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Cuatro cuartetos T. S. Eliot Uno de los más grandes poemas jamás escritos

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Cuatro cuartetos




"«Admiro al poeta, pero detesto al hombre» es fama que dijo José Emilio Pacheco refiriéndose a T. S. Eliot. Llevado de esa admiración, muchos años antes había empezado a traducir los "Cuatro cuartetos" en los que el poeta británico procuraba una recuperación a través de lo sagrado del sentimiento de integración del individuo que los convulsos comienzos del siglo XX habían liquidado. El empeño se convirtió en una labor obsesiva a la que el escritor mexicano aportó su erudición, su curiosidad, su lucidez poética y las complicidades con la historia, y en la que se estableció un diálogo de admiración y distanciamiento."

https://www.alianzaeditorial.es/libro.php?id=5047095

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T. S. ELIOTCuatro cuartetos. Traducción de JOSÉ EMILIO PACHECO. EL COLEGIO NACIONAL. FONDO DE CULTURA ECONÓMICA. MÉXICO.

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T.S. Eliot
(Missouri, USA, 1888-Londes, 1965)
CUATRO CUARTETOS (1935-1942)
Agradezco a mis amigos sus criticas y a John Hayward
en especial los consejos que me permitieron mejorar
algunas frases y la construcción del poema (T.S.E., 1943).
I. Burnt Norton
I
El tiempo presente y el tiempo pasado
Acaso estén presentes en el tiempo futuro
Y tal vez al futuro lo contenga el pasado.
Si todo tiempo es un presente eterno
Todo tiempo es irredimible.
Lo que pudo haber sido es una abstracción
Que sigue siendo perpetua posibilidad
Sólo en un mundo de especulaciones.
Lo que pudo haber sido y lo que ha sido
Tienden a un solo fin, presente siempre.
Eco de pisadas en la memoria,
Van por el corredor que no seguimos
Hacia la puerta que no llegamos nunca a abrir
Y da al jardín de rosas.Así en tu mente
Resuenan mis palabras.
Pero no sé
Con cuál objeto perturbamos el polvo
Que vela el cuenco en donde están los pétalos
De rosa.
Y otros ecos
Habitan el jardín. ¿Vamos tras ellos?
De prisa, dijo el pájaro: encuéntralos, encuéntralos,
Al dar vuelta a la esquina, tras la primera puerta,
En nuestro primer mundo. ¿Vamos en pos
Del engaño del tordo? En nuestro primer mundo.
Allí estaban, solemnes, invisibles;
Se movían sin premura sobre las hojas muertas,
Bajo el calor de otoño, en el aire vibrante.
Y el pájaro silbó en contestación
A la inaudible música oculta entre las plantas
Y el destello de una mirada no vista cruzó el espacio.
Porque las rosas tenían aspecto de flores contempladas.
Eran como nuestros huéspedes, aceptados y aceptantes.
Así pues, avanzamos, y ellos, en procesión formal,
Caminaron también por el desierto sendero
Hasta llegar a la rotonda con el seto de arbustos.
Y miraron entonces el estanque drenado.
Seco el estanque, seco el concreto, pardos los bordes.
Y se llenó el estanque de agua solar,
En silencio, en silencio se alzaron lotos,
La superficie brilló desde el corazón de la luz
Y ellos quedaron tras nosotros reflejándose en el estanque.
Luego pasó una nube y se vació el estanque.
Váyanse, dijo el pájaro, porque las frondas estaban llenas de niños
Que alegremente se ocultaban y contenían la risa.
Váyanse, váyanse, dijo el pájaro: el género humano
No puede soportar tanta realidad.
El tiempo pasado y el tiempo futuro,
Lo que pudo haber sido y lo que ha sido
Tienden a un solo fin, presente siempre.
II
Ajo y zafiros en la greda
Traban el eje de la rueda.
Canta la sangre en su alambrada
Bajo la cicatriz inveterada,
Calma la guerra que ya está olvidada.
Así la danza de la arteria
Y la circulación de la materia
Vagan en la deriva de la estrella.
Sube el verano hasta dejar su huella
En ese árbol que la luz aloja
En la móvil silueta de la hoja.
Y se escucha en la tierra humedecida
Al jabalí y al perro, proseguida
También su eterna lucha; mas sus rastros
Se concilian arriba entre los astros.
En el punto inmóvil del mundo que gira.
Ni carne ni ausencia de carne; ni desde ni hacia;
En el punto inmóvil: allí está la danza,
Y no la detención ni el movimiento.
Y no llamen fijeza
Al sitio donde se unen pasado y futuro.
Ni ida ni vuelta, ni ascenso ni descenso.
De no ser por el punto, el punto inmóvil,
No habría danza, y sólo existe danza.
Sólo puedo decir: allí estuvimos,
No puedo decir dónde; tampoco cuánto tiempo,
Porque sería situarlo en el tiempo.
Librarse interiormente del deseo material,
Descargarse de la acción y el sufrimiento,
De la compulsión externa e interna, rodeada sin embargo
Por una gracia de sentido,
Una luz blanca inmóvil que se mueve,
Erhebung* sin movimiento, concentración sin eliminación,
Un nuevo mundo y el viejo que se hacen explícitos, se aclaran
En la consumación de su éxtasis parcial,
La resolución de su parcial horror.
Pero el encadenamiento de pasado y futuro,
Tejidos en la debilidad del cuerpo cambiante,
Ampara al género humano del cielo y la condenación
Que la carne no puede soportar.
El tiempo pasado y el tiempo futuro
Sólo permiten mínima conciencia.
Ser consciente significa no estar en el tiempo,
Pero sólo en el tiempo puede el momento en el jardín de rosas,
El momento en la pérgola bajo el azote de la lluvia,
El momento en que desciende el humo sobre la iglesia atravesada por corrientes de aire,
Ser recordados, envueltos en el pasado y el futuro.

Sólo con tiempo se conquista el tiempo.


