las estructuras fundamentales de la economía y la sociedad [nativa]”.

16Yo organicé esta conferencia de trabajo financiada por la Russell Sage Foundation y la Maison des Sciences de l’Homme. Aparte de mis dos mentores, Bourdieu y Wilson, participaron Philippe Bourgois, Alejandro Paul Osterman, Alejandro Portes, Saskia Sassen, Roger Waldinger, Margaret Weir y varios miembros del Centro de Sociología Europea, entre ellos Abdelmalek Sayad. Durante este período, Bourdieu se involucró mucho con las agencias que administran la nueva “política de la ciudad” de Francia. En 1993, cuando el Collège de France recibió un pequeño castillo situado en el anillo exterior de París por medio de una donación benéfica, consideró seriamente la creación allí de un Centro de Investigación sobre la Ciudad.

17Nota de la traducción: número doble de la revista International Journal of Urban and Regional Research (ijurr), en prensa 2017.

18Estas cápsulas pedagógicas de sus principales teorías (siempre limitadas a algunas publicaciones importantes traducidas al idioma propio del autor) típicamente pasan por alto la mayoría del corpus de Bourdieu, sufren de prejuicios y cegueras disciplinarias previsibles, y apenas indican cómo traducir estas teorías en diseños y operaciones prácticas de investigación.

19El hecho de que estos no sean “los sospechosos de siempre” mencionados en las presentaciones estándar de Bourdieu es indicativo de la adormecedora brecha entre la inspiración real y la composición interna de su obra y su imagen académica, formada por capas acumuladas de décadas de lecturas truncadas o mistificadas.

20Por eso es Weber y no Marx el ancla de Bourdieu aquí (a pesar del enfoque histórico y relacional de este último): tal como el autor de Wirtschaft und Gesellschaft [Economía y Sociedad], Bourdieu rechaza el determinismo económico, la búsqueda de fundamentos, y la noción neohegeliana de que la historia está dotada de una lógica direccional. Se posiciona de lleno en el linaje neokantiano que considera la filosofía como un deber para comenzar y terminar con “el hecho de la ciencia” y emplea una concepción genética del conocimiento como un proceso sintético perpetuamente inacabado (esta visión anti-metafísica de Kant fue consagrada por la Escuela de Marburgo, donde Cassirer fue formado por Georg Simmel, y que influenció a Weber a través de las obras de Windelband y Rickert, líderes de la escuela rival de neokantianos de Baden).

21Weik (2010) tiene razón al señalar las similitudes y afinidades entre Leibniz y Bourdieu: la fuerza creadora que constituye el mundo es Dios para el primero y la historia misma para el segundo. Pero él se centra principalmente en el habitus cuando los vínculos más fuertes entre los dos pensadores es su filosofía relacional común del espacio (véase De Risi, 2007, sobre la visión de Leibniz). Cabe señalar aquí que el primer libro de Cassirer (1902) fue una disección del pensamiento de Leibniz en su contexto científico.

22El estampado material de la realidad urbana a través de su moldeado simbólico asume una forma paradigmática y paroxística con la estigmatización territorial, cuyos sitios y circuitos de producción, difusión y consumo impregnan la ciudad, a pesar de que se aferren a los distritos de perdición socio-moral en los límites y lo más bajo del espacio urbano (Wacquant, 2017b).

23Es constitutiva de la metrópoli el contener una diversidad de poblaciones y categorías, un amplio abanico de condiciones sociales, y una pluralidad de microcosmos sociales limitados, cada uno fomentando esquemas de percepción y aprecio en competencia. Se deduce lógicamente que la metrópoli genera una gran diversidad de conjuntos de disposiciones en competencia (correspondientes a amplias clases de posiciones y trayectorias), y no un habitus unificado y singular, característico de la ciudad como tal. Hablar de un “habitus metropolitano (suburbano, etcétera)” es contagioso, pero de una palabrería bourdiana vacía.

24De hecho, el espacio social es la única categoría que separa más decisivamente a Bourdieu de y llena un vacío abultado en el centro de todos los hilos existentes de la teoría urbana: la ecología y la etnografía estilo Chicago, la economía política, el urbanismo postcolonial, la teoría del ensamblaje, y la aproximación del nexo suelo-urbano (Storper y Scott 2016).

25Esta miopía tópica alimentada por el exotismo populista es ejemplificada por el elefantesco Urban Ethnography Reader [Compilado de Etnografía Urbana] recientemente publicado por Oxford University Press (Duneier, Kasinitz & Murphy, 2014): sus casi 900 páginas no contienen un solo análisis de los espacios, instituciones y prácticas de la clase alta. Los términos “ayuntamiento” y “burguesía” no aparecen una sola vez en el libro; “clase alta” se menciona incidentalmente menos de una media docena de veces; 39 de los 52 capítulos se centran directamente en clases y etnias subalternas en distritos desposeídos; 27 asombrosos capítulos, más de la mitad de todo el volumen, están dedicados a los negros pobres de la “inner city” [áreas centrales] estadounidense. La metrópoli que emerge a través de estos lentes es una repleta de hombres negros descuidados, desviados y problemáticos (e incluso alimentadores de palomas), pero curiosamente carente de corporaciones, profesiones, políticos, fiscales, dinastías patricias, agentes inmobiliarios, burócratas, obispos, periodistas y científicos. Como es típico del género, este compendio masivo también contiene un solo capítulo y autor solitario situado fuera de los Estados Unidos y solo dos antropólogos, en una ignorancia dichosa de las ricas tradiciones de trabajo de campo urbano desarrollado en países extranjeros y por otras disciplinas.

26La respuesta propia de Bourdieu (1991) a esta preocupación es su “Introduction to a Japanesse Reading of ‘Distinction’” [Introducción a una lectura japonesa de ‘La distinción’].

27Una advertencia analítica opera aquí: hay que tener cuidado con la proliferación incontrolada de las formas de capital que proviene de una interpretación sustancialmente errónea de la teoría de Bourdieu, que equipara el capital cultural con la cultura “intelectual” o con “bienes culturales de alto estatus”, y por eso confunde variación empírica con diferencia conceptual. Una capacidad, un objeto o un título cultural dado nunca es capital cultural por sí mismo; se convierte en tal solo en relación con una arena particular de acción, en el que provoca la creencia colectiva, recibe valor y genera ganancias. Por ejemplo, el amor por la música clásica y el dominio de la historia del arte son capital cultural en el sistema escolar y en los círculos de clase media y alta, pero no en la esfera cotidiana de las familias obreras. La capacidad de entregar y soportar la violencia física es el capital cultural encarnado en el mundo criminal de la calle, pero no en una empresa o en un campus universitario. Léase la advertencia de Neveu (2013) contra la retórica “acumulación de capitales”, lo que da como resultado un fugitivo “inventario sociológico sin pies ni cabeza”.

28Para críticas eficaces de la retórica urbana de “ciudades creativas”, “barrios marginales”, “villas” y “renacimiento”, “patrimonio” y “diversidad”, y (anti) gueto, y etiquetas parecidas para distritos desposeídos y menospreciados, ver respectivamente Peck (2005), Gilbert (2007), Barnes et al. (2006), Modan (2007) y Boyd (2008), y Wacquant, Slater y Pereira (2014).

29Nota de la traducción: aquí el autor se refiere a los artículos reunidos en los números especiales de la revista International Journal of Urban and Regional Research (ijurr), en prensa 2017.

vol 43 | no 129 | mayo 2017 | pp. 279-304 | tribuna | ©EURE

http://www.eure.cl/index.php/eure/article/view/2546/1013



Pierre Bourdieu

Pierre Bourdieu

Pierre Bourdieu (Denguin, 1930 – París, 2002) fue uno de los sociólogos más relevantes del siglo XX. Su trabajo se centró en los ámbitos de la sociología de la cultura, la educación, los medios de comunicación y los estilos de vida. Ejerció como profesor en Francia y Argelia. Fue director de la École Practique de Hauts Études y del Centro de Sociología Europea, y Catedrático de Sociología en el College de France desde 1981. Dirigió la revista Actes de la Recherche en Sciences Sociales entre 1975 y 2002, y fue unos de los fundadores de la editorial Liber-Raisons d’agir. En 1989 obtuvo el nombramiento de Doctor Honoris Causa por la Universidad de Berlín y, en 1996, por la Universidad Johann Wolfgang Goethe de Frankfurt. Durante su estancia en Argelia entre 1958 y 1960 comenzó las investigaciones que fundamentarían sus posteriores obras de crítica social.
Los primeros trabajos de Bourdieu, Sociologie de l’Algérie (1958) y Les Héritiers. Les étudiants et la culture (1964), publicados junto a Jean-Claude Passeron, se centraron en la sociología de la educación y el análisis de las desigualdades sociales en el sistema educativo. En torno a la cultura, publicó, entre otros títulos, Les fonctions sociales de la photographie (1964), Un art moyen (1965) y Genèse et structure du champ littéraire (1992), sobre crítica literaria. Aunque sus publicaciones sobre crítica social son cuantiosas, la de mayor consistencia es La misére du monde (1993), donde denuncia que el sufrimiento, la exclusión social y las desigualdades derivan de la modernización. En 1996 publicó Sur la télévision, un reproche hacia los medios de comunicación audiovisuales en la sociedad moderna.

Pokras Lampas Calligraphic Art el genio ruso de la caligrafía

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6.06.2017
War
Esta no es la primera vez que compartimos el trabajo caligráfico de Pokras Lampas aquí, e imagino que no será la última! El Sr. Lampras es un artista del arte caligráfico moderno con un impresionante portafolio lleno de cuerpos (y otras superficies) pintados con detalles de caligrafía. Esperamos que les guste de nuevo!
This is not the first time we share Pokras Lampas’ calligraphic work here, but I guess it won’t be the last one! Mr Lampras Modern Calligraphy Artis with an awesome portfolio full of body painted with calligraphy details. We hope you like it once again!


Pokras Lampas: el genio ruso de la caligrafía


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Pokras Lampas es un joven artista ruso que a su corta edad nos ha demostrado a través de infinidad de proyectos ser uno de los exponentes más importantes de la caligrafía contemporánea.
Actualmente es embajador de uno de los movimientos tipográficos más importantes dentro del arte urbano conocido como calligraffiti, un estilo creado por Niels Shoe Meulman el cuál plasma caligrafía a través de herramientas y medios usados tradicionalmente para dibujar graffit.
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Pokras ha trabajado para infinidad de clientes como Nike, Absolut Vodka o Mercedes-Benz pero sin duda uno de los proyectos más famosos y aclamados que ha realizado fue para la marca de plumones Molotow titulado Calligraphy on Girls. Este llamativo proyecto consiste en crear sutiles diseños caligráficos sobre cuerpos de mujeres desnudas como si se trata de body-painting; tal ha sido su impacto que Pokras decidió seguir con la iniciativa y hasta el momento lleva 11 diferentes series.
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Otro proyecto que nos gustaría recomendarles, fue el que realizó para Smokin' Heroes en Rusia y que dicen es la obra caligráfica más grande jamás creada. Durante dos días, Pokras Lampas intervino la azotea de un edificio de 1,625 m2 para la cuál utilizó 730 litros de pintura blanca y un par de escobas como herramientas de escritura.
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Les recomendamos que sigan de cerca el trabajo de este genio de la caligrafía a través de sus diferentes sitios y proyectos.

Géraldine Lay Fotos provocan interés con lo banal de las situaciones.

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25.05.2017



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Failles ordinaires
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Géraldine Lay es una artista francesa que vive y trabaja en Arles (Francia). Su portafolio es una impresionante recopilación de proyectos que harán volar vuestra imaginación! Disfrutad!



Géraldine Lay on Vimeo

https://vimeo.com › The Eyes › Videos
7 mar. 2014 - Subido por The Eyes
This is "Géraldine Lay" by The Eyes on Vimeo, the home for high quality videos and the people who love them.



Géraldine Lay


Géraldine Lay © Paris 2010
Géraldine Lay (1972, Francia) vive y trabaja en Arlés, esa ciudad de la Provenza donde acudimos muchos veranos los fotógrafos a sus famosos “Rencontres”. Géraldine tiene la facultad de encontrar lo extraordinario o inusual en lo cotidiano. Conoce el oficio, buen manejo de la luz y el color y eso que los fotógrafos definimos como un buen ojo para seleccionar su realidad.
Géraldine Lay © 2009 Tromso
De sus viajes siempre se trae una buena colección de momentos, escenas cotidianas que ella las convierte en especiales, y que a pesar de su trivialidad están dotadas de una cierta seducción para el espectador, que las mira, las observa y aprecia la calidad, el encuadre, el manejo de la luz.
Para mi ese es le principal valor de Géraldine Lay, provocan interés con lo banal de las situaciones.
Géraldine Lay ©
Géraldine Lay ©
Géraldine Lay © 2008 Turku
Ella titula esta serie “Les failles ordinaires”, son situaciones encontradas, sin puesta en escena y sin embargo se puede pensar que hay una cierta preparación. Consigue una perfección en la situación de los personajes y aparenta sin querer una escena de una película.
Géraldine Lay © 2001 – Une mince vernis de réalité
Puede ser que las fotografías que estamos viendo sean producto de una moda, o de una nueva forma de mirar que se ha extendido por el planeta. A mi personalmente me sugieren varias cosas, una cierta monotonía, un exceso de influencias producidas por una apabullante información, una falta de emoción, y unas terribles soledades de los autores. Todo bajo la influencia de la estética conceptual, que a veces es un pozo sin fondo, utilizado por otros para entrar en el pelotón.
Ver las obras de artistas como Lauri Astala o de Elina Brotherus me producen un cierto desazón, y quizás reciba la angustia de sus autoras. Próximamente hablaré de ellas.
Géraldine Lay © 2009 Tromso
Soy más temperamental, me atraen más imágenes llenas de intensidad, más rotundas, donde las emociones se palpan y la transgresión te atropella. Todo esto es muy frío para mí, necesito sentir algo más profundo, pasional, para la piel se me erice y no me quede inmóvil como si estuviese frente a las letras de mi oculista. Géraldine Lay hace un buen trabajo, todo está en orden.

Olivia Bee photography Olivia Bee (18 años), la última estrella de la fotografía en los EE

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Olivia Bee es una fotógrafa y directora que vive y trabaja entre Brooklyn, Nueva York y Los Ángeles, California. Su portafolio está lleno de proyectos tan potentes como este, ‘Kids in Love’. Echad un vistazo y disfrutad!



Olivia Bee (18 años), la última estrella de la fotografía en los EE UU





© Olivia Bee
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© Olivia Bee
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© Olivia Bee
© Olivia Bee
© Olivia Bee
© Olivia Bee
© Olivia Bee
© Olivia Bee
© Olivia Bee
© Olivia Bee
https://blogs.20minutos.es/trasdos/2013/03/14/olivia-bee/



Tiene nombre de dibujo animado y edad para que le guste. Es Olivia Bee, 18 años, neoyorquina de Brooklyn (“y a veces de Portland”, advierte, lo cual parece muy adecuado porque la capital de Oergón es el nuevo bastión de lo cool), la última estrella de la fotografía comercial de los EE UU. Pueden ver su carita lavada en la pimera foto de arriba a la izquierda.
A veces he considerado que la adolescencia es una condición que conlleva todo lo necesario para hacer buenas fotos.  El delicioso desorden en el que habitan los teen, el tribalismo que profesan con embriaguez, la ufana seguridad que padecen y esgrimen como frontera para ejercer el ninguneo sobre el rest0 del mundo, la propensión tóxica a utilizar un sólo pronombre personal en las conversaciones (yo, por supuesto, ¿hay otro?), el salvoconducto social para que hagan el mono y tengas que reir la gracia, el poderío económico de la dictadura de lo joven es hermoso, la falta de cultura que les envalentona pero la entienden como actitud
En suma, la deificación de las gonadotropinas y la espermogénesis en el altar de la trivialidad occidental, contribuyen a que puedas ser fotógrafo si eres adolescente: tú lo vales y el pasado no existe.

LA MÚSICA FAVORITA DEL EXCÉNTRICO FILÓSOFO LUDWIG WITTGENSTEIN EN UNA PLAYLIST DE 19 HORAS

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Ludwig Wittgenstein es probablemente uno de los últimos grandes filósofos del siglo XX, tanto por su obra como por aquello que ésta representa en el horizonte amplio de la filosofía. 
Wittgenstein es quizá el mejor ejemplo en donde se condensan la voluntad original de la filosofía como un método para comprender la existencia y la realidad y, por otro lado, el camino que en cierto momento tomó esta disciplina hacia la exploración del lenguaje que derivó, a su vez, hacia las investigaciones exclusivamente lógicas y analíticas. 
Con todo, en Wittgenstein perviven aún ambas maneras de entender y ejercer la filosofía. El razonamiento puro, a veces excesivo, sobre los fundamentos de la realidad, convive con ese asombro que, a decir de Aristóteles, es el comienzo del pensamiento filosófico. Después de todo, sin admiración no sólo la filosofía es incomprensible sino, incluso, la vida en sí.
Biográficamente, la figura de Wittgenstein también es interesante. Hijo de un magnate del acero, el futuro filósofo creció entre la aristocracia vienesa de finales del siglo XIX y, como otros en una generación dorada en medio de la decadencia, atestiguó los últimos años del Imperio austrohúngaro. En su casa se recibía con frecuencia la visita de Johannes Brahms, Gustav Mahler, Richard Strauss y Gustav Klimt, entre varios otros, quienes recibieron el apoyo monetario de su familia. Él, por otro lado, aunque rodeado de lujo, abundancia y belleza, fue educado con severidad, lo cual rindió frutos contradictorios en su vida.
De esa formación deriva su gusto musical, quizá poco conocido pero que da cuenta no sólo de la época en que vivió, sino también de sus inquietudes intelectuales. Como sucede con los libros leídos, las películas que nos gustan o incluso la ropa que elegimos para vestirnos, la música “habla” de lo que somos y del lugar de donde venimos, de nuestros intereses y de aquello que miramos en el mundo. Y el caso de Wittgenstein no es la excepción.
La playlist que compartimos a continuación reúne la música favorita del filósofo, de acuerdo con las investigaciones de uno de sus biógrafos más prolijos, Ray Monk. Previsiblemente, abunda la música clásica, pero se encuentra también alguna curiosidad excéntrica, como la voz de Yvette Guilbert, cantante de cabaret especialmente famosa en la época de Wittgenstein, favorita también del pintor Toulouse-Lautrec y alguna vez estrella del Moulin Rouge.
Más allá de la anécdota biográfica, la playlist es también una selección que demuestra un conocimiento amplio de la música. Y al menos por esto, vale la pena su escucha.

'Liberación Animal', de Peter Singer: 40 años de controversia (Libro completo PDF)

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El filósofo Peter Singer, autor de 'Liberación animal'. Foto: ©Farm Sanctuary

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[PDF]Liberación Animal - ¡Sin Paradigmas!


www.sinparadigmas.com/animalistas/Peter_Singer_Liberacion_Animal.pdf
Su autor, Peter Singer, ha sido uno de los primeros filósofos contemporáneos en argumentar de forma sistemática que aquellos que se oponen al sufrimiento.

Peter Singer 
(1946/07/06 -)

Peter Singer


 

Filósofo y bioético australiano 



Nació el 6 de julio de 1946, en Melbourne, Australia.
Hijo de judíos que emigraron a Australia desde Viena en 1938, después de la anexión de Austria por la Alemania nazi. Se establecieron en Melbourne, donde nació Singer. Tiene una hermana, llamada Joan.

Sus abuelos paternos fueron apresados por los nazis en Lodz y nunca más se supo de ellos; su abuelo materno murió en el campo de concentración de Theresienstadt. Su abuelo, David Oppenheim, publicó numerosos trabajos con Sigmund Freud. Su progenitor importó té y café, mientras que su madre ejerció la medicina.


Cursó estudios en las universidades de Melbourne y Oxford (Inglaterra).

Empezó su carrera como profesor en Oxford desde 1971 hasta 1973. Desde entonces trabajó en varias universidades en Estados Unidos e Italia y desde 1977 fue profesor de filosofía en la Universidad Monash de Melbourne. También está relacionado con el Centro para la Bioética Humana de Monash, del que fue su director desde 1987 a 1991 y es su director adjunto desde 1992.

Singer, considerado como un racionalista del siglo XX, defiende un sistema filosófico que se fundamenta en la razón, no en el sentimiento, en el propio interés, o en condicionamientos sociales. Se interesa por las cuestiones éticas implicadas en la experimentación embrionaria, ingeniería genética, aborto y eutanasia, y adopta ante estos dilemas un enfoque "utilitario preferente", es decir, considera que una acción es éticamente correcta si satisface la prioridad de los afectados y tiene las mejores consecuencias para el mayor número de personas; también rechaza la idea de que matar es malo sin tener en cuenta las circunstancias.

Su libro más conocido es La liberación animal (1975), en el que plantea que la dominación humana de los animales es moralmente indefendible; él es vegetariano. Otros libros suyos son Ética práctica(1979) y ¿Cómo vamos a vivir? (1993). Dona los derechos de sus libros a organizaciones de ayuda internacional y movimientos para la liberación de los animales, y entrega entre el 10 y el 20% de sus ingresos a los pobres, pues cree que los ricos tienen el deber ético de ayudar a los desvalidos.


En 2004 fue reconocido como Australian Humanist of the Year por el Council of Australian Humanist Societies, y en junio de 2012 Companion of the Order of Australia por sus servicios a la filosofía y bioética. Resultó elegido como uno de los diez intelectuales públicos más influyentes de Australia en 2006.

Casado desde 1968 con Renata Diamond; tienen tres hijos: Ruth, Marion y Esther. Renata es novelista y escritora, y ha colaborado en publicaciones con su marido. 


Obras seleccionadas

Animal Liberation: A New Ethics for our Treatment of Animals, 1975
Democracy and Disobedience, 1973
Practical Ethics, 1979
Marx, 1980
The Expanding Circle: Ethics and Sociobiology, 1981
Hegel, Oxford University Press, 1982
How Are We to Live? Ethics in an Age of Self-interest, 1993
Rethinking Life and Death: The Collapse of Our Traditional Ethics, 1994
Ethics into Action: Henry Spira and the Animal Rights Movement, 1998
A Darwinian Left, Weidenfeld and Nicolson, 1999
One World: The Ethics of Globalisation, 2002
Pushing Time Away: My Grandfather and the Tragedy of Jewish Vienna, 2003
The President of Good and Evil: The Ethics of George W. Bush, 2004
The Life You Can Save: Acting Now to End World Poverty, 2009
The Most Good You Can Do: How Effective Altruism Is Changing Ideas About Living Ethically, 2015
Ethics in the Real World: 82 Brief Essays on Things That Matter, 2016.






Dada la importancia del libro, merece la pena repasar, con ocasión de su aniversario, la posición que Singer defiende en él, así como algunas de las controversias que suscita y las cuestiones que deja abiertas.


Liberación animal es un libro no académico dirigido a un público general. Está escrito por un filósofo con una determinada teoría moral —el utilitarismo— y con posiciones particulares sobre problemas morales específicos. Su objetivo es claro: denunciar el especismo y que se abandone el consumo de animales no humanos, en especial en la alimentación. Su método es efectivo: emplea argumentos que la mayoría de la gente ya acepta sin que para ello sea necesario comprometerse con las posiciones más controvertidas que él mismo asume.

Portada 'Liberación animal', Taurus
Igual consideración de intereses
La idea central del libro es que los intereses de todos los individuos que pueden sufrir y disfrutar deben ser igualmente considerados. Esta idea se deriva de la combinación de otras dos que no suelen resultar controvertidas. En primer lugar, la fuerte intuición, ampliamente compartida, sobre la consideración igualitaria de todos los seres humanos. En segundo lugar, la necesidad de ser consistente en el razonamiento moral, es decir, de no incurrir en contradicciones cuando pensamos.
La aceptación de la primera idea es lo que nos lleva a rechazar que se asigne una importancia diferente a los intereses de los individuos con base en, por ejemplo, ciertas características biológicas como el sexo o el color de la piel. De forma similar, puesto que la pertenencia a una determinada especie tampoco afecta a cuán importantes son los intereses de los individuos, tampoco debemos aceptar que ésta sea una característica moralmente relevante. Así, la consideración desigual de intereses basada en la especie de los individuos debe, por consistencia, ser rechazada en tanto que una forma más de discriminación —especismo—, tan carente de justificación como el racismo o el sexismo.
Además, cualquier intento de trazar una diferencia moral entre humanos y no humanos está condenada al fracaso. Como muestra un argumento muy conocido en la literatura en ética animal, el llamado “argumento de la superposición de las especies”, no importa la característica a la que apelemos, algunos seres humanos (por su diversidad funcional u otras circunstancias) no la poseerán. Evidentemente, sería implausible concluir de esto que deberíamos entonces dejar de considerar moralmente a aquellos seres humanos que no cumplen con esas características. Por el contrario, afirma Singer, lo que tenemos que concluir es que la igual consideración de intereses debe ser extendida más allá de la especie humana, incluyendo a todos los seres sintientes, humanos y no humanos.
La segunda idea que podemos encontrar en Liberación animal es también compartida por la mayoría de la gente. Consiste en que siempre que esté a nuestro alcance debemos actuar con objeto de prevenir o reducir el sufrimiento. Esta idea permite a Singer extraer ciertas consecuencias prácticas que se desprenden de rechazar el especismo. Si el sufrimiento importa, habrá de ser así independientemente de quién lo sufra. Por ello, debe importar sea cual sea la especie del individuo que está sufriendo. De este modo, las mismas razones que tenemos para prevenir y reducir los daños que sufren los seres humanos son también razones para prevenir y reducir los daños que padecen los animales de otras especies. En la práctica, esto implica adoptar el veganismo, rechazando participar de todas aquellas actividades que generan sufrimiento a los otros animales, y trabajar activamente por la abolición de toda forma de explotación animal.
El daño de la muerte
Quizás el aspecto más controvertido de la posición de Singer tenga que ver con la ética de matar animales. Como se sugiere en Liberación animal y más tarde se afirma expresamente en Ética práctica (2009), Singer creía, en aquel momento, que sólo aquellos individuos con la capacidad para concebirse a sí mismos en el futuro podrían tener un interés en vivir y, por ello, ser dañados por la muerte. Para Singer, esto se seguía de su teoría ética (el utilitarismo de las preferencias), según la cual la muerte sólo puede ser mala para un individuo si frustra su preferencia por seguir vivo. Dado que la mayoría de animales no posee las capacidades psicológicas necesarias para albergar esta preferencia (ya que no pueden concebirse a sí mismos en el futuro), afirmaba Singer, esto implicaría que la muerte no puede dañarles. Así, sus intereses no nos darían ninguna razón en contra de matarles.
No está claro que el utilitarismo de las preferencias nos fuerce a esta conclusión. Para ello es preciso, además, aceptar los supuestos indicados arriba, que alguien que acepte el utilitarismo de las preferencias puede perfectamente rechazar. Muchos filósofos y filósofas en la actualidad asumen una visión distinta acerca del daño de la muerte. Según ésta, lo que hace más o menos buenas nuestras vidas son las experiencias positivas y negativas que contienen. Así, todos los seres con la capacidad de tener dichas experiencias (humanos y no humanos) pueden ser dañados por la muerte, en la medida en que ésta les priva de las cosas positivas que hubieran experimentado en caso de que siguieran vivos. La conclusión que esto implicaría es que debemos dejar de consumir animales no humanos porque ello causa su muerte, y no sólo —como creía Singer— porque les suponga un gran sufrimiento.
Sin embargo, muy recientemente, Singer ha cambiado su posición sobre el daño de la muerte, animado por su transición del utilitarismo de preferencias al utilitarismo hedonista. Éste último sostiene que lo importante es la maximización de las experiencias positivas y la disminución de las experiencias negativas de los individuos. En uno de sus últimos libros (Lazari-Radek & Singer 2014), Singer reconoce que todos los seres sintientes con una vida que merezca la pena vivir (entendida como una vida que contiene más experiencias positivas que negativas) son dañados por la muerte. Asume ahora, así, una posición sobre esta cuestión que parece más plausible.
Cuestiones abiertas
No obstante, Peter Singer no ha terminado todavía de desarrollar su nueva posición sobre el mal de matar animales. De hecho,  en una charla reciente en Barcelona Singer ha identificado este problema como una de las tres cuestiones abiertas más importantes en ética animal, animando a todas aquellas personas que se dedican a la investigación a trabajar en este tema. Las otras dos cuestiones son, de acuerdo con Singer, cómo comparar el bienestar entre individuos de diferentes especies y si debemos intervenir en la naturaleza para ayudar a los animales en situación de necesidad.
Evidentemente, muchas de nosotras no estamos de acuerdo con la perspectiva general utilitarista de Peter Singer. A lo largo de estos cuarenta años, su posición ha sido fuertemente atacada desde diferentes teorías éticas. Desde perspectivas deontológicas se incluyen los ejemplos célebres de Tom ReganGary FrancioneEvelyn Pluhar Christine Korsgaard o Mark Rowlands. Más allá de éstas, la consideración de los animales no humanos ha sido defendida desde otras perspectivas éticas similarmente críticas con el utilitarismo, como es el caso del igualitarismo, tal y como han apuntado autores como Ingmar Persson Peter Vallentyne o Nils Holtug. Otros enfoques incluyen la ética de las virtudes y la ética del cuidado.
Quizás, una de las críticas más importantes que ha recibido Liberación animal esté relacionada con el compromiso que asume Singer con lo que se conoce como agregacionismo. Según esta idea, lo que debemos hacer es maximizar la suma total del bienestar de los individuos, sin atender a la manera en que éste está distribuido entre ellos. Esta toma de posición aleja a Liberación animal de la neutralidad que pretendía asumir ante problemas éticos más controvertidos, como es el caso paradigmático de la experimentación con animales no humanos. Asumir un punto de vista agregacionista en este caso implica aceptar que estaría justificado sacrificar el bienestar o la vida de uno o más individuos mediante experimentación, si con ello lográramos para otros individuos un beneficio mayor.
Otras posiciones éticas, como muchas de las consideradas anteriormente, también estarían en desacuerdo con Singer en este punto. Rechazarían, pues, que el mero hecho de que una acción tenga como resultado un beneficio mayor para unos baste para justificar perjudicar a otros. Ahora bien, con independencia de cuál sea la teoría ética que adoptemos, abandonar el especismo exigirá que nuestras conclusiones respecto de lo que está justificado o no, en términos de experimentación, se apliquen tanto a animales no humanos como a seres humanos en circunstancias similares. Así, en todo caso, si no estamos dispuestos a someter a seres humanos a experimentación, aunque de ello se beneficiaran muchos individuos, tampoco deberíamos aceptarlo respecto de animales no humanos. E, inversamente, aceptar la experimentación con animales no humanos implica aceptar también la experimentación con seres humanos.
De todos modos, y a pesar de nuestro potencial desacuerdo con la posición de Singer, es preciso reconocer que pocos trabajos han tenido un impacto tan grande como Liberaci ó n animal en el cambio de las actitudes especistas y en las conductas ante la situación en la que se encuentran la mayoría de animales no humanos.
Hace 40 años, Peter Singer se dio cuenta de que trabajar en la defensa de los animales no humanos era una de las formas más efectivas de conseguir un mundo mejor. Dado el trabajo que todavía queda por hacer y los millones de individuos que pueden resultar beneficiados (considerando tanto los animales que viven bajo explotación humana como los que viven en la naturaleza), a día de hoy esto sigue siendo verdad.
Referencias:
Singer, P. (2009). Ética pr áctica. Madrid: Akal Ediciones.
Singer, P. (2011). Liberaci ón animal. Barcelona: Taurus.
Lazari-Radek, K. & Singer, P. (2014). The Point of View of the Universe. Sidgwick and Contemporary Ethics. Oxford: Oxford University Press.



"Necesitamos una metodologia para luchar por los derechos de los animales". Entrevista a Peter Singer


Peter Singer 

14/06/2018
Filósofo de referencia para todos los defensores de los derechos de los animales, Peter Singer ha recuperado las luchas victoriosas de la activista estadounidense Henry Spira para deducir "preceptos para cambiar el mundo". Entrevista de Joseph Convafreux para Mediapart con motivo de la reciente visita de Singer a París para presentar la traducción francesa de su libro Ethics into Action: Henry Spira and the Animal Rights Movement.
Este filósofo australiano que enseña bioética en la Universidad de Princeton, Estados Unidos, se dio a conocer como uno de los primeros defensores de los derechos de los animales no humanos, con su manifiesto y su libro Liberación Animal sobre la condición animal.
En su nuevo libro, traza la trayectoria de Henry Spira, activista estadounidense desconocido en Europa, pero que forjó la metodología de la campaña política y luchó victoriosamente contra los experimentos en animales.
Después de haber sido capaz de doblegar a McDonald, el FBI o L'Oreal, su trayectoria permite, para Peter Singer, identificar metodologías y los "preceptos para cambiar el mundo."
¿Por qué era importante escribir la biografía de Henry Spira?
Peter Singer: No es exactamente una biografía, aunque se incluyan elementos biográficos. Es una descripción de las luchas victoriosas en las que participó Henry Spira. Me parecía importante darlas a conocer y explicar cómo consiguió tales éxitos, sobre todo en relación con la causa de los animales, como utilizó estrategias que están al alcance de cualquier activista del movimiento.
Él, como nadie antes, logró reducir el sufrimiento animal y cómo viven los animales. ¿Cómo lo consiguió? Henry Spira no era rico y no estaba predestinado a dirigir una gran organización. Mi objetivo es dar a conocer como una sola persona puede hacer una aportación tan importante.
¿Cuáles fueron sus mayores éxitos?
Ha permitido, por ejemplo, que se puedan comprar cosméticos no probados en animales, al exigir que las grandes empresas como Revlon, Bristol-Myers y L'Oréal cambiasen sus prácticas y dedicasen recursos para desarrollar alternativas a la experimentación con animales. Millones de animales han escapado así a grandes sufrimientos. También consiguió que compañías como Procter and Gamble, dejasen de envenenar animales para probar sus nuevos productos.
Tras sus victorias en relación con las pruebas en animales, se dedicó a la difícil situación de los animales utilizados para alimentar a los seres humanos. Si los experimentos con animales implicaban a millones de ellos, en el campo de la alimentación afectaba a cientos de millones, incluso a miles de millones, cada año, sólo en Estados Unidos. Se tardó más tiempo, pero consiguió en particular que una empresa como McDonald redujese el estrés y el sufrimiento de los animales que utiliza para sus hamburguesas. Ayudó a cambiar la forma en que la industria alimentaria trata a los animales.
¿Hay que considerarlo como un radical o un moderado?
Siempre ha sido radical en cuanto a sus objetivos finales con respecto a los animales. Antes de su lucha por los derechos de los animales, provenía de un ambiente político muy radical, ya que era miembro de un grupo trotskista. Lo abandonó porque creía que sus camaradas estaban desconectados de las realidades y hablaban constantemente de una revolución que no llegaba.
Pero participó en el movimiento por los derechos civiles en el Sur de los Estados Unidos. Después de la Revolución cubana, visitó la isla. Hablaba español con fluidez porque su familia había huido de Europa para escapar de los nazis a través de Panamá. Quería ver lo que la revolución hacía a favor de los campesinos y apoyó la Revolución cubana en sus inicios. En este sentido, fue un radical.
Pero se dio cuenta de que era inútil esperar que una gran revolución lo cambiase todo de golpe. La manera de lograr un cambio real era proceder paso a paso. Nunca perdió de vista los objetivos finales contra la explotación animal, pero consideró necesario comenzar a reducir el sufrimiento de millones de animales y educar al público acerca del mismo.  
¿Qué estrategia puso en práctica para lograr estos resultados?
Primero: obtener información totalmente fiable acerca de los hechos cuya publicidad pudiera resultar comprometedora. Por ejemplo, en el caso de la campaña contra la compañía de cosméticos Revlon, usó la Freedom of Information Act para obtener documentos que Revlon tuvo que proporcionar al gobierno para obtener los permisos de producción y distribución en relación con la seguridad de los nuevos productos de la compañía. Estos documentos contienen información precisa acerca de los experimentos con animales.
Segundo: no hay que exagerar la información disponible, debido a que su credibilidad es esencial y depende de ello.
Tercero: si se desea cambiar los procedimientos de una empresa o institución, hay que establecer un diálogo con ella. "Tenemos documentos que muestran un comportamiento que no es aceptable. ¿Están dispuestos a cambiarlo?”.  En algunos casos, las empresas han aceptado fácilmente cambiar sus procedimientos. Pero la mayoría, especialmente al comienzo y cuando nadie sabía quién era y de lo que era capaz, no le escuchó.
Spira comenzaba una campaña, hacía presión, como con un tubo de pasta de dientes, hasta que el bloqueo saltaba. Hacía pública su información. En algunos casos, recogió dinero para pagar una página completa en el New York Times. En el caso de Revlon, la publicidad preguntaba “¿A cuántos conejos dejará ciegos Revlon a la búsqueda de la belleza?". Revlon es una empresa dedicada a la belleza y la elegancia, y la idea de dejar ciegos a conejos para probar sus productos no encajaba con su imagen.
La campaña no exigía que Revlon cesase todos sus experimentos de inmediato, porque Spira sabía que eso les impediría desarrollar nuevos productos para el mercado, y que no era posible pedírselo. Así que, al mismo tiempo que aumentaba la presión, ofrecía salidas. En este caso, le pidió a Revlon dedicar una parte de sus ganancias a buscar alternativas a las pruebas en conejos.
Su estrategia era ejercer presión sobre una empresa, con un objetivo realista que finalmente pudiese aceptar.
El libro ha sido traducido al francés, por esta razón, con el título Teoría de la pasta de dientes. Pero el último capítulo se titula “La estrategia del cacahuete". ¿Qué significa ?
Es una metáfora, construida a partir del epitafio que Spira quiso para su tumba: "Empujó el cacahuete hacia adelante",  lo que significa que había dejado el mundo un poco mejor que como lo encontró. La relación entre la pasta de dientes y los cacahuetes puede estar en la idea de que no podemos alcanzar el resultado final y un mundo perfecto, pero podemos hacer que las cosas se muevan en esa dirección.
¿Esta estrategia se puede aplicar a cualquier lucha política? ¿Realmente podemos definir una metodología para que una acción política tenga éxito?
Creo que sí, al menos para todo movimiento que tenga objetivos específicos, con consumidores o usuarios sobre los que actuar. Esto puede incluir tanto empresas privadas como instituciones públicas. Pero es cierto que si se quiere influir sobre el desarme nuclear, por ejemplo, es probablemente otro asunto.
Henry Spira no dedicó mucho tiempo a tratar de cambiar aspectos clave de la política gubernamental, incluso si actuó en relación con algunas leyes y reglamentos. No podía recaudar el dinero suficiente para hacer campañas a mayor escala, y por eso se centró en su lucha en ciertos comportamientos de las empresas o instituciones. Pero creo que podemos seguir una metodología de acción, desde el momento en que tenemos objetivos realistas.
Usted define su estrategia en el libro como una "estrategia del mal menor”.¿Quiere decir esto que el mal en sí mismo no puede ser erradicado? 
El mal no puede ser erradicado de golpe. Primero debe reducirse el mal, y así será posible eliminarlo. Pero Henry Spira era realista y aceptaba la complejidad de la naturaleza humana. No creía que las empresas contra las que hizo sus campañas encarnasen el mal, y no creía que fuera necesario distinguir entre santos y pecadores. No creía que se pudiera reprogramar sus comportamientos simplemente diciendo, "Usted es un pecador y nosotros somos unos santos”.Había una lógica en que McDonalds o Revlon quisieran obtener beneficios y satisfacer a sus accionistas. La pregunta que se planteaba Spira es cómo, a partir de ahí, se podía cambiar su comportamiento mediante la presión.
¿Se trata de cambiar gradualmente el sistema o de hacer lo posible dentro del sistema para que funcione?
Es una manera de cambiar el sistema de forma gradual. Volviendo a los animales y la industria de la carne, cada paso que das, cada mejora del bienestar de los animales, aumenta mecánicamente el precio de los bienes vendidos. Esto hace que la competencia con otros productos peores en el mercado sea más fácil y que los productos vegetales puedan llegar a ser competitivos con los productos de origen animal.
En definitiva, se está desarrollando hamburguesas con sabor a carne, pero que no la contienen. Henry Spira era consciente de ello. Creía que la evolución hacia un mundo vegetariano sería más fácil si la producción de carne era más cara. Está claro que se necesita mucho tiempo. Pero si alguien cree que va a abolir la industria cárnica en diez años, se equivoca, y es importante avanzar hacia ese objetivo de forma progresiva.
Spira trabajaba a menudo solo. ¿No limitaba ello su lucha, cuando sabemos que lo que ganan los planteamientos y las luchas cuando son colectivas?
Henry Spira era en realidad un carácter solitario, pero consultaba mucho y construía continuamente coaliciones. Era consciente de los límites de su conocimiento y su experiencia. Antes de lanzar su campaña contra Revlon, consultó a muchos científicos para entender que era factible. Y, dependiendo de las batallas que emprendiese, aunque nunca tuvo un comité o dirigió una gran organización, construyó coaliciones ad hoc. No trabajaba solo, aunque estaba particularmente preocupado por evitar la engorrosa burocracia activista.
¿Qué le ha inspirado Henry Spira más allá de sus metodologías de acción?
Fue muy importante para mí apropiarme de las técnicas y estrategias a aplicar para cambiar las cosas. Pero también me influyó en lo que respecta a la manera de vivir. Al final de su vida, mientras yo estaba escribiendo este libro y él padecía el cáncer que le mató, me enseñó una especie de ecuanimidad frente a la muerte.
Tenía una filosofía de la vida que me ha influido, ya que, a pesar de que materialmente no tenía gran cosa antes de morir, estaba sereno, porque tenía la sensación de haber hecho un montón de cosas que valían la pena.
Su libro, Liberación animal, que inauguró una reflexión sobre la causa de los animales, fue escrito hace ya cuarenta años. ¿Qué ha cambiado?
Muchas cosas. En ese momento, nadie pensó que los animales podrían ser una cuestión política seria. La preocupación por los animales parecía restringida a los ancianos por sus gatos. Se menospreciaba a las personas que se preocupaban por estos temas. Ya no es así. Hay muchas organizaciones que se ocupan de estas cuestiones y mucha más gente cree que es un tema importante.
Por otra parte, algunas leyes han impuesto cambios reales en el tratamiento de los animales. En Liberación animal, abordaba como se maltrataba a los animales de granja, y se ha regulado mejor, aunque se sigue haciendo mucho daño en las granjas industriales. Pero ha habido progreso, y ese libro y las ideas que contenía han avanzado.
Por otra parte, en los últimos años, ha habido un gran impulso del estilo de vida vegano. Cuando escribí mi libro, nadie entendía el término ni lo que significaba. Pero ahora sí. Y ello hace posible el desarrollo de alternativas a la cría de los animales, lo que reduce su poder económico.
¿Quiere decir que todos debemos convertirnos en vegetarianos o veganos? En otras palabras, ¿lo primero es cambiar uno mismo o priorizar que las cuestiones de los animales formen parte de la agenda política?
Podemos hacer las dos cosas a la vez. Hay que reconocer que las personas no tienen el mismo nivel de conciencia. Algunos están dispuestos a ser veganos y no comprar productos de origen animal. Otros a ser
vegetarianos. Y a una gran mayoría le gustaría que el sufrimiento de los animales se mitigara, pero aún no están preparados para cambiar sus formas de consumo. Este grupo es políticamente el más significativos. Y la prioridad es alentarles para que su voto esté condicionado por las cuestiones de animales, y no que todos se hagan vegetarianos.
¿Qué falta para defender adecuadamente los derechos de los animales?
Todavía carecen de un peso político real. Aquí, en Francia, la actuación del Parlamento ha sido muy decepcionante sobre este tema, en comparación con las promesas de Emmanuel Macron durante la campaña. El movimiento por los derechos de los animales tiene que estar mejor organizado políticamente. Necesitamos que sus votos cuenten y que castiguen a los políticos que no se preocupan por estos temas.
La causa de los animales ¿es transversal o se sitúa en la izquierda, en un proyecto emancipatorio más amplio?
La lucha por los derechos de los animales me parece ser parte esencial de la izquierda, pero también puede implicar a la derecha. Matthew Scully, que era uno de los escritores de George Bush, es muy conservador. Ha escrito un excelente libro sobre el tema, que no habla de derechos de los animales, pero si de la compasión por los animales. Se sitúa en una perspectiva cristiana, pero llega a las mismas conclusiones que yo. Creo que podemos utilizar la dimensión religiosa para atraer a las personas más conservadoras y que exijan un trato digno para los animales.
es profesor de Bioética en la Universidad de Princeton, EEUU, y autor de numerosas obras de ética aplicada, entre ellas "Liberación animal".
Fuente:
https://www.mediapart.fr/journal/culture-idees/100618/peter-singer-il-manque-un-relais-pol

Samuel Beckett - Relatos una verdadera obra maestra.

