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EL MODELO COREANO

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CASH EN COREA La experiencia de desarrollo de la potencia asiática

Corea es la novena economía más grande del mundo. Más del 90 por ciento de sus exportaciones son bienes industriales. El desarrollo se basó en un proceso de industrialización con una fuerte intervención del Estado, elevando su ingreso per cápita de 100 a 20.000 dólares. Creció en la década del ’60 a un promedio anual de 7,7 por ciento, en los ’70 casi al 9,0 por ciento y en los ’80, al 7,9 por ciento. Los años de mayor crecimiento fueron en un contexto de inflación anual cercana al 20 por ciento, lo que no fue obstáculo para la expansión.


Tapa cash


 Por Fernando Krakowiak
Desde Seúl
“Es como si Haití se hubiera convertido en Suiza”, afirma el economista coreano Ha-Joon Chang, de la Universidad de Cambridge, cuando explica la transformación que vivió su país. La esperanza de vida en Corea del Sur era de 53 años en 1960, incluso por debajo de 62,4 que hoy registra Haití. El año pasado fue 80,7, casi el mismo nivel de Suiza, que promedió 82,5 años, según datos del Indice de Desarrollo Humano del PNUD. Durante ese período, Corea del Sur protagonizó un desarrollo económico que le permitió elevar su ingreso per cápita de 100 a 20.000 dólares. Lo más interesante es que lo hizo a partir de un proceso de industrialización con una fuerte intervención del Estado, algo que es visto casi como una herejía por los defensores del libre mercado. Además, los años de mayor crecimiento fueron en un contexto de inflación anual cercana al 20 por ciento, dejando en claro que ésta no es necesariamente un obstáculo para la expansión.
Corea es una península asiática de apenas 99.500 kilómetros cuadrados, superficie similar a la provincia del Chaco, donde viven 50 millones de personas. Entre 1910 y 1945 estuvo bajo dominio colonial japonés y sus actividades económicas principales eran la agricultura y la pesca. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, soviéticos y estadounidenses se repartieron el país en dos mitades. En el norte del paralelo 38, Kim II-Sung, un líder comunista que había integrado la guerrilla antijaponesa, obtuvo el poder con el apoyo del líder ruso Joseph Stalin. En el sur, Estados Unidos bendijo a Syngman Rhee. Ese equilibrio precario estalló en junio de 1950, cuando las dos se enfrentaron militarmente, motivando la intervención de Estados Unidos, China y la Unión Soviética, entre otros países. El conflicto se extendió por tres años y cuando parecía ir camino hacia una guerra nuclear, las potencias firmaron un armisticio y se reflotó la división gestada en 1945.
A partir de la década del ’60, bajo la conducción del dictador Park Chung-hee, el padre de la actual presidenta Park Geun-hye, la parte sur inició su proceso de desarrollo con la puesta en marcha de planes quinquenales que promovieron inversiones privadas a cambio de fuertes incentivos, fundamentalmente crédito barato y subsidios a las empresas capaces de generar divisas a partir de la exportación. En 1962 el ingreso per cápita era de 100 dólares y se exportaban mercaderías por 55 millones de dólares al año. Al finalizar esa década, el ingreso per cápita se había duplicado y las ventas al exterior ya bordeaban los 1000 millones, fundamentalmente con la venta de telas, pescados, maderas y hortalizas.
En la década del ’70, fue el turno de la industrialización pesada. La empresa Posco, que actualmente es una de las productoras de acero más grandes del mundo, inició sus actividades en 1972. Fue en este período cuando también se desplegaron los grandes conglomerados industriales, conocidos como chaebols: Samsung, Hyundai, Daewo y LG, entre otros. Estas firmas montaron astilleros, terminales automotrices y también se especializaron en electrónica, siendo el principal motor del desarrollo coreano. Samsung, por ejemplo, había sido fundada en 1938, durante la ocupación japonesa, pero se dedicaba a la exportación de pescado, verduras y frutas. Recién en los ’70 comenzó a fabricar productos electrónicos y el año pasado fue el primer proveedor mundial de semiconductores y smartphones.
La economía del país asiático creció en la década del ’60 a un promedio anual de 7,7 por ciento, en los ’70 casi al 9,0 por ciento y en los ’80, al 7,9 por ciento. La mejora de esos años se explica por múltiples causas, entre las que sobresalen el proteccionismo estatal, la mano de obra barata, la inversión en educación y un fuerte nacionalismo económico. Cuando el desarrollo todavía era una meta, la prioridad no sólo era obtener divisas sino también cuidarlas. El proteccionismo se expresaba en restricciones a la importación de bienes de consumo y aranceles altos. Además, estaba prohibido viajar al extranjero, salvo para comerciar o estudiar. El discurso nacionalista era el complemento ideal de esas medidas al exaltar el sacrificio personal y tildar de traidores a la patria a quienes las boicoteaban.
La búsqueda de autosuficiencia de Corea del Sur no fue para cerrarse sobre sí misma sino para comerciar agresivamente con el exterior desde una posición de mayor fortaleza. De hecho, el proteccionismo no alcanzó a los productores nacionales de bienes de capital. En ese caso, se optó por importar tecnología en virtud de acuerdos de licencia y desarrollar vínculos con multinacionales. Eso les permitió asimilar tecnologías extranjeras y desarrollar capacidades propias en el largo plazo para terminar agregando valor a sus ventas.
En 1979, las exportaciones ya le reportaban al país 15.000 millones de dólares anuales y el ingreso per cápita se había elevado a 1700 dólares. Una década más tarde, las ventas externas sumaban 62.000 millones anuales y el PBI per cápita 6100 dólares. Por entonces, Corea del Sur ya era conocida como uno de los tigres asiáticos, junto a Singapur, Hong Kong y Taiwan. En treinta años, este país concretó la transición de una economía agrícola a una industrial, proceso que a Holanda, Gran Bretaña, Alemania, Francia y Estados Unidos les llevó en promedio más de un siglo.
Corea del Sur no sólo demostró la importancia que tiene una fuerte intervención del Estado al momento de apuntalar el desarrollo, con premios y castigos o la gestión directa de empresas. También dejó en claro que la estabilidad económica no es sinónimo de estabilidad de precios. En las primeras dos décadas de fuerte crecimiento, la inflación se mantuvo cerca del 20 por ciento anual. En los ’60, la suba de precios promedió un 17,4 por ciento y en los ’70 un 19,8 por ciento, con la producción industrial y el empleo creciendo como nunca antes. Recién en los ’80, el índice registró una baja significativa, al promediar un 6,8 por ciento anual.
La creciente liberalización financiera de los ’90 introdujo los mayores desequilibrios dentro de este modelo de desarrollo que sufrió su primera gran crisis en 1997, víctima de los movimientos especulativos del capital y el sobreendeudamiento de muchas firmas. Corea del Sur no tenía en ese momento una moneda fuertemente sobrevaluada ni un déficit alto en cuenta corriente, pero algunos de sus pares asiáticos sí tenían una moneda apreciada (Indonesia), un fuerte déficit corriente (Malasia) o ambos problemas (Tailandia y Filipinas). El temor que generó la región en los inversores terminó arrastrando también a Corea. Entonces debió recurrir a un préstamo millonario del Fondo Monetario Internacional (FMI) para evitar el default. Esa “ayuda” vino acompañada de una serie de condicionalidades, como reducción de barreras arancelarias y apertura del mercado de capitales, lo que motivó un nuevo resurgir del nacionalismo coreano. Algunos diarios inclusive llegaron a comparar a ese acuerdo con la firma del tratado de anexión a Japón en 1910 y se buscó limitar la incidencia del FMI. De hecho, si bien Corea del Sur avanzó con una paulatina liberación de sus mercados, nunca resignó su estrategia industrial ni entregó el control de sus grandes empresas a capitales extranjeros. Lo que hizo fue apuntalar la recuperación orientando su desarrollo aún más hacia actividades basadas en las tecnologías de la información y las comunicaciones (ver aparte).
Corea ya es la novena economía más grande del mundo y su PBI per cápita es de 20.000 dólares. Más del 90 por ciento de sus exportaciones, que representan el 40 por ciento de su PBI, son bienes industriales. Es el primer fabricante mundial de semiconductores y teléfonos móviles, el segundo productor de barcos y el quinto de automóviles. Además, evidencia mejoras notables en el Indice de De-sarrollo Humano que elabora el PNUD, expresadas en la baja de la mortalidad infantil y las subas de la esperanza de vida y la tasa de escolaridad. En las grandes ciudades, como Seúl, Busan y Daejeon, se observa una fuerte inversión en infraestructura, tanto pública como privada, y, a diferencia de las fases iniciales de industrialización, el consumo interno ya no está reprimido. Tal vez la mayor paradoja en este contexto de prosperidad es la posición de Corea en foros multilaterales como el G-20 y la Organización Mundial del Comercio, donde ahora reivindica el libre comercio, incluso entre países con una marcada desigualdad, olvidando que no fue ése el camino por el que alcanzó el desarrollo

Valéry frente a sus ídolos

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Emile Cioran


Para un autor resulta una verdadera desgracia ser comprendido; Valéry lo fue en vida y lo ha sido después. ¿Era, pues, tan simple, tan comprensible? Ciertamente no. Pero cometió la imprudencia de dar demasiadas precisiones tanto sobre sí mismo como sobre su obra, se reveló, se mostró, dio muchas de sus claves, disipó buena parte de esos malentendidos indispensables para el prestigio secreto de un escritor: en lugar de dejar para los demás el trabajo de descubrirle, lo asumió él mismo; exageró hasta el vicio la manía de explicarse. La tarea de los comentadores quedó así considerablemente reducida: iniciándoles de entrada en lo esencial de sus preocupaciones y de sus manifestaciones, les invitaba menos a una reflexión sobre su obra que a una reflexión sobre sus propios comentarios a propósito de ella. Desde ese momento, la cuestión respecto a él era saber si sobre un determinado punto había sido víctima de una ilusión o, por el contrario, de una excesiva clarividencia, de un juicio disociado de lo real en cualquier caso. Valéry no solamente fue su propio comentador, sino que además todas sus obras sólo son una autobiografía más o menos disimulada, una refinada introspección, un diario de su espíritu, una elevación de sus experiencias, de cualquiera de ellas, al rango de acontecimiento intelectual, un atentado contra todo lo que podía haber en él de irreflexivo, una rebelión contra sus profundidades. 

Lo que a él le interesa es saber desmontar el mecanismo de todo, puesto que todo es mecanismo, suma de artificios, de artimañas o, para emplear una palabra más respetable, de operaciones; ocuparse de los resortes, transformarse en relojero, ver por dentro, no dejarse embaucar. El hombre, según él, se mide únicamente por su capacidad de desacuerdo, por el grado de lucidez que alcanza. Semejante exigencia de lucidez hace pensar en el grado de despertar que supone toda experiencia espiritual, determinado por la respuesta dada a la pregunta capital: «¿Hasta dónde se ha llegado en la percepción de la irrealidad?».
Podría señalarse en detalle el paralelismo existente entre la búsqueda de la lucidez deliberadamente más acá de lo absoluto, tal como se presenta en Valéry, y la búsqueda del despertar con vistas a lo absoluto, en lo que consiste la vía mística. Se trata en ambos casos de tentativas de exacerbación de la conciencia, ávida de librarse de las ilusiones que arrastra. Todo espíritu crítico despiadado, todo denunciador de apariencias y, con más razón, todo «nihilista», no es más que un místico bloqueado, y ello únicamente porque le repugna atribuir un contenido a su lucidez, modificar ésta para salvarse asociándola a una empresa que la supera. Valéry se hallaba demasiado contaminado por el positivismo para poder concebir un culto que no fuera el de la lucidez por sí misma
«Confieso que he hecho de mi espíritu un ídolo, pero porque no he encontrado ningún otro.» Valéry no se repuso nunca del asombro que le producía el espectáculo de su espíritu. Sólo admiró a quienes divinizaban el suyo propio y poseían aspiraciones tan desmesuradas que no podían sino fascinar o desconcertar. Lo que le sedujo de Mallarmé fue su lado insensato, el que en 1885 escribía a Verlaine: «(...) siempre he soñado e intentado otra cosa, con una paciencia de alquimista, dispuesto a sacrificar toda vanidad y toda satisfacción, como se quemaban antiguamente el mobiliario y las vigas del tejado para alimentar el homo de la Gran Obra. ¿Qué cosa? Resulta difícil decirlo: simplemente un libro, en varios volúmenes, un libro que sea un libro, arquitectónico y premeditado, y no una colección de inspiraciones fortuitas, aunque sean maravillosas... Iré más lejos, diré: el Libro, convencido de que en el fondo no hay más que uno (...)». Ya en 1867 había formulado, en una carta a Cazalis, el mismo deseo grandioso y extravagante: «(...) no sin una angustia real entraría yo en la Desaparición suprema si no hubiera acabado mi obra, que es la Obra, la Gran Obra, como dicen nuestros antepasados los alquimistas». 
Crear una obra que rivalice con el mundo, que no sea su reflejo sino su doble, no es una idea que haya tomado de los alquimistas, sino de Hegel, del Hegel a quien no conocía más que indirectamente a través de Villiers, el cual apenas le había leído, justo lo suficiente para poder citarle de vez en cuando y llamarle pomposamente «el reconstructor del Universo», fórmula que debió de impresionar a Mallarmé, puesto que el Libro aspiraba precisamente a la reconstrucción del Universo. Pero esa idea pudo también habérsela inspirado su contacto frecuente con la música, y las teorías de la época, derivadas de Schopenhauer y propagadas por los wagnerianos, que hacían de ella el único arte capaz de traducir la esencia del mundo. Por otro lado, la tentativa de Wagner bastaba para sugerir por sí sola grandes sueños e incitar a la megalomanía, lo mismo que la alquimia o el hegelismo. Un músico, y sobre todo un músico fecundo, podría quizás aspirar al papel de demiurgo; pero un poeta, y un poeta escrupuloso hasta la esterilidad, ¿cómo iba a intentarlo sin caer en el ridículo o la locura? Todo aquello no era más que divagación, por decirlo con una palabra por la que Mallarmé tenía especial predilección. Y es precisamente ese lado el que atraía y convencía en él. Valéry lo prolonga e imita cuando habla de la Comedia del intelecto que se proponía escribir un día. El sueño de la desmesura conduce fácilmente a la ilusión absoluta. Cuando, el 3 de noviembre de 1897, Mallarmé enseña a Valéry las pruebas corregidas de Un lance de dados y le pregunta: «¿No le parece un acto de demencia?», el demente no es Mallarmé, sino el Valéry que en un acceso de sublimidad escribiría que en ese poema de tan extraña disposición tipográfica el autor había intentado «elevar una página a la potencia del cielo estrellado». En esa actitud de imponerse una tarea imposible de realizar e incluso de definir, de anhelar el vigor cuando se está minado por la más sutil de las anemias, hay algo de montaje teatral, un deseo de engañarse a sí mismo, de vivir intelectualmente por encima de las propias posibilidades, un afán de leyenda y de fracaso, siendo como es el fracasado, en cierta manera, incomparablemente más cautivante que el triunfador. 
Cada vez nos interesa más, no lo que un autor ha dicho, sino lo que hubiera querido decir, no sus actos sino sus proyectos, menos su obra real que su obra soñada. Si Mallarmé nos fascina es porque satisface los requisitos del escritor irrealizado, irrealizado en relación con el ideal desproporcionado que se había propuesto, tan desproporcionado que a veces nos tienta la idea de llamar ingenuo o impostor a quien en realidad no fue más que un alucinado. Somos fanáticos de la obra abortada, abandonada a medio camino, imposible de acabar, minada por sus propias exigencias. Lo extraño, en el caso de Mallarmé, es que la obra no fue siquiera comenzada, puesto que del Libro, ese rival del Universo, no queda prácticamente ningún indicio revelador: parece improbable que sus bases hayan sido establecidas en las notas que Mallarmé mandó destruir; en cuanto a las que sobrevivieron, no merecen que nos detengamos en ellas. Mallarmé: una veleidad de pensamiento, un pensamiento que jamás se concretizó, que cayó en la trampa de lo eventual, de lo irreal, un pensamiento liberado de todo acto, superior a todo objeto e incluso a todo concepto..., una expectativa de pensamiento. Y lo que él, el enemigo de lo vago, ha expresado a fin de cuentas es esa expectativa, que no es más que la vaguedad misma. Pero esa vaguedad, que es el espacio de la desmesura, implica un aspecto positivo: permite imaginar con amplitud. Si Mallarmé desembocó en lo único fue porque soñó con el Libro: de haber sido más sensato, hubiera dejado una obra mediocre. Lo mismo puede decirse de Valéry, que es el resultado de la idea, casi mitológica, que se hizo de sus propias facultades, de lo que hubiera podido obtener de ellas si hubiese tenido la posibilidad o el tiempo de utilizarlas realmente. ¿Acaso no son sus Cuadernos un enorme esbozo del Libro que también él deseaba escribir? Valéry intentó ir más allá que Mallarmé, pero, como él, no pudo llevar a cabo un proyecto que exige una gran obstinación y una gran invulnerabilidad frente al tedio, esa plaga que según su propia confesión no dejaba de atormentarle. Y el tedio es la discontinuidad, la fatiga que produce todo razonamiento constante, fundado, es la obsesión pulverizada, la aversión por el sistema (el Libro no hubiera podido ser más que sistema, sistema total), es horror a la insistencia, a la duración de una idea; el tedio es también incoherencia, fragmento, nota, cuaderno, en una palabra, diletantismo debido a una carencia de vitalidad y también al miedo a ser o parecer profundo. El ataque de Valéry contra Pascal podría explicarse por una reacción de pudor: ¿no es indecente hacer alarde de los secretos, de las desgarraduras, de los abismos propios? No olvidemos que para un mediterráneo como Valéry, los sentidos contaban, y que para él las categorías fundamentales no eran lo que existe y lo que no existe, sino lo que no existe en absoluto y lo que parece existir, la Nada y la Apariencia; el ser como tal carecía para él de dimensión y hasta de valor... 

Ni Mallarmé ni Valéry estaban equipados para acometer el Libro. Antes que ellos, Poe hubiera podido tanto concebir el proyecto como ponerse a trabajar en él, y en realidad lo hizo: Eureka era una forma de obra límite, de extremo, de fin, de sueño colosal y realizado. «He resuelto el secreto del Universo.» «No deseo ya vivir, puesto que he escrito Eureka», exclamaciones éstas que a Mallarmé le hubiera gustado proferir, pero a las que apenas tenía derecho, ni siquiera tras ese magnífico callejón sin salida que es Un lance de dados. Baudelaire había llamado a Poe «héroe» de las Letras; Mallarmé irá más lejos, le llamará «el caso literario absoluto». Nadie hoy ratificaría semejante juicio, pero qué importa eso, puesto que cada individuo, como cada época, no es real más que por sus exageraciones, por su capacidad de supervalorar, por sus dioses. La serie de modas literarias o filosóficas demuestra una irresistible necesidad de adorar: ¿quién no ha sido hagiógrafo alguna vez? Un escéptico encontrará siempre a alguien más escéptico que él a quien venerar. Incluso en el siglo XVIII, en el que la denigración se convirtió en una institución, la «decadencia de la admiración» no debió de ser tan general como lo creyó Montesquieu. 

Para Valéry, el tema tratado en Eureka pertenece a la literatura. «La Cosmogonía es un género literario de una notable persistencia y de una sorprendente variedad, uno de los géneros más antiguos que existen.» Lo mismo pensaba de la historia e incluso de la filosofía, «género literario particular, caracterizado por ciertos temas y por la frecuencia de ciertos términos y formas». Puede decirse que, salvo las ciencias positivas, para él todo se reduce a la literatura, a algo dudoso, por no decir despreciable. Pero ¿dónde encontrar a alguien más literario que él, alguien en quien la atención a la palabra, la idolatría de la palabra, sean más vivamente cultivadas? Narciso, enfrentado a sí mismo, desdeñaba la única actividad que estaba acorde con su naturaleza: predestinado al Verbo, era esencialmente un literato; pero a ese literato le hubiera gustado asfixiarlo, destruirlo; como nunca lo consiguió, se vengó de la literatura, contra la que echó pestes. Este podría ser el esquema psicológico de sus relaciones con ella. 

Eureka no dejó trazas en la evolución de Valéry. Por el contrario, La génesis de un poema fue un gran acontecimiento, un encuentro capital. Todo lo que más tarde iba a pensar sobre el mecanismo del acto poético se halla en ese texto. Imaginamos la delectación con que debió de leer que la composición de El cuervo no debe nada al azar o a la intuición, y que el poema fue concebido con la «precisión y la rigurosa lógica de un problema matemático». Otra declaración de Poe, esta vez de Marginalia (CXVIII) no debió de satisfacerle menos: «La desgracia (Valéry hubiera dicho la suerte) de algunos seres consiste en no contentarse jamás con la idea de que pueden realizar una cosa, ni siquiera con la de haberla realizado; necesitan además saber y mostrar a la vez a los demás cómo la han hecho». 

La génesis de un poema era una mixtificación (a mere hoax) de Poe; todo Valéry procede de una lectura... ingenua, de un fervor por un texto en el que un poeta se burlaba de sus lectores crédulos. Ese entusiasmo juvenil por una demostración tan profundamente antipoética prueba bien que originariamente, en lo más profundo de sí mismo, Valéry no era poeta; pues de lo contrario todo su ser se hubiera rebelado contra ese frío e implacable desmantelamiento del delirio, contra esa denuncia del más elemental reflejo poético, de la razón de ser de la poesía; pero sin duda necesitaba esa ingeniosa incriminación, esa acusación contra toda creación espontánea, para poder justificar, excusar su propia falta de espontaneidad. Nada más tranquilizador que esa hábil exposición de artificios. Era un catecismo no para poetas sino para versificadores, y que necesariamente debía de halagar el lado virtuoso de Valéry, ese gusto suyo por la reflexión recargada, por el arte en segundo grado, por el arte dentro del arte, esa religión de lo pulido, como también esa voluntad de estar constantemente fuera de lo que se hace, de evitar todo vértigo, poético o de otra clase. Sólo un maníaco de la lucidez podía saborear esa incursión cínica en los orígenes del poema que contradice todas las leyes de la producción literaria, esa premeditación infinitamente minuciosa, esa acrobacia inaudita que Valéry convirtió en el artículo primero de su credo poético. Erigió en teoría y propuso como modelo su ineptitud para ser poeta naturalmente, se aferró a la técnica para disimular sus lagunas congénitas, colocó crimen inexpiable la poética por encima de la poesía. Se puede pensar legítimamente que todas sus tesis hubieran sido muy diferentes de haber sido capaz de escribir una obra menos elaborada. Preconizó lo difícil por impotencia: todas sus exigencias son exigencias de artista y no de poeta. Lo que en Poe no era más que juego es en Valéry dogma, dogma literario, es decir, ficción aceptada. Técnico excelente, intentó rehabilitar el procedimiento y el oficio en detrimento del don. Se dedicó a sacar de cada teoría artística la conclusión menos poética, aferrándose luego a ella, seducido hasta la obnubilación por la ejecución, por la invención desprovista de fatalidad, de lo ineluctable, de destino. Creyó siempre que se hubiera podido ser diferente de lo que se es, y él mismo quiso siempre ser otro; prueba de ello su frustración de no ser hombre de ciencia, que le corroía y que le había hecho decir buen número de extravagancias, sobre todo en cuestiones de estética; fue igualmente esa frustración lo que le inspiró su condescendencia respecto a la literatura: parece como si se rebajase cuando habla de ella y que únicamente se dignara dedicarse al verso. En realidad no se dedicó a él, se ejercitó en él, como tantas veces lo dijo expresamente. Al menos, el no poeta que era, impidiéndole mezclar prosa y poesía, impidiéndole desear, como los simbolistas, escribir poesía a toda costa y por todas partes, le preservó de esa plaga que es toda prosa demasiado ostensiblemente poética. Cuando se aborda un espíritu tan sutil como el suyo, se experimenta una rara voluptuosidad al descubrir sus ilusiones y sus defectos, que no por ser casi invisibles dejan de ser menos reales; ellos muestran que la lucidez absoluta resulta incompatible con la existencia, con el ejercicio del aliento. Y, debemos reconocerlo, un espíritu desengañado, cualquiera que sea su grado de emancipación respecto al mundo, vive más o menos en lo irrespirable. 

Poe y Mallarmé existen para Valéry; Leonardo da Vinci, visiblemente, no es más que un pretexto, un nombre nada más, una figura enteramente construida, un monstruo que posee todos los poderes que nosotros no poseemos y que nos gustaría poseer. El satisface esa necesidad de vernos realizados en alguien imaginario que represente el resumen ideal de todas las ilusiones que nos hemos hecho sobre nosotros mismos: héroe que ha vencido nuestras propias imposibilidades, que nos ha liberado de nuestros límites, rebasándolos por nosotros... 

La Introducción al método de Leonardo, que data de 1894, prueba que Valéry desde sus comienzos era perfecto, quiero decir perfectamente maduro como escritor: el esfuerzo de perfeccionarse, de progresar, le fue ahorrado de entrada. Su caso posee ciertas analogías con el de su compatriota Napoleón, quien en Santa Helena podía afirmar: «La guerra es un arte singular: yo he librado sesenta batallas; pues bien, puedo asegurar que no he aprendido nada que no supiera desde la primera». Valéry, al final de su vida, hubiera podido afirmar también que lo sabía todo desde su primera tentativa, y que, en lo que a sus exigencias consigo mismo y con su obra se refiere, no había progresado nada desde los veinte años. A una edad en la que se titubea, en la que se imita a todo el mundo, él había encontrado ya su método, su estilo, su forma de pensamiento. Sin duda admiraba todavía, pero ya como un maestro. Al igual que todos los espíritus perfectos, se hallaba limitado, es decir, confinado en ciertos temas de los que no podía salir. Es quizá por reacción contra sí mismo, contra sus fronteras, tan perceptibles, por lo que tanto le intrigó ese fenómeno que representan los espíritus universales, la posibilidad, apenas concebible, de una multiplicidad de talentos que se desarrollaran sin perjudicarse, que cohabitaran sin anularse mutuamente. Valéry no podía no encontrarse con Leonardo; sin embargo, Leibniz le hubiera convenido más. Pero para atreverse con él hacía falta, además de una competencia científica y conocimientos que él no poseía, una curiosidad impersonal de la que era incapaz. Con Leonardo, símbolo de una civilización, de un universo o de cualquier otra cosa, lo arbitrario y la desenvoltura eran mucho más fáciles. Si de vez en cuando lo citaba no era más que para poder hablar mejor de sí mismo, de sus propios gustos y aversiones, para ajustar las cuentas a los filósofos invocando un nombre que acumulaba por sí solo facultades que ninguno de ellos había reunido jamás. Para Valéry los problemas que aborda la filosofía y la manera en que ésta los enuncia se reducen a «abusos de lenguaje» a falsos problemas, infructuosos e intercambiables, carentes de todo rigor, tanto verbal como intrínseco; le parecía que las ideas se corrompían en cuanto los filósofos se apoderaban de ellas; más aún, que el pensamiento mismo se viciaba en contacto con ellos. El horror que tenía a la jerga filosófica era tan convincente, tan contagioso, que nunca pudo disociarse de él, que no pudo volver a leer a un filósofo serio sin desconfianza o repugnancia, y rechazó en lo sucesivo todo término falsamente misterioso o culto. La mayor parte de la filosofía supone un crimen contra el lenguaje, un crimen contra el Verbo. Toda expresión de escuela debería ser proscrita y considerada un delito. Es inconscientemente deshonesto todo aquel que, para zanjar una dificultad o resolver un problema, forja una palabra sonora, pretenciosa, e incluso simplemente una palabra. En una carta a F. Brunot, Valéry escribía: «(...) hace falta más espíritu para prescindir de una palabra que para emplearla». Si se tradujeran las lucubraciones de los filósofos a lenguaje normal, ¿qué quedaría de ellas? La operación sería ruinosa para la mayoría de ellos. Pero debemos añadir enseguida que lo sería casi en igual medida para cualquier escritor y particularmente para Valéry: si se despojase a su prosa de su brillo, si se redujera cualquiera de sus pensamientos a sus contornos esqueléticos, ¿qué quedaría de ellos? Valéry fue también una víctima del lenguaje, de otro lenguaje, más real, más existente, eso si. No inventaba palabras, es cierto, pero vivía de manera casi absoluta en su propio lenguaje, de modo que su superioridad sobre los filósofos consistía únicamente en participar de una irrealidad menor que la suya. Criticándoles con tanta dureza, mostró que también él, tan prudente de ordinario, podía enardecerse, equivocarse. Por lo demás, un desengaño completo habría suprimido en él no sólo al «hombre de pensamiento», como a veces se llamaba a sí mismo, sino, pérdida más grave, al malabarista, al histrión del vocablo. Afortunadamente no alcanzó nunca la «clarividencia imperturbable» con la que soñaba; de lo contrario, su «silencio» se hubiera prolongado hasta su muerte. 

