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José Van Dijck. “Los datos son el nuevo oro y están en manos de cinco grandes compañías”

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por Ana María Vara – Experta en el impacto cultural y social de las tecnologías, señala cómo las plataformas -no ya sólo las redes- están debilitando las fronteras entre el ámbito estatal, el privado y la sociedad civil
Es vivaz, accesible, y tiene un afilado sentido del humor. En los entretiempos de la ronda de entrevistas responde a los pretendidos reproches de su intérprete sobre cómo traducir el término “connectedness” (¿conectividad? ¿conectación?) con una réplica provocadora: “¡Espero que los intérpretes no estén sindicalizados!” También se divierte recordando los años que vivió en California, cuando las resonancias masculinas de su apodo le traían complicaciones. Johanna Francisca Theodora Maria o, como decidió para abreviar, José Van Dijck llegó a Buenos Aires invitada por la Fundación OSDE y generó un pequeño revuelo.
Hay cierta urgencia por entender los cambios que traen las nuevas tecnologías; una ansiedad mitad entusiasmo, mitad preocupación. Los periodistas traían en las manos su último libro, La cultura de la conectividad (Siglo XXI), que traza una historia de las redes sociales. Pero Van Dijck ya está trabajando en otros dos. Graduada de la Universidad de Utrecht y de la de California en San Diego, enseña en la Universidad de Ámsterdam, donde fue decana de la Facultad de Humanidades. En 2015 fue elegida presidenta de la Real Academia Holandesa de Artes y Ciencias. Su inglés perfecto y la perspectiva global de sus trabajos la muestran cosmopolita. Pero sus reflexiones sobre lo público y la importancia de la sociedad civil dejan en evidencia sus raíces europeas y, sobre todo, holandesas.
¿Qué tiene que ver la literatura comparada, área en la que hizo su doctorado, con el estudio de los medios?
Aunque no lo parezca, están muy relacionados. Muchas herramientas de interpretación que se usan en los estudios literarios sirven para entender los debates públicos. En los años ochenta, cuando hice el doctorado, estaba interesada en cómo las tecnologías nos cambian la vida. Quizás recuerde el impacto del nacimiento del primer bebé de probeta, el de Louise Brown en 1978, y las reacciones indignadas, la polémica que causó. Pero apenas unos años después, en 1985, la fertilización in vitro ya formaba parte del sistema de salud en Holanda. Me interesó comprender cómo los medios crean historias que cambian nuestra vida. Además, la literatura está muy cerca de las noticias; mientras analizaba este debate, encontré que los periodistas citaban obras como Frankenstein o Un mundo feliz. De alguna manera, sigo trabajando en eso: en tratar de entender cómo los medios de comunicación cambian nuestra vida. No sólo a través de los relatos, sino también por sus características técnicas.
¿Las tecnologías cambian nuestra vida?

Sí, claro. Las tecnologías tienen dos caras. Por un lado, nos dan capacidades, nos permiten hacer cosas impensadas: conocer amigos a distancia, visitar un mundo que no conocemos, comprar por Internet. Podemos iniciar un movimiento de protesta usando Facebook o Twitter. Pero también damos poder a las tecnologías. En el momento en que decidimos usarlas, les otorgamos en parte el control para dar forma a nuestra vida, para configurarla. Aunque siempre pensamos en cómo creamos tecnologías que cambian el mundo, a mí me interesa más la pregunta contraria: cómo las tecnologías que creamos nos cambian, nos afectan a nosotros. Es esta reciprocidad, esta influencia mutua lo que cuenta, aquello de lo que debemos ser conscientes.
Su último libro se apoya en una gran investigación. Traza el origen de las más importantes redes sociales: Facebook, Twitter, YouTube, Wikipedia.

Me llevó unos cinco años de trabajo. Pero el verdadero problema fue que mi objeto de investigación cambiaba continuamente. Algunos días me despertaba pensando que todo lo que había escrito el día anterior lo tenía que tirar por la ventana. Incluso cuando el libro ya estaba terminado. Entregué el manuscrito en 2012 y fue publicado en marzo de 2013. Apenas una semana después Facebook compró Instagram, compró WhatsApp y el ecosistema completo había cambiado otra vez.
Un trabajo de hacer y deshacer…

Sí, pero en determinado momento decidí que mi contribución iba a ser no tanto lo fáctico como una metodología. Desarrollé lo que llamo el análisis de plataformas. Porque todos estos sistemas son más que sitios de Internet. Lo que propongo es un análisis por capas, para ir haciendo visible cómo se conforman estas plataformas que atraviesan el mundo real y el virtual. Me apoyo en teorizaciones de Bruno Latour, su teoría del actor-red, que da buenas herramientas para pensar las tecnologías, y en la mirada sociopolítica de Manuel Castells.
También hizo una tarea interdisciplinaria.

Y ahora más. Estoy terminando un nuevo libro, que tengo que entregar a fines de agosto, en el que la colaboración con otras áreas es más intensa. Trabajo con abogados, economistas, expertos en informática. Hablé mucho con quienes trabajan con datos. Yo los necesito y ellos dicen que me necesitan a mí, porque quieren entender las implicancias normativas de lo que hacen. La interdisciplina es un punto de pasaje obligado; en estos temas ya no podemos trabajar solos.
Cuénteme más del nuevo libro.

Es una secuela del anterior, como si fuera “La cultura de la conectividad 4.0”. Se va a llamar The Platform Society (La sociedad plataforma). ¿Qué pasó en los cinco años que van de uno a otro? La sociedad se vio inundada por este fenómeno. Ya no son sólo las redes sociales. Estas plataformas han pasado a ocupar un lugar central en todos los sectores de la sociedad. Si pensamos en la escuela, vemos que Google tiene unas siete u ocho plataformas que están mediando entre nuestros hijos y sus actividades en el aula. Es lo mismo en salud, transporte, alojamiento, compras. También las finanzas, que se ven transformadas con tecnologías como el dinero virtual, bitcoin.
¿El dato de Oxfam sobre que apenas ocho magnates concentran la misma riqueza que la mitad de la población mundial tiene alguna relación con todo esto?
Bueno, su pregunta requiere un nuevo libro, un tercero, para el que ya estoy haciendo investigaciones. Es un interrogante enorme. Me disculpo porque no voy a poder satisfacer su curiosidad por completo. En términos políticos, estamos moviéndonos hacia un mundo en el que muchos bienes están en las manos de apenas un puñado de personas. Es la imagen en espejo de lo que ocurre con el mundo de la información, en el que los datos son el nuevo dinero, el nuevo oro. Y los datos están, básicamente, en las manos de cinco grandes compañías: Google, Apple, Facebook, Amazon y Microsoft. Google, por supuesto, se llama ahora Alphabet. Tienen entre el 80 y el 90 por ciento de todos los datos que generamos.
¿Y dominan en muchos rubros?

En casi todos. En publicidad, por ejemplo, Google y Facebook juntas se quedan con el 85 por ciento del dinero. Si pensamos en las búsquedas por Internet, tengo números de Holanda que creo son representativos: el 90 por ciento de las búsquedas se hacen con Google. Lo que significa que todos los datos que generamos van a sus manos. En lo personal, trato de usar otros buscadores, como Bing o DuckDuckGo, que no conserva los datos. Pero mi decisión no hace mella en el sistema. Lo que estamos viendo es que cinco empresas controlan todos los datos que generamos como usuarios. Y los datos son increíblemente importantes a la hora de tener influencia y poder sobre la vida de las personas.
Son gigantes que, en cierto modo, elegimos.

Lo que vemos es que, cuanto más grandes son, cuanto más abarcan, más útiles nos resultan estas plataformas. Eso es lo que resulta más frustrante: con nuestros datos pueden darnos un mejor servicio. Y de este modo, se quedan con más datos y con más control sobre nosotros.
Es casi escalofriante.

Pero eso no es todo. Porque lo que acabo de describir es el ecosistema con base en Estados Unidos. Pero hay otro: el chino. Hay unas cuatro o cinco compañías que dominan el ecosistema de plataformas en China. Juntos, estos dos ecosistemas controlan prácticamente todo el tráfico online del mundo. Y son como las imágenes en espejo uno del otro. El sistema norteamericano está en manos de empresas, mientras que el chino es controlado por el Estado, en la medida en que el Estado controla a las empresas que controlan a las personas.
Un mundo bipolar, otra vez.

Lo más interesante para mí es cómo se parecen estos dos sistemas. Uno, el chino, es capitalismo de Estado, mientras el norteamericano es un Estado capitalista. Pero ¿por qué se parecen tanto? Una de las razones es que usan los mismos recursos, los mismos mecanismos sociopolíticos. Un ejemplo: los mecanismos “de reputación”. Si una persona usa un auto de Über, puede calificar el servicio de 1 a 5 con un simple clic. En las plataformas chinas es posible hacer lo mismo. Y si algo o alguien recibe buenas calificaciones de este tipo, queda en buena situación frente al Estado, que puede tener en cuenta esa información para tomar decisiones sobre el alojamiento o el trabajo de las personas involucradas. El mismo mecanismo se usa con diferentes fines políticos, pero ambos están incrustados en la arquitectura de las plataformas y son semejantes. Y definen el modo en que las podemos usar.
¿Es posible controlar este sistema, regularlo?

Yo estoy a favor de dar a los ciudadanos y a la sociedad civil en general un papel más importante. Que puedan tener más control sobre los datos que generan y sobre las plataformas. De eso también me estoy ocupando: de ver cómo la sociedad civil puede recuperar el control sobre lo que está pasando. Europa tiene una historia de instituciones independientes bastante fuertes: diarios y escuelas independientes, agencias de noticias con un sentido de servicio público, universidades que no se sostienen con dinero de las empresas. En Holanda los servicios de noticias estaban, hasta hace poco, directamente financiados por los ciudadanos, que ponían dinero de su bolsillo para sostenerlos.
¿Cree que de ese modo se podría limitar el poder de estos gigantes?
Es importante conservar esas instituciones y fortalecerlas. Lo mismo con el sistema de salud o con la política: que conserven un sentido de lo público y no dependan de fuentes financieras que puedan limitar su independencia. Creo profundamente en la sociedad civil como un actor que puede dar apoyo a sus instituciones, de manera que se mantengan a distancia del gobierno y de las empresas.
La sociedad civil como un tercer actor que debe jugar un papel en estos cambios.

Me parece importante mantener un equilibrio entre el gobierno, las empresas y las instituciones de la sociedad civil. Hay que trabajar en el medio y facilitar la colaboración entre estos tres grandes actores. Lo que estamos viendo ahora, sin embargo, no es así: hoy, un puñado de empresas han alterado ese equilibrio. Volviendo a su pregunta sobre los ocho magnates: esto se puede explicar en términos de dinero o en términos de datos. Pero es más o menos lo mismo. Porque los datos hoy son como el dinero.
La idea de lo público aparece en sus palabras de manera muy destacada. Pero algunas personas podrían objetar que si algo es público, en realidad, está controlado por el Estado.

Creo que parte de la dificultad de pensar qué es hoy lo público tiene que ver con que los límites entre las distintas esferas de la vida social se han hecho más lábiles. Muchas de estas plataformas se presentan como públicas y sin fines de lucro. Por ejemplo, hay una app que permite cargar los datos denuestro estado de salud, algo muy útil para los diabéticos, que tienen que controlar sus niveles de azúcar en sangre. Esos datos van a una institución presuntamente sin fines de lucro, pero que forma parte del ecosistema de Apple. De modo que Apple termina teniendo control sobre esos datos. Lo que se ve ahora son categorías híbridas, ya no encontramos divisiones tajantes. De manera que su pregunta es, en parte, mi propia pregunta: ¿por qué ya no es tan fácil distinguir lo público de lo privado, lo estatal de la sociedad civil? Y creo que en esto tiene que ver mucho la hibridización de las esferas que es el resultado de la acción de estas plataformas.

Biografía
José Van Dijck nació en 1960 en Boxtel, Holanda. Es investigadora en nuevos medios, tecnología y sociedad, profesora en la Universidad de Ámsterdam, donde fue decana de la Facultad de Humanidades. En 2015 fue elegida presidenta de la Real Academia Holandesa de Artes y Ciencias. En español se publicó su libro La cultura de la conectividad (Siglo XXI).
Por qué la entrevistamos
Porque con sus investigaciones contribuye a una mirada original sobre el impacto de la tecnología en nuestras vidas
Publicado originalmente en La Nación (Argentina), 9 de julio 2017, aquí…


Arjun Appadurai (1949-) PERFIL BIOGRÁFICO Y ACADÉMICO

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Nacido en Bombay, India, comenzó sus estudios en la Universidad de Bombay, que continuó en Estados Unidos, primero en la Brandeis University y, posteriormente, en la de Chicago, donde se doctoró en pensamiento social (1976). Inició sus actividad académica como docente de antropología en la Universidad de Pennsylvania (1976-92). Profesor de antropología en la Universidad de Chicago (1992), donde fue director del Chicago Humanities Institute y director del Globalization Project. Profesor de ciencias sociales de la New School de Nueva York, de la que es director (2003-). Profesor visitante de la École des Hautes Etudes en Sciences Sociales de París y de las universidades de Michigan, Iowa, Columbia y Nueva York.
Cofundador de la revista Public Culture, fundador de Partners for Urban Knowledge, Action, and Researchn (PUKAR), en Mumbai, y cofundador de la Interdisciplinary Network on Globalization (ING). Ha asesorado y trabajado para las fundaciones Ford, Rockefeller, MacArthur y National Science, UNESCO, Banco Mundial, etcétera.
Especialista en nuevos enfoques socioculturales, realiza una visión antropológica de los grandes problemas contemporáneos como la globalización, los flujos migratorios y los nuevos medios de comunicación.
Entre sus libros, destaca Modernity at large: cultural dimensions of Globalization, University of Minnesota Press, Minneapolis, 1996, donde despliega las bases generales de su pensamiento teórico (La modernidad desbordada. Dimensiones culturales de la globalización, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2001). Su última obra: Fear of Small Numbers. An Essay on the Geography of Anger (Duke University Press, 2006).

PENSAMIENTO Y EXPRESIÓN CIENTÍFICA

Appadurai presta especial atención a las migraciones y a las nuevas extensiones tecnológicas de la comunicación en la sociedad actual, ya que ambos factores articulan lo que plantea como una teoría de la "ruptura general" entre el pasado y el presente en construcción que va alumbrando los escenarios de futuro. Flujos migratorios y comunicación global descubren una realidad nueva: la dispersión o diáspora de los espacios públicos locales y la aparición de nuevas formas de identidad no sujetas a las definiciones de lo nacional, que describe como identidades postnacionales. En definitiva, un desplazamiento de los centros de soberanía asociados en la cultura política moderna a la idea del Estado-nación. Migraciones y comunicación rompen con las formas previas de percepción de la realidad, ya que trazan nuevas subjetividades, nuevas formas de ver, interpretar e imaginar el mundo. El mundo imaginado a partir de las construcciones de los medios y, en general, a través de la permeabilidad de la comunicación, mueve no sólo a la búsqueda transfrontera de un espacio de asentamiento, sino que despliega soluciones imaginativas de participación en la creación de identidades deslocalizadas. En conjunto, señala, los medios de comunicación y la migración crean observadores e imágenes que están en una circulación simultánea, que no encajan en circuitos o audiencias ligados con espacios locales o nacionales. 
Los medios son para Appadurai una de las bases de la experiencia que activa la imaginación -crea nuevas subjetividades- y permite la ruptura con los mecanismos de conservación localistas y reduccionistas, pasando del hábito a la propuesta creativa. Los medios, escribe en La modernidad desbordada, "ofrecen nuevos recursos y nuevas disciplinas para la construcción del yo imaginado y de los mundos imaginados", y añade que la imaginación es proyectiva, "es el preludio de algún tipo de expresión, es el combustible para la acción..."

RECURSOS EN LA RED
Biografías [1] [2] en inglés
Sitio web de A. Appadurai Texto en inglés.
Narrating trauma as modernity: Kenyan artists and the American embassy bombing por Sidney L. Kasfir Texto en inglés.
From Ethnic Media to Global Media: Transnational Communication Networks Among Diasporic Communities por Karim H. Karim Texto en inglés. En formato PDF
TEXTOS
La globalización y la imaginación en la investigación.
La aldea global.
Dislocación y diferencia en la economía cultural global En formato PDF
Disjuncture and Difference in the Global Cultural Economy Texto en inglés.
New logics of violence Texto en inglés.
Grassroots Globalization and the
Research
 Texto en inglés. En formato PDF
Deep Democracy: Urban Governmentality and the Horizon of Politics Texto en inglés. En formato PDF
Le patriotisme et son avenir (en francés)


Appadurai - "La modernidad desbordada" - Comunicación I - Cátedra: Entel

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LA MODERNIDAD DESBORDADA, 1996

Globalización à término usado por 1ra vez en 1987 por Roberson.
5 aspectos de la sociedad capitalista:
1) intensificación de las migraciones internacionales.
2) la sociedad industrial ha dado un vuelco formidable en materia de tecnología. Se produce más y más rápido. Se puede producir en diferentes lugares, al mismo tiempo y asamblarlos en un lugar. Lleva tecnología a lugares subdesarrollados. Integración del mundo.
3) Migración de los capitales especulativos que ahora pueden lograr sus ganancias/rentabilidad más allá de un territorio específico.
4) Cultura mediática: hay señales que llegan en tiempo y espacio a cualquier lugar del mundo.
5) Impacto ideológico. Tiene que ver con reducir la cuestión de nacionalismos.

“AQUÍ Y AHORA”


La modernidad pertenece a esa pequeña familia de teorías que, a la vez, declaran poseer y desean para si aplicabilidad universal. A lo largo del texto se planteara la discusión acerca de la relación entre la modernización como un hecho observable y la modernización como teoría. 

EL AHORA GLOBAL

Todas las grandes fuerzas sociales tienen sus precursores, precedentes, análogos y raíces en el pasado. Son estas genealogías las que frustraron las aspiraciones de los modernizadores. El mundo en el que vivimos hoy (en el cual la modernidad esta desbordada) supone un quiebre general con todo tipo de pasado.
Este trabajo presenta una teoría de ruptura, que adopta a los medios de comunicación y a los movimientos migratorios como principales ángulos desde donde ver el cambio, y explora los efectos de ambos fenómenos en el trabajo de la imaginaciónLos medios de comunicación electrónicos transforman el campo de la mediación masiva ya que ofrecen nuevos recursos y nuevas disciplinas para la construcción de la imagen de uno mismo y de una imagen del mundo. La multiplicidad de formas que adoptan y la velocidad con que avanzan y se instalan en la rutina diaria de las personas, brindan a estos recursos y materias primas para hacer de la construcción de la identidad y de la imagen personal. Las migraciones, por su parte, sumadas al flujo de imágenes por los medios masivos, generan un nuevo orden de inestabilidad en la producción de las subjetividades modernas. 
Las migraciones masivas y los medios electrónicos caracterizan el mundo de hoy como fuerzas que parecen instigar (y, a veces, obligar) al trabajo de la imaginación.

Para Appadurai, estos nuevos fenómenos reclaman una nueva teoría de la cultura que los tenga en cuenta. Los flujos/corrientes globales son los fenómenos más recurrentes de nuestra sociedad capitalista.
(a) problema de la dislocación. ¿Qué es una dislocación? Existen incongruencias, rupturas, incoherencias, contradicciones en la vida social contemporánea que repercuten sobre la totalidad del proceso cultural. Fundamentalmente, (1) plantea problemas desconocidos, (2) exige soluciones originales, (3) configuran experiencias novedosas difíciles de reconocer.
Las consecuencias de la globalización han llevado a que la gente viaje más y se interiorice más con otras sociedades. Esto va a tener efecto en la identidad.
(b) concepto de rizoma [raíz que de manera subterránea se ramifica y se diversifica y vuelve a salir de la tierra alejada de su origen]. La cultura tiene caminos invisibles, difíciles de trazar. Pero una vez manifiestos permiten en reconocimiento no problemático.
(c) concepto de imaginación. En el sentido de Walter Benjamin à fábrica de imágenes, reproducción de obras de arte, que sincroniza/pone en el mismo tiempo experiencias visuales de orden estilístico frente a miles de personas.

EL TRABAJO DE LA IMAGINACIÓN

En los últimos tiempos, gracias en gran parte a los aportes tecnológicos, la imaginación se torno un hecho social y colectivo. La imaginación juega un papel significativo nuevo en este mundo, lo que se puede ver en estas 3 distinciones:
1.       Se desprendió del trabajo propio del arte, del mito, del ritual, y pasó a formar parte del trabajo mental cotidiano de la gente común y corriente. Ha penetrado la lógica de la vida cotidiana de la que había sido exitosamente desterrada. Para idear modos de supervivencia y solución de crisis.
Característica poblacional en los tiempos contemporáneos: diáspora de la esperanza, del terror, de la desesperación. Estas diásporas introducen la fuerza de la imaginación, como memoria o deseo.
2.       Distinción entre fantasía e imaginación: la primera connota la noción del pensamiento separado de los proyectos y los actos, y se asocia con lo privado e individual. La imaginación, en cambio, posee un sentido proyectivo; es un escenario para la acción colectiva y no solo para el escape.
3.       Distinción entre el sentido individual y el sentido colectivo de la imaginación: los medios de comunicación de masas hacen posible que un grupo empiece a sentir e imaginar cosas en forma conjunta como grupo: comunidad de sentimiento.

LA MIRADA ANTROPOLÓGICA

Para Appadurai, la globalización no es un proceso de homogenización cultural, desde el punto de vista antropológico, ya que las diferentes sociedades se apropian de manera distinta de los materiales de la modernidad. Intenta despegarse de la idea de relacionar la cultura con un pueblo específico o una etnia (a la cual considera esencialista), y trata de pensarla no sólo como una forma de identificar, sino como una forma de diferenciar. En relación a esto ultimo, plantea la cultura como una dimensión infatigable del discurso humano que explota las diferencias para crear diversas concepciones de la identidad de grupo. Estas evolucionan a través de los procesos históricos (migraciones, procesos económicos, etc). A partir de su idea de cultura, plantea el concepto de culturalismo (política de afirmación y de diferenciación que llevan a cabo distintos grupos; es la forma en que estas tienden a adoptar, en la era de los medios masivos de comunicación, las migraciones masivas y la globalización). 

COMO SE ESTUDIAN LAS REGIONES DEL MUNDO

La globalización no implica necesariamente, ni con frecuencia, homogeneización o americanización.

LAS CIENCIAS SOCIALES DESPUÉS DEL PATRIOTISMO

El tiempo de los Estado-Nación como forma política moderna compleja esta llegando a su fin. A pesar de que cada E-N es particular, todos comparten el hecho de que solo tienen sentido como partes de un sistema, el cual se presenta muy pobremente equipado para lidiar con el fenómeno interconectado de pueblos e imágenes en diáspora que caracteriza a la modernidad. Para Appadurai, los E-N no serán quienes vayan a arbitrar, a largo plazo, la relación entre la globalidad y la modernidad; esta es la razón por la que habla de una modernidad desbordada.
Para explicar esta teoría de degradación de los E-N se hace una distinción entre el plano ético y el plano analítico de la argumentación. En relación al primero, se expone que cada vez más aparatos gubernamentales se vuelven corruptos. En cuanto al plano analítico, basta con evidenciar que en muchos de E-N actuales (incluso en algunos aparentemente tan sólidos como EE.UU. o Japón) la legitimidad misma del Estado se halla no asegurada.
Teniendo en cuenta que los E-N se encontraran en su fase terminal, podemos creer que los materiales para la elaboración de unimaginario posnacional (nuevo orden posible) ya deben estar aquí, a nuestro alrededor. Es por esto que Appadurai nos insita a prestar especial atención a la relación entre los medios masivos de comunicación y las migraciones. Las esferas publicas diaspóricas (relación entre las personas que “se quedaron” y las que “se fueron”), las cuales son muy diversas, son el recipiente donde se cocina un nuevo orden político posnacional. Los motores de su discurso son los medios masivos y los movimientos de estudiantes, refugiados y activistas (migraciones).