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Samuel Beckett - Relatos


Relatos reúne en un único volumen la obra narrativa breve de Samuel Beckett –Premio Nobel de Literatura y uno de los más grandes y originales escritores del siglo XX– publicada a lo largo de lo años. Cubren la trayectoria que va desde Primer amor (1945) a Mal visto mal dicho (1980), pasando por BastaTextos para nada o El despoblador. Cada uno de estos relatos breves constituye por sí solo una verdadera obra maestra.

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Biografía de Samuel Beckett

Dramaturgo, escritor y poeta irlandés, Samuel Beckett es considerado uno de los grandes autores teatrales del siglo XX, galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1969Beckett fue fundamental en el nacimiento de la experimentación literaria y el teatro del absurdo, ejemplo de lo cual es su obra más conocida, Esperando a Godot (1952).

Nacido en una familia adinerada y muy religiosa, Beckett estudió en el Trinity College de Dublín donde se licenció en Filología antes de viajar a París para ser lector en la École Normale Superieur de París. Es allí donde conocerá al que será su mentor en el mundo de las letras, el escritor James Joyce, para quien trabajaría como asistente.

No sería hasta 1929 que Beckett publicara su primer cuento, Conjetura, al que pronto seguirían más relatos, poemas y ensayos. A partir de 1930, de vuelta en Irlanda, Beckett dejó atrás su carrera académica y comenzó una serie de viajes por Europa, sin más objetivo que vivir y escribiendo poco, de manera muy ocasional.

En 1933 se publicó su primera antología de relatos y Beckett comenzó a colaborar con diversas revistas, tanto con sus propias creaciones como con críticas literarias, con las que logró un gran reconocimiento y sentó las bases de una conciencia generacional en varios autores irlandeses.

Establecido en París a finales de los años 30, y sumido en varias crisis de tipo personal, sufrió un apuñalamiento que casi acaba con su vida. Tras el inicio de la II Guerra Mundial, Beckett se unió a la resistencia francesa, primero en París y luego en la zona rural de Vaucluse.

Terminado el conflicto, Beckett volvió a Dublín, donde se volcó en la literatura, produciendo más cuentos y novelas, tanto en inglés como en francés, destacando títulos como MolloyMalone muere El innombrable. Poco después se embarcaría en la escritura de Esperando a Godot, que le llevaría un año, siendo publicada con muchos esfuerzos en 1952 y estrenada en 1953. Pese a recibir malas críticas en su estreno, la obra alcanzó grandes alabanzas y es una de las obras más representadas del siglo XX.

A partir de los años 60, gozando del éxito de piezas teatrales como Final de partida Los días felicesBeckett trabajó para la BBC y también en guiones o programas de radio. En 1969 recibió el Premio Nobel. El autor irlandés siguió trabajando, sobre todo el teatro, publicando sus últimas obras  y antologías de escritos o poemas hasta bien entrados los años 80.

Samuel Beckett murió el 22 de diciembre de 1989 en París.

Roland Barthes - Strip-Tease

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Roland Barthes © Sophie Bassouls/Sygma/Corbis


El strip-tease —al menos el strip-tease parisiense— está fundado en una contradicción: desexualiza a la mujer en el mismo momento en que la desnuda. Podríamos decir, por lo tanto, que se trata, en cierto sentido, de un espectáculo del miedo, o más bien del "Me das miedo", como si el erotismo dejara en el ambiente una especie de delicioso terror, como si fuera suficiente anunciar los signos rituales del erotismo para provocar, a la vez, la idea de sexo y su conjuración.

El público se constituye en voyeur únicamente por el tiempo que dura el desnudamiento. Pero en este caso, como en cualquier espectáculo mistificante, el decorado, los accesorios y los estereotipos sirven para contrariar la provocación del propósito inicial y terminan por sepultar todo en la insignificancia: se muestra el mal para perturbarlo con más facilidad y exorcizarlo. El strip-tease francés parece proceder de lo que en otra parte he llamado "operación Astro"; procedimiento de mistificación que consiste en vacunar al público con una pizca de mal para poder arrojarlo en seguida, con mayores posibilidades de éxito, inmunizado, a un Bien Moral: algunos átomos de erotismo, recortados por la propia situación del espectáculo, son absorbidos en un ritual tranquilizante que borra la carne de la misma manera que la vacuna o el tabú fijan y contienen la enfermedad o la falta.

Durante el strip-tease aparecerán una serie de coberturas colocadas sobre el cuerpo de la mujer, a medida que finge desnudarse. El exotismo es la primera de estas distancias, porque en todas las ocasiones se trata de un exotismo acartonado que aleja el cuerpo en lo fabuloso y lo novelesco: china provista de pipa de opio (símbolo obligado de la chinidad), vamp ondulante fumando gigantesco cigarrillo, decorado veneciano con góndola, vestido con miriñaque y cantor de serenata, todo tiende desde un comienzo a constituir a la mujer en objeto disfrazado; la finalidad del strip no consiste, por lo tanto, en sacar a luz una secreta profundidad, sino en significar, a través del despojo de una vestimenta barroca y artificial, la desnudez como ropaje natural de la mujer, o sea reencontrar finalmente un estado absolutamente púdico de la carne.

Los accesorios clásicos del music-hall, movilizados sin excepción ninguna, alejan, también ellos, el cuerpo descubierto; lo arrojan al envolvente confort de un rito conocido: pieles, abanicos, guantes, plumas, medias en rejillas, en una palabra, toda la sección de adornos, contribuyen constantemente a reingresar el cuerpo vivo a la categoría de los objetos lujosos que rodean al hombre con un mágico decorado. Con plumas o con guantes, la mujer se muestra como elemento cristalizado del music-hall. El despojarse de objetos claramente rituales no es parte de una nueva indigencia: la pluma, la piel y el guante continúan impregnando a la mujer con su virtud mágica aun cuando se los haya quitado, actúan como el recuerdo envolvente de una caparazón lujosa. Es una ley evidente que el strip-tease en su conjunto se ofrece dentro de la misma naturaleza que posee la vestimenta del principio: si esta vestimenta resulta improbable, como en el caso de la china o de la mujer envuelta en pieles, el desnudo que sigue es igualmente irreal, pulido y cerrado como un objeto bello que se desliza, al margen del deterioro humano por su misma extravagancia. Ésta es la significación profunda del sexo de diamante o de carey que aparece en el final del strip-tease: el triángulo último, por su forma pura y geométrica, por su materia brillante y dura, obtura el sexo como una espada de pureza y arroja definitivamente a la mujer a un universo mineralógico. La piedra (preciosa) es en este caso la traducción irrefutable del objeto total e inútil.

Contrariamente al prejuicio difundido, el baile, que acompaña todo el tiempo el strip-tease, de ninguna manera es un factor erótico. Inclusive es posible que sea todo lo contrario: la ondulación suavemente rítmica conjura el miedo a la inmovilidad. No sólo otorga al espectáculo la legitimación que ofrece el arte (los bailes del music-hall siempre son "artísticos"), sino, y sobre todo, constituye la última clausura, la más eficaz: el baile, hecho de gestos rituales, vistos mil veces, actúa como cosmético de movimientos, oculta la desnudez, introduce el espectáculo bajo una cubierta de gestos inútiles y sin embargo privilegiados, pues el acto de desnudarse queda relegado a la categoría de operaciones parásitas, realizadas en una lejanía poco verosímil. Así, vemos a las profesionales del strip-tease envueltas en una esencia milagrosa que las viste permanentemente, las aleja, les otorga la fría indiferencia de hábiles experimentadas refugiadas con soberbia en la certidumbre de su técnica: su ciencia las viste como un ropaje.

Todo esto, esta minuciosa conjuración del sexo, puede verificarse por contraposición en los "concursos populares" (sic) de strip-tease de aficionados: las "principiantes" se desvisten ante algunos centenares de espectadores sin recurrir (o recurriendo con muy poca habilidad) a la magia, lo que restablece, indiscutiblemente, el poder erótico del espectáculo. En los "concursos populares", para empezar, hay mucho menos chinas y españolas, ni plumas ni pieles (estrictos trajes sastre, abrigos ciudadanos, casi nada de disfraces originales; pasos inhábiles, bailes insuficientes, la muchacha permanentemente expuesta a la inmovilidad y, sobre todo, la dificultad "técnica" (el slip que se resiste, o la falda, o el sostén) que otorga a los gestos del descubrimiento una importancia inesperada, niega a la mujer la coartada del arte y el refugio del objeto y la encierra en una situación de debilidad y temor.

En cambio, en el Moulin-Rouge se perfila una conjuración de otras características, tal vez típicamente francesa, que, por otra parte, tiende más a domesticar el erotismo que a abolirlo. El animador intenta otorgar al strip-tease una categoría pequeñoburguesa tranquilizante. En primer lugar, el strip-tease es un deporte: existe un Strip-tease Club que organiza sanas competencias en las que las triunfadoras son coronadas, recompensadas con premios edificantes (un abono para lecciones de cultura física), una novela (que lógicamente tiene que ser Le voyeur de Robbe-Grillet) o premios útiles (un par de medias de nylon, una cantidad de francos). Además, el strip-tease se asimila a una carrera (principiantes, semiprofesionales, profesionales), es decir, al ejercicio honorable de una especialidad (las mujeres que realizan strip-tease son obreras calificadas); se les puede otorgar, incluso, la coartada mágica del trabajo, la vocación: tal muchacha "anda por buen camino" o "promete mantener las expectativas que había creado" o, por lo contrario, "realiza sus primeros pasos" en el arduo camino del strip-tease. Por último —y esto es muy importante— las concursantes son ubicadas socialmente: ésta es vendedora, tal otra es secretaria (hay muchas secretarias en el Strip-tease Club). En este momento la mujer que hace strip-tease se reintegra a la sala, se familiariza, se aburguesa, como si los franceses —al revés del público norteamericano (al menos por lo que se dice)—, y de acuerdo a una tendencia irreprimible de su situación social, sólo pudieran concebir el erotismo como una propiedad hogareña, legitimada por la coartada del deporte semanal, mucho más que por la coartada del espectáculo mágico. De esta manera, el strip-tease, en Francia, se ha nacionalizado.


En Mitologías
Traducción: Héctor Schmucler
Imagen: © Sophie Bassouls/Sygma/Corbis

" Diccionario de la política " Norberto Bobbio.

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Estado de bienestar

I. LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL Y LA CUESTIÓN OBRERA:

El pasaje de un rédito per cápita de subsistencia a un rédito per cápita en continua expansión, el progreso científico y tecnológico, la organización racional del trabajo y la explosión demográfica han representado discontinuidades fundamentales en el desarrollo económico del sistema occidental. Tales discontinuidades, sintetizadas con la expresión "revolución industrial", han producido lo que Karl Polanyi ha llamado "la gran transformación", es decir la transición de la sociedad tradicional de base agrícola a la moderna sociedad industrial. El impacto de las fuerzas modernizantes sobre el modo de vida tradicional ha sido trastornante: una verdadera "catástrofe cultural". El avance del industrialismo y del mercado ha erosionado y despedazado importantes conjuntos de vínculos sociales, políticos y económicos; ha debilitado gravemente la cohesión interna de los grupos primarios; por fin ha trastornado el sistema consolidado de las creencias religiosas que garantizaba un mínimo de solidaridad entre las clases. Rápidamente la gran transformación ha generado en su fase inicial un gigantesco proceso de movilidad social que ha sido también un radical proceso de desarraigo: millones de individuos han sido arrancados de su hábitat sociocultural e inducidos en un nuevo sistema de relaciones -el mercado auto-rregulado- en el cual el sentido de pertenencia comunitaria y de solidaridad estaba amenazado por la despiadada lógica de la ganancia. El mercado autorregulado es inhumano: para él no existen hombres, valores morales, sentimientos, sino sólo mercancías. Por esto en el siglo XIX el avance del mercado ha coincidido con la agudización de todos los fenómenos patológicos de la vida social (alienación, anomia, etc.). La Gemeinschaft (comunidad) es sustituida por la Gesellschaft (sociedad), es decir por un sistema de relaciones puramente contractual, basado exclusivamente en el cálculo utilitarista de los costos y de los importes y sordo a cualquier consideración de orden moral. Los trabajadores comprometidos en el ciclo manufacturero fueron considerados como mera fuerza productiva , mercancía entre las mercancías. Nació de tal manera el "proletariado interno" de la civilización capitalista-burguesa; una masa de individuos despersonaliza-dos, carentes de raíces culturales y abandonados a sí mismos; una especie de "casta en exilio"; un grupo halógeno que se siente extraño a la sociedad y siente la sociedad extraña a sus específicas exigencias materiales y psicológicas. Las raíces profundas de la cuestión obrera se encuentran en el doloroso sentido de abandono que advierten los trabajadores comprometidos en el ciclo productivo del factory sistem más que en la penosidad del trabajo y en los bajos salarios. La nueva clase dominante -la burguesía capitalista-se desinteresa de la dirección política de las clases subalternas; ella sólo quiere utilizar su fuerza de trabajo, explotarlas, no ya gobernarlas. Y exige también que el estado no corrija las leyes del mercado puesto que ve en cualquier intervención dictada por consideraciones extraeconómicas un atentado a la "natural armonía" que se determina a través del libre juego de la oferta y la demanda. La filosofía que expresa la actitud fundamental de la burguesía frente a los problemas políticos y económicos es el laissez faire. El estado burgués es un estado que protege desde el exterior el mercado, que garantiza que las normas esenciales para el funcionamiento del sistema no sean violadas, que se abstiene de toda acción que pueda perturbar el mecanismo de la competencia. Por esto es un estado carente de sensibilidad social> los costos de la gran transformación, que se vuelcan casi exclusivamente sobre la clase obrera, no son percibidos por él o son percibidos como naturales, inevitables, inmodificables. De tal modo en el seno de la sociedad capitalista el surco entre las clases integradas y las masas proletarizadas se hace cada vez más agudo al punto de preceder a una escisión vertical en el cuerpo social. No es casual que tanto el revolucionario Marx como el conservador Disraeli vean la crisis de civilización actuante en el 1800 como el encuentro frontal entre dos ciudades recíprocamente repulsivas: la de los haves y la de los have-nots.

II. LA REVOLUCION DE LAS EXPECTATIVAS CRECIENTES:

Esta-dísticas en mano, la historiografía neoliberal ha tratado de demostrar que la revolución industrial no ha conducido, ni siquiera en su fase inicial, a un empeoramiento de las condiciones materiales de existencia de las clases trabajadoras. Sin embargo, es un hecho que la condición obrera fue vivida por los trabajadores como una intolerable degradación de la vida humana y que así fue descrita por los observadores de la época. Dos fenómenos concordaron para determinar eso: el aislamiento moral del proletariado, que fue abandonado a su destino -ni la burguesía ni es estado se ocupaban y se preocupaban de sus condiciones exis-tenciales-, y una transformación de la mentalidad dominante determinada por la difusión del credo democrático e igualitario. Aquí, un papel decisivo fue desempeñado por la revolución francesa y por los "inmortales principios". Las clases inferiores en el siglo XIX comenzaron a reinterpretar su condición existencial a la luz de los nuevos valores proclamados por la inteliguentsia radical y reclamaron, al principio confusamente, luego de manera cada vez más clara, la reorganización de la sociedad. Se sentían excluidas de la ciudad y por eso pretendieron el pleno derecho de ciudadanía política y moral. Apremiaron a los empleadores, a los gobernantes, a toda la sociedad para obtener un estatus igual al de los otros grupos que articulan la comunidad nacional. La protesta obrera, revolucionaria o refor-mista, nace del resentimiento colectivo contra la sociedad burguesa que no siente ningún deber frente a las víctimas de la acumulación salvaje y de la industrialización acelerada.

El fenómeno es contagios. Progresivamente todos los grupos que ocupan una posición periférica en la jerarquía social exigen la plena ciudadanía política y moral. Lo cual produce una fermentación continua de las demandas. Se verifica así el fenómeno que los científicos sociales han bautizado "revolución de las expectativas crecientes". Que nace, justamente, de una reformulación del cuadro de referencia axiológico. Los grupos subalternos ya no perciben como natural e inmodificable su condición de ciudadanos de segunda o tercera categoría, ahora pretenden un status igual al de las clases privilegiadas. Y el instrumento para ejercer una presión eficaz sobre la sociedad para que ésta, mediante sus órganos, satisfaga sus demandas es la protesta. La época contemporánea es la época del progresivo avance del principio socialista de la igualdad a través de la estrategia de la protesta. Ya no se toleran diferencias económicas, sociales o políticas entre los hombres, y las diferencias que, a pesar de todo, permanecen, son percibidas como ilegítimas.

III. DEL MERCADO AUTORRE-GULADO AL CONTROL SOCIAL DE LA ECONOMIA: 

La sociedad europea en el siglo XIX está caracterizada por un conflicto fundamental: por una parte, existe una institución -el mercado- que trata de conquistar la plena autonomía respecto de la política, de la religión, de la moral y en general de cualquier instancia no estrictamente económica; por la otra un valor -la igualdad- que se difunde rápidamente en todos los ambientes sociales como un contagio y que, a medida que las generaciones se suceden, adquiere cada vez más vigor hasta hacerse una formidable fuerza histórica. Ahora, el mercado autorregulado y el principio de igualdad tienen exigencias incompatibles entre sí, puesto que el primero exige la no intervención del estado y el segundo, por el contrario, postula que el estado debe asumir la carga de eliminar todos los obstáculos que objetivamente impiden a los ciudadanos menos pudientes gozar de los derechos políticos y sociales formalmente reconocidos. La sociedad trata de defenderse del mercado autorregulado, que produce miseria, desigualdad, desocupación y alienación y, a través de la acción del estado, trata de poner límites precisos al imperialismo de la lógica capitalista. Las luchas de la clase obrera contra la burguesía y las alternativas políticas proyectadas por los pensadores socialistas tienen esto en común: quieren abolir el mercado o, cuando menos, someterlo al control de la colectividad. La abolición del mercado implica la creación de un sistema radicalmente distinto: la economía colectivista; el simple control significa el fin del laissez faire y la creación de una economía mixta, en la cual la lógica de la ganancia individual sea moderada por la del interés de la colectividad. En Europa occidental no es la solución radical la que prevalece sino la moderada, es decir la solución del control social del mercado, el cual no es abolido sino socializado. De tal modo se verifica, como consecuencia más o menos directa de las enérgicas presiones ejercidas por los partidos obreros, el pasaje del capitalismo individualista al capitalismo organizado. El estado ya no se limita a desempeñar las funciones de guardián de la propiedad privada y de tutor del orden público, sino que, por el contrario, se hace intérprete de valores -la justicia distributiva, la seguridad, el pleno empleo, etc.- que el mercado es hasta incapaz de registrar. Los trabajadores ya no son abandonados a sí mismos frente a las impersonales leyes de la economía y el estado siente el deber ético-político de crear una envoltura institucional en el cual ellos estén adecuadamente protegidos de las perturbaciones que caracterizan la existencia histórica de la economía capitalista.

Además de la acción de los partidos socialistas, dos fenómenos facilitan el pasaje del estado liberal al estado asistencial: el espectacular crecimiento de la riqueza y la "revolución keyne-siana". El primero ha permitido extender las ventajas materiales del industrialismo a categorías sociales cada vez más amplias, de manera que el capitalismo de economía del ahorro se ha transformado en economía del consumo. Ha nacido así la sociedad opulenta con sus extraordinarias capacidades productivas, las cuales hacen posible que el estado pueda destinar una cuota considerable del rédito nacional a fines sociales.

La revolución keynesiana, por fin, ha conducido a la liquidación de la política del laissez faire y al nacimiento de una nueva política económica basada esencialmente en la intervención sistemática del estado, al que se asigna un papel económico central. A él concierne, en efecto, la tarea de ejercer una función directiva sobre la propensión al consumo a través del instrumento fiscal, la socialización de las inversiones y la política del pleno empleo. En el sistema teórico keynesiano la iniciativa privada, aunque continúa teniendo un papel decisivo, ya no es considerada el único motor del progreso, puesto que el equilibrio general del sistema puede ser garantizado sólo por una política orgánica de intervenciones estatales dirigidas a conjurar las crisis cíclicas. Por esto la obra de Keynes es considerada hoy como la plataforma científica sobre la que se apoya la moderna filosofía occidental del e. de b.

IV. LA POLITICA DEL ESTADO DE BIENESTAR: 

El capitalismo individualista entra en crisis por dos razones principales: por su orgánica incapacidad de evitar las crisis económicas y por su insensibilidad frente a las exigencias de las clases sometidas, sin protección alguna, a la intemperie de la competencia. Para eliminar estos dos defectos estructurales del capitalismo individualista, la cultura occidental no ha encontrado otra solución que recurrir a la intervención del estado, al que se demanda el mantenimiento del equilibrio económico general y la persecución a fines de justicia social (lucha contra la pobreza, redistribución de la riqueza, tutela de los grupos sociales más débiles, etc.). De tal manera se ha verificado espontánea-mente el choque entre la economía keynesiana y la política socializadora de los partidos socialdemócratas europeos. Lo cual ha conducido al fin de la era del mercado auto-rregulado y del estado abstencionista y al inicio de la era del capitalismo organizado y del estado asistencial.

La crítica de los teóricos del e. de b. (Welfare State) al laissez faire se resume así: El mercado autorregulado no es capaz de registrar y satisfacer ciertas necesidades materiales y morales que además son fundamentales tanto para los individuos en cuanto tales como para la colectividad. En particular el estado liberal deja al "libre" trabajador prácticamente indefenso frente a las exigencias impersonales del mercado y expuesto a todos los golpes de las fluctuaciones económicas. Es necesario, por lo tanto, institucionalizar el principio de la protección social, y esto exige que el sistema económico capitalista sea sometido al control de la sociedad y que la lógica de la oferta y la demanda sea moderada de alguna forma por la lógica de la justicia distributiva. El moderno estado asistencial brota del compromiso político entre los principios del mercado (eficiencia, cálculo riguroso de los costos y de los importes, libre circulación de las mercancías, etc.) y las exigencias de justicia social avanzadas del movimiento obrero europeo. Así, el encuentro entre los liberales y los socialistas que en el siglo XIX parecía imposible, en nuestro siglo se ha realizado a través de una mezcla pragmática de principios que parecían mutuamente excluyentes. El ala socialdemócrata del movimiento obrero ha renunciado a la supresión del mercado, en el cual ha reconocido un instrumento insustituible para realizar el uso racional de los recursos limitados y para estimular al máximo la productividad, pero, al mismo tiempo, ha logrado hacer prevalecer la instancia de regular la distribución de la riqueza según criterios no estrictamente económicos. De tal modo el capitalismo ha sido, al menos parcialmente, socializado, es decir sometido al control de las estructuras imperativas de la comunidad política. En consecuencia, el desarrollo económico ya no se regula exclusivamente por los mecanismos espontáneos del mercado, sino también, y en ciertos casos sobre todo, por las intervenciones económicas y sociales del estado que se han concretado esencialmente en los siguientes puntos:

- expansión progresiva de los servicios públicos como la escuela, la casa, la asistencia médica;

- introducción de un sistema fiscal basado en el principio de la tasación progresiva;

- institucionalización de una disciplina del trabajo orgánica dirigida a tutelar los derechos de los obreros y a mitigar su condición de inferioridad frente a los empleadores;

- redistribución de la riqueza para garantizar a todos los ciudadanos un rédito mínimo;

- erogación a todos los trabajadores ancianos de una pensión para asegurar un rédito de seguridad aún después de la cesación de la relación de trabajo;

- persecución del objetivo del pleno empleo con el fin de garantizar a todos los ciudadanos un trabajo, y por lo tanto una fuente de rédito.

V. PROBLEMAS Y PERSPECTIVAS:

El Welfare State puede ser concebido como la resultante institucional de una verdadera revolución cultural, es decir de un profundo cambio de las actitudes y de las orientaciones ético-políticas de la opinión pública occidental que se ha manifestado en formas particularmente significativas a partir de la Gran Depresión. pero es sólo después de la segunda guerra mundial que los principios del e. de b. se afirman de manera casi irresistible gracias sobre todo a la programación económica con la cual el sistema de mercado es ulteriormente socializado.

Sin embargo, a pesar de sus éxitos indiscutibles, la acción de e. de b. es duramente atacada, tanto por la izquierda como por la derecha. Para la izquierda revolucionaria la política del Welfare State y de la programación económica no es más que una racionalización del sistema capitalista y un modo disfrazado para consolidar ulteriormente el dominio de clase de la burguesía. Para los animados defensores del liberalismo individualista (Hayek, Mises, Ropke, Friedman) el estado asistencial corroe en sus raíces las estructuras y los valores de la sociedad libre desarrollando una peligrosa tendencia hacia la burocratización de la vida colectiva y hacia la reglamentación estatalista. Según tales críticos, toda intervención del estado en el mercado es una amenaza a la libertad individual y una peligrosa concesión al colectivismo. Además, el estado asistencial reduce sensiblemente la eficiencia del sistema y frena la expansión económica.

A estas críticas de signo opuesto, los partidarios del Welfare State responden recordando que la solución colectivista impulsada por los marxistas hasta ahora ha llevado al dominio burocrático y totalitario, no ya al mítico reino de la libertad, y que, por otra parte, la economía del laissez faire ya ha cumplido su ciclo, tanto por razones estrictamente económicas, como por razones de índole ético-social. Además la economía liberista genera automáticamente un contraste intolerable entre la opulencia privada y la miseria pública, es decir una incongruencia entre la enorme cantidad de bienes producido y la deficiencia crónica de los servicios sociales. Tal incongruencia en cambio ha sido eliminada o, al menos, sensiblemente reducida, justamente en los países donde los principio del e. de b. han triunfado sobre los del capitalismo individualista. Por fin, y sobre todo, el sistema de mercado abandonado a sus espontáneos mecanismos de desarrollo genera un flujo constante de tensiones sociales que son una amenaza permanente frente a las instituciones y los valores democráticos en la medida en que alimentan orientaciones políticas extremistas, tanto de derecha como de izquierda.

El debate sobre el Welfare State está todavía en curso. Pero una conclusión parece ser cierta: un retorno a una economía autorregulada es imposible, y hasta inimaginable. Las exigencias técnicas y morales adelantadas por las fuerzas políticas y culturales que se remiten a la tradición del Iluminismo reformador ya han echado sólidas raíces en la opinión pública y se han traducido en instituciones que forman un todo con la actual estructura del sistema capitalista mundial.

BIBLIOGRAFIA. W.H. Beveridge, Full employments in a free society, Londres 1944; A. H. Hansen, Economic policy and full employment, Nueva York, 1947; H. K. Girvetz, From wealth to welfare, Nueva York, 1950; A. Friedlander, Introduction to social welfare, Englwood Cliffs, 1955; G. Myrdal, Beyond the welfare state, New Haven, 1960; M. Bruse, The coming of the welfare state, Londres, 1961; A. G. B. Fisher, Economic progress and social security, Nueva York, 1961; G. Myrdal, Challenge to affluence, Nueva York, 1963; J. K. Galbraith, The new industrial state, Boston, 1967; R. Pinker, The idea of welfare, Londres, 1975.
[LUCIANO PELLICANI]

Fascismo

I. DEFINICION Y PREMISA: 

El f. es un sistema político que trata de llevar a cabo un encuadramiento unitario de una sociedad en crisis dentro de una dimensión dinámica y trágica promoviendo la movilización de masas por medio de la identificación de las reivindicaciones sociales con las reivindicaciones nacionales.

Esta definición exige una demostración que nos preocuparemos de dar precisamente con la plena conciencia de las dificultades que hay que afrontar. El f. es, en efecto, como un iceberg. Emerge la parte histórica, la parte relativa al fenómeno en la era de sus triunfos y de su derrota final. En cambio, en la política actual, sólo desde hace poco tiempo su profundidad ha sido objeto de los primeros escándalos precisamente porque no existe todavía una noción precisa de lo que es verdaderamente.

Por otra parte, ni siquiera los fascistas sabían qué cosa era el f. "Del mismo modo que el f. se jactó desde el principio de no ser un movimiento teórico, afirmando que la acción está por encima del pensamiento, así también le faltó la capacidad de comprenderse e interpretarse a sí mismo. Su camino siempre estuvo sembrado de intentos de interpretación realizados por amigos y enemigos" (Nolte, 1970).

El hecho de que el predominio de la praxis sobre la doctrina sea precisamente una característica de f. no le proporciona, por lo tanto, al juicio externo un paradigma fijo y preciso y le permite a cada uno, en sustancia, inventar su propio f. ya sea positivo o negativo. De tal manera se acepta pacíficamente la etiqueta del f. para regímenes que no tienen nada que ver con el f. (los ordenamientos franquista y salazariano, varios regímenes militares de derecha) y se le niega a otros (el sistema justicialista de Perón, el mismo nacional-socialismo) que reproducen emblemáticamente todas sus modalidades.

La historiografía italiana más inteligente se ha dejado llevar de la dilucidación del fenómeno tal como se produjo en nuestro país a la sobrevaloración de las peculiaridades nacionales, tomándolas casi como circunstancias constitutivas. Cuando mucho se acepta la intencionalidad del fenómeno únicamente dentro del período comprendido entre las dos guerras, partiendo de la crisis de la gran guerra, como presupuesto decisivo y característico. Esta limitación reviste, desde el punto de vista histórico, una utilidad indiscutible, ya que les permite disipar los nubarrones polémicos que una simple admisión de actualidad no podría dejar de acumular, y correría el peligro de extender un certificado de defunción ficticio. Además de esto, si negar la respetabilidad del f. en los países europeos en que nació y se desarrolló constituye, después de todo, un razonamiento correcto y aceptable, negar que éste se haya reproducido en otros países en esta posguerra es por lo menos arriesgado.

La damnatio memoriae que afectó nominalísticamente al f. hizo que ningún movimiento político considerara oportuno (excepción hecha de las asociaciones nostálgicas que, por lo demás, están muy lejos de su esencia auténtica) retomar abiertamente sus insignias. Pero esto significa muy poco. Hasta en las dos décadas comprendidas entre las dos guerras, los movimientos fascistas negaron ser tales: el líder de los "cruces flechadas" húngaras, Ferencz Szalasi, que debía seguir hasta el final la suerte de la Alemania nazi, proclamaba la peculiaridad de su movimiento: "Ni hitleriano, ni f., ni antisemitismo, sino hungarismo". El líder del Rexismo belga, León Degrelle, que terminaría siendo general de las S.S., rechaza con desdén la comparación con Hitler y Mussolini: "Yo no soy ni el uno ni el otro, y no tengo ninguna intención de imitarlos". José Antonio Primo de Rivera, fundador de la Falange, y Plinio Salgado, líder de la Acción Integrista Brasilera, proclamaban la misma pretensión de originalidad. No sólo: "La afinidad entre los f. no excluye la posibilidad de una aversión recíproca" (Hoepke, 1972). Es obvio que los movimientos en que el nacionalismo constituye un elemento determinante nieguen la paternidad de un movimiento externo. Afirmar lo contrario equivaldría en los años prebélicos a confesar la subordinación política a dos grandes potencias en proceso de expansión agresiva, y en los años pos bélicos a confesar una subordinación ideológica a un sistema derrotado militarmente.

De ahí se deduce la siguiente consideración: si es fácil distinguir los regímenes y los movimientos políticos inspirados en las ideologías corrientes (se trata de un cálculo meramente exterior), en el caso de los regímenes y de los movimientos de tipo f. se requiere una verdadera operación de descifración. Sólo después de aclarar las circunstancias que suelen acompañar el nacimiento y las modalidades propias del fenómeno, es decir sólo después de haber establecido la carta de identidad del f. sería posible catalogar los distintos f. pasados y contemporáneos, reconocer los elementos fascistas existentes en sistemas insospechables y absolver o desenmascarar los falsos f.

Desde ahora se puede anticipar que para los fines del redescubrimiento del f. como fenómeno ideológico-político del mundo actual, es más útil el examen de ciertos f. menores que el desentrañamiento del prototipo italiano. El florecimiento de estudios sobre el f. francés, sobre el falangismo, sobre los f. balcánicos y sobre el integrismo brasilero (la Acción Integrista, con más de un millón de afiliados, es el partido fascista más numeroso del período comprendido entre las dos guerras después del P.N.F. y la N.S.D.A.P.) ayudan a comprender un aspecto plausible y actual del f. sin recurrir de manera resuelta al espejo enceguecedor del f. italiano y de la variante alemana. Al mismo tiempo, una serie de ensayos que relaciona el f. con el proceso de industrialización introduce en el examen del fenómeno un elemento tal vez inquietante, pero despiadadamente realista.

II. LAS INTERPRETACIONES:

Hasta la década de los '60, las interpretaciones italianas del f. se podían reducir a dos posiciones. Por un lado se entrevé en el f. "la manifestación de las fuerzas más restrictivas del país" y el "resultado de todos los males y de todas las deficiencias de la historia nacional": Es la teoría del f. como "revelación" sostenida por la evaluación de muchos intelectuales e historiadores contemporáneos. Por el otro lado, siguiendo a Benedetto Croce, se considera al f. como un simple paréntesis", un episodio de "extravío doloroso, pero momentáneo": Es la teoría del "paréntesis" (Casucci, 1962).

La intervención en el problema del f. de varios investigadores extranjeros de diversa extracción política y científica y la necesidad de aislar el fenómeno o bien de extenderlo por encima de sus límites cronológicos y geográficos sugirieron una reagrupación más organizada de las diferentes interpretaciones. De Felice enumera por lo menos seis modelos interpretativos. Está el f. como "enfermedad moral", como lo ve, a través del prisma de un desengaño atónito, la inteligencia liberal europea. Está el f. como "producto lógico e inevitable del desarrollo histórico de algunos países", concepto apreciado por un moralismo polémico de marca radical. Está el f. como "reacción de clase antiproletaria", que es la interpretación marxista ortodoxa. Está el f. como fenómeno totalitario análogo al stalinismo y opuesto, como este último, a la civilización liberal. Está el f. como ideología de la crisis del mundo contemporáneo, ya sea que se sitúe en la línea contrarrevolucionaria, ya sea que se sitúe en la línea jacobina y secularizada como alternativa al leninismo.

En cuanto a los esquemas de juicio ela-borados por las ciencias sociales, éstos se van multiplicando. Desde el punto de vista psicosocial, Fromm encuentra la explicación del fenómeno tanto en la estructura del carácter de los que se sintieron atraídos por él como en los aspectos psicológicos de la ideología, que ofrece un refugio al individuo atomizado y a la inseguridad de las clases medias. Algunos sociólogos, en cambio, dan más importancia a la relación entre la ideología fascista y el sector social en ascenso (los grupos intelectuales revolucionarios de Mannheim, los grupos tecnócratas de Gurvitch, la clase media que protesta de Lipset, las claves disponibles para la movilización de Germani y, se podría añadir, los managers, de James Burhham). De Felice agrupa en esta categoría las teorías que consideran el f. como una política de la industrialización relacionada íntimamente con una etapa determinada del desarrollo económico (De Felice, 1969).

Tal vez una nueva clasificación debería partir de una premisa discriminante: la negación o afirmación de la supervivencia del f., de su existencia actual y de su reproducibilidad. O sea, por una parte, si alinearían las interpretaciones que consideran el f. como un episodio histórico bien delimitado en el tiempo, precisamente en el período comprendido entre las dos guerras mundiales; por la otra parte, aquellas interpretaciones que consideran el f.como una ideología, como un modelo político vigente.

Una distinción semejante no rescata la dicotomía revelación-paréntesis, ya superada. La teoría de la supervivencia del f. debe considerarse desde el punto de vista ideológico-político. De ninguna manera se puede admitir, siguiendo un juicio "revelativo", la condena moralista y apriorista de la historia de algunos países como "fascista" o "tendencialmente fascista".

Dicho esto, hay que agregar que la teoría negativa sobre la supervivencia del f. en el plano histórico impecable, se encuentra en dificultades particulares respecto de la definición del fenómeno en relación con el cual sufre una especie de presbicia, dadas las dimensiones desproporcionadas que adquieren en su análisis las formas históricas del f. italiano.

La segunda interpretación, que supone la supervivencia o posibilidad virtual del f., ha propuesto últimamente definiciones sugestivas. Para Gregor por ejemplo, el f. fue "el primer régimen revolucionario de masa que inspiró la utilización de la totalidad de los recursos humanos y naturales de una comunidad histórica en el desarrollo nacional" y sería todavía "una dictadura para el desarrollo adecuado a comunidades nacionales parcialmente desarrolladas, y en consecuencia carentes de estatus, en un período de intensa competencia internacional para alcanzar una ubicación y un estatus" (Gregor, 1969). Pero si para toda una serie de autores, desde Germani hasta Organski, la vigencia del modelo fascista está circunscrita a un conjunto de países en vías de desarrollo, a la época de la industrialización, a las sociedades en transición, hay quienes definen el f. como "la utopía de la sociedad industrial absoluta" (Plumyéne-Lasierra, 1963).

Estas versiones se contradicen sólo aparentemente y, precisamente, a través de ellas, se delinea una definición válida y omnicomprensiva del f.

III. LA TIPOLOGIA:

Nolte trata de reducir a la unidad los diversos f., encontrando en ellos las siguientes características comunes: La ubicación de una trayectoria que, de acuerdo con el modo en que se ejerce el poder, va desde el autoritarismo hasta el totalitarismo, la combinación de un motivo nacionalista con un motivo socialista, el racismo (existente con diferentes grados de intensidad en todos los f.), la coexistencia contradictoria de una tendencia particular y de una tendencia universal, el sustrato social proporcionado por la clase media (con excepción del peronismo) y al mismo tiempo la aparición de dirigentes relativamente sin pertenencia de clase.

El objetivo se modula de diversas maneras alrededor del concepto de consolidación nacional: el kemalismo es "una dictadura de defensa y de desarrollo nacional"; el f. italiano, "dictadura de desarrollo y al final despotismo imperialista"; el nacional-socialismo se presentaba al mismo tiempo "como dictadura de reintegración nacional, despotismo impe-rialista y despotismo orientado a la salvación del mundo". Desde el punto de vista teleológico, Nolte pone de manifiesto el antimarxismo del f., un antimar-xismo que no excluye ciertas afinidades ideológicas y el uso de métodos casi idénticos (Nolte, 1966).

De Felice distingue una tipología de los países en que se consolidó el f. y una tipología del poder fascista. El f. se consolidó, particularmente, en los países caracterizados por una aceleración del proceso de movilidad social, por el predominio de una economía agraria-latifundista o por residuos de la misma no integrados a la economía nacional, por la existencia o por la falta de superación de una crisis económica, por un proceso confuso de crisis y de transformación de los valores morales tradicionales, por una crisis del sistema parlamentario que ponía en tela de juicio la legitimidad del sistema y daba crédito a la idea de una falta de alternativas de gobierno válidas, por la falta de solución, a través de la guerra, de problemas nacionales o coloniales. En esos países, el f. se consolidó a través de una concepción de la política y, más en general, de la vida de tipo místico basada en el primado del activismo irracional y en el desprecio del individuo ordinario al que se contraponía la exaltación de la colectividad nacional y de las personalidades extraordinarias (élites y super-hombre) así como el mito del jefe: un régimen político de masa (en el sentido de una movilización continua de las masas y de una relación directa jefe-masa sin intermediarios) basado en el sistema del partido único y de la milicia de partido y realizado a través de un régimen policíaco y un control de todas las fuentes informativas; un revolucionarismo verbal y un conservadurismo sustancial mitigado por una serie de concesiones sociales de tipo asistencial; el intento de crear una nueva clase dirigente, expresión del partido, y a través de este último, expresión, sobre todo, de la pequeña y mediana burguesía; la creación y la valorización de un fuerte aparato militar; un régimen económico privatista, caracterizado por una tendencia a la expansión de la iniciativa pública, a la transición de la dirección económica de los capitalistas y de los empresarios a los altos funcionarios del estado y al control de las grandes líneas de la política económica así como de la adopción por parte del estado del papel de mediador en las controversias laborales (corporativismo) y por una orientación autárquica (De Felice, 1969).

Considerando en cambio las características del f. como ideología de la industrialización, se pueden establecer una serie de condiciones predisponentes: 1] el dualismo; 2] la humillación nacional; 3] la industrialización tardía (como factor que predispone a la radicalización política); 4] la disgregación nacional (la crisis); 5] el evento (o sea, el elemento deflagrador de la crisis). Estas circunstancias predisponen mas no son constitutivas en el sentido de que facilitan el triunfo de f. sobre las demás ideologías y los demás modelos políticos. Después de llegar al poder, el f. se caracteriza por las siguientes modalidades: 1] la exigencia unitaria; 2] la llegada al poder de una generación nueva; 3] la llegada al poder de una personalidad carismática; 4] la llegada al poder de una nueva clase dirigente; 5] el intento de integración de las masas dentro del estado nacional; 6] el eclecticismo doctrinal; 7] la promoción del desarrollo industrial; 8] el empleo de fórmulas dirigistas; 9] la adopción de una política y de una economía autárquica (nacionalismo y proteccionismo); 10] la propuesta de un estilo de vida peculiar; 11] el recurso a la violencia contra toda fuerza nacional centrífuga y conflictiva.

Los últimos datos expuestos se refieren al f. triunfante. Sin embargo, la tipología no sería completa si no abarcara todos los f., tomando en cuenta la definición inicial y los demás elementos característicos ya enunciados. La clasificación se puede elaborar fijándose en la relación entre el f. y el ordenamiento socio-político al que se contrapone.

Primer caso: el sistema existente está atrasado, ha empezado apenas su transformación, o bien consiste en la superposición de estructuras modernas a una sociedad tradicional. El f. se presenta como una ideología de ruptura, como una contestación absoluta acompañada de un fuerte componente teórico. Es un movimiento de salvación con un contenido espiritualista o religioso acentuado (la religión en una sociedad arcaica es el factor unitario primigenio), con tendencias románticas y algunas veces ferozmente racistas; se opone a las tendencias cosmopolitas en que se inspira el proceso de modernización. Al presentarse, no obstante su apelación unitaria, como un factor más de fragmentación política, el f. es descartado en esta fase o está precedido de fuerzas capaces de llevara cabo el reordenamiento unitario del país en el plano coercitivo-represivo sin movilización de masa (por ejemplo, España, Portugal, así como Rumania y Hungría en el período comprendido entre las dos guerras).