Erhtbung: elevación, éxtasis.
III
Este es el sitio de los desafectos.
Tiempo antes y tiempo después
Bajo una luz dudosa: ni luz de día
Que inviste las formas con lúcida quietud
Y convierte la sombra en belleza fugaz
Con lenta rotación que sugiere permanencia,
Ni tinieblas para purificar el alma,
Tinieblas que vacían lo sensual mediante la privación
Y limpian del afecto por cosas temporales.
Ni plenitud ni vacío.Sólo un destello
Sobre las tensas caras hendidas por el tiempo,
Perturbadas en su perturbación por la perturbación,
Llenas de caprichos y vacías de sentido.
Tumefacta apatía sin concentración.
Hombres y trozos de papel giran llevados por el viento frío
Que sopla antes y después del tiempo.
Viento que entra y sale de pulmones enfermos,
Tiempo antes y tiempo después.
Eructo de almas insalubres
En el aire marchito, aletargadas
Por el viento que azota las lúgubres colinas londinenses:
Hampstead y Clerkenwell, Campden y Putney,
Highgate, Primrose y Ludgate.
No aquí, No aquí en tinieblas, en este mundo de vana agitación.
Descenso más abajo, descenso únicamente
Al mundo de perpetua soledad,
Mundo sin mundo que no es mundo,
Tinieblas interiores, privación
Y despojo de toda propiedad.
Desecación del mundo del sentido,
Evacuación del mundo del capricho,
Incompetencia del mundo del espíritu:
Este es el único camino, y el otro
Es el mismo, no en movimiento
Sino en abstención del movimiento;
Mientras el mundo se mueve,
En apetencia, por los metálicos caminos
Del tiempo pasado y el tiempo futuro.
IV
Han sepultado al día el tiempo y la campana.
Oscura, ahuyenta el sol una nube lejana.
¿Se volverá hacia nosotros
El girasol? Errante
¿Se doblará la clemátide?
¿Se aferrarán el ramo y el zarcillo colgante?
Ydel ciprés los dedos enroscados
¿Acaso de nosotros han de pender helados?
Después que el ala
Del martín pescador ha respondido
Con la luz a la luz y el silencio ha venido
La luz no se estremece ni respira
En el inmóvil punto de este mundo que gira.
V
Las palabras se mueven, la música se mueve
Nada más en el tiempo; pero lo que sólo está vivo
Sólo puede morir. Termina el habla
Y vuelven al silencio las palabras.
Sólo mediante forma y estructura
Pueden llegar a la quietud la música o las palabras
Como un inmóvil jarrón chino
Se mueve perpetuamente en su quietud.
No la inmovilidad del violín mientras la nota dura,
No sólo eso sino la coexistencia,
O digamos que el fin precede al comienzo
Y que el fin y el comienzo estuvieron presentes
Antes del comienzo y después del fin.
Y todo es siempre ahora. Las palabras se esfuerzan,
Se resquebrajan, a veces se rompen bajo la carga y la tensión,
Resbalan, se deslizan, perecen,
La imprecisión las deteriora, pierden su sitio, pierden su fijeza. Voces agudas
Que regañan, se burlan o sólo parlotean
Las asaltan continuamente. La Palabra en el desierto
Es atacada sobre todo por voces de tentación,
La sombra que solloza en la danza fúnebre,
El sonoro lamento de la quimera desolada.
El detalle del diseño es movimiento,
Como en la imagen de los diez peldaños.
El deseo también es movimiento,
En sí mismo indeseable;
El amor es inconmovible,
Sólo es causa y es fin del movimiento,
Sin tiempo y sin deseo,
Excepto bajo el aspecto del tiempo,
Captado en forma de limitación
Entre no ser y ser.
De pronto en un rayo de luz solar,
Exactamente mientras el polvo se mueve,
Se levanta la risa oculta
De los niños entre el follaje.
De prisa, aquí, ahora, siempre—
Ridículo el estéril tiempo triste
Que se extiende antes y después.
II. East Coker
I
En mi principio está mi fin. Una tras otra
Las casas se levantan y se derrumban, se desmoronan, se extienden,
Son arrancadas, destruidas, restauradas, o en su lugar
Queda un baldío, una fábrica o un paso a desnivel.
Viejas piedras para nuevos edificios,
Vieja leña para nuevas hogueras,
Viejas hogueras para las cenizas y cenizas para la tierra
Que ya es carne, pieles y heces,
Huesos humanos y animales, tallos y hojas de cereal.
Las casas viven y mueren.
Hay un tiempo para la construcción,
Un tiempo para habitar y engendrar
Y un tiempo para que el viento rompa el cristal desprendido
Sacuda las maderas en que trota el ratón del campo
Y el tapiz en jirones donde se halla bordado
Un lema silencioso.
En mi principio está mi fin. Ahora cae la luz
A lo largo del campo abierto
Y oculta con sus ramas la honda vereda,
Vereda oscura en el anochecer
Donde uno se protege contra el talud cuando pasa un vehículo,
Y la honda vereda insiste en continuar
Hasta la aldea hipnotizada en el calor eléctrico.
En la neblina cálida la luz sofocante
Es absorbida, no refractada, por la piedra gris.
Duermen las dalias en el silencio vacío.

Esperan al búho que llega temprano.
En ese campo abierto,
Si uno no se acerca demasiado, si uno no se acerca demasiado,
En una medianoche de verano se puede oír
La música de la débil gaita y el tamboril
Y ver la danza en torno de la hoguera
La unión del hombre y la mujer
En bailes que significan matrimonio—
Un sacramento noble y útil.
De dos en dos, en conjunción necesaria,
Tomados de la mano o de los brazos
Como símbolo de concordia.
Dan vueltas a la hoguera
Saltan sobre las llamas o se unen en corros,
Rústicamente solemnes o en rústica risa
Levantan sus pesados pies en toscos zapatos,
Pies de tierra y arcilla que se alzan en el júbilo del campo
El júbilo de aquellos que están bajo la tierra
Desde hace mucho y nutren los cereales.
Llevan el tiempo, marcan el ritmo de su danza,
Como viven al ritmo de las vivientes estaciones,
El tiempo de las estaciones y las constelaciones,
El tiempo de la ordeña y el tiempo de la cosecha,
El tiempo de ayuntarse hombre y mujer
Y el de los animales. Pies que suben y bajan,

Comida y bebida, estiércol y muerte.
El alba ya despunta y otro día
Se dispone al silencio y al calor.
El viento de la aurora mar adentro
Ondula y se desliza. Estoy aquí
o allá o en otra parte. En mi principio.
II
¿Qué hacen noviembre y su final entorno
Con primavera y su feliz trastorno
Y las criaturas del calor de estío,
Las flores que destruye el paso impío
Malvarrosa que apunta a lo excesivo,
(Su color rojo muere en gris cautivo)
Rosas tardías con temprana nieve?
Entre los astros a rodar se atreve
El trueno que simula un carro armado
En la guerra de estrellas constelado
Al sol combate sin piedad Escorpión
Sol y luna se van. Por esta acción
Lloran cometas y el meteoro vuela
En fuego acabará este mundo en vela
Cazan los cielos, cazan las llanuras
Forman un remolino en las alturas
Guerra perpetua que arderá en el cielo

Hasta que cubra a este planeta el hielo.
Esto fue una manera de decirlo, no muy satisfactoria.
Un ejercicio perifrástico en un estilo poético raído
Que lo deja a uno ante la intolerable lucha
Con las palabras y los significados.
La poesía no importa.
No era (para recomenzar) lo que uno se había imaginado.
¿Cuál iba a ser el valor de lo que durante tanto tiempo anhelamos,
La calma tan esperada, la serenidad otoñal
Y la sabiduría de la vejez? ¿Nos habían engañado
o se engañaron a sí mismos los ancestros de voces tranquilas
Y simplemente nos legaron una receta para el engaño?
La serenidad sólo una deliberada torpeza,
La sabiduría sólo el conocimiento de secretos muertos
Inútiles en las tinieblas que ellos escudriñaron
o de las que apartaron los ojos. Hay, nos parece,
Cuando mucho un valor limitado
En el conocimiento que deriva de la experiencia.
El conocimiento impone una estructura y falsifica,
Porque la estructura es nueva a cada instante
Y cada instante una nueva y estremecedora
Valoración de cuánto hemos sido.
Sólo nos desengañamos
De lo que engañándonos ya no puede hacer daño.
En medio, no sólo en medio del camino, en todo el camino,
La selva oscura, la zarza, al borde de una ciénaga en donde todo paso es inseguro
Y amenazados por monstruos, luces delirantes
Bajo riesgo de encantamiento. No me hablen
De la sabiduría de los ancianos sino más bien de su locura,
Su miedo al miedo y al frenesí, su miedo a la posesión,
A pertenecer a otro, a otros o a Dios.
La única sabiduría que podemos esperar adquirir
Es la sabiduría de la humildad:
La humildad es infinita.
Las casas yacen bajo el mar.
Los danzantes yacen bajo el montículo
III
Oh tinieblas, tinieblas; tinieblas. Todos caen
en tinieblas,
Los vacantes espacios entre los astros, lo vacío
en el vacío, i
Militares, banqueros, mercaderes, eminentes .
hombres de letras,
Mecenas generosos de las artes, estadistas y
gobernantes,
Notables funcionarios, presidentes de muchos
comités,
Señores de la industria y pequeños contratistas,
Todos caen en tinieblas,
Y tinieblas el sol, la luna y el Almanaque de Gotha
Y la Gaceta de la Bolsa y el Directorio de Directores
Y se enfría el sentido y se pierde el motivo
de la acción
Y todos vamos con ellos en el funeral silencioso,
El funeral de nadie pues no hay nadie
a quién enterrar.
Quédate inmóvil, dije a mi alma, y deja que caigan
sobre ti las tinieblas
Que serán las tinieblas de Dios. Como en un teatro
Se apagan las luces para cambiar el decorado
Con un hueco rumor de bastidores, un movimiento de
tinieblas sobre tinieblas,
Y sabemos que enrollan y quitan de su lugar
las colinas y los árboles, el panorama distante
Y la fachada altiva e imponente.
O como cuando el vagón del metro se detiene en el
túnel entre dos estaciones
Y la conversación se eleva y luego poco a poco
se desvanece en silencio
Y uno ve ahondarse el vacío mental detrás de cada rostro
Y queda sólo el terror creciente de no tener ya nada en qué pensar.
O como cuando bajo anestesia la mente tiene
conciencia pero conciencia de nada
Dije a mi alma: Quédate inmóvil y espera
sin esperanza
Porque la esperanza sería esperanza en lo que no
debe esperarse;
Aguarda sin amor
Porque el amor sería amor de lo que no se debe amar.
Sin embargo queda la fe;
Pero la fe, el amor y la esperanza se encuentran
en la espera.
Espera sin el pensamiento ya que no estás preparada
para él.
Así las tinieblas serán la luz y la inmovilidad será
la danza.
Susurro de corrientes y relámpagos invernales.
El invisible tomillo silvestre y la fresa silvestre,
La risa en el jardín, eco del éxtasis
No pedido sino exigente que marca la agonía