“DISLOCACIÓN Y DIFERENCIA EN LA ECONOMÍA CULTURAL GLOBAL”
 (Benedict Anderson) Capitalismo de imprenta à permitió una libertad en relación a la comunicación cara a cara. Posteriormente, a este se le sumaron avances tecnológicos, sobre todo en el transporte y la información, lo que llevo a la concepción actual de mundo. Aparatos como la computadora o el teléfono generaron una condición de vecindad completamente nueva la cual llevo a ciertos individuos a hablar de una “aldea global”. 

HOMOGENIZACIÓN Y HETEROGENEIZACIÓN

El problema central de las interacciones globales en la actualidad es la tensión entre la homogenización y la heterogeneización cultural.
En las estructuras políticas a escala pequeña, siempre existe el miedo de ser absorbidos por estructuras políticas de mayor escala, sobre todo por aquellas que se hallan cerca de alrededor. Appadurai plantea que la simplificación de las distintas fuerzas que buscan operar una homogeneización puede ser explotada por los E-N con respecto a sus propias minorías, presentando la mercantilización global como más real que la propia amenaza de sus propias estrategias hegemónicas.
La nueva economía cultural global tiene que ser pensada como un orden complejo, dislocado y repleto de yuxtaposiciones que ya no puede ser basado en el binomio centro-periferia.
Scott Lash à el capitalismo desorganizado. Lo que hizo fue provocar un colapso en todo el planeta. Tres grandes focos de ideología, autoridad, disciplina: religión protestante, estado democrático, territorialidad.
Appadurai plantea la idea de dislocación de los lugares de la modernidad clásica por los procesos de globalización. Para explorar esta dislocación propone prestar atención a la relación entre cinco planos o dimensiones de flujos culturales globales:
POLÍTICA


CULTURA
ECONOMÍA





PAISAJE
ÉTNICO
PAISAJE
MEDIÁTICO
PAISAJE
IDEOLÓGICO
PAISAJE
FINANCIERO
PAISAJE
TECNOLÓGICO

1.       Paisaje étnico: relacionado con las personas y grupos en movimiento (migraciones, turistas, etc)  y los efectos que estas crean en el contexto actual. Contempla las tradiciones, creencias, identidades regionales.
2.       Paisaje tecnológico: refiere a la configuración global de la tecnología y a como esta ha atravesado límites impensados. Argumenta que en la actualidad las raíces de las empresas multinacionales se encuentran en diversos países (Diferencia con la concepción de fabrica centralizada que se tenia anteriormente)
3.       Paisaje financiero: disposición del capital global, el cual es cada vez más veloz y complejo.
4.       Paisaje mediático: distribución del equipamiento electrónico necesario para la producción y diseminación de información disponible actualmente para un número creciente de intereses público y privados en todo el mundo, como las imágenes del mundo producidas y puestas en circulación por estos medios.
5.       Paisaje ideológico: concadenaciones de imágenes, con la diferencia de que son políticas de una manera directa y, frecuentemente, tienen que ver con las ideologías de los Estados y las contraideologías de los movimientos explícitamente orientados a conquistar el poder del Estado, o parte de este. Generan sentimientos de pertenencia fuera del territorio nacional.
Estos paisajes vienen a ser “bloques” elementales con los que se construyen los mundos imaginarios (múltiples mundos que son producto de la imaginación históricamente situada de personas y grupos dispersos por todo el globo).Estos muestras distintos circuitos o flujos a través de los cuales circulan los materiales culturales, atravesando fronteras nacionales.
La relación global entre el paisaje étnico, el tecnológico y el financiero se nos presenta como profundamente dislocada e impredecible porque cada uno de estos paisajes está sujeto a sus propios condicionamientos e incentivos. Por su parte, los paisajes mediáticos e ideológicos, al ser ambos paisajes de imágenes, se encuentran muy relacionados.
En relación al paisaje étnico, este presenta una paradoja, lo primordial se globalizo. Es decir, los sentimientos, cuya mayor fuerza reside en su capacidad para producir intimidad hacia un Estado político y convertir la localidad en un escenario para la puesta en escena de la identidad, se extendieron y se hallan dispersos por espacios vastos e irregulares en razón de que, si bien los grupos se mueven y se mudan (migraciones), se mantienen vinculados unos con otros a través de sofisticadas capacidades mediáticas (nuevos medios de comunicación). Desterritoralización.
La nueva economía global produjo, a la vez, una nueva relación entre la producción y el consumo. En este punto, el autor parte del concepto marxista de fetichismo de la mercadería y propone dos descendientes actuales: 
fetichismo de la producción à se relaciona con la ilusión creada por los sitios donde tiene lugar la producción transnacional contemporánea. La localidad torna un fetiche que encubre y desfigura las fuerzas dispersas por todo el globo, las cuales son las que en realidad llevan a cabo la producción.
- fetichismo del consumidor à este se relaciona con el hecho de que el consumidor fue transformado por obra de las mercancías. La publicidad global juega un papel fundamental en esta transformación.
Para finalizar con esta cuestión, la globalización de la cultura no significa homogeneización de la cultura, pero incluye la utilización de una variedad de instrumentos de homogeneización (técnicas publicitarias, modas, hegemonías lingüísticas, etc). La característica principal de la cultura global actual es la política de un esfuerzo simultáneo por parte de la identidad y de ladiferencia por comerse una a otra.


 LA OBRA DE LA REPRODUCCIÓN EN LA ERA DEL ARTE MECÁNICO
En este punto, el autor intenta plantear la obra de la reproducción cultural en el marco de los nuevos lugares de residencia (de las personas desterritorializadas) y como esta se complica terriblemente. Estas dificultades no son en absoluto allanas o facilitadas por los efectos del arte mecánico (medios masivos) ya que estos medios, según Appadurai, son poderosas usinas y recursos para la construcción de nodos de identidad contrarios que los jóvenes pueden adoptar, en contraposición a las esperanzas de los padres.
Las comunidades desterritorializadas y las poblaciones desplazadas no escapan a tener que adoptar y representar hasta el final los deseos y fantasías contenidos de esos nuevos paisajes étnicos en que se encuentran inmersos. 


 Benedict Anderson
Comunidades imaginarias: es esa sensación XXX, ficcional pero con consecuencias políticas importantes de sentirse partícipe de un proceso que no concierne y nos dignifica. Actúa en el plano de las relaciones deseadas por los hombres.

- Appadurai: en el sentido de aspiraciones colectivas. Nuestra experiencia cultural de la globalización se hace necesaria pensar en las nuevas formas de imaginarse el futuro y luchar por uno mejor.

Internet cambia la forma de leer... ¿y de pensar? Google ya es parte de tu memoria

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Nicholas Carr,


Un mundo distraído

La tercera parte de la población mundial ya es 'internauta'. La revolución digital crece veloz. Uno de sus grandes pensadores, Nicholas Carr, da claves de su existencia en el libro 'Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?' El experto advierte de que se "está erosionando la capacidad de controlar nuestros pensamientos y de pensar de forma autónoma".




Sin tiempo para pensar
Internet cambia la forma de leer... ¿y de pensar?
Google ya es parte de tu memoria

El correo electrónico parpadea con un mensaje inquietante: "Twitter te echa de menos. ¿No tienes curiosidad por saber las muchas cosas que te estás perdiendo? ¡Vuelve!". Ocurre cuando uno deja de entrar asiduamente en la red social: es una anomalía, no cumplir con la norma no escrita de ser un voraz consumidor de twitters hace saltar las alarmas de la empresa, que en su intento por parecer más y más humana, como la mayoría de las herramientas que pueblan nuestra vida digital, nos habla con una cercanía y una calidez que solo puede o enamorarte o indignarte. Nicholas Carr se ríe al escuchar la preocupación de la periodista ante la llegada de este mensaje a su buzón de correo. "Yo no he parado de recibirlos desde el día que suspendí mis cuentas en Facebook y Twitter. No me salí de estas redes sociales porque no me interesen. Al contrario, creo que son muy prácticas, incluso fascinantes, pero precisamente porque su esencia son los micromensajes lanzados sin pausa, su capacidad de distracción es enorme".Y esa distracción constante a la que nos somete nuestra existencia digital, y que según Carr es inherente a las nuevas tecnologías, es sobre la que este autor que fue director del Harvard Business Review y que escribe sobre tecnología desde hace casi dos décadas nos alerta en su tercer libro, Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? (Taurus)

Cuando Carr (1959) se percató, hace unos años, de que su capacidad de concentración había disminuido, de que leer artículos largos y libros se había convertido en una ardua tarea precisamente para alguien licenciado en Literatura que se había dejado mecer toda su vida por ella, comenzó a preguntarse si la causa no sería precisamente su entrega diaria a las multitareas digitales: pasar muchas horas frente a la computadora, saltando sin cesar de uno a otro programa, de una página de Internet a otra, mientras hablamos por Skype, contestamos a un correo electrónico y ponemos un link en Facebook. Su búsqueda de respuestas le llevó a escribir Superficiales... (antes publicó los polémicos El gran interruptor. El mundo en red, de Edison a Google y Las tecnologías de la información. ¿Son realmente una ventaja competitiva?), "una oda al tipo de pensamiento que encarna el libro y una llamada de atención respecto a lo que está en juego: el pensamiento lineal, profundo, que incita al pensamiento creativo y que no necesariamente tiene un fin utilitario. La multitarea, instigada por el uso de Internet, nos aleja de formas de pensamiento que requieren reflexión y contemplación, nos convierte en seres más eficientes procesando información pero menos capaces para profundizar en esa información y al hacerlo no solo nos deshumanizan un poco sino que nos uniformizan". Apoyándose en múltiples estudios científicos que avalan su teoría y remontándose a la célebre frase de Marshall McLuhan "el medio es el mensaje", Carr ahonda en cómo las tecnologías han ido transformando las formas de pensamiento de la sociedad: la creación de la cartografía, del reloj y la más definitiva, la imprenta. Ahora, más de quinientos años después, le ha llegado el turno al efecto Internet.
Pero no hay que equivocarse: Carr no defiende el conservadurismo cultural. Él mismo es un usuario compulsivo de la web y prueba de ello es que no puede evitar despertar a su ordenador durante una breve pausa en la entrevista. Descubierto in fraganti por la periodista, esboza una tímida sonrisa, "¡lo confieso, me has cazado!". Su oficina está en su residencia, una casa sobre las Montañas Rocosas, en las afueras de Boulder (Colorado), rodeada de pinares y silencio, con ciervos que atraviesan las sinuosas carreteras y la portentosa naturaleza estadounidense como principal acompañante.

PREGUNTA. Su libro ha levantado críticas entre periodistas como Nick Bilton, responsable del blog de tecnología Bits de The New York Times, quien defiende que es mucho más natural para el ser humano diversificar la atención que concentrarla en una sola cosa.

RESPUESTA. Más primitivo o más natural no significa mejor. Leer libros probablemente sea menos natural, pero ¿por qué va a ser peor? Hemos tenido que entrenarnos para conseguirlo, pero a cambio alcanzamos una valiosa capacidad de utilización de nuestra mente que no existía cuando teníamos que estar constantemente alerta ante el exterior muchos siglos atrás. Quizás no debamos volver a ese estado primitivo si eso nos hace perder formas de pensamiento más profundo.

P. Internet invita a moverse constantemente entre contenidos, pero precisamente por eso ofrece una cantidad de información inmensa. Hace apenas dos décadas hubiera sido impensable.

R. Es cierto y eso es muy valioso, pero Internet nos incita a buscar lo breve y lo rápido y nos aleja de la posibilidad de concentrarnos en una sola cosa. Lo que yo defiendo en mi libro es que las diferentes formas de tecnología incentivan diferentes formas de pensamiento y por diferentes razones Internet alienta la multitarea y fomenta muy poco la concentración. Cuando abres un libro te aíslas de todo porque no hay nada más que sus páginas. Cuando enciendes el ordenador te llegan mensajes por todas partes, es una máquina de interrupciones constantes.

P. ¿Pero, en última instancia, cómo utilizamos la web no es una elección personal?

R. Lo es y no lo es. Tú puedes elegir tus tiempos y formas de uso, pero la tecnología te incita a comportarte de una determinada manera. Si en tu trabajo tus colegas te envían treinta e-mails al día y tú decides no mirar el correo, tu carrera sufrirá. La tecnología, como ocurrió con el reloj o la cartografía, no es neutral, cambia las normas sociales e influye en nuestras elecciones.

P. En su libro habla de lo que perdemos y aunque mencione lo que ganamos apenas toca el tema de las redes sociales y cómo gracias a ellas tenemos una herramienta valiosísima para compartir información.

R. Es verdad, la capacidad de compartir se ha multiplicado aunque antes también lo hacíamos. Lo que ocurre con Internet es que la escala, a todos los niveles, se dispara. Y sin duda hay cosas muy positivas. La Red nos permite mostrar nuestras creaciones, compartir nuestros pensamientos, estar en contacto con los amigos y hasta nos ofrece oportunidades laborales. No hay que olvidar que la única razón por la que Internet y las nuevas tecnologías están teniendo tanto efecto en nuestra forma de pensar es porque son útiles, entretenidas y divertidas. Si no lo fueran no nos sentiríamos tan atraídos por ellas y no tendrían efecto sobre nuestra forma de pensar. En el fondo, nadie nos obliga a utilizarlas.

P. Sin embargo, a través de su libro usted parece sugerir que las nuevas tecnologías merman nuestra libertad como individuos...

R. La esencia de la libertad es poder escoger a qué quieres dedicarle tu atención. La tecnología está determinando esas elecciones y por lo tanto está erosionando la capacidad de controlar nuestros pensamientos y de pensar de forma autónoma. Google es una base de datos inmensa en la que voluntariamente introducimos información sobre nosotros y a cambio recibimos información cada vez más personalizada y adaptada a nuestros gustos y necesidades. Eso tiene ventajas para el consumidor. Pero todos los pasos que damos online se convierten en información para empresas y Gobiernos. Y la gran pregunta a la que tendremos que contestar en la próxima década es qué valor le damos a la privacidad y cuánta estamos dispuestos a ceder a cambio de comodidad y beneficios comerciales. Mi sensación es que a la gente le importa poco su privacidad, al menos esa parece ser la tendencia, y si continúa siendo así la gente asumirá y aceptará que siempre están siendo observados y dejándose empujar más y más aún hacia la sociedad de consumo en detrimento de beneficios menos mensurables que van unidos a la privacidad.

P. Entonces... ¿nos dirigimos hacia una sociedad tipo Gran Hermano?

R. Creo que nos encaminamos hacia una sociedad más parecida a lo que anticipó Huxley en Un mundo feliz que a lo que describió Orwell en 1984.Renunciaremos a nuestra privacidad y por tanto reduciremos nuestra libertad voluntaria y alegremente, con el fin de disfrutar plenamente de los placeres de la sociedad de consumo. No obstante, creo que la tensión entre la libertad que nos ofrece Internet y su utilización como herramienta de control nunca se va a resolver. Podemos hablar con libertad total, organizarnos, trabajar de forma colectiva, incluso crear grupos como Anonymous pero, al mismo tiempo, Gobiernos y corporaciones ganan más control sobre nosotros al seguir todos nuestros pasos online y al intentar influir en nuestras decisiones.

P. Wikipedia es un buen ejemplo de colaboración a gran escala impensable antes de Internet. Acaba de cumplir diez años...

R. Wikipedia encierra una contradicción muy clara que reproduce esa tensión inherente a Internet. Comenzó siendo una web completamente abierta pero con el tiempo, para ganar calidad, ha tenido que cerrarse un poco, se han creado jerarquías y formas de control. De ahí que una de sus lecciones sea que la libertad total no funciona demasiado bien. Aparte, no hay duda de su utilidad y creo que ha ganado en calidad y fiabilidad en los últimos años.

P. ¿Y qué opina de proyectos como Google Books? En su libro no parece muy optimista al respecto...

R. Las ventajas de disponer de todos los libros online son innegables. Pero mi preocupación es cómo la tecnología nos incita a leer esos libros. Es diferente el acceso que la forma de uso. Google piensa en función desnippets, pequeños fragmentos de información. No le interesa que permanezcamos horas en la misma página porque pierde toda esa información que le damos sobre nosotros cuando navegamos. Cuando vas a Google Books aparecen iconos y links sobre los que pinchar, el libro deja de serlo para convertirse en otra web. Creo que es ingenuo pensar que los libros no van a cambiar en sus versiones digitales. Ya lo estamos viendo con la aparición de vídeos y otros tipos de media en las propias páginas de Google Books. Y eso ejercerá presión también sobre los escritores. Ya les ocurre a los periodistas con los titulares de las informaciones, sus noticias tienen que ser buscables, atractivas. Internet ha influido en su forma de titular y también podría cambiar la forma de escribir de los escritores. Yo creo que aún no somos conscientes de todos los cambios que van a ocurrir cuando realmente el libro electrónico sustituya al libro.

P. ¿Cuánto falta para eso?

R. Creo que tardará entre cinco y diez años.

P. Pero aparatos como el Kindle permiten leer muy a gusto y sin distracciones...

R. Es cierto, pero sabemos que en el mundo de las nuevas tecnologías los fabricantes compiten entre ellos y siempre aspiran a ofrecer más que el otro, así que no creo que tarden mucho en hacerlos más y más sofisticados, y por tanto con mayores distracciones.

P. El economista Max Otte afirma que pese a la cantidad de información disponible, estamos más desinformados que nunca y eso está contribuyendo a acercarnos a una forma de neofeudalismo que está destruyendo las clases medias. ¿Está de acuerdo?

R. Hasta cierto punto, sí. Cuando observas cómo el mundo del softwareha afectado a la creación de empleo y a la distribución de la riqueza, sin duda las clases medias están sufriendo y la concentración de la riqueza en pocas manos se está acentuando. Es un tema que toqué en mi libro El gran interruptor. El crecimiento que experimentó la clase media tras la II Guerra Mundial se está revirtiendo claramente.

P. Internet también ha creado un nuevo fenómeno, el de las microcelebridades. Todos podemos hacer publicidad de nosotros mismos y hay quien lo persigue con ahínco. ¿Qué le parece esa nueva obsesión por el yo instigado por las nuevas tecnologías?

R. Siempre nos hemos preocupado de la mirada del otro, pero cuando te conviertes en una creación mediática -porque lo que construimos a través de nuestra persona pública es un personaje-, cada vez pensamos más como actores que interpretan un papel frente a una audiencia y encapsulamos emociones en pequeños mensajes. ¿Estamos perdiendo por ello riqueza emocional e intelectual? No lo sé. Me da miedo que poco a poco nos vayamos haciendo más y más uniformes y perdamos rasgos distintivos de nuestras personalidades.

P. ¿Hay alguna receta para salvarnos'?

R. Mi interés como escritor es describir un fenómeno complejo, no hacer libros de autoayuda. En mi opinión, nos estamos dirigiendo hacia un ideal muy utilitario, donde lo importante es lo eficiente que uno es procesando información y donde deja de apreciarse el pensamiento contemplativo, abierto, que no necesariamente tiene un fin práctico y que, sin embargo, estimula la creatividad. La ciencia habla claro en ese sentido: la habilidad de concentrarse en una sola cosa es clave en la memoria a largo plazo, en el pensamiento crítico y conceptual, y en muchas formas de creatividad. Incluso las emociones y la empatía precisan de tiempo para ser procesadas. Si no invertimos ese tiempo, nos deshumanizamos cada vez más. Yo simplemente me limito a alertar sobre la dirección que estamos tomando y sobre lo que estamos sacrificando al sumergirnos en el mundo digital. Un primer paso para escapar es ser conscientes de ello. Como individuos, quizás aún estemos a tiempo, pero como sociedad creo que no hay marcha atrás.

https://elpais.com/diario/2011/01/29/babelia/1296263535_850215.html

M, DE FRITZ LANG OBRA MAESTRA DEL CINE (PELICULA COMPLETA)

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Título original
M
Año
Duración
111 min.
País
Alemania Alemania
Dirección
Guion
Thea von Harbou, Fritz Lang
Música
Edvard Grieg
Fotografía
Fritz Arno Wagner (B&W)
Reparto
, , , , ,, , 
Productora
Nero Film

Sinopsis
Un asesino de niñas tiene atemorizada a toda la ciudad. La policía lo busca frenética y desesperadamente, deteniendo a cualquier persona mínimamente sospechosa. Por su parte, los jefes del hampa, furiosos por las redadas que están sufriendo por culpa del asesino, deciden buscarlo ellos mismos. (FILMAFFINITY)
Premios
1933: National Board of Review (NBR): Top películas extranjeras
Críticas
  • Todo un clásico del género en el que el genial Peter Lorre debuta... y deslumbra.