Segundo caso: el sistema existente ya ha entrado en una fase de descomposición. El f. llega al poder como una ideología cicatrizante y establece un nuevo sistema que incorpora los residuos del viejo. La hegemonía del nuevo sistema es clara, pero el dualismo no queda completamente eliminado sino resuelto con un compromiso, con una especie de duopolio político, de ahí el carácter sin-crético y bipolar del sistema de poder fascista (monarquía y fascismo en Italia, ejército y peronismo en la Argentina), aun a nivel personal (el rey y el "duce", Perón y Eva Duarte). En la ideología el elemento ecléctico y pragmático predomina sobre el de la teoría.

Tercer caso: el sistema existente ha superado la crisis de la industrialización, pero se ve sorprendido por una crisis económica y moral sin precedentes que se prolonga y abre profundas grietas en las estructuras políticas y sociales. El f. se presenta nuevamente como contestación absoluta, como un sistema totalmente nuevo con un fuerte componente teórico, místico, romántico y racista, capaz de movilizar a las masas con la fórmula del pleno empleo material, y emotivo (en esa fase se puede definir el f. como una ideología total del pleno empleo). A pesar de llegar al poder por el camino de un compromiso con parte del establishment, el f. instaura una supremacía absoluta, es decir el totalitarismo (Alemania nacional-socialismo).

IV. EL FASCISMO COMO FENOMENO INTERNACIONAL: 

Los casos descritos anteriormente permiten enmarcar claramente los distintos f. históricos. La Guardia de Hierro rumana. las Cruces Flechada húngaras, la Acción Integrista Brasilera, los movimientos revolucionarios bolivianos de los años '30, en nacional-sindicalismo portugués, la Falange y las JONS españolas son fascismos del primer tipo. Hay que señalar que todos han sido bloqueados por seudofascismos, por regímenes contra-revolucionarios que utilizaron unas veces el ritualismo fascista, pero que no llevaron a cabo la unidad del sistema a través de una movilización de masa. Esto significa negar cualquier auten-ticidad "fascista" a los regímenes del rey Carol de Rumania y posteriormente de Antonescu, a la regencia de Horthy, al régimen de Salazar, al sistema polaco prebélico, al movimiento lappista finlandés, al franquismo. Más dudosa es la clasificación del Estado Novo de Vargas, un caso de "oportunismo populista".

El prototipo del segundo f. es el f.italiano. El peronismo puede incluirse tranquilamente en esta categoría. La repugnancia que encuentran algunos a considerar fascista un movimiento que tuvo y sigue teniendo una amplia base obrera carece de fundamentos. Se puede decir si acaso que por algunas circunstancias históricas propias de Argentina y sobre todo por demérito de las organizaciones sindicales tradicionales, Perón logró polarizar una fidelidad obrera mejor que el sindicalismo fascista italiano. Por lo demás, Perón no introdujo cambios substanciales en el ordenamiento jurídico de la propiedad (hizo falta hasta una reforma agraria), varias veces afirmó la exigencia de la colaboración de las clases y en el ejercicio del poder se apoyó más que en los cuadros sindicales en los cuerpos oficiales, o sea en la pequeña burguesía armada: cuando trató de prescindir del apoyo de esta última fue derrocado. Se puede en cambio excluir la existencia de un f. japonés, por lo menos a nivel del régimen (la sociedad japonesa no se ha desunido nunca, siempre ha permanecido compacta).

El tercer f. tuvo una realización única: el nacionalismo-socialismo. Aunque en períodos de crisis surgieron en distintos países industrializados movimientos análogos como el New Party of Mosley en Gran Bretaña, el P.P.F. de Jacques Doriot, el Partido Nacional Socialista holandés de Mussert, la Nasjonal Samling de Quisling, el Rex de León Degrelle en Bélgica. Se pueden inscribir en la misma categoría el P.F.R. (Partido Fascista Republicano) y la efímera experiencia de la República Social italiana. Se trata de movimientos minoritarios aunque con una fórmula unitaria semimística que en tiempos de crisis puede dar lugar a una alucinación colectiva y arrastrar a minorías consistentes aun intelectuales. Una fórmula de este género es particularmente atractiva, en efecto, para las élites juveniles de la pequeña burguesía insatisfecha de la alienación tecnocrática y para ciertos sectores proletarios impacientes, disgustados por la integración en el establishment de las burocracias obreras.
En la clasificación hemos dejado fuera a propósito los sistemas como el stalinismo, el castrismo, el maoísmo, aunque, según algunos, estos regímenes a pesar de rechazar dogmática-mente la ideología fascista se adaptan a la misma algunas veces en los módulos operativos. Es necesario reconocerles a estos sistemas, por otra parte, los cambios introducidos en el contexto jurídico-económico. El juicio sigue en suspenso para varios sistemas políticos que están llevándose a cabo en países del Tercer Mundo. El socialismo islámico reproduce indudablemente el f. y las analogías entre el Baas y ciertos f. balcánicos son sorprendentes. La ideología nacional-populista, que se difundió por América Latina y que tiene encarnaciones concretas en determinados países, no es más que una denominación ulterior del f. dualista que reproduce fielmente el itinerario básico.

V. LA ORGANIZACION DEL ESTADO FASCISTA ITALIANO: 

En la construcción del régimen fascista italiano se pueden distinguir diversas fases. En un primer momento el f. en el poder colabora con las demás fuerzas políticas y no modifica sustancialmente el ordena-miento vigente, limitándose a retoques destinados a suavizar ciertas estructuras y ciertos mecanismos administrativos y a plantear alguna veleidad tecnocrática. Las únicas disposiciones innovadoras son la creación de la milicia voluntaria para la seguridad nacional y la ley electoral con premio a la mayoría (ley Acerbo). En un segundo período, una vez terminada con el crimen Matteoti la fase en que la represión de la oposición estuvo confiada a fuerzas extralegales, empieza el desmantelamiento del sistema pluralista representativo que se realiza prácticamente en el transcurso de dos años (1925 y 1926); se limita la libertad de asociación (26 de noviembre de 1925); se le quita al parlamento el control del ejecutivo (24 de diciembre de 1925); se le asigna al ejecutivo la facultad de emitir normas jurídicas (31 de enero de 1936); se suprime el autogobierno de los municipios y de las provincias ampliando los poderes de los prefectos y sometiendo los municipios a "potestades" nombradas por el gobierno (4 de febrero de 1926, 6 de abril de 1926 y 3 de setiembre de 1926); se establece el confinamiento policíaco de los elementos de oposición (6 de noviembre de 1926); se instituye el Tribunal Especial para la Defensa del Estado y se restablece la pena de muerte (25 de noviembre de 1926). El 9 de noviembre de 1926 se termina prácticamente la actividad legal de la oposición mediante la expulsión de la Cámara de Diputados de los parlamentarios que se habían adherido a la secesión del Aventino. Al final del mismo año dejan de existir los partidos incluyendo los colaboracionistas.

La tercera fase es la de la "fascistiza-ción" del estado. El régimen trata de establecer para sí mismo instituciones originales. Estas últimas no se apoyan por otra parte en el partido al que se le aplican las mismas reglas autoritarias adoptadas en el país. La inspiración de la "fascistización" es la estadista concen-tradora del ministro Gurdasellos Alfredo Rocco, proveniente de las filas nacionalistas. El totalitarismo fascista no se traduciría en la transformación del estado sino en la acumulación de nuevas funciones dentro del estado tradicional. "El estado fascista", se ha dicho justamente, "se proclamó constantemente y con gran exhube-rancia de tonos, estado totalitario, aunque siguió siendo hasta el último también un estado dinástico y católico, y por lo tanto no totalitario en sentido fascista". "Bajo el f., el estado totalitario en cuanto integración sin residuos de la sociedad dentro del estado no logró nunca ser verdaderamente tal" (Aquarone, 1965). La misma inspiración meramente autoritaria y burocrática del poder que daría muerte al partido sin lograr hacer del estado un organismo capaz de promover la movilización social, comprimiría y daría muerte a las corporaciones con las que debería articularse la relación entre el régimen y las fuerzas productivas (v. corporativismo).

En el período 1927-1930 se configura de algún modo la apariencia del estado fascista: se aprueba la Carta de Trabajo (1927) y se instituye la Magistratura del Trabajo (1928), se fija la competencia del Gran Consejo del f. en cuestiones institucionales y constitucionales (1928 y 1929); el Consejo Nacional de las Corporaciones se incorpora a los órganos del estado (1930). Por regio decreto n. 504 del 11 de abril de 1929 se incluye el Fascio en el escudo de armas del estado.

Los años que van desde 1930 hasta 1935 son los "años de efervescencia" del régimen. Ya que el partido, bajo la guía del secretario general Aquiles Starace, a pesar de sus crecientes ramificaciones en todos los sectores de la vida nacional, se manifestó cada vez menos capaz de realizar una movilización de masa, una serie de iniciativas clamorosas (desde la primacía de los aviadores hasta las bonificaciones agrícolas y determinadas obras públicas), el uso adecuado de los modernos medios de propaganda masiva, le permiten al régimen con ocasión de la guerra de Etiopía (1935-1936), maximizar y casi unanimizar el consenso del país. las carencias del partido como órgano de movilización, el carácter subalterno de los poderes intermedios como las corporaciones se presentarán, sin embargo, en toda su gravedad durante el período de 1937-1940 para explotar durante el conflicto mundial hasta el derrumbe del 25 de julio de 1943.

En síntesis, en la década 1930-1940, el régimen experimentó una serie de fórmulas desde el totalitarismo hasta el corporativismo y el dirigismo económico, ninguna de las cuales se aplicó a fondo. El resultado de los modelos innovadores haría que en el momento del desastre la sucesión fuera recibida por el elemento tradicional del sistema, por el elemento "dinástico" y "católico".

Sólo desde hace poco el balance global de la experiencia del régimen fascista es objeto de juicios críticos meditados. Se acepta que en el plano económico el régimen logró crear un parque industrial diferenciado, un sector público robusto y dinámico, preparando además una gama de instrumentos de intervención de tipo dirigista que se utilizarían plenamente en la posguerra. En el plano social, el régimen aceleró, o por lo menos no se opuso, al ascenso de las clases emergentes y al acantonamiento de las viejas gerencias. Respecto de las clases subordinadas, a pesar de no haberse propuesto una política de bienestar, se trazaron los primeros lineamientos de un Welfare State, sobre todo gracias a una avanzada legislación asistencial. Son más oscilantes las decisiones del régimen en materia de salarios reales y de pleno empleo, debido también al estado de recesión en que se encontraba el mercado de trabajo italiano después de la clausura de las corrientes migratorias. En la política agraria y meridio-nalista el concepto de la "bonificación integral" elaborado por Arrigo Serpieri, después de un principio de actuaciones brillantes en el Campo Pontino, sufrió oposiciones y hasta la ley para la colonización del latifundio siciliano (1940) que debería marcar la recuperación.

La política militar y la diplomacia del régimen fueron catastróficas. En el campo militar se utilizó el personal y hasta los implementos prefascistas sin introducir ninguna innovación técnica digna de tomarse en cuenta. En el campo de las relaciones internacionales, el régimen exasperó los elementos básicos de la diplomacia tradicional sin el correctivo de la desprejuiciada flexibilidad que le había permitido a esta última evitar los cambios de rumbo trágicos.

El régimen fascista italiano se caracteriza fundamentalmente por un ejercicio del poder marcado por un pragmatismo absoluto:; obedeciendo a este impulso dinámico, a esta obsesión realizadora que no sólo es la "polilla" de los f., como afirma Camillo Pellizi, sino la auténtica razón de vida, se dispersó en todas direcciones como un torrente de lava, deteniéndose donde encontraba resistencia y lanzándose hacia adelante donde no la había. El partido, el sistema totalitario y las corporaciones fueron encontrando, a su turno, su punto de detención. Y siempre, por último, quedó solo el estado, el viejo estado, con sus sedimentaciones tradicionales, obligado a adoptar el papel revolucionario ya que, en realidad, su expansión parecía la menos temida y, en último análisis, seguía siendo el único punto de apoyo indiscutible de una unidad de emergencia. El uso revolucionario de un estado tradicional, de un ejército tradicional, de una diplomacia tradicional, determinan el resquebrajamiento del régimen al que, por otra parte, debido al proceso de despolitización que se lleva a cabo en el país desde 1937, a la desmovilización emotiva de las dirigencias y de las masas, a la transformación del régimen en "dirección", de acuerdo con la afortunada expresión de Bottai, no le queda otra cosa que el dilema entre un autoritarismo estático, o sea el no f., y el verdadero f., o sea la marcha ininterrumpida, el dinamismo aun nihilista.

VI. LA IDEOLOGIA DEL FASCISMO:

"Los prejuicios son mallas de hierro o de oropel. No tenemos el prejuicio republicano, ni el monárquico, no tenemos el prejuicio católico, socialista o antisocialista. Somos cuestionadores, activistas, realizadores", declara Mussolini en una entrevista al Giornale d'Italia después de la fundación del Fascio de combate de Milán. Missiroli llama al f. "herejía de todos los partidos". En el preámbulo doctrinal del estatuto del PNF de 1938, Mussolini afirma: "El f. rescata de los escombros de las doctrinas liberales, socialistas y democráticas, los elementos que todavía tienen un valor vital. Mantiene los que se podrían llamar hechos adquiridos de la historia, y rechaza todo lo demás, es decir el concepto de una doctrina buena para todas las épocas y para todos los pueblos".

El posibilismo ideológico está ligado a la subordinación de las ideas a la acción. Diez años después de su asentamiento en el poder, Mussolini le dirá a Ludwig: "Me he convencido de que la primacía le corresponde a la acción, aun cuando esté equivocada. Lo negativo, el eterno inmóvil es condenación. Yo estoy de parte del movimiento. Yo soy un marchista". En todos los f. existe un florilegio de declaraciones semejantes: "Debéis caminar, debéis dejaros arrastrar por la corriente [...] debéis actuar. Lo demás llega por sí solo", exhorta León Degrelle, "No nos preguntaréis primero -escribe Drieu la Rochelle- cuál es nuestro programa sino cuál es nuestra mentalidad. El espíritu del PPF es un espíritu de vida, de acción, de velocidad". "Perón me ha enseñado -proclama Eva Duarte- que para conseguir algo no es necesario, como cree la mayor parte de la gente, hacer grandes planes. Si los planes existen tanto mejor, pero si no existen, no importa: lo que importa es comenzar a actuar. Los planes vendrán después". Y Oswald Mosley afirma por su parte: "Un gran hombre de acción observó: `el que sabe exactamente a donde se dirige no llega muy lejos'". Para Hitler, el nacional-socialismo era un "socialismo potencial que no se realizaría nunca porque estaba en una condición de cambio continuo". Plinio Salgado, que no obstante trata de darle al inte-grismo un contenido doctrinal preciso, habla de "una concepción integral de la idea, del hecho y del movimiento", atribuyéndole a este último "una importancia fundamental". Weber habla del f. como de un "activismo oportunista inspirado en la insatisfacción producida por el ordenamiento vigente, sin la intención o la capacidad de proclamar una doctrina propia y más bien con la tendencia a destacar la idea del cambio y la conquista del poder" (Weber, 1964).

Respecto de la primacía de la acción, las mismas teorías que se van incorporando poco a poco a la doctrina fascista, como el corporativismo, el; sindicalismo, el totalitarismo, el dirigismo económico, doctrinas que por otra parte se contradicen entre sí desde sus premisas, aparecen como meros ejercicios abstractos que sólo han influido marginalmente en el desarrollo del movimiento. En ese sentido es explicable que el f. no logre negar o rechazar in toto las demás ideologías, incluso el comunismo: tiende más bien a conciliarlas, a servirse de ellas una después de la otra de acuerdo con las circunstancias. El f. húngaro (las Cruces Flechadas) aceptará los votos comunistas, Mussolini restablecerá las relaciones con la Rusia de los Soviets, los fascistas españoles siguiendo a la izquierda italiana, alabarán simultáneamente la revolución de octubre y la revolución fascista, Hitler no dudará en pensar en una división del mundo con Stalin, las relaciones entre los actuales sistemas nacional-populistas y los partidos comunistas locales son demasiado ambiguas.

El activismo no es incompatible con el nacionalismo sino encuentra en este último el instrumento más adecuado, no entendiéndolo en el sentido de la conservación tradicional sino de la consolidación dinámica y de la expansión permanente de la comunidad nacional. No obstante, respecto del dinamismo, el nacionalismo es un elemento subordinado. Algunos f. aceptan concientemente la hegemonía alemana. El último f. italiano, el de 1945-1946, evocará en el Manifiesto de Verona la idea de la comunidad europea. Los nazis se consideran a sí mismos defensores de Europa. La concepción dinámica de la nación y el "orden europeo" explica la catástrofe diplomática y militar de los regímenes fascistas que, no obstante, en el plano económico y en parte en el plano social, lograron éxitos efectivos.

Una característica peculiar del f. es la percepción de la crisis. Este no cuaja como una ideología de emergencia con un programa de inmovilización y de hibernación de la sociedad enferma (no lo hacen en cambio, los sistemas de tipo militar) sino de huida hacia adelante. La unidad propuesta por el f. no es estática sino dinámica.

El f., por lo tanto, "vive y lucha en una atmósfera de crisis". "Todos los f. se consideran como el último recurso; todos están amenazados por un mundo hostil, en un estado de sitio en que la autosuficiencia material e ideológica es la única esperanza" (Weber, 1964). En 1929, Gregor Strasser proclama: "Nosotros llevamos adelante una política de catástrofe porque sólo la catástrofe, es decir el derrumbe del sistema liberal nos allanará el camino para la construcción del nuevo edificio que llamamos nacional-socialismo". La revista Die Komenden, órgano de un grupúsculo nazi, afirma en el mismo período: "Deseamos el caos porque lo dominaremos". Antes de la intervención de 1915, Mussolini plantea el dilema: "Guerra o revolución".

VII. CONCLUSION: 

El f. es pues una ideología de crisis. Nace como respuesta a una crisis a la que Talcott Parsons llama el incremento de las anomias, o sea "la falta de integración, bajo diversos aspectos, entre muchos individuos y los modelos institucionales constituidos" (Talcott Parsons, 1956). La crisis puede estar relacionada con un evento determinado (una guerra o una desocupación masiva), pero es necesario tomar en cuenta que el evento revela la crisis, no la provoca. El sistema democrático-liberal italiano ya se había derrumbado en 1915 antes del ingreso a la guerra.

La crisis se manifiesta principalmente a través de la disgregación del ordenamiento existente. Un caso típico de crisis es el del dualismo de la sociedad en vías de industrialización (v.). El contenido de la respuesta fascista a la crisis es la unidad. El concepto de unidad está implícito en la denominación: Fascio. El autoritarismo, la violencia, el racismo, el totalitarismo son derivaciones y algunas veces desviaciones del principio unitario.

La unidad sigue siendo el dato prioritario y esencial. La apelación a la unidad atrae de manera particular a la juventud y a las clases medias que se consideran, dentro de la escala social, en una posición de equidistancia de los extremos y, por lo tanto, de interclasismo. Bajo este aspecto, el f. se adapta a las clases medias de tal manera que se puede definir tendencialmente como la ideología típica de las clases medias y sobre todo como la ideología de las élites juveniles de la clase media. Esto no excluye que el f. adquiera un consenso masivo aún dentro del proletariado y en ciertos sectores del establishment. Su sustrato social típico es la pequeña burguesía de origen proletario que tiene cualidades de combatividad y de agresividad desconocidas para la burguesía tradicional (las investigaciones recientes sobre los cuadros del integrismo brasilero demuestran su ubicación dentro del sector social en ascenso; la proveniencia de los jefes fascistas italianos y nazis, en su mayoría de la izquierda política o de lo que se podría llamar "la izquierda social", es conocida). En este sentido el f. es una ideología de clases que está emergiendo, radical más bien que revolucionaria. Tiene por objeto el trastocamiento del establishment (Carsen, 1970).

La conexión entre f. e industrialización está ya manifiesta en la conexión entre f. y crisis. En efecto, el recurso a sistemas de tipo fascista o influidos por el f. es casi recurrente en el período de la industrialización. La subordinación de las reivindicaciones sociales a las reivindicaciones nacionales se presenta como el instrumento más eficaz para proponerse a las masas la prórroga de la era del bienestar. También los sistemas populistas revolucionarios toman esta característica del f.

¿Cómo tiende el f. a superar la crisis? Se puede decir que trata de domarla mas no de anularla. El f. es un organizador de la tensión. La tensión es su combustible. Esta le permite mantener la movilización permanente de las masas bajo una disciplina de tipo más bélico que militar. El dinamismo fascista es un germen negativo del sistema, un detonador que tarde o temprano provoca su explosión. La conciencia de la tragedia final está presente en el sistema fascista aún en el momento del triunfo, y de ella se deriva un sentimiento de religiosidad negativa, el pesimismo activista que impresiona a Malraux en el hombre fascista, el romanticismo desesperado que aflora tarde o temprano de manera inevitable en todo f., en sus ritos desde las reuniones de Núremberg hasta la "Noche de los Tambores Silenciosos" de los integristas brasileros. Este pesimismo se pone de manifiesto, dentro de la simbología fascista, en el color "negro", en la evocación obsesiva de la muerte y en el lugar que ésta ocupa en la iconografía fascista. El decálogo del fascio turinés proclama la fe en el éxito de las "minorías de voluntad y muerte". La agonía del f. está rodeada de alusiones a la "muerte bella", a la "belleza de morir". La desesperación se contrapone a la esperanza como un elemento activo. La desesperación se sublima como activismo absoluto. La Disperata es el nombre de una escuadra de acción florentina. Por esto, también el f. triunfante se presenta al conservador Rauschning como "la revolución del nihilismo".

El dinamismo distingue claramente al f., como se ha señalado, de los demás sistemas de tipomilitar que cuando mucho podrían definirse, con una distorsión sustancial del término, como "f. estáticos".

El hecho de que se proponga resolver la crisis, aunque se alimente simultáneamente de la crisis, distingue al f. aún más de los sistemas populistas revolucionarios, que son capaces de sobrevivir precisamente por su activismo optimista. Talcott Parsons habla, a propósito del f., de una "reacción a la ideología de la racionalización de la sociedad", y en ese sentido éste se contrapone al radicalismo de izquierda y se clasifica como "un radicalismo de derecha". Aunque, a su manera, también el f. es un intento de racionalizar la sociedad, apoyándose en el factor dinámico y aplicándole a la sociedad un esquema de evolucionismo político. Racionalizando en cierto sentido el pesimismo, o haciéndolo trascender en el tema de la fe y de la muerte, propone la utopía del fuego y del peligro.

El f. queda fuera, por lo tanto, de la rígida dicotomía derecha-izquierda. Unas veces minoritarios y otras mayoritario, pequeñoburgués o proletario, siempre plebeyo e interclasista, dispuesto a no apelar a la uniformidad de las condiciones sino a la igualdad y a la unidad de los sentimientos, se le presenta a la sociedad en crisis como una alternativa mesiánica.

BIBLIOGRAFIA. T. Parsons, "Society and dictatorship", en Essay on sociological theory, Chicago, 1954; C. Casucci, Il fascismo. Antologia si scritti critici, Bolonia, 1962; J. Plumyene-R. La Sierra. Les fascismes français 1923-1963, París, 1963; E. Weber, Varieties of fascism, Nueva York, 1964; A. Aquarone, L'organizzazione dello stato totalitario, Turín, 1965; E. Nolte, Der Faschismus in seiner Epoche, 1965; E. Nolte, Die Krise des liberalsen System un die faschistischen Bewegungwn, 1968; K. P. Hoepke, Die deutsche Rechte und der italianischer Faschismus, 1966; F. L. Carsten, The rise of fascism, 1967; The nature of fascism, Nueva York, 1969; A. J. Gregor, The ideology of fascism, Nueva York, 1969; R. De Felice, Le interpretazioni del fascismo, Bari, 1969;
R. de Felice, Il fascismo. La interpretazioni dei contemporanei e degli storici, Bari, 1970; N. Poulantzas, Fascismo y dictadura, México, Siglo XXI, 1971.
[LUDOVICO INCISA]

Legitimidad:

I. DEFINICION GENERAL: 

En el lenguaje ordinario el término l. tiene dos significados: uno genérico y uno específico. En el significado genérico, l. es casi sinónimo de justicia o de razonabilidad (se habla de l. de una decisión, de una actitud, etc.). El significado específico aparece a menudo en el lenguaje político. En este contexto, el referente más frecuente del concepto es el estado. Naturalmente aquí nos ocupamos del significado específico.

En una primera aproximación se puede definir la l. como el atributo del estado que consiste en la existencia en una parte relevante de la población de un grado de consenso tal que asegure la obediencia sin que sea necesario, salvo en casos marginales, recurrir a la fuerza. Por lo tanto, todo poder trata de ganarse el consenso para que se le reconozca como legítimo, transformando la obediencia en adhesión. la creencia en la l. es, pues, el elemento integrante de las relaciones de poder que se desarrollan en el ámbito estatal.

II. LOS NIVELES DEL PROCESO DE LEGITIMACION:

Ahora bien, si se considera el estado desde el punto de vista sociológico y no jurídico, se comprueba que el proceso de legitimación no tiene como punto de referencia al estado en su conjunto sino sus diversos aspectos: la comunidad política, el régimen, el gobierno y, cuando el estado no es independiente, el estado hegemónico al que está subordinado. Por lo tanto, la legitimación del estado es el resultado de una serie de elementos dispuestos a niveles crecientes, cada uno de los cuales concurre en modo relativamente independiente a determinarla. Es necesario, por lo tanto, examinar separadamente las características de estos elementos que constituyen el punto de referencia de la creencia en la l.

a] La comunidad política es el grupo social con base territorial que reúne a los individuos ligados por la división del trabajo político. Este aspecto del estado es objeto de la creencia en la l. cuando en la población se han difundido sentimientos de identificación con la comunidad política. En el estado nacional la creencia en la l. se configura predominantemente en términos de fidelidad a la comunidad política y de lealtad nacional. 

b] El régimen es el conjunto de instituciones que regulan la lucha por el poder y el ejercicio del poder y de los valores que animan la vida de esas instituciones. Los principios monárquicos, democrático, socialista, fascista, etc., definen algunos tipos de instituciones y de valores correspondientes, en los que se basa la l. del régimen. La característica fundamental de la adhesión al régimen, sobre todo cuando ésta se basa en la fe en la legalidad, consiste en el hecho de que los gobernantes y su política son aceptados en cuanto están legitimados los aspectos fundamentales del régimen, prescindiendo de las distintas personas y de las distintas decisiones políticas. De ahí que el que legitima el poder debe aceptar también el gobierno que se forme y actúe en conformidad con las normas y con los valores del régimen, a pesar de que no lo apruebe y hasta se oponga al mismo o a su política. Esto depende del hecho de que existe un interés concreto que mancomuna las fuerzas que aceptan el régimen: la conservación de las instituciones que rigen la lucha por el poder. El fundamento de esta convergencia de intereses consiste en el hecho de que se adopta el régimen como plataforma común de lucha entre los grupos políticos, ya que estos últimos lo consideran como una situación que ofrece condiciones favorables para la conservación de su poder, para la conquista del gobierno y para la realización parcial o total de los propios objetivos políticos.

c] El gobierno es el conjunto de funciones en que se concreta el ejercicio del poder político. Se ha visto que normalmente, es decir cuando la fuerza del gobierno descansa en la determinación institucional del poder, para que se califique como legítimo basta que este último se haya formado en conformidad con las normas del régimen, y que ejerza el poder de acuerdo con esas normas, de tal manera que se respeten determinados valores fundamentales de la vida política. Puede suceder, sin embargo, que la persona que es jefe del gobierno sea directamente objeto de la ordenanza en la legitimidad. en el estado moderno ocurre esto cuando las instituciones políticas están en crisis y los únicos fundamentos de l. del poder son el ascendiente, el prestigio y las cualidades personales del hombre puesto en el vértice de la jerarquía estatal. En todos los regímenes existe, aunque en diversa medida, una dosis de personalización del poder, como consecuencia de la cual los hombres no olvidan nunca las cualidades personales de los jefes bajo la función que ejercen. Pero lo que es esencial para distinguir el poder legal y el tradicional del poder personal o carismático (esta célebre división es de Max Weber) es que la l. del primero se basa en la creencia en la legalidad de las normas del régimen, estatuidas ex profeso y de modo racional, y del derecho de mandar de los que detentan el poder basado en tales normas; la l. del segundo tipo se apoya en el respeto a las instituciones consagradas por la tradición y a la persona (o a las personas) que detentan el poder, cuyo derecho de mando se atribuye a la tradición; la l. del tercer tipo se funda sustancialmente en las cualidades personales del jefe, y en forma subordinada en las instituciones. Este tipo de l., al estar ligado a la persona del jefe, tiene una existencia efímera, porque no resuelve el problema fundamental del que depende la continuidad de las instituciones políticas , o sea el problema de la transmisión del poder.

d] Queda todavía por examinar el caso del estado que, al no ser independiente, no es capaz de desempeñar la tarea fundamental de garantizar la seguridad de los ciudadanos (o, algunas veces, ni siquiera el desarrollo económico). No se trata, pues, de un estado en el verdadero sentido de la palabra sino de un país conquistado, de una colonia, de un protectorado o de un satélite de una po-tencia imperial o hegemónica. Una comunidad política que se halla en esas condiciones encuentra muchas dificultades para despertar la lealtad de los ciudadanos, porque no es un centro de decisiones autónomas. En consecuencia, su lealtad debe basarse completamente o en parte en la del sistema hegemónico o imperial del que forma parte. El punto de referencia de la cre-encia en la l. será, entonces, total o parcialmente la potencia hegemónica o imperial.

III. LEGITIMACION E IMPUGNACION DE LA LEGITIMIDAD:

Los diversos niveles del proceso de l. definen otros tantos elementos que representan el punto de referencia obligado hacia el cual se orientan los individuos y los grupos en el contexto político. Si analizamos la acción de estos últimos, desde este punto de vista podemos descubrir dos tipos fundamentales de comportamiento. Si determinados individuos o grupos se dan cuenta de que el fundamento y los fines del poder son compatibles o están en armonía con su propio sistema de creencias y actúan en pro de la conservación de los aspectos básicos de la vida política, su comportamiento se podrá definir como legitimación. En cambio, si el estado es considerado en su estructura y en sus fines como contradictorio con el propio sistema de creencias, y este juicio negativo se traduce en una acción orientada a transformar los aspectos básicos de la vida política, este comportamiento podrá definirse como impugnación de la l.

El comportamiento de legitimación no caracteriza solamente a las fuerzas que sostienen el gobierno sino también a las que se oponen al mismo, en cuanto no tengan el propósito de cambiar también el régimen o la comunidad política. La aceptación de las "reglas del juego", en particular, o sea de las normas en que se basa el régimen, no entraña solamente, como ya se ha señalado, la aceptación del gobierno y de sus mandatos, en cuanto estén conformes con el régimen, sino también la legítima expectativa, para la oposición, de transformarse en gobierno.

La diferencia entre oposición del gobierno e impugnación de la l. en ciertos aspectos corresponde a la que existe entre política reformista y política revolucionaria. El primer tipo de lucha tiende a lograr innovaciones -conservando las estructuras políticas existentes-, combate al gobierno pero no a las estructuras que condicionan su acción y propone un modo distinto de administrar el sistema constituido. El segundo tipo de lucha está dirigido contra el orden constituido y tiene por objeto modificar sustancialmente algunos de sus aspectos fundamentales; no combate únicamente al gobierno sino también al sistema de gobierno, o sea a las estructuras del que éste es expresión.

Con esto hemos pasado ya a examinar el comportamiento impugnador de la l. En este sector hay que distinguir dos actitudes: la de rebelión y la revolucionaria. La actitud de rebelión se limita a la simple negación, al rechazo abstracto de la realidad social, sin determinar históricamente la propia negación y el propio rechazo. En consecuencia, no es capaz de reconocer el movimiento histórico de la sociedad, ni de encontrar objetivos de lucha concretos, y termina siendo prisionero de la realidad que no logra cambiar. La actitud revolucionaria lleva a cabo, en cambio, una negación determinada históricamente de la realidad social. Su problema consiste siempre en descubrir la lucha concreta, puesta de manifiesto por el movimiento histórico real que permita realizar las transformaciones posibles de la sociedad. Esto significa que la acción revolucionaria no tiene nunca como objetivo cambiar radicalmente la sociedad sino derribar las instituciones políticas que impiden el desarrollo y crear otras nuevas capaces de liberar las tendencias que han madurado en la sociedad hacia formas de convivencia más elevadas. Por lo que respecta, luego, a la elección del método legal o ilegal para realizar los objetivos revolucionarios, se trata de un problema que se resuelve en las diferentes fases de la lucha en función de la utilidad y de la eficacia de cada una de las acciones relacionadas con el fin. La estrategia debe, en efecto, adaptarse a las circunstancias en que se desarrolla la lucha, que no pueden ser elegidas.

IV. ESTRUCTURA POLITICA Y SOCIAL, CREENCIAS EN LA LEGITIMIDAD E IDEOLOGIA: 

El influjo del consenso de los diferentes miembros de una comunidad política en la legitimación de cualquier estado, aun del más democrático, no es de hecho equivalente. El pueblo no es una suma abstracta de individuos, cada uno de los cuales participa directamente con igual cuota de poder en el control del gobierno y en el proceso de formación de las decisiones políticas, como aparece a través de la ficción jurídica de la ideología democrática. Las relaciones sociales no subsisten entre individuos absolutamente autónomos sino entre individuos situados que ocupan un papel definitivo en la división social del trabajo. Ahora bien, la división del trabajo y la lucha social y política que se deriva de aquélla hacen que la sociedad no se considere nunca a través de representaciones conformes con la realidad sino con una imagen deformada de los intereses de los protagonistas de esa lucha (ideología) cuya función consiste en legitimar el poder constituido. Se trata de un representación completamente fantástica de la realidad y no de una simple mentira. Cada ideología, cada principio de l. del poder, para desarrollarse con eficacia, debe, en efecto, contener también elementos descriptivos que lo hagan creíble y, en consecuencia, idóneo para producir el fenómeno del consenso. Por este motivo, cuando las creencias en que se basa el poder no corresponden ya a la realidad social, se abandonan y se asiste al cambio histórico de ideologías.

Cuando el poder es estable y es capaz de cumplir de manera progresista o conservadora sus propias funciones esenciales (defensa, desarrollo económico, etc.), esto hace valer simultáneamente la justificación de su propia existencia, apelando a determinadas exigencias latentes en las masas, y con la potencia de su propia positividad se crea el consenso necesario. En los períodos de estabilidad política y social el influjo sobre la formación de la conciencia social de los que la división del trabajo ha colocado en el vértice de la sociedad es decisiva, porque es capaz de condicionar en forma relevante el comportamiento de los que no ocupan papeles privilegiados. A estos últimos les parece tan importante la realidad del estado que tienen la sensación de encontrarse frente a una fuerza natural o condiciones necesarias e inmutables de la existencia asociada. Por otra parte, para adaptarse a la dura realidad de su condición social, el hombre ordinario se ve llevado a idealizar su pasividad y sus sacrificios en nombre de principios absolutos capaces de hacer realidad el deseo y de convertir en verdad su esperanza.

En cambio, cuando el poder está en crisis, porque su estructura ha entrado en contradicción con el desarrollo de la sociedad, entra tambien en crisis el principio de l. que lo justifica. Ocurre esto porque en las fases revolucionarias, o sea cuando el aparato del poder se deshace, caen también los velos ideológicos que lo ocultaban a la población y se manifiesta a plena luz su incapacidad de resolver los problemas que van madurando en la sociedad. Entonces la conciencia de las masas entra en contradicción con la estructura política de la sociedad; todos se vuelven políticamente activos, porque las decisiones son simples y comprometen directamente al hombre ordinario; el poder de decisión está realmente en manos de todos. Naturalmente estos fenómenos ocurren mientras no se haya formado otro poder y, en consecuencia, otro principio de l. La experiencia histórica demuestra, en efecto, que a todo tipo de estado le corresponde un tipo distinto de l., o sea a cada forma de lucha por el poder le corresponde una ideologia dominante distinta.

V. EL ASPECTO DE VALOR DE LA LEGITIMIDAD. 

El consenso hacia el estado no ha sido nunca (y no es) libre sino siempre, por lo menos en parte, forzado y manipulado. la legitimación se presenta de ordinario como una necesidad, cualquiera que sea la forma del estado. Numerosas investigaciones sociológicas han probado, por ejemplo, que el fenómeno de la manipulación del consenso existe también en los regímenes democráticos. Ahora bien, como el poder determina siempre, por lo menos en parte, el contenido del consenso, que puede ser, por consiguiente, más o menos libre o más o menos forzado, no parece lícito darle el atributo de legítimo tanto a un estado democrático como a un estado tiránico por el solo hecho de que en ambos se manifiesta la aceptación del sistema.

Si nos limitamos a definir como legítimo un estado del que se aceptan los valores y las estructuras fundamentales, esta formulación termina incluyendo también lo opuesto de lo que comúnmente se entiende por consenso: el consenso impuesto y el carácter ideológico de su contenido. La definición propuesta al principio se ha manifestado, por lo tanto, insatisfactoria, porque es compatible con cualquier contenido. Para superar esta incongruencia, que parece invalidar la misma exactitud semántica de la definición descriptiva, hay que poner en evidencia una característica que el termino l. tiene en común con muchos otros términos del lenguaje político (libertad, democracia, justicia, etc.): designa al mismo tiempo una situación y un valor de la convivencia social. La situación que designa este término consiste en la aceptación del estado por parte de una fracción relevante de la población; el valor es el consenso libremente manifestado por una comunidad de hombres autónomos y conscientes. El sentido de la palabra l. no es estático sino dinámico; es una unidad abierta, de la que se presupone un cumplimiento posible en un futuro indefinido y cuya realidad actual es sólo un asomo. En cualquier manifestación histórica de la l. brilla siempre la promesa, presentada hasta ahora como irrealizada, de una sociedad justa en que el consenso, que constituye su esencia, pueda manifestarse libremente sin interferencia del poder y de la manipulación y sin mistificaciones ideológicas. Con esto hemos adelantado cuáles son las condiciones sociales que permitirían aproximarse a la plena realización del valor incorporado en el concepto de l.: la desaparición tendencial del poder en las relaciones sociales y del elemento psicológico que está ligado a ellas: la ideología.

Ahora bien, el criterio que permite discriminar los diversos tipos de consenso parece consistir en el distinto grado de deformación ideológica a que está sometida la creencia en la l. y en el distinto grado de manipulación correspondiente a que se sujeta dicha creencia. de acuerdo con este criterio se podría demostrar que no todos los tipos de consenso son iguales y que sería más legítimo el estado en que el consenso pudiera expresarse más libremente y en el que fuera menor la intervención del poder y de la manipulación y, por lo tanto, menor el grado de deformación ideológica de la realidad social en la mente de los individuos. Por tanto, cuanto más forzado sea el consenso y más tenga un carácter ideológico, tanto más será aparente. De acuerdo con esto se puede formular una nueva definición de l. que permita superar las limitaciones y las incongruencias de la propuesta al principio. Se trata en esencia de integrar en la definición el aspecto de valor, que es un elemento constitutivo del fenómeno. Por consiguiente se podrá decir que la l. del estado es una situación que no se realiza nunca en la historia, sino como aspiración, y que, por consiguiente, un estado será más o menos legítimo en la medida en que realice el valor de un consenso manifestado libremente por parte de una comunidad de hombres autónomos y conscientes, o sea en la medida en que se acerque a las idea-límite de la eliminación del poder y de la ideología en las relaciones sociales.

BIBLIOGRAFIA. M. Weber, Wirtschaft und Gesellschaft, Tubinga, 1922; C. Schmitt, Legalitat und Legitimitat, Munich- Leipzig, 1932; G. Ferrero, Potere, 1942; D. Easton, A systems analysis of political life, Nueva York, 1965; AA.VV., L'idée de légitimité, París, 1967. [LUCIO LEVI]

Partidos políticos

I. DEFINICION: 

Dar una definición de p.p. no es simple porque este fenómeno se ha presentado y se presenta con características notablemente diferentes tanto desde el punto de vista de las actividades concretas que ha desarrollado en lugares y tiempos distintos como en términos de estructuración organizativa que el mismo ha asumido y asume. Según la famosa definición de Weber el p. es "una asociación [...] dirigida a un fin deliberado, ya sea éste 'objetivo' como la realización de un programa que tiene finalidades materiales o ideales, o 'personal', es decir tendiente a obtener beneficios, poder y honor para los jefes y secuaces o si no tendiente a todos estos fines conjuntamente". Sin embargo, no obstante el hecho de que desde la antigüedad han existido grupos de personas que siguiendo a un jefe luchaban con todos los medios para la obtención del poder político, es una opinión compartida por los estudiosos de política la de considerar como p. verdaderos las organizaciones que surgen cuando el sistema político ha alcanzado un cierto grado de autonomía estructural, de complejidad interna y división del trabajo que signifique, por un lado un proceso de formación de las decisiones políticas en la que participan varias partes del sistema, y por otro lado que entre estas partes estén comprendidos, teórica y efectivamente, los representantes de aquellos a los que se refieren las decisiones políticas. De lo cual deriva que en la noción de p. entran todas aquellas organizaciones de la sociedad civil que surgen en el momento en el que se reconoce, teórica o prácticamente, al pueblo el derecho de participar en la gestión de poder político y que con este fin se organizan y actúan.

En esta acepción los p. aparecen por primera vez en aquellos países que fueron los primeros en adoptar la forma de gobierno representativo. Esto no significa que los p. nacen automáticamente con el gobierno representativo sino más bien que los procesos políticos y sociales que llevaron a esta forma de gobierno, que preveía una gestión del poder por parte de los "representantes del pueblo", más adelante en el tiempo han llevado a una progresiva democratización de la vida política y a la inserción de sectores cada vez más amplios de la sociedad civil en el sistema político. En términos generales puede decirse que el nacimiento y el desarrollo de los p. está vinculado al problema de la participación, es decir al progresivo aumento de la demanda de participar en el proceso de formación de las decisiones políticas por parte de clases y estratos diversos de la sociedad. Esta demanda de participación se presenta de manera más intensa en los momentos de grandes transformaciones económicas y sociales que trastornan la estructura tradicional de la sociedad y amenazan con modificar sus relaciones de poder: es en estas situaciones cuando surgen grupos más o menos grandes y más o menos organizados que se proponen actuar por una ampliación de la gestión del poder político a sectores de la sociedad que anteriormente estaban excluidos o que proponen una distinta estructuración política y social de la misma sociedad. Naturalmente el tipo de movilización y los estratos sociales que están implicados, además de la organizacion política de cada país, determinan en gran parte las características distintivas de los grupos políticos que se forman de este modo.