De muerte y nacimiento.
Dices que repito
Algo que he dicho. Lo diré nuevamente.
¿Lo diré nuevamente? Para llegar ahí,
Para llegar adonde estás,
Para salir desde donde no estás,
Debes ir por un camino en donde no hay éxtasis,
Para llegar a lo que no sabes
Debes ir por un camino que es el de la ignorancia.
Para poseer lo que no posees
Debes ir por el camino de la desposesión.
Para llegar a lo que no eres
Debes ir por el camino en que no eres.
Y lo único que sabes es lo que no sabes.....
Y lo único que posees es lo que no posees
Y en donde estás es en donde no estás.
IV
El cirujano herido hunde el acero
E interroga la parte destemplada.
Late bajo su mano ensangrentada
La aguda compasión del curandero
Que interroga la fiebre en su tablero.
Nuestra única salud es la enfermedad,
Si acato a la enfermera agonizante
Que no intenta agradar: es su constante
Afán el recordar: la humanidad
Empeora y desde allí sigue adelante.
Nuestro hospital está en la tierra entera.
Lo legó el arruinado millonario.
En él, si bien nos va, tan sólo espera
La muerte, ese cuidado extraordinario
Que protege y estorba dondequiera.
Sube el frío del pie hasta la rodilla.
Canta la fiebre en su mental alambre.
Para tener calor me enfrío a la orilla
Del purgatorio. El fuego es hielo y hambre;
rosas la llama; el humo, zarza, astilla.
Sólo bebemos sangre, y mientras tanto
Carne sangrienta es la única comida.
A pesar de ello hacemos nuestra vida
De suponernos carne sin espanto
Y a este viernes llamamos Viernes Santo.
V
Y bien, estoy aquí, en medio del camino
Y he pasado veinte años —veinte años en gran parte perdidos,
Los años de entreguerra**—
Tratando de aprender a usar las palabras
y cada intento es un comienzo enteramente nuevo
Y es un tipo distinto de fracaso.
Porque uno sólo ha aprendido a dominar
las palabras
para decir lo que ya no tiene que decir
O de ese modo en que no está dispuesto ya a
decirlo.
Por eso cada intento
Es un nuevo comienzo, una incursión en lo
inarticulado
Con un mísero equipo cada vez más roído
En el desorden general de la inexactitud
del sentimiento,
Escuadras de la emoción sin disciplina.
Y lo que debe ser conquistado
Mediante fuerza y sumisión, ya ha sido descubierto Una, dos, varias veces por hombres que uno no tiene
esperanza de emular
—Pero no hay competencia:
Sólo existe la lucha por recobrar lo perdido

Y encontrado y perdido una vez y otra vez

Y ahora en condiciones que parecen adversas.
Pero quizá no hay ganancia ni pérdida:
Para nosotros sólo existe el intento.

Lo demás no es asunto nuestro.
La casa es el lugar del que partimos.
A medida que envejecemos
El mundo se nos vuelve más extraño, más compleja
La ordenación de muertos y vivos.
No el intenso momento
Aislado sin antes ni después,
Sino la vida entera que arde a cada momento
Y no la vida entera de un solo hombre
Sino de viejas piedras indescifrables.
Hay un tiempo para el anochecer bajo la luz
de las estrellas,
Un tiempo para el anochecer a la luz de la lámpara (El anochecer con el álbum de fotos).
El amor se acerca más a sí mismo
Cuando dejan de importar el aquí y el ahora.
Los viejos deben ser exploradores
Aquí o allá, no importa dónde
Debemos estar inmóviles y sin embargo movernos
Hacia otra intensidad
En busca de una mayor unión, una comunión
más profunda
A través del frío oscuro y la vacía desolación,
El grito de la ola, el grito del viento, las grandes
aguas
Del petrel y de la marsopa.
En mi fin está mi principio.
**En el original: the years of l’entre deux guerres.
III. The Dry Salvages
I
[The Dry Salvages -acaso originalmente les trois sauvages- ­es un pequeño conjunto de rocas en las que se levanta un faro. Se encuentran en la costa noreste de Cape Ann, Massachusetts. Salvages se pronuncia de modo que rime con assuagesGroaner es una boya silbante.]
No sé mucho de dioses, mas supongo que el río
Es un dios pardo y fuerte —hosco, indómito,
intratable,
Paciente hasta cierto punto, al principio reconocido
como frontera;
Útil, poco de fiar, como transportador del comercio,
Luego sólo un problema para los constructores
de puentes.
Ya resuelto el problema queda casi olvidado el gran
dios pardo
Por quienes viven en ciudades—sin embargo,
es implacable siempre,
Fiel a sus estaciones y sus cóleras
Destructor que recuerda
Cuanto prefieren olvidar los humanos.
No es objeto de honras
Ni actos propiciatorios por parte de los veneradores
de las máquinas;
Está siempre esperando, acechando, esperando.
En la cuna del niño su ritmo estuvo presente,
En el frondoso ailanto del jardín en abril,
El olor de las uvas en la mesa otoñal

Y el círculo nocturno ante la luz de gas del invierno
El río está dentro de nosotros, el mar en torno
nuestro;
El mar es también el borde de la tierra,
El granito en que se adentran las olas,
Las playas donde arroja
Sugerencias de una creación anterior y distinta:
La estrella de mar, el límulo, el espinazo
de la ballena;
Las pozas donde ofrece a nuestra curiosidad
La anémona de mar y las algas más delicadas.
Arroja nuestras pérdidas: la jábega rota, la nasa de
langostas maltrecha, el remo quebrado
Y los arreos de extranjeros muertos.
El mar tiene muchas voces,
Muchos dioses y muchas voces.
La sal está en la rosa silvestre,
La niebla en los abetos.
El aullido del mar
Y su bramido son voces diferentes
Que a menudo se escuchan juntas: el gemir
en los aparejos,
La amenaza y caricia de la ola que estalla
mar adentro,
La rompiente lejana contra la dentadura de granito
Y el lamento que avisa del promontorio
que se acerca
Todas son voces del mar, y la boya silbante
Al girar hacia tierra, y la gaviota.
Y bajo la opresión de la niebla silenciosa
El redoble de la campana, tañida sin prisa
Por la ola que se hincha allá en el fondo,
Mide el tiempo, no nuestro tiempo
Sino un tiempo más antiguo
Que el tiempo de los cronómetros, más antiguo
Que el tiempo medido por las mujeres que
en su angustia y su insomnio
Calculan el porvenir, tratan de destejer, devanar,
desenredar
Y remendar pasado y futuro,
Entre la medianoche y el amanecer,
Cuando es engaño ya todo el pasado,
El futuro no tiene porvenir,
Antes de que amanezca y cambien la guardia
Cuando el tiempo se detiene,
Y el tiempo no acaba nunca,
Y la ola que se hincha allá en el fondo
Y es y era desde el principio
Hace sonar la campana.
II
¿Dónde termina aquello, este mudo gemido,
La extinción silenciosa de la flor otoñal
Que soltando sus pétalos queda inmovilizada?
¿Hay fin para los restos que flotan naufragados
Y el hueso que en la playa musita la irrezable

Plegaria a la terrible anunciación?
No hay fin y todo es suma: el desmedido
Resultado de días y horas sin final.
La emoción reflexiona ensimismada
En años de vivir entre los destrozados
Restos de lo que se creyó lo más confiable—

Y por ello más apto a la renunciación.
Hay la última suma, el desvaído
Orgullo que resiente su declive fatal,
La devoción lejana que parece borrada
Como un barco que hace agua por los cuatro costados,
o escuchar en silencio tañer la irremediable