En el fondo, había en su aversión por los filósofos algo impuro; de hecho, le obsesionaban, no podía permanecer indiferente a ellos, les perseguía con una ironía próxima de la rabia. Durante toda su vida se prohibió a sí mismo la construcción de un sistema; lo cual no significa que no hubiera en él, como respecto a la ciencia, una nostalgia más o menos consciente del sistema que no pudo construir. El odio a la filosofía es siempre sospechoso: se diría que quien lo padece no se perdona el hecho de no haber sido filósofo y que para disimular esa frustración o esa incapacidad vilipendia a quienes, por tener menos escrúpulos que él o ser más aptos para ello, tuvieron la posibilidad de edificar ese pequeño universo inverosímil que es toda doctrina filosófica bien articulada. Que un «pensador» eche de menos al filósofo que hubiera podido ser, eso es comprensible; pero lo que ya no se comprende tanto es que esa nostalgia obsesione aún más a los poetas: y pensamos de nuevo en Mallarmé, puesto que el Libro no podía ser más que una obra de filósofo. ¡Prestigio del rigor, del pensamiento sin encanto! Si los poetas son tan sensibles a él, es por una especie de vergüenza de vivir desvergonzadamente como parásitos de lo Improbable. 

Pero una cosa es la filosofía de los profesores y otra muy distinta la metafísica. Hubiera podido esperarse de Valéry alguna indulgencia hacia esta última; sin embargo, no sólo la denuncia insidiosamente sino que llega casi a tratarla, como lo hace el positivismo lógico, del que tan cercano está en muchos aspectos, de «enfermedad del lenguaje». Hizo incluso del hecho de ridiculizar la ansiedad metafísica una cuestión de honor. Los tormentos de Pascal le inspiran reflexiones de ingeniero. «Ninguna revelación en Leonardo. Ningún abismo abierto a su diestra. Un abismo le haría pensar en un puente. Un abismo podría servirle para ensayar algún gran pájaro mecánico». Cuando se leen palabras tan imperdonablemente insolentes, no se tiene más que una idea en la cabeza: vengar a Pascal inmediatamente. ¿A qué viene reprocharle el abandono de las ciencias cuando esa renuncia fue el resultado de un despertar espiritual mucho más importante que los descubrimientos científicos que hubiera podido hacer? En lo absoluto, las perplejidades pascalianas en los confines de la plegaria tienen mucha más importancia que cualquier secreto obtenido del mundo exterior. Toda conquista objetiva supone un retroceso interior. Cuando el hombre haya alcanzado el objetivo que se ha propuesto, dominar la Creación, quedará completamente vacío: será a la vez dios y fantasma. Valéry suscribió sin reservas, sin restricciones, la idolatría de la ciencia, esa gran ilusión de los tiempos modernos. ¿Es simple casualidad que, en su juventud, ocupase en Montpellier la misma habitación que años antes había habitado Auguste Comte, teórico y profeta del cientifismo? 

El menos original de todos los cultos es el de la ciencia. Uno puede, evidentemente, dedicarse a la actividad científica, pero el entusiasmo por ella, cuando no se es especialista en la materia, es cuando menos molesto. Valéry creó él mismo su leyenda de poeta matemático. Y todo el mundo la aceptó, a pesar de que él reconocía no ser más que un «desafortunado amante de la ciencia más bella» y haber declarado a Frédéric Lefèvre que en su juventud no había podido entrar en la Marina a causa de su «absoluta incomprensión de las ciencias matemáticas. No entendía absolutamente nada. Eran para mí la cosa más extraña, más impenetrable, más desesperante del mundo. Nunca nadie ha comprendido menos que yo en aquella época la existencia y hasta la posibilidad de las matemáticas incluso de las más simples». Que más tarde les tomase gusto, es innegable; pero tomar gusto y ser competente en la materia son cosas diferentes. Se interesó por ellas, sea para crearse un estatuto intelectual excepcional, por deseo de ser el héroe de un drama situado en los límites de los poderes del espíritu, sea para entrar en un terreno donde uno se topa constantemente consigo mismo. «No hay palabras para expresar la dulzura de sentir que existe todo un mundo del que el Yo se halla totalmente ausente.» ¿Conoció Valéry estas palabras de Sofía Kowalevsky sobre las matemáticas? Quizá fuese una necesidad análoga lo que le llevó a interesarse por una disciplina tan alejada de toda forma de narcisismo. Pero si es posible dudar de que existiera en él esa necesidad profunda, sus relaciones con la ciencia, por el contrario, recuerdan el entusiasmo de aquellas mujeres de la Ilustración de las que habló en su prólogo a las Cartas persas de Montesquieu y que frecuentaban los laboratorios apasionándose por la anatomía o la astronomía. Debemos reconocer, para elogiarla, que en su manera de expresarse sobre las ciencias encontramos el tono de un mundano de la gran época, el último eco de los antiguos salones. Podría detectarse también en su persecución de lo inabordable un ligero masoquismo: adorar, para torturarse, lo que jamás se alcanzará; castigarse por no ser, en materia de Saber, más que un simple aficionado. 

Los únicos problemas a los que se enfrentó como conocedor, como iniciado, son los de la forma, o, para ser más exacto, los del estilo. Claudel llamó a Mallarmé «genio sintáctico»; estas palabras se ajustan también, si no más, para Valéry, quien confesa deber a Mallarmé el hecho de «concebir y colocar por encima de toda obra la posesión consciente de la función del lenguaje y el sentimiento de una libertad superior de la expresión, en comparación con la cual todo pensamiento no es más que un incidente, un suceso particular». El culto de Valéry por el rigor se reduce a la propiedad de los términos y al esfuerzo consciente por lograr un brillo abstracto de la frase. Rigor de la forma y no de la materia. La joven Parca le exigió más de cien borradores, hecho del cual se vanagloriaba, tomándolo por el símbolo mismo de una empresa rigurosa. No dejar nada a la improvisación o a la inspiración (sinónimos malditos para él), vigilar las palabras, sopesarlas, no olvidar nunca que el lenguaje es la sola, la única realidad: en eso consiste su voluntad de expresión, llevada tan lejos que acaba convirtiéndose en un encarnizamiento por bagatelas, en una búsqueda agotadora de la precisión infinitesimal. Valéry es un galeote del Matiz. 

Llegó hasta los extremos del lenguaje, allí donde éste, aéreo, peligrosamente sutil, no es más que esencia impalpable, último grado antes de la irrealidad. No es posible imaginar una lengua más depurada que la suya, más maravillosamente exangüe. ¿Por qué negar que en más de un lugar resulta rebuscado o claramente afectado? El mismo tenía gran estima por el preciosismo, como lo demuestra esta significativa confesión: «¿Quién sabe si Molière, al ridiculizar a los preciosistas, no nos ha costado algún Shakespeare?». El reproche que podría hacérsele al preciosismo es que vuelve al escritor demasiado consciente, demasiado seguro de su superioridad sobre su instrumento: a fuerza de jugar con él y de manejarlo con virtuosismo, priva al lenguaje de todo misterio y de todo vigor. El lenguaje debe resistir; si cede, si se pliega totalmente a los caprichos de un prestidigitador, se convierte en una serie de hallazgos y de piruetas en los que triunfa constantemente sobre sí mismo y se divide hasta la anulación. El preciosismo es la escritura de la escritura: un estilo que se desdobla y se convierte en el objeto de su propia búsqueda. Sería abusivo, sin embargo, considerar a Valéry preciosista; pero es justo decir que tenía sobresaltos de preciosidad. Lo cual es totalmente natural en alguien que no percibía nada detrás del lenguaje, ningún substrato o residuo de realidad. El fondo de su pensamiento aunque fondo sea un término del que rechazó tanto la acepción estética como metafísica parece ser que solamente las palabras nos preservan de la nada. A pesar de todo, él confió en ellas, demostrando así que todavía creía en algo. Únicamente si hubiera acabado desinteresándose por las palabras se le habría podido tratar de «nihilista». De todas formas, no podía serlo, dada su excesiva sensibilidad a la urgencia de la mentira para existir. «Nos desalentaríamos si no estuviésemos sostenidos por ideas falsas», ha dicho Fontenelle, el escritor al que, por la gracia que sabía darle a la menor idea, más se parece Valéry. 

La poesía se encuentra amenazada cuando los poetas prestan un interés teórico demasiado vivo al lenguaje, cuando hacen de éste un tema constante de meditación, cuando le confieren un estatuto excepcional que compete menos a la estética que a la teología. La obsesión por el lenguaje, siempre grande en Francia, jamás ha sido tan virulenta y esterilizante como hoy: no se anda muy lejos de elevar el medio, el intermediario del pensamiento, a la dignidad de único objeto del pensamiento, e incluso de sustituto de lo absoluto, por no decir de Dios. No puede haber pensamiento vivo, fecundo, que traduzca lo real, si la palabra sustituye brutalmente a la idea, si el vehículo cuenta más que la carga que transporta, si el instrumento del pensamiento es asimilado al propio pensamiento. Para pensar verdaderamente es necesario que el pensamiento se adhiera al espíritu; si se independiza de él, si le es exterior, el espíritu se traba desde el principio, se mueve en el vacío, y no tiene más recurso que él mismo, en lugar de aferrarse al mundo para tomar de él su sustancia o sus pretextos. Que el escritor se abstenga de reflexionar sobre el lenguaje, que evite a toda costa hacer de él la materia de sus obsesiones, que no olvide que las obras importantes han sido hechas a pesar del lenguaje. Un Dante estaba obsesionado por lo que tenía que decir y no por el decir. Desde hace mucho tiempo, desde siempre podríamos casi decir, la literatura francesa parece haber sucumbido al maleficio, y al despotismo, de la Palabra. De ahí su tenuidad, su fragilidad, su delicadeza extrema y también su artificiosidad. Mallarmé y Valéry coronan una tradición y prefiguran un agotamiento; ambos son síntomas de final de una nación obsesionada por la gramática. Un lingüista ha podido incluso afirmar que Mallarmé trataba al francés como una lengua muerta «que no hubiera oído nunca hablar». Conviene añadir que había en él algo de pose, de «parisino irónico y astuto», como Claudel ha señalado, una pizca de «charlatanismo» de gran clase, un hastío de hombre desengañado de todo rasgos que encontramos, más acentuados, en el Valéry del «rechazo indefinido de ser algo», fórmula clave de su método intelectual, principio director, regla y divisa de su espíritu. Y Valéry, en efecto, nunca será un ser entero, no se identificará ni con los seres ni con las cosas, permanecerá siempre al lado, al margen de todo, y ello no a causa de un desasosiego de orden metafísico, sino por exceso de reflexión sobre las operaciones, sobre el funcionamiento de la conciencia. La idea dominante, la idea que da un sentido a todas sus tentativas, gira en tomo a esa distancia que separa a la conciencia de sí misma, de esa conciencia de la conciencia, como se precisa sobre todo en Nota y digresión, de 1919, su obra maestra «filosófica», en la que, buscando en medio de nuestras sensaciones y de nuestros juicios una invariante, no lo encuentra en nuestra personalidad inestable, sino en el yo puro, «pronombre universal», «denominación de aquello que no tiene relación con un rostro», «que no tiene nombre», «que no tiene historia» y que no es, en resumen, más que un fenómeno de exacerbación de la conciencia, una existencia límite, casi ficticia, carente de todo contenido determinado y sin ninguna relación con el sujeto psicológico. Ese yo estéril, suma de rechazos, quintaesencia de nada, nada consciente (no conciencia de la nada sino nada que se conoce y que rechaza los accidentes y las vicisitudes del sujeto contingente), ese yo, última etapa de la lucidez, de una lucidez decantada y purificada de toda complicidad con los objetos o los acontecimientos, se sitúa en los antípodas del Yo productividad infinita, fuerza cosmogónica- tal como lo había concebido el romanticismo alemán. 

La conciencia sólo interviene en nuestros actos para perturbar su ejecución, la conciencia es una perpetua interrogación provocadora sobre la vida, es quizá la ruina de la vida. Bewusstsein als Verhangnis, [La conciencia como fatalidad] es el título de un libro publicado en Alemania entre las dos guerras mundiales, cuyo autor, sacando las consecuencias de su visión del mundo, se suicidó. Existe, ciertamente, en el fenómeno de la conciencia una dimensión dramática, fatal, que Valéry vio bien (piénsese en la «lucidez mortífera» de El alma y la danza); pero no podía insistir demasiado en ella sin contradecir sus teorías habituales sobre el papel benéfico de la conciencia en la creación literaria, por oposición al carácter equívoco del trance; toda su poética, ¿qué es sino la apoteosis de la conciencia? Si se hubiese detenido demasiada en la tensión existente entre lo Vital y lo Consciente, habría tenido que invertir la escala de valores que había elaborado, a la cual permaneció fiel durante toda su carrera. 

Valéry creyó que el verdadero conocimiento consistía en el esfuerzo de definirse a sí mismo, de insistir en las propias operaciones mentales. Pero conocerse no es conocer o, mejor dicho, no es más que una variedad del conocer. Valéry confundió siempre conocimiento y clarividencia. Además, la voluntad de ser clarividente, de hallarse inhumanamente desengañado, va acompañada en él de un orgullo apenas disimulado: se conoce, y se admira porque se conoce. Pero seamos justos: no admira su espíritu, se admira como Espíritu. Su narcisismo, inseparable de lo que llamó «emociones» y «patetismo» del intelecto, no es un narcisismo de diario íntimo, el apego al yo como aberración única, ni tampoco el yo de aquellos a quienes les gusta escucharse, psicológicamente, por supuesto; no, se trata de un yo abstracto o, más exactamente, del yo de un individuo abstracto, alejado de las complacencias de la introspección o de las impurezas del psicoanálisis. Digamos que la tara de Narciso no le era en absoluto consustancial: ¿cómo, si no, explicar que el único terreno en que la posteridad le ha dado la razón de una manera patente sea el de las consideraciones y previsiones políticas? Si Valéry perdura, subsiste, permanece actual, es en gran parte gracias a la Historia, ídolo que se dedicó a demoler. Por una ironía que él mismo hubiese quizás apreciado, son sus palabras sobre ella las que más se citan. Se duda de sus poemas, se desdeña su poética, pero se invoca cada vez más al aforista, al analista atento a los acontecimientos. Aquel enamorado de sí mismo tenía, en el fondo, madera de extrovertido. Las apariencias no parecen desagradarle, nada en él toma un aspecto mórbido, profundo, hondamente íntimo; incluso la Nada, que heredó de Mallarmé, sólo era para él fascinación exenta de vértigo y no una abertura al horror o al éxtasis. En un Upanishad se dice que «la esencia del hombre es la palabra, la esencia de la palabra es el himno». Valéry hubiera suscrito la primera aserción y negado la segunda. Es en ese consentimiento y en ese rechazo donde debe buscarse la clave de sus realizaciones y de sus límites. 
1970 


En Ejercicios de admiración y otros textos
Barcelona, Tusquets Editores, 2000
Traducción de Rafael Panizo
Foto: © Sophie Bassouls/Sygma/Corbis


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Reseña biográfica
Poeta, ensayista y filósofo francés nacido en Séte en 1871.

Al terminar la escuela básica ingresó a la Facultad de Leyes de la Universidad de Montpellier, estudios que interrumpió poco tiempo después para viajar a Paris donde inició la carrera literaria. Interesado en el movimiento simbolista, fue miembro regular de las tertulias de Stéphane Mallarmé, alternando su vocación poética con un trabajo como redactor en el Ministerio de Guerra. Publicó en 1917 su primer libro de poemas bajo el título de "La Joven Parca", seguido de "Cementerio Marino" en 1920 y "Album de versos antiguos" en 1921. 
En 1925 fue elegido miembro de la Academia Francesa, y a pesar de su aclamación por parte de la crítica, decidió dejar la poesía para dedicarse por completo al ensayo, las matemáticas y la pintura, condensados en una publicación de veinte volúmenes en 1945.
Falleció en Paris en 1945.     ©

Los carteles de Rene Perón

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Ven y mira (René Péron)



El cartel de Dies irae (1943) de Dreyer fue de las últimas obras de René Péron que descubrí. Los primeros carteles suyos que me llamaron la atención fueron los de King Kong (1933) de Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack, y Jour de fête (1949) de Jacques Tati (que tanto cautivaron también a Ángeles).



La potencia gráfica, la elegancia del trazo (y la gracia de las líneas), la dinámica de las diagonales, el uso del color (y su espléndida conjugación tonal), los efectos de profundidad con las sombras y las siluetas en negro, los rostros esculpidos (en algunos carteles encontramos verdaderos grupos escultóricos), la atinada tipografía... son algunos de los rasgos que más me gustan de la obra del gran cartelista francés René Péron.

Dos carteles de La pasión de Juana de Arco (1928) 
de Dreyer 


Fantomas contra Fantomas (1949) 
de Robert Vernay

El hombre de Londres (1943) de Henri Decoin, 
una adaptación de una novela de Simenon.

De aquí a la eternidad (1953) de Fred Zinnemann

That Girl from Paris (1936) de Leigh Jason

El eterno retorno (1943) de Jean Delannoy

Napoleón (1927) de Abel Gance

The Lost Squadron (La escuadrilla deshecha, 1932) 
de George Archainbaud 

Las maniobras del amor (1955) 
de René Clair

Los orgullosos (1953) de Yves Allégret

El signo de la cruz (1932) de Cecil B. De Mille 

El motín del Caine (1954) de Edward Dmytryk

The Enforcer (Sin conciencia, 1951)
de Bretaigne Windust 

Lulú o La caja de Pandora (1929)
de G. W. Pabst

La noche es nuestra (1930) 
de Roger Lion, Henry Roussel y Carl Froelich

Theodor W. Adorno / Moda atemporal (Sobre el jazz)

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1

Durante más de cuarenta años, desde que el contagioso entusiasmo por el jazz estallara en 1914 en América, éste se ha afirmado como un fenómeno de masas. El procedimiento, cuya prehistoria se remonta a cancioncillas de la primera mitad del siglo xix como Turkey in the Straw y Old Zip Coon, no ha cambiado en lo esencial, pese a las explicaciones de los historiadores propagandistas. El jazz es una música que, con una estructura melódica, armónica, métrica y formal simplísima, ordena el decurso musical mediante síncopas perturbadoras, sin que esto afecte a la unidad testaruda del ritmo básico, a los tiempos idénticos del compás, a las negras. Esto no significa que en el jazz no haya sucedido nada. Por ejemplo, el monocromo piano perdió la supremacía que poseía en el ragtime en favor de los grupos pequeños, generalmente de metal; las actitudes salvajes de las primeras jazzbands del sur (sobre todo de Nueva Orleans) y de Chicago se han moderado a medida que aumentaba la comercialización y la difusión, si bien han sido reanimadas en numerosos intentos que siempre, ya se llamen swing o bebop, quedan a merced del negocio y pierden rápidamente su agudeza. El propio principio, en el que inicialmente hubo que insistir de una manera exagerada, se ha convertido en una obviedad y ahora puede prescindir de los acentos en las partes malas del compás que antes hacían falta. El músico que hoy siguiera usando esos acentos sería ridiculizado como corny, es decir, estaría tan pasado de moda como los trajes de noche de 1927. La rebeldía se ha transformado en tersura de segundo grado; la forma de reacción del jazz se ha vuelto tan habitual que toda una juventud oye primariamente en síncopas y ya no percibe el conflicto original entre éstas y el metro fundamental. Pero todo esto no cambia nada en una música que siempre es lo mismo y que plantea el enigma de cómo es posible que millones de personas no se hayan cansado todavía de ese monótono estímulo. Winthrop Sargeant, que hoy es conocido en todo el mundo como experto en arte de la revista Life y al que debemos el libro más fiable y sensato sobre el tema, escribió hace diecisiete años que el jazz no es un idioma musical nuevo, sino que «hasta en sus manifestaciones más complejas es un asunto muy sencillo de fórmulas que se repiten sin cesar». Esto sólo se puede percibir tan claramente en América: en Europa, donde el jazz todavía no forma parte de la vida cotidiana, los creyentes que lo practican como una cosmovisión tienden a malentenderlo como una irrupción de la naturaleza original e indómita, como un triunfo sobre los bienes culturales museísticos. Es indudable que el jazz tiene elementos africanos, pero también lo es que en él todo lo rebelde ha estado siempre insertado en un esquema estricto y que el gesto de la rebelión siempre ha estado (y sigue estando) acompañado por la predisposición a obedecer ciegamente, como sucede según la psicología analítica en el tipo sadomasoquista, que protesta contra la figura paterna, pero en secreto la admira, quisiera ser como ella y disfruta de esa subordinación que odia. Esta misma tendencia fomentó la estandarización, la explotación comercial y la congelación del jazz. No ha hecho falta que unos comerciantes malvados dañen desde fuera a la voz de la naturaleza: el propio jazz se encarga de esto y provoca con sus usos el abuso, que luego escandaliza a sus puristas. Ya los espirituales negros, formas previas del blues, eran una música de esclavos que unía a la queja por la falta de libertad su confirmación sumisa. Por lo demás, es difícil aislar los auténticos elementos negros del jazz. El proletariado blanco también forma parte de su prehistoria, antes de que el jazz fuera colocado bajo los focos de una sociedad que parecía estar esperándolo y que conocía sus impulsos desde tiempo atrás gracias al cake-walk y a los bailes de step.
Sin embargo, el escaso repertorio de procedimientos y particularidades, la exclusión rigurosa de lo no reglamentado, hace difícil comprender la persistencia de una especialidad provista apenas (y sólo para fines publicitarios) de cambios. El jazz se estableció para una pequeña eternidad en medio de una fase que no era precisamente estática y no muestra la menor disposición a relajar su monopolio, sino sólo a adaptarse a sus oyentes (que a veces están muy bien preparados y otras veces no), pero no ha perdido nada de su carácter de moda. Lo que se ha hecho durante cuarenta años es tan efímero como si hubiera durado una temporada. El jazz es un amaneramiento de la interpretación. Al igual que en las modas, lo fundamental en él es el envoltorio y no la cosa; el jazz colorea la música ligera, los productos más yermos de la industria de los hits, pero nadie compone jazz en tanto que tal. Por eso, los fanáticos (en América se les llama simplemente fans) que se dan cuenta de esto apelan a la improvisación. Pero eso es una patraña. En América hasta los niños espabilados saben que la rutina apenas deja sitio ya a la improvisación y que lo que parece espontáneo está preparado cuidadosamente y con precisión mecánica. Donde antes se improvisaba realmente y en los grupos de oposición, que hoy tal vez sigan improvisando para divertirse, los hits son el único material. De ahí que las «improvisaciones» se reduzcan a perífrasis más o menos débiles de las fórmulas fundamentales, bajo cuya cubierta el esquema se asoma en cada momento. Las improvisaciones están en buena medida sometidas a normas y reaparecen una y otra vez. Lo que puede aparecer en el jazz es tan limitado como el corte especial de un traje. El jazz es muy pobre en comparación con las numerosas posibilidades de inventar y tratar el material musical hasta en la esfera del entretenimiento (si es que las necesita). Lo que utiliza de las técnicas musicales disponibles es completamente arbitrario. La simple prohibición de ir modificando el pulso fundamental a medida que avanza una pieza constriñe tanto al músico que someterse a esa prohibición se lo exige más la regresión psicológica que la consciencia estética del estilo. No menos lo atan las restricciones de tipo métrico, armónico, formal. Que el jazz sea siempre lo mismo se debe no a la organización del material, en la que (como sucede en un lenguaje articulado) la fantasía se podría sentir libre, sino al carácter exclusivo de unos cuantos trucos, fórmulas y clichés definidos. Es como si nos aferráramos convulsamente al encanto del en vogue y negáramos el paso del tiempo renunciando a arrancar las hojas del calendario. La moda se entroniza como algo permanente y pierde así la dignidad de moda, la dignidad de ser efímera.

2

Para entender por qué unas pocas recetas circunscriben toda una esfera, como si no hubiera nada más, hay que liberarse de todos los tópicos sobre la vitalidad y el ritmo de la época que nos cuentan los anuncios, su apéndice periodístico y las propias víctimas. Lo que el jazz, nos presenta es muy modesto precisamente por cuanto respecta al ritmo. La música seria desde Brahms produjo por sí misma todo lo que llama la atención en el jazz, y no se quedó ahí. Y es dudosa la vitalidad de un procedimiento más propio de una cadena de montaje y que está estandarizado hasta en sus desviaciones. Los ideólogos europeos del jazz cometen el error de pensar que una suma de efectos calculados y ensayados psicotécnicamente son la expresión de esa situación anímica cuyo espejismo la música despierta en el oyente, como si se pensara que las estrellas del cine cuyos rostros bien proporcionados o afligidos imitan los retratos de personajes famosos son por esta razón seres como Lucrecia Borja o Lady Hamilton, si es que éstas no fueron ya sus propios maniquíes. Lo que una inocencia confundida por el entusiasmo percibe como una selva virgen es una mercancía fabril, incluso cuando el negocio tiene una sección especial para exponer la espontaneidad. La paradójica inmortalidad del jazz se debe a la economía. La competencia del mercado cultural ha demostrado que hay unos rasgos, como la sincopa, el sonido semivocal, semiinstrumental, la armonía impresionista y resbaladiza y la instrumentación exuberante y despilfarradora, que tienen mucho éxito. Estos rasgos son seleccionados y reunidos calidoscópicamente en combinaciones diversas, sin que entre el esquema del conjunto y los detalles (igualmente esquemáticos) se haya producido la menor interacción. Los resultados de la competencia, que tal vez no era libre, son lo único que queda, y el procedimiento se ha precisado en la radio. Las inversiones en las name bands(las orquestas de jazz difundidas por una propaganda dirigida científicamente) y más aún el dinero que las empresas que compran el tiempo de la radio para emitir publicidad gastan en programas musicales muy oídos, como la hit parade, hacen que la divergencia sea arriesgada. Además, la estandarización significa un dominio cada vez más sólido sobre las masas de oyentes y sus conditioned reflexes. Se espera que sólo pidan lo que están acostumbradas a oír y que se enfaden cuando algo decepcione las exigencias cuya satisfacción les parece un derecho humano del cliente. Si en la música ligera alguien se atreviera a presentar algo diferente, no tendría ninguna posibilidad de éxito debido a la concentración económica.
El hecho de que una cosa contingente y arbitraria sea insuperable refleja algo de la arbitrariedad del control social actual. A medida que la industria cultural elimina las divergencias y corta las posibilidades de desarrollo del propio medio, la ruidosa dinámica se acerca a la estática. Ya que ninguna pieza de jazz conoce la historia, en el sentido musical; ya que hay que volver a montar todos sus componentes y ya que ningún compás se deriva de la lógica del progreso, la moda atemporal se convierte en una alegoría de una sociedad congelada planificadamente, de manera similar a la pesadilla de la novela de Huxley Brave New World. Los economistas podrían analizar si aquí se manifiesta una tendencia de la sociedad superacumuladora a volver al estadio de la reproducción sencilla de la ideología. El temor que Thorstein Veblen, completamente decepcionado, expresa en sus últimos escritos: que el juego de fuerzas económico y social se detenga en un estado jerárquico negativo-ahistórico, en una especie de sistema feudal potenciado, este temor es poco verosímil, pero está dentro del jazz como su deseo. La imago del mundo técnico contiene algo ahistórico que la hace idónea para el engaño mítico de la eternidad. La producción planificada segrega del proceso vital lo no dirigido y lo imprevisible, y de este modo parece quitarle lo nuevo, sin lo cual es difícil pensar la historia, y la forma del producto masivo estandarizado comunica también a lo que se sucede en el tiempo algo de la expresión de lo que siempre es lo mismo. En un tren de 1950 resulta paradójico que sea diferente de un tren de 1850: por eso, los trenes más modernos están decorados con fotografías de trenes antiguos. Desde Apollinaire, los surrealistas (que tienen algunos puntos de contacto con el jazz) han aludido a esta capa de experiencia: «Ici même les automobiles ont l'air d'être anciennes». Inconscientemente, huellas de esto han pasado a la moda atemporal; el jazz, que se solidariza con la técnica y no por casualidad, participa en el «velo tecnológico» como una acción cultual repetida estrictamente, pero sin objeto, y simula que el siglo xx es un Egipto de esclavos y dinastías inacabables. Lo simula: pues mientras que la técnica es simbolizada de acuerdo con el modelo de la rueda que gira de manera monótona, sus fuerzas se despliegan desmesuradamente, y la técnica está rodeada por una sociedad cuyas tensiones siguen empujando, cuya irracionalidad persiste y que proporciona a los seres humanos más historia de lo que quisieran. La atemporalidad es proyectada a la técnica por una ordenación del mundo que ya no quiere cambiar, para no desplomarse. Sin embargo, la eternidad falsa es desmentida por lo contingente y menor que se establece como principio general. Los señores de los «imperios de mil años» de hoy tienen el aspecto de criminales, y el gesto perenne de la cultura de masas es propio de asociales. El hecho de que la dictadura musical sobre las masas la ejerza precisamente el truco de la síncopa alude a la usurpación, al control totalitario, que es al final irracional pese a la racionalidad de los medios. En eljazz hay claramente visibles unos mecanismos que en verdad forman parte de la ideología actual, de toda industria cultural, pues sin conocimiento técnico no son tan fáciles de emplear como en el cine. Pero también el jazz adopta sus medidas de precaución. En paralelo a la estandarización transcurre la pseudoindividualización. Cuanto más se golpea a los oyentes con la fusta, menos deben notarlo. Se les hace creer que el jazz es un «arte para consumidores» hecho a su medida. Los efectos específicos con que el jazz rellena su esquema, en especial la síncopa, se presentan según los casos como un estallido o una caricatura de la subjetividad no atrapada (virtualmente de la del oyente) o también como matiz en honor del oyente. Pero el método cae en su propia trampa. Tiene que prometerle continuamente al oyente algo especial, aguijonear su atención, destacarse de la gris uniformidad, pero no puede salir de su propio perímetro; el método tiene que ser siempre nuevo y siempre lo mismo. De ahí que las desviaciones estén tan estandarizadas como los estándares y se retiren en el mismo instante en que aparecen: el jazz, como toda la industria cultural, cumple los deseos sólo para negarlos al mismo tiempo. El sujeto del jazz, el representante del oyente en la música, se comporta como un tipo raro, pero no lo es. Los rasgos individuales que no concuerdan con la norma están marcados por ésta, son huellas de la mutilación. Asustado, el individuo se identifica con la sociedad a la que teme porque ella lo convirtió en lo que es. Esto confiere al ritual del jazz su carácter afirmativo: el carácter de la admisión en la comunidad de los iguales no libres. Bajo su signo, el jazz puede apelar a las masas de oyentes con una conciencia diabólicamente buena. Los procedimientos estándar, que indiscutiblemente predominan y que son manejados durante periodos de tiempo muy largos, provocan reacciones estándar. Sería una ingenuidad pensar que, cambiando la política de programación (como propugnan algunos educadores bienintencionados), se les dará a los seres humanos violentados algo mejor o simplemente diferente. Unos cambios serios de la política de programación, si no fueran más allá del ámbito ideológico de la industria cultural, serían rechazados enérgicamente. La población está tan acostumbrada a las cosas malas que le hacen que no puede renunciar a ellas aunque haya empezado a comprender en qué consisten; al contrario, tiene que estimular su propio entusiasmo para convencerse de que lo ignominioso es bueno. El jazz diseña esquemas de un comportamiento social al que los seres humanos están de todos modos obligados. La gente ejercita en el jazz esos modos de comportamiento, y además lo aman porque les hace más fácil lo inevitable. El jazz reproduce su propia base masiva, sin que por eso tengan menos culpa quienes lo producen. La eternidad de la moda es un círculo vicioso.