II. EL PARTIDO DE NOTABLES:

Históricamente el origen de los p. se puede hacer remontar a la primera mitad del siglo XIX, en Europa y en los Estados Unidos. Es el momento de la afirmación del poder de la clase burguesa y, desde un punto de vista político, es el momento de la difusión de las instituciones parlamentarias o de la batalla política por su constitución. En Inglaterra, el país de tradiciones parlamentarias más largas, los p. hacen su aparición con el Reform Act de 1832 que, ampliando el sufragio, permitió que los estratos industriales y comerciales del país participaran junto a la aristocracia en la gestión de los negocios públicos. Antes de esa fecha no puede hablarse en Inglaterra de p.p. propiamente dichos: los dos grandes p. de la aristocracia, surgidos desde el siglo XVIII y presentes desde entonces en el parlamento, no tenían fuera del mismo ninguna relevancia y ningún tipo de organización; se trataba de simples etiquetas detrás de las cuales estaban los representantes de un estrato homogéneo, no dividido por conflictos de interés o diferencias ideológicas sustanciales, que adherían a uno o al otro grupo sobre todo por tradiciones locales o familiares. Como afirma Weber, no eran más que séquitos de poderosas familias aristocráticas tanto que "cada vez que un Lord, por cualquier motivo, cambiaba p., todo lo que de él dependía pasaba contemporáneamente al p. opuesto".

Después del Reform Act comenzaron a surgir en el país algunas estructuras organizativas que tenían el objetivo de ocuparse de los cumplimientos previstos por la ley para la elección del parlamento y de recoger votos a favor de este o aquel candidato. Se trataba de asociaciones locales promovidas por candidatos al parlamento, o por grupos de notables que habían combatido por la ampliación del sufragio, o algunas veces por grupos de interés. Estos círculos agrupaban un número más bien restringido de personas, funcionaban casi exclusivamente durante los períodos electorales y estaban guiados por notables locales -aristócratas o granburgueses- que elegían los candidatos y suministraban el financiamiento de la actividad electoral. Entre los círculos locales no existía ningún tipo de vínculo organizativo ni en sentido vertical ni en sentido horizontal. La identidad partidaria de los mismos, así como su expresión nacional, se encontraba en el parlamento; era la fracción parlamentaria del p. la que tenía el deber de preparar los programas electorales y elegir a su vez los líderes del p. El poder de la fracción parlamentaria del p., además, lo aumentaba el hecho de que los diputados tenían un mandato absolutamente libre: de su acción política no eran responsables ni frente a la organización que había contribuido a su elección ni frente a los electores sino, como entonces se afirmaba, ellos eran responsables "sólo frente a la propia conciencia".

Este tipo de p. que en la literatura socio-lógica se llama p. de "notables" haciendo referencia a su composición social o p. de "comité" en consideración a su estructura organizativa o de "representación individual" por el género de representación que expresaba es el que prevalece durante todo el siglo XIX en la mayor parte de los países europeos. Hay, obviamente, diferencias de un país a otro, ya sea porque en algunos países los p. surgieron mucho más tarde (en Alemania, por ejemplo, sólo se puede hablar de p. después de la revolución de 1848 con la formación de los p. liberales de la burguesía, y en Italia solamente después de la unificación nacional) o ya sea porque las condiciones sociales y políticas que llevaron a su constitución fueron parcialmente distintas de las inglesas. Sin embargo puede afirmarse en general que la entrada de la burguesía en la vida política estuvo signada por el desarrollo de una organización partidaria basada en el comité y que mientras el sufragio fue limitado y la actividad política fue casi exclusivamente una actividad parlamentaria de la burguesía, no hubo cambios en la estructura partidaria.

III. EL PARTIDO DE APARATO: 

En las décadas que precedieron y que siguieron la terminación del siglo XIX la situación comenzó a cambiar como consecuencia del desarrollo del movimiento obrero. Las transformaciones económicas y sociales producidas por el proceso de industrialización llevaron a la escena política a las masas populares cuyas reivindicaciones se expresaron inicialmente en movimientos espontáneos de protesta, encontrando luego canales organizativos cada vez más complejos hasta la creación de los p. de trabajadores. Es justamente con el surgimiento de los p. socialistas -en Alemania en 1875, en Italia en 1892, en Inglaterra en 1900, en Francia en 1905- que los p. asumen connotaciones absolutamente nuevas: un séquito de masas, una organización difundida y estable con un cuerpo de funcionarios retribuidos expresamente por desarrollar actividad política y un programa político sistemático.

Estas características respondían a exigencias específicas de los p. de trabajadores, ya sea por los objetivos políticos que éstos se proponían, ya sea por las condiciones sociales y económicas de las masas a las cuales se dirigían. Los movimientos socialistas habían nacido con el programa de promover un nuevo modo de convivencia civil, de la que habrían sido los creadores las clases subalternas emancipadas social y políticamente. Con ese fin era necesario educar a las masas, hacerlas políticamente activas y conscientes de su propio papel. Para lograr esto no era suficiente una genérica agitación política en la ocasión que representaban las elecciones ni asumía una gran importancia la actividad parlamentaria. Era necesario que en el país se desarrollara una estructura organizativa estable y articulada, capaz de realizar una acción política continua que implicara el mayor número posible de trabajadores y que tocase todas las esferas de su vida social. Además era necesario que a la actividad de educación y propaganda y al trabajo organizativo se dedicaran completamente personas calificadas, correspondientemente retribuidas por esto, ya que no era posible que los trabajadores, con duros horarios de trabajo y bajos salarios, dedicaran a la actividad políticas más que algún recorte de su tiempo libre, ni que abandonasen el trabajo para dedicarse a la política a simple título honorario. Se presentaba también el problema del financiamiento del p.: al faltar los "notables" que financiaban la actividad y la organización política, se introdujo el sistema de las "cuotas" es decir las contribuciones periódicas que cada miembro debe dar al partido.

La estructura que se desarrolló de ese modo tuvo una configuración de tipo piramidal. En la base estaban las uniones locales -círculos o secciones- con la tarea de encuadrar todos los miembros del p. pertenecientes a un determinado ámbito territorial (ciudad, barrio o pueblo). Las secciones tenían reuniones periódicas en las que se discutían los principales problemas políticos y organizativos del momento, se ocupaban de la actividad de propaganda y proselitismo y elegían los propios órganos directivos internos además de los propios representantes en los niveles superiores del partido. A su vez las secciones estaban organizadas a nivel de circunscripción electoral o a nivel provincial o regional en federaciones, que constituían los órganos intermedios del p. con funciones predominantemente de coordinación. Finalmente, el vértice estaba constituido por la dirección central elegida por los delegados enviados por las secciones al congreso nacional que era el máximo órgano deliberante del p., el que establecía la línea política a la cual debían someterse todas las instancias del p., desde las secciones hasta la dirección central. Todas las posiciones de responsabilidad tenían carácter electivo, así como era obligación de las asambleas del p. elegir los candidatos a las elecciones. Estos últimos, una vez elegidos, tenían un mandato imperativo y estaban obligados en consecuencia a mantener una rígida disciplina de p. en su actividad parlamentaria.

Junto con la estructura partidaria propiamente dicha, los p. socialistas podían contar con una gran red de organizaciones económicas, sociales y culturales -sindicatos, cooperativas, organizaciones de asistencia para los trabajadores y sus familias, círculos de difusión, periódicos e imprentas- que actuaban como instrumentos de integración social y contribuían en el reforzamiento de la identidad política y de los valores que el p. proponía. Esas organizaciones en general habían nacido antes que el partido y habían contribuido a su fundación: sin embargo el p. se preocupaba por reforzarlas y por crear otras nuevas con el fin, justamente, de ampliar la propia presencia social.

La extensión y la complejidad de esta red organizativa indica cómo los p. socialistas, por lo menos en las primeras décadas de su historia, se preocuparon sobre todo de la movilización permanente de sus adherentes y de la conquista de nuevos espacios de influencia, cada vez más grandes, en el interior de la sociedad civil, en el intento de agrandar la intensidad de la adhesión a su proyecto de gestión de la sociedad. El momento electoral y la conquista de los puestos en el parlamento era importante sobre todo como ocasión ulterior para signar la propia presencia entre las masas y como ulterior instrumento de la propia batalla política, pero no constituía el objetivo principal del partido. Más aún con mucha frecuencia el parlamento era considerado con una cierta desconfianza y el grupo parlamentario del p. era sujeto de una particular vigilancia para que su comportamiento respondiese a la línea política decidida por los congresos nacionales y hecha respetar por la dirección.

Este modelo, denominado "p. de aparato" o "p. organizativo de masa", se aplica sobre todo al p. socialdemócrata alemán en el período de su línea revolucionaria, pero caracteriza en cierta medida también los p. socialistas franceses e italiano. Este último, aun contando con una estructura organizativa difundida en casi todo el país y con una serie de organizaciones de apoyo como las cámaras de trabajo, las cooperativas y las casas rurales tenían vínculos organizati-vos verticales bastante frágiles y su grupo parlamentario estaba dotado de una notable autonomía. Esto se debía al hecho de que el p. socialista italiano era la expresión de sectores heterogéneos de las clases subalternas, carecía de un fuerte núcleo obrero ya que el desarrollo capitalista italiano estaba apenas en sus comienzos y, en consecuencia, en el mismo coexistían líneas políticas diferentes que impedían la construcción de una "máquina" partidaria racionalmente organizada y políticamente homogénea. En las primeras décadas del siglo XX el p. socialista italiano acentuó su características de p. organizativo de masa, pero en Italia el modelo más completo de ese p.se producirá después de la segunda guerra mundial con el desarrollo del p. comunista.

IV. EL PARTIDO ELECTORAL DE MASAS:

La rápida expansión de los p. obreros estaba destinada a producir cambios graduales también en los p. de la burguesía, especialmente luego de la introducción del sufragio universal y de la integración parcial o total de los p. obreros en el sistema político. Al comienzo los notables no se mostraron muy favorables a la formación de p. de masas: había habido progresivas ampliaciones de la participación en los círculos y en los comités electorales, y también se había tratado de unificar a nivel nacional el trabajo electoral y potenciarlo a través del empleo de personal político de tiempo completo; sin embargo el miedo de ver amenazada la propia función de preeminencia por una democratización de sus p. o de ver cuestionada la propia concepción de la política o los propios criterios de gestión del poder produjeron en los notables una acentuada hostilidad respecto de los p. de masas. Además, teniendo en sus manos los principales resortes del poder político y pudiendo accionar sobre el ejército y la burocracia, los p. de la burguesía pudieron impedir por un cierto período la integración política de los p. de trabajadores y neutralizar en consecuencia su competencia en el mercado político. Solamente en Inglaterra, donde el p. laborista fue rápidamente aceptado como legítimo aspirante al poder gubernativo, el p. conservador comenzó desde la terminación de la primera guerra mundial su conversión en p. con participación de masa. En la Europa continental este proceso se produjo en general sólo después de la segunda guerra mundial, cuando la mayor parte de los p. de comité estuvieron obligados a darse un aparato estable para una eficaz actividad de propaganda, buscar un séquito de masas y vinculaciones con grupos y asociaciones de la sociedad civil capaz de dar al p. una base estable de consenso.

Sin embargo, a diferencia de los p. de trabajadores, estos p. han tenido y tienen como característica distintiva la movilización de los electores más que de los inscriptos. Dotados con una organización parcialmente calcada de los p. obreros -con secciones, federaciones, dirección centralizada y personal político empleado a tiempo completo- los p. electorales de masas en general no se dirigen a una clase o estrato particular sino que tratan de obtener la confianza de los estratos más diversos de la población, proponiendo en plataformas amplias y flexibles, además de suficientemente vagas, la satisfacción del mayor número de exigencias y la solución de los más diferentes problemas sociales. Justamente por sus objetivos esencialmente electorales, la participación de los inscriptos a la formulación de las plataformas políticas de los p. es de naturaleza puramente formal: más que el debate político de base, la actividad más importante del p. es la elección de los candidatos a las elecciones, que deben cumplir toda una serie de requisitos idóneos para el aumento del potencial electoral del p. Por esta razón asumen todavía importancia los notables, que por el hecho de ocupar posiciones claves en la sociedad civil, pueden procurar al p. vastas clientelas y suministrar parte de los medios económicos necesarios para la financiación de la actividad electoral. En este tipo de p. no existe, o existe en un modo muy contrastado, una disciplina de p. o una acción política unitaria: es muy frecuente, en efecto, que el p. presente rostros diferentes según los sectores y las zonas geográficas a los cuales se dirige, y sucede también con frecuencia que su línea política sufre variaciones "tácticas", inclusive notables, vinculadas con momentos políticos particulares. Por este conjunto de características el p. electoral de masas ha sido también definido p. atrapatodo.

El p. atrapatodo es el último en aparecer en la escena política europea y en un cierto sentido concluye la historia así como se ha desarrollado hasta ahora. Hay que repetir que se trata de una "historia" que prescinde en gran parte de los acontecimientos específicos de los estados particulares ya que las características sociales y políticas de los distintos estados europeos han influido tanto sobre la fecha de nacimiento del sistema político como sobre el período de constitución de este o de aquel p., o de p. con características "mixtas". Además, si bien entre los p. que acabamos de describir existe un orden de sucesión, en el sentido de que históricamente han aparecido en el orden señalado, no existe entre los mismos una relación evolutiva necesaria: en efecto, no es cierto que un tipo de p. produzca inevitablemente otro, con la consecuente desaparición del precedente. Más bien causas sociales o políticas específicas llevan al surgimiento de una determinada configuración partidaria que puede durar por un cierto tiempo, luego modificarse y finalmente asumir características absolutamente nuevas. Esto significa, entre otras cosas, que distintos tipos de p. pueden coexistir en el mismo sistema partidario: en efecto, si bien la mayor parte de los p. burgueses se ha transformado en p. electorales de masas, existen todavía pequeños p. de notables, de la misma forma como en algunos países existen contemporánea-mente p. electorales de masas y p. de aparato (v. sistemas de partido).

V. TRANSFORMACION DEL PARTIDO DE APARATO: 

Lo que se ha dicho hasta el momento sobre las modificaciones que pueden intervenir en una determinada configuración partidaria lo demuestran las transfor-maciones que sufre el p. de aparato. Este es el p. que suscitado mayor interés en la literatura y en las publicaciones sociológicas y políticas: algunos lo juzgan como el que mejor permite la participación política a los ciudadanos, otros lo consideran una estructura antidemocrática, dominada por los aparatos y por lo tanto instrumento de manipulación de las masas. Sin embargo es considerado unánimemente el p. "moderno" por excelencia, consecuencia necesaria o inevitable de la democracia de masas, destinado a tomar el lugar de todos los otros. Hubo inclusive intentos de transformar algunos p. electorales de masas en p. de aparato (por ejemplo, en Italia existió en 1954-1958 la tentativa de Fanfani de transformar en este sentido la estructura de la DC), y muchas voces expresaron los augurios por una transformación de todos los p. en esta dirección.

Sin embargo estas tentativas y estos deseos non se realizaron jamás totalmente, mientras que por otro lado, se ha verificado una progresiva modificación de los p. de aparato. En particular éstos han ido perdiendo algunas de sus características distintivas, como la alta participación de la base en la vida del p., la continua obra de educación intelectual y moral de las masas, la precisión del programa político y la apelación a la transformación de la sociedad. Por el contrario, se ha acentuado su orientación electoral y en consecuencia el empleo de un esfuerzo cada vez mayor para aumentar su influencia más allá de la propia base tradicional y la importancia siempre creciente de la actividad parlamentaria. Es decir que se asistiría a un proceso de homogeneización de los p. tendientes a convertirse en su totalidad en p. "atrapatodo".

Las razones que están en la base de esta tendencia son de orden social y político conjuntamente. En los principales países europeos, después del período de veloz y desordenado desarrollo económico posterior a la segunda guerra mundial y que se postergó hasta casi los comienzos de la década de 1960, se ha asistido a un progresivo ajuste social que ha visto el logro de un mínimo de seguridad social y económica de amplios sectores de la población, la disminución de la perceptibilidad de las diferencias de clase y un cierto cambio de las orientaciones básicas de la población a favor de una genérica orientación de tipo escolar y privado. Es decir que se ha pasado de un período de movilización social que provocaba transformaciones en el sistema de estratificación social de la sociedad -situación que en general provoca un alto grado de participación política a causa de la necesidad que se siente de tomar parte en la redefinición del sistema social y por lo tanto favorable al nacimiento o al potencia-miento de los p. de aparato- a un período de relativa estabilización de las relaciones sociales y a una definición más o menos estable de las reglas de convivencia civil, con la consecuente caída de la participación política de las masas.

Además, más o menos en el mismo período, ha terminado, por lo menos formalmente, el proceso de integración de las masas populares en el sistema político: los p. de origen obrero han sido reconocidos en casi todas partes como legítimos competidores en el mercado político -especialmente aquellos que han abandonado completamente toda referencia a una transformación radical de la sociedad- y, por lo tanto, como posibles detentadores del poder político. Esto ha sido favorecido entre otras cosas por la intervención cada vez mayor del estado en los sectores más distintos de la sociedad y en consecuencia por la necesidad de una planificación económica y social que necesita la colabo-ración, expresa o tácita, de los p. obreros, especialmente cuando éstos pueden contar con el apoyo de las organizaciones sindicales más fuertes que existen en el país.

Entonces, la posibilidad actual o potencial de administrar el poder político, además de la estabilización de la situación social con la caída de la participación política de las masas, conlleva la necesidad para estos p. de atenuar los requerimientos de clase para favorecer una imagen de sí que encuentre el consentimiento de distintos sectores de la sociedad: es decir que no se habla más de las instancias y de los intereses de una determinada clase sino que se hace referencia al interés "nacional" y alas instancias generales de la sociedad. Todo esto tiene naturalmente consecuencias a nivel de estructura organizativa. Ya no es necesario solicitar la participación a nivel de base más que para fines de propaganda electoral, de la misma forma que resulta superflua la obra de educación moral y política de las masas. Por el contrario, se hace más importante desarrollar el profesionalismo político en los niveles medio-altos del p., cooptar "expertos" y ser capaces de enfrentar una actividad política cada vez más compleja y recurrir a los notables para aumentar las propias posibilidades electorales.

Excepción hecha de los p. comunista francés e italiano, que también están sometidos a presión en este sentido, este proceso de transformación parece afectar a los principales p. de aparato europeos. Obviamente los p. pueden encontrar límites, más o menos rígidos, a sus propias tendencias "atrapatodo": ciertos intereses en evidente contraste con los de la propia base tradicional no pueden ser representados, si no se quiere incurrir en una defección electoral de la misma base así como persistentes tradiciones políticas de clase pueden desaconsejar una propaganda intercla-sista muy fuerte. En general, sin embargo, los p. superan estos obstáculos evitando tomar posiciones netas sobre problemas capaces de crear divisiones y conflictos en el interior del país y compiten por la conquista del poder político con plataformas electorales y sistemas de gestión del propio potencial político que no presentan substanciales diferencias con las de los otros p. sino que más bien son bastante similares entre sí.

En síntesis, podría decirse que la persistencia de los p. "atrapatodo" parece vinculada a un cierto grado de estabilidad del sistema social y a la capacidad del sistema político de suscitar un consenso generalizado sobre algunos temas y problemas básicos: en el momento en el cual, por cualquier motivo de orden interno o internacional, surgieran crisis capaces de cuestionar las relaciones sociales existentes y naciera la necesidad de una restauración del sistema con probabilidad se produciría un "retorno" de los viejos p. de aparato a sus características originales y una correlativa transformación de los otros p. presentes en el sistema.

VI. FUNCIONES DE LOS PARTIDOS. 

La aparición de los p. de masa, ya sea bajo forma de p. de aparato como en la de p. electoral, ha convertido en crucial un problema que en la literatura sociológica y política ha sido muy debatido desde la aparición de los p., vale decir el problema de sus funciones. Con esta expresión se indican en general todas aquellas actividades de los p. que producen consecuencias más o menos relevantes en el sistema político y social. Especialmente en el momento en el cual los p. se difundieron en gran parte de mundo y asumieron un gran relieve en la vida política, el problema de sus funciones se ha convertido no sólo en una cuestión teórica sino también y sobre todo, en una cuestión política que inevitablemente ha suscitado respuesta contrastantes y con frecuencia polémicas.

Al analizar el desarrollo de los p. se ha visto como éstos han sido un instrumento importante, si no el principal, a través de los cuales grupos sociales siempre en aumento se han introducido en el sistema político y cómo, sobre todo por medio de los p., esos grupos han podido expresar de manera más o menos completa sus reivindicaciones y sus necesidades y participar, de manera más o menos eficaz en la formación de las decisiones políticas. Que los p. transmiten lo que en la literatura sociológica y política se llama la "demanda política" de la sociedad y que a través de los p. las masas participen en el proceso de formación de las decisiones políticas, significa el cumplimiento de las dos funciones que se le reconocen unánimemente a los p.p. A la función de transmisión de la demanda política pertenecen todas aquellas actividades de los p. que tienen como finalidad lograr que a nivel decisional sean tomadas en consideración ciertas exigencias y ciertas necesidades de la sociedad. Al momento de la participación en el proceso político pertenecen actos como la organización de las elecciones, el nombramiento del personal político, etc., a través del cual el p. se constituye como sujeto de acción política, es decir que viene delegado para actuar en el sistema con la finalidad de conquistar el poder, y en consecuencia gobernar.
Es evidente que si se hace referencia a los viejos p. de notables no existen al respecto muchos problemas; éstos, en efecto, reunían un estrato homogéneo y no dividido por fuertes contrastes de principios o de intereses y no tenían necesidad de una organización ni de procedimientos muy complicados para transmitir la demanda política de su base social y para el nombramiento y control de sus representantes oficiales; estos últimos podían fácilmente actuar para la satisfacción de las exigencias de la base que los había expresado, y a la que pertenecía orgánicamente, es decir hacia la mantención y la protección de sus mismos privilegios de clase.

Con los p. de masa por el contrario, que con frecuencia organizan millones de personas, que pueden expresar demandas diferentes, de tipo sectorial como de tipo general, entre ellas homogéneas o contrastantes, y que preven complicados procedimientos para el nombramiento y el control de los sujetos que en el sistema político actúan en nombre y por cuenta de estos centenares de miles o millones de personas, la situación es diferente y de necesidades muy complejas. ¿Cuáles son las demandas que los p. transmiten preferentemente? ¿Reflejan efectivamente las exigencias más amplias de su base social? ¿En qué forma transmiten estas demandas? ¿De qué naturaleza es el poder que los p. reciben de sus adherentes? ¿Cuáles son las consecuencias que se verifican en el sistema político por el hecho de que un p. o distintos p. desempeñen sus funciones de una manera más bien que de otra?

La respuesta a estas preguntas en general ha tomado en consideración la configuración organizativa de los p. Los p. de masas, se sostuvo por mucho tiempo, a pesar del texto de sus estatutos y sus complicados procedimientos de control, en la mayor parte de los casos están constituidos por una mayoría de seguidores que por las más variadas razones adhieren al p. y por una minoría de profesionales de la política -el círculo interno- que toma las decisiones importantes, define la línea política, controla los nombramientos más allá del posible disenso o de los intereses reales de la base del p. Esto debería atribuirse sobre todo a una lógica de tipo organizativo. Según Robert Michels, uno de los estudiosos más ilustres de los p.p., una participación política extendida necesita estructuras organizativas complicadas, pero es justamente la existencia de la organización lo que produce necesaria e inevitablemente tendencias oligárquicas. Efectivamente, el progresivo desarrollo de la organización, la mayor complejidad de las tareas por desempeñar con la consecuente división del trabajo y la necesidad de conocimientos especializados que este hecho conlleva, conducen a la profesio-nalización y a la estabilización del liderazgo de p., a su objetiva superioridad respecto de los demás miembros de la organización y por lo tanto a su inamo-vilidad y al ejercicio del poder de tipo oligárquico. En esta situación, la delegación y el control sobre la misma serían ficticios y la transmisión de la demanda política sería manipulable y manipulada según los intereses de poder de la oligarquía del p. A nivel del sistema político general la consecuencia sería naturalmente la negación de una gran parte de las instancias democráticas que los p. deberían expresar.

Aún reconociendo que en muchos casos y en muchas situaciones los p. manifiestan tendencias oligárquicas, la interpretación michelsiana ha sido criticada porque presenta como "ley" un fenómeno que puede verificarse en algunas circunstancias históricas, en otras puede ser una tendencia y en otros casos puede no manifestarse directamente. El modo en que funcionan los p. no es de hecho uniforme, puede variar en tiempos y lugares diferentes y por esa razón es difícil encontrar al respecto una regla universalmente válida.

Para dar una respuesta que contemple esta variedad de funcionamiento y que al mismo tiempo sea empíricamente veri-ficable se ha confeccionado la hipótesis de que tanto la transmisión de la demanda política como los procesos de delegación están estrechamente vinculados al fenómeno de la participación política. Según esta hipótesis los tipos y las formas de transmisión de la demanda política, al igual que las varias modalidades de formación de la delegación, derivan en buena parte del tipo y la intensidad de la participación politica que se encuentran en diferentes sistemas políticos y en distintas circunstancias histórico-sociales. Como se sabe que la participación politica asume varias formas (participación electoral, inscripción en los p., frecuencia en las reuniones y en las varias actividades de los p., etc.) y es de diferente intensidad según los p. y según los sistemas políticos, así como se expresa en manera diferente en distintos momentos históricos, también el funcionamiento de los p. estará sometido a una gran variabilidad. En consecuencia la delegación tendrá características diferentes (será, por ejemplo, genérica o específica; explícita o implícita), dependiendo esto de que la participación se exprese a nivel electoral o con la inscripción al p. o con la frecuencia asidua a las reuniones y en sus momentos decisionales más grandes e importantes. En forma análoga la demanda política será más o menos homogénea, más o menos general, más o menos sectorial no sólo con referencia al género de participación sino inclusive con referencia a su nivel y a su intensidad. Se puede hipotetizar, por ejemplo, que en presencia de una gran participación las demandas políticas serán de tipo general dado que la intensidad de participación, acentuando la solidaridad entre los adherentes a un grupo político, logrará que las exigencias particulares de los individuos se basen en el plan general y pierdan relevancia respecto de éste. También para el sistema político general el modo y la intensidad de participación en la vida partidaria tendrá efectos diferentes: una participación que se exprese predominantemente en términos electorales caracterizará de manera distinta el sistema político que una participación que se exprese, por ejemplo, en una permanente movilización de los adherentes a los grupos políticos.

Para concluir, puede afirmarse que si el fenómeno p., como configuración organizativa y conjunto de funciones desempeñadas por el mismo, demuestra en términos generales su tipicidad, desde un punto de vista concreto y analítico se presenta de maneras muy diferentes, por lo cual, para entender la especificidad y la predominancia actual en un determinado sistema político, es necesario verlo ubicado en la estructura económico-social y política de un país determinado en un momento histórico muy bien definido.

BIBLIOGRAFIA. M. I. Ostrogorski, La démocratie et l'organisation des partis politiques, Paris, 1904; R. Michels, Zur soziologie des parteiwessens, 1911; M.Duverger, Les partis politiques, Paris, 1958; R. R. Alford, Party and society. The anglo-american democracies, Chicago 1963; Modern political parties. Aproaches to comparative politics, a cargo de S. Neumann, Chicago, 1966; Political Parties and political development, a cargo de J. Lapalombara y M. Weiner, Princeton, 1966; L. D. Epstein, Political parties in western democracies, Londres, 1967; Political parties: Contemporary trends and ideas, a cargo de R. C. Macridis, Nueva York, 1967; Aproaches to the study of party organization, a cargo de W. J. Crotty, Boston, 1968; A. Pizzorno, "Elementi di uno schema teorico con referimenti ai partiti politici in Italia", en Partiti e participazioni politica in Italia, a cargo de G. Sivini, Milan, 1969; Sociologia dei partiti politici, a cargo de G. Sivini, Bolonia, 1971.
[ANNA OPPO]

Sistemas de partido

I. DEFINICION: 

La definición de s. de p. presenta una dificultad preliminar. La definición tradicional y más difundida destaca, en efecto, la característica de competencia entre más de una unidad partidaria y la forma y la modalidad de esta competencia. "la temática pertinente de los s. de p. está dada por los modelos de interacción entre organiza-ciones electorales significativas y genuinas en los gobiernos representativos -gobiernos en los cuales tales sistemas adoptan predominantemnte (bien o mal) las funciones de producir las bases para una eficaz autoridad y de definir las alternativas que pueden ser decididas por los procedimientos electorales " (Eckstein, 1968, pág 438).

La mayor parte de los estudiosos parece adherir a la posición expresada por Eckstein, aún cuando muchos otros estudiosos consideren que los sistemas con partido único constituyen un objeto legítimo de análisis, con la advertencia de que en estos sistemas falta cuando menos un importante elemento, esto es la interacción entre más partidos, elemento que no es nunca completamente reemplazado por la competencia interna entre grupos.

La posición más favorable a la inclusión del sistema con partido único entre los s. de p. ha sido expresada por Riggs, quien afirma que un sistema partidístico consiste en algo que va más allá de uno o más partidos, pues comprende también ciertos procedimientos electivos, una asamblea legislativa y un ejecutivo: "En breve, el s. de p. será cualquier sistema que legitime la elección de un poder ejecutivo por medio de votaciones y que comprenda a los electores, a uno o más partidos, y a una asamblea" (Riggs, 1968, pág. 82), destacando también que la competitividad o la no competitividad son sólo una de las características posibles de un s. de p. Esta definición termina por considerar un s. de p. como la variable interviniente entre partido o partidos políticos y sistema político. Además permite distinguir los distintos s. de p. (también los sistemas con partido único) en base a la característica de competitividad, de electividad o no electividad del ejecutivo y de la asamblea, de alternancia o de monopolio del ejecutivo por parte de un partido y finalmente, last but not least de distinguir netamente entre sistemas con partido único y sistema sin partido (comúnmente definidos como tradicionales o feudales). Esta será la perspectiva aquí adoptada.

II. GENESIS DE LOS SISTEMAS DE PARTIDOS: 

También para el que se interesa por la formación de los s. de p. es posible individualizar una tesis tradicional y una tesis más moderna (sin que por esto todo lo justo esté necesariamente en una sola parte ). Mientras los sociólogos durante largo tiempo han estado sustancialmente interesados por el problema de las relaciones entre clases sociales y cada partido político, los politólogos dirigían en cambio su atención a los sistemas electorales en cuanto instrumentos adecuados para facilitar o impedir no tanto y no ciertamente la formación de cada partido, sino su acceso a la representación parlamentaria. Procediendo así, sin embargo, por un lado era inevitable que los sociólogos se desinteresaran de la temática del s. de p. y por el otro era igualmente inevitable que los politólogos descuidaran los sistemas con partido único (desde el momento que se trata de sistemas no competitivos, por lo que el mecanismo electoral adoptado no tiene ninguna influencia sobre el espectro político). Los politólogos, por lo tanto, llegaron frecuentemente a conclusiones expresadas de manera más o menos neta, sobre la influencia de los sistemas electorales respecto de los sistemas partidísticos, vinculando, como hace Duverger (1961, Págs. 255-333), los plurality systems con el bipartidismo a la inglesa, los majority systems con un multipartidismo limitado y la representación proporcional con un multipartidismo acentuado o extremo.

Durante largo tiempo la situación de la clasificación y de la tipología de los s. de p. no lograron ninguna mejora a pesar de las numerosas e incisivas críticas dirigidas a Duverger sobre la base de las muchas excepciones respecto de las cuales sus generalizaciones no estaban en condiciones de tener en cuenta. En cuanto al sector de estudio de loa partidos, no es actualmente uno de los más desarrollados en la ciencia política contemporánea; no obstante en la mitad de la década de los años '60 aparecieron dos importantes tipologías, una de carácter sociológico y la otra de carácter politológico. La primera parece estar en mejores condiciones de explicar el origen histórico de los s. de p. (Lipset y Rokkan, 1967); la otra parece más apta para la explicación de la "mecánica" de los s. de p. (Sartori, 1968 b), aún cuando el autor ha tratado en otra parte de llegar a una explicación genética de la configuración de los distintos s. de p. que sea tambien predictiva y "manipu-lativa" (Sartori, 1968 a), o sea que permita incidir sobre la configuración misma del sistema.
El punto de partida de Lipset y Rokkan está dado por el análisis de los procesos de modernización socioeconómica y democratización política en Europa occidental a partir de la Contrarreforma y de las tentativas de construcción del estado nacional. Los autores detectan cuatro tipos de fracturas o cleavages sobre los cuales se injertan los conflictos que han sacudido los sistemas políticos occidentales pero cuya "traducción" en partidos políticos no fue para nada automática. Las cuatro fracturas son: fractura entre el centro y la periferia, que aparece en el período que abarca los siglos XVI-XVII y cuyos dilemas cruciales estaban representados por la adopción de una religión nacional o por la fidelidad a la iglesia católica, por la adopción de una lengua nacional o por el uso del latín. La fractura entre el estado y la iglesia se manifestó en seguida de la revolución francesa y tenía como problema fundamental la creación de los sistemas nacionales y laicos de instrucción o la aceptación de escuelas confesionales. La tercera fractura, entre propietarios de la tierra y empresarios industriales surge inmediatamente a la revolución industrial y se manifestó en el conflicto sobre el proteccionismo en el sentido de si debía acordarse a los productores agrícolas o a los productores industriales y sobre el grado de control y de libertad para las empresas industriales. La cuarta fractura, entre propietarios de los medios de producción y prestadores de la mano de obra, se presentó en forma más aguda después de la revolución bolchevique y se manifestó en el dilema entre integración en los sistemas políticos nacionales o apoyo al movimiento revolucionario internacional.

Lipset y Rokkan destacan luego con particular vigor que "la secuencia decisiva en la formación de los partidos se verifica en los primeros estadios de la política competitiva, en algunos casos bien antes de la extensión del sufragio, en otros casos poco antes de la carrera para la movilización de las masas admitidas al voto" (p.34), o sea que las fracturas fundamentales en la sociedad y su "traducción" en partidos y en s,. de p. diferentes y típicos estaban ya suficientemente consolidadas antes de manifestarse la fractura entre propietarios de los medios de producción y prestadores de mano de trabajo, de manera que ellos concluyen que "los contrastes decisivos entre los distintos sistemas emergieron antes del ingreso de los partidos de la clase obrera en la arena política, y el carácter de estos partidos de masas fue notablemente influido por la constelación de ideologías, de movimientos y de organizaciones con las cuales debían encontrarse en la contienda" (p.35). La teoría de Lipset y Rokkan, altamente sugestiva y rica de entronques históricos, tanto que no puede ser comprendida plenamente si no se la refiere a la estructura sociopolítica de cada sistema político, al análisis en profundidad de los cuales los autores oportunamente remiten, no está sin embargo en condiciones de explicar la génesis de los partidos únicos, sea éste el nazi o el bolchevique, para circunscribirnos a Europa, justamente por su naturaleza de teoría sociológica (sobre este punto, v. infra).

La teoría de Sartori, todavía no completamente sistematizada, tiene dos componentes esenciales: por un lado es una respuesta crítica ala teoría de Duverger y de otros sobre las relaciones entre sistemas electorales y sistemas partidísticos, y por otro lado es una tentativa de clasificar los distintos s. de p. y de explicar su funcionamiento. Por lo que respecta a la génesis, Sartori sostiene que es necesario volver a la fase de la extensión del sufragio y distinguir entre sistemas electorales fuertes (los plurality systems) y sistemas electorales débiles (los distintos tipos de representación proporcional) y entre sistemas partidísticos fuertes o consolidados y sistemas partidísticos débiles o no estructurados. El autor sostiene que, en el caso de encuentro de un sistema electoral fuerte y un sistema partidístico consolidado, el sistema electoral provocará una reducción del número de los partidos (como sucede en Inglaterra); en el caso de encuentro de un sistema electoral fuerte y un sistema partidístico no estructurado se tendrá el mantenimiento del status quo (Europa continental antes de 1914): la representación proporcional será contrabalanceada en sus efectos por la presencia de un sistema partidístico fuerte (Austria 1945), mientras que se limitará a "fotografiar" la situación en caso de encuentro con un sistema partidístico débil. Por lo tanto el supuesto y tan deseado efecto multiplicador de la representación proporcional adviene sólo en aquellos casos en que los partidos hayan estado "reducidos" o comprimidos por el anterior sistema electoral (1968 a, pp.285-286). Ni aun Sartori, obviamente, refiriéndose a los s. de p. competitivos, puede rendir cuentas de la génesis de los partidos únicos.

III. GENESIS DEL SISTEMA CON PARTIDO UNICO:

Habíamos visto cómo algunos autores liquidan el problema de los sistemas con partido único de manera expeditiva, excluyéndolos del ámbito y del estudio de los s. de p. verdaderos y propios. Otros se limitan a notar rápidamente que son productos de factores excepcionales (casi irrepetibles) como guerras, revoluciones, depresiones mundiales, luchas por la independencia, etc. y que se mantienen gracias al uso desprejuiciado de los instrumentos de poder. Sólo recientemente se ha tratado de profundizar la causa de su génesis, de poner en claro las consecuencias de su presencia para el sistema político y de sugerir eventuales tendencias para un retorno a un sistema competitivo.

El punto de partida para todo análisis sobre el partido unico parece ser el modelo leninista de partido, organización disciplinada de revolucionarios profesionales dedicados a la conquista del poder. En esta concepción, por consiguiente, el partido es el instrumento que, en tanto ligado a la clase de los proletarios de la cual emerge, representa la vanguardia más conciente y se hace portador e intérprete de los intereses de toda la clase, logrando crear la conciencia misma de clase. El partido, en sustancia, instrumento y representante de una clase, debería desfallecer en una sociedad sin clases. En polémica más o menos declarada con la concepción marxiana que hace de los partidos los representantes de los intereses de las clases, los líderes africanos de los sistemas políticos con partido único han contrapuesto dos concepciones contradictorias entre sí. Algunos de ellos (Nyerere y Senghor) sostienen que si los partidos representan las clase sociales, en la medida en que los países africanos no tienen clases sociales distintas es justo que tengan un solo partido; otros (Sékou Touré, sobre todo) sostienen en cambio, que la existencia de un solo partido en los distintos sistemas políticos está justificada por el hecho de que es necesario combatir y superar las divisiones étnicas que serían ulteriormente agudizadas por una competencia abierta multipartidaria, con los partidos como representantes probables de los distintos grupos étnicos.

Como se ve, la primera justificación está constituida por un silogismo imperfecto ya que, prescindiendo del hecho de que los partidos no surgen únicamente sobre la base de las clases, el hecho de que en Africa no existan clases sociales es algo que todavía está por demostrarse. La segunda justificación es casi opuesta a la primera, ya que partiendo de la verificación de la fragmentación de la sociedad africana afirma prescriptivamente la exigencia de un solo partido a los fines de la unificación de los distintos subsistemas políticos. Desde el punto de vista histórico, en resumidas cuentas, ambas "teorías" son erradas. En efecto, en la mayor parte de los países africanos en que se llega a un sistema con partido unico esto sucede inmediatamente después de una o más de estas circunstancias: el partido había conducido victoriosamente la batalla por la independencia (Ghana, Guinea, Kenya); el partido había usufructuado de un excepcional monopolio del poder y se estaba desembarazando lentamente de sus rivales (Uganda, Senegal, Tanzania); el partido representa el ámbito efectivo de competencia política (Alto Volta y Costa de Marfil).

Recientemente algunos estudiosos (Moore y Huntington, 1970) han propuesto una explicación distinta del origen de los sistemas con partido único con referencia a la naturaleza de la sociedad en que surgen. Tomando los medios de análisis del proceso de modernización, Huntington sostiene que los "sistemas con partido único tienden a ser el producto de la acumulación de cleavages que crean grupos fuertemente diferenciados en la sociedad o bien el producto del aumento de importancia de un cleavage sobre los otros. Un sistema con partido unico es, en efecto, el producto de las tentativas de una élite política por organizar y legitimar el dominio de una fuerza social sobre otra en una sociedad bifurcada (p.11). según Huntington, esta bifurcación de la sociedad puede tener bases sociales, económicas, raciales, religiosas o étnicas. Normalmente es el grupo más moderno de la sociedad y el dotado de las mejores capacidades organizativas el que da vida al partido único. Los sistemas con partido único se pueden dividir en dos tipos: exclusivistas y revolucionarios, según se intente mantener las fisuras en la sociedad, conservar el monopolio del poder y restringir permanentemente la participación política, o bien se intente recomponer la sociedad sobre bases distintas después de haber destruido o asimilado a los grupos sociales derrotados. Al primer tipo pertenecen los sistemas de Liberia, la Turquía kemalista y la China nacionalista; al segundo el partido nacional-socialista, los sistemas comunistas y el PRI de México.

Aún cuando la explicación de Huntington es fascinante, sobre todo en lo que respecta, como veremos más adelante, a la transformación y al cambio de estos sistemas con partidos únicos, su clasificación nos deja perplejos por la heterogeneidad manifiesta de los partidos que son asignados a distintas categorías. En el fondo, bajo este punto de vista, Huntington no innova sustancialmente sobre la tradicional bipartición de los sistemas con partido único entre sistemas autoritarios y sistemas totalitarios.

Sartori ha destacado justamente que el criterio numérico mantiene todavía su validez, sobre todo si es afianzado con otros criterios. Es así posible distinguir entre sistemas con partido único en el que existe un sólo partido (y a su vez entre sistema con partido único totalitario o autoritario y pragmático según la ideología y el grado de monopolio político y de control sobre la sociedad que ellos ejerciten) y sistema con partido hegemónico, en el que siempre un solo partido puede vencer en las elecciones, pero está permitido a otros partidos adquirir una representación parlamentaria y alguna influencia administrativa y por tanto gubernativa (Polonia, acaso Checoslovaquia). También los sistemas con partido hegemónico pueden ser subdivididos en sistemas con partido hegemónico ideológico, hegemónico autoritario y hegemónico pragmático. En este punto se tira la línea que separa los sistemas partidísticos no competitivos de los sistemas partidísticos competitivos.

IV. DINAMICA Y CAMBIO DE LOS SISTEMAS DE PARTIDO: 

La clasificación de Sartori prosigue tomando en examen los sistemas con partidos predominantes, sistemas multiparti-darios en el que a lo largo de un tiempo bastante prolongado un solo partido conquista un número de bancas suficientes para gobernar por sí solo (es el caso del Partido Socialdemócrata de Noruega hasta 1965, del Partido del Congreso de la India, del Partido Liberal Democrático del Japón y del Partido Demócrata en numerosos estados del sur de los EEUU). Vienen luego los sistemas bipartidistas, es decir todos aquellos en los cuales, independientemente del número de partidos solo dos tenían la legítima expectativa, periódicamente satisfecha de gobernar por sí solos, o sea sin necesidad de recurrir a otros partidos (y así lo hicieron). Son sistemas bipartidistas el de Inglaterra, el de EEUU, el de Nueva Zelandia, pero no el de Austria, donde, hasta 1966 los dos mayores partidos habían gobernado en forma conjunta, ni el de Colombia, donde los dos partidos se repartieron el poder, como tampoco el caso de Uruguay, donde el Partido Colorado ha estado ininterrumpidamente en el poder durante 93 años, adquiriendo por lo tanto todas las características de partido predominante. No todos los sistemas con sólo dos partidos son bipartidistas y no todos los sistemas bipartidistas tienen sólo dos partidos (en Inglaterra, por ejemplo, tienen una representación parlamentaria tres partidos).