Campana que te invoca, última anunciación.
¿En dónde encontrarán su fin perdido
Los que bogan al fondo de la niebla letal?
Inconcebible un tiempo sin la mar encrespada
o un océano ya limpio de restos oxidados
O un futuro no expuesto, como el irretornable

Pasado, a no tener destino, tampoco solución.
Pensemos en aquellos, desaguando el roído
Navío, desplegando las velas contra el viento brutal,
Entre bancos de arena que no está erosionada,
Cobrando su salario en muelles maltratados,
Sin zarpar en el alba para un viaje incosteable

Tras una pesca inútil que no vale su acción.
No tiene fin, no acaba, este mudo gemido,
Tampoco el marchitarse encuentra su final,
El dolor que no duele y se resuelve en nada,
El mar a la deriva, los restos destrozados,
La plegaria del hueso a la Muerte, su Diosa; tan sólo
la irrezable

Plegaria a ti elevada, única Anunciación.
A medida que envejecemos, parece
Que el pasado tiene otra estructura y deja de ser una mera secuencia—
o incluso un desarrollo. Esto es una falacia parcial
Estimulada por nociones superficiales de evolución
Que se vuelven en la mentalidad popular
Medios para el repudio del pasado.
En los momentos de felicidad—no la sensación
de bienestar,
Fruición, plenitud, seguridad o afecto,
O hasta una excelente cena, no esto sino la súbita iluminación—
Tuvimos la experiencia pero no captamos
el significado
Y el acercamiento al significado restaura
la experiencia
En forma diferente, más allá de cualquier
significado
Que asignemos a la felicidad. Antes he dicho
Que la experiencia revivida en el significado
No es la experiencia de una sola vida
Sino de muchas generaciones —sin olvidar
Algo que acaso es inefable:
La mirada hacia atrás más allá de la seguridad
De la historia escrita, la mirada hacia atrás furtiva
Hacia el terror primitivo.
Entonces llegamos a descubrir que los momentos
de dolor
(No se discute si se deben o no a un malentendido
O a haber esperado lo erróneo o temido lo erróneo)
Son también permanentes
Con una permanencia igual a la del tiempo.
Mejor que en el nuestro lo apreciamos
En el sufrimiento de los demás, casi experimentado
Al implicarnos a nosotros mismos.
Porque nuestro pasado está cubierto por las corrientes
de la acción,
En cambio el sufrimiento ajeno sigue siendo una
experiencia
Sin reservas ni desgaste por la erosión posterior.
La gente cambia y sonríe pero su sufrimiento
permanece.
El tiempo destructor es también el tiempo
preservador,
Como el río con su carga de negros muertos y reses
muertas y jaulas de gallinas,
La manzana amarga y el mordisco en la manzana.
Y la roca mellada en las aguas sin calma,
Las olas que la cubren, la niebla que la oculta
En un día sereno, es nada más un monumento;
En tiempo navegable es siempre una señal
Para fijar el rumbo; pero en la estación sombría
o bajo la repentina furia del mar
Es lo que siempre ha sido.
III
A veces me pregunto si es esto lo que Krishna quiso
decir
— Entre otras cosas— o una manera de expresar
lo mismo:
Que el futuro es una canción desvanecida, una rosa
real o un ramo de lavanda,
De ansioso lamento por los que aún no están aquí
para lamentarse,
Prensado entre las hojas amarillentas de un libro que
nunca ha sido abierto.
Y el camino que sube es el camino que baja,
El camino de ida es el camino de vuelta.
No podemos afrontarlo realmente aunque
de seguro
El tiempo no es curandero: el paciente ya no está
aquí.
Cuando arranca el tren y los pasajeros se han
instalado
Con sus frutas, periódicos y cartas comerciales

(Y parten del andén quienes fueron a despedirlos)
Sus caras se relajan y pasan de la preocupación
al alivio
Al ritmo soñoliento de cien horas.
¡Adelante, viajeros! No escapan del pasado
Hacia vidas distintas ni hacia ningún futuro.
Ustedes no son los mismos que salieron
de la estación
Ni los que llegarán a terminal alguna,
Mientras los rieles convergentes se deslizan unidos
detrás de ustedes;
Y en la cubierta del murmurante trasatlántico,
Al observar la estela que a sus espaldas se ensancha,
No pensarán: “Ya terminó el pasado”
Ni "el futuro está por delante”.
Cuando la noche cae en las antenas y en las jarcias
Hay una voz que contrapuntea (aunque no al oído,
Al susurrante caracol del tiempo,
Ni tampoco en ninguna lengua):
“Adelante, ustedes que creen estar viajando,
No son los mismos que vieron alejarse el puerto
Ni los que desembarcarán.
Aquí, entre la orilla próxima y la orilla distante,
Mientras el tiempo se retira, consideren con el mismo
ánimo
El pasado y futuro.
En ese instante que no es de acción ni de inacción
Pueden aceptar esto: ’En toda esfera del ser
La mente humana debe estar ocupada
Por la hora de la muerte’
(Y la hora de la muerte es cada momento.)
Esta es la única acción que fructificará en las vidas
del prójimo.
Y no piensen en el fruto de la acción.
Adelante.
Oh viajeros, oh gente de mar,
Ustedes que llegaron a puerto y ustedes
cuyos cuerpos
Sufrirán el proceso y el juicio del océano
U otro acontecimiento, este es su verdadero
destino”
—Dijo Krishna, como cuando amonestó a Arjuna
En el campo de batalla.
No adiós
Sino adelante, viajeros.
IV
Señora, en tu santuario que está en el promontorio,
Ruega por todos los navegantes,
Los dedicados a la pesca y aquellos
Que se ocupan en lícitos negocios

Y quienes los dirigen.
Reza también por las mujeres que han visto
Zarpar y no volver a sus maridos o a sus hijos,

Figlia del Tuo Figlio, Reina del Cielo.
Ruega también por cuantos se embarcaron
Y terminaron su viaje en la arena,
En los labios del mar
o en la sombría garganta que no los rechazará
o allí donde no puede ya alcanzarlos
El tañido de la campana del mar,
Su ángelus perpetuo.
V
Comunicarse con Marte, dialogar con espíritus,
Informar sobre la conducta del monstruo marino,
Trazar horóscopos, leer en las entrañas de las aves
o en bolas de cristal,
Diagnosticar enfermedades por la firma, evocar
La biografía por las líneas de la mano
Y la tragedia por los dedos; predecir
Mediante sortilegios u hojas de té,
Adivinar lo inevitable gracias a la baraja,
Juguetear con hexagramas, o barbitúricos,
escudriñar
La imagen que recurre en terrores preconscientes—
Explorar el útero o el féretro o los sueños:
Todos estos son los habituales pasatiempos y drogas
Y secciones de prensa; y siempre lo serán,
Especialmente algunos de ellos
Cuando exista aflicción en las naciones, perplejidad
En las costas de Asia o en la Edgware Road.
La curiosidad humana explora pasado y futuro
Y se aferra a esa dimensión. Pero aprehender
El punto en que interceden lo temporal y lo eterno
Es tarea del santo —o más que tarea
Algo que se da y quita,
En la muerte de amor de una vida entera,
Fervor y desprendimiento y entrega.
Para la mayoría de nosotros sólo existe el momento
Desatendido, el momento fuera y dentro
del tiempo,
El acceso de distracción que se pierde en un rayo
de luz solar,
El invisible tomillo silvestre o los relámpagos de
invierno
O la catarata o la música tan profundamente
escuchada
Que no se escucha en absoluto,
Pero somos la música mientras dura la música.
Estas son nada más sugerencias y conjeturas,
Sugerencias que engendran conjeturas; lo demás
Es oración, observancia, disciplina, pensamiento
y acciones.
La sugerencia medioadivinada, el don
semientendido, es la Encarnación.
Aquí es real la junta imposible
De las esferas de existencia.
Aquí pasado y futuro se conquistan y reconcilian
Donde la acción sería de otra manera movimiento
De lo que tan sólo es movido
Y no tiene fuente propia de movimiento
Sino que es impulsado por poderes demoníacos
y terrenales.
Y la acción justa es libertad
Respecto al pasado y también el futuro.
Para la mayoría de nosotros éste es el objetivo
Que aquí jamás alcanzaremos.
Sólo estamos invictos porque seguimos intentando;
Nosotros, los finalmente satisfechos
Si nuestra reversión temporal nutre
(A no mucha distancia del ciprés)
La vida del suelo significante.