CRÓNICA DEL MUTUO HASTÍO: TE QUERRÉ SIEMPRE, DE ROBERTO ROSSELLINI

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JULIO 27, 2016

“Con la aparición de Viaggio in Italia, de pronto todas las películas han envejecido diez años”
-Jacques Rivette, 1955
La condesa de Trebisonda le pregunta a Katherine Joyce en medio de una reunión social: “Dicen que los napolitanos son unos indolentes, ¿puede considerarse indolente a un náufrago? En cierto sentido todos somos náufragos, debemos nadar para mantenernos a flote”. La conversación parece trivial, pero para Katherine esa pregunta que le hacen describe con exactitud su situación actual. Ella y Alex, su marido, –ambos ingleses- son náufragos de un matrimonio que se fue a pique y han salido a la superficie del mar para recalar en tierra extraña, en una Italia cuyo lenguaje y costumbres no entienden, lo que los hace sentirse más solos aún, pues reconocen con desilusión que tampoco se dan mutua compañía. Sacados de la seguridad de su hogar y de sus ocupaciones habituales (que les sirven como distractores), y puestos a compartir juntos, se dan cuenta que no se conocen, que no tienen nada que decirse. La angustia los consume y Te querré siempre (Viaggio in Italia, 1954), es la descripción rigurosa de ese sentimiento, de ese naufragio.
Cada uno asume su dolor y su incomodidad como mejor saben: ella (interpretada por Ingrid Bergman) se va a visitar museos, catacumbas y antiguas excavaciones, mientras él (al que da vida George Sanders) vaga entre nuevas amistades, romances efímeros y encuentros vacuos. Roberto Rossellini los deja andar, divagar, perderse entre la ciudad y en sí mismos. Le interesa explorarlos, ver como se tropiezan, se confunden, dudan, discuten y asumen el hecho de estar a ciegas, incomunicados y enfrentando solos una realidad extraña para ellos. Rossellini se refirió al filme como “las variaciones en las relaciones de una pareja que está sometida al influencia de un tercer personaje: el mundo exterior alrededor suyo” (1). Eso es lo que lo mueve ahora como autor: la descripción de la subjetividad –del mundo interior- tal como la experimenta cada quien, no la crónica de la realidad objetiva de un país y sus circunstancias. Esa subjetividad se lleva incluso a un plano diferente al cinematográfico, pues Rossellini en ese momento vivía una crisis de pareja con Ingrid Bergman, y así lo que vemos en pantalla es también, de alguna forma, un reflejo de lo que él y su esposa estaban padeciendo.
Te querré siempre (Viaggio in Italia, 1954)
Te querré siempre (Viaggio in Italia, 1954)
“Templo del espíritu, ya no hay cuerpos, sino puras y ascéticas imágenes, ante las cuales el pensamiento parece grave, opaco, pesado…” recita Katherine recordando a un poeta amigo suyo ya fallecido, Charles Lewington, a quien conoció antes de su marido y que escribió esos poemas en Italia. Una conversación en la que ella lo evoca es el pistoletazo que los hace conscientes de lo poco que se comprenden como pareja. Él desconfía de esa antigua amistad, mientras ella encuentra a Alex insensible y cínico. A partir de ahí cada uno busca sucedáneos para el otro. Ella anhela encontrar en los museos aquello que inspiró al poeta y que su marido en su torpeza jamás vería, mientras él aspira a al afecto que su mujer no le da. “Está más que indicado que los problemas de Katherine también son de naturaleza sexual. Su inclinación por sublimar su relación con Charles es función obvia de su presunta frigidez” (2), nos aclara Peter Brunette en su texto sobre Rossellini.
Ingrid Bergman en Te querré siempre (Viaggio in Italia, 1954)
Ingrid Bergman en Te querré siempre (Viaggio in Italia, 1954)
Originalmente se pretendía adaptar y rodar una novela de Colette –Dúo– escrita en 1934, pero una vez en Nápoles con todo el equipo dispuesto para empezar el rodaje se dieron cuenta que no iban a poder hacerse a los derechos del libro, que trataba de un matrimonio al limite de su disolución, y debían empezar de cero. Rossellini contaba con un guion de Antonio Pietrangeli, New Wine, sobre una pareja inglesa de visita en Nápoles, pero aunque tomó inspiración de él, la mayoría del guion de Te querré siempre salió de las conversaciones que Rossellini tenía en el plató con el novelista Vitaliano Brancati, y no hubo nunca un argumento formal. Marcello D´Amico, uno de los productores, le pidió desesperado algo escrito que justificara la inversión y la presencia de todos ahí y Rossellini arrancó unas páginas de su libro de contabilidad y en 340 palabras en italiano escritas en cinco páginas, señaló las locaciones que quería e hizo un borrador inespecífico de algunas escenas, nada más. No había una línea de diálogo que sirviera a los actores. Nada.
Te querré siempre (Viaggio in Italia, 1954)
Te querré siempre (Viaggio in Italia, 1954)
Rossellini pasaba largas horas conversando con Brancati, rodaban luego algunos planos y así se iban los días. Los diálogos los escribía en los puños de su camisa y los cambiaba al momento de rodar, pidiéndoles a los actores que improvisaran sus líneas. Se levantaba tarde, a veces suspendía todo para irse a bucear, parecía que a propósito buscaba desesperar a los protagonistas. George Sanders estaba particularmente molesto, defraudado y confundido con la desidia del director, cuyo anti método de trabajo no lograba descifrar. Toda esa confusión –paradójicamente- jugaba a favor del filme. “Tu tienes que hacer que los actores trabajen para ti. Puedes utilizar cualquier cosa, incluso su temperamento… ¿No te parece que [Sanders] era obvio para el rol? Era su mal humor más que su propia personalidad lo que encajaba en el personaje del filme” (3).
Te querré siempre (Viaggio in Italia, 1954)
Te querré siempre (Viaggio in Italia, 1954)
El rodaje tuvo lugar entre el 2 de febrero y el 30 de abril de 1953. La “mitología” alrededor de la filmación es enorme, sobre todo respecto a dos secuencias conseguidas aparentemente como fruto del azar. Una tiene que ver con el descubrimiento de dos cadáveres en excavaciones de las ruinas de Pompeya. Están enterrados y se les hace un vaciado en yeso del que somos participes, para descubrir una pareja, un hombre y una mujer, que habría encontrado “la muerte juntos”. Al parecer fue fortuito el hallazgo y nadie sabía lo que iba a ser desenterrado. Sin embargo, Samuel Alarcón en la revista Cahiers du Cinéma – España aclara que los cuerpos fueron en realidad trasladados a propósito al lugar del rodaje: “Una visita al archivo fotográfico de Pompeya, nos hace descubrir el lugar en que realmente fueron encontradas. La Casa del Criptoportico fue desenterrada a partir de 1914. En el patio de esta vivienda se hallaron nueve cuerpos y con algunos de ellos se pudo practicar la técnica del yeso. Aún pueden visitarse en la casa con un permiso especial cuatro de las figuras reposando en urnas de cristal. Fue una de ellas, encontrada en 1914 y de la que se conserva el cráneo a la vista, la que Rossellini tomó prestada para un pequeño papel en Viaggio in Italia. El calco coprotagonista, fue hallado entre las Insulas 6 y 10 de la Región I, frente a la Casa dei Ceii en mayo de 1915. La documentación fotográfica no deja lugar a duda” (4).
Te querré siempre (Viaggio in Italia, 1954)
Te querré siempre (Viaggio in Italia, 1954)
La segunda secuencia –con la que termina el filme– documenta un milagro auténtico del que fueron testigos mientras se hacia el rodaje en las calles del poblado de Maiori y ahí transcurre una procesión de la Madonna Addolorata. Gracias a la oportuna presencia de una grúa se pudo registrar en la cinta tan inesperado e inusual suceso. Pese a eso, en la época del año en que fue rodado este largometraje no hay celebración religiosa que incluya una procesión y además entre los participes del “milagro” figura una actriz natural a la que Rossellini ya habia recurrido en un filme previo. Como afirma de nuevo Samuel Alarcón, “En Viaggio in Italia, Rossellini no sólo recreó el milagro, también hizo lo mismo con la procesión” (5).
La película pasó año y medio sin poder encontrar un distribuidor y solo pudo estrenarse en septiembre de 1954, en medio del rechazo de aquellos que no entendían –como Guido Aristarco en la revista Cinema Nuovo– su alejamiento del neorrealismo para incursionar en un terreno no solo privado, sino sin importancia colectiva, y además mostrando una imagen parcial y deformada de Nápoles. André Bazin salió en defensa de Rossellini afirmando que “Es Nápoles, «filtrado» por la consciencia de la heroína, y si el paisaje es pobre y limitado, es porque esta consciencia de burguesa mediocre es en sí misma de una rara pobreza espiritual. El Nápoles del film no es, sin embargo, falso (cosa que, por el contrario, podría ser muy bien un documental de tres horas), sino que es un paisaje mental, objetivo como una pura fotografía y a la vez subjetivo como una pura consciencia” (6). ¿Consciencia de la heroína? ¿Paisajes mentales? El Rossellini de Te querré siempre estaba descubriendo otra manera de acercarse a sus personajes, de asumirlos como sujetos fílmicos.
Ingrid Bergman en Te querré siempre (Viaggio in Italia, 1954)
Ingrid Bergman en Te querré siempre (Viaggio in Italia, 1954)
Los escritores de Cahiers du Cinéma vieron ahí el germen de otro cine, del cine de la modernidad, al que iban a acogerse cuando pasaran a la dirección, constituyendo la nueva ola del cine francés. “Si considero que Rossellini es el más moderno de los cineastas, no es sin razón; pero tampoco lo es por una sola razón. Me parece imposible ver Viaggio in Italia sin experimentar directamente la evidencia de que es un filme que abre una brecha, y que cualquier clase de cine debe pasar por esta experiencia bajo pena de extinción” (7), escribió Jacques Rivette en esa revista en abril de 1955. “Viaggio in Italia es el primer filme moderno” (8), expresó Alain Bergala para señalar que acá las reglas del cine clásico no van a cumplirse más, que a partir de ahora el director se libera de la tiranía del guion; que el entorno y su observación cuidadosa van a influir en el desarrollo sicológico de los personajes; que los acontecimientos externos no tienen mayor importancia que las sensaciones y percepciones de los protagonistas; que el tiempo no tiene que cumplir una función narrativa; que el vacío también es protagónico y que un final abierto a muchas interpretaciones es más cercano a nuestra complejidad. Ah, y que una película puede empezar con una conversación en un automóvil, un diálogo que hace horas empezó y que nosotros apenas empezamos a observar.
Te querré siempre (Viaggio in Italia, 1954)
Te querré siempre (Viaggio in Italia, 1954)
Durante el accidentado rodaje, Rossellini en una ocasión rodeó con su brazo a George Sanders y le dijo “Amigo mío, no es la primera mala película en la que has estado. Ni será la última. Así que alegrate” (9). Le mentía. Te querré siempre –en la acertada descripción de los paisajes que se vislumbran en la geografía interior de sus personajes– supone un definitivo punto de quiebre cinematográfico y la fuente de la que se nutrirán Antonioni, Fellini, Godard, Resnais y muchos otros. Lo más hermoso es que de esa fuente sigue manando agua cristalina.
Referencias:
1. Tag Gallagher, The adventures of Roberto Rossellini: His life and films, New York, Da Capo Press, 1998, p. 407
2. Peter Brunette, Roberto Rossellini, University of California Press, 1996, p. 163
3. Tag Gallager, Ibid., p. 402
4. Samuel Alarcón, Arqueología cinematográfica. Notas sobre el rodaje de Te querré siempre de Roberto Rossellini. Parte 1. Cahiers du cinema España. Abril 2010. Disponible online en:http://samuelalarcon.com/blog/?p=620
5. Samuel Alarcón, Notas sobre el rodaje de Te querré siempre de Roberto Rossellini. Parte 2.
Disponible online en: http://samuelalarcon.com/docs/El_milagro_cinematografico.pdf
6. André Bazin, ¿Qué es el cine?, Madrid, Rialp, 8ª edición, 2008, p. 388
7. Jacques Rivette, Carta sobre Rossellini, en La política de los autores. Manifiestos de una generación de cinéfilos, Antoine de Baecque (ed.), Barcelona, Paidós, 2003, pp. 55-70.
8. Alain Bergala, Voyage en Itale de Roberto Rossellini, Bruselas, Yelow Now Editors, 1990, pag. 32
9. Tag Gallager, Ibid., p. 401
©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.
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¿ES 'ALPHAVILLE' LA PELÍCULA QUE MÁS SE ACERCA A DESCRIBIR LO QUE LE ESTÁ PASANDO A LA SOCIEDAD ACTUALMENTE?

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EL CLÁSICO DE CIENCIA FICCIÓN NEGRA DE GODARD ES MÁS RELEVANTE QUE NUNCA
Aunque Alphaville es considerada una de las mejores películas de Jean-Luc Godard, uno de los más grandes directores de la historia del cine, la cinta no es apreciada como se debería, especialmente por su carácter ominoso y su relevancia describiendo la distopía de la tecnocracia. De manera inquietante, actualmente nuestra sociedad se empieza a parecer cada vez más a la sociedad de Alphaville, esa ciudad interplanetaria dominada por la supercomputadora Alpha 60. Es cierto que en la película de Godard se trata de una dictadura que se mantiene en el poder reprimiendo toda disidencia, al estilo de lo imaginado por George Orwell. En cambio, nuestra sociedad se parece más a lo imaginado por Aldous Huxley: se utiliza la distracción en vez de la censura, la alienación del individuo como consumidor en vez de la disolución de la identidad en la masa. Pero Godard fue preclaro en entender que en una sociedad tecnocrática, regida por un algoritmo, el arte, la filosofía y la religión (la cultura) empezarían a desaparecer, a no ser incluidos en la ecuación

Alphaville, une étrange aventure de Lemmy Caution (1965) es una distopía por momentos orwelliana y en otros kafkiana. Un clásico de ciencia ficción low-fi, noir, con el toque poético de Godard, lleno de pinceladas improvisadas al estilo de Cocteau. La historia sigue al detective intergaláctico Lemmy Caution, quien viaja a esta ciudad con el fin de desactivar el régimen de Alpha 60, una inteligencia artificial creada por el profesor Von Braun que rige la ciudad con poder absoluto. Lo que salta de esta sociedad es que los poetas y músicos son perseguidos y ejecutados. Se lleva a cabo un estricto control del lenguaje. Palabras como amor, poesía y conciencia han caído en desuso y los habitantes ya no recuerdan lo que significaban. Confucio notó que si se quería controlar a una sociedad, se debía controlar el lenguaje. Wittgenstein supo que los límites del lenguaje son los límites del mundo. Así, los habitantes de este lugar, al no conocer las palabras para el amor o la poesía, no logran sentir amor o vivir poéticamente. Todo se trata de la eficiencia y la pulcritud científica, y estas emociones estorban. Por ello, las computadoras las han eliminado de la red semántica. 


Las computadoras no entienden qué es la poesía y el amor, y el mundo se parece cada vez más a las computadoras. Las emociones humanas no entran en la ecuación. Lo que ocurre en Alphaville está ocurriendo en nuestra sociedad, según Douglas Rushkoff. Una mezcla de tecnocracia, dataísmo (la creencia en que el ser humano y el mundo es información y en que los datos son la solución para todo) y capitalismo corporativo hace que lo auténticamente humano no entre en la ecuación. Los algoritmos que son empleados en las plataformas digitales refuerzan los aspectos particulares del cerebro reptiliano, los instintos de huir o luchar y emociones como el miedo, el enojo, la inseguridad y el deseo lascivo, pues éstos permiten que las personas sean mejores consumidores. Los modos más altos de la mente humana, la creatividad, la compasión y el pensamiento contemplativo, no entran en la ecuación. Puesto que los algoritmos empiezan a ser poderosas herramientas de persuasión, es posible que progresivamente nos parezcamos más a este modelo, a este simulacro de nosotros mismos creado por el Big Data. A esto se suma que la sociedad humana, por su propia cuenta, le otorga cada vez menos valor intrínseco al arte, la filosofía y la religión y concibe al ser humano fundamentalmente como información, y no como un cuerpo-alma o siquiera como una conciencia encarnada. La conciencia y el espíritu son reemplazadas por la información. Lo cual abre la puerta para que el ser humano sea reemplazado por robots.

El amor líquido : "La fragilidad de los vínculos humanos"

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Publicado en Semana

Susán Sarandon dijo en alguna ocasión que el secreto para que su matrimonio con Tim Robbins haya durado más de 20 años es que ambos dejaron de pensar que alguien mejor que su pareja tocaría un día su puerta. Casos como los de esta pareja de actores, imbuidos en el vertiginoso mundo de la farándula, son cada vez más escasos, no sólo en el ambiente del espectáculo. En el mundo contemporáneo las relaciones afectivas y el enamoramiento se parecen más a lo que viven los personajes de Grey's Anatomy o Sex and the city: fogosas, fugaces y frágiles.

El pensador Zygmunt Bauman ha bautizado esta tendencia el "Amor Líquido"en un texto donde muestra cómo la posmodernidad no sólo ha estremecido los cimientos de las ideologías y la política, sino los de las relaciones íntimas. El libro de Bauman plantea "la fragilidad de los vínculos humanos" y las paradojas de las relaciones contemporáneas. La primera paradoja es que aunque las personas están más conectadas por medios electrónicos y de comunicación, no necesariamente están menos solas. La segunda, que aunque la lógica del consumo se ha trasladado a las relaciones, y éstas se toman o se dejan como si se tratara de ir de compras, subsiste el temor a ser "desechado". La tercera es que aunque la gente sigue buscando seguridad, quiere relaciones livianas, que no le cuesten demasiado esfuerzo. De todo esto está hecho el amor líquido.


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'Enter' y 'delete'

Bauman llega a la misma conclusión que han llegado los sicólogos: el principal problema que se enfrenta en las relaciones amorosas es la comunicación. Las nuevas generaciones están cada vez más conectadas a redes sociales en Internet o a sus teléfonos celulares, por medio de los cuales se ambientan múltiples relaciones. Pero la comunicación básica, cara a cara, fluye cada vez menos. Es frecuente ver un grupo de personas compartiendo en la mesa de un restaurante, pero cada uno hablando por celular o digitando su blackberry, sin poder sostener una conversación fluida. En los aviones, cada pasajero va imbuido en su computador portátil y es cada vez menos frecuente que se converse con el desconocido de la silla del lado. En los café Internet los jóvenes chatean con personas a las que ni conocen, pero son incapaces de establecer un contacto personal.

La virtualidad es una manera de eludir el compromiso, la duración. Pero la red amplía las posibilidades, las ofertas de amistades o amor. "Chateamos y tenemos compinches con quienes chatear. Los compinches, como bien lo sabe cualquier adicto, van y vienen, aparecen y desaparecen, pero siempre hay alguien en línea para ahogar el silencio con mensajes", dice Bauman.

La pregunta es: en medio de esa virtualidad, ¿dónde queda la experiencia sensual y corporal? La mirada, la caricia, el beso. Todo aquello que Octavio Paz señala en su ensayo La llama doble como el erotismo, que se dibuja en un lienzo: el cuerpo.

Al respecto, el investigador de temas de juventud Carlos Iván García dice que "en el mundo virtual los jóvenes pueden vivir experiencias afectivas sustituyendo incluso lo corporal, por ejemplo con el uso de videocámaras".

Internet permite conectarse sin necesidad de revelarse de manera total. Se crean relaciones superficiales, más bien conexiones de las cuales es tan fácil salir como entrar. Basta con hacer delete para que una relación cultivada en la red, desaparezca.

"El amor, cualquier amor, está hecho de tiempo", dice Paz. Pero no el amor líquido que, fugaz y fragmentario, se acoge a lógica de lo desechable.

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Amor consumible

Bauman atribuye a la lógica del consumo las nuevas relaciones. Cita a Leonia, una de las ciudades invisibles de Italo Calvino, un lugar donde las personas "estrenan ropa nueva, extraen de su refrigerador último modelo latas sin abrir escuchando los últimos sencillos que suenan en la radio de última generación" y se embelesan produciendo basura "el placer de expulsar, descartar, limpiarse de una impureza recurrente". Para Bauman, los habitantes del mundo líquido son como los de Leonia, dicen estar ansiosos por relacionarse, cuando en realidad hacen esfuerzos para que las relaciones no cristalicen. "La soledad provoca inseguridad, pero las relaciones no parecen provocar algo muy diferente". Eludir los lazos, el compromiso, en un estado de permanente ansiedad, de exaltación del deseo y de "consumo de relaciones". Es la antítesis de lo que Antoine de Saint-Exupéry menciona en El Principito, cuando el zorro dice que la domesticación "es una cosa ya olvidada (...) significa crear lazos (...) Pero si me domesticas, entonces tendremos necesidad el uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo, yo seré para ti único en el mundo..." La domesticación así entendida es impensable en un mundo de relaciones líquidas que buscan lo liviano.

"Los jóvenes han multiplicado las posibilidades afectivas con prácticas como el rumbeo, los amigovios, vivencias eróticas que no implican el amor. Las relaciones duraderas como destino único se han perdido", dice García.

La sicóloga Marta Chinchilla, experta en temas de pareja, dice que "hoy la gente joven tiene más opciones y demandas de educación, por eso se compromete más tarde o simplemente busca opciones diferentes a la pareja como está concebida tradicionalmente". Es decir, mientras la construcción de una familia y una relación duradera era una exigencia social en el pasado, ahora hay un abanico de oportunidades y mayor libertad para elegir.

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Amor fácil

Bauman critica también la idea que enarbolan algunos de que las relaciones deben descansar sobre los hombros como un abrigo liviano para poder deshacerse de ellas en cualquier momento. Algo que Catherine Jarvie, de The Guardian, describió como relaciones de bolsillo: breves, agradables y fáciles.

Con el amor líquido "uno pide menos y se conforma con menos", dice Bauman, pues no está dispuesto a invertir demasiado. Es un amor que no concibe la dificultad ni el sufrimiento. La gente quiere salir ilesa de esa experiencia, no correr peligro alguno ni tener secuelas. Pero el amor siempre implica riesgos. Como bien lo dice Octavio Paz, "como todas las grandes creaciones del hombre, el amor es doble: es la suprema ventura y la desdicha suprema".

Para la sicóloga Chinchilla los códigos sociales del pasado obligaban a la gente a luchar por mantener las parejas en medio de las dificultades. Ahora, cuando el mundo es más abierto, la gente aguanta menos el dolor, sencillamente porque no tiene el imperativo de soportarlo todo en nombre de la estabilidad.

El amor líquido, en definitiva, es un signo de los nuevos tiempos. De que lo fragmentario, la incertidumbre y la inestabilidad se han instalado también en nuestra vida cotidiana. Pero eso no quiere decir que el amor romántico, duradero, que se funda en la intimidad y que tiene como contracara la posesión, la fidelidad y el esfuerzo cotidiano por construirse, no desaparecerá. Lo que pasa es que ya no está solo. No es la única manera de amar, ni quizá se considere la más 'correcta'. Porque si algo es un signo de esta época es la convivencia de todos los esquemas y modelos en una misma ciudad, en un mismo grupo, y a veces hasta en una misma persona.

Vasili Grossman Vida y destino una de las grandes novelas del siglo XIX. (Dossier)

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Vida y destino

Por Martín Caparrós (01/08/08)

Hace unos días terminé de leer una de las grandes novelas del siglo XIX. Pero hay libros de los que no se puede decir “terminé de leerlo”, y probablemente ésa sea la prueba de su grandeza: aunque la haya terminado sigo, de diferentes modos, queriendo, sin querer, leyendo esa novela.

Vasili Grossman fue, durante un tiempo, algo así como un héroe de la Unión Soviética. Había nacido en 1905 y en Berdichev, Ucrania, en una familia judía acomodada; la revolución lo entusiasmó desde el principio y decidió estudiar ingeniería porque, en esos días, el camarada Lenin decía que el comunismo era el poder soviético más la electricidad. Pero empezó a escribir desde muy joven y, a sus 30, publicó sus primeros cuentos; en 1936, mientras el camarada Stalin mataba a millones de comunistas con sus purgas, Grossman fue aceptado en la oficialísima Unión de Escritores, con todos sus privilegios, y abandonó la ingeniería. Al año siguiente su esposa Olga fue detenida por “no haber denunciado las actividades antisoviéticas” de su primer marido, el poeta Boris Guber. Desesperado, Grossman mandó una carta al jefe del servicio secreto, pidiendo su liberación: “Todo lo que poseo –mi educación, mi éxito como escritor, el alto privilegio de compartir mis pensamientos y mis sentimientos con los lectores soviéticos– se lo debo al gobierno soviético”. Para su propia sorpresa, su mujer fue liberada unos meses más tarde.

En 1941, la alianza entre Stalin y Hitler se rompió y los alemanes invadieron Rusia. Grossman fue exceptuado del servicio militar, pero pidió ir al frente como corresponsal: sus crónicas de guerra, publicadas en el diario del ejército soviético, Estrella Roja, lo hicieron popular y respetado. Grossman acompañó a las tropas rusas que liberaron el campo de Treblinka y fue uno de los primeros en escribir sobre el holocausto nazi. Buscaba, entre otras cosas, rastros de su madre, deportada y gaseada; sus artículos sirvieron como pruebas en los juicios de Nüremberg. Cuando la guerra terminó su vida era, dentro de lo posible, desahogada; hay distintas versiones sobre por qué decidió tirar todo por la borda.

Quizás haya sido la decantación de lo que había visto y vivido en la Gran Guerra o, más probablemente, la ola de antisemitismo lanzada entonces por el Kremlin. Lo cierto es que, en algún momento, Grossman empezó a escribir una novela que contaría esos años y que pensó llamar, sin el menor pudor, Vida y Destino.

Cuando la terminó, en 1960, Grosmann la mandó, como debía, al comité de censura. No tenía grandes expectativas pero era el único modo de llegar, eventualmente, a publicarla. La censura no sólo la vetó; poco después su departamento fue asaltado por un comando KGB que se llevó todas las copias e incluso, por si acaso, los carbónicos y las cintas de la máquina de escribir. Un jefe del Politburó, Mikhail Suslov, le dijo que su novela no se publicaría en trescientos años: “¿Por qué tendríamos que agregar su libro a las bombas atómicas que nuestros enemigos preparan contra nosotros? ¿Por qué tendríamos que iniciar una discusión sobre la necesidad de la Unión Soviética?”. En esos días todavía había gente que creía en la literatura.



Vida y destino de V. Grossman. Casa 6/1, una de las escenas más 
intensas del libro, reflejado en esta muestra.