3

Los partidarios del jazz se dividen, como David Riesman ha subrayado recientemente, en dos grupos claramente diferenciados. En el interior viven los expertos o los que se consideran expertos (pues a menudo los fanáticos que se presentan con una terminología inventada por ellos mismos y distinguen con grandilocuencia estilos jazzísticos apenas son capaces de explicar con conceptos precisos de técnica musical lo que los fascina). Por lo general se consideran vanguardistas, haciendo uso de una confusión que hoy se observa por doquier. No es el síntoma menos importante de la decadencia de la educación que la diferencia (cuestionable, sin duda) entre el arte autónomo y «elevado» y el arte comercial y «ligero» no sólo no se conozca críticamente, sino que ni siquiera se perciba. Desde que unos intelectuales derrotistas (en relación con la cultura) utilizaron el arte comercial contra el arte autónomo, los vulgares campeones de la industria cultural tienen la orgullosa confianza de que marchan en la vanguardia del espíritu del tiempo. La distinción de «niveles culturales» de acuerdo con el esquema lowbrow, middlebrow y highbrow para oyentes del primero, del segundo y del tercer programa es repugnante. Pero no la superaremos si las sectas lowbrow se declaran highbrow. El justificado malestar con la cultura ofrece el pretexto, pero no la razón, para glorificar como irrupción de un nuevo sentimiento del mundo a un sector completamente racionalizado de la producción masiva que humilla y vende a esa cultura, sin transcenderla lo más mínimo, y para mezclarlo con el cubismo, con la poesía de Eliot y con la prosa de Joyce. La regresión no es el origen, pero éste es la ideología para ella. Ha capitulado ante la barbarie quien se deja engañar por la respetabilidad creciente de la cultura de masas y afirma que un hit es arte moderno porque un clarinete berrea notas falsas y que un trítono con dirty notes es atonal. La cultura degradada a cultura es castigada a que la gente la confunda con sus propios productos de desecho a medida que se va difundiendo. Un analfabetismo seguro de sí mismo, para el que la estupidez del exceso tolerado es el reino de la libertad, se venga del privilegio educativo. En su débil rebelión ya están dispuestos a someterse de nuevo, tal como les enseña el jazz cuando integra a los lentos y a los rápidos en el paso de marcha colectivo. Hay una semejanza llamativa entre el entusiasta del jazz y algunos adeptos juveniles del positivismo lógico, que renuncian a la formación filosófica con el mismo ardor con que aquéllos renuncian a la formación musical. El entusiasmo se ha convertido en desilusión, los afectos se adhieren a una técnica, en contra de todo sentido. La gente se siente a salvo en un sistema que está tan bien definido que no se pueden cometer errores, y el anhelo reprimido de lo que habría fuera se manifiesta en el odio intransigente y en un aspecto en el que el conocimiento de los iniciados se suma a la reclamación de los desilusionados. La trivialidad descarada, la permanencia en la superficie como certeza indudable, transfigura el rechazo cobarde de toda reflexión. Todas estas formas habituales de reacción han perdido recientemente su inocencia, se presentan como filosofía y acaban volviéndose malvadas.
Alrededor de los expertos en una cosa que no contiene nada, salvo reglas del juego, cristalizan los partidarios vagos, inarticulados. Por lo general se embriagan con la fama de la cultura de masas, que ésta manipula; igual se reúnen en clubes para adorar a las estrellas del cine que coleccionan autógrafos de otras celebridades. Lo que les interesa es la sumisión en tanto que tal, la identificación, y no reparan especialmente en el contenido. Si son chicas, han aprendido a desmayarse cuando oyen la voz de un crooner, de un cantante de jazz. Su aplauso, que se dispara con una señal luminosa, se escucha en los programas populares de radio, en cuya emisión estos partidarios pueden estar presentes. Se denominan a sí mismos jitterbugs, escarabajos que ejecutan movimientos reflejos, actores de su propio éxtasis. Estar fascinado por algo, tener una cosa presuntamente propia, los compensa de su vida pobre y triste. Está socializado el gesto de la adolescencia, decidida a «entusiasmarse» con éste o aquél de un día para otro, reservándose la posibilidad de condenar mañana como una estupidez lo que hoy adora fervorosamente. Por supuesto, en Europa se pasa por alto que los adeptos del jazz de este continente no se parecen a los de América. Lo excesivo y rebelde que en Europa todavía se percibe en el jazz falta hoy en América. El recuerdo de los orígenes anárquicos que el jazz comparte con todos los movimientos de masas del presente está reprimido a fondo, aunque subterráneamente pueda seguir funcionando. El jazz está garantizado como institución, taken for granted, aseado y bien vestido. Sin embargo, los entusiastas del jazz de todos los países comparten el momento de docilidad en el delirio paródico. Su juego alude así a la seriedad animal de los prosélitos en los Estados totalitarios, aunque la diferencia entre juego y seriedad conduzca a la diferencia entre vida y muerte. Los anuncios de un hit de una célebre name banddecían: «Follow Your Leader, X. Y.». Mientras que en los Estados dictatoriales europeos los líderes de ambos tipos tronaban contra la decadencia del jazz, la juventud de los demás Estados estaba electrizada desde tiempo atrás, como por marchas militares, por los bailes sincopados, cuya orquesta no es casualidad que proceda de la música militar. La división en tropas especiales y soldados inarticulados tiene algo que ver con la división entre la elite del partido y el resto del pueblo.

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El monopolio del jazz se basa en la exclusividad de la oferta y en el predominio económico que hay tras ella. Pero este monopolio se habría acabado hace tiempo si esa especialidad omnipresente no contuviera algo general a lo que las personas se refieren. El jazz tiene que poseer una «base masiva», la técnica tiene que enlazar con un momento en los sujetos que a su vez remite a la estructura social y a conflictos típicos entre el yo y la sociedad. Al buscar ese momento, habrá que pensar ante todo en el excentric clown o en paralelos con cómicos cinematográficos más antiguos. Se revoca la manifestación de la debilidad individual, se confirma el traspié como una especie de habilidad superior. En la integración de lo asocial, el esquema del jazz coincide con el esquema igualmente estandarizado de la novela policíaca, donde el mundo está desfigurado (o desvelado) como si lo asocial, el crimen, fuera la norma cotidiana, y donde al mismo tiempo la victoria inevitable del orden elimina por arte de magia la amenaza de la tentación. A todo esto sólo sería adecuada la teoría psicoanalítica. La meta del jazz es la reproducción mecánica de un momento regresivo, un simbolismo de castración que parece decir esto: «Renuncia a tu virilidad, déjate castrar, como lo caricaturiza y proclama el sonido eunuco de la jazzband, y serás recompensado entrando en un grupo de hombres que comparte contigo el secreto de la impotencia, el cual se revela en el momento del rito de iniciación»1. Que esta interpretación del jazz, de cuyas implicaciones sexuales sus escandalizados enemigos tienen una idea mejor que sus apologistas, no es arbitraria ni exagerada, se podría demostrar en innumerables detalles de esta música y de los textos de los hits. Wilder Hobson describe en su libro American Jazz Music a un director de jazz de los primeros tiempos llamado Mike Riley que, en un excéntrico musical, practicaba verdaderas mutilaciones en los instrumentos: «La banda arrojaba agua y desgarraba su ropa, y Riley ofreció tal vez la mayor de las comedias de trombón, una interpretación demencial de Dinah durante la cual desmembró repetidamente el trombón y lo volvió a montar erráticamente hasta que el tubo colgaba hacia abajo como muebles de latón en una tienda de trastos viejos, con un bocinazo vagamente armónico que todavía sonaba desde uno o varios de los extremos sueltos». Mucho tiempo antes, Virgil Thomson había comparado las actuaciones del célebre trompetista de jazz Armstrong con las de los grandes castrati del siglo xviii. Toda esta esfera la describe el vocabulario, que distingue long-haired y short-haired musicians. Estos últimos son los jazzmen que ganan dinero y pueden permitirse el lujo de cuidar su aspecto; los primeros, que se parecen a la caricatura del pianista eslavo melenudo, pertenecen al estereotipo despectivo del artista que pasa hambre y desprecia las exigencias convencionales. Esto es el contenido manifiesto de ese vocabulario. Apenas hace falta explicar qué significa el pelo cortado: el jazz declara en permanencia a los filisteos que se lanzan sobre Sansón.
Verdaderamente los filisteos. Pues mientras que el simbolismo de la castración tiene unas raíces muy profundas en la realización del jazz y está separado de la consciencia por la institucionalización de lo que siempre es igual (aunque tal vez por ello sea más poderoso todavía), las prácticas del jazz tienden socialmente al reconocimiento, que se extiende casi hasta la fisiología del sujeto, de un mundo sin sueños y realista, purificado de toda huella del recuerdo de lo que no está completamente atrapado. Para comprender la base masiva del jazz hay que conocer el tabú que en América, pese a la práctica oficial del arte, pesa sobre la expresión artística, incluso en el caso de los niños: la progressive education, que los invita a producir con libertad y que convierte a la expresividad en un fin en sí mismo, sólo es una reacción a esto. Mientras que el artista es en parte tolerado y en parte integrado en la esfera del consumo como entertainer (igual que un camarero bien pagado está obligado a prestar sus servicios), el estereotipo del artista es al mismo tiempo el estereotipo del introvertido, del loco egocéntrico, a menudo del homosexual. Estas propiedades se les disculpan a los artistas profesionales y una vida privada escandalosa forma parte del espectáculo que se espera de ellos, pero cualquier otra persona se vuelve sospechosa si practica el arte de una manera espontánea, no controlada por la sociedad. Un niño que prefiera escuchar música seria o tocar el piano a mirar un partido de béisbol o ver la televisión sufrirá en el colegio o en otros grupos a los que pertenezca (y que para él encarnen la autoridad más que sus padres o sus maestros) la burla por ser un sissy, un debilucho afeminado. La misma amenaza de castración que está simbolizada en el jazz y que es ejecutada de una manera mecánico-ritual cae también sobre la expresividad. Sin embargo, durante los años de desarrollo no se puede eliminar la necesidad de expresarse (que no tiene por qué ver con la cualidad objetiva del arte). Los jóvenes todavía no están sojuzgados completamente por la vida económica y por su correlato anímico, que es el «principio de realidad». La opresión no acaba con sus impulsos estéticos, sino que los desvía. El jazz es el medio privilegiado de este desvío. A las masas de jóvenes que un año tras otro acuden a esta moda atemporal, presumiblemente para olvidarla unos años después, les proporciona un compromiso entre la sublimación estética y la adaptación social. El elemento «no realista», inutilizable en la práctica, imaginativo, es admitido si transforma su carácter de tal modo que se parece cada vez más al negocio real, repite sus mandamientos, los aprueba y se reintegra en el ámbito del que quería salir. El arte deja de ser arte: se presenta como parte de esa adaptación a la que su propio principio contradice. Esto ilumina algunos rasgos extraños del procedimiento del jazz. Por ejemplo, la función del arreglo, que no se explica suficientemente a partir de la división técnica del trabajo o a partir de la falta de formación de los «compositores». Nada puede ser lo que es en sí; todo tiene que ser reordenado, llevar las huellas de una preparación que, al acercarlo a lo ya conocido, lo vuelven más fácil de captar, pero al mismo tiempo dan testimonio de que está destinado a cumplir la voluntad del oyente sin idealizarlo y finalmente presentan todo como algo aprobado por el negocio general, que no reclama distancia, sino que participa sin reservas: una música a la que no se le ocurre nada mejor.
También obedece a la primacía de la adaptación el tipo específico de habilidad que eljazz exige de los músicos y hasta cierto punto también de los oyentes y, sin duda, de los bailarines que quieren imitar la música. La técnica estética, como conjunto de los medios para objetivar una cosa autónoma, es sustituida por la capacidad de afrontar obstáculos, de no dejarse confundir por factores trastornadores como la síncopa y de ejecutar astutamente la acción encargada a la regla abstracta del juego. Un sistema de trucos convierte a la realización estética en un deporte. Quien domina este sistema se revela al mismo tiempo práctico. La prestación del músico y del conocedor del jazz se suma a una serie de tests superados felizmente. Pero la expresión, que es el auténtico portador de la protesta estética, sucumbe ante el poder contra el que protesta. Adopta ante él el sonido de lo taimado y lastimoso que se disfraza fugazmente en lo chillón y provocador. El sujeto que se expresa dice de este modo: «Yo no soy nada, soy basura, me merezco lo que me están haciendo». El sujeto ya es potencialmente uno de esos acusados de estilo ruso que son inocentes, pero desde el principio cooperan con el fiscal y no consideran excesivo ningún castigo. El ámbito estético surgió, como una esfera con leyes propias, del tabú mágico que separaba lo sagrado de lo cotidiano y que ordenaba mantener puro lo sagrado, y ahora lo profano se venga con el descendiente de la magia, el arte. Al arte se le permite vivir sólo si renuncia al derecho a ser diferente y se somete al predominio de lo profano, donde finalmente ha pasado el tabú. Nada puede ser si no es como lo que ya es. El jazz es la liquidación falsa del arte: la utopía, en vez de realizarse, desaparece de la imagen.

* Texto recogido de Prismas. Crítica de la cultura y sociedad I, de la traducción publicada por Ediciones Akal.
1 La teoría está desplegada en el ensayo Sobre el jazz, publicado en 1936 en la revista Zeitschrift für Sozialforscbung, pp. 252 ss., y se completa con una crítica de los libros de Sargeant y Hobson publicada en la revista Studies in Philosophy and Social Science, 1941, p. 175.

ISAAK BABEL Un gran escritor asesinado por Stalin

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Isaak Emanuílovich Bábel, en Ruso: Исаа́к Эммануи́лович Ба́бель (Odesa13 de julio de 1894 – 27 de enero de 1940) fue un periodista, escritor y dramaturgo soviético. Fue detenido, torturado y ejecutado durante la Gran Purga de Stalin.

La Guerra Civil Rusa
 
En los siguientes siete años, Bábel luchó por el comunismo soviético en la Guerra Civil Rusa, también trabajó en la Cheka (ЧК - чрезвычайная комиссия) como traductor para los servicios de la contra-inteligencia. Tuvo puestos en el Gubkom de Odesa (el Comité Regional del Partido Bolchevique), en el centro requisitorio de alimentos, y en el Narkompros (Comisaría del Pueblo para la Educación). Trabajó en una oficina de impresión tipográfica y desempeño el cargo de reportero y periodista en San Petersburgo y Tiflis. El 9 de agosto del 1919 se casó con Yevguenia Gronfein en Odesa.
En 1920, durante la sangrienta Guerra Civil Rusa, a Bábel se le otorgó el cargo de periodista en el famoso "Primer Ejército de Caballería" (Konarmia) del mariscal de campo, Semión Budionni. Bábel fue testigo de la campaña militar de la Guerra Polaco-Soviética del 1920 y documentó los horrores del conflicto armado en su Diario de 1920 (Konarméyski Dnevnik 1920 Goda) – que utilizó más tarde para escribir su libro Caballería Roja (Конармия).
Bábel escribió: “Fue alrededor de 1923 cuando aprendí a expresar mis pensamientos de forma clara y concisa. A partir de entonces volví a escribir”. Varios escritos, que fueron más tarde incluidos en Caballería Roja, fueron publicados en la famosa revista LEF ("ЛЕФ"), de Vladímir Maiakovski, en 1924. La falta de romanticismo revolucionario en las crudas descripciones escritas por Bábel del conflicto armado le crearon muchos enemigos en el poder, entre ellos Semión Budionni. La intervención de su amigo Gorki le ayudó a salvar la publicación del libro, que pronto sería traducido a varios idiomas.
Bibliografía

Babel, Isaak. Cuentos de Odessa, Barcelona, Bruguera, 1981.
BÁBEL, Isaac: Debes saberlo todo (Relatos 1915-1937). Madrid, Alianza, 1976. Traducción del inglés: Veronica Head.
BÁBEL, Isaac: Cuentos de Odessa y otros relatos. Madrid, Alianza, 1972. Traducción: José Fernández Sánchez.
Isaak Emmanuilovich Babel. Siete Relatos. Grupo Editorial Norma, 1998. Isaak Babel. Caballería Roja - Diario de 1920. 221 pag.







El pato de goma de Bábel




Tal día como hoy, en 1939, dos funcionarios de la NKVD (policía política de Stalin) se llevaron a Bábel de madrugada. Fueron a buscarlo al apartamento de Moscú. No estaba. Lo encontraron en la casita de Peredelkino, la aldea de los escritores. No le gustaba mucho ir por allí (rehuía a los colegas y aun ponerse a hablar de literatura con ellos); Nadiezhda Mandelstam lo recuerda (en Contra toda esperanza) viviendo siempre en sitios inesperados -a Bábel le encantaba sorprendernos-, pero nunca en las casas destinadas a los escritores. Quizá se había encerrado en Peredelkino a escribir; sin duda presagiaba que tenía los días contados y no podía perder un minuto. Cuando  lo detienen, sólo atina a decir: No me dejaron terminar. Le confiscaron nueve carpetas allí mismo y otras quince en el apartamento de Moscú. Por las mismas fechas se llevaron también, entre tantos, a Meyerhold (uno de los grandes innovadores del teatro del siglo XX) y a Koltsov (corresponsal de Pravda en la guerra civil española y autor de Diario de la guerra de España); los fusilaron unos días después después de Bábel.



(Cuesta contar estas cosas, dicho sea entre paréntesis. Y el caso de Bábel tiene un aquél de muerte merodeada que incomoda especialmente.) Antes de cabalgar con el regimiento de los cosacos como corresponsal de guerra en el frente de Galitzia y verter la experiencia en el Diario de 1920 y en Caballería roja, había trabajado en la Cheka (años después y con otras siglas quedaría integrada en la NKVD, el departamento de seguridad de la URSS). Se veía con Yezhov, el jefe de la NKVD, y era (o había sido) amante de su mujer, que celebraba reuniones con escritores y artistas; cuando Osip Mandelstam le reprochó esas amistades (o le comentó su perplejidad), Bábel confesó que quería estar cerca del olor de la muerte. Quería verlo todo. Y tomar buena nota en sus cuadernos. Recorrió la geografía soviética. Lo vio todo (colectivizaciones incluidas). No podía llamarse a engaño. Sabía cómo se las gastaban. Sabía lo que pasaba. Lo que estaba pasando. La gran purga de Stalin. Y lo que es más importante: sabía que él nunca iba escribir cómo -o lo que (que viene siendo lo mismo)- querían que escribiera. De hecho, cuando muere Gorki en 1936, que siempre lo había protegido, es consciente de que vienen tiempos duros. Sabe que en adelante cada día será un día de prórroga. Y aún así llega a comentar: No me importa que me arresten, si me dejan seguir escribiendo. ¿¡Pero dónde tenía la cabeza este Bábel?! En algún cuaderno de notas, claro.

De izda. a dcha. Koltsov, Bábel, Malraux y Gorki. 
En Peredelkino, 1936.


Nunca traicionó su mirada: Hay que penetrar en el alma del soldado, penetro en ella, todo esto es horrible, son fieras con principios, escribe en el Diario de 1920. Su (única) causa era la literatura y su única ideología el estilo: No hay hierro que se clave tan hondo en el corazón humano como un punto en el sitio justo, escribe en ese cuento titulado como su maestro, Guy de Maupassant. Y para ganarse la vida -y mantener a Eugenia, su primera mujer, en París (desde 1925) donde nacerá su hija Natalie, y a su madre y hermana en Bruselas (desde 1926)- escribe guiones. Sabemos de su colaboración en algunas películas -Evreyskoe schaste (1925) de Alexis Granowsky, Benya Krik (1926) de Vladimir Vilner (un guión en el que había trabajado con Eisenstein, que iba a dirigirlo hasta que se cruzo el Potemkin),Dzhimmi khiggins (1928) de Georgi Tasin, El circo (1936) de Grigori Aleksandrov yEl prado de Bezhin (1937) de Eisenstein-; tras la purga, su nombre fue borrado de los créditos de las películas, así que su filmografía como guionista figura incompleta.


Cartel de El circo de Grigori Aleksandrov


Durante todos esos años, a pesar de viajar con frecuencia a París para estar con su familia, rechazó siempre la posibilidad de exiliarse, aunque su mujer, madre y hermana le insistían en que abandonara la URSS; es más, trata de convencer a Eugenia para que vuelva con la niña a Moscú. (Es que hay cosas que son verdad pero resultan inverosímiles.) Sólo entonces, cuando ella se niega, empieza a vivir con Antonina Pirozhkova. Resulta revelador a propósito de la voracidad visual -o de lacuriosidad voraz, que decía Nadiezhda Mandelstam-, de Bábel, cómo se conocieron. Lo contó la propia Antonina en sus memorias. Fue presentarlos y quiso ver lo que llevaba en el bolso, y cuando se lo permitió, fue poniendo sobre la mesa, una a una, todas las cosas, las examinó minuciosamente y luego volvió a guardarlas... menos una carta, y le pidió si podía leerla... No sólo eso, le propuso un trato: por cada carta que recibiera y le dejara leer, le daría un rublo. Y como ella no puso inconveniente a que la leyera, le pagó  el primer rublo. Es de imaginar que después apuntaría todo en su cuaderno de notas. Así empezó su historia.




Cuenta también que a Bábel, a la hora de escribir, le gustaba usar hojas más largas y anchas de lo normal, y las cortaba él mismo. Iba y venía por la habitación con un cordel que enrollaba y desenrollaba en los dedos. Cada tanto se sentaba y escribía. Y volvía a recorrer el cuarto. Y salía y entraba en la habitación de Antonina ,sin enterarse de su presencia. Y de vuelta en su habitación, se sentaba, escribía. Y se levantaba y enrollaba y desenrollaba el cordel. Escribía.   


Ficha policial de Bábel.
No sólo le quitaron los cuadernos de notas, también las gafas.
A quien todo lo quería ver.


Tras 72 horas de interrogatorios (o sea, de torturas), acusado de conspiración y terrorismo, firmó una confesión: en 1927 había sido reclutado por Iliá Ehrenburg para una red de espionaje y durante años filtró secretos de la aviación soviética a André Malraux (por lo visto, para la confesión de esta trama, se inspiró en su propio guión para la película Plaza Stáraia, 4 estrenada en 1939). A principios de 1940, Bábel escribe una carta al fiscal general de la URSS donde señala que todo eso era falso y que las acusaciones era fruto de mi conducta pusilánime durante la instrucción. El juicio se celebra en los aposentos de Beria -el sucesor de Yezhov (yapurgado entonces y ejecutado unos días después del escritor)-; la sesión dura veinte minutos. En la transcripción consta que Bábel declara: Soy inocente. Nunca fui espía. Me inculpé en falso. Me obligaron a realizar acusaciones infundadas contra mi persona y contra otros. Sólo pido una cosa: déjenme terminar mi trabajo. Lo fusilaron el el sótano de la Lubianka a la una y media de la madrugada del 27 de enero de 1940 y lo enterraron en una fosa común.



Cuenta Elif Batuman en Los poseídos que en el inventario de los bienes confiscados por la NKVD en el apartamento de Bábel en Moscú figuran: binoculares (2 pares), manuscritos (15 carpetas), borradores (43 unidades), esquema de la red de transporte motorizado (1 unidad), periódicos extranjeros (4), revistas extranjeras (9), cuadernos de notas (7 unidades), varias cartas (400), cartas extranjeras y tarjetas postales (87), telegramas diversos (35 unidades), pasta de dientes (1 unidad), crema de afeitar, tirantes (1 par), viejas sandalias, jabonera (1), pato para el baño. Escuece pensarlo, pero parece una página de un cuaderno de notas de Bábel.     




Los últimos meses de la vida de Bábel se acotan entre dos frases: No me dejaron terminar / Déjenme terminar mi trabajo. O lo que es lo mismo: Devuélvanme los cuadernos de notas. Los cuadernos de  notas, lo que más le dolía perder a Bábel. Desaparecidos. Como los manuscritos (los quince de Moscú y los nueve de Peredelkino). Y las cartas. No se mencionan en el inventario ni lápices ni bolígrafos o plumas, ni libros. Pero ese pato de goma... Ese patito en la lista de bienes confiscados a Bábel... Da escalofríos pensar que un detalle así -divino detalle- lleva la marca de un escritor (o de un cineasta o de un fotógrafo o de un pintor), la precisión de la mirada de un artista. 



Decía el historiador Jacques Le Goff que la esencia de cada época se revela de forma sencilla y gráfica a través de un cierto número de hechos-documentos de fuerte evidencia simbólica y captación inmediata y fácil. Pues, entonces, he ahí el pato de goma de Bábel.


Recordando a Claudia Cardinale y los años 1958-60 (Fotos y vídeos)

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"La música de esta película me ha acompañado por más de 55 años;continuara a mi lado."





Claudia Cardinale, como Assuntina, 
Pietro Germi, como el comisario Ingravallo

Y sí, ya volvemos con ella. El primer papel importante de Claudia Cardinale. Pasolini no tardó -fue el primero de los grandes escritores italianos- en ponerla por las nubes:


Una Cardinale que recordaré por mucho tiempo... esos ojos... ese pelo despeinado... ese aire de mujer humilde, de gata... salvajemente perdida en la tragedia. La propia actriz reconocía que aquella reseña la consagró como actriz.


En el guión de Un maldito embrollo, el propio Germi adapta con Ennio De Concini y Afredo Giannetti  Quer pasticciaccio brutto de via Merulana de Carlo Emilio Gadda -El zafarrancho aquel de vía Merulana, una traducción (nada fácil al conjugar diversos registros dialectales italianos, y sólo apunto una dificultad relativamente menor) de Juan Ramón Masoliver- una de las novelas a primera vista menos cinematográfica que pueda imaginarse (si no la conocéis basta que le echéis un vistazo y leáis una página aquí y otra allá para comprobarlo), un artefacto literario (sintáctico, léxico y musical) de la estirpe del Ulises de Joyce, pongamos por caso; según para quien, una fiesta, una suntuosa talla barroca o una tortura; un delirio, para cualquiera. Unas líneas del comienzo de la novela como prueba:

(...) Entre otras cosas, [el comisario Ingravallo] sostenía que las inopinadas catástrofes no son nunca consecuencia o efecto, si se prefiere, de un motivo solo, de una causa en singular; antes son como un vórtice, un punto de presión ciclónica en la conciencia del mundo y hacia la cual han conspirado una porción de causales convergentes. Decía también nudo u ovillo, o maraña, o rebullo, que en dialecto vale por enredo. Pero el término jurídico "las causales, la causal" es el que de preferencia brotaba de sus labios: casi a su pesar. la opinión de que fuese menester "reformar en nosotros mismos el sentido de la categoría de causa" según nos venía de los filósofos, de Aristóteles o de Immanuel Kant, y sustituir a la causa las causas, era en él una opinión central y persistente, casi una idea fija, que vaporaba de sus labios carnosos, pero más bien blancos, donde una punta de cigarrillo apagado parecía, colgado de la comisura, acompañar la somnolencia de la mirada y el asomo de sonrisita, entre amarga y escéptica que por inveterada costumbre solía imprimir a la mitad inferior del rostro, bajo aquel sueño de la frente y de los párpados y el negro píceo de la pelambre...