IV. Little Gidding
I
La primavera a medio invierno es una estación
en sí misma
Sempiterna aunque empapada hacia el ocaso,
Suspendida en el tiempo, entre el polo y el trópico.
Cuando es más claro el corto día lleno de escarcha
y fuego,
El breve sol incendia el hielo en estanques y zanjas,
Bajo el frió sin viento que es el calor del corazón
Y copia en un espejo de agua
Un fulgor que es ceguera cuando empieza la tarde
Y un brillo más intenso que la lumbre de ramas
o braseros
Agita el torpe espíritu: no viento sino fuego
pentecostal
En el tiempo oscuro del año.
Entre el deshielo y la congelación
Se estremece la savia del alma. No hay olor de tierra
Ni olor de cosa viva. Este es el tiempo primaveral
Pero no según la convención del tiempo.
Por una hora el seto blanquea
Con fugaz floración de nieve,
Una floración más repentina que la del verano pues
no da brotes ni se marchita.
No pertenece al esquema de la generación.
¿En dónde está el verano, el inimaginable

Verano cero?
Si vienes por aquí,
Por la ruta que probablemente seguirás
Desde el lugar de donde vienes probablemente,
Si vienes por aquí en mayo encontrarás los setos
Blanqueados otra vez con voluptuosa dulzura.
Igual sería al fin de la jornada,
Si vienes de noche como un rey vencido,
Si vienes de día sin saber a qué vienes.
Igual sería al dejar el camino áspero
Y dar vuelta detrás de la pocilga hacia la gris fachada
Y la lápida. Y aquello por lo que creíste estar aquí
Es tan sólo una concha, una cáscara de sentido
Cuyo propósito nada más se revela cuando está
realizado,
Si se realiza. O no tenías propósito
o el propósito está más allá de lo que calculabas
Y se altera al cumplirse. Hay otros sitios
Que son también el fin del mundo,
Algunos entre las fauces del mar
o sobre un lago oscuro,
En un desierto o en una ciudad—
Pero este es el más cercano, en tiempo y lugar,
Ahora y en Inglaterra.
Si vienes por aquí,
Tomando cualquier camino, partiendo de cualquier
sitio,
A cualquier hora o en cualquier estación,
Será siempre lo mismo: tendrás que hacer a un lado
Sentido y noción: no estás aquí para verificar,
Instruirte, satisfacer tu curiosidad o trasmitir
informes.
Estás aquí para arrodillarte
Donde ha sido válida la oración.
Y la plegaria es algo más
Que un orden de palabras, la tarea a conciencia
De la mente que reza, o el sonido de la voz al orar.
Y aquello para lo que cuando vivos no tenían
lenguaje los muertos
Te lo pueden decir ya muertos: la comunicación
De los muertos posee lenguas de fuego más allá
del idioma de los vivos.
Aquí, la intersección del momento sin tiempo
Es Inglaterra y es ninguna parte.
Nunca y siempre.
II
En la manga de un viejo la ceniza apagada
Es cuanto sobrevive de la rosa quemada.
Polvo que en aire flota suspendido
Marca el lugar donde una historia ha sido.
El polvo que respiras fue una mansión:
Las maderas, los muros y el ratón.
Ha muerto la esperanza: este desaire
Es la muerte del aire.
Hay inundación y sequía
Sobre los ojos y en la boca fría.
Agua muerta, muerta arena
Luchan por victoria plena.
El suelo seco y destripado
Muestra el esfuerzo destrozado.
La sorda risa de su boca aterra.

Es la muerte de la tierra.
Agua y fuego ocupan el sitial
De la ciudad, la hierba, el matorral.
Agua y fuego se han burlado
Del sacrificio denegado.
Agua y fuego pudrirán
Los cimientos, se hundirán
El santuario y coro ciego.

Es la muerte de agua y fuego.
En la hora incierta antes de la mañana
Al terminar la noche interminable

Al recurrente fin de lo que no tiene fin
Cuando la oscura paloma con su lengua de llamas
Hubo pasado bajo el horizonte de regreso a su nido

Mientras las hojas muertas traqueteaban metálicas
En el asfalto donde no había ningún otro rumor
Entre las zonas de donde se elevaba el humo

Vi de repente a un hombre que erraba apresurado
Sin resistencia ante el aire urbano del amanecer
Impulsado hacia mí igual que aquellas hojas de
estaño.

Cuando fijé la vista en su cara inclinada
El mirar insultante con el cual desafiamos
Al primer transeúnte en la sombra que aclara

Pareció revelarme a algún maestro muerto
A quien yo había tratado y olvidado; medio evocaba
A uno y a muchos; en sus rasgos como recién salidos
de algún horno

Los ojos de un familiar espectro conjunto
A la vez íntimo e inidentificable.
Asumí un doble papel y grité

Y escuché al otro que gritaba: "¡Cómo! ¿Tú aquí?"
Aunque no estábamos. Yo era el mismo de siempre,
Consciente de mí mismo, y era otro sin embargo.
Y él una cara aún formándose. Pero bastaron las

palabras
Para forzar el reconocimiento al que precedieron.
Así, sometiéndonos al aire común,

Demasiado extraños el uno al otro para malentendernos,
Acordes en ese momento de intersección,
Reunidos en un sitio sin antes ni después,

Seguimos por la acera en una ronda muerta.
Dije: "El asombro que siento es natural,
Su naturalidad también me asombra. Habla,
por tanto;

Tal vez yo no comprenda ni recuerde."
Y él: "No estoy dispuesto a repasar
Mis pensamientos y teorías que has olvidado.

Sirvieron su propósito: dejémoslas en paz.
Igual sucede con las tuyas y ruega que te sean
perdonadas
Por otros, así como te ruego perdonarme

El mal y el bien. Se ha comido el fruto de la estación
Y la bestia saciada apartará de una coz el cubo vacío.
Pues las palabras del año pasado son del año pasado

Y esperan otra voz las palabras del año que viene.
Mas como ahora el paso no ofrece obstáculo
Al espíritu inaplacado y peregrino
Entre dos mundos que se han vuelto

muy semejantes,
Así encuentro palabras que no pensé decir
En calles que no creí volver a ver

Cuando dejé mi cuerpo en una playa remota.
Ya que nuestro interés era el lenguaje y el lenguaje
nos incitó
A purificar el dialecto de la tribu y apremió

A la mente a revisar el pasado y a prever,
Déjame revelarte los dones reservados a la vejez
Para coronar el esfuerzo de tu vida entera.

Ante todo la fricción helada del sentido que expira
Sin encanto, sin ofrecer promesa,
Sino la amarga insipidez del fruto espectral

Cuando empiezan a separarse mente y cuerpo.
Segundo, la impotencia consciente de la rabia
Frente a la locura humana y la laceración

De la risa ante lo que deja de divertirnos.
Por último, el terrible dolor de vivir de nuevo
Cuanto has hecho y has sido; la vergüenza

De motivos revelados muy tarde y la conciencia
De cosas malhechas y hechas para daño de los demás
Que antes consideraste ejercicio de la virtud.
Entonces hiere la aprobación del tonto

y los honores deshonran.
De mal en mal el exasperado espíritu avanza,
A menos que lo restaure el fuego purificador