Vasili Grossman se murió en 1964, a sus 58, marginado, humillado, de un cáncer de estómago. Quince años más tarde un amigo consiguió sacar a Suiza un borrador de la novela, y al tiempo se publicó en inglés y francés; la traducción española apareció el año pasado. Vida y destino es, insisto, una de las grandes novelas del siglo XIX.

Digo: una novela de cuando las novelas creían que podían –que debían– contar el mundo sin pudor, sin ninguna modestia. Algunos la comparan con Guerra y Paz: yo estoy de acuerdo. Vida y destino es un fresco espeluznante de los desastres de la guerra y de la vida bajo el poder de un Estado total: los días en el frente de Stalingrado donde cada cual sigue su pequeño camino personal bajo las bombas, las agachadas de los funcionarios que obedecen por miedo o por codicia, la carta estremecedora de una vieja judía a punto de viajar al exterminio, las noches en un gulag soviético y en un campo alemán, las muertes heroicas, las muertes tontas, las muertes olvidadas, las traiciones, las peleas de un científico ruso con sus colegas y con su conciencia, las matanzas de campesinos durante la colectivización de la agricultura, los amores y desamores donde también tercia la mano del Estado, las semejanzas entre el sistema nazi y el soviético, las reflexiones sobre la sucesión de Lenin por Stalin, la caída de un comunista detenido y torturado sin saber por qué, los grandes odios, las pequeñas miserias, contadas con un aliento extraordinario, sin miedo de la desmesura.

Y con un objetivo: se ve –se lee todo el tiempo– que Grossman escribió esta novela como quien prepara meticulosamente la bomba suicida, con la conciencia de que le costaría la vida o algo así pero que, de algún modo, le valdría la pena. 

Una novela, digo, del siglo XIX: de cuando las novelas creían que debían y podían. Después, a principios del veinte, la vanguardia se cargó aquella forma ingenua, desmesurada de poner en escena “lo real” para cambiarlo, y buscó en la experimentación sobre sí misma su sentido. Hasta que, en los setentas, ochentas, esa idea chocó contra sus límites y no quedó ni lo uno ni lo otro: ni contar para cambiar el mundo ni para buscar nuevas maneras.

Me da envidia el camarada Grossman, que sabía para qué escribía. Ahora no sabemos: me parece que casi siempre no sabemos. Ya no sabemos dónde está el coraje de un texto, dónde su necesidad. En general, creo, escribimos para escribir. Porque es interesante, simpático, satisfactorio incluso, porque no está mal ser escritor, porque se gana algo de plata y un poco de respeto, un par de viajes, la admiración de algunos. Por eso, supongo, escribimos cositas. Por eso, supongo, las librerías están llenas de libros que no dicen nada, que se olvidan en un par de meses, que dan exactamente igual. Me da envidia, mucha envidia Vasili Grossman, canceroso, olvidado, convencido quizá de que su esfuerzo había valido todas esas penas: que si tenía una vida debía hacerla un destino y que ese destino, extrañamente, era una novela. 

Fuente: www.criticadigital.com




El observador meticuloso e implacable


Fragmentos de los apuntes de Vasili Grossman, que Antony Beevor y Luba Vinogradova han editado en Un escritor en guerra.

- En el frente de Briansk (1941). "El interrogatorio de un traidor en un pequeño prado, un día de otoño tranquilo y claro, con un sol suave y agradable. Lleva barba crecida y viste un abrigo raído marrón rojizo y una gran gorra de campesino. Desertó hace varios días y fue capturado la noche pasada en la primera línea, cuando trataba de regresar a nuestra retaguardia vistiendo esa ropa campesina que parece sacada del vestuario de una ópera. Los alemanes lo habían comprado por 100 marcos. Volvía para localizar cuarteles generales y aeródromos. 'Pero si sólo fueron 100 marcos', dice arrastrando las palabras. Piensa que la modestia de esa suma podría hacer que lo perdonaran".

- En Stalingrado (1942). Testimonio del francotirador Anatoli Ivanovich Chejov: "Cuando recibí el fusil no podía ni pensar en matar a un ser humano: un alemán estuvo allí durante unos cuatro minutos, hablando, y le dejé ir. Cuando maté al primero, cayó inmediatamente. Otro corrió y se inclinó sobre el muerto, y lo tumbé también... Cuando maté por primera vez me eché a temblar: ¡Aquel hombre sólo iba a conseguir algo de agua! Sentí miedo: ¡Había matado a una persona! Entonces recordé a nuestro pueblo y comencé a matarlos sin piedad".

"Cuando uno entra en un búnker y en las oficinas subterráneas de los oficiales y soldados, siente de nuevo un ardiente deseo de retener en la memoria los notables rasgos de esa vida tan peculiar. Las lámparas y la chimenea hechas a partir de vainas de artillería, tazas hechas con sus culotes junto a los vasos de cristal sobre las mesas. Y un volumen de Shakespeare en la oficina subterránea del general Gurov... Toda esa vida cotidiana son apacibles cosas hogareñas rescatadas de los edificios incendiados".

- El campo de concentración de Treblinka (1944). "Sabemos de la muerte por hambre, de la gente hinchada a la que llevaban en carretillas al otro lado del alambre de espino y la fusilaban. Conocemos las increíbles orgías de los alemanes, cómo violaban a las chicas y las mataban inmediatamente después, cómo un alemán borracho le cortó los pechos a una mujer con un cuchillo, cómo arrojaban a la gente desde una ventana a seis metros del suelo, cómo una compañía borracha sacaba por la noche de los barracones entre 10 y 15 prisioneros para practicar diferentes formas de asesinato, sin prisa, disparando a los hombres condenados en el corazón, en la nuca, en un ojo, en la boca, en la sien...".

- Camino de Berlín (1945). "A las mujeres alemanas les están sucediendo cosas horrorosas. Un alemán educado cuya mujer ha recibido 'nuevos visitantes' [soldados del Ejército Rojo] explica con gestos expresivos y palabras rusas entrecortadas que ha sido violada hoy por 10 hombres. La señora está presente".

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Vasili Grossman y su despiadado tiempo

Por José Andrés Rojo

Antony Beevor edita los cuadernos de la II Guerra Mundial del escritor ruso

"En los campos de trabajo de Polonia, las SS actuaban como si se tratara de cultivar coliflores o patatas", escribió Vasili Grossman (Berdichev, 1905-Moscú, 1964) en su artículo El infierno de Treblinka, publicado en noviembre de 1944 y que luego fue citado en el Tribunal de Nuremberg. Poco antes había anotado que "sobriedad, tesón y una limpieza extremada son buenas cualidades típicas de muchos alemanes". Lo que venía después era una descripción exacta, que pone los pelos de punta, de cómo funcionó la maquinaria de destrucción del campo de Treblinka.

Vasili Grossman había llegado allí junto a las tropas soviéticas en julio de ese mismo año. "Su reconstrucción fue tan precisa, con tal lujo de detalles y tan minuciosa porque pudo estar presente en los interrogatorios que hicieron los oficiales rusos a cuantos habían sobrevivido, fueran víctimas o verdugos; con todo ese material pudo elaborar una descripción de primera mano de lo fue el horror", explica Antony Beevor, que acaba de publicar, junto a Luba Vinogradova, Un escritor en guerra. Vasili Grossman en el Ejército Rojo, 1941-1945 (Crítica), la edición de los cuadernos de notas que el escritor ruso redactó durante la II Guerra Mundial mientras acompañaba al Ejército soviético. Beevor los descubrió cuando preparaba su libro sobre la batalla de Stalingrado en el Archivo Estatal Ruso de Literatura y Artes. "Nadie sabía que se habían conservado, ni cómo llegaron allí, ni cómo sobrevivieron a las pesquisas de la eficaz investigación de los servicios secretos de Stalin".

 El observador meticuloso e implacable

Fragmentos de los apuntes de Vasili Grossman, que Antony Beevor y Luba Vinogradova han editado en Un escritor en guerra.

- En el frente de Briansk (1941). "El interrogatorio de un traidor en un pequeño prado, un día de otoño tranquilo y claro, con un sol suave y agradable. Lleva barba crecida y viste un abrigo raído marrón rojizo y una gran gorra de campesino. Desertó hace varios días y fue capturado la noche pasada en la primera línea, cuando trataba de regresar a nuestra retaguardia vistiendo esa ropa campesina que parece sacada del vestuario de una ópera. Los alemanes lo habían comprado por 100 marcos. Volvía para localizar cuarteles generales y aeródromos. 'Pero si sólo fueron 100 marcos', dice arrastrando las palabras. Piensa que la modestia de esa suma podría hacer que lo perdonaran".

- En Stalingrado (1942). Testimonio del francotirador Anatoli Ivanovich Chejov: "Cuando recibí el fusil no podía ni pensar en matar a un ser humano: un alemán estuvo allí durante unos cuatro minutos, hablando, y le dejé ir. Cuando maté al primero, cayó inmediatamente. Otro corrió y se inclinó sobre el muerto, y lo tumbé también... Cuando maté por primera vez me eché a temblar: ¡Aquel hombre sólo iba a conseguir algo de agua! Sentí miedo: ¡Había matado a una persona! Entonces recordé a nuestro pueblo y comencé a matarlos sin piedad".

"Cuando uno entra en un búnker y en las oficinas subterráneas de los oficiales y soldados, siente de nuevo un ardiente deseo de retener en la memoria los notables rasgos de esa vida tan peculiar. Las lámparas y la chimenea hechas a partir de vainas de artillería, tazas hechas con sus culotes junto a los vasos de cristal sobre las mesas. Y un volumen de Shakespeare en la oficina subterránea del general Gurov... Toda esa vida cotidiana son apacibles cosas hogareñas rescatadas de los edificios incendiados".

- El campo de concentración de Treblinka (1944). "Sabemos de la muerte por hambre, de la gente hinchada a la que llevaban en carretillas al otro lado del alambre de espino y la fusilaban. Conocemos las increíbles orgías de los alemanes, cómo violaban a las chicas y las mataban inmediatamente después, cómo un alemán borracho le cortó los pechos a una mujer con un cuchillo, cómo arrojaban a la gente desde una ventana a seis metros del suelo, cómo una compañía borracha sacaba por la noche de los barracones entre 10 y 15 prisioneros para practicar diferentes formas de asesinato, sin prisa, disparando a los hombres condenados en el corazón, en la nuca, en un ojo, en la boca, en la sien...".

- Camino de Berlín (1945). "A las mujeres alemanas les están sucediendo cosas horrorosas. Un alemán educado cuya mujer ha recibido 'nuevos visitantes' [soldados del Ejército Rojo] explica con gestos expresivos y palabras rusas entrecortadas que ha sido violada hoy por 10 hombres. La señora está presente".
El texto sobre Treblinka lo elaboró Grossman a partir de las notas de sus cuadernos. Los empezó el 5 de agosto de 1941 cuando partió hacia el frente por orden del general David Ortenberg, director de Estrella Roja, el periódico oficial del Ejército Rojo que era también leído con avidez por la población civil. No tarda en contar de la fiereza de los alemanes cuando atacan borrachos, de las bombas que lanzan los Junkers, del pavor que se desencadena cuando se escucha la presencia de los Messerschmidts. Apunta: "La imagen de Gomel ardiendo en los ojos de una vaca herida" y también que "un piloto escapó atravesando las líneas enemigas en ropa interior, sin soltar su revólver", o que el cohete que se le escapó a un joven recluta "alcanzó al jefe del Estado Mayor en el trasero". Su balance pocos días después de ver lo que ocurre en primera línea es rotundo: "¡Sí, ha comenzado un tiempo despiadado, un tiempo de plomo!".

"Lo más interesante de las notas de Grossman es su capacidad para contar un sinfín de detalles relacionados con los individuos", explica Beevor. "No sabía gran cosa de ciencia militar y tuvo que ponerse a estudiar sobre estrategia y sobre armamento y tecnología, pero lo más revelador es siempre su capacidad de reflejar la vida del frente. No era uno de esos periodistas que cubren la guerra desde un hotel y transmiten las notas oficiales de los comisarios. Iba con las tropas y supo crear un clima de confianza tal que tanto soldados como oficiales le contaban lo que padecían con todo detalle. Él no tomaba notas cuando le hablaban, lo que suele intimidar. Escuchaba y luego escribía en sus cuadernos. Lo que cuenta es verdad, pero seguramente no se corresponde palabra a palabra con lo que le dijeron".

Cuando la temible Wehrmacht, el Ejército de Hitler, invadió Rusia el 22 de junio de 1941, Vasili Grossman se presentó inmediatamente para alistarse como voluntario en las tropas soviéticas. Tenía 35 años, pero lo consideraron inútil para cualquier tarea militar. Había nacido en la ciudad ucrania de Berdichev, en el seno de una familia judía. Sus padres se separaron, así que vivió una infancia que lo llevó de un lado a otro. Estudió química, se casó y tuvo una hija, se separó. Trabajó como ingeniero en una mina. Lo dejó pronto para dedicarse a escribir. Publicó dos novelas siguiendo los patrones del realismo socialista y uno de sus cuentos fue elogiado por Bulgakov y Gorki, dos de los grandes referentes de la literatura rusa de entonces.

La posibilidad de cubrir lo que ocurría en el Ejército Rojo para publicarlo en su periódico oficial lo salvó de la crisis en que la que cayó cuando lo rechazaron como combatiente. Así que salió para el Frente Central. Vivió el bombardeo de Gomel, la larga huida de Orel cuando se acercaron las tropas alemanas, el cerco de Kiev, el frente de Briansk. Estuvo con el 50º Ejército, que mandaba un general que había estado en la Guerra Civil española: "Petrov grita palabras españolas que suenan fuera de lugar aquí, bajo este cielo de otoño, sobre este suelo húmedo", anotó en sus cuadernos.

"Son muy pequeños", dice Antony Beevor, "llenos de apuntes escritos con una letra menuda. Cuando Luba y yo los descubrimos, quedamos fascinados por la cantidad de información que contienen sobre lo que ocurrió en el frente, sobre cómo vivieron la guerra quienes la hicieron y quienes la padecieron. A las autoridades soviéticas les interesaba que fueran escritores, y no sólo periodistas, los que informaran sobre lo que ocurría en los campos de batalla. Enviaron a Grossman, a Ehrenburg, a Simonov... Hay muchas similitudes entre los que cubrían la guerra entonces y los que lo hacen ahora. Hay también diferencias: hoy es más fácil escabullirse de la censura gracias a las nuevas tecnologías. Entonces la información no era instantánea, tardaban unas semanas en aparecer los textos, había más tiempo para elaborarlos".

"Stalingrado ha ardido. Tendría que escribir mucho para describirlo. Stalingrado ha sido incendiada. Stalingrado está en cenizas. Está muerta. La gente está en los sótanos. Todo ha ardido", escribió Grossman cuando le tocó contar que "la guerra ha llegado al Volga". Corría el año 1942 y muchas de las notas que tomó entonces le sirvieron para construir sus novelas, como la célebre Vida y destino, que pasa por ser una de las piezas más brillantes sobre el estalinismo.

"Con el paso del tiempo, aquel hombre desgarbado que había sido rechazado como soldado se convirtió en un tipo fornido, que aguantó todas las penalidades de la guerra y en el que coincidían, cosa muy rara, la valentía física con la valentía moral", comenta Beevor. "Contó cuanto había visto, incluso la violencia y la brutalidad con la que trataron los soldados soviéticos a las mujeres alemanas en su avance hacia Berlín. Fueron tan salvajes algunas violaciones que algunas notas, que finalmente no se han incluido, eran pura pornografía y ofensivas para cualquier mujer".

Fuente: www.elpais.com, 11/09/06. Imágen: Vasili Grossman por Sábat.
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Vasili Grossman



Vida y destino

Por Rafael Narbona

Vida y destino, Vasili Grossman. Traducción de Marta Rebón. Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2007. 1.112 páginas.

De vez en cuando, la literatura y la historia rescatan a sus protagonistas, revelando que el olvido sólo es un destino provisional. Vasili Grossman no regresó a la actualidad hasta finales de los 80, cuando la URSS comenzó a desintegrarse. Su reaparición no añadió un autor más a las letras rusas, sino que situó en un lugar de excepción Vida y destino, una novela monumental, que recobra el papel testimonial de la literatura. Testimonio que restituye el sufrimiento individual y crónica de las ideas en su papel configurador. 

Nos encontramos con la primera traducción del texto íntegro en castellano, cuidadosamente editado, un verdadero lujo para el lector que anhela comprender la violencia del siglo XX y aún cree en la literatura como forma de conocimiento y transformación social. Con la batalla de Stalingrado como centro narrativo, el personaje de Shtrum (podríamos decir Grossman), intelectual judío fascinado por la relatividad y la física cuántica, encarna perfectamente la perplejidad de una época ante sus propios logros y su incapacidad para dominarlos. Es posible dividir el átomo, transformar la materia en energía, eliminar a millones de seres humanos a una velocidad inconcebible.

Grossman ratifica el polémico análisis de Hannah Arendt: nacionalsocialismo y comunismo pueden subsumirse bajo el mismo concepto. Utopías que trituran seres humanos con la promesa del paraíso terrenal. Auschwitz, Hiroshima y Stalingrado son los laboratorios donde se construye el hombre nuevo. Pero el hombre nuevo es Shtrum, obligado a firmar un documento infame, que incrimina a inocentes y niega la verdad. Es indiscutible que Grossman pensaba en su propia debilidad, firmando una carta oficial que solicitaba un castigo ejemplar para los médicos judíos implicados en un falso complot contra Stalin. 

Vasili Grossman había crecido en un familia judía asimilada. Apegado a su madre, que probablemente estimuló su vocación literaria, no pudo salvar su vida, cuando los alemanes invadieron Ucrania. Yekaterina Savelievna, a cuya memoria está dedicada Vida y destino, murió asesinada con los 30.000 judíos de Berdichev. En los años 50, Vasili seguía escribiendo a la madre ausente: "He intentado imaginar cientos de veces cómo fue tu muerte". Después de la guerra, obtuvo la Bandera Roja del Trabajo y escribió sin problemas. No era un disidente. Su espíritu crítico sólo empezó a despertar con sus dos últimas novelas. Todo fluye relataba la hambruna que causó entre cinco y ocho millones de muertos en Ucrania. Era imposible abordar el tema, ocultando la responsabilidad de Stalin. La novela quedó inacabada. 

Sólo una desconcertante ingenuidad explica que intentará publicar Vida y destino, esperanzado por el aperturismo de Kruschev. El manuscrito sobrevivió al KGB, que destruyó varias copias, sin imaginar que existían otras. Grossman creyó, sin embargo, que no se había salvado ninguna y cayó en una depresión. Murió poco después, de un cáncer de estómago. El tiempo transcurrido se ha ocupado del desagravio. Ni la censura ni los cambios de sensibilidad estética o moral han afectado a una obra que recrea las diferentes formas del sufrimiento humano, sin renunciar a comprender la primera mitad de un siglo pródigo en sueños utópicos, filigranas metafísicas y tentaciones faústicas. Ambiciosa, con multitud de personsajes y escenarios, de inequívoco aliento tolstoiano pero con la delicadeza y exactitud de Chejov, Vida y destino no se conforma con relatar los hechos, sino que pretende comprender la relación entre el poder y las masas. Vida y destino es una novela, pero también un estudio político, que identifica la esencia del totalitarismo con la presunción de culpabilidad. La inocencia no existe para Hitler o Stalin. Sus campos de concentración, apunta Grossman, estaban"habitados por criminales que no habían cometido ningún crimen".

Vida y destino realiza una prodigiosa recreación del cerco de Stalingrado, que resultó fundamental para la labor de Antony Beevor. Beevor utilizó la información proporcionada por la novela y escribió una biografía sobre su autor: Un escritor en guerra. Los personajes de Grossman se corresponden con los diferentes rostros de la guerra. El general Yeremenko simboliza el esfuerzo de los militares comprometidos con la victoria, sin ambiciones políticas ni insensibilidad moral. Su serenidad contrasta con el histerismo y mediocridad de Hitler y Stalin, incapaces de controlar los acontecimientos que han precipitado. El dolor de Liudmila por la pérdida de su hijo concierne a todos los que han vivido algo semejante: desgarro, incredulidad, locura. Mostovski, prisionero de los alemanes, al menos conserva el alivio de estar recluido por el enemigo. Es más fácil resistir cuando las alambradas no han sido levantadas por antiguos camaradas. 

La frustración de Zhenia, a la que se deniega una y otra vez el permiso de residencia pese a ser hija de un héroe de la revolución, muestra la impotencia de los ciudadanos ante una burocracia ciega e irracional. La vieja niñera alemana que es deportada por la denuncia de una vecina interesada en su cuarto, más amplio y luminoso, ejemplifica la degradación moral de las sociedades gobernadas por dictaduras, donde se estimula la delación. Grossman posee un enorme talento para describir al hombre en mitad de circunstancias terriblemente adversas. Se ha comparado Vida y destino con Archipiélago Gulag; para algunos, las dos obras más peligrosas para la estabilidad de la antigua URSS.

Es casi imposible medir la repercusión de un libro. Ni siquiera es sensato plantearlo, si bien es cierto que los artículos de Ilya Ehrenburg sobre las atrocidades de los nazis contribuyeron a incrementar las represalias del Ejército Rojo. Las páginas de Vida y destino están dedicadas al sufrimiento de los soldados, a las penalidades de los judíos, al dolor de las miles de familias que enviaron a sus hijos al frente mientras sufrían las privaciones de la retaguardia y las arbitariedades de un régimen que mostraba el mismo desprecio por el ser humano que el Sexto Ejército del mariscal von Paulus. Vida y destino, con sus decenas de historias que giran sobre la guerra, ciudades sitiadas, el apego a la tierra y a los seres queridos, las dudas políticas, morales y religiosas, la tenacidad del existir y la fatalidad del azar, se enfrenta a los aspectos más terroríficos del siglo. Grossman percibe el campo de concentración como el estrato más profundo de nuestra cultura. Su capacidad de organizarse por sí mismo pone de manifiesto que el poder ya no es un centro visible, sino un sistema que puede prescindir del hombre para seguir controlando la historia. 

Aunque sea en el campo de la ficción, podemos afirmar que Grossman ha conseguido penetrar en las cámaras de gas, un espacio nunca filmado o fotografiado en su terrible funcionamiento. Claude Lanzman afirmaba que entre esas paredes se hallaba la verdad de nuestro tiempo. El sacrificio de Sopia Osipovna, que desprecia la oportunidad de salvarse para morir junto a David, un niño casi desconocido, produce tanto horror como ternura. Es la misma ternura que desprende la carta de la madre de Shtrum, que escribe a su hijo antes de ser evacuada del gueto, sabiendo que nunca podrá leer sus palabras. La adaptación teatral de la carta corrobora el poder narrativo de una obra que sólo necesita unas páginas para urdir una historia. 

Shtrum, como Grosmann, Jean Améry o Primo Levi, nunca habían pensado en el hecho de ser judíos. "El antisemitismo es un fenómeno único porque el destino histórico de los judíos es único". Su participación en la ciencia, las artes y la política confirman que el progreso y la barbarie avanzan de la mano, como ya advirtió Walter Benjamin. "El siglo de Einstein y Planck es el siglo de Hitler y Stalin". La admiración que produce Vida y destino no puede evitar la náusea moral y la congoja. Vida y destino es la prueba de que el Ángel de la Historia recoge el dolor de las víctimas para ofrecerles un mañana y convocar a los vivos para que atiendan su anhelo de paz y justicia.