Otro botón de muestra: en el episodio de las joyas robadas, el latrocinio le permite devanar la aventura geológica de cada piedra con todo un primor de historias, enhebrando su composición química con referencias artísticas y toda la galería de imágenes que despiertan. ¿Cómo iba a conformarse con el giallo?


Gadda -como apunta Calvino en Multiplicidad, la última de sus Seis (en realidad, sólo escribió cinco) propuestas para el milenio-, Gadda trató toda su vida de representar el mundo como un embrollo, sin aliviar su inextricable complejidad, o mejor dicho, la presencia simultánea de los elementos más heterogéneos que concurren a determinar cualquier acontecimiento.


Una novela, en fin, donde el crimen y su investigación -o sea, el giallo- deviene apenas un macguffin, y la digresión -como un rizoma de hilos y voces- se adueña del texto y se revela desde las primeras páginas como la verdadera razón de ser, hasta el punto que casi no nos extraña que el autor haya dejado inacabada la trama policiaca. A Gadda, el giallo de quién mató a la señora Liliana Balducci sólo le interesaba para desplegar el campo de fuerzas -ese sistema de causas: esa idea fijadel comisario Ingravallo- que suele despacharse con el aquel del destino.



Aun así, en 1946, Gadda había publicado por entregas una primera versión de la novela en Letteratura, una revista mensual editada en Florencia, y ahí aparecía un capítulo con la resolución de la intriga, que eliminó  cuando la obra se publicó como libro en 1957. Es más, cuenta Calvino -esta vez en Por qué leer los clasicos-, que Gadda escribió un tratamiento -mientras escribía la primera versión de la novela- para un posible filme sobre su obra, en el que la trama se desarrolla y se aclara en todos sus detalles; un tratamiento, conviene precisar, que en ningún momento sirvió de base para Un maldito embrollo, aunque Gadda, por lo visto, colaboró con Germi en el guión y, al parecer, le gustaba la película.

Pietro Germi con Carlo Emilio Gadda 
en el rodaje de Un maldito embrollo.

Total, que la novela se presentaba como un verdadero embolado para el guionista más templado. Y en el guión -ese que podemos adivinar tras las imágenes (tan legibles) de Germi- ese embrollo, sin dejar de ser enrevesado, resulta transparente; las escenas y los planos, a menudo abarrotados, respiran; las sucesivas revueltas de la investigación van sajando el tumor social y desnudando las máscaras, sin perder espesor y misterio, y abocan la trama a una resolución que, cerrando la vertiente del giallo, cobra -a la vez- vuelo lírico y hondura trágica.


Teniendo en cuenta las dificultades de la empresa, el guión puede calificarse poco menos que brillante; una pieza ágil con una consistente carpintería dramática, hilando sin desmayo la comedia, el retrato social y la intriga policial, y aderezado con jugosos diálogos. 


Pietro Germi con  Claudia Cardinale 
en el rodaje de Un maldito embrollo.

Un maldito embrollo teje, con humor (a menudo negro) y ternura, una telaraña bullanguera que atrapa en sus hilos y voces (y acentos) la corrupción burguesa, el desamparo de los desheredados y la picaresca de los malandros y buscavidas de los suburbios (muy cerca del lumpen de Accattone), a través de una cuidada puesta en escena donde los gestos, actitudes y ritmos pesan, y hasta el ponerse o quitarse esas gafas negras del comisario Ingravallo resulta revelador. 


El embrollo de la intriga -que embroma y a punto está de aturullar al comisario- le sirve a Germi (de pre-texto) para hilvanar con imágenes muy precisas un documento crítico y desvelar con poético desgarro, en el tramo final, la trama que se guardó (en las costuras del giallo) con premeditación y alevosía de dramaturgo avisado, la trama secreta de Un maldito embrollo: una bellísima historia de amor trágico en torno a Assuntina -el personaje que borda y colma Claudia Cardinale-, que ilumina la película desde el final con arrebatado fulgor. Un final con visos de homenaje a Roma, cittá aperta (en esa carrera de nuestra Claudia tras su amado Diomede) y el trazo de un arco de quince años de neorrealismo. Un giallo, digamos, ad hoc.

                                         

                                    GABRIELLA FERRI - Sinnò me moro





Rome, Cinecittà', 1956
Una de las fotos de William Klein en Roma que se exponen en París


De Sica, Rossellini, Fellini', 1958
Desde la izquierda, el actor Vittorio De Sica y los directores Roberto Rossellini y Federico Fellini en una pausa del rodaje de 'El general Della Rovere', de Roberto Rossellini (© William Klein)


'Sainte famille à moto', Rome, 1956
La mirada de William Klein ahonda en la ironía (© William Klein)





'Divino Amore', 1958
Otra de las fotos de 'Rome + Klein: Photographs 1956-1960' (© William Klein)


Roma años 60



Claudia Cardinale en 1958









Claudia Cardinale. Festival de Venecia, 1958, salvo la última, en Roma, del mismo año.

Fotografías del Archivo Graziano Arica encontradas en Music 2 My Ears

AÑO 1959 fotos,textos , música , películas, poesías.

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  • 1 de enero: triunfo de la Revolución cubanaFidel Castro toma el poder.

    La primera barbie (1959)


  • Nace como Bárbara 'Barbie' Millicent Roberts el 9 e marzo de 1959 en la Feria Internacional Americana de Juguetes en Nueva York. Su nombre es un homenaje a la hija de su creadora, la estadounidense Ruth Handler, que la inventa a partir de 'Bild Lilli', una muñeca para adultos cuyos derechos adquiere en Alemania.

  • La Unión Soviética envía la primera nave con destino a la Luna.
  • Juan XXIII convoca al Concilio Vaticano II.

  • Se abre al público el museo Solomon R. Guggenheimde Nueva York.


  • Günter Grass, publica su novela El tambor de hojalata.
  • Los juguetes daneses Lego aparecen por primera vez en el mercado.
  • <strong>Apuesta.</strong> Lego usará su
  • Estreno de la película Ben-Hur ganadora de once premios Oscar.
  • Walt Disney estrena la película La bella durmiente.

                               Henri-Cartier-Bresson-Roma-1959                                     

                                Comercial Cafiaspirina Bayer, España año 1959 




20 de noviembre: declaración de los DerechosdelNiño por la Asamblea General de las Naciones Unidas.





    Mensaje de Bertrand Russell para la posteridad (1959)





                                    Huelga de Ferrocarrileros Mexico 1959.wmv







El hombre en frack. 

Autor: Domenico Modugno.

 Italia. Año: 1959.

"Es de noche, los cafés ya han cerrado,
y las calles están vacías y silenciosas,
el río corre lento bajo el puente y la luna brilla en el cielo,
mientras duerme la ciudad.
Un viejo frac camina solo. Lleva un sombrero de copa,
dos gemelos de diamante, un bastón de cristal y una gardenia en el ojal.

Sobre el chaleco blanco una pajarita de seda azul.
Se acerca lentamente, con aspecto ausente, soñador y melancólico.
No se sabe de dónde viene ni a dónde va, de quién será este viejo frac?
Va diciendo Bonne nuit, buonanotte a todas las farolas
y a un gato enamorado.
Y ahora llega la aurora, se apagan los faroles
y se despierta poco a poco la ciudad.
La luna ya casi se oculta pero a su luz todavía
se ve en el río un sombrero de copa,
una flor, un frac, que descienden dulcemente hasta el mar.
¿De quién será este viejo frac? Adiós, adiós, al viejo mundo,
al recuerdo del pasado, a un sueño nunca cumplido
y a su primer y último amor."















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Jean Renoir  en 1959, casi al final de su carrera, sorprendió con El testamento del Doctor Cordelier, una película rodada para televisión estupendamente fotografiada en un blanco y negro sublime, y que, no obstante, tuvo un estreno comercial en salas de cine en 1961. Basada en la novela de Robert Louis Stevenson, El extraño caso del Doctor Jeckyll y Mr. Hyde, constituye una de las versiones cinematográficas más sugerentes de esta mítica narración.





                     Éric Rohmer, El signo de Leo/Le Signe du Lion (1959)

Imagen
Pierre Wesselrin es un músico bohemio y sin dinero que vive en París. Un día, recibe un telegrama en el que se le notifica la muerte de su acaudalada tía. Como ella sólo tenía dos parientes vivos, Pierre piensa que él heredará, al menos, parte de la herencia, así que celebra una fiesta para comunicar a sus amigos la noticia. (FILMAFFINITY)

El primer largometraje de Eric Rohmer es un cuento tragicómico sobre la espiral descendente de un hombre dentro de la pobreza y el aislamiento. Mientras la película muestra la inexperiencia de Rohmer como cineasta demasiado claro y también sufre de algunas fallas obvias –las mas notables son las extrañas referencias a la astrología y al destino- es un convincente y, a fin de cuentas, doloroso trabajo que hace algunas válidas afirmaciones sobre la naturaleza humana.
Cualquier película que aborde el tema de los sin techo es improbable que le haga justicia y capture la completa tragedia de sus predicamentos, pero esta película de alguna manera logra este objetivo. Los intentos cada vez más desesperados de Pierre para encontrar comida y mantenerse en pie son a la vez graciosos y agónicamente conmovedores –como en muchas de las posteriores películas de Rohmer, son estos pequeños detalles los que pueden tener grandes efectos en la audiencia.
La película ciertamente carece de la pícara espontaneidad y realismo de las más recientes películas de Rohmer –el artificial final feliz ha sido una particular desilusión. A pesar de la discordante artificialidad de la narrativa, la fotografía es totalmente imponente, casi tan fascinante como las mejores y más conocidas películas de Rohmer. Los elocuentes escenarios filmados en Paris logran armonizar muy bien con humor del personaje principal –vibrante y divertido cuando Pierre esta celebrando su asumida herencia, melancólico cuando se da cuenta que no ha heredado nada, y cruel cuando se encuentra solo y pobre. La fotografía es claramente Nouvelle Vague, y, adecuadamente, uno de los contemporáneos de Rohmer, Jean-Luc Godard, hace una aparición silente cerca del principio de la película. Autor: Nestor O.





Amsterdam, julio de 1942. Con objeto de escapar de la Gestapo, la familia Frank se esconde en la buhardilla del señor Krater. Allí convivirán con otro grupo de judíos: la familia Van Daan. Todo quedará reflejado en el diario de la pequeña hija de los Frank.


Les Quatre Cents Coups de Francois Truffaut
Es considerada una de las la primeras obras de la denominada Nouvelle vague.

  
                  Festival de Venecia 1959


                             

                                                    Ray Charles - What'd I say 1959 

    Paul Anka - It's Time To Cry (1959)


Jula de Palma - Tua (1959) versione originale



   Rocco Granata - MARINA 1959



                Caterina Valente - La canzone di Orfeo (1960)


Salvatore Quasimodo  poeta y periodista miembro del movimiento hermético italiano, recibe el Premio Nobel de Literatura en 1959.

En las ramas de los sauces

¿Y cómo podríamos nosotros cantar
con el pie extranjero sobre el corazón,
entre muertos abandonados en las plazas
sobre la hierba dura de hielo, el lamento
de corderos de los chicos, el alarido negro
de la madre que iba al encuentro del hijo
crucificado en el palo del telégrafo?
En las ramas de los sauces, por voto,
también nuestras cítaras estaban colgadas,
oscilaban leves en el triste viento.


Salvatore Quasimodo, Giorno dopo giorno, 1947, Tutte le poesie, Mondadori


Georges Moustaki :uno de los más sensibles creadores de canciones de las últimas décadas

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Moustaki ha entrado ya en la historia de la cultura popular como uno de los más sensibles creadores de canciones de las últimas décadas


Georges Moustaki.


Políticos, actores y músicos de todo el país rendían ayer homenaje al “poeta” y “artista comprometido” Georges Moustaki, quien murió de madrugada en Niza, en el sur de Francia. Nacido en Alejandría (Egipto),El Métèquemás famoso de la canción francesa llegó a París en 1951 y fue nacionalizado en 1985. Llevaba unos años retirado de los escenarios debido a una enfermedad incurable de bronquios que le impedía cantar y se dedicaba a la escritura y la pintura.
“Sus canciones han marcado a varias generaciones de franceses. Era un hombre con la voz dulce pero con las ideas fuertes”, resumió el presidente francés, François Hollande, en un comunicado. Una horas antes, la ministra de Cultura, Aurélie Filippetti, manifestaba su “tremenda tristeza” ante la desaparición de un “artista comprometido que enarbolaba valores humanistas”. “Era la expresión de la belleza del mestizaje cultural”, destacó el exministro de Cultura socialista Jack Lang.

“He tenido una vida apasionante. Me gustaría que lo siga siendo hasta el final”, dijo en una de sus últimas entrevistas en 2011 al diario francésLa Croix. En ella anunció a duras penas —“me cuesta expresarme, mis músculos se han derretido”— que una enfermedad respiratoria “irreversible” le había forzado a abandonar definitivamente el canto. Su último concierto lo ofreció en enero de 2009 en Barcelona, el cual no pudo finalizar debido a aquella dolencia. Alejado de los escenarios, en los últimos años seguía dibujando, pintando y escribiendo. A finales de 2012 publicó su Petit abécédaire d’un amoureux de la Chanson(L’Archipel), un himno a su pasión por la canción francesa bajo la forma de diccionario de artistas.
Nacido como Giuseppe Mustacchi el 3 de mayo de 1934 en Alejandría, de padres judíos griegos, educado en la escuela francesa, políglota desde pequeño —su padre, Nessim, hablaba cinco idiomas y su madre, Sarah, seis—, llegó a París en plena adolescencia en 1951. Vivió un tiempo vendiendo puerta a puerta libros de poesía y rápidamente descubrió a Georges Brassens, quien le transmitió su vocación por la canción y de quien tomó el nombre de Georges. Brassens fue el encargado de introducirlo con éxito al mundillo de la canción parisiense.
Moustaki conoció y trabajó con todos los grandes de la época, empezando por Édith Piaf, para quien escribió la letra de Milord, y Barbara, con la que cantó La Dame Brune. “Moustaki es mi ternura”, decía esta última del cantautor. Escribió más de 300 canciones para personalidades como Yves Montand, Juliette Gréco, Dalida o Serge Reggiani, para quien compuso temas míticos como Ma liberté. Se reveló como intérprete con Le Métèque (1969), cantada primero por Pia Colombo, y que dio la vuelta al mundo.
“Era como todos los poetas, alguien diferente”, declaró en la radio Gréco la gran musa del París de Saint-Germain des Près. “Era un hombre elegante que tenía una dulzura infinita y luego el talento”, añadió emocionada. “La escritura de Moustaki era una suerte de referencia, de una simplicidad aparente, en realidad era una verdadera escritura en profundidad que nos es extremadamente preciada, como la libertad, la soledad”, reaccionó por su parte el cantautor Yves Duteil.
Conocido también por ser un hombre de izquierdas, desde su apoyo a la revuelta juvenil de Mayo del 68, en las últimas presidenciales de 2012 no dudó en apoyar públicamente a Philippe Poutou, el candidato del partido de extrema izquierda Nuevo Partido Anticapitalista. “Mi sensibilidad se acerca a los libertarios, a los huelguistas. No a una ideología ni a un movimiento. No tengo ni la vocación ni la misión de imponer mis ideas”, explicó en una tribuna de prensa.
Viajero incansable, enamorado de Brasil, cuyos ritmos introdujo también en la canción francesa, vivió en la isla parisiense de Saint Louis durante casi los últimos 40 años. Los últimos meses, ya muy enfermo, los pasó, sin embargo, en Niza, a orillas del Mediterráneo que tanto quería.



'Sin nombrarla' (Sans la nommer)

Querría, sin nombrarla, hablaros de ella
como de una amada, una infiel,
una muchacha bien viva que despierta
a futuros que cantan bajo el sol.

Es a ella a quien aporrean,
persiguen, acosan;
es ella la que se subleva,
la que sufre y se pone en huelga,
es a ella a quien encarcelan,
a quien traicionan, a quien abandonan;
la que nos da ganas de vivir,
de seguirla hasta el final, hasta el final.

Querría, sin nombrarla, rendirle homenaje,
hermosa flor del mes de mayo o fruto salvaje,
planta bien plantada sobre sus dos piernas
y que deambula libre donde le place.

Es a ella a quien aporrean,
persiguen, acosan;
es ella la que se subleva,
la que sufre y se pone en huelga,
es a ella a quien encarcelan,
a quien traicionan, a quien abandonan;
la que nos da ganas de vivir,
de seguirla hasta el final, hasta el final.

Querría, sin nombrarla, hablaros de ella,
bienamada o mal amada, es fiel;
y si queréis que os la presente,
la llaman Revolución Permanente.

Es a ella a quien aporrean,
persiguen, acosan;
es ella la que se subleva,
la que sufre y se pone en huelga,
es a ella a quien encarcelan,
a quien traicionan, a quien abandonan;
la que nos da ganas de vivir,
de seguirla hasta el final, hasta el final.
















Música para una banda sonora vital – Wonderful world

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Esta canción del malogrado Sam Cooke (su violenta muerte a balazos sigue siendo para muchos un misterio sin resolver) es protagonista de una de las mejores secuencias de Único testigo (Witness, Peter Weir, 1985), en la que el policía que interpreta Harrison Ford utiliza la música como medio para la seducción de la joven madre amish a la que da vida Kelly McGillis.


Una película de estructura simple y tópica pero muy bien trabajada en cuanto a realización e interpretaciones, en la que los temas de base son el choque cultural y la corrupción de una sociedad que ha perdido sus valores. Vamos, lo que viene a ser todo un Wonderful world.

http://39escalones.wordpress.com/2013/04/26/musica-para-una-banda-sonora-vital-wonderful-world/

Max Aub uno de los grandes heterodoxos de nuestras letras (Biografía,Textos)

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Max Aub

       (España, 1903-1972)

  Dramaturgo y narrador español. Nació en París en 1903, hijo de padre alemán y madre francesa que se instalaron en Valencia en 1914. Dirigió entre 1935 y 1936 el teatro universitario "El búho" perfilándose como uno de los escritores jóvenes influido por la Revista de Occidente y José Ortega y Gasset. Durante la guerra civil colaboró con André Malraux en la filmación de L'Espoir (1937). Republicano, cruzó la frontera en 1939 y fue internado en un campo francés. Deportado a Argelia, consiguió escapar en 1942 y se trasladó a México, donde ha publicado la parte más significativa de su obra literaria. A pesar de sus comienzos esteticistas y de vanguardia, resulta ser un escritor de carácter realista y de fuerte contenido sociopolítico. Antes de la guerra civil había publicado Los poemas cotidianos (1930), Teatro incompleto (1930), Espejo de avaricia (1935) y Yo vivo (1936). A finales de la década de 1960 se atrevió a regresar a España, para comprobar el desconocimiento absoluto de su persona y de su obra entre los españoles, y poco después escribió La gallina ciega, diario español (1971) en la que recogió sus amargas impresiones. Publicó revistas muy personales: Sala de Espera (1960) y Los 60. Su obra narrativa comprende las novelas del ciclo El laberinto mágico (Campo cerrado, 1943; Campo de sangre, 1945; Campo abierto, 1951; Campo del moro, 1963; Campo francés, 1965; y Campo de los almendros, 1968); varios volúmenes de cuentos y, entre otras novelas, Juego de cartas (1964), compuesta de 108 naipes en cuyo reverso van escritas misivas que trazan el retrato del protagonista, Máximo Ballesteros. Esta obra abierta anticipa el procedimiento de Ítalo Calvino en El castillo de los destinos cruzados (1973). Su obra teatral es extensa. Escribió también poesía, un estudio sobre la novela española contemporánea y un manual de historia de la literatura española.  © eMe

Max Aub 
Campo cerrado (fragmento)

El la ha ido descubriendo con gozo. Nunca supuso, por sus anteriores experiencias, que un pecho fuese firme, que la epidermis llegara a tanto camino de la nada, que la carne fuese fuerte y resistente, líquido sin salida, que las palmas de la mano desvarasen con tal suavidad por lo blandísimamente duro de un dorso.
Un condiscípulo de las escuelas nocturnas le proporcionó muy pronto trabajo, en un taller de niquelado. El taller estaba en Hostafranchs; Rafael para acortar distancias cambió de casa y se fue a vivir cerca de la Plaza de España. Cuando la niña se enteró de su cambio de ocupación mostróse muy reservada. Para ella contaba un dependiente, no un obrero, según lo que va de un traje a otro: acabáronse las relaciones sin sentimiento.
En el mismo piso donde él vivía tenía subarrendada una habitación un compañero de taller, Celestino Escobar, cartagenero, de familia minera, venida a Barcelona hacía siete u ocho años, cuando cerraron las minas de La Unión. Era delegado de la C.N.T. en la fábrica.
El piso pertenecía a un matrimonio, obrero portuario él, antigua corsetera ella, Matilde de nombre, zangarilleja de siempre, holgazana y cantarina, bastante bien parecida, cirigalla, emperejilada y boquirrota. Vivía con ellos su madre, que la defendía en todo. No se comía mal; guisandera, daba con el punto del arroz; pero lo limpio era otro cantar.
Hubo elecciones y se proclamó la República. 
"













Max Aub 
Crímenes ejemplares (fragmento)

No hay tantos crímenes como dicen, aunque sobran razones para cometerlos. Pero el hombre —como es sabido— es bueno, por ser natural, y no se atreve a tanto. De las reacciones de mis difuntos nada digo, por ignorancia. Me bastaron —como autor— las de sus asesinos.
—¡Ojalá se muriera! —se dice de fulano en un momento preciso por distintos motivos.
De ahí que el título tenga, en cuanto al adjetivo, antecedentes que suenan al oído menos pintado, y referente al sustantivo, el de mi primer drama, escrito a los dieciocho años. Mi mala sangre por ahí se revela. Otros antecedentes, aunque plantados al trebolillo, gozan de cierta unidad: Quevedo, Gracián, Goya, Gómez de la Serna. Disparates hicieron los dos últimos. Reconozco la superioridad literaria del pintor. De lo Disparates a los Desastres de la guerra no hay gran distancia. Las cosas han cambiado algo desde mi primer Crimen, pero ni aquel dramoncillo ni este libelo tienen que ver con la política y sí, tal vez, con la poesía; con lo que me refuto, habiendo asegurado tantas veces que tienen raíz común. A lo mejor, inconscientemente, éste es un libro político, pero no creo que pase de ser un homenaje a la confraternidad y a la filantropía, sin salir del limbo. Me declaro culpable y no quiero ser perdonado. Estos textos —dejo constancia— no tienen segundas intenciones: puro sentimiento. 
"

Max Aub 
Diarios (fragmento)

Fuimos entrando en la bodega del Sidi Aicha, encadenados de dos en dos... anduvimos seis metros, ciegos, anonadados por la luz estallante de la lechada de los muros, el azul dorado del mar, el morado lejano de los Pirineos: España al alcance de las manos... Debían avistarse las costas españolas; hubiésemos dado parte de nosotros mismos por verlas. Yo sentía el azar de la tierra por mi costado, roto el mar por la vertedera de las bordas: Rosas, Cadaqués, Puerto de la Selva, y entre humos, lejos, Barcelona. "



Max Aub
La verdadera historia de los peces blancos de Pátzcuaro (fragmento)

En aquel tiempo los chinos creían que los peces eran almas fugadas. Inmóviles, los miraban hora tras hora. Y si un pez atravesaba su imagen reflejada tenían el convencimiento de que aquel animal era parte de su propio ser.

Max Aub
Yo vivo (fragmento)

Nada más que lo que él quiera hacer. Placidez. Ocio deleitoso. Balsa de aceite. Da otra vuelta, pasa los brazos bajo la almohada. Se siente envallado por la cama, protegido. Los antebrazos gozan ahora la misma noción de frescura de que antes disfrutaban sus piernas. Debe de ser muy temprano. Alarga hacia las cuatro esquinas de la cama los veinte dedos de que dispone. Seguridad de que no puede llegar más lejos. Toda esa superficie es él, no da más de sí. Intenta, con placentero esfuerzo, ganar unos centímetros, estirando en lo posible sus articulaciones, lanzando a fondo sus músculos; cree sentir sus tendones, las puntas de sus pies. ¿Cuánto medirá su cruz? No se interesa en calcularlo. Quietud. Dulce apacibilidad. Descanso. ¿Qué es el despertar? Se ausenta el sueño sin sentirlo, vuelve a serse; regresa el pensamiento ido. Silencio de adentro y de afuera. Cerrar los ojos no basta para reaprender y reemprender el sueño. Además, ¿para qué?
Sigue siendo el que fue, dulce continuidad. Vive. Abre los ojos al alba del día. Está en lo cierto. Sosiego. Mano a mano con el ocio, largas las horas tendidas al frente.
Hiedra, lirón; descubrir, descansando, queda el alma, sin fuerza los músculos, que la ventana es una ventana, y que el sol tibio saluda sin trabas. Dulce cansancio del descanso. El techo es igual a ayer: aquel ligero desconchado, con su partícula a medio desprender, desde que la vio. Bienestar siempre blanco. El colodrillo en la almohada limpia; las sábanas limpias, las paredes limpias, el sol limpio. Todavía no han nacido las moscas. Serenidad. Ponerse el traje de baño, y al mar. Al mar, qué ahora oye, sordo. Las olillas de casi nada, lamiendo la arena fina; ocre, por mojada; pajiza, dos pasos más arriba. Enrique descubre el Mediterráneo y echa una pierna fuera de la cama. 
"
http://www.epdlp.com/escritor.php?id=1416

Hablaba y hablaba...[Minicuento. Texto completo.]Max Aub
Hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba. Y venga hablar. Yo soy una mujer de mi casa. Pero aquella criada gorda no hacía más que hablar, y hablar, y hablar. Estuviera yo donde estuviera, venía y empezaba a hablar. Hablaba de todo y de cualquier cosa, lo mismo le daba. ¿Despedirla por eso? Hubiera tenido que pagarle sus tres meses. Además hubiese sido muy capaz de echarme mal de ojo. Hasta en el baño: que si esto, que si aquello, que si lo de más allá. Le metí la toalla en la boca para que se callara. No murió de eso, sino de no hablar: se le reventaron las palabras por dentro.
FIN