Pasando a los sistemas multipar-tidarios, Sartori considera oportuno diferenciar los sistemas con limitada fragmentación, desde tres hasta cinco partidos, que representan una competencia centrípeta y en la que media cierta distancia ideológica entre los distintos partidos (multipartidismo moderado y limitado) y los sistemas con elevada fragmentación, con más de cinco partidos, que presentan una competencia centrífuga con la máxima distancia ideológica (multipartidismo extremo y polarizado). En base a las características de la competencia política, de la distancia ideológica y del grado de fragmentación, Sartori puede hipotetizar las transformaciones de algunos sistemas partidísticos con partido predominante en sistemas bipartidistas, en sistemas con multipar-tidismo limitado y moderado o con multipartidismo extremo y polarizado y, además, indicar que el progresivo vaciamiento del centro constituye el peligro más grande de los sistemas con multipartidismo extremo y polarizado. Puede finalmente sugerir que el uso inteligente de los sistemas electorales es uno de los modos teóricamente posibles, pero no necesariamente realizables desde el punto de vista político, para reducir la fragmentación partidística.

En lo que respecta a los sistemas monopartidistas, Huntington considera que su transformación está marcada no sólo por el modificado equilibrio entre los grupos en el interior del partido único sino también, y acaso más, por la modificada relación de fuerzas entre el partido y las otras instituciones y grupos presentes en la sociedad. Si el contexto internacional es favorable, el partido único exclusivista puede tratar de prolongar su control del poder aflojando el ritmo de los cambios económico-sociales, haciendo amplio uso de la represión o tratando de adaptarse a la moder-nización y sus consecuencias. Con el tiempo, el partido único exclusivista puede también ser obligado a ceder el poder, como sucedió al Partido Repu-blicano Turco (lo que por otro lado, es el único ejemplo hoy por hoy de un partido único que ha cedido el poder sin conseguir, sin embargo, institucionalizar un sistema alternativo sino más bien conviviendo, entre graves y recurrentes dificultades, con los militares que emergieron como tutores de la "democracia").

"Los sistemas monopartidistas exclu-sivistas cambian cuando no tienen éxito; los sistemas monopartidistas revolucionarios cambian cuando tienen éxito. En ambos casos el fin de la bifurcación [de la sociedad] mina los fundamentos del sistema, y en el sistema revolucionario el fin de la bifurcación es el objetivo del sistema" (p.23). De suerte que si el partido revolucionario logra alcanzar su objetivo, lejos de perder el poder se transforma en sistema partidístico consolidado (established) y su estabilidad será medida sobre la base del modo y el grado en que se demuestre capaz de absorber la oposición y de transformar a los disidentes en participantes.

V. SISTEMAS DE PARTIDOS Y SOCIEDAD: 

Tiene gran importancia saber cuáles son las funciones desarrolladas por los distintos s. de p. en los respectivos sistemas políticos y además indagar las relaciones entre s. de p. y sociedad, considerando, como ha sugerido Riggs, el s. de p. como variable interviniente entre una sociedad y un sistema político. Evidentemente no se puede expresar un juicio absoluto sobre la funcionalidad de los distintos partidos: el juicio va ante todo ligado a los problemas que un determinado sistema político está llamado a resolver y por lo tanto prácticamente al grado de desarrollo socioeconómico de la sociedad.

Si es verdad que un sistema partidístico surge a partir de ciertas fracturas sociales y sobre ellas se consolida, es también verdad que él adquiere inmediatamente una dinámica en gran medida autónoma y hasta una cierta viscosidad que le permite absorber con extrema lentitud los cambios sociales que se verifican (aún cuando, en su interior, puedan formarse partidos que "anticipen" fracturas sociales emergentes). La observación esencialmente correcta y empíricamente fundada de Lipset y Rokkan según la cual "los sistemas partidísticos de los años '60 reflejan. con pocas pero significativas excepciones, las fisuras estructurales de los años '20" (p.50) es indicativa del papel paralizante y no innovador desarrollado por los sistemas partidísticos, frente a, y no obstante los, profundos cambios acontecidos en distintos sectores: desde la urbanización acelerada hasta la creciente alfabetización, desde la exposición a los medios de comunicación de masa hasta la restructuración de las clases en capas. Por lo tanto, no sólo los partido más importantes y más sólidamente instalados actúan con eficacia para el mantenimiento de sus electores a través de un extenso "encapsulamiento organizativo" sino que los mismos s. de p. no están en condiciones de reflejar las nuevas fisuras sociales ni de hacerse portadores de las issues emergentes.

Para proceder a una valoración del rol de los s. de p. es por tanto necesario individualizar preliminarmente algunos parámetros. Ante todo el grado de homogeneidad o heterogeneidad integrantes de un sistema: cuando más heterogéneos son los partidos tanto menos integrado será el sistema y cuanto mayor sean las tensiones tanto más probable será el mal funcionamiento del sistema en el sentido de expresar un gobierno responsable y una oposición equilibrada y creíble. En los sistemas bipartidistas la norma es que los partidos tiendan a parecerse en la medida en que la competencia política está orientada hacia el centro del esclarecimiento político, donde se encuentran los electores indecisos. La competencia se desarrolla de modo similar también en los sistemas de multipartidismo limitado o moderado, aún cuando cada partido "cuida" en mayor medida el propio electorado potencial, mientras en los sistemas con multipartidismo extremos y polarizado, el nivel de tensión ideológica es más elevado en la medida en que cada partido procura su distintividad y el intento de erosionar el terreno político en torno al centro puede ser más pronunciado. A la larga, sin embargo, todo sistema partidístico tiende a hacer homogéneo bajo muchos aspectos los varios partidos que lo integra asimilándolos al sistema mismo.

El segundo criterio está constituido por la relevancia o importancia del sistema partidístico para el sistema político. Es evidente que un sistema con partid único totalitario será tanto más relevante en la medida en que controle completamente, por ejemplo, la función de reclutamiento, la función de socialización y la función de la formación de la norma. Un sistema con partido único autoritario, como por ejemplo el Partido Falangista Español, es mucho menos relevante en lo que a estas dimensiones se refiere. Análogamente, es posible valorar la relevancia de los sistemas multipartidistas con referencia al grado de diferenciación de la sociedad y de institucionalización de las otras estructuras políticas, sociales y económicas.

Los s. de p. pueden también ser paran-gonados en base a la eficiencia, o sea a la capacidad y a la rapidez con que pueden afrontar y resolver los problemas que se le presentan, y en base a la receptividad, o sea a la capacidad de receptar las demandas de la población y de favorecer en particular la participación de los más altos estratos. Durante largo tiempo la tesis prevaleciente ha puesto de relieve las disfunciones y las carencias de los sistemas multipart-idistas como aquellas de la III y IV República francesa (de las que veníamos destacando las características de inmovilismo, es decir de no receptividad respecto de los cambios acontecidos en la sociedad, y de una fragmentación tal como para impedir la responsabilidad de los distintos partidos, de manera tal que los electores que habían votado a la izquierda encontraban un gobierno de centro-derecha) y de la república de Weimar, de modo tal que para dar una valoración de los sistemas multipar-tidistas escandinavos algunos autores recurren al concepto de Working Multiparty System (casi una contradicción en los términos según la doctrina ahora prevaleciente). La distinción efectuada por Sartori entre multipartidismo limitado y multipartidismo extremo permite captar también la característica de la mecánica (es decir del funcionamiento) asociada a los dos tipos de sistemas multipartidistas.

Por otro lado, ni siquiera los sistemas bipartidistas han quedado exentos de críticas. En efecto, se sostiene que ellos tienden a presentar al electorado un ámbito de elección muy restringido, que cuando los partidos son muy indiscipli-nados, como los partidos norteamericanos, es difícil atribuir una responsabilidad política precisa (de aquí la larga campaña conducida por hombres políticos y estudiosos norteamericanos y dirigida a lograr un "sistema bipartidista más responsable"), que son parcialmente receptivos pero no innovativos, etc, etc. Quienes son partidarios del bipartidismo replican, sin embargo, que en estos sistemas es posible un más frecuente recambio de la clase política, que se puede individualizar claramente al gobierno y a la oposición y, además, que es fácil atribuir la responsabilidad política individual.

En definitiva, sin embargo, ya que cada s. de p. es, como habíamos visto, el pro-ducto de circunstancias históricas que vienen de un pasado muy lejano, de determinados sistemas electorales y de su introducción en fases precisas de desarrollo y, last but not least, de elección política y de capacidad organizativa, para lograr una valoración adecuada y en profundidad de los distintos sistemas partidísticos, no se podrá nunca prescindir del contexto social, político y cultural en que operan. Es así que un sistema bipartidista funciona bien si se encuentra en una sociedad en la que existe un consenso de fondo (y/o contribuye a crearlo), pero puede provocar fuertes tensiones y fisuras profundas e inconciliables en una sociedad en la que no haya sido logrado un arreglo en cuanto a las reglas de juego. Así como un sistema monopartidista puede ser necesario para utilizar toda la energía de una sociedad en la primera fase de su desarrollo, de la misma manera puede transformarse en una capa para una sociedad ya diferenciada y compuesta por numerosos grupos sociales. El mismo discurso puede ser hecho para las complejas relaciones entre sistema partidístico y desarrollo económico y sistema partidístico y democracia. El hecho mismo de que se deba proceder a través de especulaciones e hipótesis indica que nuestros conocimientos seguros sobre estos argumentos son muy limitados y esperan no sólo verificaciones empíricas en cada uno de los sectores, y análisis diacrónicos comparados sino también nuevas y audaces hipótesis teóricas.


BIBLIOGRAFIA. M. Duverger, Les partis politiques, Paris 1958, 2ª edición; E. Allardt-Y. Littunen (eds.), Cleavages, ideologies and party systems, Helsinky, 1964; R. Schachter Morgenthau, Political parties in french-speaking west Africa, Londres, 1964; G. Sartori, "European political parties: The case of polarizad pluralism", en Political parties and political development, a cargo de J. Lapalombara y M. Weiner, Princeton, 1966.

Influyó Norberto Bobbio en el pensamiento político contemporáneo

De ideología claramente izquierdista, el filósofo, historiador y politólogo Norberto Bobbio es recordado mañana, a 10 años de su muerte, como una de las personalidades más influyentes en el pensamiento político contemporáneo.
“Política y cultura”, “Italia civil”, “El futuro de la democracia”, “Derecha e izquierda”, que fue récord de ventas en 1994, y “De senectute”, son algunas de las principales obras de Bobbio, un antifascista que simpatizó con las ideas socialistas.
Su fallecimiento, el 9 de enero de 2004, causó gran conmoción en Italia, tanto que numerosas personas hicieron fila para darle el último adiós al filósofo, poseedor de una larga trayectoria de compromiso moral y político, según da cuenta información de la época.
El politólogo se caracterizó por la sencillez con la que se manejaba, cualidad que políticos e intelectuales destacaron del filósofo más importante que ha dado Italia en los últimos años, considerado en Europa como la conciencia crítica de la izquierda.
De acuerdo con el sitio especializado “biografiasyvidas.com”, Bobbio nació el 18 de octubre 1909, en Turín, Italia, en el seno de una familia acomodada, ya que su padre Luigi Bobbio era uno de los cirujanos más prestigiados de la ciudad.
En su adolescencia tuvo por compañero de clase al escritor Cesare Pavese (1908-1950), con quien compartió, entre otras cosas, el entusiasmo por el idioma inglés y los clásicos de la literatura anglosajona.
En 1927 ingresó a la Universidad de Turín donde estudió Derecho y, tras completar sus estudios cuatro años después, realizó una pasantía en Marburg Alemania, donde se especializó en Filosofía con una tesis sobre la fenomenología de Husserl.
En 1935 fue arrestado por su oposición al régimen fascista, pero al poco tiempo, una operación de la policía acabó con el arresto domiciliario de Bobbio, debido a que la mayoría de sus amigos formaban parte de la asociación izquierdista “Justicia y Libertad”.
Al concluir su arresto comenzó su carrera como profesor en la Universidad de Siena, donde impartió la cátedra de Filosofía del Derecho y tomó contacto con el pensamiento de Thomas Hobbes (1588-1679), filósofo que inspiraría gran parte de su pensamiento político.
En 1941 fundó el partido de Acción, un grupo que reunió a los opositores del régimen fascista y conspiradores contra Mussolini, por lo que dos años después volvió a ser arrestado por la policía.
Tras su salida de prisión, en 1944, regresó a Turín para encontrarse con una ciudad muy distinta a la que él conocía, la pobreza, el hambre y la violencia hicieron necesaria la incursión de las fuerzas de izquierda, coordinadas por el Partido Comunista.
En 1955, tras publicar “Estudios sobre la teoría general del derecho” y “Política y Cultura”, Bobbio fue uno de los miembros de la primera delegación italiana invitada a visitar China, que en ese tiempo era gobernada por Mao Zedong (1893-1976).
Tres años después publicó “Teoría jurídica estándar”, en el que aboga por un enfoque científico de la derecha y en 1981 sale a la luz “Las ideologías y el poder en crisis”, un libro que examina el estado de la crisis política, al sobrellevar los efectos de la globalización económica y la abolición de las fronteras.
Bobbio fue nombrado senador italiano de por vida en 1984 por el presidente Sandro Pertini (1896-1990), con lo que dio fin a su vida universitaria, y ese mismo año recibió el título de profesor emérito de la Universidad de Turín, señala el sitio de internet “institutonorbertobobbio.org”.
El mismo año publicó el libro “El futuro de la democracia”, que trata de combinar la tradición liberal con el ideal socialista, el equilibrio de la libertad y la justicia social.
Asimismo, entre sus obras sobresalen los libros “La Tercera Away” (1989), los 11 ensayos compilados en el libro “La era de los derechos” (1990), y la autobiografía “El tiempo de la memoria” (1996).
Norberto Bobbio falleció a los 95 años, en Turín, víctima de un coma irreversible, tras permanecer hospitalizado debido a una insuficiencia respiratoria.
https://udualpress.org/2014/01/08/influyo-norberto-bobbio-en-el-pensamiento-politico-contemporaneo/


"Nueva economía y política urbana" por Manuel Castells.

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la Factoría nº 33. 2007

Quiero agradecer sinceramente al Ayuntamiento de Sabadell que me dé la oportunidad de estar aquí, con ustedes, esta noche. Como decía Carles, es una ciudad con la que tengo una vieja relación histórica y cuyo progreso a lo largo de los años he ido siguiendo. Un progreso hecho de esfuerzo humano, de luchas, de sueños, de proyectos... y ahora se ve una ciudad distinta a la que yo había conocido. Ahora veo una ciudad que se está proyectando hacia un futuro, un futuro hecho a partir de la gente de aquí, situándose en la nueva economía global y de la información, pero siempre a partir de las raíces y los proyectos y la participación ciudadana. Éste es para mí el mayor estímulo. Veo que los esfuerzos que hemos hecho muchas personas para mejorar la vida están dando algunos resultados. Aunque muchas veces se tengan decepciones, algunas cosas sí que cambian y Sabadell es una buena prueba de ello.
n esta conferencia y en el diálogo que puede seguir después yo quisiera tratar un tema que me parece bastante central en nuestro mundo. Y a la vez, tratarlo en términos analíticos pero situándonos en la coyuntura actual. El tema es la relación entre nueva economía y política urbana, como una relación complementaria, en el sentido de que la nueva economía, facilitada por una infraestructura productiva de nuevo tipo localizada en ciertos territorios, proporciona recursos materiales y económicos para una nueva política de calidad de vida. Y esta política de calidad de vida urbana se convierte en un factor esencial para el desarrollo de la productividad sobre el que se basa la nueva economía. Por tanto, es una relación sinérgica, como decimos ahora. En los dos sentidos.
Ahora bien, ésta, digamos, es la conclusión de la conferencia, por si alguien tiene prisa. Pero, fundamentalmente, lo que hay que preparar aquí es en qué medida este tema y esta conferencia, acordada desde hace muchos meses, ha pasado de moda, si es aún actual o no. Es decir, en qué medida existe todavía la nueva economía. Después del 11 de septiembre han cambiado muchas cosas en el mundo y tenemos que preguntarnos si todavía tiene sentido plantearse la relación entre calidad de vida y política urbana, nueva economía, productividad, tecnología, etc. En un momento en que el mundo vuelve a los viejos demonios de la seguridad, la violencia o la guerra.
Yo creo que sí y creo que más que nunca. En momentos de crisis, en momentos duros, es cuando hay que tener una cierta frialdad analítica y tener instrumentos a través de los cuales sepamos dónde estamos. Y a partir de ese “dónde estamos”, la gente y las instituciones que representan a la gente misma pueden tomar sus decisiones con respecto a qué hacer. Yo voy a intentar contribuir modestamente a esta distancia analítica mirando en qué estamos en la nueva economía y cómo se relaciona, de alguna forma, con la política urbana que se practica desde muchas instancias políticas y sociales, entre ellas los ayuntamientos.

Crisis incipiente

En primer lugar, trataré de ver qué es la nueva economía; después analizaré la crisis de la nueva economía y, finalmente, me referiré a la profundización de esta crisis por los acontecimientos de tipo geopolítico que acaban de suceder. Aquí tomaré el análisis al hilo de la política urbana: en qué la política urbana ha sido y es importante para la nueva economía. Y terminaré con unas reflexiones sobre cómo esa relación política urbana-nueva economía se modifica en términos de la crisis que estamos viviendo en estos momentos, que no ha hecho mas que empezar. Y qué puede ser, cómo se puede pensar una política urbana en situación de crisis, que es nuestra situación actual.
Bien, reconocen mis viejos reflejos de profesor. Este es el programa de la conferencia. Lo peor es que lo suelo cumplir. Es decir, vamos a por estos cinco puntos, no voy a olvidar ninguno.
En primer lugar, la nueva economía no es la economía de las .com. No lo es y nunca lo fue. La gente seria nunca dijimos que esa fuera la nueva economía. Y no es una fantasía de un tipo de economía que algunos soñaban y sostenían, en que ya no hay ciclos económicos, en que siempre se sube y nunca se baja, en que sólo aumenta el valor de las empresas y se acaban las crisis. Nunca ha sido eso porque nunca ninguna economía es eso. Al menos, y de momento, ninguna economía conocida, y no sé si algún día alguien inventará otra cosa, pero, desde luego, ninguna economía y menos una economía de mercado. Las economías planificadas tuvieron otras crisis todavía más catastróficas.
La nueva economía es, ni más ni menos, una economía que desarrolla extraordinariamente el crecimiento de la productividad económica y de la capacidad competitiva de las distintas unidades de la economía: empresas, agentes económicos, países o regiones. Ese incremento de productividad y de competitividad con respecto a parámetros históricos anteriores se desarrolla sobre la base de un nuevo modelo productivo. En ese sentido, la nueva economía es, ni más ni menos, que la economía informacional, el nuevo tipo de economía, un nuevo modelo productivo que se basa en la utilización de nuevas y poderosas tecnologías de información y, sobre todo, tecnologías basadas en la comunicación entre redes de ordenadores, incluyendo Internet. De la misma manera que la economía industrial se desarrolló en un crecimiento de la productividad basado en la electricidad y el motor eléctrico como forma de generación y distribución de energía.
Esta economía, por tanto, se basa en tres grandes transformaciones que están ligadas y articuladas entre sí: la primera es que la productividad y la competitividad están basadas, sobre todo, en la capacidad de generación y procesamiento de información y en la transformación de esa información en conocimiento, y en conocimiento adecuado a las tareas que son necesarias para la economía. Por tanto, insisto, productividad y competitividad en situación de dependencia respecto de información y conocimiento. Pero esa información y ese conocimiento surgen como resultado de la innovación.

Empresa red

En segundo lugar, la nueva economía está fundada en una transformación organizativa de las empresas. Es equivalente a lo que en la revolución industrial fue la transformación de las empresas de pequeñas unidades artesanales en la gran fábrica y la gran corporación económica. La transformación actual es distinta, es la transformación de la empresa en términos de la empresa red. La empresa red quiere decir empresas internamente organizadas entre sus distintas unidades; ligadas en red a sus mercados y a sus consumidores, y ligadas en red a sus proveedores. Al mismo tiempo, en una red de estrategias, de colaboraciones y alianzas con distintas empresas, para distintos objetivos en el ámbito mundial.
Esa empresa en red es, hoy en día, de tal complejidad, que sólo puede funcionar gracias a las nuevas tecnologías basadas en Internet. Es decir, Internet es la base material en la que puede funcionar la empresa en red. Ahora bien, Internet, sin la transformación organizativa de una empresa flexible en redes de todo tipo, no sirve para nada a las empresas. En las primeras investigaciones que estuve haciendo en Catalunya, observé en muchos casos que muchas empresas catalanas usan Internet como un “gadget”, un objeto de lujo. Se pone un “webside” y no se utiliza. Sólo se utiliza para decir que están en Internet, pero no hacen nada con Internet. Y más aún, se ha probado que cuando hay empresas organizadas todavía rígidamente, verticalmente, burocráticamente y se les introduce Internet y tecnología de la información se vuelven menos productivas. Cuando a una burocracia se le añaden ordenadores es mucho más burocrática. Por consiguiente, la transformación simultánea es la transformación de la organización y la gestión empresarial junto con la transformación tecnológica que permite realizar esa transformación empresarial. Estos elementos tienen que ir juntos y, obviamente, esto implica recursos humanos y la capacidad de funcionar en ese nuevo sistema, desde el gerente hasta los trabajadores.
Aquellas empresas que consiguen esta transformación dan un salto extraordinario de productividad y competitividad. Las que no, al contrario, se van quedando fuera de juego, como ocurrió en la revolución industrial entre aquellas empresas que entraban en la nueva tecnología y la nueva organización y aquellas empresas que seguían siendo artesanales. Uno de mis ejemplos clásicos en este tema es la empresa Zara, y lo utilizo porque es de un sector que no tiene nada que ver con Internet. Esta empresa de confección y diseño, de una familia tradicional gallega, se ha convertido en una empresa puntera a nivel mundial y es la tercera en su ramo. Ha superado a Benetton hace tiempo y compite ahora con Gabb directamente gracias a la utilización masiva de nueva producción informatizada: diseño y corte por láser, relación a través de Internet entre sus 1.900 tiendas en todo el mundo con transmisión constante de datos y un tiempo de entre dos y tres semanas para pasar de diseño a producción en cualquier parte del planeta.

Con, en y desde Internet

Este tipo de transformaciones, repercutidas en toda una serie de factores, es realmente la nueva economía. La nueva economía no es la economía de las empresas que producen o venden por Internet, es la economía de las empresas que funcionan con, en y desde Internet. Esa economía no ha hecho mas que empezar, en lugar de haberse terminado.
El tercer rasgo de la nueva economía es la globalidad. Es una economía articulada globalmente en términos de sus mercados, sus insumos y su relación tecnológica. Es decir, es una economía que funciona globalmente. Claro que todas las empresas no están en la economía global, claro que la inmensa mayoría de la fuerza de trabajo no es global. En realidad se calcula que entre un 85% y un 90% de la fuerza de trabajo es no sólo regional, sino local, no es global. Lo que ocurre es que es el núcleo global, es el núcleo de empresas articuladas globalmente, el que produce más o menos el 35% del producto bruto de todo el planeta y dos tercios del comercio internacional. Es decir, de ese núcleo es de donde sale el valor del cual se alimenta, por capas superpuestas, el resto de la economía. Es decir, la capacidad de inserción en ese núcleo de economía globalizada es la fuente de la riqueza para aquellos sectores no globalizados.
Por consiguiente, la nueva economía es la que se basa en formación y conocimiento para la productividad; en el desarrollo de las redes articuladas tecnológicamente como forma de gestión y de producción empresarial, y que se desarrolla globalmente en el conjunto del planeta. Todo ello no sería posible sin las nuevas tecnologías de información. Estas nuevas tecnologías de información y comunicación no son la causa de esta transformación, pero son el instrumento indispensable sin el cual esta transformación no se hubiera producido.
Uno de los dos elementos esenciales en este aumento de productividad y que determinan la nueva economía es la innovación. La innovación es la base de la productividad. Y esta innovación depende de la capacidad en recursos humanos. La innovación no es tener ordenadores, es saber qué hacer con los ordenadores. Depende, en términos empíricos, de dos factores: por un lado de la capacidad de las universidades de proporcionar esos recursos humanos o de la capacidad de las sociedades de incorporar innovadores, empresarios y tecnólogos avanzados de la inmigración. Si la universidad no es capaz de producir lo que le hace falta, se adquiere a través de la inmigración. En Estados Unidos han funcionado las dos cosas, pero yo diría que lo que más ha funcionado en la década de 1990 es la inmigración. La nueva economía americana se ha desarrollado sobre la base de importar anualmente 200.000 ingenieros, técnicos y científicos de alta cualificación de China, India, Brasil, Israel... de cualquier parte del mundo. En la medida en que se agota el capital humano que pueden producir las universidades, se absorbe de otras partes del mundo. La innovación, que es la base de la productividad, depende de la capacidad de recursos humanos, que depende de universidades y de inmigración.
Por otro lado, esa innovación depende también de la existencia de una cultura empresarial, de instituciones abiertas a la innovación y de financiación de esa innovación a través de un sistema ágil de capital riesgo y un sistema flexible de mercado de capitales.
Entonces, esta nueva economía depende de estos dos elementos esenciales: el primero, la innovación, cuyas bases son las que acabo de señalar; el segundo elemento esencial que define la dinámica de la nueva economía es que los resultados empresariales dependen, sobre todo, de la valoración de lo que hacen las empresas en mercados financieros globalmente interdependientes conectados por circuitos electrónicos informáticos.

Dinero bajo el colchón

Es allí donde se decide en último término el valor de cada empresa. Es allí donde va a parar todo nuestro dinero, el suyo y el mío. Aunque lo pongamos en nuestra Caixa pequeñita, La Caixa lo pone en otras cosas. A menos que lo tengan en los calcetines o debajo del colchón, nuestro dinero está en esos mercados financieros. Por cierto, cuando lo ponen debajo del colchón, también. Y si no que se lo pregunten a los rusos, que pusieron sus rublos debajo del colchón y cuando llegó la devaluación respecto al dólar perdieron los ahorros de toda su vida, lo que ocurrió dos veces en la década de 1990.
Incluso la valoración de las monedas depende de su valoración en los mercados financieros, en los que se cambian 2,2 billones de dólares diarios. Es decir, un poco menos de tres veces el producto nacional de España. Como los valores financieros dependen de eso, ni siquiera queda el recurso de ponerlos debajo del colchón. Hay que hacer algo con ese dinero, y últimamente ese algo siempre acaba yendo al mercado financiero. Eso quiere decir que en la nueva economía, la integración electrónica de mercados financieros hace que la valoración de empresas se haga, en último término, siempre en esos mercados financieros. Y se hace en términos económicos, pero también en términos de muchos otros factores que son repercutidos, en términos financieros, a través de conexiones electrónicas, en lo que yo llamo las turbulencias de información. Estas turbulencias, según muchos reconocen hoy en día, son tan importantes como los criterios económicos tradicionales a la hora de determinar el valor de las empresas.
¿Qué son estas turbulencias de información? Quiere decir que cualquier hecho psicológico o político que se produzca en el mundo afecta directamente al mercado. Y que cualquier hecho que se produzca en cualquier país a través de la conexión global de los mercados financieros afecta a lo que ocurre en muchos otros países en grados diferentes, según la importancia del país o según la importancia del hecho. Pero quiere decir, por ejemplo, que si las empresas despiden trabajadores, en los términos tradicionales, su valor en la bolsa sube. ¿Por qué? Porque si despide se supone no que la empresa va mal, sino que va a gastar menos en fuerza de trabajo y más en tecnología. Por tanto, la productividad aritmética, distinta a la productividad real, de la empresa va a subir, y esto valoriza la empresa. Como valoriza la empresa ya nunca sabemos si es verdad o no es verdad, porque se verifica la misma hipótesis de que la empresa se va a valorizar.

Caída positiva

Muchas empresas de gran productividad caen en los mercados de valores en el final del trimestre. ¿Por qué? A veces porque van mal, y a veces porque van menos bien de lo que los mercados pensaban que iban a ir. Por primera vez en diez años la economía americana cae en el último trimestre, pierde un 0,4% de su producto interior bruto. O sea, el crecimiento es negativo. ¿Cuál es la reacción del mercado? Podría ser que cayera, pero no es así. Sube esta vez. Porque se pensaba que la caída iba a ser de un 1%. Y ¿por qué se pensaba que iba a ser de un 1%? ¿No hay un modelo matemático infalible que lo diga? Porque en el consenso de las turbulencias de información de quien hace y quien no hace se había creado el consenso general, de alguna manera, de que iba a ser de un 1%. Por eso, al ser 0,4% la noticia es positiva. 
Yo tengo una estudiante de Berkeley que está terminando su tesis doctoral en antropología sobre una idea genial: analizar la globalización y los mercados financieros no como hacen los analistas, con los grandes modelos de predicción que nunca aciertan, sino yéndose a trabajar como corredora de bolsa a la Bolsa de Chicago y a la de Londres y realmente negociando efectos financieros. Sobre todo en un mercado que detectamos como esencial para la volatilidad, que es el mercado de derivados financieros. La chica tuvo su mérito, porque tuvo que aprender a hacer derivados financieros, pero también aprendió a ser corredora de bolsa en un año, mientras que tardará seis años en ser doctora en antropología. Las dificultades son relativas en este mundo.
Trabajó seis meses en cada una de las bolsas, y su tesis es fascinante. Lo que cuenta realmente es cómo miles de millones de dólares se juegan en segundos. ¿Y ustedes creen que tienen tiempo de mirar los modelos matemáticos de sus ordenadores? ¡Ni hablar! Porque en el tiempo que miran los modelos matemáticos el mercado ha cambiado y ya no les sirven estos modelos. Entonces, tienen mucha información delante de las pantallas, pero tienen que procesarla a alta velocidad durante todo el día, y decidir, como lo hacen muchos jefes de empresa, por lo que pasa en ese momento, por instinto. O sea, algo tan científico como el instinto o la intuición pasa a definir grandes movimientos de miles de millones de capitales.
¿Y qué ocurre? Que los grandes inversores institucionales, las grandes compañías de seguros, sus fondos de pensiones y los míos, están volando por allí, no crean que están en una cajita bien concentrados. En esos grandes fondos de inversiones también se decide así. Una decisión de un fondo de pensiones tomada sobre la marcha con un gran nivel de subjetividad en este margen cambia la tendencia del mercado. Y como cambia la tendencia del mercado, afecta lo que eran los criterios u objetivos económicos, y si esto lo multiplicamos por cien resulta que el mercado es constantemente redefinido por estas estrategias que se van corrigiendo las unas a las otras sin un modelo matemático capaz de corregir y reflejar esta complejidad.

La percepción es la realidad

Científicamente hablando, lo que estoy diciendo es que lo que dicen Paul Walker o Alan Greenspan, los presidentes del Banco Central de Estados Unidos: que en este momento no sólo la percepción es importante en los mercados financieros, sino que la percepción es la realidad. Es una cita textual. Esto tiene mucho que ver con el tema del que vamos a hablar ahora: el de la crisis de la nueva economía. Un rasgo fundamental de la nueva economía es que en la medida en que los mercados financieros son dependientes globalmente, en la medida en que están ligados en tiempo simultáneo por circuitos electrónicos de redes de ordenadores -como Internet, pero no lo es porque los protocolos por los que funciona son distintos-, un rasgo permanente de la nueva economía en nuestra economía es la volatilidad sistémica de los valores financieros.
Volatilidad contra la que no hay remedio y en la que tenemos que instalarnos y gestionar. Es decir, ocurren las dos cosas: por un lado, innovación, productividad y competitividad; por otro lado, volatilidad financiera y dominio de los criterios de valoración de lo que hacen las empresas en base a esa volatilidad financiera. Es decir, las empresas tienen que aprender a vivir peligrosamente. 
Esta economía tan extraordinariamente dinámica, productiva y creativa, aun dentro de la inestabilidad y aun dentro de las grandes desigualdades que ha generado a nivel mundial, entra en crisis. ¿Cómo se ha producido esta crisis? Primero es una crisis relativa hasta el 11 de septiembre. Luego hablaré de las consecuencias de esa fecha. Es una crisis relativa en el sentido de que todo el mundo lleva meses hablando de recesión y hasta ahora no ha habido recesión en ningún país. Lo que ha habido es que en lugar de crecer el cinco, cuatro, tres o 2% hemos empezado a crecer entre el uno y el 2%. Pero se crecía, hasta el último trimestre.
De todas maneras, ha habido un cambio radical de tendencia de dos tipos. Por un lado, un cambio en términos de la tasa de crecimiento y su causa, que ha sido una caída substancial de los valores financieros de la mayoría de las empresas, y sobre todo de las tecnológicas. Caída también relativa en términos históricos, porque si ustedes compraron su fondo de inversión en 1995 todavía están ganando dinero, por término medio. Ahora bien, si lo compraron en 1999 están perdiendo dinero. Es decir, caída con respecto a los altos niveles que se habían alcanzado. ¿Por qué y cómo? No daré todos los detalles, sino lo esencial que he podido investigar y que está en mi último libro, que se llama “La galaxia Internet”.

Fantasías empresariales

Por un lado, hay una crisis de las empresas .com, muchas de las cuales parecían increíbles proyectos empresariales cuando en realidad eran fantasías empresariales. La idea de que uno se iba a hacer multimillonario para siempre vendiendo por Internet tratamientos homeopáticos para perros es una idea muy interesante; a mucha gente le sirvió para hacer dinero, le subió el valor de la compañía y la vendieron inmediatamente e invirtieron en otra cosa. Esta gente ha hecho mucho dinero. Pero digamos que, por término medio, muchos de los grandes proyectos creativos que son muy interesantes y divertidos de las .com cayeron. Es lógico que cayeran en un mercado más duro.
Además, esta crisis de las .com fue amplificada por los comentarios negativos de dos tipos de personas. En primer lugar, los economistas académicos convencionales, que siempre odiaron la nueva economía, porque no la entendían y que siempre intentaron decir que al final esto caería. Tardó siete u ocho años, pero en la primera bajada de ciclo dijeron que la nueva economía ya no existía, cosa que ya veremos. Aunque probablemente nunca sabremos el fin de la historia, porque en medio llegó otra historia que lo complicó todo mucho más. En cualquier caso, había una oposición sistemática de los economistas académicos convencionales y de las grandes empresas de los sectores tradicionales, que realmente estaban asustadas por este nuevo grupo de empresarios absolutamente irreverentes que les estaban comiendo terreno y arrinconándoles. Se alegraron mucho. Yo conozco algunas que perdieron millones y millones de dólares y se alegraron, de todas maneras. La satisfacción personal de ver hundirse a todos aquellos niñatos irreverentes valía esos cuantos millones de dólares.
Junto a eso, lo que me importa señalar es que la crisis de las .com llevó a una crisis de confianza en la inversión en el sector tecnológico que produjo la caída de la cotización de valores de las empresas altamente productivas, magníficamente organizadas, con productos de gran calidad y altamente rentables. Todas las grandes tecnológicas -Cisco Sistems, Nokia, Siemens, Alcatel, etc-, eran y siguen siendo empresas que funcionan y obtienen beneficios. Sin embargo, fueron tremendamente castigadas por el mercado de valores. Y como fueron castigadas por el mercado de valores, hubo una retirada de la inversión y con ella sí que se produjo una crisis real dentro de las empresas, aunque no de todas. Por ejemplo, Nokia ha salido bastante bien parada, pero otras, como Ericsson, para hablar del mismo mercado, han sido fuertemente dañadas.
A esta reacción, en gran parte subjetiva, de los mercados, se añade también la caída de la tasa de crecimiento de los mercados electrónicos por tres razones. Las tres tienen alguna importancia en términos de lo que vamos a hablar después. ¿Se acuerdan del llamado efecto 2000, en que todos los ordenadores y el mundo se iba a parar el 1 de enero de 2000? Obviamente no pasó nada, pero miren por donde sí que ha pasado algo. Aquella especie de gran historia que montaron las empresas de software para ganar mucho dinero sobre la nada, porque era una rectificación elemental que había que hacer, produjo que todas aquellas empresas que se convencieron de cambiar su sistema informático en el año 1999 avanzaran lo que hubieran hecho en 2000 o 2001. Ahí sí que el efecto 2000 produjo un efecto perverso negativo, porque la tasa de proyección de los mercados cambió totalmente, porque lo que se tenía que hacer en 2000 o 2001 se hizo en 1999. Por lo tanto, en 2000 cayó. El único efecto catastrófico del efecto 2000 fue habérselo creído.
Segundo, la saturación relativa con respecto al crecimiento de la productividad en mercados existentes. Es decir, en términos económicos, el problema no es que se produzca mucho, sino que se aumente mucho la capacidad productiva, la productividad, en relación con el aumento de mercados. No es que los mercados disminuyan, es que los mercados no aumentan con la misma rapidez que crece la productividad. Toda gran revolución productiva implica que junto al desarrollo de la productividad tiene que haber un desarrollo paralelo de mercados, que crezcan al mismo tiempo.

Saturación de mercados

¿Qué ocurre? Que los mercados se saturaron a dos niveles. Primero, en términos de que dos tercios del planeta siguen sin entrar en esta nueva economía. Miles de millones de personas que podrían ser incorporadas a este mercado y como fuerza de trabajo productiva siguen excluidos. Por consiguiente, esta extraordinaria capacidad productiva se concentra entre un 25 y 30% del planeta, como máximo, en términos de población. Segundo, los usos y servicios de esta revolución tecnológica no se desarrollan por igual, sino que se concentran en aquellos sectores más directamente ligados a la práctica de las empresas y más directamente ligados a los bienes de consumo de masa ya establecidos. En cambio, por ejemplo, no se desarrollan al mismo nivel los usos y servicios en la educación, en la sanidad, en la protección del medio ambiente, en el desarrollo cultural, en el desarrollo artístico, en los sistemas de información y participación ciudadana, etc. Es decir, todo el sector de servicios públicos y sociales, que son los que emplean más gente, no se constituye como mercado porque no hay capacidad de consumo, pero sobre todo porque no hay un desarrollo tecnológico ligado a estos usos sociales. Por tanto, la revolución tecnológica se encierra en un callejón mucho más estrecho de lo que podía haber hecho.
A la crisis contribuyó también el ritmo de desarrollo tecnológico más lento de lo que se preveía de algunas innovaciones que hubiesen podido ampliar los mercados de manera significativa; es el famoso Internet móvil, la nanotecnología y la biotecnología controlada. Quiero decir que la biotecnología se desarrolló rápidamente, pero alguien se olvidó de que la gente no iba a comer productos alimenticios o agrícolas modificados genéticamente sin controles, que la gente no iba a empezar a medicarse genéticamente sin controles, etc. Alguien olvidó que en la revolución biotecnológica había una dimensión ética y de protección del medioambiente y de la salud de las personas que había que integrar en los proyectos empresariales. Cuando se dieron cuenta de esto, la revolución disminuyó su tasa de crecimiento y, por consiguiente, tampoco llegó a la renovación del proceso de innovación.

Efectos críticos

A partir de estas distintas capas de efectos críticos sobre la nueva economía, los inversores pierden la confianza en los mercados financieros, bajan las expectativas de ganancias enormemente y, en consecuencia, baja la inversión y cae el capital riesgo, porque el riesgo es demasiado y como la innovación dependía del capital riesgo y de la inversión en general, se para. Desciende enormemente la innovación tecnológica y empresarial y, aunque el consumo aguanta durante un tiempo, conforme van desvalorizándose los efectos financieros que la gente tenía en fondos de inversión, la gente ya empieza a limitar su consumo, empieza a endeudarse menos, restringe la demanda. Cayendo la inversión y la demanda el círculo virtuoso de la nueva economía que señalé anteriormente -confianza en la inversión, inversión, innovación, productividad y crecimiento- se invierte y funciona como círculo vicioso en lugar de como círculo virtuoso. Es decir, baja la inversión, baja la expectativa de ganancias, baja la confianza y el capital riesgo, la innovación y la productividad, se restringe el consumo, baja el empleo, etc.
Precisamente en esa coyuntura se produce otra crisis que algunos ya habíamos pensado que podía ocurrir, y no sólo por razones económicas, sino por razones sociales. En estos momentos estamos viviendo una profundización de la crisis de la nueva economía. La nueva economía se basa en productividad, y la productividad seguía creciendo, no a niveles de la economía general pero sí de las empresas. La productividad estaba relanzándose y se podía observar en términos de lo que ocurría en las empresas, sobre todo no en las tecnológicas, sino en las demás, que estaban incrementando su productividad. Los inventarios y estocs acumulados se estaban liquidando el verano pasado. La limpieza de fantasías .com del mercado financiero había aumentado algo la confianza en las inversiones. Un mayor rigor en la gestión había agilizado las empresas y había una nueva serie de innovaciones que estaban funcionando. Por ejemplo, el paso de los móviles de la tercera generación a los de la segunda generación y media. Había una especie de sentido común que, si no se podía dar el salto a Internet móvil, se utilizaba una Internet móvil en base a unos servicios que son los que el mercado puede asumir.
La entrada en vigor del euro se esperaba que permitiera a Europa agilizar su consumo y reforzar su nivel de integración económica. China e India siguen tirando del Tercer Mundo. China ha vuelto a crecer al 8% este año e India al 6,5 o 7%. Entre las dos representan, más o menos, un 40% de la población humana, aunque su producto interior bruto, obviamente, es mucho menor. Incluso yo diría algo que he observado de cerca y que me parecía interesante desde el punto de vista económico. Y es que el movimiento antiglobalización había forzado un debate serio en los medios dirigentes y políticos mundiales y se estaba pensando, y se piensa todavía, en la modernización económica de la periferia del planeta. Acabo de volver de Sudáfrica, donde hemos lanzado un comité en este sentido para el desarrollo africano. Es decir, había la idea de que quizás es cierto que habría que integrar a más gente en este sistema. Esto permitiría no solamente hacer una nueva economía más justa, sino también más dinámica en la medida que se incorporasen nuevos elementos.

El cambio del 11-S

El 11 de septiembre cambia fundamentalmente este panorama. Aparte de los otros temas geopolíticos lo cambia en términos económicos, porque crea una incertidumbre básica. Y la incertidumbre es el peor enemigo de la inversión y del consumo. Cuando hay incertidumbre la gente se guarda el dinero. Lo guarda lo mejor que puede y, si es posible, compra un terrenito, porque esto siempre se sabe que es seguro. Entonces, el potencial de la nueva economía está allí y se ha difundido en muchas empresas, pero el contexto de incertidumbre está incrementando el ciclo a la baja, y ahora sí puede llevar a una nueva recesión. No estabamos en ninguna recesión, pero ahora sí puede haberla fácilmente.
Los gobiernos, empezando por el americano, lo han visto y, olvidándose de la idea de que no hay que intervenir en el mercado, están intentando una reactivación. Pero es una reactivación, sobre todo la norteamericana, hecha con muy mala pata, desde el punto de vista técnico. Hace cuatro días estuve en Ginebra, en un debate organizado en el marco de la Organización Internacional del Trabajo, entre Joseph E. Stiglitz, Premio Nobel de Economía 2001; Robert Reich, un economista americano del presidente Clinton para temas de trabajo, y yo. Era un debate del “International Herald Tribune” que se va a publicar ahora. Y coincidíamos enteramente en nuestro análisis, en el juicio sobre la reactivación.