Fuente: www.elcultural.es, 20/09/07




Así en la paz como en la guerra

Por Guillermo Saccomanno

Hijo de judíos, admirador de Chejov, apadrinado por Gorki y marxista menchevique no afiliado al PC, Vasili Grossman se alistó en el Ejército Rojo como corresponsal del Estrella Roja para huir del terror interno de las purgas stalinistas. Aunque ya era un escritor al que Stalin tenía entre ceja y ceja, sus crónicas desde el frente le dieron una notable popularidad. Sin embargo, terminada la guerra, Vida y destino, su obra magna, una monumental novela de más de mil páginas que atraviesa todos los géneros y los estilos para explorar las cimas y las oscuridades de la condición humana, permaneció inédita hasta años después de su muerte. Ahora, la reedición en castellano de esa novela y la salida de Un escritor en guerra (biografía y recopilación de cuadernos de notas durante sus años como corresponsal en Stalingrado) permiten acercarse a la obra de quien se puede considerar el gran escritor ruso del siglo XX.

1. En la noche, en una barraca de Treblinka, un prisionero soviético le susurra a sus compañeros de cautiverio: "Alguien debería escribir un tratado sobre los tipos de angustia en los campos de concentración. Una angustia te oprime, otra te agobia, la tercera te ahoga, no te deja respirar. Y hay una especial que ni te ahoga ni te oprime ni agobia, sino que desgarra al hombre por dentro". En la negrura, murmurando, los soviéticos discuten sobre la libertad como absoluto, el Bien y el Mal, las virtudes del marxismo, y la ventaja moral de encontrarse prisioneros del enemigo y no de sus compatriotas: es menos humillante. Tranquiliza la conciencia no estar condenados en un gulag stalinista. Cerca, en la niebla, los ferroviarios que llevan un convoy cargado de prisioneros hacia el lager se fastidian con el cansancio de su trabajo.

Desde las primeras páginas de Vida y destino, Vasili Grossman establece las reglas de su novela: capítulos que se conectan, a veces por corte, a veces en zigzag, mostrando distintos ángulos de un hecho, situaciones antagónicas y también complementarias, todo conjugado con el oficio de quien puede adoptar tanto la voz de un narrador omnisciente, diálogos no faltos de causticidad, como camuflarse, por ejemplo, en la primera persona de una madre que escribe una carta al hijo que no volverá a ver. No hay tema que le sea ajeno: el amor, el coraje, la traición, la soledad, la injusticia. Y, conectando siempre lo individual con lo colectivo, Grossman ahonda en la experiencia truculenta de la guerra y en las fisuras del pueblo ruso sometido a la persecución y la paranoia del terror de Estado. Las ideologías de la bondad, plantea Grossman, responden a la mala fe, son tramposas y, empezando por el autoengaño, se proyectan en la destrucción colectiva. La cuestión no es novedosa: puede rastrearse en las discusiones de Pierre y el príncipe Andrei en Guerra y Paz.

2. Grossman está más cerca de la tradición narrativa del siglo XIX que de las vanguardias del XX, pero su proyecto narrativo tiene personalidad propia. El tono del periodista que busca la crónica "objetiva" alterna con el dibujo chejoviano que permite leer varios capítulos como relatos independientes. En ocasiones, aborda al canto épico y la epifanía, y cada tanto, con una síntesis aguda, incursiona en el ensayo. Porque Vida y destino es, como toda gran novela, una novela de ideas. Entre los críticos que celebraron la publicación de Vida y destino en Occidente figuran, entre otros, Levinas y Steiner. Según muchos entendidos en literatura rusa, es el equivalente contemporáneo de Guerra y Paz. Se ha dicho también que se trata de una de las novelas capitales de la literatura rusa contemporánea, esencial para comprender el totalitarismo. El crítico Edmund Wilson, experto en literatura rusa, a propósito de Solyenitzin opinó que ésta expresaba un alma recogida sobre sus propios tormentos pero fulminante como un rayo. Wilson subrayaba así una tendencia a lo oscuro, proclive a la autoflagelación, característica quizá dostoievskiana por excelencia. Pero, cabe preguntarse, ¿después de la experiencia concentracionaria del zarismo en el sepulcro de los vivos siberiano o de los gulags soviéticos, se puede escribir haciéndose el distraído?

En "Memoria del mal, tentación del bien", su ensayo sobre el totalitarismo, Tzvetan Todorov dedica un capítulo íntegro a Grossman y, además, preside todos los demás con citas de Vida y destino. Según Todorov, comunismo y nazismo (que Grossman denomina fascismo) provocaron además de la muerte de incontables millones de seres humanos, también la deportación, la humillación y la tortura. Si un beneficio para nada secundario le otorgó a Stalin la invasión nazi y el ingreso de la Unión Soviética a la guerra es el despertar del sentimiento patriótico. El pánico a la vigilancia hasta en los rincones más íntimos, la sospecha del prójimo, todo lo que convierte amigos, amantes y familiares en alcahuetes potenciales que pueden mandarlo a uno a la Lubianka, la temible cárcel de los interrogatorios previos a las sentencias, como también el tramiteo kafkiano para satisfacer una mínima urgencia, todos los conflictos se postergan ante la guerra. Si un beneficio tiene para Stalin la guerra es el logro de la unión nacional.

3. Descendiente de dos familias judías acomodadas, Vasili Grossman nació en 1905 en Berdichev. De chico, pasó dos años con su madre en Ginebra, aprendió el francés, y ya muchacho, mantenido en Kiev por un tío médico, estudió química. Hasta reparar que le tentaba más la literatura. Admirador de Chejov, fue apadrinado por Gorki. Pero si bien ser un escritor bajo Stalin era gozar de una posición envidiada era también, al menor desvío, arriesgarse a la desaparición. Sin afiliarse al Partido Comunista, Grossman se definía marxista, pero sus amigos lo consideraban un menchevique. Los revolucionarios del ’17, acusados por Stalin de contrarrevolucionarios, eran detenidos y despachados a Siberia cuando no desaparecidos. Y entre ellos, lo mejor de la intelectualidad rusa. Más tarde Stalin fue además sospechado de la muerte de Gorki.

En 1937 fue apresada una prima de Grossman que participaba de la Internacional Sindical. Luego, dos amigos novelistas. En 1938 detuvieron y ejecutaron al tío que lo había protegido. Grossman, en tanto, bajaba la cabeza, se cuidaba. Schtrum, el físico protagonista de Vida y destino, alter ego de Grossman, sospechado de "enemigo del pueblo", sufre el control, el acoso, y debe tocar fondo en su cobardía para resistirse a la autoincriminación y no delatar a sus camaradas y parientes. Una noche lo llama Stalin y lo confirma en su puesto. Entonces, Schtrum respira. Por una experiencia similar había pasado Grossman cuando Stalin le reclamó que ajustara una de sus novelas anteriores de acuerdo a las normativas del realismo socialista.

El ex marido de la segunda mujer de Grossman, acusado de "enemigo del pueblo", es detenido. Y poco después también ella va a la cárcel. Grossman se anima a interceder y consigue que ella recupere la libertad. En 1941, mientras las tropas alemanas avanzan, Grossman le propone a su mujer traer con ellos a su madre, que vive en Berdichev. El matrimonio discute. La mujer se niega: se queja de que carecen de lugar para la suegra. En tanto, los nazis arrasan Berdichev y en una de sus matanzas de judíos fusilan a su madre y su hermana. Después, la fosa colectiva.

4. Antony Beevor, especialista en la Segunda Guerra, Premio Pulitzer por su libro Stalingrado, fue el compilador de los cuadernos de guerra de Grossman. Un escritor en guerra, su ensayo más reciente, reúne los apuntes, aguafuertes y crónicas de Grossman en el Ejército Rojo. Las notas de Grossman (que nada tienen que envidiarle a los cuentos y apuntes de Babel durante las operaciones de la Revolución) se leen como antecedente genético de Vida y destino. El estallido de la guerra en 1941 resultó para Grossman un alivio. Al engancharse como voluntario defendía su patria, pero también dejaba de mentirse a sí mismo con respecto al miedo que padecía en la vida civil. La victoria sobre Hitler, pensaba, sería también sobre los campos de concentración donde habían muerto su madre y su hermana. Según Beevor, a la hora de alistarse, Grossman era un tipo de anteojos, excedido en peso, que caminaba con un bastón. Con menos de treinta años, las chicas del barrio lo llamaban tío. Fue rechazado en el reclutamiento. A su colega, el escritor Ilyia Ehremmburg, amigo suyo, intelectual favorito del régimen, le causó gracia la voluntad de Grossman en insistir con la incorporación. Finalmente lo aceptaron: como corresponsal de Estrella Roja, el diario de las fuerzas armadas. Pero esto tampoco garantizaba mucho: un periodista o un corrector de pruebas podían ser deportados a Siberia simplemente por una errata al escribir el nombre de Stalin. Tras un entrenamiento veloz, Grossman partió al frente: ahora disparaba con puntería, había perdido unos cuantos kilos y estaba en forma. Desde 1941 a 1945, aunque no le fuera simpático a Stalin, Grossman fue uno de los corresponsales más populares.

5. En esos años le escribió a su padre que tenía un solo libro para leer en el frente: Guerra y Paz. Lo leía una y otra vez. Así como Guerra y Paz sitúa las intervenciones de los generales Kutúzov y Bagration y presenta a Napoleón en su tienda de campaña, el conde Tolstoi, ex militar, documentadísimo, combina imaginación y realidad convirtiéndose en un antecedente de la fiction-non fiction. Grossman recurre al modelo tolstoiano al retratar en Vida y destino a un enigmático y amenazador Stalin que extorsiona al pueblo ruso con el chauvinismo o a un Nikita Kruschev irascible y corajudo, comandando desplazamientos audaces en el frente. Muchos militares que participan en Vida y destino fueron protagonistas reales de la batalla de Stalingrado. La lectura obsesiva de Tolstoi explica la fascinación de Grossman por el fresco social, la mirada abarcadora. En Vida y destino son numerosas las alusiones a la torrencial novela tolstoiana. Incluso le cuestiona sus ideas de táctica y estrategia. Pero, con todo, Vida y destino no es una imitación del clásico que describe la resistencia del pueblo ruso a la invasión napoleónica un siglo atrás. Es que Tolstoi no es un paradigma absoluto para Grossman. A grandes rasgos puede arriesgarse que si Dostoievski plantea la búsqueda de Dios a través de la angustia introspectiva, Tolstoi piensa al hombre ya no sólo en relación con Dios sino con el cosmos. En cambio Chejov, sin volar más bajo, enfoca seres diminutos cuya hondura se percibe en una pena, un altruismo o una mezquindad. Grossman conjuga las tres perspectivas. De Dostoievski toma la preocupación metafísica, de Tolstoi el aliento homérico, pero se siente más próximo a Chejov en la captación de signos imperceptibles de lo cotidiano. "El camino de Chejov es el camino de la libertad de Rusia", escribe Grossman.

 6. La batalla de Stalingrado (junio 1942, febrero 1943), que terminó con la retirada alemana y definió la Segunda Guerra Mundial, fue la que arrojó el saldo más pavoroso de víctimas: dos millones de muertes. Se luchó edificio por edificio, en fábricas y depósitos. Los jóvenes soviéticos entregaban sus vidas con un heroísmo desgarrador. Con la elegancia de Turguenev, Grossman es capaz de escribir: "Toma mi mano, amable lector", para retratar artilleros y tanquistas. Del Turguenev de Relatos de un cazador (admirado por Hemingway) extrae la frialdad y la crudeza para describir un equipo de francotiradores de origen campesino, reflejar sus miradas. Lo estremece que el gusto al liquidar un enemigo sea el mismo que experimentaban en su tierra al acertarle a un lobo amenazando sus rebaños. Grossman cuenta el combate con una agudeza en la que contrastan, todo el tiempo, circunstancias y elementos de muerte y de vida. Una ráfaga de ametralladora eleva la tierra "como una bandada de gorriones". En una trinchera soviética, "en un cochecito de bebé color crema estaban colocadas las minas antitanque". En estas imágenes, frecuentes en su narración, se advierte una constante: conservar la confianza en el instinto en la vida aún en las situaciones extremas. Desde esta perspectiva, Grossman desmenuza las ideologías que, en nombre del bien de la humanidad, condujeron hacia su aniquilación. Porque Grossman prefiere reinvindicar la bondad en gestos pequeños como el de un oficial que, ante el peligro de un ataque depredador del enemigo, ordena el traslado de dos enamorados, un soldado y una operadora de radio, lejos del frente. Otro ejemplo: una médica, solterona y estéril, en un vagón atestado camino a Treblinka apaña a un chico huérfano. Otro más: una vieja rusa que perdió a su hijo le entrega un pedazo de pan a un prisionero alemán. Gestos tibios, como una taza de té en medio de la nieve.

7. La desmesura de Vida y destino no responde a una vanidad titánica. Grossman necesitó más de mil páginas para indagar los resortes del totalitarismo. Si bien la novela empieza en Treblinka y lo espeluznante del campo le da pie a Grossman para igualarlo a un gulag stalinista donde los hechos escalofriantes no se quedan atrás; en el medio, Stalingrado civil, corazón de la novela; y en torno giran, atemorizadas, famélicas, familias enteras. La vida diaria es un infierno complementario del frente donde la resistencia tenaz de las tropas rusas, muertas de frío y mal alimentadas, con más voluntad que armamento, frenan como pueden cada ataque alemán. Grossman no le ahorra al lector lo siniestro de la vida civil: por un lado, el sacrificio del pueblo por la causa nacional y por otro, el mismo pueblo bajo la persecución, los interrogatorios, las desapariciones. Sin perder pulso narrativo, con ductilidad, ensamblando un capítulo sobre el stalinismo tras otro, Grossman analiza también la ingeniería social nazi y su obsesión estética en la construcción de los lager. Hay un capítulo magistral en este punto. La arquitectura como obsesión estética del nazismo no podía ser pasada por alto en el diseño de los lager. Grossman dedica todo un capítulo a la construcción del campo. Después cuenta la viveza de un alemán provinciano que trepó socialmente por su incorporación al nazismo: Eichmann. Cuando el oficial burócrata inaugura una cámara de gas, en el interior lo espera un agasajo, una mesa con fiambres, entremeses y champagne. Grossman detalla el funcionamiento de la cámara: su piso compuesto de losas se abre y deja caer los cuerpos para que, en el subsuelo, los dentistas prisioneros extraigan las piezas dentales de oro a las víctimas. Otro personaje zorro, un soldado que regula el suministro de gas en las ejecuciones masivas, cuando puede se roba algo del oro como ahorro para cuando esto sea apenas un recuerdo molesto. Hitler también actúa en la novela. Cuando sus tropas comienzan a retroceder en el sitio de Stalingrado, Hitler se aparta de su custodia y camina solitario por un bosque. La derrota lo vuelve un chico con ganas de salir corriendo. Por primera vez al pensar en el fuego de los hornos crematorios siente un horror humano.

Grossman no elude narrar ni la matanza de bebés judíos ni la marcha hacia la cámara de gas de las víctimas desnudas. Como hombre, sabe lo que ha visto. Como periodista, sabe contarlo. Y como escritor sabe del estilo justo. Grossman compara la no menos atroz ingeniería social soviética, la tremenda represión que Stalin decretó contra los kulacos, los campesinos trasladados de una región inhóspita a otra donde morirían de hambre y de frío. Una mujer, durante la hambruna se comió a sus hijos. Para Grossman esto también cuenta. Y lo cuenta.

8. La cuestión judía es crucial en Vida y destino. El corresponsal Grossman, en la vida real, ha entrado con las tropas rusas en aldeas y pueblos arrasados, ha encontrado a su paso más que vestigios del espanto. No le basta con narrar Treblinka. Busca explicarse el abismo. Entonces estudia su funcionamiento. Entrevista vecinos, les pregunta acerca de la frecuencia de los trenes que ingresaban diariamente al lager, calcula cuántas personas hacinadas cabían en un vagón de carga, saca cuentas. "El antisemitismo nunca es un fin, siempre es un medio", escribe. "Es un criterio para medir contradicciones que no tienen salida, un espejo donde se reflejan los defectos de los individuos, de las estructuras sociales y de los sistemas estatales. Incluso un genio como Dostoievski vio un judío usurero allí donde debería haber visto los ojos despiadados del contratista, el fabricante y el esclavista rusos". Un capítulo clave de Vida y destino apunta la conversación entre el comandante SS del lager y su prisionero más importante, un militar comunista. "Ustedes creen que nos odian, pero se equivocan: se odian a ustedes mismos", afirma el nazi. Y agrega: "Cuando damos un golpe a su ejército, lo infligimos contra nosotros mismos. El terror de ustedes ha matado a millones de personas, y en todo el mundo, sólo nosotros, los alemanes hemos comprendido que era algo necesario. ¿Cree que el mundo nos mira a nosotros con horror y a ustedes con amor y esperanza? Créame, quien ahora nos mira con horror, también los mirará con horror a ustedes. Stalin nos ha enseñado muchas cosas. Para construir el socialismo en un solo país era necesario privar a los campesinos de sembrar y vender libremente, y Stalin no vaciló: liquidó millones de campesinos. Nuestro Hitler advirtió que al movimiento nacional socialista le estorbaba un enemigo, el judaísmo. Y decidió liquidar a millones de judíos". Hay una especularidad entre el nacional socialismo y el comunismo staliniano, argumenta Grossman. La revelación de los lager provocan en Grossman la toma de conciencia de su condición de judío.

9. Después de la guerra, para granjearse la simpatía de Occidente el bureau soviético encargó a Grossman y Ehremburg un Libro Negro que reuniría testimonios y documentos sobre la persecución y el aniquilamiento de los prisioneros judíos en los campos nazis. Los dos escritores se dedicaron al libro. Pero después de la guerra la Unión Soviética era otra. La unión nacional se había "consolidado". No era de buen tono insistir con el asunto que podía sacar a relucir la xenofobia de los años pasados. Además ahora pesaban la Guerra Fría y la solidaridad internacional de los judíos. Las editoriales en yddish fueron clausuradas. Se acusó también a los judíos de un complot y se habló de deportarlos al Asia Central. La publicación del libro se atrasó y finalmente se anuló. En Estados Unidos se publicó una versión abreviada con prólogo de Einstein. La versión completa sirvió como elemento testimonial en los juicios a los nazis. Y se publicó más tarde en Israel.

10. Grossman escribió Vida y destino sabiendo que le sería imposible publicarla. Tras la muerte de Stalin, Krushev asumió el poder y en el XX Congreso del PC intentó lavar culpas. También intentó galardonar a Grossman, integrarlo como escritor oficial. Pero Grossman rehusó toda distinción. Los crímenes no habían sido sólo responsabilidad de un hombre sino de un régimen. Desencantado con el socialismo real, pero sin perder la esperanza chejoviana en que el mundo puede ser un lugar mejor si los hombres miran como viven, Vasili Grossman murió en Moscú en 1964. La noche anterior había terminado Todo pasa, su última novela. Fue enterrado, de acuerdo a su voluntad, en un cementerio judío. Vida y destino fue publicada en Suiza en 1980.

Fuente: Página/12, Suplemento Radar, 09/03/08





Fragmentos de Vida y destino

La existencia

Durante la noche el tren se detuvo dos veces, y todo el vagón oyó el crujido de los pasos de los centinelas y captaba sus incomprensibles palabras en ruso y alemán.

La lengua de Goethe sonaba horrible en medio de la noche en las estaciones rusas, pero el ruso que hablaban los colaboradores de la policía alemana era todavía más siniestro.

Por la mañana Sofía Osipovna sufría el hambre como todos y soñaba con un trago de agua. Incluso había algo patético y esmirriado en su sueño. Veía una lata de conservas abollada, en cuyo fondo quedaba un poco de líquido tibio. Y se rascaba con pequeños movimientos rápidos y bruscos, como hacen los perros cuando se buscan las pulgas.

Ahora creía haber comprendido la diferencia entre vida y existencia. Su vida se había acabado, interrumpido, pero la existencia seguía, se prolongaba. Y aunque aquella existencia era miserable, el pensamiento de una muerte cercana le colmaba el corazón de terror.

Comenzó a llover; algunas gotas entraron por la ventanilla enrejada. Sofia Osipovna rompió un ribete de tela del dobladillo de su camisa, se arrimó a la pared del vagón y deslizó la tira por una hendidura. Luego esperó a que el trozo de tela se empapara de agua de lluvia, lo sacó y se puso a masticar la tela fresca y húmeda. También sus vecinos comenzaron a arrancar trozos de tela, y Sofia Osipovna se sintió orgullosa de haber encontrado un medio de capturar la lluvia.

Vida y destino, págs. 242-243.


 El destino


El juicio divino existe, y existe también el tribunal del Estado, de la sociedad; pero existe un juicio supremo y es el juicio de un pecador sobre otro pecador. El hombre que ha pecado conoce la potencia del Estado totalitario, que es infinitamente grande; sirviéndose de la propaganda, el hambre, la soledad, el campo, la amenaza de muerte, el ostracismo y la infamia, esa fuerza paraliza la voluntad del hombre. pero en cada paso dado bajo la amenaza de la miseria, el hambre, el campo y la muerte, se manifiesta siempre, al mismo tiempo que lo condicionado, la libre voluntad del hombre. En la trayectoria vital recorrida por el jefe del Sonderkommando, del campo a las trincheras, de la condición de hombre sin partido a la de miembro consciente del partido nacionalsocialista, siempre y por doquier estaba impresa su voluntad. El destino conduce al hombre, pero el hombre lo sigue porque quiere y es libre de no querer seguirlo. El destino guía al hombre, que se convierte en un instrumento de las fuerzas de destrucción, pero cuando eso sucede no pierde nada; al contrario, gana. Este lo sabe y va allí donde le esperan las ganancias; el terrible destino y el hombre tienen objetivos diversos, pero el camino es uno solo.

Quien pronuncie el veredicto no será un juez divino, puro y misericordioso, ni un sabio tribunal supremo que mire por el bien del Estado y la sociedad, ni un hombre santo y justo, sino un ser miserable destruido por el poder del Estado totalitario. Quien pronuncie el veredicto será un hombre que a su vez ha caído, se ha inclinado, ha tenido miedo y se ha sometido.

Ese hombre dirá:

-¡En este mundo terrible existen los culpables! ¡Tu eres culpable!

Vida y destino, págs. 684-685.


 Los muertos

El cerebro de Naum Rozemberg, un contable de cuarenta años, realizaba sus cálculos habituales. Caminaba por la carretera y contaba: en el de anteayer, 110; en el de ayer, 71; los cinco días antes, 612; eso suma un total de 783... Qué lástima no haber llevado una cuenta separada de los hombres, los niños, las mujeres... Las mujeres arden más fácilmente. Un Brenner experimentado dispone los cuerpos de manera que los viejos huesudos, ricos en ceniza, ardan al lado de los cuerpos de las mujeres. Ahora darán la orden -"desvíense de la carretera"-, así mandaron un año antes a los que ahora vamos a desenterrar y a extraer de la fosa con ganchos sujetados a cuerdas. Un Brenner experimentado puede determinar a partir de un montículo cuántos cuerpos yacen dentro de una fosa: cincuenta, cien, doscientos, seiscientos, mil... El Scharführer Elf exige que a los cuerpos se les llame Figuren, cien figuras, doscientas figuras, pero Rozemberg los llama: personas, hombre asesinado, niño ejecutado, viejo ejecutado... Los llama así en voz baja, de lo contrario el Scharführer descargaría nueve gramos de metal contra él, pero sigue musitando obstinadamente: "Ahora sales de la fosa, hombre ejecutado... Niño, no te agarres a tu mamá con las manos, os quedaréis juntos, no te irás lejos de ella...".

-¿Qué estás susurrando por ahí?

-Nada, se lo ha parecido.