En que debes moverte a ritmo como un danzante"
El día estaba a punto de romper. En la desfigurada
Calle me dejó con un rezongo de despedida
Y se desvaneció al sonar la sirena.
III
Hay tres condiciones que a menudo parecen
semejantes
Pero difieren por completo, florecen en el mismo seto
vivo:
Apego al propio ser y a cosas y personas, desapego
Del propio ser y cosas y personas,
Y creciente entre ambas, indiferencia
Que se parece a las demás como la muerte
se parece a la vida
Al estar entre dos vidas, sin florecer,
Entre la ortiga viva y la ortiga muerta.
Esta es la utilidad de la memoria
Para la liberación: no reduce el amor
sino lo expande
Más allá del deseo, y por tanto nos libra
De futuro y pasado.
Entonces el amor a un país
Empieza como apego a nuestro campo de acción
Y encuentra que esta acción importa poco
Aunque nunca es indiferente.
La historia puede ser servidumbre,
La historia puede ser libertad.
Mira, ahora se desvanecen
Los rostros y los lugares con el ser que los amó, como
pudo,
Para quedar renovados, transfigurados en

otra ordenación.
El pecado es inevitable pero
Todo irá bien
Y toda clase de cosas saldrá bien.
Si pienso de nuevo en este lugar
Y en gente no del todo recomendable,
Sin parentesco ni bondad,
Pero algunos de genio particular,
Todos señalados por un genio común,
Unidos en la discordia que los separa;
Si pienso en un rey al caer la noche,
En tres hombres, y más, en el cadalso
Y algunos que murieron olvidados
En otros sitios, aquí y en tierra extraña,
Y en uno que murió ciego y callado
¿Por qué habríamos de celebrar
A estos muertos y no a los que agonizan?
No es tocar al revés una campana
Ni se trata de un encantamiento
Para conjurar el espectro de una Rosa.
No podemos revivir viejas facciones
No podemos restaurar viejas políticas
Ni seguir un tambor antiguo.
Aquellos hombres y sus enemigos
Aceptan la constitución del silencio
Y se pliegan a un solo partido.
Sea cual fuere la herencia de los afortunados
Recibimos de los derrotados
Lo que debían dejarnos: un símbolo,
Un símbolo perfeccionado en la muerte.
Y todo irá bien y ,
Toda clase de cosas saldrá bien
Por la purificación del motivo
En el campo de nuestra súplica.
IV
Desciende la paloma y rompe el aire helado
Con llama de terror incandescente.
Dicen las lenguas que es precisamente
El único remedio del error y el pecado.
La última esperanza o el fin desesperado
Reside en la elección entre una y otra hoguera

Que redima a esta llama de esa llama que espera.
Amor se llama el que inventó el tormento,
Amor el nombre desacostumbrado
Cuyas manos tejieron el suplicio más cruento:
La camisa de llamas que jamás ha logrado
Arrancarse el poder en el mundo sangriento.
Toda la vida, toda nuestra espera,
Yace en ser pasto de una u otra hoguera.
V
Lo que llamamos el principio es a menudo el fin
Y llegar al final es llegar al comienzo.
El fin es el lugar del que partimos. Y cada frase
Y oración que sea correcta (donde cada palabra esté
en su sitio
Y ocupe su lugar en apoyo de las demás,
La palabra ni tímida ni ostentosa,
El fácil intercambio de lo viejo y nuevo,
La palabra común exacta sin vulgaridad,
La palabra formal precisa pero no pedante,
La compañía entera que danza al mismo ritmo)
Cada oración y cada frase son un fin y un comienzo,
Cada poema un epitafio. Y toda acción
Un paso al tajo, al fuego,
Un descenso por las fauces del mar
o hacia una piedra indescifrable:
Y allí es donde empezamos.
Perecemos con los agonizantes:
Mira cómo se marchan y partimos con ellos.
Nacemos con los muertos:
Mira cómo regresan y volvemos con ellos.
El momento de la rosa y el momento del ciprés
Son de igual duración. Un pueblo sin historia
No está redimido del tiempo,
Porque la historia es una ordenación
De momentos sin tiempo.
Así, mientras se desvanece la luz
Sobre un anochecer invernal, en una aislada capilla,

La historia es ahora e Inglaterra.
Con la atracción de este Amor y la voz de este

Llamado.
No cesaremos en la exploración
Y el fin de todas nuestras búsquedas
Será llegar adonde comenzamos,
Conocer el lugar por vez primera.
A través de la puerta desconocida y recordada
Cuando lo último por descubrir en la tierra
Sea lo que fue nuestro comienzo:
En la fuente del río más largo
La voz de la oculta cascada
Y los niños en el manzano.
La voz no conocida porque nadie la busca,
Pero escuchada, o semiescuchada, en la inmovilidad
Del mar entre dos olas.
De prisa, aquí, ahora, siempre—
Una condición de sencillez absoluta
(Cuesta nada menos que todo).
Y todo irá bien
Y toda clase de cosas saldrá bien
Cuando las lenguas de la llama se enlacen
En el nudo de fuego coronado
Y la lumbre y la rosa sean una.
              (Traducción: José Emilio Pacheco)



Cuatro Cuartetos. T.S. Eliot. Traducción: Jesús Placencia. Burnt Norton. I. Tiempo presente y tiempo pasado. Están ambos quizá presentes en el tiempo futuro,.



THOMAS STEARNS ELIOT (St. Louis 1888 – Londres 1965) pasa por ser uno de los poetas más importantes del siglo XX, y uno de los críticos literarios y culturales que más han influido en la opinión pública occidental desde los años 20. Su
obra poética cuenta con dos cumbres, The Waste Land (1922) y Four Quartets (1943), traducidas repetidamente
a las principales lenguas del mundo. Es la segunda, culminación de su madurez humana y literaria, la que vamos a intentar presentar en las siguientes páginas. Four Quartets consta de cuatro partes que aparecieron por separado. «Burnt Norton» queda recogido en Collected Poems 1909-1935, y se publica en abril de 1936. «East Cocker » en un suplemento de un número de marzo de 1940 de New English Weekly. Y en la misma revista lo harán «The Dry Salvages» y «Little Gidding», en 1941 y 1942, respectivamente. La secuencia entera es publicada por primera vez en 1943, en la editorial norteamericana Harcourt, Brace and Co., y la versión definitiva la imprimirá Faber& Faber en 1944, recogiendo unas rectificaciones mínimas con respecto a la versión norteamericana.


Los nombres de las cuatro partes refieren a lugares que tienen que ver con la historia personal de Eliot y con la tradición cultural a la que pertenece. «Burnt Norton» es el nombre de una casa de campo en Gloucestershire, que el poeta visitó
en el verano 1934 en compañía de una vieja amiga, Emily Hale. «East Coker» refiere a un pueblo en Somersetshire, en el sur de Inglaterra, de donde procedían los antepasados de Eliot que emigraron a América. «The Dry Salvages» forman un
promontorio rocoso en medio del mar, frente a la costa de Massachusetts, donde Eliot pasó muchos veranos de su infancia. Y «Little Gidding » es el nombre de un pueblo de Huntingdonshire que Eliot visitó en 1936, famoso por la comunidad religiosa fundada allí en 1626 por Nicolás Ferrar y que Cromwell suprimió veinte años después. Sólo durante la
escritura de «East Coker», el autor concibió la idea de repetir cuatro veces la estructura del cuarteto para formar una unidad.


La génesis textual de la obra se halla en una secuencia de 13 versos que Eliot escribió originariamente para Murder in the Cathedral en 1935, a instancias del director de la obra, Martin Browne. Se trataba de un monólogo sobre el sentido del
tiempo en el marco teológico del martirio de santo Tomás Beckett, que acabó desestimándose al considerarse que su densidad conceptual podía lastrar el movimiento dramático de la obra. Sin embargo, la secuencia debía expresar algo valioso para Eliot, por lo que pasó a abrir «Burnt Norton», refundiéndose en los conocidos diez primeros versos.
De este modo se presentaba desde el inicio el tema principal de los cuartetos: el sentido del tiempo.