Max Aub

Escritor sin público, ciudadano sin país

Max Aub, español de vocación, mexicano de adopción, siempre republicano, socialista y liberal, es uno de los grandes heterodoxos de nuestras letras. Irónico, lúdico, de la novela al teatro, de los diarios a la historia ficción, del cuento al anecdotario, su obra nunca decepciona. En su centenario, Antonio Muñoz Molina, uno de los que más ha hecho para que su obra tenga el reconocimiento que merece, vuelve a Aub para narrarnos la lucha del escritor exiliado por sus lectores.
Mayo 2003 
En marzo de 1998 asistí a una representación de San Juan, de Max Aub, en el teatro María Guerrero de Madrid. La sala estaba llena de público, el montaje tenía una admirable envergadura visual y dramática, los numerosos actores, sin excepción, interpretaban a sus personajes con intensidad y sin énfasis. El final apocalíptico dejó un silencio de congoja seguido inmediatamente por un largo diluvio de aplausos. Puesto en pie, entre la gente entusiasmada y conmovida, me acordé de Max Aub, que llevaba muerto 26 años, y a quien le llegaba tan tarde la justicia de aquel reconocimiento. Lo que acabábamos de ver y escuchar en el María Guerrero lo había escrito él hacía exactamente 56 años, en la bodega del barco que lo llevaba de Casablanca a Veracruz, pero lo había empezado a imaginar algún tiempo antes y en otro barco más siniestro, aquel donde viajó prisionero de los franceses de Vichy desde Marsella a África. Max Aub, que fue un escritor asiduo y excelente de diarios, tuvo sin embargo la virtud paradójica de usar la propia experiencia como material narrativo o dramático despojándola de cualquier indicio de autobiografía: "Veo lo que vi sin verme", anota en alguna parte, y ese conciso aforismo, entre Gracián y Bergamín, contiene una parte de su poética. El doble viaje en barco —por el Mediterráneo, por el Atlántico— vivido por él mismo aporta los materiales inmediatos y veraces de la escritura, pero ésta se desplaza narrativamente más allá de la experiencia de su autor, se vuelca en el relato de otro viaje no vivido por él pero verdadero en la medida en que se alimenta de las sensaciones, los olores, el agobio que él ha conocido en esas bodegas penitenciarias y sombrías de buques de carga condenados al desguace: el viaje sin destino de un grupo de judíos europeos a los que nadie quiere en ningún puerto y acaban tragados por el mar, en un anticipo de la gran matanza que en 1938, cuando se sitúa la acción de San Juan, aún no había comenzado, y de la que ni siquiera había noticias muy claras en 1942, cuando Max Aub escribió su drama, que se publicó un año más tarde, ya en México, pero que él no vio nunca representado.
     Sin duda Max Aub habría deseado, como dice Czeslaw Milosz, que su vida hubiera sido un poco más sencilla, menos entreverada con acontecimientos históricos. 1938, el año en que sucede el viaje del San Juan, es también el de la capitulación de Munich, cuando las potencias democráticas europeas accedieron a entregar Checoslovaquia a Hitler, cuando la República española perdió simultáneamente la batalla del Ebro y las últimas esperanzas de un cambio favorable en la coyuntura internacional; en 1938, en noviembre, tuvo lugar la ominosaNoche de los cristales rotos. 1942, el año de la escritura de San Juan y del viaje de Max Aub a México, es también el de la conferencia de Wansee, en la que los jerarcas nazis acordaron los pormenores técnicos de la Solución Final, y el de las primeras deportaciones de judíos franceses a los campos de exterminio.San Juan, si se recapitulan con cuidado las fechas, es menos una crónica que un aterrado vaticinio, más lúcido aún porque en el tiempo en que se escribió no había conocimiento ni conciencia de la escala del horror cuya maquinaria ya estaba en marcha en Europa.
     También es, literariamente, un proyecto insensato: ¿qué esperanza podía tener un fugitivo recién llegado a México de estrenar alguna vez una obra de tal complejidad, con tantos personajes, con tan desmedidas exigencias técnicas? En marzo de 1998, en el María Guerrero, la bodega y las cubiertas del buque a punto de naufragar desbordaban el espacio del escenario y ocupaban parte del patio de butacas y de los palcos laterales, como si la tragedia que se representaba fuera tan imperiosa que no pudiera quedar sujeta por los límites usuales de un espacio escénico. No era nada difícil, esa noche, notar una acidez de melancolía bajo el arrebato de una emoción compartida, de un triunfo que su autor había deseado y merecido tanto, y siempre se le negó: por las circunstancias adversas que rodearon su vida, pero también por una soledad intelectual que le martirizó siempre, y que aflora casi en cada página de sus diarios o de La gallina ciega.
     Max Aub, escritor incesante, adicto a cualquier género, aguijoneado siempre por la urgencia de contar lo que había visto, fue también, en gran medida, un escritor sin público. En los años peores de huidas y cautiverios, escribe anotaciones sueltas de su diario que tienen algo de mensajes cifrados y emprende el gran proyecto de El laberinto mágico, y da la impresión de que en el mismo momento en que las cosas le suceden ya está imaginando el modo de convertirlas en literatura. Escribe sin parar en los treinta años del exilio mexicano, y el volumen de su trabajo y la categoría de muchas de sus páginas resultan más asombrosos si se reflexiona en la indiferencia con que aquella literatura incesante estaba siendo recibida, en México y en España.
     ¿Por qué y para qué escribe un escritor que no tiene lectores? Esa pregunta se la formuló a sí mismo Francisco Ayala en un artículo célebre de los años cuarenta: "Para quién escribimos nosotros". En los diarios de Max Aub, la pregunta se repite con frecuencia, con grados mayores o menores de amargura, o de estoicismo. El escritor que no tiene casi más lector que él mismo se interroga sobre el sentido de su pasión en apariencia inútil y su oficio superfluo, y a veces anota respuestas que en cuatro o cinco palabras retratan íntegra su condición personal. "Escribo por no olvidarme", apunta el 15 de octubre de 1951: escribir es una manera de preservar la propia identidad, de no volverse por completo invisible de tanto no ser visto por los otros. Y unos días más tarde reanuda este solitario monólogo frente al papel: "Escribo para explicar y para explicarme cómo veo las cosas en espera de ver cómo las cosas me ven a mí." 
     La espera es, en la literatura de Max Aub, lo mismo en su obra de ficción que en sus diarios, un tema tan permanente como el destierro: la espera del que aguarda ser liberado de un campo de prisioneros o de una cárcel, del que espera cada día un salvoconducto, una carta, un pasaje, un visado, la llegada a un puerto, el día de un regreso. Sala de espera se llamó entre 1948 y 1951 una de aquellas revistas que Max Aub escribía y publicaba robinsonianamente en México, y que tenían algo de botellas con mensajes lanzadas al mar desde la costa de un naufragio. En alguno de sus cuentos satirizó como nadie el juego monótono de esperas y esperanzas en el que sobrevivían muchos republicanos españoles, que en los veladores de los cafés del exilio daban puñetazos en medio de espectrales discusiones políticas sobre un pasado cada vez más lejano y vaticinaban para un futuro inmediato la caída del general Franco. El 13 de marzo de 1964, anota Aub en su diario: "Uno vive porque espera que le suceda algo que no sucede." Luis Cernuda, que se murió esperando en 1963, explicó este sentimiento en uno de los poemas más tristes que yo conozco sobre la experiencia del exilio, "Un español habla de su tierra":

Amargos son los días
     De la vida, viviendo
     Sólo una larga espera
     A fuerza de recuerdos.
Otros volvían, o se iban muriendo, pero Max Aub resistió y esperó, y sólo se decidió a interrumpir provisionalmente la espera en el verano de 1969, cuando vino a España con el propósito —o más bien con la coartada— de trabajar en un libro sobre su querido Luis Buñuel. En México, durante 27 años, había tenido la sensación y la sospecha de escribir para nadie, para ofrecer testimonios que nadie parecía interesado en escuchar, o para encontrarse menos solo escuchando en las palabras escritas, en el roce de la pluma sobre el papel o el rumor de las teclas de la máquina, el sonido de la propia voz, como Robinson Crusoe se hablaba a sí mismo en voz alta. A veces tenía una conciencia aguda de que el desdoblamiento de su identidad se correspondía con un desdoblamiento paralelo en el tiempo, entre el presente en el que escribía y el porvenir incierto en el que sus palabras encontrarían un lector. "Escribo ahora a las doce cuarenta y cinco del 17 de febrero de 1964; sin embargo, sin quererlo, lo hago para cuando salgan impresas estas palabras, es decir, para un mañana indeterminado." Pero al llegar a España, la constatación de la invisibilidad de su escritura deja casi de tener la pesadumbre de un fracaso para convertirse en la experiencia de una vida fantasma, de una irrealidad personal tan aguda, y tan irreversible, como la del país que buscaba y que ya no existía, borrado por una distancia mucho mayor que la de los años pasados, porque era, como él mismo escribió, "el tiempo multiplicado por la ausencia". 
Se encuentra con alguien en Barcelona, le dice su nombre y el otro se queda esperando una explicación, esos datos sumarios que nos representan ante un desconocido, pero él no es capaz de añadir nada: "No sé qué decir. No sé cómo presentarme. No sé quién soy ni quién fui."
     Pero no se trata de un infortunio personal, aunque él lo sienta como un agravio íntimo: regresado a España Max Aub comprende que forma parte de una gran generación de fantasmas, iguales en irrealidad los muertos y los vivos, porque el paso de los años, la cerrazón agresiva de la dictadura, las lejanías del exilio, han borrado los nombres más valiosos de la cultura española, y ni siquiera los que volvieron han logrado recuperar un poco de existencia: Américo Castro vive regresado e invisible en Madrid, Juan Gil Albert lleva veinte años recluido en su casa de Valencia, igualmente aquejado de un destino de fantasma, olvidado hasta por los que fueron amigos suyos antes de la guerra, tomando el té cada tarde como un espectro anglófilo, rodeado de cuadros y de muebles antiguos, escribiendo libros que publica en pequeñas colecciones de provincia.
     La imposibilidad de alcanzar a los lectores, de acortar esa fosa de tiempo entre el presente de la escritura y el porvenir de su resonancia pública, acompañan a Max Aub a lo largo de todo su viaje español, en el que poco a poco va comprendiendo que hay algo más grave que la posible censura, que la hostilidad política de los vencedores: lo más grave de todo es la indiferencia, muy parecida a la que él ya había conocido en México. "Si no me hice en contra de todos", había anotado en su diario el 26 de diciembre de 1955, "sí frente a su indiferencia". No sólo la indiferencia de los extraños, también la de los más próximos, la de los amigos: Aub no olvida que José Bergamín se negó a publicarle San Juan, y que en casa de su amigo Mantecón se encontró "arrumbado" el manuscrito de Campo abierto. "Ni Losada, ni Calpe, ni Porrúa, ni nadie ha querido jamás publicar un libro mío." Los que publica en el Fondo de Cultura Económica, de tan prestigioso nombre, se los pagaba él mismo, y aun así la editorial no los distribuía. "La verdad, que no se venden", concluye la anotación de diciembre del 55.
     En 1969, en España, encuentra un desapego semejante. Quizá sería consolador que la censura hubiera prohibido sus libros, lo cual les daría un prestigio de clandestinidad, una justificación para su casi anonimato. El 28 de agosto visita en Barcelona las oficinas de la editorial Aymá, que ha publicado dos de sus mejores novelas, Las buenas intenciones y La calle de Valverde. "Se venden poco", le dicen, en ese tono de congoja, como de amable reprobación, con el que tan a menudo es martirizado un escritor sin éxito por sus editores. Alguien aventura una explicación: "A la gente no le interesa demasiado la guerra."
     Años atrás, había anotado que escribía para recordarse: ahora, en España, sentía que el olvido de la guerra y del pasado se lo tragaba a él también, y que la escritura, más que una herramienta a favor del recuerdo, le servía sobre todo para atestiguar la extensión aniquiladora de la desmemoria. Visitaba las librerías, con ese apocamiento del escritor que busca sus libros por los estantes temiendo no encontrarlos, y que al comprobar que efectivamente sus libros no están se siente al filo de la capitulación, de la pura inexistencia. En México había escrito él solo sus periódicos y revistas de náufrago: en Madrid descubría que las revistas españolas en las que se publicaban colaboraciones suyas y comentarios sobre sus obras no llegaban a nadie, a lo sumo a unos pocos y remotos hispanistas norteamericanos. Asiste a la tertulia de Ínsula, en la calle del Carmen, y el alma se le cae a los pies: un cuartucho interior y sombrío, estantes medio vacíos, sucios de polvo, unos cuantos profesores extranjeros. Visto de cerca qué pobre queda el prestigio literario. "Yo creí que cuando colaboraba en Ínsula o enPapeles de Son Armadans escribía para España. Que la gente, aquí, se enteraba", dice tristemente, y alguien le explica: "No, aquí no las lee nadie: los suscriptores, que son poquísimos, y los profesores de español en el extranjero, sobre todo en Norteamérica..."
     Y sin embargo, sigue escribiendo. Domina el desaliento igual que la sensación de irrealidad, anota con una especie de objetiva indiferencia las cosas que escucha, las palabrerías o las confesiones de sus interlocutores, el dictamen frío y certero de un sobrino español que le reprocha su melancolía quejumbrosa: "No te das cuenta, pero no ves las cosas como son. Buscas cómo fueron y te figuras cómo podrían ser si no te hubieras ido." Se fue, pero siguió atado a España; ha vuelto, pero no quiere acomodarse, y se niega con furia a la idea de morir aquí mientras viva el tirano, como si aceptar el entierro en la patria sojuzgada y perdida fuera una rendición. Ha adoptado la nacionalidad mexicana, pero sabe que allí lo siguen viendo como a un español, un gachupín no del todo aceptable; podía haber sido francés, pero no quiso: podía haber sido israelí, y prefirió seguir siendo español, lo cual, en su caso, es una pura elección de la voluntad, un acto de la inteligencia. Demasiado sabía el precio que pagaba: "¡Qué daño me ha hecho, en nuestro mundo cerrado, el no ser de ninguna parte! [...] En estas horas de nacionalismo cerrado el haber nacido en París, y ser español, tener padre español nacido en Alemania, madre parisina, pero de origen también alemán, pero de apellido eslavo, y hablar con este acento francés que desgarra mi castellano, ¡qué daño no me ha hecho!"
     Pero eligió seguir siendo de corazón ciudadano de un país que ya no existía —la España abierta y republicana de su primera juventud—, igual que aceptó seguir siendo novelista sin lectores, dramaturgo sin teatro y sin público, colaborador de revistas que nadie leía, escritor de diarios en los que simultáneamente se revela y se esconde, se confiesa y guarda silencio. Stendhal calculaba con detalle los años que faltaban para que sus novelas encontraran por fin a los lectores que les correspondían. En momentos de rara lucidez, Max Aub escribió sintiendo el vértigo que separaba el acto de la escritura del encuentro con el lector, el pasado de su memoria del presente de amnesia al que regresaba en España, la carnalidad y la resonancia que alcanzarían alguna vez los personajes que se movían y hablaban en sus dramas imposibles. En 1998 yo tuve una sensación casi equivalente, cuando vi en el María Guerrero la representación deSan Juan: veía lo que estaba sucediendo ante mis ojos, pero también imaginaba el tiempo en que esas palabras fueron escritas, en que Max Aub soñó ese barco, esos personajes. El naufragio de un buque de carga en 1938 imaginado en 1942 se volvía verdadero y alcanzaba a su público en los años finales de un siglo de cuyos peores espantos fue testigo y víctima Max Aub. Por fin la espera, al cabo de tanto tiempo, llegaba a su fin, pero hay esperas que duran más que la vida, y si es posible que haya, al cabo del tiempo, una cierta justicia poética, también es cierto que el consuelo póstumo no existe. "No hay justicia posible si hablamos hoy a la luz del futuro. Es pedir demasiado. O entonces hay que inventarlo todo. Y no se puede: el tiempo nos tiene encadenados." Estas palabras las escribió Max Aub en su diario el 17 de febrero de 1964. Al leerlas yo me acuerdo de las palabras finales que le dirige a su patria perdida Luis Cernuda en su poema del destierro:

Un día, tú ya libre
     De la mentira de ellos
     Me buscarás. Entonces,
     ¿Qué ha de decir un muerto? ~


 http://www.letraslibres.com/revista/entrevista/max-aub


Guillermo Cabrera Infante: Su obra un "collage" de La Habana prerrevolucionaria (Textos)

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Cabrera Infante en su biblioteca

Un libro para enfermos (de los libros) escrito por otro que tal baila, que atesora una biblioteca de varias decenas de miles de libros y que llegó a tener un baño con paredes tapizadas por ellos que le impedía usar la ducha y lo obligaba a bañarse con la ventana abierta para evitar la condensación; y tampoco faltaban anaqueles en la cocina, así que ciertos alimentos de olor especialmente penetrante estaban prohibidos. Como muchos de los cofrades de la logia de los engolfados en el vicio de los libros no dispuso de una situación inmobiliaria que le permitiese satisfacer sus pulsiones bibliófagas.

Sólo la pared de mi dormitorio en la que se encuentra la cabecera de la cama ha quedado siempre libre debido a un viejo trauma: me enteré, hace muchos años, de las circunstancias en las que murió el compositor Charles-Valentin Alkan, apodado "el Berlioz del piano"; lo encontraron muerto el 30 de marzo de 1888, aplastado por la biblioteca.

http://www.laescueladelosdomingos.com/search/label/Umberto%20Eco

Guillermo Cabrera Infante. Biografía


Guillermo Cabrera Infante. (Gibara, Cuba, 22 de abril de 1929 - Londres, 21 de febrero de 2005). 
Escritor, periodista y crítico de cine.
En 1941 se traslada con su familia a La Habana y allí empieza a escribir, por lo que abandona sus estudios de Medicina y comienza a trabajar en diversos oficios, ingresando en 1950 en la Escuela de Periodismo de Cuba. 

En 1951 funda la Cinemateca de Cuba junto a Néstor Almendros y Tomás Gutiérrez Alea, y lo dirige hasta 1956. Trabaja como crítico de cine con el seudónimo de G. Caín desde 1954, en el semanario Carteles, del que tres años más tarde es redactor-jefe. En 1959, tras el cambio político en Cuba, se le nombra director del Consejo Nacional de Cultura y, a la vez, subdirector del diario Revolución. Poco después es director del magazine cultural cubano Lunes de revolución, desde su fundación hasta su clausura en 1961. 

Durante el primer gobierno de Fidel Castro (1962-1965) es enviado a Bruselas como agregado cultural y también como encargado de negocios, pero sus discordancias con el nuevo gobierno llegan a su punto máximo en 1968, cuando concede una entrevista a la revista argentina Primera Plana criticando al régimen cubano; esto provoca una fuerte reacción en Cuba que le lleva a abandonar su cargo diplomático. Pasa una temporada en Madrid y, más tarde, pide asilo político en Inglaterra donde se nacionaliza, fijando su residencia en Londres. 

El conjunto de su obra es una especie de "collage" de La Habana prerrevolucionaria, además de una síntesis de la ideología del autor; considera que el compromiso no es indispensable para hacer una literatura crítica y que, en ciertas condiciones, el goce estético sirve también para cuestionar los poderes establecidos.

El erotismo está presente en toda su obra, pero siempre "en función de la parodia y de la risa, cosa que un autor erótico no haría nunca", según dice él mismo. Siendo el cine lo que le atrae e impulsa al comienzo su actividad cultural y periodística, marcha a Hollywood y se convierte en el primer escritor latinoamericano guionista, con títulos como Punto de fuga yWonderwall. Ejerce también como profesor en las universidades de Virginia y de West Virginia y conferenciante en otras universidades americanas, como la de Oklahoma.



Publicaciones de:

Guillermo Cabrera Infante

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REVISTA - CONVIVIO

Todo está escrito con espejos

Agosto 2010
Las malditas ventanas no tienen cristales, sólo celosías. La luz de la bujía parece que se apaga sin haber aire alguno. Pero no se apaga. Debe de hacer un calor de todos los demonios en esta ciudad infernal y he aquí...

REVISTA - CONVIVIO

ARS Poética, o el oro de la parodia

Abril 2005
Esta charla debía llamarse "Parodio no por odio". Pero creí que si tenía un título en latín ustedes pensarían que soy un hombre culto, cuando soy un hombre oculto. Oculto detrás de mis gafas, oculto...

REVISTA - CONVIVIO

Y sin embargo castro

Julio 2004
Hay un coro —o mejor un corro— que repite a menudo que hay que levantar el bloqueo a Cuba —y mienten varias veces en una sola frase. Son los conocidos de siempre, por eso no voy a repetir sus nombres pero sí sus hazañas....

REVISTA - LETRILLAS- PUNTO DE FUGA

Cita en Sevilla

Octubre 2003
Quiero hacer un poco de historia. No historia con mayúsculas sino historia de la literatura —que es más importante que la otra historia. A mediados de los años sesenta hubo un brote literario...

REVISTA - CONVIVIO

¿Existe el humor inglés?

Febrero 2003
Ya no más. "Antes había gigantes" es una frase que rima con elegantes, pero es un verso verdadero tomado de la Biblia. (Entonces se llama versículo. Suprima la rima.) La frase completa diría: el humor inglés, de...
REVISTA - LETRILLAS- PUNTO DE FUGA

La lira de Lara

Septiembre 2002
Lira, fig. Instrumento que por ficción poética se supone que hace sonar el poeta lírico al entonar sus cantos; numen o inspiración de un poeta— Diccionario de la Real Academia Española, tomo IIAntaño me...
REVISTA - CONVIVIO

La voz de la tortuga, una historia que mi suegra me cont

Agosto 2002
caguama. Es la especie que alcanzamayor tamaño entre las tortugas marinas,llegando a pesar veinte arrobas, pero su carne no es muy deseada.— CUBA EN LA MANO, 1936Siempre me pareció una extraña casualidad que conociera a mi...

REVISTA - ENTREVISTA

Joseph Roth

Mayo 2002
Desde hace algunos meses, la brillante prosa de Cabrera Infante fortalece periódicamente nuestra revista. Ahora se ha extendido en plasmar el retrato del novelista austriaco Joseph Roth, autor del clásico La marcha Radetzky, que ocupa...
REVISTA - LETRILLAS- PUNTO DE FUGA

En busca de Don Juan

Abril 2002
En 1964 hice mi primer viaje a Sevilla, acompañado por Miriam Gómez, mi madre y mis dos hijas. Después de haber visto el merecido monumento a Carmen (frente a la plaza de toros de La Maestranza, como es debido), decidí...
REVISTA - LETRILLAS- PUNTO DE FUGA

Doble Ford

Marzo 2002
Tal vez a Ford Madox Ford no le convino su seudónimo. No fue, como Mark Twain, la adopción de una medida del río Mississippi o, como Joseph Conrad, una cortesía con el lector inglés. El nombre de Ford había...

REVISTA - LETRILLAS- PUNTO DE FUGA

Llegaron las rubias

Febrero 2002
Las rubias se inventaron en 1925 y las inventó precisamente una morena, Anita Loos. Fue su novela Los caballeros las prefieren rubias la que hizo universal la existencia de las rubias con éxito de rabia, ya que se vendieron millones de...

REVISTA - LETRILLAS- PUNTO DE FUGA

Cuando James es Jan

Enero 2002
Christine Jorgensen tuvo en los años cincuenta sus quince minutos de fama como hombre —y mucho más de quince años como mujer. Fue, de hecho, el primer transexual, cuyo cambio de sexo por medios quirúrgicos la prensa...
REVISTA - LETRILLAS- PUNTO DE FUGA

El cuarto espía

Diciembre 2001
Dice el refrán inglés: Everything happens in threes. Todo pasa en tres —excepto, por supuesto, cuando el tres se convierte en cuatro. Ese cuarto es como una tentación. Mucho antes de la película El tercer hombre se...
REVISTA - LETRILLAS- PUNTO DE FUGA

Mirando con un ojo bien abierto

Noviembre 2001
Hace dos meses vi el documental Stanley Kubrick, una vida en imágenes. Muchos de ustedes habrán visto este documento total de la vida y obra de un artista del siglo xx. Aquellos que no lo han visto deben verlo. Narrado por Tom Cruise y...

REVISTA - CONVIVIO

Y va de cuentos

Septiembre 2001
El cuento es tan antiguo como el hombre. Tal vez incluso más antiguo, pues bien pudo haber primates que contaran cuentos todos hechos de gruñidos, que es el origen del lenguaje humano: un gruñido bueno, dos gruñidos...

REVISTA - CONVIVIO

La visita (cuento)

Mayo 2000
El hombre no estaba ahí y de pronto estaba ahí. Debía haberlo visto cuando entró pero no lo vi. Después de una peritonitis por ruptura de la vesícula, con un catéter a través del pene, una...

REVISTA - CONVIVIO

La voz de la tortuga, una historia que mi suegra me contó

Julio 1999
caguama. Es la especie que alcanzamayor tamaño entre las tortugas marinas,llegando a pesar veinte arrobas, pero su carne no es muy deseada.��" Cuba en la mano, 1936Siempre me pareció una extraña casualidad que conociera a mi suegra en...
REVISTA - ARTÍCULO

Haroldo siempre trae regalos

Diciembre 1996

El crimen de las sirvientas republicanas violadas y asesinadas por unos señoritos

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Una gran escultura recordará la matanza en
El Aguaucho, que ilustra la intensa represión
de los golpistas contra las mujeres en Fuentes
de Andalucía, donde hubo 27 asesinadas

Representación teatral del 'Romance de el Aguaucho'.PÚBLICO

RAFAEL GUERRERO SEVILLA

"Se llevaron a las más nuevas, a las más jóvenes". Esa era la frase que repetían a mediados de los 90 los últimos testigos que vieron partir a un grupo de jóvenes raptadas por unos señoritos que las hicieron desaparecer el 27 de agosto de 1936 en lo que se conoce como el crimen de El Aguaucho. Entre los miles y miles de asesinatos de la represión franquista, el de este cortijo situado entre las poblaciones sevillanas de Fuentes de Andalucía y La Campana es de lo más execrable. De la tradición verbal sotovocce durante décadas ha pasado a ser reconocido, documentado y publicado por investigadores como José Moreno yJosé María García Márquez.
La represión en Fuentes de Andalucía estuvo revestida de unas características extremas en cuanto a intensidad y violencia, sin que hubiera ningún pretexto revanchista, ya que este pueblo de 8.400 habitantes entonces –ahora mil menos– fue tomado al día siguiente del golpe de estado. No hubo, por tanto, ninguna víctima de derecha y los asesinados izquierdistas fueron 114. Pero, además, este municipio sevillano, situado a 60 kilómetros de la capital, arrojó la mayor proporción de mujeres asesinadas: hasta un total de 27, entre las que se encuentran las cinco jóvenes de entre 16 y 22 años que fueron secuestradas, humilladas, violadas, asesinadas y arrojadas a un pozo de la finca de El Aguaucho.
José Moreno: "Me puse a investigar con los más viejos, comprobando que todavía a mediados de los años 90 había miedo a contar lo que pasó"
Cuando el concepto memorialista aún no había tomado carta de naturaleza en España, el investigador local José Moreno comenzó a hacerse preguntas al comprobar cómo Rafael Jiménez Lora un veterano apodado "el rubito de las gaseosas" se cambiaba de acera de vez en cuando para evitar encararse con otros viandantes y se justificaba diciendo: "no quiero cruzarme con asesinos". "Se me iluminó la mente y me puse a investigar con los más viejos, comprobando que todavía a mediados de los años 90 había miedo a contar lo que pasó", comenta Moreno, que en 1999 publicaría un libro basado en la memoria oral que removió las conciencias, del que en pocos meses saldrá una segunda edición ampliada sobre la represión y, en especial, sobre la ‘matanza de El Aguaucho'.

Aunque durante mucho tiempo se ha especulado sobre cuántas fueron las jóvenes asesinadas allí, finalmente Moreno asegura aPúblico que fueron cinco: las hermanas Coral y Josefa García Lora (16 y 18 años), María Jesús Caro (18), Josefina Lora (18) y María León (22). Se da la circunstancia de que otra hermana de las dos primeras había sido fusilada diez días antes. El delito de las hermanas García Lora era haber confeccionado una bandera republicana y haberse señalado en la gran manifestación que recorrió el pueblo el 1º de Mayo del 36. Todas las asesinadas eran sirvientas en casas de señoritos y habían dejado de acudir al trabajo cuando sus señores decidieron boicotear la recolección de las cosechas para tensionar la República.
De modo que aquel 27 de agosto del 36 por la mañana los señoritos quisieron dar un escarmiento ejemplar. Las secuestraron, las subieron a una camioneta y se dirigieron a la finca El Aguaucho, donde las obligaron a cocinarles, las violaron, las asesinaron y las arrojaron a un pozo. A la caída de la tarde, se vio a los asesinos volver al pueblo en estado de embriaguez y con la ropa interior de las víctimas ensartada en sus fusiles a modo de trofeo de caza.

Los nombres y apellidos de los autores de los crímenes de Fuentes de Andalucía –de los muchos que hubo y no sólo de El Aguaucho– no se reflejan en ninguna publicación, aunque están en la mente de muchos. Virtudes Ávila (78 años) no olvida que le robaron una infancia familiar, ya que cuando tenía año y medio los golpistas fusilaron a su padre, que era teniente de alcalde, y dos meses después hicieron lo mismo con su madre, sin apiadarse de que estaba embarazada de ocho meses.
Para colmo, no dejaron que sus tías se hicieran cargo de ella y la internaron en un convento, donde las monjas le cambiaron el nombre. "Me bautizaron como Angelitas, porque eran de Sor Ángela de la Cruz, y me enseñaron a coser, a rezar y a pedir dinero", nos dice. No como a las alumnas de pago, educadas para ser señoritas. Las huérfanas de los ‘rojos' sólo podían ser sirvientas. "Una monja que me quería mucho me dijo: mira Angelita, esos muebles que nos han traído al convento eran de tus padres. Y es que no sólo se llevaron sus vidas; la casa se la quedó entera el criminal más grande que había en el pueblo", dice Virtudes sin mentar su nombre.
Juan Morillo: "Es importante que en la comisión estén los hijos y los nietos de los dos bandos de la guerra"
Tantas historias de intensa represión derechista han dejado huella profunda en la configuración sociológica de Fuentes de Andalucía, sin duda una de los pueblos más de izquierdas de Andalucía y de España. De sus 15 concejales, 7 son de una escisión de IU –alcalde incluido–, otros 7 del PSOE y tan sólo uno pertenece al PP. Es un pueblo de gran compromiso memorialista, como se demuestra en que hace dos años se constituyó una comisión unitaria. Juan Morillo, su portavoz, se jacta de esa fuerte afición por la memoria histórica: "No es una asociación de memoria histórica al uso, es una comisión unitaria en la que están representadas todas las instancias del pueblo, desde el ayuntamiento, los pensionistas, los partidos, los sindicatos, los clubs deportivos, etc. Todos menos la Iglesia y la derecha. Además, es muy importante que en la comisión estén los hijos y los nietos de los dos bandos de la guerra".

En dos años de funcionamiento de la Comisión por la Memoria Histórica Fontaniega se han impulsado multitud de actividades, como un gran festival musical y cultural para recaudar fondos y el estreno de una obra de teatro titulada El Romance de El Aguaucho escrita por Juan Morillo en recuerdo de aquel imborrable episodio de ignominia. El grupo de teatro amateur El Gallo Rojo ya ha sumado más de 40 representaciones por toda la provincia de Sevilla, pero sus actores confiesan "sentir la misma angustia, tristeza y pena" cada vez que salen al escenario.
La comisión memorialista va a culminar estos dos años de vida el próximo 23 de junio con la inauguración de un gran monumento costeado por suscripción popular (10.800€, de los que 5.000 pone el Ayuntamiento), que quedará emplazado en los jardines Luchadores por la Libertad de Fuentes de Andalucía con el que se rendirá homenaje a esas 27 mujeres asesinadas en 1936, representadas por las víctimas de El Aguaucho. Se trata de una obra de acero que se eleva hasta 10 metros de altura, "como un pozo hacia la vida" en palabras de Juan Morillo. El escultor Paco Parra asegura que no ha sentido ni disfrutado más que realizando esta obra, pese a sus veinte años de experiencia artística. Parra recuerda su inspiración cuando se lo propusieron: "Pensé en humedad, en libertad y en acero representándolo: un pozo invertido y palomas en su extremo fueron las figuras que afloraron en mi mente".