Y susurra: "Lucha, en eso consiste su pequeña lucha...". Anteayer abrieron una fosa donde había ocho muertos. El Scharführer gritaba: "Esto es una mofa, un equipo de veinte Brenner para quemar ocho figuras". Tenía razón, pero ¿qué podían hacer ellos si en la pequeña aldea sólo había dos familias de judíos? Una orden es una orden: desenterrar todas las tumbas y quemar todos los cuerpos... Ahora se han desviado de la carretera y caminan por la hierba y por ciento quincuagésima vez, en medio del verde claro, he aquí un montículo gris: una tumba. Ocho cavan, cuatro abaten troncos de robles y los sierran en leños de la longitud de un cuerpo humano, dos los cortan con hachas y cuñas, dos acercan de la carretera tableros viejos y secos, encendajas, recipientes con gasolina, cuatro preparan el lugar para la hoguera, excavan la zanja para las cenizas: hay que averiguar de dónde sopla el viento.

Enseguida desaparece el olor a podredumbre del bosque y los guardias ríen, blasfeman, se tapan la nariz; el Scharführer escupe y se aleja hasta el lindero del bosque. Los Brenner lanzan sus palas, cogen los ganchos, se tapan la nariz y la boca con trapos... "Buenos días, abuelo, te toca ver el sol de nuevo, pero cómo pesas..." Una madre asesinada junto a sus tres hijos: dos niños -uno de ellos todavía escolar- y una niña que debió de nacer en 1939, enferma de ra-quitismo, pero no importa, ahora ya está curada... No te aferres así a tu mamá, no se irá a ninguna parte... "¿Cuántas figuras?", grita el Scharführer desde el lindero. "Diecinueve", y en voz muy baja, casi para sus adentros, "personas muertas". Todos maldicen: ya ha pasado media jornada. La semana pasada, en cambio, abrieron una tumba de doscientas mujeres, todas jóvenes. Al retirar la capa superior de la tierra, se levantó un vapor gris sobre la tumba y los guardias se pusieron a reír. "¡Qué mujeres más calientes!" Sobre las zanjas por donde circula el aire colocan la leña seca, después los leños de roble -éstos arden bien-, luego los cadáveres de las mujeres; se añade leña, luego los cadáveres de los hombres, más leña, después otros restos de cuerpos, luego un tanque de gasolina, a continuación, en el centro, una bomba incendiaria; luego el Scharführer da una orden y los guardias sonríen por anticipado. Los Brenner cantan a coro: "¡La hoguera arde!". Después echan las cenizas en la fosa. De nuevo se hace el silencio; se mantiene, se vuelve más profundo. Después los condujeron a un bosque, esta vez no vieron un montículo en medio del claro verde; el Scharführer ordenó cavar un agujero de cuatro metros por dos; todos lo comprendieron, el trabajo había concluido: 89 pueblos, más 18 shtetl, más cuatro aldeas, más dos ciudades de distrito, más tres sovjoses (1), dos cerealistas y uno de leche; en total, 116 núcleos de población, los Brenner han desenterrado 116 túmulos... Mientras cava la fosa para él y sus compañeros, el contable Naum Rozemberg sigue calculando: la semana pasada 783, y el mes antes 4.826; un total de 5.609 cuerpos quemados. Calcula, calcula y el tiempo pasa sin que se dé cuenta, calcula la media de figuras -no, de cadáveres- en cada fosa: 5.609 entre el número de tumbas, 116; eso da una media de 48,35 cadáveres por fosa: redondeando, 48 cadáveres por tumba.

Si tenemos en cuenta que veinte Brenner han trabajado durante treinta y siete días, por cada Brenner eso da... "¡En fila!", grita el jefe de los guardias, y el Scharführer ordena: "In die Grube marsch!" (2). Pero él no quiere ser enterrado. Corre, se cae, se levanta, corre perezoso, el conta-ble no sabe correr, pero no han logrado matarle, reposa sobre la hierba del bosque, en silencio, y no piensa en el cielo que se alza sobre su cabeza, ni en Zlata, Zlátochka, a la que asesinaron cuando estaba en el sexto mes de gestación, está tendido en la hierba y calcula lo que no tuvo tiempo de calcular junto a la fosa: veinte Brenner, treinta y siete días, el total de días por Brenner... eso en primer lugar; ahora, en segundo, tiene que calcular la cantidad de leña por persona; tercero, hay que calcular el tiempo medio de combustión por una figura, cuánto...

(1) Acrónimo de sovétskoye joziáistvo. Explotación agrícola soviética.
(2) "Descended a la fosa."
Vida y destino, págs. 245 a 247.


 Las desapariciones 

Todo el mundo se acordaba de 1937, cuando casi a diario se citaban nombres de personas arrestadas la noche antes. La gente se telefoneaba para contarse las novedades: "Hoy por la noche se ha puesto enfermo el marido de Anna Andréyevna...". Le venía a la mente cómo hablaban por teléfono los vecinos sobre los que habían sido arrestados: "Se fue y no se sabe cuándo regresará". Volvían a aflorar los relatos sobre las circunstancias de los arrestos: "Llegaron a su casa en el momento en que estaba bañando al niño; lo apresaron en el trabajo, en el teatro, en plena noche...". Recordaban: "El registro duró cuarenta y ocho horas, lo pusieron todo patas arriba, incluso rompieron el suelo... Apenas han revisado nada; han hojeado los libros sólo para salvar las apariencias...".

Rememoraban a decenas de familias desaparecidas que nunca habían vuelto: el académico Vavílov, Vize, el poeta Osip Mandelstam, el escritor Bábel, Boris Pilniak, Meyerhold, los bacteriólogos Kórshunov y Zlatogórov, el profesor Pletniov, el doctor Levin...

Pero el hecho de que los arrestados fueran eminentes y conocidos carecía de importancia. La cuestión era que célebres o anónimas, modestas e insignificantes, aquellas personas eran inocentes, y realizaban su trabajo honestamente.

¿Es que todo aquello iba a comenzar de nuevo? ¿Era posible que después de la guerra a uno le tuviera que dar un vuelco el corazón cada vez que oía pasos en la noche, ante cada toque de claxon?

Vida y destino, pág. 581.

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HALLAZGOS ; LOS TESTIMONIOS RUSOS DEL SITIO A STALINGRADO

EL ARCA RUSA

Durante décadas, la batalla de Stalingrado fue el emblema de la crudeza del frente Este durante la Segunda Guerra: el invierno feroz que detuvo la invasión nazi, el cerco a la ciudad, las historias descarnadas de hambre, frío y muerte, la orden de Hitler de “no dar ni un paso atrás”, la “guerra de ratas” en la ciudad, el comienzo del colapso de la maquinaria militar del Reich... Durante 70 años se escribieron libros, se dieron interpretaciones, se usó como ejemplo del eclipsado sacrificio soviético en la victoria aliada, pero recién ahora se abre el archivo que quizá pueda contar de primera mano aquella batalla interminable considerada la más sangrienta de la humanidad: Los Protocolos de Stalingrado reúnen testimonios directos tomados con la pólvora aún en el aire y escondidos durante 70 años del mismo stalinismo que lo había encargado a un historiador judío.

Por Mariana Dimopulo

Stalingrado ardía en septiembre de 1942. Los alemanes dominaban la mayor parte de la ciudad en ruinas. El capitán Axionov, apenas llegado, fue trasladado a la zona de las fábricas para ver los pobres resultados de la resistencia rusa. En diciembre, cuando un grupo de historiadores de Moscú viajó a documentar la batalla que decidiría el destino de la Segunda Guerra, les dijo de su primer día: “Recorrí la línea del frente de combate y encontré una cantidad de cosas horribles. A fines de septiembre los alemanes habían bombardeado varios puntos de nuestra división y las refinerías, donde habíamos puesto parte de nuestra defensa. Había muchos muertos: en todos lados hombres sin enterrar, cadáveres en las trincheras, muertos civiles, mujeres y niños, cerca de los botes, de los edificios, en todas partes”.

Al igual que el capitán Axionov, otros cientos de soldados fueron entrevistados por una comisión de historiadores proveniente de Moscú. Los relatos espeluznantes de estos testigos y participantes de la batalla se descubrieron hace muy poco. Habían quedado en dos sótanos por setenta años, a resguardo de la censura soviética posterior. Ahora, ordenados y seleccionados por el historiador alemán Jochen Hellbeck, acaban de ver la luz en la editorial alemana Fischer bajo el título Los Protocolos de Stalingrado. En este documento único, que promete revolucionar la historiografía sobre la batalla más importante del siglo pasado, no se ocultan las falencias con las que luchó el Ejército Rojo: ni la falta de armas al principio de los enfrentamientos, ni el desconcierto de los que recién llegaban y eran puestos de inmediato a pelear, ni la poca instrucción de los refuerzos interminables que la comandancia fue suministrando a la ciudad a través del río, a falta de algo mejor. Fueron seis meses de lucha. Las grandes bajas se dieron sobre todo en septiembre y octubre, por los bombardeos de la Luftwaffe y la superioridad, perfeccionada en años de rearme secreto de los famosos tanques germanos. Pronto Hitler decretó su “ni un paso atrás” y Stalin hizo otro tanto.

La comisión de historiadores de Moscú, organizada por Izaak Minz, se había creado unos meses antes de la batalla de Stalingrado y tenía como meta redactar una crónica de la “Gran Guerra Patriótica”. Las pautas entregadas por Minz a los entrevistadores cerraban con la advertencia: “No ocultar dificultades y carencias. No embellecer la realidad. En todas las descripciones mantener rigurosamente la fidelidad a la verdad histórica”.

Hasta 1945 la comisión reunió enorme cantidad de documentación en varios frentes, pero en 1947 solo había logrado publicar una versión breve de la gran crónica, donde no se reproducían los protocolos, y donde Stalin se convertía, por arte de magia de la censura, en el único héroe y responsable de la victoria. Una segunda mala decisión había tomado Minz, además de su profesionalismo: era judío. Con la ola creciente de antisemitismo posterior a la guerra, perdió su puesto en la universidad y dejó la comisión. Pero antes puso Los Protocolos a resguardo, al enterarse de que el Ministerio de Defensa soviético preguntaba por el destino de los documentos. Minz sabía que si entraban en el archivo militar, desaparecerían quizá para siempre. Publicados en apretadas seiscientas páginas, puntualmente para el 70 aniversario, estos protocolos representan una novedad sin precedentes en la historiografía de la Segunda Guerra. Desde un principio, los relatos sobre la batalla se dedicaron a mostrar el cerco desde la óptica de los alemanes, convertidos en víctimas una vez que los rusos dieron vuelta la batalla y ellos empezaron a morirse de frío y de hambre. Hay testimonios, de cartas y diarios, donde se habla de días sin comer, de raciones de 50 gramos de pan. Eran unos 300 mil alemanes, y solo un tercio sobrevivió. Dice Axionov que mientras tomaban prisioneros, los rusos se burlaban del estado de los soldados alemanes: “Venían envueltos en cualquier cosa. Uno tenía una colcha alrededor de cada pie, otros, como los espantapájaros, venían encapuchados con sábanas”. Pero la invasión de Hitler, que había empezado en junio de 1941, le había costado a Rusia solo en los primeros meses no menos que tres millones, que murieron o pasaron a los campos de concentración alemanes.

Con la edición de Los Protocolos, Hellbeck se enfrenta a versiones como las del clásico Stalingrado (1998), del historiador inglés Anthony Beevor. En ese tipo de reconstrucciones hay una fascinación por la máquina destructora alemana, y un desconocimiento de los motivos de la victoria rusa. “Ese libro –dice Hellbeck– está saturado de clichés de propaganda antisoviética que se remontan a la época del Tercer Reich.” Lo mismo ocurre con los supuestos 13.500 soldados soviéticos ejecutados porque que se negaban a pelear. Hellbeck explica que la cifra hace agua: Beevor cita una fuente, un historiador militar, que no cita fuente alguna. De los nuevos documentos solo pueden deducirse unas trescientas ejecuciones. Pero por sobre todo, el hallazgo de los protocolos daría al fin respuesta a eso que nadie se supo explicar hasta ahora: ¿cómo fue que ganaron los rusos? Porque no solo ganaron la batalla más sangrienta, los seis meses de “guerra de ratas” en las ruinas de Stalingrado, sino la guerra misma, contra un enemigo que ninguno había podido frenar. Hoy se cree que sin la contraofensiva rusa y la entrada del Ejército Rojo a Berlín en 1945, Hitler no hubiera caído.

La respuesta es una sola: la política. Fue por obra del engranaje entre la sociedad y el partido que se formó esa valentía y esa voluntad de sacrificio del Ejército Rojo. Para entenderlo, asegura Hellbeck, hay que dejar de pensar al partido como una fuerza puramente represiva sobre los ciudadanos. “En el correr de la guerra, el partido pudo profundizar su influjo sobre el ejército, porque su trabajo político se adaptaba bien a la situación del soldado, y se volvía más realista.” Los guías políticos que trabajaban en el frente daban discursos apasionados en la trinchera y salían a pelear para mostrar cómo hacerlo. Llevaban un práctico maletín de “agitación”, que se abría como un cofre, con el juramento militar bordado en seda, los retratos de Lenin y Stalin, libros, panfletos y planos militares, además de un juego de dama y dominó. Durante el día se resistían hasta 25 ataques del enemigo, y no debía faltar la distracción, ni los 100 mililitros de vodka por cabeza.

Otro tanto hacían los periódicos del frente, que construían sus héroes día a día. Se recolectaban las historias de la jornada de lucha y se presentaban los personajes a imitar. Muchos soldados recibían un “diario personal”, aunque algo limitado en la redacción: lo único para anotar era la cantidad de alemanes abatidos. El tema del héroe fue central en el trabajo de agitación en el frente; pero no era un héroe individualista, se lo pensaba como parte de un colectivo, luchando por una causa políticamente justa. En cambio, según los soviéticos, los alemanes no mostraban ninguna de estas virtudes. Esto dejaba perplejos a sus interrogadores cuando caían prisioneros, esa pura “disciplina mecánica” alemana.

Hasta ahora, los pocos testimonios que existían sobre la Gran Guerra Patriótica habían sido descalificados como “ideológicos”. En la línea de Beevor, la historiadora Catherine Merridale muestra en La guerra de los Ivanes (2005), una historia social del Ejército Rojo, al soldado soviético como una víctima que ha sido engañada por el régimen y la propaganda. Para evitar esa influencia, Merridale decidió entrevistar a varios veteranos de guerra para su libro. Es más que irónico, dice Hellbeck, que finalmente también los haya dejado de lado, sacando la misma conclusión: los veteranos estaban sumergidos en una falsa conciencia que hacía inválidos sus testimonios. Hellbeck tiene su respuesta a esta trampa de querer separar la ideología de las experiencias de los soldados. Los que sigan sosteniendo que la población soviética solo era esclava del sistema, asegura, jamás se enterarán de por qué millones de rusos (se calcula que murieron unos veinticinco millones en toda la guerra) pelearon y trabajaron hasta caer rendidos para vencer a los alemanes.

Si no fuera por Los Protocolos de Stalingrado hubiera sido imposible reconstruir ese “clima político” del frente. El único libro que lo había hecho hasta ahora tenía una desventaja a la hora del testimonio histórico: era una novela. Es el Vida y destino de Vasili Grossman. También judío, Grossman cubrió varios frentes como corresponsal de guerra. Como lo muestran sus diarios (en los que basó su novela), estaba conmovido por la fuerza cohesiva de la batalla y la valentía de los soldados con los que había compartido la trinchera. Los ejemplos de su libro son muchos, y recuerdan a los de Los Protocolos: la secretaria del general que empieza a escribir un mensaje urgente en un refugio y es bombardeada, sobrevive y pasa a otro refugio para seguir escribiendo y es bombardeada, sobrevive, y al final lo termina en un tercero; el soldado que es trasladado herido al otro lado del Volga, se escapa, vuelve desesperado a pelear con su unidad. Y no es casualidad que el manuscrito de la novela de Grossman, que es la gran épica rusa de la guerra del siglo XX, haya corrido la misma suerte que los documentos reunidos por Isaac Minz. Solo se salvó de la destrucción por haber quedado oculto, colgado de un perchero, en la cabaña de un amigo lejano. El original, las otras copias y hasta la cinta de la máquina de escribir habían sido incautadas y destruidas por la KGB en 1961. Grossman, al igual que Minz, murió sin haber visto publicada su obra, que solo en los años ’80 pasó la frontera en un microfilm y fue publicada en ruso en Suiza.

Con su gran coro de voces, Los Protocolos siguen la tradición de la novela rusa clásica. Hellbeck los ordenó con distintos criterios: algunos más fragmentarios, otros se reproducen enteros, como el del propagandista que lee los informes del día traducidos al alemán, en el frente, tendido entre los muertos: “Los alemanes se acercaban rápido al megáfono. Por lo general no disparaban durante la emisión. Pero apenas terminaba empezaban de nuevo.” Estos testimonios van desde el de Chuikov, el general del ejército a cargo de Stalingrado, hasta la ayudante de cocina que queda en las ruinas de la ciudad y vive de los cadáveres de caballos congelados en las calles. El libro es también un gran retrato de la vida en combate. Hablan las enfermeras, encargadas de atender a los soldados caídos, vendarlos y transportarlos hasta la ribera del Volga. Se calcula que un millón de mujeres pelearon y trabajaron para el Ejército Rojo, y muchas como voluntarias. Habla también el oficial que queda solo con unos pocos soldados, es descubierto por el enemigo, tiene apenas un fusil y sale a pelear. También uno que reconoce haber sido un cobarde, y en seis meses haberse limitado a sobrevivir.

Pero hay más. Lo que decidió publicar en Los Protocolos de Stalingrado el profesor Hellbeck, que nació y estudió en Alemania y trabaja en Estados Unidos, es solo una parte de la documentación. Es posible que lo haya hecho precisamente en alemán, antes que en inglés, para apelar primero a un público que es heredero directo de los responsables de la invasión y que, ya desde los años ’50, acostumbra pensar en Stalingrado como una tragedia alemana. El resto del material, dice Hellbeck, será objeto de sus próximas investigaciones. Muchas veces, la comisión de historiadores llegaba a los pueblos y las ciudades liberadas muy poco después de la retirada de la Wehrmacht. Se trata de una fuente de información única para retratar la ocupación nazi. Un tema que en Alemania nunca dejó de verse como una mezcla de error histórico y conquista fallida.

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LAS GUERRAS DE TODA LA VIDA 

Una recuperación muy parcial de Vasili Grossman


Hace veintiún años, en 1985, la editorial Seix Barral, entonces dirigida por Mario Muchnik, publicó Vida y destino, de Vasili Grossman. Ochocientas páginas en letra pequeña, tal vez el doble en un cuerpo más legible. Me correspondió el honor de leer las galeradas.

Yo no tenía la menor idea de quién había sido Grossman, apenas se esbozaba la perestroika y empezaban a aparecer autores rusos hasta la fecha ignorados en Occidente, de modo que me enfrenté a la tarea con desconfianza. Ahora, con un ejemplar delante, veo una errata en la segunda línea, y sospecho que debe de haber más: lo más probable es que no haya hecho bien mi trabajo, que me haya dejado llevar por el texto desde el principio. Cuando terminé, no tenía la menor duda de que aquella era una de las mayores novelas que había leído en mi vida. Con el tiempo, me enteré de que lo mismo les había sucedido a Luis Mateo Díez, a Ruiz Zafón, a Daniel Pennac y a otros escritores respetables.
La traducción era de Rosa M. Bassols, una profesional de prestigio, pero había sido hecha a partir del francés. Me pareció un dato menor, puesto que las mejores versiones de Dostoyevski antes de Augusto Vidal habían sido las de Ricardo Baeza, que las hacía a partir del inglés. Por otra parte, estaba la sentencia de Mairena, que imaginaba lo grande que debía de ser Tolstoi cuando lo leíamos traducido del alemán al francés y del francés al español por los traductores peor pagados de Cataluña, y aun así seguía siendo grande. No sé si una traducción del ruso mejoraría mucho aquella versión. Debo decir que en una muy elogiada nueva traducción de La montaña mágica me he encontrado con la expresión "en directo", procedente de la jerga de la televisión y, por tanto, tan ajena al universo de Thomas Mann como internet: a saber qué habría puesto el hombre en alemán.
Después de aquello, dediqué muchos esfuerzos a convencer a todos los editores con los que he trabajado, y han sido muchos, de la conveniencia de reeditar Vida y destino. Sin éxito. Los editores pequeños, acogotados por la distribución y el miedo al error, ven horrorizados la extensión de la novela, calculan en segundos la inversión que requeriría y se retiran a un rincón a secarse el sudor de la frente. Los grandes, que no se asustan por nada, se apartan como de la lepra de un libro que no va a vender más que cinco mil ejemplares, tal vez el doble en unos años: para eso hay que tener fondo, catálogo y coraje. Mejor hacer frangollos históricos de rentabilidad rápida.
O sea que no tenemos edición viva en español de una de las mayores novelas del siglo XX en cualquier lengua. Y tampoco tenemos una traducción del Libro negro, la gran obra de Grossman e Ilya Ehrenburg, con la colaboración de más de veinte escritores, sobre el antisemitismo en la URSS, complemento indispensable del libro de Hilberg La destrucción de los judíos de Europa. Pero ahora disponemos de un libro de Antony Beevor y Luba Vinogradova, que figuran como editores de textos de Grossman pero que en realidad han escrito su propia obra en torno de fragmentos de crónicas y cartas del autor ruso: Un escritor en guerra. Vasili Grossman en el Ejército Rojo, 1941-1945.
Vasili Grossman.El resultado podría ser peor, pero hubiese sido mejor una compilación de artículos y de cartas sin la intervención de una voz narradora externa. Claro que en ese caso tal vez no contáramos con el volumen, porque el que vende libros no es Grossman sino Beevor. A Grossman no lo conoce nadie.
Era un judío ruso, que vivió desde 1905 hasta 1964, lo cual es en sí mismo una historia: ni siquiera atisbó el final del comunismo, y murió tratando de explicarse el antisemitismo críptico y ambiguo de Stalin y de sus sucesores, y convencido de que su novela más importante jamás se publicaría íntegra. No fue capaz, como Ehrenburg, de negociar con el régimen y pasar por escritor oficial sin llegar a serlo jamás realmente. Al padrecito no le importaban mucho las categorías a la hora de ordenar un asesinato, de modo que las razones por las que Ehrenburg, judío y embajador cultural soviético en el mundo, eludió el Gulag y llegó a viejo serán un misterio para siempre.
Pero hay un elemento que habitualmente no es tenido en cuenta: al menos hasta después de la guerra, hombres como Ehrenburg o Grossman creían en la posibilidad del comunismo, veían a Stalin pero lo consideraban una etapa a superar y, a partir de 1941, fueron ardientes patriotas rusos decididos a defender su tierra ante la agresión alemana. El propio dictador puso las cosas en su sitio al hablar de "la Gran Guerra Patria".
Grossman pasó toda la guerra como periodista en diversos frentes, empezando por Stalingrado, cuya defensa es uno de los ejes de Vida y destino y el tema único de su novela Por una causa justa, y terminando en la caída de Berlín, donde quedó "fascinado por el comportamiento del enemigo derrotado, por lo dispuesto que parecía a obedecer las órdenes de las nuevas autoridades y lo insignificante que había sido la resistencia partisana, a diferencia de lo sucedido en la Unión Soviética", según Beevor, quien parece olvidar que la toma de la ciudad costó 100.000 bajas a los rusos. Eisenhower había evaluado con precisión ese precio antes de que la batalla tuviera lugar: decidió permitir que la labor recayera sobre los rusos porque él no se podía permitir ese número de cadáveres en sus propias filas.
De los textos de Grossman no se desprende en absoluto esa fascinación por el comportamiento de los alemanes. Ésta es la tragedia de Un escritor en guerra: Beevor proporciona un marco propio a las palabras de Grossman, cronista muy objetivo, y les da un sentido que no tenían en su origen. Yo recomendaría leer a Grossman haciendo caso omiso del relato de Beevor. Daré un ejemplo:
El parque zoológico. También hubo combates allí. Jaulas rotas, cadáveres de monos, aves tropicales, osos, la isla de los babuinos; los pequeños se agarran al vientre de sus madres con sus diminutas manos.
Conversación con un anciano. Ha cuidado a los monos durante treinta y siete años. Contempla el cadáver de un gorila muerto en una jaula.
– ¿Era un animal feroz? –le pregunto.
– No, sólo rugía mucho. La gente es mucho peor –responde.
Eso es Grossman en estado puro; traducido del inglés al que lo ha volcado Beevor.
En el epílogo del libro, obra exclusiva de Beevor y Vinogradova, titulado 'Las mentiras de la victoria', se pretende narrar las circunstancias de la elaboración del Libro negro y su destino bajo la represión zhdanovista, y la historia del manuscrito de Vida y destino. Dicen Beevor y Vinogradova que éste le había sido entregado por Grossman a "un amigo", pero no dan su nombre, perfectamente conocido: Semión Lipkin. Andrei Sajarov lo microfilmó, cosa que ellos ponen en duda, y Vladimir Voinovich, cuya obra maestra, Vida e insólitas aventuras del soldado Iván Chonkin, he tenido el enorme placer de prologar recientemente para Libros del Asteroide, "pasó de contrabando el microfilme a Suiza".
Detalle de la portada de una edición francesa de VIDA Y DESTINO.En realidad, Voinovich no estaba en mejor situación que Grossman, y sus posibilidades de pasar los microfilmes a Suiza no eran mayores que las de su colega, salvo por el hecho de haberlo sobrevivido. Tardó años en lograrlo, y el logro formó parte de su exilio. Insisto: que aproveche el lector esta ocasión para leer fragmentariamente a Grossman, pero que se cuide del contexto.
Terminada la contienda, a Grossman no le cayó encima el Gulag, sino la muerte civil, un concepto mussoliniano bien asimilado por el régimen soviético (y que asoma en el horizonte español de hoy): vives pero no vives; escribes pero no publicas (un director de editorial, estatal, claro, le dijo que para que se pudiera publicar Vida y Destino tenían que pasar doscientos años, prueba de confianza en la perdurabilidad de la novela, pero también en la perdurabilidad del comunismo); te casas y tienes hijos pero estás lejos de la familia ("Estoy deseando verte, pero no será posible hasta que los jefes me convoquen de nuevo", escribe Grossman a su padre); la gente desaparece a tu alededor sin explicaciones y sin que puedas reclamar a nadie.
La prima de Grossman, Nadiezhda Almaz, cuentan Beevor y Vinogradova, fue detenida y acusada de trostskismo, el peor de los crímenes posibles en aquel tiempo. Grossman fue interrogado por el OGPU. Ambos tenían relación con Victor Serge, que consiguió huir de la URSS en 1936 y murió en México en 1947, uno de los críticos más implacables del stalinismo.
"[Almaz y Grossman] tuvieron mucha suerte. Nadia Almaz 'sólo' fue condenada a un corto periodo en un campo de trabajo que la apartó del peligro durante el Gran Terror de finales de la década. Grossman no resultó afectado; su suerte habría sido muy diferente si los interrogatorios hubieran tenido lugar cuatro años más tarde. Para un escritor, especialmente tan veraz y políticamente ingenuo como Grossman, la vida durante la segunda mitad de la década de 1930 no fue fácil. Fue un milagro que sobreviviera a las purgas, lo que Ilya Ehrenburg llamó más tarde una lotería", explican Beevor y Vinogradova, llenos de una extraña benevolencia hacia los primeros años 30: lo único cierto es que fue una lotería, porque la situación represiva general, maravillosa y terriblemente descrita por Martin Amis en Koba el Temible, era espeluznante, como lo había sido siempre, aunque haya habido un crescendo en la furia indiscriminada del ex seminarista georgiano. Y, por supuesto, no mejoró en los 40 y hubo que esperar al XX Congreso del PCUS, en 1956, para que algo cambiara, aunque Kruschev no liquidara el Gulag.
Estamos ante un libro que es pero no es. No es de Grossman, ni es totalmente de Beevor. Hay en el fondo de todo una intención reivindicativa respecto de la URSS, desarrollada subrepticiamente a través del elogio de una de sus víctimas, que parece no haberlo sido tanto, puesto que no fue enviado a Siberia, ni torturado físicamente, ni fusilado. Al leerlo, se tiene la impresión de que entre 1917 y 1986 tuvo lugar un proceso con un pico especialmente duro en la segunda mitad de los 30 y una cierta liberalización posterior. Pero no fue así: la lotería salvó a Grossman de la muerte, mas no de la tortura moral del silencio.
Habrá que seguir esperando para leer a este hombre sin intermediarios.
ANTONY BEEVOR Y LUBA VINOGRADOVA (EDS.): UN ESCRITOR EN GUERRA. VASILI GROSSMAN EN EL EJÉRCITO ROJO, 1941-1945. Crítica (Barcelona), 2006; 480 páginas.