Para articular la riqueza conceptual y poética de Four Quartets, Eliot desarrolló una estructura circular extremadamente compleja y completa que, partiendo de la declaración del problema, va integrando una heterogeneidad de elementos temáticos y formales, a menudo contrapuestos, para llegar a la resolución unificadora final. El nivel de integración más general y perceptible es el de las referencias a las estaciones anuales y a los cuatro elementos presocráticos, asignándolos a los diferentes cuartetos. En «Burnt Norton » se hace patente la presencia de la primavera y el inicio del verano, y el viento; en «East Coker» es el verano y la tierra; en «The Dry Salvages » se hace presente el otoño y el mar; y en «Little Gidding» el invierno y el fuego. La elección de estos referentes naturales y culturales relaciona toda la secuencia con los ciclos vitales naturales y con su recurrencia en la vida del hombre. Precisamente esta visión cíclica del tiempo en la existencia humana es
lo que se va a reexaminar, al introducirse una perspectiva moral. La visión cíclica anula la libertad humana ya que, como se menciona en los primeros versos de «Burnt Norton», todo lo que pueda ocurrir en el futuro ya está contenido en el
pasado: «El tiempo presente y el tiempo pasado / quizás estén ambos presentes en el tiempo futuro / y el futuro esté en el pasado contenido. / Si todo tiempo está eternamente presente, / todo tiempo es irredimible ». La secuencia total de los cuartetos va a demostrar que la inmanencia del tiempo no está totalmente cerrada, y el modo será un itinerario circular que habrá de retornar al lugar de partida con una sabiduría racional y poética: «No cesaremos de explorar / y el fin de toda nuestra exploración / será llegar a donde partimos / y conocer el lugar por primera vez» («Little Gidding»).

En los cuartetos se presenta una heterogeneidad de elementos, y entre ellos destacan las distintas voces poemáticas. Dejando matizaciones al lado, esta polifonía se puede reducir a dos voces: la del pensador que especula sobre el sentido
del tiempo, planteándose la naturaleza del conocimiento y la posibilidad de la verdadera sabiduría; y la voz intuitiva del «hombre común», que «relata» experiencias y paisajes percibidos de un modo extraordinario. De este modo Eliot está señalando de un modo explícito su voluntad de unificar el pensamiento y la emoción, es decir, expresar poéticamente y llevar a cabo lo que había constituido uno de sus grandes problemas críticos, la unidad que echaba en falta en la Modernidad, y que había provocado que tan tempranamente como en 1920 llamase la atención sobre este asunto en su ensayo «Hamlet and its Problems» (en The Sacred Wood), y reivindicara como ejemplo poético digno de seguir a Dante y a los poetas metafísicos ingleses del XVII.

La circularidad y la heterogeneidad en la existencia humana parecen ser dos razones que militan contra la posibilidad de un sentido último total. El problema que desde una perspectiva idealista le llevó a Eliot en su época universitaria a no poder
armonizar el Absoluto con la variedad que se presenta a la conciencia del sujeto, y a postular un nivel real y otro de apariencias en su tesis doctoral sobre el filósofo idealista inglés E H. Bradley, fue resuelto desde la perspectiva realista, y en ella se inserta el movimiento conceptual de los cuartetos. El reto de Eliot consiste en mostrar la presencia real de
sentido, pero no ubicada en un mundo ideal paralelo, sino inserto en este mundo cambiante, recurrente y heterogéneo. Desde estos parámetros, el elemento clave de la construcción de los cuartetos es el desvelamiento, a través de la recurrencia, de intersecciones de la trascendencia con la inmanencia que revelan un orden profundo y proporcionan
sentido al tiempo humano. Estos momentos son expresados en los cuartetos en diversos niveles: el experiencial-personal, el histórico- colectivo, el filosófico, el artístico y el religioso.

La vigorosa e intensa estructura que da razón de la riqueza de los cuartetos sólo se explica teniendo en cuenta el momento de madurez poética y humana de su autor. La armonía de elementos dispares y opuestos, la jerarquía de distintos
niveles poéticos, el diseño e imbricación de diferentes procedimientos métricos, estilísticos, retóricos e intertextuales son posibles desde la culminación de un itinerario en busca de una unidad honda, que le llevará toda la vida y que le situará
en una fenomenología realista enmarcada en un visión trascendente Esta búsqueda de la unidad quiere sanar las múltiples consecuencias disociadoras del giro gnoseológico de la Modernidad, superar el solipsismo radical del idealismo y la incapacidad para la comunicación, y por tanto para la búsqueda de la belleza artística y el ejercicio de la crítica. El
gran primer poema donde se muestra de un modo muy claro este estado de cosas es «The Love Song of J. Alfred Prufrock» (1917), donde se plasma de un modo poéticamente revolucionario la crisis del sujeto, ambientado en los salones de las clases pudientes del Boston autocomplacido y hueco que también Henry James retrata en sus novelas.

Para llegar a la estructura de los cuartetos, Eliot había tenido que pasar primero por los hallazgos de The Waste Land. De la mano de Ezra Pound había llevado a cabo un poema extenso en el que se mostraba a las claras la nueva conciencia
humana y artística, y quedaba resquebrajaba radicalmente la antropología, la sociología y la poética del caduco mundo Victoriano. La estructura de la tierra baldía venía en buena medida dictada por las tensiones de los modos de vida del momento y por el magisterio de Pound: yuxtaposición de voces e imágenes de una presencia clara y contundente,
pero desvinculadas de cualquier contexto, o mejor, en el contexto de la ausencia de sentido global; y en esto recibía la herencia de Baudelaire y los simbolistas franceses. El elemento poético más reseñable que Eliot aprendió del fecundo trato con Pound fue el del empleo y concepto de la imagen verbal. Partiendo de las ideas del poeta y crítico T. E. Hulme,
se postulaba que las imágenes no debían conectarse mediante procedimientos transicionales, sino que, apoyándose en la psicología del momento, debían presentarse yuxtapuestas, evitando la secuencialidad lógica, para que en la mente del lector se articulasen simultáneamente, formándose el poema allí, no en la página. Desde el punto de vista temático, Eliot terminaba La tierra baldía con la sección «What the Thunder Said», donde confusamente se invocaba a la trascendencia cristiana como remedio del caos.

De The Waste Land a Four Quartets hay un itinerario poético que pasa por The Hollow Men (1925) y Ash-Wednesday (1930), y en el que se percibe la búsqueda de una forma poética que vaya reflejando los cambios que se van produciendo en la vida del poeta. Distintas circunstancias, entre las que se encuentra el deficiente estado psíquico de su mujer y su propia precaria salud, así como las aporías en que le había sumido el idealismo, y la ausencia de valores de la sociedad en la que vive, le llevan desde 1916 a un acercamiento a la trascendencia y la objetividad epistemológica. Consecuencia
de ello, en 1927 obtiene la ciudadanía británica, anhelando formar parte de una historia y una cultura más sólida que la que América podía proporcionarle; y también en el mismo año es recibido en la High Church anglicana. En 1928, en el
prefacio a su volumen de ensayos For Lancelot Andrewes, realiza su famosa triple declaración como «clasicista
en literatura, monárquico en política y anglo-católico en religión».

El optimismo de la posibilidad del conocimiento que le proponía la perspectiva realista —que había conocido bien a través de algunos aspectos de la filosofía de Bergson, cuando asistió a sus clases en París en 1911, y principalmente a través
de las obras de Jacques Maritain, Charles Dawson y Vigo Auguste Demant—, constituyó el ambiente que propició la búsqueda de una estructura poética que reflejara la estructura inteligible del mundo. La armonía cósmica que presenta la
tradición cristiana tenía en La divina comedia de Dante un ejemplo de aplicación literaria: un poema cuyo pattern, cuyo diseño armónico e integrador imita tanto la armonía de la creación como la del pensamiento cristiano. Eliot va a buscar en la música el modelo compositivo para su intención poética, pues en ella encuentra, como en la literatura, un arte secuencial, temporal, pero además un componente de universalismo y una exigencia formal de armonía. El poeta de los cuartetos, a
diferencia del de la tierra baldía, es un hombre impelido a comunicar un mensaje trascendente a los lectores de la convulsa Europa de preguerra y Segunda Guerra Mundial, y por ello busca una forma que, como la música, aspire a la universalidad, y acompase los contenidos también universales que se expresan en los cuartetos. Concretamente se fijará en los cuartetos de cuerda neoclásicos, y de entre ellos en los de Beethoven. Haciendo referencia a este punto señalará que en Four Quartets quiso trascender las palabras del mismo modo que el compositor alemán quiso ir más allá de la música en sus últimas composiciones. Especialmente en «Burnt Norton», Eliot expresa la eterna lucha del artista por trascender la materia a través de la forma: «Sólo a través de la forma, del orden, / pueden las palabras o la música alcanzar / la quietud, como un jarrón chino quietamente / se mueve perpetuamente en su quietud ». Pero el mismo poeta señala que aquí, en este mundo, no se puede alcanzar plenamente la meta: sólo nos queda el intento; el resto no es asunto nuestro» («East Coker»); la plenitud se reserva para otro lugar, el paraíso cristiano.