“LA UNIÓN EUROPEA HA SIDO UN PROYECTO DE ELITE”

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Europa y la crisis internacional Reportaje al sociólogo alemán Ulrich Beck
El prestigioso sociólogo Ulrich Beck advierte sobre el riesgo de una división entre los países del Norte y del Sur en Europa. El investigador de la Universidad de Munich y de la London School of Economics es muy crítico de la estrategia alemana para abordar la crisis. La define como “Merkiavelo”, combinación de Merkel y Maquiavelo. Afirma que la líder política de Alemania, Angela Merkel, utiliza la idea de “menos Europa” de los británicos para derivar los problemas hacia otros países e imponer el neoliberalismo.



“Podemos introducir el concepto de ‘Merkiavelo’, combinación de Merkel y Maquiavelo”, afirma el sociólogo alemán Ulrich Beck.
Imagen: EFE

“La Unión Europea...”







 Por Natalia Aruguete
La crisis en Europa ha desatado una tensión estructural entre distintos proyectos europeos. Los programas de ajuste que intentan salvar el euro trazaron los contornos de otra Europa. Una Europa dividida, advierte Ulrich Beck, en su reciente libro Una Europa alemana (Paidós). ¿Dividida entre qué, entre quiénes? Beck describe dos fronteras: una discurre entre los países del Norte y los países del Sur. Otra distingue a los países del euro “obligados a actuar” de aquellos que, aun integrando la Unión Europea, no se adhirieron a la moneda común y “ahora tienen que ver cómo se toman decisiones cruciales sobre el futuro de la Unión sin contar con ellos”. En una región donde casi uno de cada cuatro jóvenes menores de 25 años no encuentra trabajo, en países muy endeudados como España, Grecia, Portugal se vislumbra una tercera brecha: los gobiernos aprueban los paquetes de ayuda; las poblaciones las desaprueban, observa este investigador de la Universidad de Munich y de la London School of Economics. Invitado por la Universidad de General San Martín y la Fundación OSDE, el prestigioso sociólogo alemán dialogó con Cash sobre la polarización que experimentan los habitantes del Viejo Continente, no solo entre países deudores y acreedores, sino entre la elite política y una población fuertemente empobrecida. Pero pese a reconocer el resquebrajamiento producido por una crisis que “no se pudo anticipar”, Ulrich Beck reniega de un nacionalismo que considera “enemigo” y propone que las naciones y los nacionalismos se abran a Europa y al mundo. Sólo así las naciones podrán sobrevivir, concluye.
¿Por qué cree que están surgiendo en Europa tantas consultas populares, como lo que ocurrió en Cataluña, en Escocia y lo que se planea en Gran Bretaña?
–Hasta el momento, la Unión Europea ha sido un proyecto de elite, era útil a las elites económica y política. Durante un tiempo, se creyó que los ciudadanos europeos no estaban en condiciones de participar –se pensaba que se los sobreexigía– pero hoy hay suficientes muestras de que es necesario pensar sobre este tema.
¿Pensar qué concretamente?
–De qué manera la ciudadanía puede formar parte de todo esto, lo cual implica un desafío para la integración europea.
En relación con la integración europea, ¿qué considera que busca el gobierno británico mediante la consulta popular que pretende llevar a cabo para definir si sigue o no dentro de la Unión Europea?
–Los británicos siempre fueron los grandes escépticos de la Unión Europea. Ahora, la crisis del euro los ha encontrado en un momento complicado. Mi caso personal es interesante, porque yo tengo parte de mi corazón británico también, y pienso en este tipo de problemas como europeo-alemán pero también como europeo-británico.
¿Por qué es complicada la situación de los británicos?
–Creo que el premier británico de alguna manera se ve forzado, producto de una serie de tensiones en el interior de su partido, a realizar esta consulta. Mi colega, el sociólogo Anthony Guiddens, afirma que lo más probable es que siga existiendo en Gran Bretaña una mayoría silenciosa de europeos que es favorable a permanecer en la Unión Europea. Hay una gran parte de la clase media y también de los que viven en el campo que están mucho más vinculados con Europa de lo que se ve habitualmente en los medios. Si uno se pregunta si hay alguna voz europea realmente fuerte en Gran Bretaña, se puede decir que sí.
¿De dónde proviene esa “voz europea fuerte”?
–La economía británica. Y si uno se sigue preguntando si existen otras voces, aliadas de Gran Bretaña, a favor de que continúe dentro de la UE, hay que decir que sí. Se trata de la administración de Barack Obama, que prácticamente ruega porque Gran Bretaña permanezca dentro de la Unión Europea. Sólo de esa manera Gran Bretaña tiene una voz decisiva y de peso en el mundo, que es además una voz del mundo anglófono. El punto central –que es la conclusión a la que hemos llegado de manera independiente Anthony Guiddens y yo– es que Gran Bretaña se encuentra ante dos alternativas. Una sería salir de la Unión y pasar a ser insignificante y a su vez dividirse internamente, ya que seguramente los galeses y los escoceses permanecerían dentro de la UE.
¿Y cuál sería la segunda opción?
–La otra sería pasar a ser miembro de la Eurozona. Es decir, participar como miembro implementando el euro, porque solamente a través del euro el país tiene una influencia real sobre Europa. De alguna manera, el experimento Europa se ha restringido a la Zona Euro.
Independientemente del caso particular de Gran Bretaña, ¿usted visualiza una tendencia hacia el surgimiento de sentimientos nacionalistas en distintos países de Europa desde que se desató la crisis?
–Eso sí. Es completamente evidente. Nadie lo podría negar. Hay movimientos nacionalistas aunque no dan una respuesta a la crisis. Y se podría ir un paso más allá y decir que los nacionalismos actuales son los enemigos de la Unión Europea.
¿Por qué los llama “enemigos”?
–No es que crea que Europa puede ser posible sin cierto orgullo nacional de los europeos, pero lo que debería suceder es que las naciones y los nacionalismos se abrieran hacia Europa o hacia el mundo, porque las naciones solamente pueden sobrevivir y generar una nueva soberanía por medio de esa apertura (a Europa y al mundo). ¿Quiere que lo ejemplifique?
Sí.
–Se suele pensar a las instituciones europeas de manera demasiado homogénea. Se cree que hay versiones nacionales que se bloquean mutuamente, pero lo cierto es que hay una especie de escisión tanto en las elites como en la población. Si tomamos el ejemplo de la crisis europea, se ha estado pensado desde el Banco Central Europeo o el Ministerio de Finanzas alemán en posibles nuevas instituciones europeas.
¿Cuáles?
–Un sistema bancario europeo o un impuesto a la transacción financiera a nivel europeo o, incluso, la idea de un gobierno económico europeo. Todos estos elementos, que han sido muy discutidos al interior de los partidos, serían caminos posibles. En Alemania, pero también en otros lugares, hay una suerte de confrontación entre los que serían arquitectos de Europa, que proponen nuevas instituciones, y los ortodoxos nacionalistas del Estado, que dicen por ejemplo en Alemania que la Constitución prohíbe o impide determinadas instituciones europeas. Esta división, o estos dos modos de pensarlo, atraviesan a los partidos, a las instituciones.
¿Es posible llevar este razonamiento al caso griego? En ese país, algunos expertos heterodoxos plantean la necesidad de recuperar soberanía nacional que les permita tomar decisiones sobre su política económica, de manera independiente de la Unión Europea.
–En Grecia, desde los economistas y políticos con orientación económica se generan grandes ilusiones. Algunos, por ejemplo, plantean que Grecia debería salirse del euro y volver a introducir el dracma, y que eso solucionaría tanto los problemas griegos como los problemas europeos.
¿Y usted qué piensa?
–Que no solo es una especie de ceguera de la realidad económica en Europa, sino también una especie de analfabetismo. En realidad, lo que sucede es que está establecido el modo en que los países ingresan en la Eurozona, pero no hay nada escrito sobre cómo pueden salirse de la Eurozona. Es decir que habría que inventar cómo sería ese procedimiento. Y sabemos lo mucho que le cuesta a Europa ponerse de acuerdo. No podría suceder esto en contra de la voluntad de Grecia, y un 80 por ciento de los griegos quiere permanecer en la Eurozona.
Mencionó la palabra “analfabetismo”. ¿A qué se refiere?
–Como muestra del analfabetismo económico pienso que, inclusive en el caso de que Grecia saliera de la Eurozona, de todos modos se enviarían grandes paquetes de ayuda económica a Grecia porque no dejaría de ser parte de la Unión Europea. Y si esto sucediera, entonces los tribunales europeos se verían sobrepasados de trámites legales, porque las bases del sistema estarían siendo violadas, se estaría yendo en contra de las leyes y eso también implicaría mucho dinero.
En el encuentro que mantuvieron Angela Merkel y David Cameron hace unas semanas, se ha planteado la necesidad de tener una UE “más flexible y competitiva”. ¿Qué significaría para los más de 25 millones de desocupados que hay actualmente en la Unión esa propuesta?
–Allí podemos introducir el concepto de “Merkiavelo”, combinación de Merkel y Maquiavelo. Ella utiliza la idea de “menos Europa”, del premier británico, para derivar los problemas hacia otros países e imponer el neoliberalismo afuera. Yo creo que esto es contraproducente y no creo que sea el futuro político, porque después de las elecciones de septiembre en el Parlamento alemán, seguramente va a aparecer una nueva constelación política.
Angela Merkel tiene altísimas chances de ganar.
–No es tan simple.
¿Por qué? Los datos parecen firmes.
–Si bien el partido de Merkel será el más fuerte, seguramente no podrá armar una coalición con los liberales. Entonces debería pensar en armar una gran coalición con la socialdemocracia, si no se piensa en un gobierno de una minoría con los verdes. La situación hoy ya es bastante tensa, tanto en el gobierno como en el Parlamento alemán, porque Merkel obtiene su mayoría más por la oposición que como mayoría dentro de su propio partido. Si pensamos en términos de política interior, tenemos el siguiente escenario. Frente a la situación catastrófica de la juventud, dentro de la cual el cincuenta por ciento de los universitarios –la generación mejor formada– se encuentra ante un mercado que le cierra sus puertas, en la medida en que los socialdemócratas participen de la determinación de la política interna no será tan fácil que apoyen esa tendencia (la propuesta por Angela Merkel).
Este escenario en el mercado del trabajo, ¿en qué sentido se asimila a lo que usted llama “la sociedad del riesgo”?
–Sí, se trata precisamente de un ejemplo de esto. En muchos casos se suele pensar que esta sociedad del riesgo aparece como controlable, pero la realidad es que es imprevisible. Europa se encuentra en este momento ante una crisis que no se pudo anticipar, y precisamente si se trata de anticipar esta problemática entonces se empiezan a desarrollar nuevos escenarios de poder dentro de Europa. De a poco empiezan a aparecer nuevas respuestas políticas a este renovado escenario de poder
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/cash/17-6837-2013-06-02.html
Beck,Ulrich 2007.jpg
Ulrich Beck (2007)
Ulrich Beck (n. SłupskPomerania15 de mayo de 1944) es un sociólogo alemán. Actualmente es profesor de la Universidad de Múnichy de la London School of Economics.
Beck estudia aspectos como la modernización, los problemas ecológicos, la individualización y la globalización. En los últimos tiempos se ha embarcado también en la exploración de las condiciones cambiantes del trabajo en un mundo de creciente capitalismo global, de pérdida de poder de los sindicatos y de flexibilización de los procesos del trabajo, una teoría enraizada en el concepto de cosmopolitismo. Beck también ha contribuido con nuevos conceptos a la Sociologíaalemana, incluyendo la llamada "sociedad del riesgo" y la "segunda modernidad".

Los DJs más ricos del mundo

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UNA GENERACIÓN DE JÓVENES ESTRELLAS 

SE HACE DE ORO EN LAS CABINAS

El DJ holandés Tiësto, en California en el año 2010. (Reuters)

El holandés Tiësto sigue en cabeza. Hablamos del primer discjockey en actuar en la inauguración de unos juegos olímpicos, los de Atenas 2004. Desde aquella confirmación mediática su gancho no ha parado de crecer. La página web Celebrity Net Worth estima que su patrimonio ronda los 57 millones de euros. Le siguen, por supuesto, Daft Punk, dúo francés de disco-tecno-funk que muchos no incluirían en la categoría de discjockeys por su elaborado show y lógica de estrella pop. En 2013 han sido los protagonistas de la campaña de lanzamiento más espectacular que se recuerda, la de su cuatro álbum de estudioRandon Access MemoriesOcupan empatados los puestos segundo y tercero, con un patrimonio de 46 millones de euros cada uno. Pueden leer la lista completa al final de este artículo.
Fiebre juvenil
La gran novedad es la pujanza EDM, siglas de Electronic Dance Music, que aluden a una joven generación de pinchas que cultivan sonidos electrónicosespecialmente accesibles y aptos para estadios. El francés David Guetta, tan amado como odiado, fue el veterano que abrió camino. Comenzó a construir su imperio en las noches "Fuck Me, I´m Famous" de Ibiza. El joven mejor posicionado para sucederle es Skrillex, lo más parecido a Justin Bieber que tiene la cultura de clubes. Se calcula que en 2012 duplicó su fortuna, además de levantar tres premios Grammy. El querubín sueco Avicci ha pegado el estirón comercial gracias al respaldo deMadonna, que le incluyó como invitado en su última gira. 
Otros pesos pesados fueron Swedish House Mafia, trío masculino que ganaron tanto dinero en los últimos cinco años que decidieron hacer un tour de despedida en 2012. Todavía en la primera mitad de la treintena, sus exmiembros están entre lo más codiciado por festivales, marcas comerciales y grandes discotecas este verano. El único medio que, de momento, ha puesto en duda la lista es la web especializada In The Mix. No porque le parezca que los números están hinchados, como suele ser habitual, sino por la intuición de que Swedish House Mafia o Calvin Harris (30 años, colaborador de Rihanna) deben tener patrimonios mucho mayores.
Cuatrocientos mil euros por noche
La generación EDM es la primera que logra llenar en Estados Unidos salas de 20.000 asientos como el Staples Center de Los Ángeles (donde juegan los Lakers) o el Madison Square Garden de Nueva York (donde actúan las mayores estrellas de la música). La retribución media típica de los nombres populares de la escena EDM es de 76.000 euros por noche. 
En la parte alta de la lista pueden darse cheques de 300.000 a 600.000 euros por shows especiales. Dos empleados de contratación de grandes festivales españoles comentaba en privado en el Primavera Sound que esperan que Daft Punk soliciten 400.000 euros por actuación para figurar como cabezas de cartel en 2014. 
Carril de aceleración
Ricard Robles, director del Sónar, explica así el fenomeno EDM: "Ahora se pasa del underground al Top 40 de manera más rápida que nunca. Un niño haciendo música en su habitación puede estar llenado estadios en un par de años. Hace poco las grandes corporaciones se han dado cuenta de que los DJs podían ser rentables. 
 
Los de Live Nation (la mayor promotora de conciertos del mundo) decidieron apostar por este tipo de artista y eso ha cambiado las reglas del juego. Se ha abierto el mercado de Estados Unidos. Las estrellas del hip-hop deben de estar jodidos porque en los despachos han decidido apoyar a los DJs para hacer shows en Las Vegas y estadios deportivos".
Sin miedo a los impuestos
Los redactores de la lista otorgan especial mérito a Tiësto, ya que ha amasado una fortuna de 75 millones a pesar de pagar un 52 % por ciento en impuestos por su nacionalidad holandesa. Se calcula que cobra una media de 200.000 euros por sesión. Sus gastos de empresa deben de ser mareantes, ya que viaja en un jet privado modelo Gulfstream customizado. Abajo ofrecemos la lista completa de los más ricos, realizada basándose en venta de discos, royaltiesmerchandising, ingresos por sesión, licencia de temas para anuncios o espacios de televisión, campañas publicitarias e inversiones diversas. 
Celebrity Net Worth advierte que si algunos encuentran las cifras demasiado bajas es porque "se han restado los impuestos, el pago a mánagers y equipos de abogados". Visto el método, solo queda la lista. ¿Aparece su "pincha" favorito?
  1. Tiësto – 57 millones de euros
  2. Guy-Manuel de Homem-Christo (Daft Punk) – 46 millones de euros
  3. Thomas Bangalter (Daft Punk) - 46 millones de euros
  4. Paul Oakenfold – 44 millones de euros
  5. Paul van Dyk – 40 millones de euros
  6. John Digweed – 35.5 millones de euros
  7. Armin Van Buuren – 32 millones de euros
  8. Judge Jules – 30.5 millones de euros
  9. Sasha – 30.5 millones de euros
  10. Pete Tong – 24 millones de euros
  11. Moby – 22.5 millones de euros
  12. David Guetta – 22.5 millones de euros
  13. Steve Aoki – 21.5 millones de euros
  14. Fatboy Slim – 17.5 millones de euros
  15. The Chemical Brothers – 15 millones de euros
  16. Ferry Corsten – 14.5 millones de euros
  17. Deadmau5  13.5 millones de euros
  18. Carl Cox – 12 millones de euros
  19. Skrillex – 12 millones de euros
  20. Benny Benassi  11.5 millones de euros
  21. DJ Pauly D – 11.5 millones de euros
  22. Sven Vath –10.7 millones de euros
  23. Jeffrey Sutorius (Dash Berlin)  10.3 millones de euros
  24. Calvin Harris  10 millones de euros
  25. Avicii – 9 millones de euros
  26. Afrojack  8.4 millones de euros
  27. Kaskade  7.6 millones de euros
  28. Sebastian Ingrosso (Swedish House Mafia) – 7.6 millones de euros
  29. Steve Angello (Swedish House Mafia)  7.6 millones de euros
  30. Axwell (Swedish House Mafia) – 7.6 millones de euros
  31. Hardwell – 7.2 millones de euros
  32. Darude – 6.8 millones de euros
  33. ATB aka Andre Tanneberger – 6.5 millones de euros
  34. Richie Hawtin – 6.5 millones de euros
  35. Jono Grant (Above & Beyond) – 6 millones de euros
  36. Paavo Siljamäki (Above & Beyond) – 6 millones de euros
  37. Tony McGuinness (Above & Beyond) – 6 millones de euros
  38. Gareth Emery – 5.3 millones de euros
  39. Diplo – 5 millones de euros
  40. Erick Morillo – 4.5 millones de euros
  41. Alesso – 4.5 millones de euros
  42. Martin Solveig – 4 millones de euros
  43. Eric Prydz – 3.5 millones de euros
  44. Markus Schulz – 3 millones de euros
  45. Mark knight – 3 millones de euros
  46. Adam Beyer – 2.5 millones de euros
  47. Danny Tenaglia – 2.5 millones de euros
  48. Little Louie Vega – 1.5 millones de euros
  49. Morgan Page – 1.5 millones de euross

La canción con más impacto de 2013

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'HARLEM SHAKE', UNA CANCIÓN PARA BAILAR, PARA PROTESTAR
 Y PARA DARLE LA VUELTA A LA INDUSTRIA


Manifestantes contra el presidente egipcio Mohamed Mursi bailan el "
Harlem Shake", frente a la sede de la Hermandad Musulmana. (REUTERS)


Cuando Harry Bauer Rodrigues, más conocido como Baauer, compuso Harlem Shake no podía imaginarse la bomba que tenía entre las manos. Se publicó oficialmente en mayo de 2012, pero explotó en febrero de este año más allá de cualquier posible expectativa, desatando una fiebre viral en Youtube y animando a la industria discográfica a cambiar los parámetros con los que mide el éxito. Estos son los principales méritos de su Harlem Shake, el ritmo más influyente de 2013.
UNO. Ha puesto a bailar a medio mundo. Tras ocho meses colgada en la red sin pena ni gloria, la canción desató uno de las mayores fenómenos de la historia de Youtube. El 2 de febrero, cinco adolescentes australianos conocidos por el seudónimo de Sunny Coast Skate hicieron un meme (vídeo viral) donde bailaban treinta segundos de la canción. Era su respuesta a un sketch del cómico Filthy Frank, que también usaba Harlem Shake. Ambos clips, muestras de humor absurdo,provocaron un brutal "efecto réplica": a mediados de febrero ya había 40.000 vídeos similares de gente bailando la canción de las maneras más delirantes. En total acumulaban 175 millones de visitasYoutube calcula que han llegado a subirse hasta 12.000 memes en un solo día.
DOS. Ha traspasado barreras sociales. La multiplicación de meme fue posible por su extrema sencillez. Los elementos habituales son una cámara fija, un personaje enmascarado y un grupo de personas bailando. Suelen durar entre 30 y 32 segundos. Cualquiera puede tenerlo listo en una hora. Entre los participantes figuran grupos de soldados noruegos, jugadores de baloncesto de la NBA, actores de culebrones, presentadores millonarios como Jimmy Fallon o abuelas de ochenta años. ¿La cima del fenómeno? La popular serie Los Simpsons hizo su particular homenaje con Homer Shake. ¿El momento más peligroso? Los inconscientes estudiantes de Colorado (Estados Unidos) que grabaron su meme en pleno vuelo. Se ha abierto una investigación para determinar cómo fue permitido. ¿El mayor éxito de convocatoria? Las presuntas 70.000 personas que se reunieron en Tel Aviv (en el clip no se aprecian tantas). ¿La última sorpresa? El meloso Eros Ramazzottibailó la canción ante un estadio repleto en Milán. 
TRES. Ha cambiado las reglas de la industria. Hasta este mismo año, las grandes empresas del negocio musical no sabían cómo incorporar los fenómenos virales a sus mediciones de éxito. Pepinazos comerciales como Gangnam Style (Psy) o Somebody That I Used To Know (Gotye) estuvieron a un paso de forzar el cambio de las reglas, pero sólo fraguó con Harlem Shake. Ahora la poderosa empresa Billboard, órgano de la industria musical para medir las ventas, contabiliza también los clicksde Youtube, además de las ventas físicas, digitales y las emisiones por radio. 
Otra revolución es el nuevo sistema Content ID de Youtube, que permite contabilizar los clicks de vídeos que usan la canción. El resultado de incluir Youtube en el cómputo fue que Harlem Shake entró directa al número uno de la lista Billboard(Baauer ha recaudado al menos 58.000 euros vía Youtube, según The Guardian). Nada más conocerse la noticia, se cursaron 300 peticiones de entrevistas para Baauer, convirtiendo a este chico de 23 años en el músico más solicitadopor los medios. 
CUATRO. Ha servido como protesta política. Sin duda, la parte más extraña del fenómeno. El pasado febrero, un grupo de manifestantes bailaban el Harlem Shake frente al cuartel general del presidente egipcio Mohammed Morsi, líder del partido islamista. Intercalaban gritos de "fuera, fuera , fuera", habituales durante la Primavera Árabe. En Túnez, un grupo de jóvenes de un barrio rico bailaron el Harlem Shake mientras parodiaban a conocidos salafistas y a los emires del golfo, mezclados con bailarines en calzoncillos. El ministro de educación del país despidió al director de la escuela, pero este reflejo represivo fomentó gestos de solidaridad (entre otros, la web personal del ministro fue hackeada). También se realizó un Harlem Shake frente al ministerio de educación del país. "No nos dejan expresarnos con palabras, así que hemos decidido hacerlo bailando. La prohibición nos ha llenado de energía, es excitante desafiar la censura, da sentido a nuestras acciones", explicó un estudiante al diario The Guardian
CINCO. Ha rematado a los intermediarios. Tan importante como el resto es que el éxito de la canción ha confirmado la muerte de los intermediarios en la industria musical. La discográfica que edita la canción es Mad Decent, sello del influyente Diplo, productor de estrellas pop como ShakiraMIA Beyoncé. Su teoría es que ya no hacen falta mánagers, discográficas o grandes departamentos de promoción. Usando internet y el sentido común se puede llegar tan lejos como cualquier superventas
Durante la explosión global del Harlem Shake sólo ha tenido que pedir ayuda una vez a la industria: firmó un contrato con Warner para que la canción sonase en la radio (el poder de las grandes cadenas todavía supera en mucho al de los podcasts y emisoras online). Sin una gran campaña promocional, la canción ha arrasado en Estados Unidos, Canadá, Australia, Rusia, la mayor parte de Europa, China , India, Japón, Jamaica y los Emiratos Árabes Unidos. ¿Llegará a canción del verano?
SEIS. Ha destapado cómo funcionan las demandas por sampleo. No todo han sido buenas noticias para Baauer. Con el éxito llegaron dos demandas por "sampleo" ilegal. El músico incorporó fragmentos de canciones ajenas para crear una propia. Por ejemplo utilizó una frase del reguetonero Héctor Delgado, más conocido como Héctor "El Father", cuyo grito de guerra dice: "Con los terroristas" (el elemento más polémico y distintivo de Harlem Shake). 
Además se utilizaron fragmentos de la canción Miller Time, original de un grupo hip-hop llamado Plastic Little. ¿Qué tipo de sentencia se espera? Puede ocurrir de todo: desde que se considere que no hay que pagar por tratarse de fragmentos demasiado cortos (sobre todo el de Delgado, que dura menos de cuatro segundos) hasta que se penalice la falta de aviso con la cesión completa de los royalties (algo que ya sufrieron The Verve al tomar sin permiso unos segundos de los Rolling Stones). En todo caso, los abogados ya están negociando. El incidente revela cómo funcionan actualmente las demandas por sampleo. Los músicos jóvenes y desconocidos no suelen pedir permiso cuando no esperan un gran éxito. Esoconlleva problemas si la canción triunfa. Por su parte, los artistas sampleados no interponen demandas hasta que se demuestra que la pieza ha generado grandes ingresos.
Posdata: Por cierto, ya que estamos, ¿esperaba alguien que el mayor éxito global de 2013 sólo tuviera tres palabras y que fueran "con los terroristas"?El planeta pop nunca deja de sorprendernos.

Los productos que duran toda la vida existen, pero no interesan

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EL FIN DE LA OBSOLESCENCIA PROGRAMADA

Pocos son los productos fabricados hoy en día que no tienen 
una vida útil planificada. (Corbis)
Ivan Gil
La obsolescencia programada… la deriva de la sociedad del consumo. Bajo este clarividente título, el Centro Europeo del Consumidor (CEC) ha presentado un demoledor informe que ha puesto contra las cuerdas a los fabricantes de productos con una vida útil planificada deliberadamente de antemano.
Impresoras que dejan de funcionar al llegar a un número determinado de impresiones; lavadoras que se estropean a los 2.500 lavados exactos y ya no se pueden reparar; baterías de móviles programadas para que duren menos de dos años; televisores limitados en 20.000 horas de duración… son solo algunos ejemplos de las estrategias utilizadas por los fabricantes para reducir la vida útil de los productos. Y es que los bienes que compramos ya no duran lo mismo que hace unos años.
En Francia, estas prácticas llevan años levantando duras críticas entre las asociaciones de consumidores hasta el punto de que el grupo ecologista galo ha elevado al Senado una propuesta de ley para ponerle freno a estas estrategias comerciales. Las exigencias de mínimos que proponen coinciden con las recomendaciones hechas por el CEC a la UE: etiquetar los productos con la vida útil estimada por el fabricante, así como obligar por ley a incrementar la duración media de una lista de productos y, si se estropean antes, la garantía debería cubrir su coste.
Una lista interminable de artículos
Pocos son los productos que no están “programados para morir”, desde los automóviles hasta las medias. Sin embargo, entre ellos sobresale una serie de artículos, de esos que antes duraban para toda la vida, pero que ahora se han diseñado para funcionar, en el mejor de los casos, no más de dos o tres años. Estos son algunos de los ejemplos más polémicos denunciados en el famoso documental ‘Comprar, tirar, comprar’, dirigido por Cosima Dannoritzer, y en la numerosa bibliografía que pone el foco en esta cuestión.
Bombilla: cuando Edison puso a la venta su primera bombilla en el año 1881, la duración de este artículo ascendía a las 1.500 horas. Tres décadas después, se publicaba un anuncio en la prensa española donde se destacaban las bondades de una marca de bombillas con una duración certificada de 2.500 horas. Sin embargo, en 1924, un cártel que agrupaba a los principales fabricantes de Europa y Estados Unidos pactó limitar la vida útil de las bombillas eléctricas a 1.000 horas.
Medias de nailon: cuando los laboratorios DuPont comenzaron a comercializar este tipo de medias, a finales de los años 20, eran prácticamente irrompibles. Su éxito entre las mujeres fue total, pero descendió la venta de este tipo de productos porque no necesitaban comprar otras nuevas. Pocos años después, se comenzaron a comercializar unas medias más frágiles y que se rompían con extremada facilidad, lo que multiplicó el número de ventas.
Impresoras: la gran mayoría de estos productos contienen un chip que registra el número de impresiones. Cuando estas llegan al límite marcado por el fabricante, automáticamente dejan de funcionar. Existe la posibilidad de repararlas, pero sale más barato comprar una nueva. La única alternativa está en los programas de software libre,como Vitaly Kiselev, que resetea el chip limitador para que la impresora siga imprimiendo.
IPods y productos tecnológicos en general: cuando Apple sacó al mercado los primeros iPods, la batería les duraba entre 9 y 12 meses. Pasado ese tiempo la única opción posible era comprarse uno nuevo. El asunto llegó a los tribunales de la mano de una demanda colectiva de los usuarios. La presión judicial hizo que la empresa se comprometiese a prolongar la vida útil de este producto a un mínimo de dos años.
La multinacional también creó entonces un departamento de recambios para aquellos modelos que no ofrecían posibilidad de cambio de batería. La mayoría de fabricantes de productos tecnológicos aún no ofrecen la posibilidad de comprar o recambiar la batería de los móviles u ordenadores.
Automóviles: en los años 50 y 60, la vida útil de un coche era el doble que en la actualidad, cuya duración media no supera las tres décadas. La diferencia no está en los motores, sino en las piezas accesorias y hasta en la carrocería. Hoy en día, un simple sensor de posición de cigüeñal averiado puede inutilizar el vehículo. Asimismo,las cajas de cambios están programadas para funcionar unos 250.000 kilómetros, a pesar de que hay algunas que duran eternamente pero solo se comercializan para uso industrial, no particular.
Otro ejemplo más son los frenos. Tras un determinado número de ciclos de frenado comienzan a perder capacidad y se necesita cambiar el grupo hidráulico completo con el módulo de mando incluido. Al igual que si se estropea una pieza del limpiaparabrisas estamos obligados a cambiarlo entero.
¿Ruina económica o ‘sentido común’?
De salir adelante la propuesta de ley que debatirá el Parlamento francés, “los propios fabricantes se interesarán en producir bienes que duren más, para que así los consumidores no tengan que cambiarlos gratuitamente por otros antes de que expire la fecha límite de la garantía”, explican los ecologistas en la exposición de motivos de su propuesta de ley. Según el escrito, la duración mínima dependerá de cada producto, pero en ningún caso deberá ser menor a cinco años. Un objetivo cuyo horizonte sitúan no más allá del año 2016.