http://www.libertaddigital.com/opinion/libros/una-recuperacion-muy-parcial-de-vasili-grossman-1276232399.html

Carl Jung (Inconsciente colectivo) y 14 libros para descargar gratis

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El final de las obras completas del padre de la psicología profunda coincide este año con la conmemoración del centenario de su aportación más célebre al siglo XX, el inconsciente colectivo

JUAN ARNAU

9 DIC 2016 -







El inconsciente colectivo cumple 100 años, aunque al parecer lleva funcionando desde el origen de los tiempos. La idea la formuló Carl Jung en 1916, inspirado en el inconsciente personal de Freud. Frente al creciente individualismo urbano, fue invención campesina, del hijo de un párroco rural que creció al abrigo de los bosques y las montañas. El inconsciente colectivo es algo así como una patria común y desconocida, se manifiesta aquí y allá, entonces y ahora, y es razonable pensar que lo seguirá haciendo. Para desarrollar la idea, Jung, de quien Trotta acaba de culminar su Obra Completa en 18 volúmenes con la publicación de Investigaciones experimentales, utilizó el concepto de arquetipo, una imagen que pertenece al tesoro compartido de la humanidad, que sobrevuela los climas y las épocas y que, siendo arcaica y primordial, puede adherirse al individuo sin pasar por una cultura particular. El arquetipo es una imagen con alto contenido emocional que nos ayuda en nuestra educación sentimental y a ordenar los tipos humanos. Ahora que las emociones vuelven a estar de moda (quizá porque la hora del puritanismo ha tocado a su fin, quizá porque resultan rentables en este capitalismo tardío que nos ha tocado vivir), es buen momento para hablar de ellas.
Carl Jung lee en su casa en Küsnacht (Suiza) en 1949. DMITRI KESSEL (GETTY)


El poder del arquetipo no radica únicamente en la emoción, sino en que expresa al mismo tiempo un instinto biológico y espiritual (desvelado en el símbolo). De ahí su vinculación con la imaginación y su capacidad para raptar la voluntad. La tendencia humana a formar arquetipos es tan natural como la de los pájaros a construir nidos. Los arquetipos no se enseñan en las escuelas, sino que venimos con ellos al mundo (el viejo tema del innatismo). Son la expresión instintiva de la especie. Sus formas y figuras son interminables, nunca llegaremos a comprenderlos del todo y, aunque llegásemos a identificarlos, no agotaríamos sus significados. Se encuentran en las mitologías, los cuentos y las leyendas antiguas, pero también en las fantasías de hoy. Impresionan y fascinan porque pertenecen a la estructura heredada de la psique y porque, en un nivel más profundo, son órganos de percepción psíquica esenciales para el desarrollo espiritual. Para Jung la sabiduría consiste en armonizar lo consciente y lo inconsciente. Esa es la misión trascendente de la psique, el fin último del individuo: la superación del yo y la conquista del sí mismo (Selbst). Una conciliación de los opuestos que encuentra expresión simbólica en el Niño, el Círculo o el Mandala.

Carl Jung en torno a 1960.
HULTON ARCHIVE (GETTY)



Jung no fue un escritor de la talla de Freud, tampoco fue un filósofo o un teólogo, sino un médico preocupado por las afecciones psíquicas. Consideraba que el alma era religiosa por naturaleza y que las neurosis de la madurez se debían al olvido de esa condición original. Como investigador científico, tenía prohibido hablar de Dios, y aunque fue un disidente de las religiones dogmáticas, nunca ocultó sus experiencias inmediatas con “algo que vive y permanece bajo el eterno cambio”. Como William James, fue sensible a los abismos que acechan a la psique, al aspecto perturbador y oscuro del inconsciente colectivo, que ponían de manifiesto que no siempre es posible controlar el propio itinerario mental. Individualmente, la personalidad se desarrolla a partir de elementos inconscientes, mientras que en el ámbito histórico y colectivo, lo inconsciente pugna por llegar a ser acontecimiento. Jung estaba convencido de que el análisis de ambos procesos lo realizaba mejor el mito que la ciencia, y en este sentido fue, en la era del positivismo, un defensor del humanismo.

No fue un escritor de la talla de Freud, 
sino un médico preocupado por 
las afecciones psíquicas

La psique, con sus hondos abismos y alturas vertiginosas, aparece como un mundo inespacial que contiene una cantidad incalculable de imágenes, condensadas orgánicamente durante millones de años de evolución. Dentro de ese amplio panorama, la conciencia puede reconocer bien poco, y lo inconsciente constituye una influencia poderosa que puede apoderarse de la voluntad, arruinar la propia vida o transformar el mundo. Podemos interpretarlas mejor o peor, pero no podemos negar su influencia. Cuando Jung comprende que no puede tratar las psicosis latentes si no entiende su simbolismo, se consagra al estudio de la mitología. Descubre una serie de verdades que le acompañarán el resto de su vida: que el alma es más complicada e impenetrable que el cuerpo, que el alma no es un problema personal sino del mundo, que el peligro que a todos amenaza no proviene de la naturaleza sino del hombre y que es imprescindible que el psicoterapeuta se comprenda a sí mismo para curar al otro. En el análisis entra en liza todo el hombre y en las grandes crisis no se puede nadar y guardar la ropa, el médico ha de entregarse con todo su ser y en algunos casos no es posible la cura sin renunciar a uno mismo.

 En la mente de Carl Jung

Durante años estudiará a fondo la alquimia, así como las tradiciones gnósticas y neoplatónicas. En ellas encontrará el principio femenino que no halló en el mundo patriarcal de Freud. Entonces constata que la psicología analítica concuerda con los mitos y arquetipos de la tradición alquímica. Para Jung los sueños, las visiones y los presentimientos no sólo compensan y equilibran la actividad de la vigilia, sino que dialogan con una “realidad” de la que no puede dar cuenta la causalidad física, sino que depende de los procesos arquetípicos del inconsciente. El tiempo deja de ser abstracto y homogéneo y, como en Bergson, pasa a convertirse en una entidad cualitativa: épocas negras, periodos brillantes. En el inconsciente colectivo se relaja la rigidez del espacio y del tiempo, lo que hace posible el fenómeno de la sincronicidad, que descubre tras el suicidio de un paciente y sobre el que profundizará en su relación epistolar con el premio Nobel de Física Wolfgang Pauli (una amistad que merecería un artículo aparte). Como en la mecánica cuántica, entonces en ciernes, la sincronicidad supone un cuestionamiento radical de las concepciones tradicionales del espacio y el tiempo, hace posible que en lugares distantes aparezcan los mismos símbolos o estados psíquicos de manera simultánea. Algo que no es raro de observar en situaciones arquetípicas como la muerte.

Tras su enfermedad de 1944, Jung barajó la idea de que alguien en otro mundo meditaba su forma terrena. Un presentimiento que evoca ese “alguien me deletrea” del poema de Octavio Paz, o aquel chamán del cuento de Borges que intenta crear un hombre soñándolo. Tuvo la sensación de que había alguien que adoptaba la forma humana para adquirir una existencia tridimensional, “como quien se pone un traje de buzo para sumergirse en el mar”. En otro lugar dirá: “No somos nosotros los que hacemos un sueño o un accidente, sino que surge de algún lugar a partir de sí mismo”. El inconsciente era el generador de la persona empírica, siendo aquel el espíritu rector (lo real) y éste una ilusión.

Durante años estudiará a fondo 
la alquimia, así como las tradiciones 
gnósticas y neoplatónicas

Cuando se aproximaba su muerte, Jung pudo hablar con más libertad de sus visiones y, como los antiguos profetas, insistió en su belleza e intensidad. ¿Es razonable pensar que fue un charlatán? Hay indicios suficientes para responder negativamente a esta pregunta. Cuando emergía de dichas experiencias, la ciencia le parecía “un lúgubre sistema de celdas y un horrible disparate”. Tenía entonces la sensación de que la vida era sólo “un fragmento de la existencia” y lamentaba que la razón crítica hubiera hecho desaparecer el sentido de la trascendencia, dado que el individuo moderno sólo se identifica con su parte consciente. Mantuvo cierto escepticismo respecto a los mitos, de los que “no podemos saber si tienen alguna validez por encima de su valor de proyecciones”, e insistió en la fragilidad de las certezas y lo limitado de la condición humana. Le interesaron los fantasmas, pero dejó abierta la cuestión de si debían identificarse con el muerto o eran una proyección del vivo. Tenía claro que tras la muerte no se desvelaba el enigma de la existencia, pues los muertos preguntaban como nosotros, y aunque admitió que no todo el mundo necesitaba la inmortalidad, creyó necesario formarse una opinión sobre el asunto. Renunció a poner por escrito sus “revelaciones”, reconociendo simplemente que vivía en un mito que le permitía plantear dichas cuestiones. Jung tuvo claro, como el budismo, que somos el vector donde confluye el patrimonio de nuestros antepasados y que, cuando muramos, nuestros hechos nos seguirán. Que nuestra psique continúe existiendo tras la muerte no implica necesariamente que algo de nosotros se conserve eternamente. Asumió que cada ser humano es una pregunta dirigida al mundo y que él debía aportar su propia respuesta.

Investigaciones experimentales. Obra completa. Volumen 2. Carl Gustav Jung. Traducción de Carlos Martín Ramírez. Trotta, 2016. 680 páginas. 52 euros.

La Obra completa se compone de 18 volúmenes (dos de ellos dobles).

Juan Arnau, ensayista, astrofísico y doctor en filosofía sánscrita, es autor de La invención de la libertad (Atalanta).

http://cultura.elpais.com/cultura/2016/12/09/babelia/1481283788_980535.html?rel=lom



Ilustración de la estructura del infierno según la Divina comedia de Dante Alighieri, por Sandro Botticelli (entre 1480 y 1490). De acuerdo a Carl Gustav Jung, el infierno representa en todas las culturas el aspecto perturbador de lo inconsciente colectivo.



Lo inconsciente colectivo es un término acuñado por el psiquiatra suizo Carl Gustav Jung, quien postuló la existencia de un sustrato común a los seres humanos de todos los tiempos y lugares del mundo, constituido por símbolos primitivos con los que se expresa un contenido de la psique que está más allá de la razón.Según indicó su propio autor; el concepto, más allá de su denominación propia del campo de la psicología, es semejante a otros que se hallan presentes en el trabajo de Lucien Lévy-Bruhl, Henri Hubert & Marcel Mauss y Adolf Bastian. 




Introducción

Lo inconsciente colectivo transciende lo inconsciente personal, que también estudió Sigmund Freud, con quien estuvo relacionado Jung en los primeros años del siglo XX, hasta la ruptura a causa de divergencias acerca de éste y otros aspectos.
Jung escribió numerosas obras sobre la idea de los arquetipos inconscientes y ancestrales, entre ellas Formaciones de lo inconsciente, Psicología y simbología del arquetipo, Arquetipos e inconsciente colectivo y Psicología y alquimia. Poco antes de su muerte, aceptó realizar un trabajo de divulgación de sus ideas que se publicó con el título de El hombre y sus símbolos. En esta obra comienza por diferenciar el signo del símbolo en el lenguaje humano. Sostiene que el símbolo es una palabra o una imagen cuando representa algo más que su significado inmediato y obvio. En este último caso es sólo un signo. El aspecto inconsciente del símbolo nunca está definido con precisión ni puede esperarse que lo esté. En la medida en que el arquetipo expresa lo indeterminable, ninguna determinación ligada a la psique consciente podrá suplirlo. El hecho de que se refiera a algo más allá de la razón explica que las religiones usen un lenguaje simbólico y que Jung se haya interesado por las religiones y la mitología, al punto de que muchos autores lo consideraron un místico.

Los arquetipos

Las ideas de Jung sobre los remanentes arcaicos, a los que él llamaba arquetipos o imágenes primordiales, fueron malinterpretadas en muchas ocasiones. Los arquetipos expresan los instintos en un sentido biológico, pero al mismo tiempo comprenden el lado espiritual. Se manifiestan en fantasías y revelan su presencia sólo por medio de imágenes simbólicas. El contenido de los sueños es siempre simbólico. El término arquetipo fue entendido como referido a motivos o imágenes mitológicos diferenciados. Jung se encargó de aclarar que si fueran diferenciados serían conscientes. Los arquetipos son en realidad una tendencia a formar representaciones sobre un modelo básico que afecta emocionalmente a la consciencia. Algunos motivos principales son el ánima, o principio femenino, y el ánimus, principio masculino. La sombra es el lado inconsciente de la personalidad, mientras el sí-mismo es la totalidad, parte consciente e inconsciente.
La tendencia a las representaciones arquetípicas es tan evidente en los humanos "como el impulso de las aves a formar nidos". No se adquiere con la educación ni en contacto con la cultura sino que es innata y hereditaria. Los arquetipos se observan en todas las épocas y culturas como manifestación instintiva de la especie, al igual que los instintos se transmiten de un individuo a otro, surgen las fantasías que esos instintos generan, así como la sombra acompaña al cuerpo. Este punto fue motivo de las mayores controversias.
El simbolismo de la muerte, los demonios, dragones y serpientes, círculos y triángulos, el ave como símbolo de liberación y de trascendencia, la peregrinación, el mito del héroe y una serie larguísima de otras figuras habitan lo inconsciente colectivo y constantemente acuden a la consciencia sin que sepamos interpretarlos, con infinitas variantes de formas y detalles. Lo perturbador de los arquetipos es que no llegamos a conocerlos del todo. Y más perturbador resulta el hecho de que, aun conocidos, nunca agotan su significado. Sin embargo, para Jung, el sentido de armonía se consigue mediante la unión consciente de los contenidos inconscientes de la mente. Esa es la "función trascendente de la psique", con la que se supera el yo para conquistar la plenitud del individuo.

Un ejemplo

En 1906 Jung cita la fantasía de un esquizofrénico paranoide internado hace años.1 Su enfermedad se retrotraía a su juventud y era considerada incurable. Cursó en una escuela del Estado y llegó a trabajar en una oficina. No disponía de especiales cualidades ni Jung versaba por entonces en mitología ni arqueología.
Cierto día halló a su paciente de pie junto a la ventana. Giraba la cabeza y guiñaba los ojos a la vista del sol. Al unísono solicitó de su psiquiatra que repitiese lo mismo para ver algo de suma importancia. Asombrado de que Jung no percibiese nada especial, éste le cuestionó acerca del contenido subjetivo de su visión.
Seguramente usted ve el pene del sol; cuando yo muevo la cabeza de un lado a otro, se mueve también y eso es de donde viene el sol.
Al no entender absolutamente nada de lo expresado, Jung se limitó a tomar buena nota del episodio.2
Años más tarde, Jung halló durante sus estudios de mitología, un libro del filólogo Albrecht Dieterich -publicado en 1910- que contenía un papiro mágico de la Biblioteca Nacional de París. En él Dieterich creía haber descubierto una liturgia mitraica.3
Extrae pneuma de sus rayos luminosos aspirando tres veces, lo mejor que puedas, y te verás a ti mismo aligerado, y que te elevas a la altura, de manera que te parecerá estar en medio del aire. No oirás a nadie, ni hombre ni otro ser viviente, ni verás a ninguno de los mortales que estén sobre la tierra en aquel momento, pero verás todo lo inmortal.
Observarás la divina posición de aquel día y de aquella hora; y a los dioses que recorren el polo los verás a unos subir al cielo y a otros bajar: la marcha de los dioses visibles se hará manifiesta a través del disco, mi padre, el dios, e igualmente el llamado aulós, el principio del aire que presta servicio; porque verás un tubo que cuelga del disco solar. Hacia la región del Suroeste lo verás de una longitud ilimitada como viento del Este, si es que ha sido asignado a la región del Oeste, e igualmente en sentido contrario, si ha sido asignado a la región de aquél, verás el giro del espectáculo (el Aulós).

Jung se percató a posteriori de que la edición de 1910 era la segunda. Existía una primera edición de 1903. El paciente fue internado sin embargo previamente a esta fecha.


  1.  C. G. Jung. O.C. I2. Psicología y alquimia. Introducción a la edición española, página XI.
  2. Volver arriba C. G. Jung. O.C. 9/I. Los arquetipos y lo inconsciente colectivo.
  3.  2. El concepto de inconsciente colectivo, 49-50, § 104-105.
  4. Volver arriba3 ↑ Textos de magia en papiros griegos. Papiro IV, Liturgia de Mitra, 114, § 540-555.

(https://es.wikipedia.org/wiki/Inconsciente_colectivo)


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27 nov. 2015 - Carl Gustav Jung (Kesswill, 1875 – Küssnacht, 1961) fue uno de los más importantes ... La interpretación de la naturaleza y la psique.pdf.

ZYGMUNT BAUMAN“Para aquellos que han sido abandonados, los bárbaros son los salvadores”

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ZYGMUNT BAUMAN / SOCIÓLOGO

“Para aquellos que han sido abandonados, los bárbaros son los salvadores”
GIULIANO BATTISTON (SOCIAL EUROPE)

11 DE ENERO DE 2017



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Para Zygmunt Bauman, decano de los sociólogos europeos y uno de los pensadores contemporáneos más influyentes, la victoria electoral de Donald Trump es un síntoma preocupante: refleja el divorcio entre el poder y la política del que deriva un vacío que tiende a ser colmado por quienes prometen soluciones fáciles e inmediatas a problemas complejos y sistemáticos, echando mano de la rica reserva de la retórica populista.
Trump --explica Bauman a L’Espresso-- ha sabido jugar hábilmente la carta del forastero y del hombre fuerte, combinando una política discriminatoria con el énfasis en las angustias económicas de los ciudadanos americanos, derivadas del paso de un modelo económico inclusivo a un modelo que excluye, margina y crea verdaderos exiliados. Trump se ha presentado como antídoto a la incertidumbre de nuestros tiempos, pero en realidad es un veneno —según Zygmunt Bauman— por el cual la victoria del empresario estadounidense parece predecir el riesgo de que los mecanismos tradicionales de tutela democrática sean sustituidos por la “aglutinación del poder en modelos autoritarios”.


La respuesta mayoritaria entre la “izquierda liberal”, tanto en Europa como en Estados Unidos, frente al éxito electoral de Donald Trump es el miedo. “Es un momento de grandes riesgos”, “la victoria de Donald Trump cuestiona el modelo democrático occidental”, nos llevará “a una nueva etapa política, una política posneoliberal, posfin de la historia, que ningún otro presidente imaginable”, “la elección de Donald Trump como presidente es nada más y menos que una tragedia para la república estadounidense, para la Constitución…”. ¿Está de acuerdo con este tipo de respuesta apocalíptica?


Las visiones apocalípticas afloran siempre que la gente penetra en el “gran territorio desconocido”: estar seguro de que nada, o no mucho, seguirá siendo como hasta ahora, y que no se tiene ningún indicio sobre lo que puede suceder o sobre lo que posiblemente sustituirá lo que dejamos atrás.
Las reacciones a la victoria de Trump, como bien sabe, fueron instantáneas y prolíficas, pero sorprendentemente todas fueron consensuales, muy parecido a lo que sucedió en el caso del brexit, e interpretaron el voto por Trump como una protesta popular contra el poder establecido y contra las élites políticas del país, hacia las cuales una gran parte de la población ha madurado una creciente frustración por haber desatendido las expectativas y por no haber mantenido las promesas realizadas. No sorprende que tales interpretaciones hayan sido comunes entre los liberales, que son los que tienen los mayores intereses en mantener las actuales estructuras de poder.