La recurrencia es el procedimiento que sigue Eliot, pues a través de ella un mismo elemento se va cargando de nuevos valores a cada diferente aparición, al disparar el nuevo contexto la actualización de la enciclopedia de sentido que el término ya poseía en la mente del lector y en sus anteriores apariciones, y añadir dialécticamente el nuevo sentido.
Si «Tradition and the Individual Talent» (1920, en The Sacred Wood), fue el ensayo que fundamenta conceptualmente
buena parte de The Waste Land, es «The Music of Poetry» (1935, recogido en On Poetry and on Poets, 1957) el que realiza lo correspondiente en Four Quartets. En él, coincidiendo con lo que el estructuralismo eslavo estaba señalando de
un modo científico durante aquellos años, defiende que la música de un término tiene que ver tanto con las relaciones fónicas como con las semánticas que éste mantiene con los términos que le preceden y suceden, de modo que hay una música del sonido y una música del sentido que el poema deberá modular y hacer funcionar armónicamente.

Y junto con la recurrencia, destaca la oposición de dos modos estilísticos generales que se alternan a lo largo de los cuartetos: la discursividad y el imaginismo. Mucho revuelo han levantado —principalmente en la primera época de recepción crítica de Four Quartets— ciertos pasajes donde a través de versos largos, Eliot deja explayarse a la voz de la especulación o meditación filosófica, retirándole prácticamente todos los recursos tradicionalmente poéticos, y haciéndole subsistir sobre la base del ritmo del monólogo oral culto. La pertinencia de este proceder se justifica a partir de la filosofía última de los cuartetos, la unidad de lo dispar. La coexistencia de pasajes discursivos e imaginistas no deja de producir una corriente de autoalimentación recíproca, donde cada estilo refuerza su naturaleza por la presencia del opuesto. Pero además hay que aducir que el propio Eliot había tratado el problema del poema largo en su ensayo sobre Alian Poe, señalando que la valía de un poeta venía dada por la calidad de escritura de los pasajes transicionales entre las cumbres de intensidad emocional en el marco de un poema extenso. Y lo cierto es que el público lector recuerda tanto versos de un estilo como de otro, como demuestra la recepción de los primeros diez versos de «Burnt Norton».

Por otro lado, el estilo imaginista en los cuartetos lleva al virtuosismo las posibilidades comunicativas de este poeta en plena madurez, que ha defendido como nadie, en la teoría y en la práctica, el correlato objetivo. Según este proceder, una determinada emoción es objetivada en una situación concreta, expresada concisamente por la palabra. Esto hace posible la comunicación de emociones y corrige la vaguedad expresiva, que se había adueñado de los epígonos del victorianismo poético. Del imaginismo de Pound y Hulme, Eliot ha purgado la yuxtaposición caótica, reformando la presentación de las
imágenes, que aparecen una tras otra, autocontenidas en los límites espaciales de la unidad versal, privadas de todo elemento verbal dinámico, y agrupadas por un marco visual-temático general. El imaginismo eliotiano basado en el correlato objetivo, por su misma naturaleza, es difícil de demostrar, por lo que el lector hará bien en demorarse en las primeras secciones de «Burnt Norton», «The Dry Salvages» y «Little Gidding», donde encontrará los principales ejemplos de este modo estilístico.

Todo el viaje poético, tanto el experiencial como el especulativo, se enmarca en el nivel históricocolectivo. No es fortuita la segunda parte de la segunda sección de «Little Gidding», el famoso canto dantesco donde, a través de una forma estrófica que intenta traducir el metro y estructura de la Divina Comedia, el yo poemático encuentra a un extraño personaje, venido del más allá. Se trata del compound ghost, de Virgilio, de Dante, de Shakespeare, de Donne, de Tennison, de Browning, de Mallarmé, de Yeats, de Joyce: es decir, de la tradición occidental. Si Dante encontraba a Virgilio en su viaje por el infierno, y con él se estaba significando todo lo valioso de la tradición clásica, Eliot no desaprovecha la ocasión de introducirse desde la madurez personal y artística en el infierno de la civilización occidental bajo la Segunda Guerra Mundial, tal como aparece en la segunda sección de «Little Gidding», y de encontrarse con lo que considera valioso de la tradición recibida. Pero Eliot entiende la tradición literaria dentro de una tradición espiritual, y por ello el fantasma le advertirá de los rigores del juicio particular tras la muerte y del proceso purgativo del alma que se seguirá. La sabiduría que allega la tradición es indispensable para redimirse, y la tradición ha de orientar al individuo recogiendo esos momentos intemporales que acaecen en el tiempo, esa recurrencia de la presencia de lo trascendente, con sus momentos de exaltación y de tormento que la carne no puede soportar («Burnt Norton»). Como señala en «Little Gidding»: «Un pueblo sin historia / no se redime del tiempo, pues la historia es un orden / de momentos sin tiempo». El arquetipo de esos momentos intemporales es para Eliot la encarnación del Verbo divino: «La intuición medio adivinada, el don medio comprendido es la Encarnación. / Aquí la imposible unión / de esferas de existencia es real, / aquí el pasado y el futuro son
conquistados, y reconciliados». Y ese momento especial se va repitiendo a lo largo de la vida del hombre y del transcurso del poema, especialmente a través de las narraciones de esas experiencias, personales y colectivas: el jardín de «Burnt Norton » , el camino profundo en la tórrida tarde de verano de «East Coker» (imagen que Eliot toma de la obra de
Bernanos Bajo el sol de Satán), la campana en medio de la niebla marina que cubre «The Dry Salvages», y el deshielo del jardín, la Guerra de las dos Rosas y el paseo fantasmagórico por el Londres de los bombardeos en «Little Gidding».

El final vuelve al comienzo, recoge los distintos temas y resume la sabiduría humana y cristiana que ha supuesto el viaje circular: la unidad de los opuestos, de la inmanencia y la trascendencia, del sufrimiento y del éxtasis, del tiempo y la eternidad. Evidentemente que los cuartetos constituyen un poema donde se expresa una cosmovisión cristiana, donde el dogma de la encarnación asume la posición de piedra angular de la construcción, y donde aparecen referencias a la intercesión de la Virgen María, a la providencia y a la acción del Espíritu Santo en el camino de conocimiento y purificación. Pero hay que subrayar que Eliot tiene el gran acierto de conducir a esta visión desde la experiencia personal,
artística y cultural común a muchos otros hombres, no necesariamente cristianos, y que no parte de ella para limitarse a sacar unas conclusiones incontestables presentadas en una suerte de aggiornamento poético-formal. El mismo Eliot había señalado en The Use of Poetry and the Use of Criticism (1933), que «cuando la doctrina, la teoría, la creencia, o la
“visión de la vida” presentada en una poesía es tal que la mente del lector puede aceptarla en cuanto coherente, madura y fundada sobre hechos de experiencia, no se interpone ningún obstáculo al placer del lector, tanto si la acepta como si la niega, la apruebe o la desapruebe». El lector podrá o no compartir todo el itinerario de los cuartetos, pero la honestidad
de los hallazgos y la sinceridad en el planteamiento son patentes; también el correlato objetivo va más allá de una mera hipótesis, y se constata que nos hallamos ante una verdadera comunicación de emociones, una experiencia y un conocimiento que sólo la gran poesía puede suscitar. Y esto lo avala el hecho de que Four Quartets no haya dejado de ser traducido a un gran número de lenguas, y que siga cosechando lectores y críticos de las más diversas culturas.
José Manuel Mora Fandos es doctor en Filología Inglesa (Universitat de València) con una tesis sobre la obra poética y ensayística de T. S. Eliot. Ha sido profesor de español en la University of Wales, College of Cardiff, y en la actualidad lo es de Lectura y escritura creativa en el Centro Universitario Villanueva y de escritura personal y creativa en diversas instituciones. Durante diez años ha sido comisario de exposiciones de artes plásticas contemporáneas. Ha sido premio Miguel Unamuno de cuento, y finalista en el Certamen de narración Hucha de Oro.


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