Por otra parte, la propuesta de ley también incluye la imposición a los fabricantes de disponer de piezas de recambio a la venta para sus productos, así como la obligación de repararlos en caso de reclamación. Algunos de los lobistas de Bruselas ya han dejado claro en la prensa que estas medidas significarían un freno comercial que haría resentir el consumo interno, las exportaciones y, por ende, aumentaría la crisis de la economía europea.
Sin embargo, para el grupo ecologista galo se trata de “sentido común para proteger el medio ambiente y el bolsillo de los consumidores”. Los más críticos hablan de “complot” y “abuso” de las grandes industrias. Para Jean-Vincent Placé, miembro de la coalición gala Europe Écologie-Les Verts, estas prácticas demuestran que “la sociedad del consumo ha sobrepasado todos sus límites, y en este caso la obsolescencia programada debería estar tipificada como delito y ser llevada a los tribunales”.
El economista galo y defensor de las teorías del decrecimiento, Serge Latouche, es uno de los personajes públicos que más ha luchado contras estas prácticas. En su último libro titulado Bon pour la casse distingue tres tipos diferentes de obsolescencia planificada. En primer lugar estaría la técnica, relacionada con el funcionamiento básico del producto que se quedaría anticuado ante las nuevas posibilidades del entorno. En segundo lugar, Latouche se refiere a la obsolescencia programada para definir la necesidad inducida por la publicidad y el marketing para renovar un determinado producto o comprar el último modelo. Por último, el tercer tipo de obsolescencia sería la más popular; es decir, la programada. Sin embargo, para el economista estos tres tipos de obsolescencia “funcionan en simbiosis”.
La versión de los lobistas de las industrias que podrían verse afectadas por esta ley ha sido rebatida también en términos económicos. La mayoría de ellos coinciden en subrayar los puestos de trabajo que se generarían por el aumento de talleres y tiendas de reparación, así como de venta de piezas de recambio. Por otra parte, existen estudios en los que se analiza el aumento del poder de compra de los consumidores si se prohibiese la obsolescencia programada.

http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2013/06/01/los-productos-que-duran-toda-la-vida-existen-pero-no-interesan-119992/

John Cage extracto del documental Écoute ("Escucha") - Nueva York, 91'

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John Cage
extracto del documental Écoute ("Escucha") - Nueva York, 91' [Parte I] - Subtitulado
extracto del documental Écoute ("Escucha") - Nueva York, 91' [Parte II] - Subtitulado
4'33"


“Reunión: John Cage, Marcel Duchamp, Música electrónica y ajedrez”, de Lowell Cross

Fragmentos



El 5 de Marzo de 1968, John Cage y Marcel Duchamp llevan a cabo Reunión, una performance en la que los juegos de ajedrez determinaron la forma y el ambiente acústico de un acontecimiento musical. El concierto -celebrado en el Ryerson Theatre, Toronto, Canadá- empezó a las 8:30 de la noche, y concluyó aproximadamente a la 1:00 de la mañana. Los intérpretes principales fueron John Cage, quien concibió la obra; Marcel Duchamp y su esposa Teeny.

Teeny Duchamp, vió como su marido (blancas) derrotaba a Cage (negras) en tan sólo media hora -a pesar de su desventaja de un único caballo -después de lo cual Cage (blancas) y Teeny (negras) jugaron una segunda partida hasta la 1:00 a.m. aproximadamente, en presencia de un público menguante de menos de 10 personas, una de las cuales gritó: "¡Otra!". Duchamp memorizó los últimos movimientos y posiciones de las piezas en esta partida interminable, ganada finalmente por Teeny en New York unos pocos días después. No queda constancia de las jugadas de ninguna de las partidas de Reunión.

"Con el nombre de Reunión, el acontecimiento constaba de Cage y Duchamp (y después Cage y Teeny) jugando al ajedrez sobre un tablero que había sido equipado con micrófonos de contacto; cada vez que una pieza era movida, hacía sonar una gama de ruidos electrónicos amplificados e imágenes osciloscópicas en pantallas de televisión visibles para el público".

En realidad, las funciones del tablero dependían de la ocupación o desocupación de los 64 fotoresistores (uno por casilla). Ante la insistencia de Cage, fueron suministrados emplazamientos internos para micrófonos de contacto, de modo que el público pudiera escuchar el movimiento físico de las piezas sobre el tablero si una oportuna conjunción de inputs, outputs y jugadas daba lugar (por casualidad) a ello. A lo sumo, esos sonidos eran débiles "thunks", aún cuando estuvieran muy amplificados. Las imágenes osciloscópicas surgidas de mis pantallas de televisión monocromo, modificado y color, proporcionaban control visual de algunos de los acontecimientos sonoros que pasaban en el tablero. Obviamente, Reunión iba a ser una celebración pública del gusto de Cage por vivir la vida de cada día como una forma de arte.

El compositor había venerado a Duchamp desde su primer encuentro en 1942, pero mantuvo su distancia "al margen de la admiración". Finalmente Cage encontró el suficiente coraje para pedirle a Duchamp lecciones de ajedrez, fundamentalmente como un modo de ir conociéndole.

La expectativa de Cage respecto al sonido en movimiento durante la partida se cumplió varias veces en el transcurso de la velada. Por ejemplo, si Duchamp (blancas) movía su reina desde reina 1 (D1; entrada 1, salida F) hasta el alfil de rey 3 (AB3; entrada 1, salida B), el sonido presente en la entrada 1 se desplazaría desde el altavoz del fondo de la sala (F, sur) hacia el altavoz frente al público, justo debajo del centro del escenario (B, norte). Además hubo consecuencias secundarias a la elección del sonido y el movimiento, surgidas de las sombras de las manos y los brazos de los jugadores cuando movían las piezas; esos elementos adicionales gustaron enormemente a Cage.

Aunque se suponía que Reunión debía proporcionar una atmósfera acogedora, también era completamente teatral, con papeles bien definidos para las estrellas (sentadas en el centro del escenario) y los actores menores.

Una parte importante de la estética de la indeterminación de Cage se centró en su deseo de alejar su personalidad de su arte. Era capaz de llevar a cabo, y justificar, su "sistema" -y eso es lo que era, un sistema bien definido- indeterminado mediante el uso de significaciones extramusicales para realizar sus obras. Su búsqueda de lo "determinado indeterminado, u obra indeterminada" fue elegantemente definida en su concepto de Reunión, pero en tanto interpretación musical, la realización final de la obra en realidad quedó inclonclusa. Una partida terminó demasiado rápidamente como para permitir que las ideas fundamentales fueran completamente experimentadas por el público; mientras la otra se hizo tan larga que tuvo que ser aplazada debido al agotamiento de los protagonistas y la disminución del público. Finalmente, las circunstancias presentes en Reunión no permitieron la correlación entre la elegante solicitud del sistema de indeterminación de Cage y su esperanza fundamental de que la elegante partida de ajedrez pudiera aportar elegantes estructuras musicales. Las partidas obviamente no fueron elegantes, y en cuanto a mí, no tenía esperanza de que ellos aportaran estructuras musicales elegantes, o incluso interesantes. Después de este acontecimiento inconcluso, ¿qué quedó de Reunión? Lo altamente teatral, la apelación de Cage al intelectualismo y a la vida cotidiana.

Los críticos del diario de Toronto fueron unánimes en su indignación con Reunión. William Littler, crítico musical del Star, escribió un titular diciendo que el acontecimiento había sido "en extremo aburrido".





en Leonardo Music Journal
Fotografía: Cage y Duchamp en “Reunión”, 1968
John Milton Cage Jr. (Los Ángeles5 de septiembre de 1912 -Nueva York12 de agosto de 1992) fue un compositor, instrumentista, filósofoteórico musicalpoetaartistapintor, aficionado a la micología y a su vez recolector de setas estadounidense. Pionero de la música aleatoria, de la música electrónica y del uso no estándar de instrumentos musicales, Cage fue una de las figuras principales del avant garde de posguerra. Los críticos le han aplaudido como uno de los compositores estadounidenses más influyentes del siglo XX.1 2 Fue decisivo en el desarrollo de la danza moderna, principalmente a través de su asociación el coreógrafo Merce Cunningham, quién fue su compañero sentimental la mayor parte de su vida.
Entre sus maestros estuvieron Henry Cowell (1933) y Arnold Schoenberg (1933–35), ambos conocidos por sus innovaciones radicales en la música, pero la principal influencia sobre el trabajo de Cage se encuentra en diferentes culturas orientales. A través de sus estudios de filosofía india y budismo zen a finales de los años 1940, Cage llegó a la idea de la música aleatoria o música controlada por azar, que comenzó a componer en 1951. El I Ching, un antiguo texto chino clásico sobre eventos cambiantes, se convirtió en la herramienta compositiva habitual de Cage durante el resto de su vida.
Cage es conocido principalmente por su composición de 4′33″, tres movimientos que se interpretan sin tocar una sola nota. Otra famosa creación de Cage es el piano preparado, para el que escribió numerosas obras relacionadas con la danza y varias piezas para concierto.

Marcel Duchamp ejercio fuerte influencia en la evolución del movimiento pop en el siglo XX.

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Artista dadaísta francés, cuya obra ejerció una fuerte influencia en la evolución del arte de vanguardia del siglo XX. Nació el 28 de julio de 1887 en Blainville, y era hermano del artista Raymond Duchamp-Villon y del pintor Jacques Villon. Duchamp comenzó a pintar en 1908. Después de realizar varias obras en la línea del fauvismo, se dedicó a la experimentación y al arte de vanguardia e hizo su obra más famosa, Desnudo bajando una escalera (1912, Museo de Arte de Filadelfia), en la que expresa el movimiento continuo a través de una cadena de figuras cubistas superpuestas. La pintura causó furor en el Armory Show que tuvo lugar en Nueva York en 1913. Después de 1915 pintó muy pocas obras, aunque continuó trabajando hasta 1923 en su obra maestra, Los novios desnudando a la novia (1923, Museo de Arte de Filadelfia), una obra abstracta, conocida también como El gran espejo. Realizada en óleo y alambre sobre espejo, fue recibida con entusiasmo por parte de los surrealistas. En el campo de la escultura fue pionero en dos de las principales innovaciones del siglo XX, el arte cinético y el arte ready-made. Este último consistía simplemente en la combinación o disposición arbitraria de objetos de uso cotidiano, tales como un urinario o un portabotellas, que podían convertirse en arte por deseo del artista. Su Rueda de bicicleta (el original de 1913 se ha perdido, tercera versión de 1951, Museo de Arte Moderno, Nueva York), uno de los primeros ejemplos de arte cinético, estaba montada sobre una banqueta de cocina. Su periodo creativo fue corto y después dejó que fueran otros los que desarrollaran los temas que él había ideado, aunque no fue muy prolífico, su influencia fue crucial para el desarrollo del surrealismo, el dadá y el Pop Art. En 1955 Duchamp se nacionalizó estadounidense.  © M.E.

www.marcelduchamp.org

Hombre sentado junto a una ventana (1907)

Descripción: Óleo sobre lienzo. 55.6 x 38.7 cm.
Localización: Colección Mary Sisler
Autor: Marcel Duchamp

Sonata (1911)

Descripción: Óleo sobre tela. 145 x 113 cm.
Localización: Philadelphia Museum of Art
Autor: Marcel Duchamp

Dulcinea (1911)

Descripción: Óleo sobre tela. 146 x 114 cm.
Localización: Philadelphia Museum of Art
Autor: Marcel Duchamp

Desnudo bajando una escalera (1912)

Descripción: Óleo sobre tela. 146 x 89 cm.
Localización: Philadelphia Museum of Art
Autor: Marcel Duchamp

Virgen y esposa (1912)

Descripción: Óleo sobre lienzo. 59 x 54 cm.
Localización: MOMA. Nueva York
Autor: Marcel Duchamp



Red de Paraderos (1914)

Descripción: Óleo y lápiz sobre lienzo. 148,9 x 197,7 cm.
Localización: MOMA. NuevaYork
Autor: Marcel Duchamp



Los novios desnudando a la novia (1923)

Descripción: Materiales diversos sobre vidrio. 272.5 x 175.8 cm.
Localización: Philadelphia Museum of Art. Filadelfia
Autor: Marcel Duchamp


Entrevista a Carlos Castaneda, de Daniel Trujillo (Biografía,Videos)

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Señor Castaneda, durante años usted permaneció en el más absoluto anonimato. ¿Qué le ha impulsado a dejar esa condición para dedicarse hoy a difundir públicamente las enseñanzas que, junto a sus compañeras actuales, recibió del nagual Juan Matus?

Lo que nos obliga a difundir las ideas de don Juan Matus es la necesidad impostergable de aclarar lo que él nos enseñó. Yo y sus otras tres estudiantes hemos llegado a la unánime conclusión de que el mundo que nos presentó don Juan Matus está al alcance de los medios perceptivos de todos los seres humanos. Argüimos entre nosotros cuál sería el camino adecuado. ¿Permanecer en el anonimato como don Juan nos propuso? Esto no encontraba entre nosotros un eco placentero. El otro camino disponible era el de difundir las ideas de don Juan: un camino inmensamente más peligroso y agotador, pero el único que creemos tiene la dignidad con la que don Juan embebió sus enseñanzas.


Considerando que usted ha dicho que los actos de un guerrero son impredecibles, y de hecho así lo hemos comprobado durante tres décadas, ¿podemos esperar que esta etapa pública suya se prolongue en el tiempo? ¿Hasta cuándo?

No hay manera de establecer un criterio temporal para nosotros. Vivimos de acuerdo a las premisas propuestas por don Juan y jamás nos apartamos de ellas. Don Juan Matus nos dio el terrible ejemplo de un hombre que vivía como él lo describía. El ejemplo de un hombre monolítico que no tiene dos caras. Y digo que es un ejemplo terrible porque es lo más difícil de emular; ser monolítico y al mismo tiempo tener la flexibilidad para encarar lo que fuera; ésa era la manera de vivir de don Juan. Dentro de estas premisas lo único que se puede ser es un conducto impecable. Uno no es el jugador de esta partida de ajedrez cósmico, uno es simplemente una ficha de ajedrez. Quien decide todo es una fuerza impersonal consciente de que los brujos llaman el Intento o el Espíritu.


Según he podido comprobar, la Antropología ortodoxa resta credibilidad a su obra, lo mismo que los pretendidos defensores del patrimonio cultural precolombino de América. Subsiste la creencia de que su obra es puramente el fruto de su talento literario, por cierto, excepcional; mientras que otros sectores lo acusan de un doble comportamiento, porque, supuestamente, su estilo de vida y sus actividades son contrarios a lo que la mayoría espera de un chamán. ¿Cómo puede zanjar estas suspicacias?

El sistema cognitivo del hombre occidental nos fuerza a movernos a través de ideas preconcebidas. Basamos nuestros juicios en algo que es siempre “a priori”, por ejemplo la idea de “lo ortodoxo”. ¿Qué es la antropología ortodoxa? ¿La que se enseña en el aula? ¿Y, cuál es la conducta de los chamanes? ¿Ponerse plumas en la cabeza y bailar a los espíritus? Han acusado a Carlos Castaneda durante treinta años de crear un personaje literario, simplemente porque lo que yo les decía no coincidía con el “a priori” antropológico, con las ideas establecidas en el aula o en el campo de acción antropológico. Sin embargo, lo que me presentó don Juan sólo podía caber en un campo de acción total, y bajo tales circunstancias sucede muy poco o casi nada de lo preconcebido… Nunca he podido llegar a conclusiones acerca del chamanismo, porque para hacer esto se necesita ser un miembro activo del mundo de los chamanes. Es muy fácil para un científico social, digamos por ejemplo un sociólogo, llegar a conclusiones sociológicas acerca de cualquier tema relacionado con el mundo occidental, porque el sociólogo es un miembro activo del mundo occidental. Pero, ¿cómo puede un antropólogo que pasa a lo más dos años estudiando otras culturas, llegar a conclusiones fidedignas acerca de ellas? Para adquirir membrecía en un mundo cultural se necesita una vida entera. Yo he estado trabajando más de treinta años en el mundo cognitivo de los chamanes del México antiguo y sinceramente creo que no he llegado aún a adquirir la membrecía que me permita llegar a conclusiones, o siquiera proponerlas. He discutido acerca de esto con personas de diferentes disciplinas y siempre parecen entender y estar de acuerdo con las premisas que estoy exponiendo. Pero luego se dan vuelta, y se olvidan de todo lo que acordaron y continúan manteniendo los principios académicos “ortodoxos” sin importarles la posibilidad de un error absurdo en sus conclusiones. Nuestro sistema cognitivo parece ser impenetrable.


¿Qué finalidad tiene el hecho de que usted se niegue a ser fotografiado, a que se grabe su voz o se conozcan sus datos biográficos? ¿Podría algo de esto afectar, y de qué manera, los logros alcanzados en su trabajo espiritual? ¿No cree que sería útil para algunos sinceros buscadores de la verdad conocer quién es usted realmente, como una forma de comprobar que realmente es posible seguir el camino que pregona?

En cuanto a fotografías y datos personales, yo y los otros tres discípulos de don Juan Matus seguimos los dictados de éste. La idea principal detrás de abstenerse de dar datos personales es muy simple para un chamán como don Juan. Es imprescindible dejar a un lado lo que él llamaba la “historia personal”. Alejarse del “yo” resulta algo bastante engorroso y difícil. Lo que buscan los chamanes como don Juan es un estado de fluidez donde el “yo” personal no cuenta. El creía que este hecho afecta indiscutiblemente a quien entra dentro de ese campo de acción, y afecta de una manera positiva aunque subliminal, ya que estamos muy acostumbrados a fotografías, grabaciones, datos biográficos, todos ellos engendrados por la idea de la importancia personal. Él decía que es mejor no saber nada de un chamán; de ese modo, en vez de una persona uno se encuentra con una idea sostenible, lo opuesto a lo que pasa en el mundo cotidiano, donde sólo encontramos personas con problemas psicológicos y sin ideas, y todos ellos repletos hasta el tope del “yo, yo, yo”.


¿Cómo deben entender sus seguidores la existencia de todo un mecanismo comercial y publicitario -al margen de su obra literaria- en torno al conocimiento que usted y sus compañeras difunden? ¿Qué relación tiene usted realmente con Cleargreen Incorporated y las otras empresas (Laugan Producciones, Toltec Artists)? Me refiero a vínculos comerciales.

A estas alturas de mi trabajo necesitaba de alguien que pudiera representarme en la difusión de las ideas de don Juan Matus. Cleargreen es una corporación que tiene una gran afinidad con nuestro trabajo, lo mismo que Laugan Productions y Toltec Artists. La idea de difundir las enseñanzas de don Juan a un mundo moderno como el nuestro implica el uso de medios comerciales y artísticos que no están al alcance de mis medios individuales. Como corporaciones afines a las ideas de don Juan, Cleargreen Incorporated, Laugan Productions y Toltec Artists son capaces de proporcionarme los medios para difundir lo que quiero difundir. El afán de las corporaciones impersonales es siempre el de dominar y transformar todo lo que se les presenta y adoptarlo a su propia ideología. De no ser por el sincero interés de Cleargreen, Laugan Productions y Toltec Artists, todo lo que don Juan dijo habría ya sido transformado en otra cosa.


Existe un sinnúmero de personajes que de una u otra manera se han “colgado” de usted para adquirir notoriedad pública. ¿Qué opinión le merece el accionar de Víctor Sánchez, quien ha interpretado y reordenado sus enseñanzas para elaborar una teoría personal? ¿O las afirmaciones de Ken Eagle Feather, quien asegura que ha sido escogido como discípulo por el mismísimo don Juan, vuelto a esta dimensión sólo para ello?

Efectivamente hay una serie de personas que se titulan a sí mismos estudiantes míos o del mismo don Juan, a quienes yo nunca he conocido y que puedo asegurar que don Juan nunca conoció. Don Juan Matus estaba interesado exclusivamente en la perpetuación de su linaje de chamanes. Él tuvo cuatro discípulos que perduran hasta el día de hoy. Tuvo otros que partieron con él. Don Juan no estaba interesado en enseñar su conocimiento, lo hizo con sus discípulos a fin de que continuaran su linaje. Sus discípulos, como no pueden continuar el linaje de don Juan, se han visto obligados a esparcir sus ideas. El concepto del maestro que enseña su conocimiento es parte de nuestro sistema cognitivo, pero no es parte del sistema cognitivo de los chamanes del México antiguo. Para ellos enseñar era un absurdo. Transmitir su conocimiento a quienes iban a perpetuar la vida del linaje era otro asunto. El hecho de que haya una serie de individuos empeñados en usar mi nombre o el de don Juan es simplemente una maniobra fácil para beneficiarse sin mucho trabajo.


Consideremos el significado de la palabra “espiritualidad” como un estado de conciencia en que los seres humanos son plenamente capaces de controlar las potencialidades de la especie, logro que se obtiene trascendiendo la simple condición de animal, por medio de un arduo acondicionamiento psíquico, moral e intelectual. ¿Está de acuerdo con esta afirmación? ¿Cómo se integra el mundo de don Juan en este contexto?

Para don Juan Matus, como un chamán pragmático y lleno de cordura, “la espiritualidad” era una idealidad vacía, una aseveración sin fundamento que nos parece muy bella porque está incrustada en conceptos literarios y expresiones poéticas, pero que nunca pasa de ahí. Los chamanes como don Juan son esencialmente prácticos. Para ellos sólo existe un universo predatorio, donde la inteligencia o la conciencia de ser son el producto de desafíos de vida o muerte. Él se consideraba un navegante del Infinito y decía que para navegar en lo desconocido, como lo hace un chamán, uno necesita pragmatismo ilimitado, cordura sin medida y “agallas de acero”. En vista de todo esto don Juan creía que “la espiritualidad” es simplemente una descripción de algo imposible de lograr bajo los patrones del mundo cotidiano, y no es un modo vivo de actuar.


Usted ha señalado que su actividad literaria se debe a las instrucciones de don Juan, lo mismo que la de Taisha Abelar y Florinda Donner-Grau. ¿Con qué objetivo?

El objetivo de escribir los libros fue dado por don Juan. Él aseveraba que si uno no es escritor, aún puede escribir, pero el escribir se transforma de una acción literaria en una acción chamanística. Quien decide el tema y el desarrollo de un libro no es la mente del escritor, sino una fuerza que los chamanes consideran como la base del universo y a la que llaman el Intento. Es el Intento quien decide la producción de un chamán, ya sea literaria o cualquier otra. De acuerdo con don Juan, un practicante de chamanismo tiene el deber, la obligación, de saturarse con toda la información disponible. El trabajo de un chamán es el de informarse de una manera plena de todo lo posible relacionado con el tópico de su interés. El acto chamanístico consiste en abandonar todo interés de dirigir el curso que tal información tome. “Quien arregla las ideas que nacen de tal fuente de información no es el chamán -decía don Juan-, sino el Intento. El chamán es simplemente un conducto impecable”. El escribir era para don Juan un desafío chamanístico, no una tarea literaria.


Si me permite la siguiente afirmación, su obra plantea conceptos estrechamente relacionados con las doctrinas filosóficas orientales, pero resulta contradictoria con lo que se conoce comúnmente de la cultura indígena mexicana. ¿Dónde se encuentran las similitudes y diferencias entre una y otra?

No tengo la menor idea. No soy erudito ni en lo uno ni en lo otro. Mi trabajo consiste en una información fenomenológica del mundo cognitivo al que me introdujo don Juan Matus. Desde el punto de vista de la fenomenología como método filosófico, no es posible llegar a aseveraciones relacionadas con el fenómeno bajo escrutinio. El mundo de don Juan Matus es tan vasto, misterioso y contradictorio que no se presta a un ejercicio de exposición lineal; como mucho, se puede describir, y esto haciendo un esfuerzo supremo.


Asumiendo que las enseñanzas de don Juan han pasado a formar parte de la literatura ocultista, ¿qué opinión le merecen otras enseñanzas, por ejemplo, la filosofía masónica, Rosacruz, el Hermetismo, y disciplinas tales como el Tarot y la Astrología, comparándolas con el nagualismo? ¿Ha tenido alguna vez o mantiene contacto con alguna de estas vertientes o con sus seguidores?

De nuevo no tengo ni la menor idea de cuáles son las premisas, los puntos de vista, ni los temas de tales disciplinas. Don Juan nos presentó el problema de navegar en lo desconocido y esto nos toma todo el esfuerzo disponible.


¿Algunos de los conceptos de su obra, como el punto de encaje, las emanaciones de energía que componen el universo, el mundo de los seres inorgánicos, el Intento, el Acecho y el Ensueño, tienen una contrapartida en el conocimiento occidental? Por ejemplo, hay quienes ven en el hombre como huevo luminoso una expresión del aura…

No, nada de lo que don Juan nos enseñó parece tener una contrapartida en el conocimiento occidental, que yo sepa. Una vez, cuando don Juan aún estaba presente, pasé un año entero a la búsqueda de gurús, maestros, sabios que me dieran un indicio de lo que estaban haciendo. Quería saber si había algo en el mundo de entonces que fuera similar a lo que don Juan decía y hacía. Mis recursos eran muy limitados y sólo me llevaron a conocer a los maestros establecidos que tenían millares de seguidores, y desgraciadamente no pude encontrar nada parecido.


Concentrándonos ahora específicamente en su obra, sus lectores nos encontramos a Carlos Castaneda diferentes. Primero, a un académico occidental algo inepto y permanentemente desconcertado ante el poder de ancianos indios cono don Juan y don Genaro (principalmente en Las Enseñanzas de don JuanUna Realidad AparteViaje a Ixtlán,Relatos de Poder y El Segundo Anillo de Poder); luego, con un aprendiz de chamán avezado (en El Don del ÁguilaEl Fuego InteriorEl Conocimiento Silencioso y, especialmente, en El Arte de Ensoñar). Si está de acuerdo con esta apreciación, ¿cuándo y cómo desapareció uno para dejar paso al otro?

No me considero ni chamán, ni maestro, ni estudiante avanzado de chamanismo, ni tampoco me considero un antropólogo o científico social del mundo occidental. Mis presentaciones han sido todas descripciones de un fenómeno imposible de discernir bajo las condiciones del conocimiento lineal del mundo occidental. Jamás pude dar a lo que me enseñaba don Juan una explicación de causa y efecto o tuve la posibilidad de predecir lo que él iba a decir o lo que iba a pasar. Bajo estas condiciones, el paso de un estado a otro es subjetivo y no algo elaborado o producto de premeditación o sabiduría.


En su obra es posible encontrar episodios francamente increíbles para la mentalidad occidental. ¿Cómo podría alguien no iniciado comprobar que son verdaderas esas “realidades aparte” que usted describe?