Coincidíamos en decir que la reactivación americana se basa fundamentalmente en devolver impuestos a la gente, sobre todo a los ricos, y éstos lo ponen en su sistema de ahorro, pero no los gastan, no los reinvierten. Uno de los grandes efectos de la reactivación son dar dinero a las grandes empresas más afectadas, como a las compañías aéreas y las aseguradoras, para reforzar su solvencia financiera y que no quiebren, sin ningún efecto en la economía. El otro efecto es el incremento decisivo en gastos de defensa y seguridad, que está concentrado en un sector muy limitado y tiene un efecto multiplicador mínimo, con lo cual poca reactivación se puede esperar de ahí.
Y en Europa, Wim Duisenber, el presidente del Banco Central Europeo es un fundamentalista económico muy peligroso. Él, pase lo que pase, sigue manteniendo la austeridad fiscal, suba el ciclo, baje el ciclo o se hunda el mundo. Él lo que quiere es, sobre todo, que no haya inflación. Podemos morir sin inflación, pero que no haya inflación. Cuando el encefalograma de la economía sea totalmente plano, no habrá inflación, pero estaremos muertos económicamente. Stiglitz y Reich, como son más prudentes, decían que no es una cuestión personal, sino estructural, porque Europa es así. Yo creo que Europa es así, pero Duisenber también es así.
Así, lo que hay es una falta de medidas eficaces para la reactivación, en una situación de incertidumbre y en una situación en que la nueva economía estaba en el ciclo bajo. Cuando podía empezar a despuntar el elemento más peligroso ha habido creación de incertidumbre, porque con incertidumbre no hay riesgo y sin riesgo no hay innovación, y sin innovación no hay nueva economía. Este es el tema fundamental: alto grado de incertidumbre, bajan los grados de riesgo, y el riesgo es la base de la innovación sobre la que se basa la nueva economía en su productividad.

La política urbana

¿Qué tiene que ver esto con la política urbana? Pues muchísimo. Creo que hay algo importante que señalar. La nueva economía necesita lugares productivos, necesita ciudades, sobre todo, productivas, y que lo sean en términos de la nueva economía. La nueva economía es una economía de flujos globales entre lugares localizados, entre territorios localizados. Por cierto, que un estudiante mío ha desarrollado el primer mapa de Internet, sobre todo el primer mapa de la producción de contenidos de Internet en el mundo; lo pueden ver en mi libro, pero es su tesis doctoral. Demuestra que Internet es la industria más concentrada del mundo. Está concentrada en unos cuantos países y, sobre todo, en las grandes áreas metropolitanas de unos cuantos países. Eso es, simplemente, porque Internet procesa información de alto nivel y alto valor añadido que está concentrada en las grandes áreas metropolitanas de aquellas sociedades que son capaces de generar información y procesarla en conocimiento.
Entonces, ¿qué ocurre con los lugares de creación de valor? Pues que son lugares muy seleccionados en todo el planeta, que acumulan riqueza sobre la base de su capacidad de información y de conocimiento. Veamos esto. La economía local no es enteramente global. La economía local, en términos de empleo, tiene una gran parte del empleo que no es mercantil, no es un empleo que dependa de la capacidad de comercio e intercambio. Son los servicios públicos, los servicios personales, los servicios municipales, la educación, etc. Todo esto no depende de la competitividad de las empresas en sí. Por lo tanto, todo este sector es un sector protegido contra la competencia global. Ahora bien, ocurre que todo este empleo depende, en último término, de la capacidad pública de captación de recursos. Y esa capacidad depende de la capacidad impositiva que se tenga en función de la economía. Y esa economía depende de la capacidad competitiva de las empresas en los mercados globales.
O sea, que incluso el sector protegido en términos de empleo, depende de lo que haga el sector no protegido en términos de empleo. ¿Que de qué depende? Depende de la competitividad global de ese territorio basada en la productividad. Ahora vamos conectando temas. Y esa productividad y esa competitividad dependen fundamentalmente de cuatro elementos. El primero es la conectividad y la infraestructura tecnológica de este territorio. Quiere decir que sea un territorio situado en mercados abiertos que son globales, no quiere decir que se venda todo fuera, quiere decir que tiene que haber cosas que lleguen y cosas que salgan y con gran flexibilidad, no solamente en términos de lo que se vende, sino en términos de los servicios que se requieren y los insumos que se requieren en la producción. Eso quiere decir infraestructuras de comunicación, Internet, capacidad de usar esas telecomunicaciones y ese Internet, y estructuras de comunicación de todo tipo. Conectividad.

Red de insumos

Por eso las grandes áreas metropolitanas bien conectadas del planeta son las que generan valor, porque lo primero para estar en esa red local de insumos, de ventas y de competencias es estar en esa red, estar conectado. Por eso el conectarse por fibra óptica o por Internet no es un lujo de la tecnocracia. Es la base fundamental. Lo mismo que la economía industrial se construyó en el siglo XIX sobre la base del ferrocarril y los puertos. Las infraestructuras de comunicaciones y telecomunicaciones son esenciales. Sin eso no hay nada que hacer.
Pero al mismo tiempo esas infraestructuras solamente transmiten productividad y competitividad si hay los recursos humanos para manejarlas. ¿Y cuáles son esos recursos humanos? Son, fundamentalmente, capacitación educativa y tecnológica. Capacidad tecnológica no quiere decir que todo el mundo sea informático, quiere decir que todo el mundo sea capaz de entender qué puede hacer con la informática, que es distinto. Los ordenadores son cada vez más fáciles de hacer funcionar, ese no es el problema. El problema es tener la capacidad mental de integrar esa herramienta. Si alguien no sabe qué hacer con un ordenador, llama a su hijo o nieto de diez años, sobre todo a los nietos, y se lo resuelven. Ellos saben qué es lo que hay que hacer. Por eso mi propuesta es siempre realizar campañas de alfabetización de las personas de mi edad por sus nietos, en base a Internet. Y funciona. En Finlandia lo hacen así y funciona muy bien. Recursos humanos producidos localmente a través del sistema educativo o del sistema universitario o atraídos. Es decir, la capacidad de importación de talento.
Tercero, capacidad de innovación. Y la capacidad de innovación requiere, además de esos recursos humanos, instituciones de innovación: universidades, centros de I + D de empresas y los llamados medios de innovación, que a veces son parques tecnológicos. Pero, cuidado, porque los parques tecnológicos muchas veces son operaciones inmobiliarias, operaciones de prestigio que encierran especulación sin más. El tema del parque tecnológico, para que lo sea, ha de empezar como Silicon Valley. Este parque empezó el año 1951 con un parque tecnológico hecho por la universidad de Stanford en un terreno magnífico. Ofrecía, en contacto con sus laboratorios de investigación, a las empresas que quisieran instalarse, alquilarles el terreno a cien años por un dólar al año. Buen negocio, ¿no? Sólo tenía que pasar dos exámenes. Uno de la escuela de ingenieros para determinar la calidad tecnológica. Y otro de la escuela empresarial para determinar el proyecto empresarial. Y si era un buen proyecto tecnológico y empresarial, al parque.
¿Qué quiere decir? No solamente que disfrutaran de la belleza del entorno, sino que cualquier empresa que llegaba allí ya sabía que la otra era buena porque había pasado ese examen. Es decir, la evaluación tecnológica-empresarial de las empresas es fundamental para que no les pase como les ocurrió a la Cartuja de Sevilla, que empezaron por una feria de atracciones, el parque temático Isla Mágica, y pocas empresas decidieron situarse allí como ejemplo de parque tecnológico.
Por tanto, centros de innovación, pero en último término los que producen la innovación son los innovadores. La fuente de innovación no son los parques tecnológicos, ni las universidades, ni los centros de I+D, sino los innovadores e investigadores. Es decir, en último término, son mentes. Pero como las mentes suelen ir ligadas a los cuerpos, resulta que para tener mentes en condiciones hay que tener servicios públicos, sociales, educativos, culturales, de salud y de medio ambiente que funcionen, al mismo tiempo.

Calidad urbana e innovación

Un interesante analista norteamericano, Hopkins, presentó el año pasado un libro llamado “La nueva geografía de la innovación” en el que demuestra la relación entre calidad urbana e innovadores. Es decir, la nueva economía, en Europa y Estados Unidos, ha surgido en las grandes metrópolis y, sobre todo, en los lugares culturalmente más dinámicos y avanzados de entre esas grandes metrópolis. Es una economía que surge en ciudades como Nueva York o San Francisco, en Londres, París, Estocolmo o Helsinki. Y en España surge en Barcelona y Madrid. Es decir, son los lugares donde hay una capacidad cultural y una capacidad de innovación acumulada. Porque los innovadores pueden elegir dónde trabajar, y eligen los lugares donde se encuentran mejor, que es donde hay cultura de innovación y calidad cultural de vida, y esta calidad es muy subjetiva. A los de Nueva York la mugre de allí les parece la cosa más bonita del mundo, mientras que a la gente de California los grandes espacios del desierto, donde no hay nada, le parecen mucho más interesantes.
Lo fundamental, en este aspecto, es que hay una relación positiva entre calidad urbana y atracción de los innovadores y del talento que se requiere para esta innovación. Pero yo diría que junto a esta relación que ya está establecida en el mundo entre las grandes ciudades y la atracción de personas con valor añadido, de forma menos elitista creo que se puede sostener también que la capacidad de generación de buenas condiciones de vida en la ciudad produce una calidad de fuerza de trabajo de todo tipo, y no sólo los innovadores de punta. Esto genera una productividad media, que es lo más importante para la economía, de alto valor.
Si hay grandes innovadores pero luego los técnicos y gerentes medios son de mala calidad, esos innovadores se quedan solos en la productividad económica. Es aquí donde el modelo finlandés me parece más interesante; como algunos saben, lo he estudiado y me obsesiona en estos momentos. En este modelo, un Estado de bienestar dinámico -que asegura la protección social, la estabilidad social y excelente educación y salud para todos, con servicios públicos que funcionen- genera unas bases de productividad a través del capital humano que eso representa. Además de que la gente vive bien, segura y tranquila, repercute en que son altamente productivos. Allí hay la conexión entre innovación, calidad de la fuerza de trabajo y calidad urbana, tanto en los aspectos de calidad de vida en general como de servicios públicos.

El contexto actual

Y acabo, pues, tratando de ver cómo esa relación entre política urbana y nueva economía se replantea en el contexto actual de posible recesión y de crisis profundizada de la nueva economía. Por un lado, como toda crisis que puede convertirse en grave y estructural, requiere medidas reactivadoras de relanzamiento económico por parte del sector público. Porque en la medida en que hay incertidumbre y mientras el clima económico no cambie, la inversión privada no va a tirar. Ahora bien, esta reactivación económica puede plantearse en términos retrógrados y defensivos. Es decir, darles dinero a las empresas para que no quiebren y darlo al sector militar y de seguridad. Simplemente se pone dinero para que la economía no se hunda, que es lo que está haciendo Bush en América en estos momentos.
O lo que algunos de nosotros estamos llamando un “keynesianismo de la información”. ¿Qué quiere decir esto? Como saben, la crisis de la década de 1930 hubiera seguido con una poscrisis después de la guerra si no hubiera habido una serie de inversiones públicas que reactivaron la economía. Esta fue la propuesta de Keynes y de allí salió el keynesianismo, que fue la doctrina dominante en los medios económicos hasta, más o menos, principios de la década de 1970 y que aseguró una expansión del capitalismo, con conquistas sociales al mismo tiempo. El keynesianismo, en estos momentos, no puede ser el mismo de entonces, en el sentido que los mercados se regulan de manera diferente, hay mayor libertad. Pero como reactivación económica fue fundamentalmente obra pública, obra de infraestructura. 
Pero ahora, ¿cuál es la obra de infraestructura? Es obra de infraestructura en recursos humanos, en infraestructura tecnológica, en investigación, en enseñanza, etc. El otro día dábamos el ejemplo de que la inversión en infraestructura informacional, hablando claro, son los maestros. Porque nuestras sociedades invierten en todo menos en los que tienen que enseñar a los niños a ser los recursos humanos de la economía de la información. El salario medio en Estados Unidos es de 37.000 dólares y los maestros ganan una media de 33.000. Por lo tanto, son los peor pagados y los menos formados, no aguantan y van concentrando a la gente más desmoralizada.
En España y Catalunya tenemos una gran vocación, pero claro, con la vocación se va hasta cierto punto. Pero sin paga coherente, con el valor que la sociedad le da a la educación y sin formación y reciclaje continuo para entrar en la economía de la información, no hay economía que aguante. A alguien se le está empezando a ocurrir la idea de que el keynesianismo de ahora pasa por invertir en tecnología de la información, en telecomunicaciones y en maestros. Maestros que, además, al ser empleo, multiplican el empleo y multiplican también los efectos del aumento de paga de los maestros, con lo cual supongo que los maestros se pondrán muy contentos. Yo, por ejemplo, no aumentaría tanto el sueldo a los profesores de la universidad, pero si a los maestros, porque es realmente vergonzoso. Y están en la primera línea de lo que es la sociedad de la información, que son nuestros hijos. Y a lo que le damos menos importancia es a nuestros hijos, en realidad, en la práctica, en términos de lo que se paga y lo que se valora.

La inversión fundamental

Entonces, inversión en educación, cultura, tecnología y servicios públicos que acrecientan la productividad en un territorio determinado es la inversión fundamental que permite al mismo tiempo relanzar y reactivar la economía. A la vez, en tiempo de crisis tan importante como reactivar la economía es incrementar la cohesión de la sociedad. Incrementar la cohesión social, la confianza ciudadana, la relegitimación de las instituciones democráticas, porque si no, con el pretexto de los imperativos de seguridad se pueden acabar recortando todas las libertades. En este sentido, la inversión en educación, cultura, tecnología, investigación y servicios públicos es la inversión que a la vez reactiva más directamente la economía y favorece la cohesión social. Y esta inversión se gestiona, es conocido en todo el mundo, mucho más eficaz, concreta y legítimamente a nivel local, a partir de los ayuntamientos. Y esto no lo digo porque esté en un ayuntamiento.
Acabaría diciendo que, en términos concretos, parece que la situación actual es tal que el eslogan podría ser «A casita, que llueve y puede ser ántrax». Pero esa actitud de encerrarse y renunciar a ver la crisis y renunciar a superarla es autodestructiva. En mis viajes por China me enseñaron una cosa que nunca olvidaré, muy profundamente chino y confuciano, y es que el ideograma chino que significa crisis, es el mismo que significa oportunidad, que toda crisis es oportunidad. Yo creo que hemos estado viviendo en un modelo de nueva economía extraordinariamente creativo, pero que no era sostenible. No era sostenible no tanto por razones económicas, que se podían reestructurar desde su propia dinámica, sino por la inserción social, cultural y ecológica en el mundo.
Quizás esta crisis, que ha sido en parte generada desde dentro de la nueva economía y después profundizada por acontecimientos geopolíticos, puede ayudarnos a repensar el modelo y generar un nuevo tipo de nueva economía; un nuevo tipo de innovación informacional que pase por la conexión entre servicios públicos y cohesión social. Yo diría que esa nueva estrategia pasa por la articulación entre la productividad globalmente competitiva y el interés común localmente gestionado. 

Manuel Castells.
Profesor de la Universitat Oberta de Catalunya y autor de “La Era de la Información”.


Manuel Castells en La Paz, Bolivia.jpg
Manuel Castells Oliván (HellínAlbaceteEspaña9 de febrero de 1942) es un sociólogoeconomista y profesor universitario de Sociología y de Urbanismo en la Universidad de California en Berkeley, así como director del Internet Interdisciplinary Institute en la Universidad Abierta de Cataluña y presidente del consejo académico de Next International Business School.
En los últimos veinte años ha llevado a cabo una vasta investigación en la que relaciona la evolución económica y las transformaciones políticas, sociales y culturales en el marco de una teoría integral de la información, cuyo ejemplo más claro puede ser el Proyecto Internet Catalunya que coordina. Los resultados de su trabajo se recogen en la trilogía La Era de la Información, traducida a varios idiomas.
Castells es actualmente uno de los autores de referencia en el campo del estudio de la Sociedad de la Información. Desde el 16 de febrero de 2006 es académico de la Real Academia de Ciencias Económicas y Financieras, con la medalla número 38.1​ Según el Social Sciences Citation Index 2000-2014, Manuel Castells es el quinto académico de las Ciencias Sociales más citado del mundo y el académico de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) más citado del mundo.

"La ciudad multicultural" por Manuel Castells y Jordi Borja.

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Globalización, migraciones y urbanización

La aceleración del proceso de urbanización en el mundo se debe en buena medida al incremento de las migraciones rural-urbanas, frecuentemente debidas a la expulsión de mano de obra de la agricultura por la modernización de la misma, siendo asimismo consecuencia de los procesos de industrialización y de crecimiento de la economía informal en las áreas metropolitanas de los países en desarrollo (2). Aunque las estadísticas varían según los países, los cálculos de Findley para una serie de países en vías de desarrollo indican que, en promedio, mientras en 1960-70, la contribución de la emigración rural-urbana al crecimiento urbano fue de 36,6%, en 1975-90, se incrementó al 40% de la nueva población urbana. La contribución al crecimiento metropolitano, en ambos casos, fue aún mayor (3).En casi todos los países, la incorporación a las ciudades de emigrantes de zonas rurales acentúa notablemente la diversidad cultural y, en los países étnicamente diversos, como Estados Unidos o Brasil, la diversidad étnica.

África
La globalización también ha suscitado importantes desplazamientos de población entre países, aunque las migraciones internacionales presentan un patrón complejo que no sigue las visiones estereotipadas de la opinión publica. Así, casi la mitad de los 80 millones de internacionales de todo el mundo están concentrados en África subsahariana y Oriente Medio (4). Unos 35 millones de migrantes se encuentran en el África subsahariana, representando un 8% de su población total. Dichos movimientos migratorios en África son de dos tipos: por un lado, migraciones de trabajadores, encaminados a los países de mayor dinamismo económico, en particular a Sudáfrica, Costa de Marfil, Gambia y Nigeria. Por otro lado, amplios desplazamientos de refugiados del hambre, la guerra y el genocidio, en el Sahel, en el cuerno de África, en Mozambique, en Ruanda y Burundi, entre otras zonas: tan sólo en 1987 se estimaban en 12,6 millones de personas el numero de desplazados por guerras o catástrofes en África (5). 
En Asia, Malasia es el país de mayor inmigración, con casi un millón de trabajadores extranjeros, en general procedentes de Indonesia. Japón cuenta también con cerca de un millón de extranjeros recensados y varios miles de trabajadores ilegales cuyo número se está incrementando rápidamente, si bien la mayoría de los extranjeros son coreanos que viven en Japón desde hace varias generaciones. Singapur cuenta con unos 300.000 inmigrantes, lo que representa una alta proporción de su población, y Hong Kong, Corea y Taiwan, con contingentes inferiores a los 100.000 cada uno. Sin embargo, en la medida en que se acentúe el desarrollo de estos países y aumente la presión demográfica en China, India e Indonesia, es de esperar un aumento de las migraciones internacionales, además del incremento de migraciones rurales-urbanas en toda Asia. Así, Japón en 1975 contaba con un inmigración anual de unos 10.000 extranjeros, mientras que en 1990, dicha cifra se había incrementado hasta unos 170.000 por año, la mayoría procedentes de Corea (6).

América latina
América latina, tierra de inmigración durante el siglo XX, ha ido convirtiéndose en área de emigración. Así, durante el período 1950-64, la región en su conjunto tuvo un saldo neto de migraciones de + 1,8 millones de personas, mientras que en 1976-85, el saldo fue negativo: - 1,6 millones. Los cambios más significativos fueron la reducción drástica de la inmigración en Argentina y el fuerte aumento de emigración en México y América Central, en particular hacia Estados Unidos. Los movimientos inmigratorios latinoamericanos en este fin de siglo proceden generalmente de otros países latinoamericanos. Así, en Uruguay en 1991, del total de extranjeros residentes, el 40% eran de Argentina, el 29% de Brasil y el 11% de Chile. La mayor proporción de población extranjera se da en Venezuela (7,2%), seguida de Argentina (6,8%). 
En los países más desarrollados, en Europa Occidental y en Estados Unidos, existe entre la población el sentimiento de una llegada sin precedentes de inmigrantes en la última década, de una auténtica invasión en la terminología de algunos medios de comunicación. Sin embargo, los datos muestran una realidad distinta, variable según países y momentos históricos (7). Es cierto que el desarrollo desigual a escala mundial, la globalización económica, cultural y de sistemas de transporte favorecen un intenso trasiego de poblaciones. A ello hay que añadir los éxodos provocados por guerras y catástrofes, así como, en Europa, la presión de poblaciones de los países del Este que ahora disfrutan de la libertad de viajar al tiempo que sufren el impacto de la crisis económica. Pero los controles de inmigración, el reforzamiento de las fronteras entre los países de la OCDE y el resto del mundo, la reducida creación de puestos de trabajo en Europa y la xenofobia creciente en todas las sociedades, representan obstáculos formidables para el trasvase de población que podría resultar de las tendencias aludidas. Veamos pues cual es el perfil real de las migraciones recientes del Sur y el Este al Norte y al Oeste.

Estados Unidos
En Estados Unidos, sociedad formada por oleadas sucesivas de inmigración, se ha producido efectivamente un importante incremento de inmigrantes en números absolutos desde la reforma de la ley de inmigración en 1965, autorizando la inmigración por reunificación familiar. Pero aun así, los actuales niveles de inmigración están muy por detrás de la punta histórica alcanzada entre 1905 y 1914 (año en que llegaron 1,2 millones de inmigrantes a Estados Unidos). Más aun, en términos de proporción de la población, en 1914 esos 1,2 millones eran equivalentes al 1,5% de la población, mientras que el total de inmigrantes de 1992 sólo representó el 0,3% de la población. Ahora bien, lo que ha cambiado substancialmente es la composición étnica de la inmigración, que en lugar de provenir de Europa y Canadá, procede ahora, en su gran mayoría, de México, el Caribe y otros países latinoamericanos y Asia.
Un fenómeno semejante ha tenido lugar en los otros dos países que se caracterizan, junto con Estados Unidos, por tener la mayor proporción de inmigrantes extranjeros en su población, Canadá y Australia. En Canadá, en 1992, más del 40% procedían de Asia, en particular de Hong Kong, y tan sólo un 2,8% del Reino Unido. Vancouver, la tercera ciudad canadiense, ha sido transformada en la ultima década por la llegada de 110.000 chinos de Hong Kong, elevando la proporción de población china al 27% de los residentes de la ciudad. Por cierto, dicha inmigración ha supuesto un influjo de 4.000 millones de dólares por año en la economía local. En cuanto a Australia, en los años noventa, el 21% de la población nació en el extranjero y el 40% tiene al menos un padre que nació en el extranjero. De los nuevos inmigrantes llegados a Australia en 1992, el 51% procedían de Asia.

Europa
Europa Occidental presenta una panorama diversificado en lo que se refiere a movimientos migratorios. Utilizando como indicador el porcentaje de población residente extranjera sobre la población total y observando su evolución entre 1950 y 1990, podemos constatar, por ejemplo, que Francia e Inglaterra tenían una menor proporción de población extranjera en 1990 que en 1982, mientras que Bélgica y España apenas había variado (de 9,0 a 9,1%, y de 1,1 a 1,1%). Si exceptuamos el caso anómalo de Luxemburgo, el único país europeo cuya población extranjera supera el 10% es Suiza, también un caso especial por el alto grado de internacionalización de su economía. Y la media para el total de la población europea es tan sólo de un 4,5% de extranjeros. Los incrementos significativos durante la década de los ochenta se dieron fundamentalmente en Alemania, Austria, Holanda y Suecia, fundamentalmente debidos al influjo de refugiados del este de Europa. Pero también este influjo parece ser mucho más limitado de lo que temían los países europeos occidentales. Así, por ejemplo, un informe de la Comisión Europea en 1991 estimaba que 25 millones de ciudadanos de Rusia y las repúblicas soviéticas podrían emigrar a Europa occidental antes del año 2000. Y sin embargo, a mediados de los años noventa, se estima que la emigración rusa oscila en torno a las 200.000 personas por año, a pesar de la espantosa crisis económica que vive Rusia. La razón, para quienes conocen los mecanismos de la emigración, es sencilla: los emigrantes de desplazan mediante redes de contacto previamente establecidas. Por eso son las metrópolis coloniales las que reciben las oleadas de inmigrantes de sus antiguas colonias (Francia y el Magreb); o los países que reclutaron deliberadamente mano de obra barata en países seleccionados (Alemania en Turquía y Yugoslavia) los que continúan siendo destino de emigrantes de esos países. En cambio, los rusos y ex-soviéticos, al haber tenido prohibido el viajar durante siete décadas carecían y carecen de redes de apoyo en países de emigración, con la excepción de la minoría judía que es precisamente la que emigra. Así, dejar familia y país lanzándose al vacío de un mundo hostil sin red de apoyo es algo que sólo se decide masivamente cuando una catástrofe obliga a ello (la hambruna, la guerra, el nazismo).
Ahora bien, si los datos señalan que la inmigración en Europa occidental no alcanza proporciones tan masivas como las percibidas en la opinión publica, ¿por qué existe ese sentimiento? Y, ¿por qué la alarma social? Lo que realmente está ocurriendo es la transformación creciente de la composición étnica de las sociedades europeas, a partir de los inmigrantes importados durante el período de alto crecimiento económico en los años sesenta. En efecto, las tasas de fertilidad de los extranjeros son muy superiores a las de los países europeos de residencia (salvo, significativamente, en Luxemburgo y Suiza, en donde la mayoría de extranjeros son de origen europeo). Por razones demográficas el diferencial de fertilidad continuará incrementándose con el paso del tiempo. Esta es la verdadera fuente de tensión social: la creciente diversidad étnica de una Europa que no ha asumido aun dicha diversidad y que sigue hablando de inmigrantes cuando, cada vez más, se trata en realidad de nacionales de origen étnico no-europeo. El incremento de población en el Reino Unido entre 1981 y 1990 fue de tan sólo el 1% para los blancos, mientras que fue del 23% para las minorías étnicas. Aun así, los blancos son 51,847 millones, mientras que las minorías tan sólo representan 2,614 millones. Pero existe una clara conciencia del proceso inevitable de constitución de una sociedad con importantes minorías étnicas, del tipo norteamericano. Algo semejante ocurre en los otros países europeos. Dos tercios de los extranjeros de Francia y tres cuartas partes de los de Alemania y Holanda son de origen no europeo. A ello hay que añadir, en el caso de Francia, la proporción creciente de población de origen no europeo nacida en Francia y que tienen derecho a nacionalidad al alcanzar los 18 años. 
Puede ocurrir también, como es el caso en Alemania, que la ley niegue el derecho de nacionalidad a quienes nazcan en territorio nacional de padres extranjeros, situación en las que se encuentran centenares de miles de jóvenes turcos que nunca conocieron otra tierra que Alemania. Pero el costo de dicha defensa a ultranza de la nacionalidad autóctona es la creación de una casta permanente de no ciudadanos, poniendo en marcha un mecanismo infernal de hostilidad social.
Un factor adicional es importante en la percepción de una diversidad étnica que va mucho más allá del impacto directo de la inmigración: la concentración espacial de las minorías étnicas en las ciudades, particularmente en las grandes ciudades y en barrios específicos de las grandes ciudades, en los que llegan a constituir incluso la mayoría de la población. La segregación espacial de la ciudad a partir de características étnicas y culturales de la población no es pues una herencia de un pasado discriminatorio, sino un rasgo de importancia creciente, característica de nuestras sociedades: la era de la información global es también la de la segregación local.

Diversidad étnica, discriminación social y segregación urbana
En todas las sociedades, las minorías étnicas sufren discriminación económica, institucional y cultural, que suele tener como consecuencia su segregación en el espacio de la ciudad. La desigualdad en el ingreso y las prácticas discriminatorias en el mercado de vivienda conducen a la concentración desproporcionada de minorías étnicas en determinadas zonas urbanas al interior de las áreas metropolitanas. Por otro lado, la reacción defensiva y la especificidad cultural refuerzan el patrón de segregación espacial, en la medida en que cada grupo étnico tiende a utilizar su concentración en barrios como forma de protección, ayuda mutua y afirmación de su especificidad. Se produce así un doble proceso de segregación urbana: por un lado, de las minorías étnicas con respecto al grupo étnico dominante; por otro lado, de las distintas minorías étnicas entre ellas. Naturalmente, esta diferenciación espacial hay que entenderla en términos estadísticos y simbólicos, es decir, como concentración desproporcionada de ciertos grupos étnicos en espacios determinados, más que como residencia exclusiva de cada grupo en cada barrio. Incluso en situaciones límite de segregación racial urbana, como fue el régimen del apartheid en Sudáfrica, se puede observar una fuerte diferenciación socio-espacial, en términos de clase, a partir del momento en que se desmantela la segregación obligatoria institucionalmente impuesta.
El modelo de segregación étnica urbana más conocido y más estudiado es el de las ciudades norteamericanas, que persiste a lo largo de la historia de los Estados Unidos y que se ha reforzado en las dos últimas décadas, con la localización de los nuevos inmigrantes en sus correspondientes espacios segregados de minorías étnicas, constituyendo verdaderos enclaves étnicos en las principales áreas metropolitanas y desmintiendo así en la práctica histórica el famoso mito del melting pot que sólo es aplicable (y con limitaciones) a la población de origen europeo (8).Así por ejemplo, en el condado de Los Ángeles, 70 de los 78 municipios existentes en 1970 tenían menos del 10% de residentes pertenecientes a minorías étnicas. En cambio, en 1990 los 88 municipios que para entonces componían el condado tenían más del 10% de minorías étnicas, pero 42 municipios tenían más del 50% de minorías étnicas en su población (9).

La concentración espacial
El completo estudio de Massey y Denton (1993) sobre la segregación racial urbana en las ciudades norteamericanas muestra los altos niveles de segregación entre negros y blancos en todas las grandes ciudades. Para un índice de segregación absoluta de 100, la media es de 68,3, que sube hasta una media del 80,1 para las áreas metropolitanas del norte. Las tres áreas principales se encuentran también entre las más segregadas: Nueva York, con un índice de 82; Los Ángeles, con 81,1; y Chicago con 87,8. También el índice de aislamiento de los negros, que mide la interacción entre los negros y otros grupos negros (100 siendo el nivel de aislamiento absoluto) refleja altos valores, con una media del 63,5, que pasa al 66,1 en las áreas del norte y que llega a registrar en Chicago un índice del 82,8.
La concentración espacial de minorías étnicas desfavorecidas conduce a crear verdaderos agujeros negros de la estructura social urbana, en los que se refuerzan mutuamente la pobreza, el deterioro de la vivienda y los servicios urbanos, los bajos niveles de ocupación, la falta de oportunidades profesionales y la criminalidad. En su estudio sobre segregación y crimen en la América urbana, Massey (1995) concluye que la coincidencia de altos niveles de pobreza de los negros y de altos índices de segregación espacial crean nichos ecológicos en los que se dan altos índices de criminalidad, de violencia y de riesgo de ser víctima de dichos crímenes... A menos que se produzca un movimiento de desegregación, el ciclo de violencia continuará; sin embargo, la perpetuación de la violencia paradójicamente hace la desegregación más difícil porque hace beneficioso para los blancos el aislamiento de los negros. A saber: aislando a los negros en barrios segregados, el resto de la sociedad se aísla con relación al crimen y a otros problemas sociales resultantes del alto índice de pobreza entre los negros. Así, en los años 90 han decaído, en términos generales, los índices de criminalidad en las principales ciudades norteamericanas. Entre 1980 y 1992, la proporción del número de hogares americanos que ha sufrido alguna forma de criminalidad se ha reducido en más de un tercio, pero al mismo tiempo, la probabilidad para los negros de ser víctimas de un crimen se ha incrementado extraordinariamente. Los adolescentes negros tienen una probabilidad nueve veces más alta que los blancos de ser asesinados: en 1960 morían violentamente 45/100.000, mientras que en 1990 la tasa había pasado a 140/100.000. En su estudio sobre la relación entre segregación de los negros y homicidio de los negros en 125 ciudades, Peterson y Krivo encontraron que la segregación espacial entre blancos y negros era el factor estadísticamente más explicativo de la tasa de homicidios de todas las variables analizadas, mucho más importante que la pobreza, la educación o la edad (10). Se mata a quien se tiene cerca. Y cuando una sociedad, rompiendo con sus tradiciones liberales y con sus leyes de integración racial, adopta la actitud cínica de encerrar a sus minorías raciales empobrecidas en ghettos cada vez más deteriorados, provoca la exasperación de la violencia en dichas zonas. Pero, a partir de ese momento la mayoría étnica está condenada a vivir atrincherada tras la protección de la policía y a destinar a policía y a cárceles un presupuesto tan cuantioso como el de educación, como ya es el caso en el estado de California.

Racismo y segregación
Si bien el racismo y la segregación urbana existen en todas las sociedades, no siempre sus perfiles son tan marcados ni sus consecuencias tan violentas como las que se dan en las ciudades norteamericanas. Así, Brasil es una sociedad multirracial, en la que los negros y mulatos ocupan los niveles más bajos de la escala social (11). Pero, aunque las minorías étnicas también están espacialmente segregadas, tanto entre las regiones del país como al interior de las áreas metropolitanas, el índice de disimilaridad, el cual mide la segregación urbana, es muy inferior al de las áreas metropolitanas norteamericanas. Asimismo, aunque la desigualdad económica está influenciada por el origen étnico, las barreras institucionales y los prejuicios sociales están mucho menos arraigados que en Estados Unidos. Así, dos sociedades con un pasado igualmente esclavista evolucionaron hacia patrones distintos de segregación espacial y discriminación racial, en función de factores culturales, institucionales y económicos que favorecieron la mezcla de razas y la integración social en Brasil y la dificultaron en Estados Unidos: una comparación que invita a analizar la variación histórica de una naturaleza humana que no es inmutable.
Ahora bien, lo que sí parece establecido es la tendencia a la segregación de las minorías étnicas en todas las ciudades y en particular en las ciudades del mundo más desarrollado. Así, conforme las sociedades europeas reciben nuevos grupos de inmigrantes y ven crecer sus minorías étnicas a partir de los grupos establecidos en las tres últimas décadas, se acentúa el patrón de segregación étnica urbana. En el Reino Unido, aunque Londres sólo representa el 4,7% de la población, concentra el 42% de la población de las minorías étnicas. Dichas minorías, concentradas particularmente en algunos distritos, se caracterizan por un menor nivel de educación, mayor tasa de paro y una tasa de actividad económica de tan sólo el 58% comparada con el 80% de los blancos (12). En el distrito londinense de Wandsworth, con unos 260.000 habitantes, se hablan unas 150 lenguas diferentes. A esa diversidad étnico-cultural se une el dudoso privilegio de ser uno de los distritos ingleses con más alto índice de carencias sociales. En Göteborg (Suecia), el 16% de la población es de origen extranjero y tiene concentrada su residencia en el nordeste de la ciudad y en las isla de Hisingen. Zurich, que ha visto aumentar su población de extranjeros (sobre todo turcos y yugoslavos) del 18% en 1980 al 25% en 1990, concentra el 44% de esta población en las zonas industriales de la periferia urbana. En Holanda, los extranjeros son tan sólo un 5% de la población total, pero en Amsterdam, Rotterdam, La Haya y Utrecht dicha proporción oscila entre el 15% y el 20%, mientras que en los barrios antiguos de dichas ciudades sube hasta el 50%. En Bélgica la proporción de extranjeros es del 9%, pero en la ciudad de Anderlecht alcanza el 26% y en el barrio de La Rosee, el más deteriorado, los extranjeros representan el 76% de sus 2.300 habitantes (13). En suma, las ciudades europeas están siguiendo, en buena medida, el camino de segregación urbana de las minorías étnicas característico de las metrópolis norteamericanas, aunque la forma espacial de la segregación urbana es diversa en Europa. Mientras que las banliues francesas configuran ghettos metropolitanos periféricos, las ciudades centro-europeas y británicas tienden a concentrar las minorías en la ciudad central, en un modelo espacial semejante al norteamericano, lo que puede contribuir a la decadencia de los centros urbanos si no se mejoran las condiciones de vida de las minorías étnicas en Europa. Por otra parte, la importancia de las pandillas y el florecimiento de actividades criminales es menos acentuado en Europa que en Norteamérica. Pero si las tendencias a la exclusión social continúan agravándose, parece razonable suponer que situaciones similares conducirán a consecuencias semejantes, salvedad hecha de las diferencias culturales e institucionales. La ciudad multicultural es una ciudad enriquecida por su diversidad, tal y como señaló Daniel Cohn Bendit en su intervención introductoria al Coloquio de Francfort patrocinado por el Consejo de Europa sobre el multiculturalismo en la ciudad (14). Pero, como también quedó de manifiesto en dicho coloquio, la ciudad segregada es la ciudad de la ruptura de la solidaridad social y, eventualmente, del imperio de la violencia urbana.

Las poblaciones flotantes en las ciudades
La geometría variable de la nueva economía mundial y la intensificación del fenómeno migratorio, tanto rural-urbano como internacional, han generado una nueva categoría de población, entre rural, urbana y metropolitana: población flotante que se desplaza con los flujos económicos y según la permisividad de las instituciones, en busca de su supervivencia, con temporalidades y espacialidades variables, según los países y las circunstancias. Aunque por su propia naturaleza el fenómeno es de difícil medida, una corriente de investigación cada vez más amplia aporta datos sobre su importancia y sobre las consecuencias que tiene para el funcionamiento y gestión de las ciudades (15).
Tal vez la sociedad en la que la población flotante alcanza mayores dimensiones es China durante la última década. Durante mucho tiempo imperó en China el control de movimientos de población regulado en 1958 en el que cada ciudadano chino estaba registrado como miembro de un hukou (hogar) y clasificado sobre la base de dicha residencia. Bajo dicha regulación un cambio de residencia rural a urbana era extremadamente difícil. Los viajes requerían permiso previo y el sistema de racionamiento obligaba a presentar en las tiendas o restaurantes los cupones asignados al lugar de residencia y trabajo. Así, el sistema hukou fue un método efectivo de controlar la movilidad espacial y reducir la migración rural-urbana (16). Sin embargo, con la liberalización económica de China durante los años ochenta la inmovilidad se hizo disfuncional para la asignación de recursos humanos según una dinámica parcialmente regida por leyes de mercado. Además la privatización y modernización de la agricultura aumentó la productividad y expulsó de la tierra a decenas de millones de campesinos que resultaron ser mano de obra excedente (17). Imposibilitado de atender las necesidades de esta población rural económicamente desplazada, el gobierno chino optó por levantar las restricciones a los movimientos de población y/o aplicarlas menos estrictamente, según las regiones y los momentos de la coyuntura política. El resultado fue la generación de masivas migraciones rural-urbanas en la ultima década, sobre todo hacia las grandes ciudades y hacia los centros industriales exportadores del sur de China. Pero dichas ciudades y regiones, pese a su extraordinario dinamismo económico (de hecho, los centros de más alta tasa de crecimiento económico del mundo en la última década) no pudieron absorber como trabajadores estables a los millones de recién llegados, ni proveerlos con viviendas y servicios urbanos, por lo que muchos de los inmigrantes urbanos viven sin residencia fija o en la periferia rural de las metrópolis, y otros muchos adaptan un patrón de migraciones pendulares estacionales yendo y viniendo entre sus aldeas de origen y los centros metropolitanos (18). Así Guangzhou (Cantón), una ciudad de unos seis millones de habitantes, contabilizaba en 1992, un total de 1,34 millones de residentes temporales a los que se añadían 260.000 turistas diarios. En el conjunto de la provincia de Guandong se estimaban en al menos 6 millones el número de migrantes temporales. En Shanghai, a fines de los 80 había 1,83 millones de flotantes, mientras que en 1993, tras el desarrollo del distrito de industrial de Pudong, se estimaba que un millón más de flotantes habían llegado a Shanghai en ese año. La única encuesta migratoria fiable de la última década, realizada en 1986, estimó que en esa fecha el 3,6% de la población de las 74 ciudades encuestadas eran residentes temporales. Otra estimación a nivel nacional, evalúa el número de flotantes en 1988, entre 50 y 70 millones de personas. Lo que parece indudable es que el fenómeno se ha incrementado. La estación central de ferrocarril de Pekín, construida para 50.000 pasajeros diarios, ve transitar por ella actualmente entre 170.000 y 250.000, según los períodos. El gobierno municipal de Pekín estima que cada incremento de 100.000 visitantes diarios a la ciudad consume 50.000 kilos de grano, 50.000 kilos de verduras, 100.000 kilovatios de electricidad, 24.000 litros de agua y utiliza 730 autobuses públicos. Dicho número de visitantes ocasiona 100.000 kilos de basura y genera 2.300 kilos de desechos de alcantarillado. Las condiciones de vida de esta población flotante son muy inferiores a las de la población permanente (19) y son, a la vez, presa fácil del crimen y refugio de criminales, lo que aumenta los prejuicios contra ellos entre la población residente. Aunque de menor dimensión que en China, el fenómeno de la población flotante es característico de la mayor parte del mundo en desarrollo y en particular de Asia (20). Así en Bangkok, de los emigrantes llegados la ciudad entre 1975 y 1985, el 25% habían vivido ya en tres ciudades diferentes y el 77% de los encuestados no pensaban quedarse en Bangkok más de un año, mientras que sólo el 12% de los migrantes se habían censado regularmente en su residencia de Bangkok, indicando una existencia a caballo entre sus zonas de origen y los distintos mercados de trabajo urbanos. En Java, el Banco Mundial estimó que en 1984 el 25% de los hogares rurales tenían al menos un miembro de la familia trabajando en un centro urbano durante una parte del año, lo que equivalía al 50% de la población activa urbana. Tendencias similares han sido observadas en Filipinas y Malasia (21). La amplitud del fenómeno, y su difusión en otras áreas del mundo, hace cada vez más inoperante la distinción entre rural y urbano, en la medida en que lo verdaderamente significativo es la trama de relaciones que se establecen entre el dinamismo de las grandes ciudades y los flujos de población que se localizan en distintos momentos en distintos tiempos y con distintas intensidades, según los ritmos de articulación entre economía global y economía local.
En las ciudades de los países desarrollados también se asiste a un incremento de población flotante de un tipo distinto. Así, Guido Martinotti, en un interesante estudio (22) ha insistido en la importancia de poblaciones de visitantes que utilizan la ciudad y sus servicios sin residir en ella. No sólo proviniendo de otras localidades del área metropolitana, sino de otras regiones y otros países. Turistas, viajeros de negocios y consumidores urbanos forman en un día determinado en las principales ciudades europeas, (pero también norteamericanas y sudamericanas) una proporción considerable de los usuarios urbanos que, sin embargo, no aparecen en las estadísticas ni son contabilizados en la base fiscal e institucional de los servicios urbanos que, sin embargo, utilizan intensamente. Tres son los principales problemas ocasionados por las poblaciones flotantes en la gestión urbana. En primer lugar, su existencia suscita una presión sobre los servicios urbanos mayor de lo que la ciudad puede asumir, a menos de recibir ayudas especiales de los niveles superiores de la administración, en consonancia con su población real y el uso efectivo que se hace de su infraestructura. En segundo lugar, la falta de contabilidad estadística adecuada de dicha población flotante, así como la irregularidad de sus movimientos, impiden una planificación adecuada de los servicios urbanos. En tercer lugar, se crea una distorsión entre las personas presentes en la ciudad y la ciudadanía capaz de asumir los problemas y el gobierno de la ciudad. Ello es negativo tanto para los flotantes, carentes de derechos y, en ocasiones, ilegalizados, como para los residentes que ven rota la solidaridad de la ciudadanía por la existencia de diferencias de status jurídico y de pertenencia comunitaria en el seno de la población real de la ciudad. Así pues, el desarrollo de poblaciones flotantes, directamente relacionado con la globalización de los flujos económicos y de comunicación, constituye una nueva realidad urbana para la que todavía no tienen respuesta las ciudades.