Se puede comprobar de una manera muy simple. Prestando el cuerpo entero en vez del intelecto. Al mundo de don Juan no se puede entrar intelectualmente como un diletante en pos de un conocimiento rápido y pasajero, ni tampoco se puede comprobar nada. Lo único que se puede hacer es llegar a un estado de conciencia acrecentada que nos permita percibir al mundo que nos rodea de una manera más amplia. En otras palabras, la meta del chamanismo de don Juan es romper los parámetros de la percepción histórica y cotidiana, y entrar a percibir lo desconocido. De ahí que él se llamara a sí mismo un navegante del Infinito. Él sostenía que más allá de los parámetros de la percepción diaria, está el Infinito. Llegar a eso era la meta de su vida, y puesto que él era un chamán extraordinario, nos inculcó a nosotros cuatro ese deseo. Nos forzó a trascender el intelecto y a encarnar el concepto de la ruptura de los parámetros de la percepción histórica.


Usted sostiene que la característica básica de los seres humanos es su condición de “perceptores de energía”. Señala el movimiento del punto de encaje como un imperativo para percibir energía directamente. ¿Para qué puede servir eso a un hombre del siglo XXI? ¿Cómo ayuda la consecución de esta meta a la superación espiritual, según el concepto antes definido?

Los chamanes como don Juan sostienen que todos los seres humanos poseemos la capacidad de percibir energía directamente a medida que fluye en el universo. Consideran que el punto de encaje, como ellos lo llaman, es un punto que existe en el campo de energía total del hombre. En otras palabras, cuando un chamán percibe a un hombre como energía que fluye en el universo, “ve” a una bola luminosa. En esa bola luminosa el chamán puede “ver” un punto de gran brillo que está situado a la altura de los omóplatos y a la distancia de más o menos un metro detrás de ellos. Los chamanes sostienen que allí es donde se realiza la percepción, que la energía que fluye en el universo se transforma allí en datos sensoriales y que esos datos sensoriales son luego interpretados para dar como resultado el mundo de la vida cotidiana. Los chamanes mantienen que se nos enseña a interpretar, por lo tanto, se nos enseña a percibir. El valor pragmático de percibir la energía directamente a medida que fluye en el universo para el hombre del siglo XXI o del siglo I es el mismo. Le permite ampliar los límites de su percepción y utilizar dentro de sus medios ambientales tal ampliación. Don Juan decía que sería extraordinario “ver” directamente la maravilla del orden y del caos del universo.


Aparte de sus tres compañeras, los asistentes a sus seminarios han conocido a otro grupo de personas, como los Chacmoles, las Rastreadoras de Energía, los Elementos, el Explorador Azul… ¿Quiénes son ellos? ¿Se trata de una nueva partida de videntes dirigida por usted? Si es así, ¿cómo podría alguien integrarse en este grupo de aprendices?

Cada una de esas personas acerca de las que usted pregunta son seres definidos que don Juan Matus como director de su linaje nos encargó esperar. Él predijo la llegada de cada uno de ellos como parte integral de una visión. Puesto que su linaje no podía continuar debido a configuraciones energéticas propias de sus cuatro estudiantes, su misión se transformó de perpetuar el linaje a cerrarlo, si fuera posible con broche de oro. Nosotros no estamos en posición de cambiar esta directiva. No podemos buscar ni aceptar aprendices o miembros vigentes de la nueva visión de don Juan. Lo único que podemos hacer es acceder a los dictámenes del Intento. El hecho de que se estén enseñando los pases mágicos, guardados con celo por tantas generaciones, es una muestra de que sí se puede llegar a ser parte de esta nueva visión de una manera indirecta a través de la práctica de laTensegridad y de la observación de las premisas del camino del guerrero.


En Lectores del Infinito usted ha utilizado el término “navegación” para definir lo que los brujos hacen. ¿Están prontos a izar velas y levar anclas para iniciar el viaje definitivo? ¿Acabará con ustedes el linaje de guerreros toltecas depositario de este conocimiento?

Sí, efectivamente, el linaje de don Juan acaba con nosotros.


¿Incluye el camino del guerrero el trabajo espiritual de la pareja, como se encuentra en otras propuestas?

El camino del guerrero incluye todo y a todos. Puede haber una familia entera de guerreros impecables. La dificultad está en el terrible hecho de que las relaciones individuales están basadas en inversiones emocionales, las cuales se desmoronan en el momento en el que el practicante realmente practica lo que aprende. Por lo regular, en el mundo diario, las inversiones emocionales nunca son examinadas y vivimos una vida entera esperando que nos correspondan. Don Juan decía que mi manera de vivir y de sentir se describía de una manera muy simple: “yo sólo doy lo que me dan”, y que yo era un inversor empedernido.


Si alguien quisiera emprender el trabajo espiritual ajustándose al conocimiento difundido en sus libros, ¿a qué posibilidades de avance puede aspirar? ¿Qué recomendaciones formularía a quienes desean poner en práctica por propia cuenta las enseñanzas de don Juan?

No hay manera alguna de poner un límite a lo que uno puede lograr de un modo individual si el intento es un intento impecable. Las enseñanzas de don Juan no son espirituales, lo repito de nuevo, puesto que esta cuestión ha salido a la superficie una y otra vez. La idea de la espiritualidad no encaja con la disciplina férrea del guerrero. Lo que más cuenta para un chamán como don Juan es la idea del pragmatismo. Cuando conocí a don Juan yo me creía un hombre práctico, un científico social lleno de objetividad y pragmatismo. Él acabó con mis ínfulas y me hizo ver que como verdadero hombre occidental, yo no tenía nada de pragmático y nada de espiritual. Llegué a entender que yo simplemente repetía el vocablo “espiritualidad” para oponerlo a lo mercenario del mundo de todos los días. Quería alejarme de la manera más certera del mercantilismo de la vida diaria y a ese afán yo le llamaba espiritualidad. Cuando don Juan me exige llegar a una conclusión, a una definición de lo que yo consideraba espiritual, me di cuenta de que él estaba en lo cierto. Yo no sabía lo que decía. Suena un poco petulante decir lo que estoy diciendo, pero no hay otra manera de decirlo. Lo que quiere un chamán como don Juan es el engrandecimiento de la conciencia de ser, esto es, poder percibir con todas las posibilidades humanas de percepción, lo que implica una labor descomunal y un propósito sin medida, cosas que no pueden ser suplidas por la espiritualidad en el mundo occidental.


¿Hay algo que le gustaría explicarnos a los sudamericanos, especialmente a los chilenos? ¿Quisiera exponer otros planteamientos, además de los formulados?

No tengo nada más que añadir. Todos los seres humanos estamos en el mismo nivel. Al comienzo de mi aprendizaje con don Juan Matus él trató de hacerme ver lo común de la situación del hombre. Yo, como sudamericano, estaba muy involucrado intelectualmente con la idea de la reforma social. Un día le planteé la pregunta que yo creía era fatal. Le dije: ¿cómo es posible, don Juan, que usted permanezca impasible ante la situación espantosa de sus congéneres, los indios yaquis de Sonora? Yo sabía que un porcentaje de la población yaqui sufría de tuberculosis y que no tenía remedio por su condición económica. Sí – me dijo don Juan- es una cosa muy triste, pero figúrate que también es muy triste tu situación, y si tú crees estar en condiciones mejores que los indios yaquis, te equivocas. Es la condición del hombre en general el permanecer en un estado espeluznante de caos. Nadie está mejor que otro. Todos somos seres que vamos a morir, y a menos que tomemos en cuenta cabal esta situación, no hay remedio para nosotros. Este es otro punto del pragmatismo de los chamanes: el darse cuenta de que somos seres que vamos a morir. Los chamanes afirman que así todo adquiere una medida y un orden trascendental.





en Pijamasurf, octubre del 2010










Carlos Castaneda cuyo nombre original es Carlos César Salvador Aranha Castañeda (CajamarcaPerú25 de diciembre de 1925 oJuqueriBrasil, 25 de diciembre de 1935 — Los Ángeles27 de abril de1998) fue un antropólogo y escritor de origen latinoamericano nacionalizado estadounidense, autor de una serie de libros que describirían su entrenamiento en un tipo particular de nahualismotradicional mesoamericano, al cual él se refería como una forma muy antigua y olvidada. Dichos libros y el propio Castaneda, quien en escasas ocasiones hablaba en público acerca de su obra, son objeto de controversia.
Sus partidarios afirman que sus libros son veraces en su contenido, o que al menos constituyen obras de valor literario y antropológico. Sus críticos señalan por el contrario que sus libros son una farsa, trabajos de ficción, y que no son verificables como obras de antropología, al contrario de lo que el autor afirmaba. Harris, De Mille y otros fundamentan errores en cuanto a las tradiciones yaquis, y De Mille demuestra que en varias ocasiones las fechas en que los libros de Castaneda afirman que estuvo con Don Juan en México, estaba en la UCLA.
Dicho antropólogo y escritor aseguraba haberse convertido en un chamán Nagual tolteca tras un intenso entrenamiento de modificación de la conciencia y su percepción, que incluía el uso ritual de enteógenos.
Sus libros, que tienen un carácter sincrético ya que son mezcla de autobiografíaalucinógenosrituales toltecas,misticismo y religión, han tenido un tremendo éxito de ventas, tanto que hoy en día son traducidos a los más variados idiomas del mundo.
Sus primeros libros están ligados a la psicodelia y la contracultura de fines de los años 60 y 70.

EL POLEMICO PENSADOR JEAN FRANÇOIS LYOTARD

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Lyotard, Jean-François

   Versalles, Francia, 10 de agosto de 1924. Licenciado en Filosofía en 1950, se doctoró en Letras en 1971. Después de diez años de enseñanza en establecimientos secundarios inicia su carrera como docente universitario, ejerciendo, entre otras, en las universidades de París VIII, París I y Nanterre. Profesor visitante en las universidades de Berkeley, San Diego, Johns Hopkins y Wisconsin, de Estados Unidos. Investigador del Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS), ha sido comisario de la exposición Les Inmatériaux (1985) en el Centro Georges Pompidou. Presidente del Colegio Internacional de Filosofía (1984-1986), fue además profesor emérito de las universidades de Irvine (California) y París VIII. Murió el 21 de abril de 1998.

   Durante más de veinte años, Jean-François Lyotard escribió sobre política en la revista Socialisme et Barbarie, fundada en 1949. Tuvo una activa militancia en grupos de la izquierda heterodoxa, situándose dentro de un marxismo crítico. En los años cincuenta escribe en el diario Pouvoir Ouvrier, al mismo tiempo que desarrolla actividades académicas. Su primer libro, publicado en 1954 en la colección Que sais-je? (de Presses Universitaires de France), trata sobre fenomenología; y si bien es un trabajo de divulgación propio de esa colección, establece criterios claros acerca del papel de la fenomenología en el pensamiento del siglo xx.
   En los años setenta, principalmente a partir de una evolución que lo lleva a alejarse definitivamente del marxismo, comienza a desarrollar un pensamiento original, nutrido sin duda de sus propias experiencias de vida. Por una parte, advierte la pérdida de valor, y consecuentemente de autoridad, de los "grandes relatos" marxistas que quiebran en él un soporte de legitimidad. Aparece entonces el tema del deseo, en el sentido que tiene para Nietzsche. El deseo de búsqueda de lo imposible, según el concepto de Lacan. Lyotard encuentra una situación equivalente en el terreno del capitalismo, donde el deseo, concebido como un sistema de cargas energéticas, deriva produciendo una notoria pérdida de su fuerza libidinal. Observa que hay una falta de identificación en la generación joven con los "valores" de la sociedad consumista, manifestando más bien un escepticismo prácticamente nihilista.
   Desde otra perspectiva, por los mismos años setenta, Lyotard ve en la estética, y principalmente en las obras pictóricas, un campo determinante en la posición del deseo. Así, en "Freud según Cézanne" (1971), ensayo incluido en Dispositivos pulsionales, plantea una revisión de la concepción freudiana del arte, reinvirtiendo el sentido al ir desde la obra al psicoanálisis. Para él, en la situación estética, la energía de la libido es liberada y restituida bajo la forma de energía libre al inconsciente, posibilitando la producción de imágenes. De tal modo, la mutación del deseo subyacente se formaliza en las obras, que serían la realización de la des-realidad. En Cézanne encuentra el modelo de esta acción, al cambiar con él la pintura de sujeto, de problemas y de temas. Lo ve como a un creador de espacios análogos al del inconsciente, y en consecuencia, produciendo en el contemplador estados de inquietud y perturbación.
Lyotard valora en Cézanne el hecho de que la búsqueda plástica se oriente hacia una economía del sistema psíquico. Vale decir, que la imagen no se organice ni por representaciones ni por significaciones, sino por cantidades de energía pulsional que lleva al contemplador a "circulaciones" y afectos. Se podría hablar así de una estética libidinal.
Esto no significa para Lyotard que "se pinte para hablar" en el sentido freudiano –ya que en la lectura de la obra lo que menos interesa es la exposición del inconsciente del autor–, sino para callarse. La obra de arte sería entonces un objeto en sí mismo, absoluto, fuera de toda relación de transferencia, de toda ley simbólica, indiferente a lo relacional, más bien activo en el orden energético.
Por eso en La Pintura como dispositivo libidinal afirma que el secreto del concepto pintura sería el deseo, como lugar de operaciones libidinales que engendra una polimorfia. La energía libidinal produce una metamorfosis en objetos de lenguaje que se transforman en emociones y diversas acciones que a su vez dan origen a nuevas metamorfosis. En consecuencia, la obra es, esencialmente, energía libre, fluctuante y fluida, con un gran poder de transformación. Ya no interesa entonces el objeto, sino sus transformaciones desarrolladas a caballo de la libido conmutable.
El pensamiento de Lyotard alcanza su mejor síntesis y una confluencia de todo su propio proceso transformador en una obra de circunstancias que se publicará bajo el título de La condición posmoderna, y que trata sobre la situación del saber en las sociedades más desarrolladas.
A su juicio, el estatuto del saber cambia en el momento en que las sociedades entran en la edad postindustrial, correspondiéndoles una cultura posmoderna. Hay una pérdida de narratividad que ya no tiene sus grandes temas (el héroe, los graves peligros, los viajes, los elevados propósitos). La materia narrativa ya no lo es, por lo que el saber de la posmodernidad no puede ser narrativo.
Al mismo tiempo, las ciencias y técnicas de punta se apoyan en el lenguaje (principalmente la informática, la cibernética, los ordenadores, la telemática y los bancos de datos), de modo tal que la circulación del conocimiento y la naturaleza del saber quedan afectadas. El saber es una fuerza de producción; la información se compra y se vende, es un factor de poder. Hay, para Lyotard, una nueva legitimación del saber que nada tiene que ver con la pretensión ontológica. La investigación se encuentra orientada hacia la rentabilidad y el poder. Al establecerse una relación entre riqueza, eficiencia y verdad, predomina un criterio performativo, una legitimación por el poder. La ciencia y el derecho se legitiman por la eficiencia. Todo sistema queda regulado por la optimización de sus actuaciones.
   El saber es inevitablemente fragmentario. No interesa la verdad sino para qué sirve y si es eficaz. Ésa es, en todo caso, la verdad. Sin embargo, para Lyotard el saber científico posmoderno no participa del positivismo de la eficacia. No es performativo, sino que, por el contrario, avanza como una investigación de inestabilidades. Por eso, su modelo de legitimación es la diferencia entendida como paralogía.
Bajo este pensamiento, hay que dejar jugar a los lenguajes, legitimados por su diversidad, por la paralogía. En la existencia de una pluralidad de lenguajes heteromorfos, que no se integran ni derivan en un juego superior o unificante, transcurre el poder de la posmodemidad.
Por eso, para Lyotard, asistimos a la crisis de las "grandes narraciones" legitimadoras propias de la modernidad. Esos meta-relatos se fundaban en un proyecto o idea a realizar y su legitimación estaba dada por la expectativa de su cumplimiento. Eran narrativas y legitimaban instituciones, prácticas sociales, modos de pensar, formas simbólicas. Su pérdida implica la del nosotros moderno, nos lleva a la atomización de los juegos del lenguaje y a la primacía del sí mismo. Con la descomposición de los grandes relatos –sin duda el marxismo es un gran referente para Lyotard– se disuelven los lazos sociales y se abandona la idea de una sociedad orgánica.
En La diferencia, Lyotard se sitúa abiertamente ante la hegemonía del pensamiento en dispersión y la apertura de un universo de proposiciones para acoger a los nuevos géneros de discursos. Las equivalencias entre lenguaje expresado y pensamiento, el sujeto del decir, el sentido y las palabras, constituyen factores de un orden social. Por eso, "en la lengua no hay más que diferencias", es un vaivén del discurso y del sentido. La realidad será establecida tanto mejor cuanto mayores testimonios diversos sobre ella existan. La realidad entraña la diferencia y el ideal de la verdad sería la tautología.
Con El entusiasmo, Jean-François Lyotard plantea una crítica kantiana de la Historia, ante la imposibilidad de concebir la historia humana como un desarrollo único, asumiendo positivamente la pérdida de un sentido universal y unitario. La crisis de la concepción hegeliana de la historia implica el rechazo de toda teleología y dejar a un lado las meta-historias. El entusiasmo sería una modalidad del sentimiento kantiano de lo sublime.
Ante la pérdida de los saberes unificantes, aparece en Lyotard la necesidad de establecer algún medio que concilie la heterogeneidad, que establezca lazos de comunicación entre las diferencias. Trata así el tema de las reglas, como reglas de juego que establecen los propios jugadores bajo características convencionales y cambiantes. En ese sentido, los juegos de lenguaje serían un requisito mínimo para la existencia de una sociedad.
En la multiplicación y diseminación constantes de los juegos de lenguaje en una trama cada vez más compleja se suele ver un aspecto pesimista del pensamiento de Lyotard. Pero más bien habría que encontrar en ello lo opuesto, dado por la amplitud y diversidad de los sistemas abiertos, el carácter inestable, no conciliador, falto de consenso e inconmensurable de la multiplicidad de juegos de lenguaje. En la orilla liberal o posliberal, Lyotard ofrece un sistema abierto a las interpretaciones y sentidos, a las variables de los juegos y sus infinitas reglas, librando en gran medida a la libertad individual, a la creatividad y a la confrontación permanente con todo lo que signifique clausura, totalitarismo, falso orden basado en un consenso ficticio o imposible.

 Sin embargo, la historia personal de Lyotard, la evolución de su pensamiento, desde una orilla ideológica hasta otra, su fragmentarismo inevitable, indican una predisposición al cambio constante que nos hace recordar aquella antigua recomendación de Nietzsche de "pensar con el martillo". La filosofía es, en ese sentido, el campo de la precariedad y la revisión permanente.


Bibliografía:

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Les transformateurs Duchamp, 1977.
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Récits trémblants, 1977 (con Jacques Monroy).
Rudiments païens, 1977.
Le Mur du Pacifique, 1979.
La condition postmodeme: rapport sur le savoir, 1979 (trad. esp., La condición postmodema. Informe sobre el saber, 1984).
La constitution du temps par la couleur, 1980.
La partie de peinture, 1980.
L'assassinat de l'experience par la peinture, 1984.
L'Histoire de Ruth, 1984.
Le différend, 1984 (trad. esp., La diferencia, 1988).
Tombeau de l'intellectuel et autres papiers, 1984.
Le postmoderne raconté aux enfants, 1986 (trad. esp., La posmodemidad explicada a los niños, 1987).
L'enthousiasme, 1986 (trad. esp., El entusiasmo, 1987).
Heidegger et les Juifs, 1988.
L'inhumain, causeries sur le temps, 1988.
La Guerre des Algériens. Ecrits 1956-1963, 1989.
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Pourquoi Philosopher?, s.a. (trad. esp., ¿Por qué filosofar?, 1989). 
La Faculté de Juger (con J. Derrida, V. Descombes, G. Kortian...), 1989.
Leçons sur l'Analytique du Sublime, 1991.
Pérégrinations, 1990 (trad. esp., Peregrinaciones, 1992).
Signé Malraux, 1996.
La Confession d'Augustin, 1998.
Misère de la philosophie, 2000.

Pourquoi philosopher ?, 2012 [1964]






MURIO AYER EN FRANCIA EL POLEMICO PENSADOR JEAN FRANÇOIS LYOTARD
EL GURÚ DE LOS POSMODERNOS
Formado en la Academia, se fue de mambo y elaboró una obra antidogmática y discutida en que brilla "La condición posmoderna", por la que ganó fans y enemigos acérrimos.
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 Por Eduardo Febbro  Desde París
t.gif (67 bytes) Discreto, casi invisible, críptico para buena parte del público pero con fans como una estrella de rock, Jean François Lyotard fue el descendiente dilecto de una original cultura de pensadores franceses. Luego de haber dudado en convertirse en dominico --lo desesperó el tema del voto de castidad: "Amo demasiado a las mujeres", señaló una vez--, novelista o historiador, Lyotard se decidió de joven por estudios clásicos en la Sorbona. Una etapa-comienzo que marcaría toda su vida, pues allí conoció a quienes jugarían un papel fundamental en su desarrollo intelectual: Michel Butor, Gilles Deleuze y François Chatêlet. Ya profesor de Filosofía, y ejerciendo en el liceo Constantine en 1952, conoció a quien pondría a su alcance un "terreno de acción filosófica radical": el historiador Pierre Souyri, uno de los pilares del grupo Socialismo y Barbarie. En el seno del grupo y junto a pensadores revulsivos, como Cornelius Castoriadis y Claude Lefort, Lyotard descolló en la elaboración de una aguda crítica al totalitarismo y en un trabajo político de base. "Años y años militando 24 horas por día", dijo después. Si sólo se lo recordara por eso, su muerte ayer, en el desenlace de una larga enfermedad, no originaría discusiones ni polémicas. Le faltaba todavía ser el padre del posmodernismo, que para algunos parecería la esencia de todo mal. En ese papel fue que se atrevió --para tirria de muchos-- a ideas como ésta: "La revolución es una idea minúscula. Acabemos con ella".
Profesor en las universidades de la Sorbona, Nanterre y Vincennes, Lyotard participó en ese movimiento de libertad total del pensamiento liderado, metafóricamente, por Michel Foucault, Deleuze y Jacques Derrida, aunque partiendo siempre de SyB, núcleo efervescente que fustigó tanto al "capitalismo energúmeno como al socialismo burocrático". Esto le ganó, suele suceder, encendidos enemigos en la derecha y no menos encendidos en la izquierda. Su obra filosófica había comenzado mucho antes, en 1954, con la publicación del libro La Fenomenología. Le siguió, como elaboración de su tesis de Estado, recién hecha pública en 1971, Discurso, figura, donde marcó la presencia de un "vacío" entre "decir y saber", al que Lyotard evocaría con la denominación de "cesura". También escribió El diferendo, Peregrinaje, Morales posmodernos ySigné Malraux, por la cual en 1996 recibió el Gran Premio de la sociedad literaria de Francia.
Como muchos pensadores contemporáneos, Lyotard hizo una síntesis novedosa de las lecturas de Freud, Marx y Nietzsche, así como una interpretación activa de la obra de Lacan, quien jugó un papel preponderante en su carrera intelectual. El filósofo que había partido de la interrogación de la figura derivó en otra figura mucho más profunda y poética, la del deseo, que llamaba "el padre de la verdad". Empapado en el concepto de inconsciente y ligado a sus contemporáneos en un mismo deseo de deconstruir los discursos autoritarios, dominantes y dogmáticos, Lyotard se prendió en numerosas controversias. En algún momento, pasó a poner en tela de juicio la vigencia de las instituciones, al mismo tiempo que buscaba nuevas formas de "describir lo que inevitablemente --casi-- se escapa". Sus fans decían que era una poeta de la filosofía, sus detractores que era un chanta, que no entendía su lenguaje.
Pugnó tanto por la rebelión del hombre contra el orden establecido como a favor de una nueva carga del deseo, "capaz de subvertir el fenómeno de la conciencia". Este aspecto de su actitud se prolonga en toda su obra: oponía "al imperialismo de las significaciones un flujo constante de energías", que consideraba capaz de destruir al pensamiento único. El año 1975 marcó una línea divisoria en su obra. Sin abandonar las referencias a la metafísica energética, se orientó hacia la conceptualización de lo que, en un libro de 1979, llamaría "La condición posmoderna". Lyotard estudió la evolución de las sociedades industriales, las definió como abocadas a la destrucción de sus grandes sistemas discursivos, y a reemplazarlos por lo que llamó "una nube de pequeñas morales comunitarias cuya esencia no es sino el artificio y la futilidad". La discusión que generó en Europa su tesis popularizó el término posmoderno, y le dio lecturas y enemigos que Lyotard jamás imaginó.



UNA USINA OSCURANTISTA

Por Claudio Uriarte
t.gif (67 bytes) Por una elemental cuestión de decencia y humanidad no debe celebrarse la muerte de nadie, pero sí la salida de producción de una usina de seudopensamiento oscurantista y enemigo de la libertad. Que envenenó quizá irreparablemente el modo de ver las cosas de toda una camada de jóvenes que lo estudiaron creyendo que estudiaban Ciencias Sociales cuando en realidad naufragaban en las Ciencias Ocultas. Jean-François Lyotard fue parte de una generación de irresponsables y de filósofos a la violeta. En el principio de ellos estaba el marxismo, justo cuando el marxismo empezaba a colapsar. No es que tampoco fueran muy buenos marxistas: su referente al respecto era Sartre, que en estas y otras cuestiones era un improvisado y un charlatán. Entonces, cuando el marxismo se les vino abajo, no tuvieron mejor idea que reemplazarlo con una teoría absurda sobre lo que denominaron la condición posmoderna, una especie de paquete de anotaciones meramente autobiográficas sobre lo que les pasaba personalmente, y que intentaron extrapolar al mundo en general. En esa teoría entró una formidable colección de lugares comunes que ahora integran el repertorio básico de cualquiera: la sustitución de la realidad por su simulacro, la "huelga de los acontecimientos", la "blandura" de las creencias y otras francesadas cuya misma vaciedad las vuelve tan incomprobables como irrefutables.
Pero lo peor es el regusto de impotencia y de ilibertad que dejan esas especulaciones. Como Foucault, que imaginó tan cínica como paranoicamente una especie de poder ubicuo contra el que es imposible rebelarse, estos seudofilósofos y seudocientistas sociales --parafraseando a Chesterton--, celebran las derrotas del hombre, no sus victorias. Para un pensamiento verdaderamente científico y liberador hay que leer a Karl Popper y no a Lyotard, a Isaiah Berlin y no a Baudrillard, Foucault o Derrida, a Mario Bunge --entre nosotros-- y no a la colección de psicópatas intelectuales que por momentos parece haber tomado por asalto las carreras de Comunicaciones y Sociales y desde allí preforman (deforman) por anticipado una cantidad de mentes despiertas que, de otro modo, quizás hubieran servido para algo. Por suerte, hay algunos signos alentadores, como la formidable tomadura de pelo de Alan Sokal a la intelligentzia francesa, quizás un signo de que el edificio de tonterías altisonantes construido por los posmodernos se está derrumbando. En el fondo, todos ellos no son más que cansadas derivaciones de Niesztche, de quien puede decirse que murió loco, pero había empezado tonto.
ALGUNAS CLAVES DE SU PENSAMIENTO



A continuación algunas de las ideas sobre la posmodernidad de Jean-François Lyotard:

* "Post no debe entenderse en el sentido de período siguiente, sino en el de una dinámica: ir más lejos que la modernidad para poder regresar a ella, en un movimiento de rizo".

* "Una nueva función intelectual está naciendo: ya no nos preocupamos tanto por formular una crítica global, ante la falta de bases, sino que como hacen muchos artistas buscamos experimentar, inventar. Nuestra categoría social, finalmente, es la imaginación".

* "Hay que tomar distancias, comenzar todo de nuevo. Hay que hacer un enorme desvío, reencontrar lo que había sido reprimido: las artes plásticas, la estética, la música. Desembarazarse de la culpabilidad política".

* "Creo que la gente que no está perdida por completo es aquella que ha conservado su infancia muy cerca. Y esto es al mismo tiempo una cosa que obstaculiza la idea cartesiana de la modernidad: poner el contador en cero, decretar el Año Uno del nuevo pensamiento".

* "La crisis es permanente, es inherente a la modernidad".

* "Nuestro trabajo consiste en analizar la decadencia de los ideales modernos, para tratar de comprender lo que, en la modernidad, implicaba ya la desaparición de esa idealidad".

* "El verdadero sentido de la palabra 'posmoderno', en la crítica norteamericana y en la arquitectura italiana, se refería al final del movimiento modernista. Yo dije que no, que no se trataba del abandono puro y simple del proyecto de modernidad, sino de su reescritura".

* "Todo modernismo contiene la utopía de su fin. Si se quiere verdaderamente oponer lo moderno a lo posmoderno, se puede decir que éste insiste en la reescritura, mientras que lo moderno insiste en la revolución".

* "El sentimiento del desencanto es inherente a la modernidad (...); eso forma parte de la mitología de la realidad occidental y comienza con Platón: hemos perdido a Egipto, la madre de todas las civilizaciones. Occidente ha pasado su tiempo diciendo que el Paraíso se perdió".

* "Nuestros últimos grandes intelectuales, como Sartre y Foucault, se equivocaron cuando creyeron designar la causa justa. Vivimos en una sociedad demasiado compleja, demasiado cargada de crímenes para eso. Sólo podemos resistir en torno de puntos precisos, sin poder afirmar: he aquí el sentido general de la historia, he aquí su representante".


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