Multiculturalismo y crisis social urbana
En mayo de 1991 se reunieron en Francfort, bajo los auspicios del Consejo de Europa, representantes de distintos gobiernos municipales europeos para tratar las políticas municipales para la integración multicultural de Europa. En la declaración publicada al final de dicha reunión (23) se constataba que los países europeos, como consecuencia de décadas de inmigración y emigración, se habían tornado sociedades multiculturales. Asimismo, en la medida en que los inmigrantes y las minorías étnicas resultantes se concentraban en las grandes ciudades, las políticas de tratamiento de la inmigración y de respeto del multiculturalismo constituían un componente esencial de las nuevas políticas municipales. Concluían afirmando que sólo una Europa genuinamente democrática capaz de llevar adelante una política de multiculturalismo puede ser un factor de estabilidad en el mundo y puede combatir efectivamente los desequilibrios económicos entre el norte y el sur, el este y el oeste, que conducen a la emigración desordenada (p.167). Una constatación similar puede hacerse en la sociedad norteamericana y con relación al mundo en general. Y sin embargo, las reacciones xenófobas en todos los países y el incremento del racismo y el fanatismo religioso en todo el mundo no parecen augurar un fácil tratamiento de la nueva realidad urbana. Los inmigrantes, y las minorías étnicas, aparecen como chivos expiatorios de las crisis económicas y las incertidumbres sociales, según un viejo reflejo históricamente establecido, explotado regularmente por demagogos políticos irresponsables. Aun así, la terca nueva realidad de una economía global interdependiente, de desequilibrios socioeconómicos y de la reproducción de minorías étnicas ya residentes en los países más desarrollados hacen inevitable el multiculturalismo y la plurietnicidad en casi todo el mundo. Incluso Japón, una de las sociedades culturalmente más homogéneas en el mundo, está experimentando un rápido aumento de su población extranjera, mientras que se asiste al crecimiento de los yoseba (trabajadores ocasionales sin empleo ni residencia fija) y a su localización espacial temporal en ghettos urbanos, como el de Kamagasaki en Osaka. Hay quienes piensan, incluidos los autores de este libro, que la plurietnicidad y la multiculturalidad son fuentes de riqueza económica y cultural para las sociedades urbanas (24). Pero incluso quienes estén alarmados por la desaparición de la homogeneidad social y las tensiones sociales que ello suscita deben aceptar la nueva realidad: nuestras sociedades, en todas las latitudes, son y serán multiculturales, y las ciudades (y sobre todo las grandes ciudades) concentran el mayor nivel de diversidad. Aprender a convivir en esa situación, saber gestionar el intercambio cultural a partir de la diferencia étnica y remediar las desigualdades surgidas de la discriminación son dimensiones esenciales de la nueva política local en las condiciones surgidas de la nueva interdependencia global.
* Manuel Castells nació en España, más precisamente en Albacete, en 1942. Muchas veces ha comparado su extensa obra con su propia y agitada vida personal. De origen catalán, tuvo que exiliarse de la España de Franco con tan solo 20 años. Francia se convirtió en su país de adopción. Allí acabó sus estudios de Derecho y Economía y se doctoró en Sociología por la Universidad de París en 1967. Ha publicado 21 libros entre los que destaca la monumental triología La Era de la Información: Economía, Sociedad y Cultura (1996 -2000), que ha sido traducida a 18 idiomas. Esta obra causó un gran impacto en el mundo académico y, por extensión, también en el político. En sus 1.500 páginas establecía la primera cartografía global de los nuevos tiempos, una sociedad que galopa a través de las nuevas tecnologías hacia un proceso de globalización irreversible. Suyos son también títulos como La cuestión urbana (1976), Crisis urbana y cambio social (1981), La ciudad y las masas. Sociología de los movimientos sociales urbanos (1986), La ciudad informacional (1989), Tecnópolis del mundo: la formación de los complejos industriales del siglo XXI (1994), La sociedad red (1996) o Local y global: la gestión de las ciudades en la era de la información (1997). Por el momento Castells vive en Berkeley con su esposa, Emma Kiselyova. Tienen dos hijas y tres nietos a los que no conocemos pero seguramente lo llevan de orgullo.

*Jordi Borja nació en 1941 en Barcelona. Es geógrafourbanista.y consultor internacional y profesor universitario. También es Director de Urban Technology Consulting S.L. Estudió Derecho y Ciencias Políticas (Barcelona -Madrid, Licenciado). Sociología (París, licenciado) Geografía (París, licenciado) Urbanismo (París, master). Sus publicaciones más recientes son: La ciudad conquistada. Alianza Editorial, Madrid 2003; El urbanismo de las ciudades españolas. Una visión crítica. (editor con Z. Muxí), UPC Barcelona; LŽurbanistica per le città dellŽAmerica Latina en La città inclusiva, ed. Marcello Balbo, Franco Angeli, Milano y Ciudadanía europea.,con la colaboración de M. Àngels Espuny, Valerie Peugeot, y Genevieve Dourthe Serra.
Referencias bibliográficas
(1). Carlos Alonso Zaldívar y Manuel Castells (1992) “España, fin de siglo”, Madrid: Alianza Editorial 1992.
(2). G. Papademetriou y P. Martín (eds) (1991) “The unsettled relationship: labor migration and economic development”, Wetsport: Greenwood Press. UNDIESA (United Nations Department for International Economic and Social Affairs) (1991) “World Urbanization Prospects: Estimates and Projections or urban and rural populations and of urban agglomerations”, Nueva York: United Nations. John Kasarda y Allan Parnell (eds) (1993) “Third World Cities: Problems, Policies and Prospects”, Londres: Sage Publications.
(3). Findley, 1993. En Kasarda y Parnell, op. cit.
(4). Duncan Campbell “Foreign investment, labor immobility and the quality of employment”, International Labour Review, 2, 1994.
(5). Sharon Stanton Rusell y otros “International Migration and Development in Subsaharan Africa”, World Bank Discussion Papers 101-102, Washington DC: World Bank, 1990.
(6).Peter Stalker (1994) “The work of strangers. A survey of international labour migration”, Ginebra: International Labour Office.
(7). Peter Stalker, op. cit.
(8). Ed Blakely y William Goldsmith (1992) “Separate societies”, Philadelphia: Temple University Press.
(9). Robert Bullard, Eugene Gribsby y Charles Lee (1994) “Residential apartheid: the American Legacy”, Los Ángeles: UCLA Center for Afro-American Studies..
(10). Ruth Peterson y Lauren Krivo (1993) “Racial Segregation and black urban homicide”, en “Social Forces”, 71.
(11). Neuma Aguiar “Río de Janeiro plural: um guia para politicas sociais por genero e raça”, Río de Janeiro: IUPERJ, 1994.
(12). Trevor Jones (1993) “Britain’s Ethnic Minorities”, Londres: Policy Studies Institute.
(13). Consejo de Europa (1993) “Europe 1990-2000: Multiculturalism in the city, the integration of immigrants” Estrasburgo, Studies and Texts, n 25, Consejo de Europa, 1993.
(14.) Consejo de Europa, op. cit.
(15.) Sidney Goldstein (1993), en Kasarda y Parnell, op. cit.
Linda Wong (1994) “China’s urban migranst-the public policy challenge”, in “Pacific Affairs”, v. 67. n3, otoo.
(16).Linda Wong, op. cit.
(17). Richard Kirkby (1985) “Urbanization in China”, Londres: Oxford University Press.
(18). Lincoln Day y Ma Xia (eds,) “Migration and Urbanization in China”, Armonk, Nueva York: M.E. Sharpe, 1994.
(19). Sidney Goldstein (1993), en Kasarda y Parnell, op. cit.
(20). Lincoln Day y Ma Xia, op. cit.
(21). Corner, 1994.
(22). Martinotti, G. “Metropoli. La nuova morfologia sociale della citt”. Il Mulino, Bologna, 1993.
(23). Consejo de Europa, op. cit.
(24). Aleksandra Alund y Carl-Ulrik Schierup (1991) “Paradoxes of multiculturalism”, Aldershot: Avebury.

Poder, sociedad y economía en Manuel Castells, 1983‑2003: Estudio sistemático de una relación

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Poder, sociedad y economía en Manuel Castells, 1983‑2003: Estudio ...


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de E Torres - ‎2013 - ‎Citado por 1 - ‎Artículos relacionados
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Power, Society and Economy in Manuel Castells, 1983‑2003: A Systematic Study of a Relationship
Pouvoir, société et économie chez Manuel Castells, 1983‑2003: Étude systématique d’une relation
Esteban Torres
p. 43-70


La visión sociológica del poder de Manuel Castells adquiere popularidad planetaria a fines de la década de los 90 pero comienza a edificarse a principios de los 80, a partir de su abandono del marxismo. En el presente trabajo nos ocupamos de analizar al detalle el modo en que nuestro autor conceptualiza el poder en el periodo 1983‑2003 en relación con su noción abstracta y multidimensional de sociedad, así como la forma en que tal categoría se vincula con el concepto de relaciones de producción, que sintetiza buena parte de su pensamiento económico. La investigación permite descubrir, entre otros aspectos, la táctica de apropiación que pone en marcha Castells en relación a la teoría del poder de Karl Marx, así como el apego de nuestro autor a una visión del poder muy emparentada con los reduccionismos más sensibles de las doctrinas liberales.
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1. Introducción

1Saber o suponer que la noción de poder en la teoría social clásica y contemporánea siempre se conceptualiza en algún punto en relación a la noción de sociedad no equivale a constatar en todos los casos que poder y sociedad tienden a definirse explícitamente en un mismo conjunto formal. Ahora bien, esto último ocurre efectivamente en los textos sociológicos de Manuel Castells entre 1983 y 2003. En tal periodo nuestro autor explicita su definición de poder, así como el alcance del mismo, principalmente al momento de diseñar en términos teóricos su concepto más abstracto de sociedad, que en la práctica equivale a su noción de estructura social. En tal periodo, ya despojado casi totalmente de su ropaje marxista, la sociedad, en el nuevo sentido que le adjudica nuestro autor, se proyecta como una forma multidimensional estructurada a partir de una serie de relaciones particulares, siendo las relaciones de poder una de ellas. Luego de 2003 su concepto de sociedad no se desarrolla teóricamente de un modo tan estructurado y sistemático, y su noción de poder adopta una forma más extendida, en apariencia ya no restringida a una forma relacional particular. La forma conceptual que se instituye entre 1983 y 2003, como es de esperar de un trabajo sociológico emparentado con la interpretación de procesos sociohistóricos globales, se ve acompañada por el despliegue de un relato de acontecimientos empíricos, a partir del cual se adjudica importancia a una serie de fenómenos políticos, económicos y culturales concretos, que en principio serían los factores precipitantes de las reformas conceptuales. De cualquier modo, lejos de resultar una ecuación sencilla en el caso de Castells, la relación entre teoría y “realidad empírica” se presenta embebida de opacidades y distancias diversas, de las cuales no nos ocuparemos en el presente trabajo. Aquí proponemos analizar al detalle el modo en que Castells expone su concepto de poder en relación con su noción de sociedad en el periodo mencionado, así como la forma sorprendente en que aquella categoría se vincula con una de las relaciones sociales restantes de la estructura social multidimensional que define nuestro autor, y que a nuestro entender, dada la forma intempestiva en que interpela su pasado marxista, resulta de lo más gravitante: hablamos de las relaciones de producción. A partir de la investigación en curso buscamos desentrañar la lógica de teorización y la apuesta normativa parcialmente ocultada por Castells al reflexionar sobre el vínculo entre el poder y los procesos de constitución social. En tal dirección, el estudio permite descubrir, entre otros aspectos, la táctica de apropiación que pone en marcha Castells en relación a las ideas económicas y políticas de Karl Marx, y más en concreto respecto a la visión del poder de este último, así como el apego inesperado a ciertos esquematismos sobre el poder social, propios de la tradición teórica del liberalismo, en su vertiente igualmente económica y política. Retomando el encuadre de nuestro análisis, vale la pena señalar que el presente estudio se ocupa muy especialmente, siempre observado desde el concepto de poder, de la interrogación de la lógica de articulación que ensambla las diferentes dimensiones sociales que conforman la morfología social general diseñada por Castells. Tal recorrido permitirá desnudar, junto con los elementos mencionados, los alcances de dicho concepto en el periodo en cuestión, su extensión y abarcabilidad, lo cual también implica reconocer en qué medida el poder imaginado por el sociólogo español adquiere o no una naturaleza ontológica, transformándose en un componente inherente de toda relación social. Entendemos que el presente estudio adquiere una validez añadida desde el momento que Manuel Castells se convierte en uno de los teóricos sociales más influyentes en América Latina, Europa y el mundo entero, y sus ideas son muchas veces seguidas con elevado entusiasmo por una pléyade de actores sociales identificados con proyectos políticos de izquierda.
2Organizamos la estructura de contenidos del artículo en cinco apartados: en un primer momento nos ocupamos de presentar, de un modo muy breve, aquellas tendencias sociohistóricas que reconoce Manuel Castells como elementos gravitantes del periodo, y que entendemos, tal como insinuamos arriba, que inciden en cierto grado en la propuesta conceptual del autor. En segundo lugar, ingresando en el cuerpo principal del estudio, nos ocupamos de analizar el modo en que Castells expone su concepto de poder en relación con su noción de sociedad. Luego, en tercer lugar, nos detenemos en la forma en que nuestro autor define el poder o las relaciones de poder, analizando al detalle los elementos centrales involucrados en su definición. En cuarto lugar, nos dedicamos a estudiar con cierta precisión el vínculo que fija el mencionado concepto de poder con las relaciones de producción, lo cual nos conduce directamente a un diálogo con Marx. Finalmente, en quinto y último lugar, ofrecemos algunas reflexiones a modo de conclusión, que proyectan la investigación algo más allá de sus objetivos específicos.

2. Las referencias sociohistóricas: breveracconto

  • 1  Estas dos últimas son expresiones de principios de los 80, más ancladas en la realidad de fines de (...)
3El discurso empírico más determinante de Manuel Castells adopta la forma de un discurso de tendencias sociohistóricas generales, o dicho de otro modo, de macrotendencias. En este caso rescatamos aquellos trazos discursivos que entendemos que potencialmente pueden enmarcar los conceptos de sociedad y de poder, así como, al interior del primero, la propia dimensión de las relaciones de producción. Por tal motivo nos ocupamos de mencionar exclusivamente las tendencias políticas y económicas que señala Castells a lo largo de casi todo el periodo, dejando de lado las restantes dimensiones. Vamos por pasos. En la década del 80, en el plano político, nuestro autor registra cuatro procesos sociohistóricos principales. El más referenciado es la crisis y redefinición del rol del Estado, que conlleva el paso del papel redistributivo a la creación de poder o bien del Estado de bienestar al Estado de guerra (Castells, 1986a; 1986b; 1988a; 1988c; 1995a [1989]; Castells y Henderson, 1987) que se sucede luego del reconocimiento de la presencia central del Estado en todos los ámbitos de la vida social (Castells, 1981a; 1983), a principios de la década. En estrecha vinculación con la primera y la segunda tendencia señalada, Castells alude a la crisis de dominación del Estado del capitalismo avanzado (Castells, 1981a; 1981b) así como a la crisis de hegemonía de la burguesía monopolista y la crisis de dominación con respecto a las clases populares (ibídem).1 En el plano económico, nuestro autor destaca principalmente dos procesos característicos de la década de los 80: la internacionalización del capital y la expansión de las corporaciones multinacionales (Castells, 1981a; 1983; 1986a; 1987 [1981]; 1988a; 1988b; 1988c; 1995a [1989]), y luego la transformación de las relaciones de poder entre capital y trabajo a favor del primero (Castells y Henderson, 1987; Castells, 1988a; 1988c; 1995a [1989]; Castells y Portes, 1989). Respecto al ámbito político de la década del 90, Castells tiende a reconocer cuatro tendencias generales: la incapacidad del sistema comunista de asimilar la nueva revolución tecnológica, con la consiguiente desintegración del estatismo (Castells, 1992; 1996a; 2001 [1998]; 2003 [1997]; Castells y Kiselyova, 1995), el debilitamiento del poder del Estado‑nación y la crisis de soberanía (Castells, 1996b; 1998b; 1999a; 2001 [1998]; 2003 [1997]), la crisis de legitimidad del Estado‑nación y del Estado de bienestar –en relación con la anterior– (Castells, 1996a; 1999b; 2001 [1998]; 2003 [1997]), y luego, como un registro más diferenciado, la absorción de la política en el espacio mediático (Castells, 1996b; 1996c; 2003 [1997]; Castells y Borja, 2004 [1997]). A su vez, Castells caracteriza la década del 90 ofreciendo una batería referencias económicas. En un primer nivel nuestro autor registra tres tendencias económicas principales, siendo las dos primeras las más sobresalientes: la individualización y flexibilización del trabajo, y con ello la desintegración de los trabajadores como colectivo (Castells, 1996a; 1998a; 1999a; Castells y Borja, 2004; Castells y Carnoy, 1997; Castells y Kiselyova, 1998), la globalización de la economía (Castells, 1993; 1996a; 1998b; 1999a; 2001; 2003; Castells y Hall, 2001 [1974]; Castells y Borja, 2004 [1997]; Castells y Carnoy, 1997) y luego la organización en red y descentralización de las empresas (Castells, 1996a; Castells y Gamella, 1991; Castells y Borja, 2004 [1997]; Castells y Carnoy, 1997; Castells y Kiselyova, 1998). De la exposición de las tendencias señaladas podemos extraer una primera hipótesis, que en cierto modo se adelanta a los descubrimientos centrales de nuestra investigación: diremos que mientras la mayoría de las tendencias políticas exhibidas, centradas en gran medida en el devenir del Estado, pueden corresponder con la reformulación conceptual de la noción de poder que propone Castells, una proporción importante de las tendencias económicas mencionadas parecen no coincidir con el modo en que el sociólogo español conceptualiza, en el plano abstracto que estudiamos, el vínculo entre el poder y las relaciones de producción. De todos modos, rara vez se puede observar una conexión directa, un punto de encuentro efectivo, entre los planos de las referencias empíricas y el nivel de abstracción en que se sitúa nuestro problema de investigación. Si bien la distancia que aísla un plano del otro abre el juego a múltiples especulaciones, aquí simplemente nos interesa remarcar, como problema para la investigación sociológica, la autonomía relativa que adopta el plano teórico respecto al nivel más empírico, al menos en la obra de Manuel Castells. Es menester señalar que el discurso empírico que aquí reproducimos busca en primera instancia ofrecer un enmarque contextual, a sabiendas que se conecta sólo eventualmente y en algunos puntos muy concretos con el análisis que se abre a continuación.

3. Estructura social y poder

  • 2  Los libros a los que hacemos referencia son La ciudad y las masas: sociología de los movimientos s (...)
  • 3  Traducción propia del inglés.
  • 4  En rigor de verdad, la última vez que logramos registrar en la obra de Castells una definición de(...)
4Tal como ya indicamos, Castells explicita su definición de poder al presentar la morfología de la sociedad como un postulado teórico general. En la introducción mencionamos también que la sociedad, en los términos de nuestro autor, se concibe como una forma multidimensional estructurada a partir de una serie de relaciones generales, siendo las relaciones de poder una de ellas. A lo largo del periodo señalado tal conceptualización se registra exclusivamente en cuatro textos importantes del autor: tres libros centrales, publicados en sus primeras ediciones en los años 1983, 1989 y 1996 respectivamente, y luego un artículo científico de 2000.2 La estructura general de relaciones sociales imaginada por Manuel Castells adquiere tres formas diferentes a lo largo del periodo: relaciones de producción, experiencia y poder (Castells, 1983: 411); relaciones de producción, experiencia y poder, a las que se agrega en segunda instancia la comunicación simbólica (Castells, 1995a [1989]: 30‑31; 1996a: 44‑45); y finalmente relaciones de producción/consumo, experiencia, poder y cultura, a las que se agrega en segunda instancia la tecnología3 (Castells, 2000: 7‑8).4 Registramos rápidamente que las relaciones de producción, experiencia y poder se hacen presentes en todos los casos, que las relaciones de comunicación simbólica (traducidos en algunos casos como cultura) se incorporan de forma secundaria a la definición general de la estructura social a partir de 1989, y finalmente que el consumo económico, la cultura y la tecnología se incorporan en su última versión del año 2000, las dos primeras al mismo nivel que las demás, y la última en una segunda instancia. Ello no significa que la reflexión sobre la comunicación, la cultura y la tecnología como elementos constitutivos de los procesos sociales imaginados por Castells se circunscriban a los textos de las definiciones mencionadas. Más bien, lo que aquí tratamos de señalar es su modo de aparición en la arquitectura general del concepto de estructura social que postula el autor.
5El primer texto de Castells que propone distinguir entre producción, experiencia y poder es La ciudad y las masas, libro que inaugura el periodo en estudioCitamos en extenso el pasaje contenido en tal material para que el lector logre dimensionar la estructura de presentación de la idea general, así como el marco de aparición de la definición de poder:
Con todo, sabemos bastante como para poder afirmar que todos los procesos humanos parecen estar determinados por relaciones de producción, experiencia y poder. La producción es la acción de la humanidad sobre la naturaleza (esto es, sobre la materia y la energía) para transformarla en beneficio del ser humano obteniendo un producto, consumiendo parte de él (de una manera desigualmente distribuida) y acumulando el excedente para una futura inversión, según objetivos socialmente determinados. Experiencia es la acción de los seres humanos sobre si mismo dentro de la multidimensionalidad de su entidad biológica y cultural. Poder es el resultado de las relaciones entre los seres humanos sobre la base de la producción y de la experiencia. Con arreglo a esta base, los seres humanos establecen entre ellos relaciones de poder que crean y organizan las sociedades.
  • 5  “La teoría psicoanalítica (Freud) descubre el papel crucial que desempeñan las relaciones entre lo (...)
  • 6  “Fue ésta la gran aportación teórica de Marx y Engels a la historia del conocimiento humano” (pié (...)
  • 7  “En este caso, Max Weber es el padre fundador de nuestra comprensión del papel autónomo y crucial (...)
Por lo tanto, la historia y la sociedad (a las que realmente se llega a través del mismo proceso) se forman mediante una articulación de la experiencia, la producción y el poder. En las sociedades conocidas, la experiencia está básicamente estructurada en torno a relaciones entre los sexos5 (en las que el masculino domina al femenino); la producción está organizada en relaciones de clases (en que los no productores se apropian del excedente de los productores6); y el poder está fundado en el Estado (el monopolio institucionalizado de la violencia asegura la dominación de los detentadores del poder sobre sus súbditos7). (Castells, 1983: 411)
6Las restantes definiciones básicamente reproducen la misma forma de presentación general. Las principales variaciones se producen a partir del agregado de nuevas dimensiones en la estructura social, tal como comentamos arriba, y luego al interior de cada dimensión. Aquí ofrecemos una primera reflexión general sobre las articulaciones que establece Castells entre el poder y las restantes dimensiones de la estructura social. Para iniciar este punto volvamos sobre la cita que introducimos. La primera definición general de estructura social es la única que incorpora la referencia a las fuentes teóricas, en este caso clásicas, empleadas para apuntalar cada una de sus dimensiones: Marx en las relaciones de producción, Freud en las relaciones de experiencia y Weber en las relaciones de poder. Ello nos permite concluir que desde 1989 hasta el año 2000 Castells omite la referencia a dichos autores al presentar su concepto de estructura social.
  • 8  En La cuestión urbana, primer libro importante de Castells, publicado en 1972, nuestro autor, marx (...)
  • 9  El concepto de poder en la obra de Weber adquiere, en su acepción dominante, una forma notablement (...)
7En líneas generales, la distinción que propone nuestro autor entre producción, experiencia y poder tiende a profundizar el proceso de retraimiento del concepto de poder, ya presente en 1967, fecha de publicación de sus primeros trabajos científicos, y que conserva en términos semejantes hasta 1982, momento en que abandona su perspectiva marxista. En aquel periodo inicial Castells circunscribía su definición de poder al campo de lo político/la política desde un análisis de clases determinado en última instancia por lo económico (ver en especial Castells, 1976 [1969]: 148; 2004b: 289, 309). Las dimensiones que luego agrega nuestro autor no trastocan dicho proceso. Ahora bien, ¿en qué sentido decimos que profundiza el retraimiento del poder? En primer lugar, porque a diferencia del periodo anterior a partir de 1983 Castells destruye en un nivel general toda relación entre política‑Estado y economía, apelando a una doble circunscripción: de la noción de clase social al ámbito exclusivo de una economía no política, y luego de las relaciones de poder al ámbito del aparato represivo del Estado. Más adelante veremos que al señalar que la producción está estructurada en relaciones de clase (y no, en principio, en poderes de clase, como ocurría en la primera etapa) y que el poder está fundado en el Estado, Castells sustrae el poder de lo económico –y de la experiencia y lo circunscribe a lo político‑estatal. Esta es una de las operaciones teóricas centrales de Castells en el presente periodo. Como luego analizamos, ello se conseguirá al precio de una tergiversación sustancial de las teorías de Marx y de Weber, adoptadas de una forma llamativamente acrítica para recrear sus nociones generales de economía, política y Estado. Ahora bien, la explicación no es tan sencilla como aquí se presenta, ya que tal concepto restringido de poder entra en relación con otras nociones centrales en las demás dimensiones, que conforman la familia conceptual del primero. Castells decide retraer el concepto de poder al mismo tiempo que proyecta, revigoriza o apuntala, en segunda línea, dos nuevos términos al interior de la economía y de la experiencia: el de apropiación en relación a la primera y el de dominio o dominación en relación a la segundaVemos entonces que al mismo tiempo que visibiliza y jerarquiza una visión retraída del concepto de poder, en consonancia con cierto liberalismo político y económico, limita y explicita dos conceptos estructurales de la historia del pensamiento social y político y de la tradición marxista en particular, como son los de apropiación y dominación. Dicho esto, ¿qué objetivo principal persigue Castells con dicha maniobra teórica? Aquí proponemos una hipótesis que atraviesa parte de la investigación: se trataría en primera instancia de extraer el poder de las relaciones de producción, objetivo central del programa tradicional del liberalismo político que el autor atacaba abiertamente en sus textos de los años setenta.8 Luego, ¿en qué medida el concepto de dominación, y particularmente el de apropiación, se acoplan y subordinan en términos funcionales a los intereses que acompañan la conceptualización del poder? ¿Es la definición de poder un principio rector de las demás? Si bien las evidencias son insuficientes, podríamos suponer que Castells persigue dos objetivos simultáneos y complementarios; uno político y otro conceptual. La meta política podría ser la de cosechar los aplausos de los sectores liberales. Ello se lograría a partir del simple registro en el plano explícito del carácter restringido del poder. En cambio, en el plano del funcionamiento conceptual, en este caso subyacente, se trataría de lo contrario: de rentabilizar para la explicación social la ubicuidad del concepto de poder (propia de las perspectivas de Marx y de Weber,9 así como del marxismo de Poulantzas) a partir del empleo de las nociones de dominación y apropiación como sustitutos efectivos del poder, acoplado y subordinado al movimiento de éste último.
  • 10  A modo de ejemplo, tal supuesto básico es defendido por marxistas clásicos del siglo xx de la tall (...)
  • 11  Como es sabido, la centralidad de la noción de poder en la determinación de la racionalidad de la (...)
8Al mismo tiempo que explicita cierta relación de exterioridad entre el poder, la economía y la experiencia, Castells define el poder a partir de ellos. En todas las definiciones el poder se desarrolla sobre la base de la producción y la experiencia. En cambio, la producción y la experiencia no se definen a partir del poder. Siguiendo los registros explícitos del autor, ¿cómo se hace posible la construcción del poder exclusivamente a partir de un no‑poder? ¿Cómo es que se logra crear y desarrollar el poder represivo del Estado a partir del no‑poder de las relaciones sociales de producción y de la experiencia? Si no es el poder, ¿qué elementos, recursos, sustancias o energías de la producción y la experiencia hacen posible el advenimiento del poder como relación social? En un sentido opuesto a Castells, el propio Marx y algunos referentes de la tradición marxista concebían la noción socioeconómica de base como la materialización de un poder en primera instancia.10 Obviando el debate marxista y no marxista en torno al supuesto determinismo económico de Marx y al esquematismo de la relación base‑superestructura, podemos constatar que para el filósofo alemán todo lo social se edifica desde el poder o a partir del poder. El poder no emerge de la nada sino que atraviesa la racionalidad dialéctica del autor.11 En tal sentido podríamos decir que para Marx un poder se basa en otro poder, o dicho de otro modo, todo poder se constituye a partir del poder. En la cita de 1989, por única vez, Castells define el poder fundado “sobre la base del Estado”. En dicha referencia todas las dimensiones se expresan como bases del poder: la producción, la experiencia y el Estado. Al reconocer al Estado como base de poder, y al mismo tiempo igualar poder y Estado, Castells desata otra contradicción importante al interior de su definición de estructura social, ya que identifica la existencia de bases de poder con y sin poder. Finalmente, la disonancia principal estalla en el artículo mencionado del año 2000, al reconocer la existencia de cierto ejercicio del poder dentro de las organizaciones productivas o en los aparatos de experiencia:
  • 12  Traducción del inglés.
Fuera de la esfera directa del Estado, el ejercicio del poder dentro de las organizaciones de producción o en los aparatos de experiencia (como la familia) en última instancia se basó en la capacidad de dichos aparatos para convocar al estado (o los para‑Estados, como la Iglesia) para imponer violentamente las reglas dominantes sobre los sujetos difíciles de controlar. (Castells, 2000: 8)12
9Ahora bien, ¿qué implicancias conlleva esta evidencia para el dimensionamiento del poder en la estructura multidimensional que postula Castells? ¿Tira ésta por la borda su conceptualización anterior al año 2000, al descubrir de forma tardía la ubicuidad del poder, o más bien expresa, accidentalmente o no, una concepción del poder deliberadamente reprimida en las definiciones anteriores? Por ahora sólo podemos señalar que los límites del poder, tal como son fijados en su definición de estructura social, entran en contradicción.
10Por otra parte, constatamos que mientras Castells se refiere a las relacionesde producción, experiencia y poder al inicio de todas las definiciones, al momento de precisar cada elemento define a las primeras dos como accionesy sólo al poder como relación. ¿A qué se debe tal diferenciación? ¿Es la producción y la experiencia acción y relación al mismo tiempo y en la misma importancia? ¿Es igualmente el poder un tipo específico de acción? ¿Qué diferencia habría (si es que la hay) entre el poder como relación humana basada en la producción y la experiencia, y directamente un poder económico y un poder cultural? Estas preguntas no encontrarán respuestas aquí. La única excepción a dicha combinatoria proviene de la última definición, correspondiente al año 2000, donde Castells precisa el poder como acción, igualándolo con el resto de las dimensiones, y recuperando con ello cierta coherencia conceptual.
11En todos los postulados mencionados podemos observar que mientras la producción se organiza en relaciones de clase y la experiencia se estructuraen, alrededor de o en torno a relaciones de género/sexo, el poder se fundamenta en el Estado. Dado que las expresiones de organización y estructura aquí operan prácticamente como sinónimo, la diferencia de registro se establece con la definición de poder: ¿Por qué solo el poder “se fundamenta”? ¿Que implicancias tiene este uso diferencial de expresiones como las de organización / estructura para las primeras, y de fundamento para el poder? Por el momento dejamos abiertos tales interrogantes.
12El último aspecto que quisiéramos rescatar en este punto tiene que ver con el orden de mención de las respectivas dimensiones. Si bien resulta complicado partir del supuesto que aquello que se menciona primero tiene mayor valor en algún sentido, reconocemos que la distribución de los lugares obedece a una lógica siempre provista de significado. Prácticamente en todos los casos Castells menciona y luego describe primero a la producción, luego en la mayoría las relaciones de experiencia secundan a la producción, y finalmente, en la mayoría de las citas, las relaciones de poder se mencionan y definen en último lugar. ¿De qué forma se compatibiliza esta tercera ubicación del poder con la inscripción diferencial de éste en el registro privilegiado de los fundamentos, al que hacíamos alusión arriba? Aún reconociendo que se contraponen criterios de adjudicación de importancia respecto al poder, no es sencillo obtener una hipótesis de ello. ¿Subordina nuestro autor el poder político a la economía? Los próximos apartados nos aproximarán a la respuesta.

4. La reducción político‑estatal del poder

  • 13  A partir de 1996, en el primer tomo de La era de la información, Castells dialoga directa e indire (...)
13Nos ocupamos en este punto de dos aspectos de la formulación mencionada del poder de Castells que se encuentran estrechamente interrelacionados: de la forma eventualmente reduccionista que asume el poder en relación a la estructura social, y luego de la relación del primero con la política. Dejaremos para futuros trabajos la apropiación específica que efectúa nuestro autor de las ideas de Weber. En las definiciones de Castells de 1983 y 1989 prima lo que hemos llamado –a falta de una expresión mejor– una reducción político‑estatal del poder. En las versiones del año 1996 y 2000 ingresan nuevos elementos, favoreciendo una visión del poder no circunscrita totalmente al Estado, que se concreta principalmente a partir de una apropiación muy particular del trabajo de Michel Foucault.13 En cualquier caso, consideramos que estos dos últimos casos no llegan a subvertir la fórmula anterior, principalmente porque la clave weberiana de Castells permanece estable. En principio, nuestro autor circunscribe el poder durante este segundo periodo a tres formas diferentes:
  • El poder exclusivamente fundado o fundamentado en el monopolio de la violencia del Estado o sobre la base del Estado (Castells, 1983: 411; 1995a [1989]: 30‑31).
  • El poder fundamentado en el monopolio de la violencia del Estado, y luego completado con cierto proceso microfísico, a partir de su apropiación de Foucault (Castells, 1996a: 44‑45).
  • El poder fundamentado en la capacidad de ejercitar la violencia, cuya expresión principal (aunque no única) es el monopolio de la violencia física del Estado (Castells, 2000: 7‑8).
14La única contraposición a estas percepciones del poder, por cierto bastante importante, se sitúa en La ciudad y las masas, unas páginas anteriores a la referencia ya indicada. En continuidad con su posicionamiento anterior a 1982 (aunque no con su perspectiva clasista) aquí Castells defiende un concepto de poder centrado en la acción y la perspectiva de ciertos movimientos sociales, contra el Estado‑nación. Pareciera que el poder se fundamenta en la capacidad política de dichos movimientos:
El poder se refiere a la reacción contra formas cada vez más burocráticas y al estilo autoritario de un Estado cada vez más centralizado. Los vecinos apelan a la democracia contra la imposición política de los intereses socialmente dominantes. Para oponerse a la centralización y al aislamiento de las autoridades públicas, reclaman el gobierno local, la autonomía y la participación ciudadana… (Castells, 1983: 383)
15Atenderemos a los detalles de esta definición en otro momento. Aquí sólo pretendemos señalar la coexistencia de dos definiciones contrapuestas de poder al interior del mismo libro. A partir de allí acontece una ruptura significante que permite una transición del poder desde los movimientos sociales al Estado. El cambio no es sólo de conceptos sino de perspectiva. Ahora bien, cerremos el paréntesis aquí y volvamos a las definiciones indicadas arriba.
  • 14  Entre 1983 y 2003, descendiendo a un segundo nivel de concreción de su concepto de relación de pro (...)
16¿Por qué decimos que el poder se somete en los primeros casos a unareducción político‑estatal? Por un lado, tal como se registra en 1983 y 1989, las definiciones no expresan una reducción exclusivamente estatal, ya que el Estado podría potencialmente asumir una lógica y una forma económica y/o cultural, alcance que Castells no le asigna en este nivel.14 Por el otro, éstas tampoco podrían concebirse como una reducción exclusivamente política, ya que la política no necesariamente se restringe al Estado. Por lo tanto, la definición abarca menos que el Estado como un todo y nuevamente menos que la política en sentido amplio. Pareciera que Castells cae en la opción que Poulantzas rechaza en términos críticos:
En ese sentido, ya puede eliminarse una tentativa de salir del dilema ideológico planteado arriba, que implicaría no obstante, la misma. Esta consistiría en negar las relaciones de poder al nivel de las relaciones de producción, a cambio de introducirlas en los otros niveles de la estructura, por ejemplo en el nivel político. (Poulantzas, 1979a [1968]: 120‑121)
  • 15  En La ciudad y las masas, al momento de presentar las dimensiones del proceso social desde la pers (...)
17El último aspecto mencionado atañe al vínculo que propone nuestro autor entre poder y política. Exceptuando otra referencia de 1983,15 en ninguna de las definiciones de poder Castells emplea la noción de política. Ello no descarta la posibilidad de definir aquel como tal, al menos en las dos primeras definiciones. La política no sólo se ausenta de la definición del poder sino de todas las relaciones contempladas en las diferentes nociones de estructura social. Ello contrasta, en primer lugar, con su periodo marxista, en el cual el poder se inscribía en primera instancia en el marco general de la relación entre la política y lo político, tal como ya comentamos. En segundo lugar, dicha ausencia resulta llamativa si tomamos en cuenta que las dimensiones de la estructura social que traza Castells se ajustan o bien se asemejan a la compartimentación clásica entre economía, política y cultura (o ideología), propias de la tradición sociológica y marxista. Consideramos que en este marco resultaría por demás acertado el empleo de la noción de política para representar la relación propuesta entre poder y Estado en las primeras dos definiciones. Pero, ¿por qué Castells omite el concepto de política al definir la morfología social, y luego al concebir la relación entre poder y Estado? ¿Está simplemente anunciando el fin de la política? En cualquier caso, la no explicitación del vínculo del poder o de cierto poder con la política se convierte en un rasgo permanente de la conceptualización del poder del autor en el periodo considerado.

5. El poder y las relaciones de producción

18Tal como anunciamos en la introducción, el vínculo que propone Castells entre las dimensiones del poder y de la producción representa uno de sus aspectos más sensibles y determinantes de su visión del poder. Resulta conveniente precisar, en primer lugar, algunos elementos de la noción de producción que presenta nuestro autor, y que consideramos significativos para poder establecer una relación con su definición del poder. Por lo pronto, constatamos que la definición de producción adquiere una forma prototípica al interior del marco en cuestión. Para ilustrar al lector citamos aquí la primera de las definiciones, correspondiente a La ciudad y las masas:
  • 16  “Fue ésta la gran aportación teórica de Marx y Engels a la historia del conocimiento humano” (pié (...)
La producción es la acción de la humanidad sobre la naturaleza (esto es, sobre la materia y la energía) para transformarla en beneficio del ser humano obteniendo un producto, consumiendo parte de él (de una manera desigualmente distribuida) y acumulando el excedente para una futura inversión, según objetivos socialmente determinados… la producción está organizada en relaciones de clases (en que los no productores se apropian del excedente de los productores).16 (Castells, 1983: 411)
19En las diferentes definiciones de estructura social la producción se concibe para Castells como acción de la humanidad o del ser humano sobre la naturaleza o la materia (Castells, 1983: 411; 1995a [1989]: 30‑31; 1996a: 44‑45; 2000: 7‑8)En 1983 esta acción específica se efectúa con arreglo a fines, mientras que luego adopta una forma más compleja. De cualquier modo nuestro autor concibe la producción contemplando variaciones respecto a sus metas. En la primera modalidad la producción es una acción para la transformación de la materia o la naturaleza en beneficio del ser humano (Castells, 1983: 411), mientras que en la segunda es una acción para la apropiación y la transformación de la materia y la naturaleza en beneficio del ser humano (Castells, 1995a [1989]: 30‑31; 1996a: 44‑45; 2000: 7‑8). En esta última versión antepone la noción de apropiación a la de transformación, determinando un proceso en dos secuencias. Por otra parte, la producción se organiza para el sociólogo español exclusivamente en relaciones de clase.Dicha visión clasista se mantiene en todas las definiciones. Como ya indicamos anteriormente, en la concepción renovada de Castells las relaciones de clase en ningún caso trascienden la dimensión económica de la estructura social.Para nuestro autor la apropiación del excedente deviene en el aspecto crítico o quizás el fundamento de las relaciones de clase. Si bien dicha apropiación se presenta en todas las definiciones, se convierte en su elemento excluyente en las dos primeras (Castells, 1983: 411; 1995a [1989]: 30‑31). Lo que sí varía de forma considerable en las diferentes definiciones son los actores que Castells involucra en el proceso de apropiación del excedente, así como la forma de hacer mención a ellos. Según sea el texto considerado estos son:
  • no productores – productores (Castells, 1983: 411);
  • sector improductivo – sector productivo (Castells, 1995a [1989]: 30‑31);
  • posición de ciertos sujetos humanos en el proceso de producción (Castells, 1996a: 44‑45; 2000: 7‑8).
20Constatamos que a partir de la referencia de 1996 Castells abandona la terminología marxiana empleada para la denominación de cada actor interviniente, así como para registrar las relaciones de oposición entre clases (productores – no productores; sector improductivo – sector productivo). De ser considerados como “no productores” o “sector improductivo”, los actores apropiadores del excedente pasan a concebirse como sujetos humanos en cierta posición socioeconómica. El conjunto de las consideraciones efectuadas hasta aquí nos interesan en la medida que aportan al esclarecimiento de la relación entre poder y producción.
21Por otro parte, resulta llamativo que las definiciones de poder agrupadas entre 1983 y 1996 se definen antes por su relación con otras dimensiones, en primera instancia con la producción, que en relación a sí mismas. Ello plantea ciertos problemas que analizamos en el próximo apartado. En cualquier caso, el vínculo del poder con la producción al interior del postulado societal de Castells se presenta del siguiente modo:
  • “Poder es el resultado de las relaciones entre los seres humanos sobre la base de la producción y de la experiencia…” (Castells, 1983: 411);
  • “El poder es esa relación entre los seres humanos que sobre la base de la producción y la experiencia…” (Castells, 1995a [1989]: 30‑31);
    • 17  Las cursivas son nuestras.
    “El poder es la relación entre los sujetos humanos que, basándose en la producción y la experiencia…” (Castells, 1996a: 44‑45).17
22Atendiendo a tales definiciones podemos afirmar que la producción es una base del poder, y más aún, que es la base principal del poder. Ahora bien, ¿ello qué significa exactamente? ¿Qué relación establece entre poder y producción? Ensayemos algunas respuestas, tomando en consideración el conjunto de los elementos presentados. Respecto al concepto de producción podemos observar que Castells omite toda referencia al poder: Por ejemplo, habla de relaciones de clase y de apropiación de excedente, pero no de relaciones de poder de clase, como sí sucede en los trabajos de su periodo marxista. La omisión de la noción de poder al momento de conceptualizar el proceso de producción es aún más significativa en la definición de 1989, ya que luego de presentar su noción multidimensional de estructura social Castells reconoce que sus intereses de investigación se concentran en particular en el mundo de la producción:
Todas estas instancias de la sociedad interaccionan unas con otras enmarcando así los fenómenos sociales; no obstante, dado el particular interés de investigación en este trabajo sobre la relación entre cambio tecnológico y reestructuración económica, el esfuerzo de definición teórica se concentrará en la estructura y la lógica del proceso de producción. (Castells, 1995a [1989]: 31)
23En ningún caso queda del todo explicitado que el poder opera o se ejerce enlas relaciones de producción. Para Castells, éste se ejerce más bien a partir de ellas, y por tanto no se puede hablar de relaciones de poder en la producción. Tal constatación nos permite afirmar que en el plano explícito de su teoría nuestro autor sustrae el poder de la producción. Especulando a partir de los términos empleados por el autor, ¿qué diferencia habría (si es que la hay) entre el poder entendido como relación humana basada en la producción y cierto poder económico? En función de lo señalado, podríamos afirmar que Castells propone a nivel general una relación de exterioridad entre poder y economía, que como señalamos en el punto anterior acuerda con el programa ideológico y de investigación del liberalismo económico. La única excepción a ello es la mención al ejercicio del poder en las organizaciones económicas, en la definición de 2000, afirmación que no llega a trastocar los lineamientos generales de las relaciones de poder como dimensión específica de la estructura social, ni siquiera los expuestos por el autor en dicho texto. La contradicción que plantea este último pasaje respecto a las restantes referencias es muy evidente, aunque no así los alcances de la misma.

El fantasma de Marx

24En la definición de 1983, por única vez, Castells reconoce en Marx la fuente teórica de su perspectiva económica o de la producción económica, y muy en especial del proceso de apropiación del excedente. Luego de señalar que la producción está organizada en relaciones de clases en la cual los no productores se apropian del excedente de los productores, señala a pié de página: “Fue ésta la gran aportación teórica de Marx y Engels a la historia del conocimiento humano” (Castells, 1983: 411). Mientras que a partir de allí toda mención a Marx desaparece de forma sorprendente de su esquemática social, Castells conserva las mismas categorías y conceptos marxianos para definir la dimensión económica de la estructura social. Ahora bien, al señalar que la apropiación del excedente en la relación social de producción es el aporte central de Marx, Castells efectúa un recorte llamativo sobre las categorías teóricas centrales de aquel. Por lo pronto, en primer lugar, fractura el vínculo que establece Marx entre apropiación y poder en las relaciones de producción. Tal operación se concreta a partir de una seguidilla de movimientos: el empleo de la noción marxiana de relación de producción y de apropiación del excedente, el reconocimiento de esta última como aporte capital de Marx, la distinción entre relaciones de producción y relaciones de poder (siendo estas últimas no económicas en los términos de Castells), y finalmente la extracción del concepto de poder de Marx conservando el de apropiación, que está inextricablemente unido al primero –como pocos– y que en la práctica es completamente indivisible de aquel. Por supuesto que tal maniobra teórica se edifica sobre una sustracción previa del pensamiento de Marx, más general, que ya comentamos: la separación entre poder y clase social, o entre poder y relaciones sociales de clase. Una vez constatados tales movimientos tectónicos, ¿cómo es posible conquistar o conservar cierta coherencia teórica?
25Es de saber común que la cuestión del poder en las relaciones de producción es un problema de primer orden en el conjunto de la obra de Marx a partir de sus Manuscritos económicos y filosóficos (2004 [1844]). A modo de ejemplo, y conservando un registro cronológico, podemos constar una multiplicidad de conceptos y de expresiones del filósofo y sociólogo alemán que dan cuenta de ello, algunos incluso definidos a partir de la noción de apropiación: el capital como poder de gobierno sobre el trabajo y el producto (ibidem: 66); el poder del capital y/o de la industria (Marx, 1980a [1849]: 78; 1990a [1867]: 38; 2004 [1844]: 13, 79); la riqueza como poder (propio / ajeno) (Marx, 2004: 90); el poder del modo de producción y relación (y la organización social correspondiente) (Marx y Engels, 1974 [1846]: 59); el poder de apropiación de productos sociales (Marx y Engels,1980 [1848]: 54); el poder de la clase (capitalista, obrera) o poder de clase (Marx, 1980a [1849]: 77); el poder natural del hombre como puesta en movimiento de las fuerzas naturales de su corporeidad (Marx, 1990a [1867]: 121); la inestabilidad y el desarrollo de los poderes colectivos del trabajo (ibidem: 179); el poder de la mercancía como una expresión combinada de enajenación y apropiación (1990b [1894]: 41); el poder autónomo de los productos (“en el capital, los productos se convierten en un poder autónomo frente al productor”) (ibidem: 102); el poder de las relaciones de producción (ibidem: 103). La lista podría extenderse de modo considerable. De este modo, en el periodo que estudiamos el Marx de Castells se asemeja demasiado al Marx “rousseanizado” que menciona críticamente Foucault:
Dar preeminencia al aparato de Estado, a la función de conservación, a la superestructura jurídica, es en definitiva “rousseanizar” a Marx. Es inscribirle en la teoría burguesa y jurídica del poder. No es sorprendente que esta concepción supuestamente marxista del poder como aparato de Estado, como instancia de conservación, como superestructura jurídica, se encuentre fundamentalmente en la socialdemocracia europea de finales del siglo xix, cuando el problema era justamente saber como hacer funcionar a Marx dentro del sistema jurídico que era el de la burguesía. (Foucault, 1999 [1976]: 242)
26Junto a Marx, es necesario esclarecer la posición de Castells respecto a Poulantzas. En primer lugar, podemos constatar que nuestro autor no sólo abandona en este periodo toda referencia al concepto de poder de Poulantzas, dominador indiscutible en su periodo marxista (de 1967 a 1982), sino que directamente se contrapone a los diferentes aspectos de la relación que el filósofo griego establece entre poder y economía, ya sea en Poder político y clases sociales (1979a [1968]), su primer trabajo importante, como en el clásico libro Estado, poder y socialismo, escrito y publicado exactamente una década después. Nos detendremos en el trabajo de Poulantzas, citando ciertos fragmentos de las obras mencionadas, ya que se trata de una referencia teórica que nunca desaparece en la obra de Castells, influyéndola de diferentes modos y en distintas intensidades. Entre los aspectos que éste decide ignorar de Poulantzas están sus primeras reflexiones en torno a la noción de poder económico, así como su concepción de lo económico a partir de las relaciones de poder:
Si las relaciones de producción no son un caso especial de relaciones de poder, no es que “lo económico”, al contrario de lo político, no pueda constar de relaciones de poder: es que ningún nivel estructural puede ser teóricamente percibido como relaciones de poder. Por el contrario, lo económico, en cuanto nivel de organización de una clase o nivel específico de la práctica económica de una clase en relación con la de las otras clases, localizado, pues, en el campo, definido arriba, de la “lucha” –relación de las prácticas– de clases, consiste ciertamente en relaciones de poderes. (Poulantzas, 1979a [1968]: 120‑121)
27Siguiendo a Marx, Poulantzas integra cierta noción de poder económico como elemento central de su perspectiva:
  • 18  Cursivas del autor.
Pero, sin querer entrar en la discusión, se ve claramente que la relación estructuras‑relaciones sociales, las leyes económicas de lo económico‑estructura de ningún modo impiden las relaciones de poder en el nivel de la lucha económica de clases, que indica los efectos de la estructura de ese nivel sobre los soportes. En este sentido, el poder económico situado en el nivel de la lucha económica de clases, es un concepto utilizado con frecuencia por Marx, quien nos habla frecuentemente del poder económico de la clase capitalista, y, por otra parte, en ese contexto se sitúa la frase, que Marx emplea a menudo, de dominación económica, y que, por lo demás, se distingue de la dominación política y de la dominación ideológica. (Poulantzas, 1979a [1968]: 121)18
28Tal como indicamos arriba, al definir las relaciones de producción y de poder, Castells desconoce la dimensión económica de éstas últimas, así como su lógica de clase. Prácticamente lo contrario que propone Poulantzas:
  • 19  Cursivas del autor.
Las relaciones de producción y las relaciones que las componen (propiedad económica/posesión) se traducen en forma de poderes de clase: estos poderes están orgánicamente articulados a las relaciones políticas e ideológicas que las consagran y legitiman. Tales relaciones no se sobreañaden simplemente a unas relaciones de producción ya existentes, para actuar sobre ellas mediante una acción recíproca, con una relación de exterioridad esencial, y con un ritmo de a posteriori cronológico. (Poulantzas, 1979b [1978]: 25)19
29Para el filósofo griego, al igual que para Marx, las relaciones de producción se traducen en poderes de clase, que a su vez se constituyen en lo económico a partir de un vínculo central: la relación de explotación:
  • 20  Cursivas del autor.
Si se tiene en cuenta la primacía, en el proceso de producción, de las relaciones de producción sobre las fuerzas productivas, debe considerarse que las relaciones de producción y las relaciones que las conforman (propiedad económica/posesión) se traducen en poderes emanados de los emplazamientos que esas relaciones configuran. Poderes de clase, en este caso, que remiten a la relación fundamental de explotación: la propiedad económica designa, en particular, la capacidad (el poder) de asignar los medios de producción a determinadas utilizaciones y de disponer así de los productos obtenidos; la posesión designa la capacidad (el poder) de utilizar los medios de producción y de dominar el proceso de trabajo. Estos poderes se sitúan, a su vez, en una red de relaciones entre explotadores y explotados, en las oposiciones entre prácticas de clase diferentes, en suma, en una lucha de clases; son poderes inscritos en un sistema de relacionesentre clases. (Poulantzas, 1979b [1978]: 38)20
30Al mismo tiempo que Castells sustrae el poder de las relaciones de clase, confirma con Marx y Poulantzas la presencia en el proceso económico de las relaciones de propiedad / posesión, ambas expresiones del proceso de apropiación. En el caso de Poulantzas, observando la cita anterior, constatamos que tanto la propiedad como la posesión se definen a partir del poder. Atendiendo al mismo fragmento corroboramos también que Castells excluye toda referencia a las relaciones de explotación al momento de definir las relaciones de producción. Al respecto proponemos la siguiente hipótesis: la omisión del concepto de poder en la definición de las relaciones de producción obedece en cierta medida al interés de Castells de excluir la cuestión de la explotación económica. La suposición se sostiene sobre la confirmación de la identificación directa entre una y otra noción.
31Por otra parte, el hecho que la categoría de poder se integre en las relaciones económicas le permite a Poulantzas, a diferencia de Castells, establecer una lógica de articulación clara con las restantes relaciones de la estructura social, referenciada a nivel de las prácticas desde el concepto de poder:
Considerando, precisamente, el proceso económico y las relaciones de producción como red de poderes, es como se puede captar el hecho de que esas relaciones de producción están constitutivamente ligadas a las relaciones políticas e ideológicas que la consagran y legitiman y que están presentes en esas relaciones económicas. (Poulantzas, 1979b [1978]: 38)
  • 21  Esta afirmación se puede matizar con las apreciaciones de Foucault acerca del concepto de poder en (...)
32Poulantzas, siguiendo nuevamente a Marx, concibe las relaciones de clase como relaciones de poder, si bien desde una perspectiva más abierta –al menos en apariencia– al conjunto de las dimensiones sociales:21
  • 22  Cursivas del autor.
Lo exacto es que la estructura de las relaciones de producción, lo mismo que la de lo político y lo ideológico, no puede captarse directamente como relaciones de clases o relaciones de poder. Por otro lado, sin embargo, es igualmente exacto que las relaciones de clase constituyen, en todos los niveles de las prácticas, relaciones de poder… las relaciones de clase son, desde luego, en todos los niveles, relaciones de poder, y el poder no es, sin embargo, más que un concepto que indica el efecto del conjunto de las estructuras sobre las relaciones de las prácticas de las diversas clases en lucha. (Poulantzas, 1979a [1968]: 120‑121)22
33Si bien la cantidad de referencias textuales introducidas sobre Poulantzas pueden resultar algo desmedidas, decidimos exponerlas en tal volumen y forma para que se pueda dimensionar con mayor detalle los trazos específicos de la ruptura teórica que acomete Castells desde 1983 hasta principio del presente siglo al conceptualizar la relación entre poder, economía y sociedad. Exhibido el conjunto de los materiales de nuestro análisis, y observado, entre otras cuestiones, el tenor del contrato que establece Castells con Marx, será de aquí en más tarea del lector dimensionar los alcances y la validez de nuestra crítica. El lector interesado en el autor tendrá que resolver más temprano que tarde en qué medida las argumentaciones expuestas resultan suficientes para rechazar completamente la sociología del poder y la sociología económica de nuestro autor en tal periodo. No faltarán quienes consideren, con todo derecho, que los hallazgos de nuestro estudio, por más críticos que resulten en relación a la obra del autor, pueden ponerse al servicio de un plan de recuperación de la teoría del poder de Castells. En tal caso no bastará con desear tal proyecto de renovación. Habrá que investigar cómo, y luego intentar actuar, paso a paso, con amplitud de fundamentos.

6. A modo de conclusión

34Uno de los elementos críticos mas tangibles de la visión sociológica del poder de Castells en el periodo que abarca entre 1983 y 2003 tiene que ver con una serie de reduccionismos conceptuales que asume tal noción, más allá y/o a pesar del discurso explícito que edifica nuestro autor, y que se proyecta como una sombra larga y espesa sobre su teoría social. A partir de nuestro trabajo de investigación teórica pudimos descubrir, por ejemplo, cómo la distinción que propone nuestro autor entre relaciones de producción, experiencia y poder tiende a profundizar el proceso de retraimiento politicista del concepto de poder iniciado en su periodo marxista. Dicha profundización altera sustancialmente la carga normativa que asume históricamente su concepto de poder. En el periodo considerado, el poder, concebido exclusivamente desde una lógica de imposición, se identifica mayoritariamente con el Estado y/o las relaciones políticas institucionalizadas, omitiendo cualquier noción de política, lo cual consigue despertar lógicas suspicacias. En tal dirección, una de las hipótesis centrales que propusimos durante el trabajo es que uno de los objetivos principales que persigue Castells con dicha maniobra es la de extraer el concepto de poder de las relaciones de produccióny por tanto fijar una relación de exterioridad entre poder y economía, división que tiende a coincidir con la meta central, casi fundacional podríamos decir, del programa tradicional del liberalismo económico, que nuestro autor atacaba abiertamente en sus textos marxistas de los años setenta. Entre otras cuestiones, tal separación le permite a nuestro autor dejar de lado el problema de la explotación económica. De más está decir que el trabajo de ocultamiento de las relaciones de poder en la teoría económica liberal esta suficientemente documentado en el campo de las ciencias sociales, siendo las investigaciones de François Perroux una de sus expresiones mas destacadas. Ahora bien, Castells emprendió la transformación del vínculo entre poder y economía sin abandonar la jerga de Marx. Entendemos que el uso del sociólogo alemán, tal como demostramos con contundencia, se inspira en dos necesidades elementales, siendo a nuestro entender la segunda la más importante: la primera es una necesidad estrictamente conceptual, que se concreta a partir del uso superficial de la arquitectónica general de Marx, aunque en una versión completamente desustancializada, mientras que la restante se reduce a la simple (y no tan simple) búsqueda de un efecto de lectura, por cierto imprescindible para intentar conservar, por un lado, el reconocimiento intelectual que significa acreditar cierto conocimiento de autores clásicos, y por el otro, algo del reconocimiento moral que continua prodigando la identificación de los intelectuales con la teoría social crítica. Por lo tanto, el presente trabajo nos permite arriesgar que la inclusión y posterior adulteración radical del pensamiento de Marx, hasta situarse en las antípodas conceptuales de éste, es sintomático del ingreso de Castells en un nueva empresa intelectual que comienza a cobrar forma en el mundo entero a partir de la década del 80, que llega a su apogeo en la década de los 90, y que se inscribe al interior de las ciencias sociales en lo que muchos han denominado “la crisis del marxismo”, otros menos, en un sentido similar, “el pensamiento único”, pero que en cualquier caso remite a procesos de crisis o bien a transformaciones de mucho mayor calado. Las operaciones teóricas descubiertas en la presente investigación nos permiten suponer que nuestro autor se entrega a partir de 1983 a la conquista de nuevos proyectos y horizontes político‑ideológicos, y eventualmente económicos, pero de un modo parcialmente soterrado, intentando no prescindir del prestigio que conlleva la inscripción de su obra en los discursos de una izquierda contemporánea, que aunque golpeada en el mundo entero por sucesivas derrotas políticas, sigue siendo el mayor espacio de adjudicación de capital simbólico para los científicos sociales. En cualquier caso, la comprensión de los alcances y las implicancias de tal estrategia general, que en el caso de Castells, constatada su popularidad actual, ha resultado largamente victoriosa, supera con creces los objetivos de la presente investigación. A nuestro entender, la posibilidad de recuperar la teoría social del sociólogo español depende de la posibilidad de reformular en gran medida su concepto de poder. Ello demanda, en primera instancia, la necesidad de dotar a tal noción de una forma multidimensional, ajustada a su arquitectura teórica, en consonancia con la propuesta que sostiene algunas de las corrientes sociológico‑históricas contemporáneas no marxistas que comienzan a ganar popularidad en la actualidad, entre las cuales destacamos las contribuciones de Norbert Elías y de Michael Mann.
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Bibliografia

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Notas

1  Estas dos últimas son expresiones de principios de los 80, más ancladas en la realidad de fines de los 70, y en cualquier caso anteriores al proceso de reestructuración de la economía mundial de los 80.
2  Los libros a los que hacemos referencia son La ciudad y las masas: sociología de los movimientos sociales urbanos (1983); La ciudad informacional. Tecnologías de la Información, reestructuración económica y proceso urbano‑regional (1995a [1989]); y La era de la información. Vol.1 (1996a). Ello se completa con el artículo “Materials for an exploratory theory of the Network Society”, publicado en el n.° 51 de la British Journal of Sociology (2000). En términos muy generales podríamos afirmar que el primer texto mencionado es el primer libro de ruptura con el marxismo; el segundo texto el primer libro importante orientado al estudio de la relación entre cambio tecnológico y reestructuración económica, y el tercer libro es su obra general que en cierta forma sintetiza los resultados de su trayectoria de investigación hasta dicha fecha, centrada en gran medida en la investigación social del poder y el cambio social. La trilogía de La era de la información ha sido traducida a más de 23 idiomas, y es por el momento el libro de sociología más vendido de todos los tiempos. Luego, el artículo mencionado es el último esfuerzo de teorización del periodo sobre la relación entre el concepto de sociedad y la definición del poder. En éste la principal innovación consiste en el reposicionamiento y la consiguiente jerarquización de la tecnología como concepto y dimensión no exclusivamente económica.
3  Traducción propia del inglés.
4  En rigor de verdad, la última vez que logramos registrar en la obra de Castells una definición de la estructura social multidimensional no es en 2000 sino en un texto teórico de 2004: “Por estructura social entiendo las formas de organización humana en las relaciones de producción, consumo, reproducción, experiencia, y poder, expresadas a través de una comunicación significativa codificada por la cultura” (2004b: 2) [traducción del inglés]. En cualquier caso, aquí decidimos excluir dicha referencia dado que nuestro autor simplemente la menciona a inicios del texto y en ningún momento la desarrolla, como sí sucede con las restantes.
5  “La teoría psicoanalítica (Freud) descubre el papel crucial que desempeñan las relaciones entre los sexos en la conformación de la experiencia humana y en la estructura de la personalidad. Pero, al pasar por alto la dominación que los hombres ejercían sobre las mujeres, no pudo establecer la conexión con el análisis del cambio social, hasta que el movimiento feminista de los años 60 preparó el terreno para una versión transformada del marco psicoanalítico original donde los papeles de los sexos y del sexo están organizados asimétricamente y conectados con la estructura social global” (pié de página original de Castells).
6  “Fue ésta la gran aportación teórica de Marx y Engels a la historia del conocimiento humano” (pié de página original de Castells).
7  “En este caso, Max Weber es el padre fundador de nuestra comprensión del papel autónomo y crucial del Estado en la estructuración de la sociedad” (pié de página original de Castells).
8  En La cuestión urbana, primer libro importante de Castells, publicado en 1972, nuestro autor, marxista por entonces, se enfrenta con buena parte del pensamiento político dominante en Estados Unidos, de inspiración liberal y en algunos casos comunitarista, siendo allí los trabajos de Dahl (1961), Hunter (1953), Janowitz (1961) y Polsby (1963) los más referenciados (ver Castells, 2004a [1972]).
9  El concepto de poder en la obra de Weber adquiere, en su acepción dominante, una forma notablemente abstracta y multidimensional. Aquel se presenta principalmente en Economía y sociedad (2008 [1922]), y luego, en menor medida, en El científico y el político (1967 [1959]). En resumidas cuentas, el concepto de poder se concretiza en la teoría social de Weber como dominación, en el ámbito político y político‑simbólico, y como poder de disposición, en el espacio material de la economía. Para un análisis sistemático de la noción en la obra del sociólogo alemán, ver Torres (2012).
10  A modo de ejemplo, tal supuesto básico es defendido por marxistas clásicos del siglo xx de la talla de Antonio Gramsci, Vladimir Lenin, Georgy Lukács, Herbert Marcuse, Mao Zedong, Louis Althusser, etc., y más recientemente, en el campo de la teoría marxista actual (o bien próximos al marxismo), por autores como Perry Anderson, Etienne Balibar, Antonio Negri, David Harvey, Slavoj Zizek, Giovanni Arrighi, Samir Amín, István Mészáros, Michael Lebowitz, Immanuel Wallerstein, Elin Olin Wright, Bob Jessop, Moishe Postone, John Holloway, entre otros.
11  Como es sabido, la centralidad de la noción de poder en la determinación de la racionalidad de la teoría sociológica contemporánea no es propiedad exclusiva del marxismo. Se presenta igualmente, con igual o mayor protagonismo, en obras como las de Pierre Bourdieu (principalmente 1990; 1997 [1994]; 2000; 2007; 2008 [1991]; Bourdieu y Eagleton, 2003), de Norbert Elías (centralmente 1970; 1994; 2003 [2000]; 2011 [1977]) y de Michael Mann (principalmente los cuatro tomos de Las fuentes del poder social: 1986; 1993; 2012a; 2012b).
12  Traducción del inglés.
13  A partir de 1996, en el primer tomo de La era de la información, Castells dialoga directa e indirectamente con un par de textos de Foucault: Saber y verdad (1991a [1968]) y en mayor medida con Historia de la sexualidad (1998 [1976]). Más adelante, en Comunicación y poder (2009), su último libro importante, el sociólogo español vuelve a detenerse en un diálogo superficial con otros textos de Foucault de la misma época (1991b [1980]; 1999 [1976]; 2001 [1983]; 2005 [1974]).
14  Entre 1983 y 2003, descendiendo a un segundo nivel de concreción de su concepto de relación de producción, Castells prepara una versión reformulada del concepto marxiano de “modo de producción”, que se precisa como “modos de producción capitalista” y “modos de producción estatista” (y no socialista). Con ello nuestro autor pretende instalar un enfrentamiento entre dos lógicas sustancialmente diferentes de apropiación de la plusvalía, a favor del modo de producción capitalista. En el caso del modo de producción estatista, constatamos que Castells sitúa al Estado como un actor en la economía aunque no estrictamente como un actor económico. La diferencia radica en que la lógica de apropiación de plusvalía en el modo de producción estatista expresa para el sociólogo español una racionalidad no económica, exclusivamente vinculada a la maximización del poder político (que el autor menciona en términos genéricos como “maximización del poder”). De este modo establece una relación de exterioridad entre Estado y economía. De forma paradójica, el modo de producción estatista indicaría una forma de producción económica determinada a partir de una lógica exclusivamente política (y no una lógica político‑económica), que a su vez concibe en términos restringidos y negativos.
15  En La ciudad y las masas, al momento de presentar las dimensiones del proceso social desde la perspectiva de los movimientos sociales, Castells identifica el poder con la cuestión política: “Hemos llamado ciudad (CD) a la dimensión relacionada con las cuestiones urbanas; poder (PO) a la dimensión que se refiere a las cuestiones políticas; y comunidad (CM), a la dimensión cultural presente en el movimiento, pues los resultados de nuestro análisis han revelad o que fue ésta, y no otras fuentes de revuelta cultural, la fuente de movilización del Movimiento Ciudadano de Madrid” (Castells, 1983: 377). Esa es la única explicitación de cierto vínculo entre poder y política en el periodo considerado. El presente pasaje contrasta con la cita que empleamos en el cuerpo del texto, perteneciente al mismo libro. A partir de allí el poder se asocia al Estado y no a la política.
16  “Fue ésta la gran aportación teórica de Marx y Engels a la historia del conocimiento humano” (pié de página original de Castells).
17  Las cursivas son nuestras.
18  Cursivas del autor.
19  Cursivas del autor.
20  Cursivas del autor.
21  Esta afirmación se puede matizar con las apreciaciones de Foucault acerca del concepto de poder en El capital de Marx: “En resumen, lo que podemos encontrar en el libro II de El capital es, en primer lugar, que no existe un poder, sino varios poderes. Poderes quiere decir formas de dominación, de sujeción, que funcionan localmente, por ejemplo en el taller, en el ejército, en una propiedad de tipo esclavista o en una propiedad donde hay relaciones serviles. Todas estas son formas locales, regionales de poder, que tienen su propio modo de funcionamiento, su procedimiento y su técnica. Todas estas formas de poder son heterogéneas. Así pues, no debemos hablar del poder si queremos hacer un análisis del poder, sino que debemos hablar de los poderes e intentar localizarlos en su especificidad histórica y geográfica” (Foucault, 1999 [1976]: 239).
22  Cursivas del autor.
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Para citar este artigo

Referência do documento impresso

Esteban Torres, « Poder, sociedad y economía en Manuel Castells, 1983‑2003: Estudio sistemático de una relación », Revista Crítica de Ciências Sociais, 102 | 2013, 43-70.

Referência eletrónica

Esteban Torres, « Poder, sociedad y economía en Manuel Castells, 1983‑2003: Estudio sistemático de una relación », Revista Crítica de Ciências Sociais [Online], 102 | 2013, colocado online no dia 10 abril 2014, criado a 28 junho 2018. URL : http://journals.openedition.org/rccs/5448 ; DOI : 10.4000/rccs.5448
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Autor/a

Esteban Torres

Doutorado em Ciências Sociais pela Universidad Nacional de La Plata, Argentina e pela Universidad Autónoma de Barcelona, Espanha. É professor assistente da Cátedra de Sociologia/Teoria Social na Facultad de Filosofía y Humanidades, Escuela de Filosofía, Universidade Nacional de Córdoba (UNC), Argentina. É bolseiro de pós‑doutoramento no Centro de Investigaciones sobre Sociedad y Cultura, Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), UNC. As suas linhas de investigação centram‑se na teoria social, sociologia do poder e sociologia do desenvolvimento. Publicou, em 2012, “Poder y dominación en Manuel Castells: investigaciones sistemáticas, 1967‑1982”, Praxis Sociológica, 16, 39‑56; “El concepto de apropiación en Max Weber”, Estudios Sociológicos, 30(89), maio‑agosto.
esteban.tc@gmail.com
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El presente libro constituye una exploración apasionante y rigurosa de las vías de cambio social abiertas por una nueva relación entre la comunicación y poder. Los medios de comunicación se han convertido en el ámbito en el que se despliegan las estrategias de poder, pero, en el actual contexto tecnológico, la comunicación de masas va más allá de los medios tradicionales: gracias a Internet y a los dispositivos móviles ha surgido un nuevo entorno comunicativo, la autocomunicación de masas, que ha modifi cado profundamente las relaciones de poder. Manuel Castells analiza las transformaciones que se han producido en la industria global de los medios de comunicación y, basándose en una diversidad de enfoques sociales y psicológicos, ofrece una investigación original de procesos políticos y
movimientos sociales —los acontecimientos que siguieron al atentado del 11 de marzo en Madrid, la desinformación del público estadounidense sobre la guerra de Irak, el movimiento ecologista global contra el cambio climático, elcontrol de la información en Rusia y China y el papel de Internet en las campañas electorales, como la de Obama— que ilustran la nueva relación entre comunicación y poder del siglo XXI.


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El Sexto (1961)

Todas las sangres (1964)

El zorro de arriba y el zorro de abajo (Obra póstuma, 1971)

III. SOBRE LA OBRA DE JOSÉ MARÍA ARGUEDAS

MONTOYA, Rodrigo (1998). Todas las sangres: ideal para el futuro del Perú, en: Estudos Avancados 12 (34), 30 pp.



USANDIZAGA, Helena. "Lecturas de José María Arguedas", 13 pp.

[PDF]el legado cultural de josé maría arguedas - Rebelión

www.rebelion.org/docs/159761.pdf
la figura de José María Arguedas, el hombre que con sus escritos hizo más por las ... repercusiones duraderas en la vida de José María Arguedas, como se ...


IV. ENLACES RELACIONADOS







Obra Completa de César Vallejo (1892-1938) clasificada por géneros y ordenada cronológicamente

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Cesar Vallejo por Picasso 


Obra Completa de César Vallejo Mendoza (1892-1938) clasificada por géneros y ordenada cronológicamente


Recopilación de Bhanzy

«el más grande poeta católico desde Dante, y por católico entiendo universal»(Thomas Merton)


BIBLIOGRAFÍAS:




EDICIONES CRÍTICAS:


Cartas:



Crónicas y artículos:

Cuentos:


Ensayos:

Novelas:















Obras completas:

VALLEJO, César (1977). Obras Completas. Vol VIII: Poemas humanos - España, aparta de mí este cáliz. Barcelona: Editorial Laia, 142 páginas.


EDICIONES POPULARES:

Cuentos:

Alféizar

Cera

El vencedor

El niño del carrizo

El unigénito

Liberación

Los caynas

Los dos soras

Más allá de la vida y la muerte

Mirtho

Muro antártico
Muro este

Muro noroeste

Paco Yunque, 14 pp a doble columna

Paco Yunque y otros cuentos


Ensayos:


El romanticismo en la poesía castellana. Trujillo (1915), 91 pp.

Rusia en 1931: Reflexiones al pie del Kremlin (segunda parte). Lima: Editora PERU NUEVO, 89 pp.


Novelas:

Fabla salvaje [novela breve]. Lima: Editorial Labor, 59 pp.

Hacia el reino de los Sciris


El tungsteno (Novela) (1931). Lima: Editora Perú Nuevo, 117 pp.

Tungsteno, 106 pp.


Poemas:

Los heraldos negros (1919)

Poesía completa 107 pp.

Trilce  (1922)




SOBRE LA VIDA Y OBRA DE CÉSAR VALLEJO:

AVELLANEDA, Peter. "La vida íntima en las obras de César Vallejo", 39 pp.

Biografía de César Vallejo, 3pp

BROWN, Kenneth. "Trilce", 11 pp.

BRUZUAL, Alejandro (2006). "Los viajes de César Vallejo a la Unión Soviética: La dialéctica del vaso de agua", en: A Contracorriente, Vol. 4, No. 1, 2006, 23-39 (17 pp).

BURD, Diego. "César Vallejo y ´España, aparta de mí este cáliz´", 10 pp.

CAUDET, Francisco. "César Vallejo y el marxismo", 23 pp.

DE VALLEJO, Georgette. Allá Ellos!, 197 pp.

ENEREIDA. Boletín del Instituto de Estudios Vallejianos de París. César & Georgette. Junio 2006- No. 6, 12 pp. a doble columna

GUTIÉRREZ GIRARDOT, Rafael (1999). "La obra narrativa de César Vallejo", en: Anales de Literatura Hispanoamericana, 1999, 28: 713-730.

MASSOIA, Bernardo (2016). "Vallejo en Rusia: conversaciones con Gide y Benjamin", en: Zama /8 (2016), 6 pp.

NEALE-SILVA, Eduardo (1971). "Muro este, de César Vallejo", 17 pp.

OLASCOAGA, José Fernando (2009). El mundo andino en la obra de César Vallejo (Tesis doctoral), Texas Tech University, 272 pp.

ORRILLO, Winston. "Laderas periodísticas de César Vallejo", 20 pp.

PACHAS ALMEYDA, Miguel. "César Vallejo y Georgette: un amor de leyenda", 7 pp.

PALMA MELENA, Martín (2012) "Las vanguardis en Trilce: una concepción de la creatividad y del ser humano" (Tesis de Maestría). Lima: PUCP, 195 pp.

PAZ-SOLDÁN, Rosario Valdivia. "Creatividad y comunión", Lima: Universidad Ricardo Palma, 17 pp.












Las 20 obras más importantes de Gabriel García Márquez (1927-2014)

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Las 20 obras más importantes de Gabriel García Márquez (1927-2014) ordenadas cronológicamente - Homenaje a los tres años de su fallecimiento



Las 20 obras más importantes de Gabriel García Márquez (1927-2014) ordenadas cronológicamente - Homenaje a los tres años de su fallecimiento

Recopilación de Bhanzy

1. GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel. La hojarasca (1955)

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2. GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel. El coronel no tiene quien le escriba (1961)

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3. GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel. La mala hora (1962)

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4.GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel. Los funerales de la mamá Grande (1962)

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5.GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel. Cien años de soledad (1967)

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6.GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel. Relato de un náufrago (1970)

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7. GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel. Ojos de perro azul (1974)

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8. GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel. El otoño del patriarca (1975)

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9. GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel. Crónica de una muerte anunciada (1981)

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10. GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel. El olor de la guayaba. Conversaciones con Plinio Apuleyo Mendoza (1982)

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11. GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel. El amor en los tiempos del cólera (1985)

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12. GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel. El general en su laberinto (1989)

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13. GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel. Doce cuentos peregrinos  (1992)

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14. GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel. Del amor y otros demonios (1994)

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15. GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel. La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada (1978)

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16. GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel. Noticia de un secuestro (1996)

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17. GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel. Vivir para contarla (2002)

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18. GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel. Memoria de mis putas tristes (2004)

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19. GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel. Yo no vengo a decir un discurso (2010)

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20. GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel. Todos los cuentos [1947-1972, 41 relatos] (2014)

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* ANEXO: “CARTA DE GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ A GEORGE W. BUSH”

“¿Cómo se siente? ¿Cómo se siente ver que el horror estalla en tu patio y no en el living del vecino? ¿Cómo se siente el miedo apretando tu pecho, el pánico que provocan el ruido ensordecedor, las llamas sin control, los edificios que se derrumban, ese terrible olor que se mete hasta el fondo en los pulmones, los ojos de los inocentes que caminan cubiertos de sangre y polvo?
¿Cómo se vive por un día en tu propia casa la incertidumbre de lo que va a pasar? ¿Cómo se sale del estado de shock? En estado de shock caminaban el 6 de agosto de 1945 los sobrevivientes de Hiroshima. Nada quedaba en pie en la ciudad luego que el artillero norteamericano del Enola Gay dejara caer la bomba. En pocos segundos habían muerto 80. 000 hombres mujeres y niños. Otros 250. 000 morirían en los años siguientes a causa de las radiaciones. Pero ésa era una guerra lejana y ni siquiera existía la televisión.
¿Cómo se siente hoy el horror cuando las terribles imágenes de la televisión te dicen que lo ocurrido el fatídico 11 de septiembre no pasó en una tierra lejana sino en tu propia patria? Otro 11 de setiembre, pero de 28 años atrás, había muerto un presidente de nombre Salvador Allende resistiendo un golpe de Estado que tus gobernantes habían planeado. También fueron tiempos de horror, pero eso pasaba muy lejos de tu frontera, en una ignota republiqueta sudamericana. Las republiquetas estaban en tu patio trasero y nunca te preocupaste mucho cuando tus marines salían a sangre y fuego a imponer sus puntos de vista.
¿Sabías que entre 1824 y 1994 tu país llevó a cabo 73 invasiones a países de América Latina? Las víctimas fueron Puerto Rico, México, Nicaragua, Panamá, Haití, Colombia, Cuba, Honduras, República Dominicana, Islas Vírgenes, El Salvador, Guatemala y Granada.
Hace casi un siglo que tus gobernantes están en guerra. Desde el comienzo del siglo XX, casi no hubo una guerra en el mundo en que la gente de tu Pentágono no hubiera participado. Claro, las bombas siempre explotaron fuera de tu territorio, con excepción de Pearl Harbor cuando la aviación japonesa bombardeó la Séptima Flota en 1941. Pero siempre el horror estuvo lejos.
Cuando las Torres Gemelas se vinieron abajo en medio del polvo, cuando viste las imágenes por televisión o escuchaste los gritos porque estabas esa mañana en Manhattan, ¿pensaste por un segundo en lo que sintieron los campesinos de Vietnam durante muchos años? En Manhattan, la gente caía desde las alturas de los rascacielos como trágicas marionetas. En Vietnam, la gente daba alaridos porque el napalm seguía quemando la carne por mucho tiempo y la muerte era espantosa, tanto como las de quienes caían en un salto desesperado al vacío.
Tu aviación no dejó una fábrica en pie ni un puente sin destruir en Yugoslavia. En Irak fueron 500. 000 los muertos. Medio millón de almas se llevó la Operación Tormenta del Desierto… ¿Cuánta gente desangrada en lugares tan exóticos y lejanos como Vietnam, Irak, Irán, Afganistán, Libia, Angola, Somalia, Congo, Nicaragua, Dominicana, Camboya, Yugoslavia, Sudán, y una lista interminable? En todos esos lugares los proyectiles habían sido fabricados en factorías de tu país, y eran apuntados por tus muchachos, por gente pagada por tu Departamento de Estado, y sólo para que tu pudieras seguir gozando de la forma de vida americana.
Hace casi un siglo que tu país está en guerra con todo el mundo. Curiosamente, tus gobernantes lanzan los jinetes del Apocalipsis en nombre de la libertad y de la democracia. Pero debes saber que para muchos pueblos del mundo (en este planeta donde cada día mueren 24. 000 pobladores por hambre o enfermedades curables), Estados Unidos no representa la libertad, sino un enemigo lejano y terrible que sólo siembra guerra, hambre, miedo y destrucción. Siempre han sido conflictos bélicos lejanos para ti, pero para quienes viven allá es una dolorosa realidad cercana, una guerra donde los edificios se desploman bajo las bombas y donde esa gente encuentra una muerte horrible. Y las víctimas han sido, en el 90 por ciento, civiles, mujeres, ancianos, niños efectos colaterales.
¿Qué se siente cuando el horror golpea a tu puerta aunque sea por un sólo día? ¿Qué se piensa cuando las víctimas en Nueva York son secretarias, operadores de bolsa o empleados de limpieza que pagaban puntualmente sus impuestos y nunca mataron una mosca?
¿Cómo se siente el miedo? ¿Cómo se siente, yanqui, saber que la larga guerra finalmente el 11 de septiembre llegó a tu casa? “


http://profesordelenguajeadomicilio.blogspot.com/2017/04/las-20-obras-mas-importantes-de-gabriel.html

Hannah Arendt: Libros en pdf para descarga gratuita en español e inglés

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Hannah Arendt: Libros en pdf para descarga gratuita en español e inglés - Compilación de enlaces del Prof. Víctor Montero Cam

Hanna Arendt (1906-1975)

Compilación y selección de textos del Prof. Víctor Montero Cam



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Joyas desconocidas: La balada del soldado (1959), de Grigori Chukhrai Película completa

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Joyas desconocidas: La balada del soldado (1959), de Grigori Chukhrai 


Hay odiseas que no culminan con el retorno anhelado, o que es efímero como si la cuerda elástica que tuvieras atada al cuerpo estuviera tan estirada que ya te hiciera volver de nuevo al origen, que no es sino el abismo. Sólo te da tiempo a rozar con la yema de los dedos el hogar, al que sientes lo que dura un abrazo, o el tacto de las lágrimas de tu madre en tus mejillas. Porque en ‘La balada del soldado’ (Ballada o soldate, 1959), de Grigori Chukhrai, Aliosha (Vladimir Ivashov) disponía de un breve permiso para retornar a su hogar, dos días de viaje de ida, otros dos de vuelta, y dos para disfrutar del hogar, de la presencia de su madre, para poder arreglar el techo de la casa, pero el viaje de ida se convierte en una suma de contrariedades que demoran su llegada. Un permiso que se le ha concedido por su acto heroico al destruir dos tanques, un acto de heroísmo que tiene tanto de determinación como de azar (cuando ya se resigna a que le arrolle, encuentra a su lado un lanzagranadas), un acto de heroísmo que ha realizado, como él dice, gracias al miedo.
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Pero la odisea no es sólo por poder trocar en realidad, en techo material, aun efímero, la nostalgia del hogar que se siente en la desabrida intemperie de la guerra. El esfuerzo que realiza Aliosha para poder retornar a su hogar, superando diversas adversidades, se dota de una suplementaria sombra que intensifica la ansiedad del reencuentro, porque ya desde la secuencia inicial (los bellos planos de la madre mirando hacia el horizonte de la extensa carretera esperando su vuelta) sabemos que el hijo no retornará definitivamente al hogar, ya que fallecerá en la guerra. Así que esta odisea, esta posibilidad de estar dos días, unas horas, unos minutos, en su hogar, con su madre, se revela como la última oportunidad de realizar ese encuentro. El último abrazo que se den será irrevocablemente el último.

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1959 Ballada o soldate - La balada del soldado (foto) 13
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En el viaje Aliosha se encuentra con otros reflejos, otras variantes de retornos al hogar. En primer lugar, el soldado que ha perdido una pierna en combate, Vasya (Evgeniy Urbanskiv), quien duda, vacila, si retornar y reencontrarse con su esposa, porque también se siente inválido en su interior, ha perdido el paso de la esperanza, no quiere sentir en su mirada que su relación también ha sido mutilada. El encuentro, el abrazo, es de una conmovedora intensidad (como aún más, el de la bellísima secuencia final, entre madre e hijo). Ambos, Vasya y su esposa, se alejan en el anden, en un bello plano general, sin remarcar el gesto de él de que no necesita su ayuda para caminar con sus muletas. Por el contrario, también hay retornos que se convierten en burbujas, pompas de jabón, ilusiones vanas, como la mujer sobre la que Aliosha ha recibido el encargo de otro soldado, su esposo, de darle dos jabones, que ya mantiene relación con otro hombre (que se mantiene en elocuente fuera de campo). En la escalera, dos niños juegan haciendo pompas de jabón, uno de los cuáles había encontrado un despertador entre las ruinas de una casa.
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Hay horas que ya no sonarán, hay relaciones que también se abaten y quedan en ruinas, pompas que el viento se lleva, heridas, miedos, que buscan un refugio aunque no sea el que se anhele, pero al menos no es un fuera de campo en la distancia. Pero hay otros posibles retornos que se forjan, y crean, como el amor que se gesta entre Aliosha y una chica que encuentra en un vagón de tren, Shura ( Zhanna Prokhorenko). Un amor que se consolida en un trayecto hacia un hogar que se bifurca en otro posible, un amor que se convierte en más necesario que el agua. Cuerpos que se buscan, que se abrazan, miradas que se unen, porque se han encontrado, aunque la intemperie de la guerra les separe definitivamente. Pero por un instante, los abrazos fueron todo un infinito.
por Alexander Zárate
La balada del soldado (Ballada o soldate)
Grigori Chukhrai
Int: Vladimir Ivashov, Zhanna Prokhorenko, Antonina Maksimova, Nikolai Kriuchkov
Rusia, 1959
Título original
Ballada o soldate (Ballad of a Soldier)
Año
Duración
84 min.
País
Unión Soviética (URSS) Unión Soviética (URSS)
Dirección
Guion
Grigori Chukhrai, Valentin Ezhov
Música
Mikhail Ziv
Fotografía
Vladimir Nikolayev, Era Savelyeva (B&W)
Reparto
, , , ,
Productora
Ministerstvo Kinematografii
Género
DramaRomanceBélico | II Guerra MundialDrama romántico
Sinopsis
Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), el joven Alyosha, un soldado de apenas 19 años, gana una medalla como recompensa por su heroísmo en el frente de batalla. En lugar de la condecoración, Alyosha pide unos días de permiso para poder visitar a su madre. De camino a casa, en el tren conoce a una chica de la que se enamora. (FILMAFFINITY)
Premios
1960: Festival de Cannes: Nominada a la Palma de Oro (mejor película)
1961: Nominada al Oscar: Mejor guión original
1961: Premios BAFTA: Mejor película. 2 nominaciones
1959: Premios David di Donatello: Plato dorado (Grigori Chukhrai


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