ESTAMOS SIENDO TESTIGOS DE UNA EVISCERACIÓN DE LOS PRINCIPIOS DE LA DEMOCRACIA QUE PENSÁBAMOS QUE ERAN INTOCABLES

Al no ser parte de la élite, ni haber ocupado nunca un cargo electo, venir de “fuera del aparato político establecido”, y haberse enemistado hasta con el partido del que era oficialmente miembro (desde 2009, cuando se reincorporó a sus filas después de pasar cinco años con los demócratas), Trump representaba una oportunidad magnífica y única para realizar una condena sin apelaciones a todo el sistema político en su conjunto. De igual manera que el referéndum británico en el que todos los partidos políticos principales (conservadores, laboristas y liberales) se unieron para pedir el voto de permanencia y, por tanto, los ciudadanos pudieron usar su voto para expresar su disgusto por el sistema político al completo.
Otro factor complementario ha sido el llamativo afán de la población por reemplazar las constantes aunque ineficaces e impotentes rencillas parlamentarias por la voluntad indómita e inexpugnable de un “hombre fuerte” (o mujer) con determinación y capacidad para imponer de inmediato, sin titubeos ni dilaciones, soluciones rápidas, atajos y verdaderas decisiones personales. Trump ha construido de manera muy hábil su imagen pública como la de una persona con las cualidades que soñaba una gran parte del electorado…
Seguramente, estos no son los únicos factores que han contribuido al triunfo de Trump, pero son sin duda cruciales. La pertenencia de Clinton durante treinta años a la élite dominante, además de su agenda vaga y fragmentada, han jugado en contra de la popularidad de su candidatura.
Lo que yo creo es que estamos siendo testigos de una evisceración de los principios de la democracia que pensábamos que eran intocables, aunque no creo que el término en sí vaya a desaparecer como denominación de un ideal político, ese “significante” como lo habría definido Ferdinand de Saussure, ha absorbido y continúa generando múltiples y diferentes “significados”. Sin embargo, existe una posibilidad real de que los tradicionales mecanismos de salvaguarda (como la división de Montesquieu en tres poderes autónomos, legislativo, ejecutivo y judicial, o el sistema británico de “checks and balances”) pierdan aceptación por parte del público, sean despojados de su significado y sean reemplazados explícitamente o de hecho por una concentración de poder según un modelo autoritario o incluso dictatorial. Los casos que has nombrado son algunos de los numerosos síntomas de una tendencia, por decirlo de alguna manera, a retirar el poder de las nebulosas cumbres elitistas en las que ha estado instalado o donde ha sido arrastrado y traerlo de nuevo a “casa”: es decir, a una comunicación directa entre la persona fuerte situada a la cabeza y el agregado de sus seguidores/sujetos que cuentan con las “redes sociales” como instrumento para adoctrinar y  sondear la opinión.

Aunque Trump insistió en temas raciales y en un nacionalismo insular y discriminatorio, no fue el único punto en el que basó su apelación. Muchos analistas han subrayado que, aparte de una serie de actitudes regresivas hacia la diferencia, la carta más fuerte de Trump ha sido la ansiedad económica de los ciudadanos estadounidenses que se han sentido marginados por la globalización. Los dos aspectos, ansiedad económica y ansiedad hacia los Otros, ¿están relacionados? Y si así es, ¿de qué manera?

El truco ha sido conectar ambos, hacer que fueran uno solo, que fueran inseparables y se reforzaran recíprocamente. Y esto es precisamente lo que Trump, un genio de los embustes (aunque no sea el único en el panorama político mundial), ha sido capaz de conseguir. Me animo incluso a ir un paso más allá del manido matrimonio entre política identitaria y ansiedad económica, para sugerir que ha sido capaz de condensar todos los aspectos y sectores de la incertidumbre existencial que persigue a lo que queda de la vieja clase trabajadora y antigua clase “media”, y adoctrinar a los que sufren con la idea de que la expulsión de los extranjeros, de todos los que son étnicamente distintos, de los extranjeros recién llegados, representa la tanto añorada “solución urgente” que podría acabar de un solo golpe con toda su ansiedad e incertidumbre.

Algunas de las personas que votaron por Trump pertenecen a la categoría de los “expulsados”: aquellos que formaban parte de un “contrato social” y que han sido marginados o expulsados por la fuerza, junto con los jóvenes y aquellos que nunca han formado parte y dudan de que algún día formarán parte en el futuro (lo que Boaventura de Sousa Santos llama “pos y pre contractualismo”). ¿Está de acuerdo con esos académicos, como Saskia Sassen, que dicen que la victoria de Trump representa el fin del modelo económico inclusivo de posguerra, keynesiano, que será sustituido por otro modelo marcado por una tendencia opuesta, excluyente?

EN UNA SOCIEDAD EN LA QUE CADA VEZ MENOS PERSONAS RECUERDAN DE PRIMERA MANO LO QUE SIGNIFICABA VIVIR EN UN RÉGIMEN TOTALITARIO, EL “HOMBRE FUERTE” NO SUPONE UN VENENO

La transición de una visión del mundo, de una mentalidad y de una política económica inclusiva a una exclusiva no es algo nuevo. Esta transición se ha sincronizado estrechamente con otro salto cualitativo, el de una sociedad de productores a una sociedad de consumidores, que no habría sido posible sin la marginación, o más bien sin la creación de una “clase inferior” que no solo ha sido degradada con respecto a la sociedad de clases, sino que ha sido completamente exilada, una especie de “consumidores fallidos” tan excluidos que no pueden ser readmitidos. La tendencia actual a “titularizar” los problemas sociales añade leña al fuego y amplifica las redes de exclusión, y transfiere a los que acaban en estas redes de una categoría menor, aunque con cualidades positivas, a una división mórbida, aunque siniestra, tóxica y mortal.

En algunos de sus libros, por ejemplo En busca de la política (Fondo De Cultura Económica, 2001), ha analizado lo que llama “trinidad malvada”: incertidumbre, inseguridad y vulnerabilidad, el sentimiento de personas que viven en un mundo en el que se ha producido un divorcio entre el poder y la política. ¿Es inevitable que este divorcio conduzca al “hombre fuerte” y al populismo?

Sí, me temo que así es. El divorcio al que hace referencia deja un espacio, cada vez más grande y alarmante, del que emana la combinación envenenada entre desesperación e impotencia. Los instrumentos ortodoxos, que considerábamos familiares y que pensábamos que estaban ahí para combatir los problemas y las ansiedades que nos atenazaban, ya no existen, o más bien, ya no creemos que puedan cumplir su promesa. En una sociedad en la que cada vez menos personas recuerdan de primera mano lo que significaba vivir bajo los encantos de un régimen totalitario o dictatorial, el “hombre fuerte” (que todavía no hemos experimentado) no supone un veneno, sino un antídoto: por su supuesta capacidad para saber hacer las cosas, por las soluciones rápidas e instantáneas y por los efectos inmediatos de las cosas que promete llevar a cabo en su nombre.

Beppe Grillo, el líder del italiano Movimento Cinque Stelle (Movimiento Cinco Estrellas), escribió un pequeño comentario tras la victoria de Trump en el que enfatizaba las similitudes entre el éxito de su propio partido en Italia y el éxito de Trump en EE.UU., con la siguiente afirmación: “Son los que osan, los obstinados, los bárbaros, los que sacarán adelante el mundo. ¡Y nosotros somos los bárbaros!”. Estamos acostumbrados a englobar todas las fuerzas antigrupos de poder bajo el paraguas del populismo, pero ¿no cree que a menudo el populismo es etiqueta multiusos que utilizan unas élites confiadas para no tener que comprender quiénes son los bárbaros y qué es lo que quieren? ¿Debería ser interpretada la elección de Trump como un mensaje a las élites?

En Europa, los diversos Grillos son muy numerosos. Para aquellos a los que les ha fallado la civilización, los bárbaros son los salvadores. En algunos casos, esto es lo que ellos mismos se esfuerzan en hacer creer para convencer a los crédulos de que así es. En otros casos, eso es precisamente lo que desean fervientemente creer aquellos que han sido abandonados y olvidados durante el reparto de los grandes dones de la civilización. Algunos miembros del poder establecido podrían estar deseando aprovechar esta oportunidad, puesto que ciertas personas que creen en la vida póstuma estarían dispuestas a suicidarse.

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Traducción de Álvaro San José.
Este texto se publicó originalmente en L'Espresso. Esta es la traducción de la versión inglesa publicada por Social Europe.

Una ojeada al siglo XX desde Rusia: Leyendo a Iliá Ehrenburg

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Antes del verano la editorial El Acantilado publicó un denso volumen de
 memorias de Ilià Ehrenburg, con el título “Gente, años, vida (Memorias 1891 – 1967)”.

Leyendo hoy las memorias de Ehrenburg se puede comprobar que el florecimiento de tantos y tantos poetas, novelistas y autores teatrales en la Rusia revolucionaria no ha tenido prácticamente seguimiento ni repercusión en las traducciones al español
Antes del verano la editorial El Acantilado publicó un denso volumen de memorias de Ilià Ehrenburg, con el título “Gente, años, vida (Memorias 1891 – 1967)”. En siete libros y en lo que parece ser por primera vez una versión íntegra, se ofrecen al lector, en la traducción de Marta Rebón, más de dos mil paginas de narración de una vida que comienza a finales del siglo XIX y se despliega durante el posterior a lo largo de dos guerras mundiales, la revolución y la construcción del socialismo en un solo país, la guerra fría y el movimiento por la paz. Es un libro apasionante no sólo por lo que narra, sino por la especial mirada que muestra sobre lo narrado, no habitual en las historias sobre esta parte de la historia. Ehrenburg habla desde el Este, es un ciudadano soviético que explica e interpreta el curso de las cosas desde esta posición, a lo que no está acostumbrado el lector occidental.
La gente de mi generación seguramente recuerdan dos libros de Ilià Ehrenburg que se publicaron con ocasión del boom editorial de la transición política y postrimerías. Era su recopilación de artículos sobre la España de la II República que llevaba por título, de forma sarcástica, el enunciado de la Constitucion de 1931, España, república de trabajadores, que publicó en 1976 las llamadas “Ediciones Hispanoamericanas”, y luego en 1979 la Editorial Júcar, con portadas diferentes. Hoy la obra puede comprarse en la edición de la editorial Melusina (2008) en cualquier página de libros. El tono y el estilo eran inolvidables, y es un libro que sirvió para confrontar el desarrollo democrático republicano con una realidad social de un clasismo atroz, con las fuertes presencias autoritarias de la Iglesia y el ejército, que preludiaban una polarización del conflicto en términos fundamentalmente de clase como así se comprobaría dramáticamente en 1936. El segundo libro, menos leido en la época, fue una novela, la de las aventuras de Julio Jurenito y sus discípulos, que hace un año re-editó la siempre inteligente firma editorial Capitán Swing y en la que Ehrenburg abordaba de forma sarcástica todos los dogmatismos de entre guerras, en un estilo plenamente desenfadado, en lo que entonces nosotros pensábamos que era típico del vanguardismo ruso, aunque sólo conocíamos a Maiakokovski en la antología imprescindible de Visor, y ni siquiera habíamos podido leer la traducción de Margarita y el maestro de Bulgákov. Leyendo hoy las memorias de Ehrenburg se puede comprobar que el florecimiento de tantos y tantos poetas, novelistas y autores teatrales en la Rusia revolucionaria no ha tenido prácticamente seguimiento ni repercusión en las traducciones al español. E incluso en los casos que fueron traducidos, su repercusión en términos culturales ha sido mínima.
Una debilidad literaria por el autor, por consiguiente, que era a la vez periodista, novelista y poeta, y que había vivido el cambio de época más importante después del tránsito de la modernidad a finales del siglo XVIII. El cual contempla y describe en primera persona los acontecimientos más relevantes y las personas más señaladas del siglo XX en los que participó y a las que conoció, trató y en muchas ocasiones, tuvo como amigas.
Ehrenburg nació en 1891 – le gusta repetir que él forma parte del grupo de personas “del siglo pasado” – fué compañero de estudios y de actividades clandestinas con Bujarin y es encarcelado y deportado a los 17 años a Paris, donde estaba Lenin. En las memorias desfila la vida en Paris y en la bohemia de pintores y artistas hasta el estallido de la primera guerra mundial, el desarrollo de ésta y la revolución rusa, los años 20 y 30 a lo largo de toda Europa, pero el elemento central que va caracterizando esta etapa de entreguerras es el crecimiento del fascismo y la necesidad – no lograda entonces – de enfrentarse a él y derrotarle. La guerra de España es un hito clave en esta encrucijada, pero la derrota de las fuerzas populares se acompaña de otros momentos terribles no sólo para el autor, sino para la revolución y el socialismo: la gran purga de 1938, que se lleva por delante a varios amigos del autor Meyerhold, Bábel, Chlénov, Bujarin – y el pacto germano-soviético de 1939-41.
La invasión de Rusia por las tropas nazis y la resistencia terrible por el coste en vidas y en bienes del pueblo ruso, es el momento en el que Ehrenburg despliega una actividad infatigable como periodista denunciando la acción criminal, el racismo y el genocidio de los invasores. La victoria de los aliados y la efímera unión de los mismos deja paso al inicio de la guerra fría, las últimas  purgas de Beria de 1948, la muerte de Stalin y el deshielo – título por cierto que proviene de la novela de Ehrenburg – y el gran desarrollo del movimiento por la paz en la década de los cincuenta. Las memorias acaban realmente con el inicio del gobierno de Jruschov, entre 1959 y 1962. El autor muere en Moscú en 1967.
En Gente, años, vida, se intercalan las historias sobre la historia con los retratos de los personajes históricos que se incrustan como medallones en los procesos sociales que se describen. Existen referencias amplísimas a la literatura rusa clásica y moderna, a la poesía, a la producción artística y en especial a la pintura, el teatro y el cine. Grandes nombres de poetas apenas conocidos, obras cuyo argumento es bien sugerente,  muchos versos felizmente incorporados al texto de las memorias, cuadros, decorados, guiones de cine. Pero lo que se desprende es la incomunicación extrema del ámbito cultural en español respecto del espacio cultural soviético de la revolución y de las vanguardias de la primera generación, como también de la que eclosiona tras la segunda guerra mundial. El anticomunismo se proyecta también y especialmente sobre un ámbito en el que la libertad de creación era especialmente intensa, y que trascendía el estricto ámbito social y colectivo de la expresión literaria, como dramáticamente atestiguan los escritores y poetas presos, deportados o asesinados por el régimen estalinista.
Lo que sobresale de estas memorias es la reivindicación de dos grandes líneas fundamentales. El antifascismo y el pacifismo como señas de identidad del trabajo cultural del autor. Antifascismo como expresión no sólo del desarrollo agresivo del capitalismo frente al avance del socialismo, sino como ejemplo de la brutalidad del ser humano, de la irracionalidad de las clases dirigentes y de la ideología que les alimenta, de la violencia del dominio sobre las personas. El antifascismo se recrudece como antinazismo ante la invasión de Rusia y como antisemitismo cruel y sanguinario. Ehrenburg obtuvo un protagonismo enorme en la guerra como propagandista antinazi y fue vituperado frecuentemente por el mando alemán por su doble condición execrable de judío y comunista. Se le acusó de incitar a los soldados rusos a violar a las mujeres alemanas, y esta afirmación, que el autor desmiente rotundamente en sus memorias, explicando quien y cómo la propagó como contrapropaganda nazi,  se puede todavía encontrar repetida por algunos autores, formando parte de la campaña antisoviética de la guerra fría. La lucha contra el antisemitismo le llevó a involucrarse en la creación de una Alianza Antifascista Judía, con incidencia importante en USA, y junto con Grossman y un equipo de colaboradores realizó el Libro Negro en el que documentaron las masacres de los nazis respecto a los judíos rusos. Es ésta una obra escalofriante que puede leerse en español precisamente en una traducción de la misma editorial El Acantilado, que sin embargo fue censurada en Rusia cuando estaba a punto de ser publicada, en 1948, en el marco de una condena al “cosmopolitismo” contrario al “espíritu ruso” – del que fue acusado el propioEhrenburg, desde luego – que ocultaba a duras penas una purga antijudía llevada a cabo por el último estalinismo que protagonizó Beria.
El segundo vector que se proyecta en la actuación de Ehrenburg ya maduro es su compromiso por el movimiento por la paz. En un contexto de guerra fría y de escalada de violencia y de tensiones, cuando las poblaciones europeas y americanas estaban siendo arrastradas por la propaganda respectiva a la guerra atómica, la movilización contra ésta, por el desarme y la desnuclearización, por la paz, era un esfuerzo considerable. Fundamentalmente porque, como se sabe, el movimiento quería ser transversal a oriente y occidente, contaba con personalidades religiosas, profesionales, artistas y científicos, pero fue siempre denunciado por la prensa occidental como una maniobra del comunismo. El Congreso de la Paz en Paris, en 1949, fue calificado como hábil maniobra de Moscú, como un “lema comprensible por todos” que favorecía a los comunistas. La actuación de Ehrenburg en el movimiento, su continuo activismo en la paz, son narrados de forma muy sentida en su recuerdo. Viéndolo desde hoy, sorprende que la reducción del pacifismo a la condición de táctica militar del enemigo para debilitar las defensas propias en una guerra no formalmente declarada, sea aún un rasgo cultural del capitalismo occidental que desde luego se manifiesta durante toda la década de los años cincuenta, pero que luego continuará en el movimiento anti-guerra de Vietnam, o en las posteriores contiendas locales que se han ido generando. A partir de 1989 y la caida del régimen soviético, el pacifismo ha dejado de asociarse al enemigo rojo, pero sigue siendo presentado a la opinión pública como un signo de debilidad y de infliltración del enemigo que impide la victoria del bando partidario de la libertad y del orden. La última gran onda pacifista contra la guerra de Irak fue condenada en estos términos.
Tras la muerte de Stalin – y el capítulo que dedica a este punto es especialmente interesante (pp. 1793 ss.) – comienza el “deshielo”. El estado de choque que produjo el informe del XX Congreso del PCUS no sólo en Rusia sino en todos los paises europeos, fue impresionante. La crónica de Ehrenburg no es muy piadosa con la burocracia que recoge la herencia estalinista y en especial la figura de Jurschov, sus posteriores elogios del estalinismo anteMao, su concepción estrecha del socialismo. Comenzaron las “rehabilitaciones” de los escritores fusilados o deportados, pero también las “orientaciones” sobre las formas de escribir y las “buenas” y “equivocadas” obras, un “estilo de trabajo burocrático” queEhrenburg considera con razón inadmisible. De hecho había sido considerado siempre un “compañero de viaje”, criticado como un miembro “de derechas”, un novelista pequeño burgués, decadente, “cosmopolita”. Pudo por tanto haber sido víctima él también del destino de tantos de sus amigos, pero tuvo suerte – en las memorias confiesa que no sabe explicar por qué – y, como tantos otros, sobrevivió y pudo luchar como ciudadanos soviético por sus ideales de socialismo y comunismo mientras desarrollaba su tarea artística y literaria.
Esta ambivalencia de Ehrenburg – entendiendo por tal la defensa del estado soviético pese a los crímenes del estalinismo - parece que irrita incluso a la editorial que le publica. En efecto, en la solapa de presentación, el autor es presentado como un esbirro estalinista. “Colaboró sin reservas con el régimen soviético” (…) “relevante periodista oficial” (…) “describió a Stalin como un capitán que permanece junto al timón”, en suma unas memorias que “no dejan de ser los recuerdos de alguien que, en su relación con los más relevantes intelectuales europeos, inentó atraerlos a la propaganda del comunismo”. Anticomunismo burdo que no se corresponde con el contenido de las memorias y que se impone al propio sentido comercial del libro, puesto que con esta presentación es previsible que los lectores no se sientan muy atraidos por la obra.
Que sin embargo, como se puede comprobar, es extraordinariamente interesante y de lectura absorbente. Al final de la misma, se incluye un índice onomástico muy completo. Se echa de menos tan sólo una lista de libros del autor traducidos al castellano. Da muchas ganas de seguir leyéndole.

Iliá Ehrenburg.


Ilya Ehrenburg
Kiev, Ucrania (1891)- Moscú, URSS (1967)

Vivió una vida fascinante no exenta de polémicas. Poeta y propagandista soviético, Vladimir Nabokov dijo en una ocasión de él que no existía como escritor, pues era «periodista. Siempre fue un corrupto.» Escritor y cronista lúcido de su tiempo, le tocó vivir una de las épocas más descarnadas de todos los tiempos -el grueso del siglo xx- con sus incompresibles y letales guerras mundiales, el genocidio judío y el auge de los totalitarismos, en particular, el que construyeron los bolcheviques sobre las ascuas de la Rusia de los zares.

Amigo de Bujarin, con quien colaboró en actividades subversivas en 1905, emigró a una temprana edad a París y trabó amistad con Picasso, Apollinaire y Ferdinand Léger. Trabajó como corresponsal en el frente durante la Gran Guerra y luego regresó a Rusia, pero volvió a partir en 1921, esta vez hacia Berlín. Cuando estalló nuestra guerra civil, Ehrenburg no dudó en acudir tras la noticia y trabó amistad con Buenaventura Durruti. Durante la segunda guerra mundial, publicó una serie de artículos incendiarios sobre los soldados alemanes en la revista Estrella Roja que avivaron la ferocidad del Ejército Rojo en su conquista del III Reich. Entre 1943 y 1946, trabajó junto con Vasili Grossman en el Comité antifascista judío. Éste fue el origen del Libro negro, obra de ambos, en el que se documenta el exterminio judío en Europa oriental; el libro no fue publicado hasta 1970 y no en Moscú sino en Jerusalén.
Al finalizar la guerra, Ehrenburg se convirtió en una personalidad destacada del régimen soviético. Tras la muerte de Stalin, escribió la novela El deshielo (1954), título generado por el proceso de «desestalinización» que se activó en la Unión Soviética.

Iliá Ehrenburg, el hombre que lo vio todo

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Iliá Ehrenburg fue testigo de la revolución rusa, la guerra civil española y el holocausto
Sus memorias 'Gente, años, vida' (Acantilado) ven por fin la luz sin censurar
RICARDO SAN VICENTE
10 MAY 2014 -



Gente, años, vida es la edición completa y definitiva de las memorias de Iliá Grigórievich Ehrenburg, escritor, periodista, figura destacada de la vida cultural y política de la URSS. La obra —que ya conoció una edición española parcial, y, claro está, censurada, en los años sesenta— es un libro memorable por diversas razones. Para empezar, por ofrecer un recorrido detallado y sugerente por el siglo XX hasta los años sesenta. Constituye, por tanto y en primer lugar, con todas las limitaciones de la época, un itinerario personal por la experiencia soviética. En segundo lugar, la publicación periódica en la revista literaria Novi Mirde estas memorias representó para los soviéticos una auténtica ventana al mundo exterior, hasta entonces prácticamente desconocido. Gracias a Ehrenburg, los lectores viajaron a la dorada época del París de principios del siglo XX y a sus protagonistas: políticos (Lenin, Trotski), artistas, escritores, poetas, editores (Ribera, Modigliani, Picasso, Hemingway, Joyce). Pero antes el autor nos describe con detalle y lirismo contenido sus primeros pasos en la lucha revolucionaria junto a los bolcheviques en una Rusia donde el zarismo se hacía pedazos. De esta época le vienen los contactos que permiten explicar, tal vez, por qué sobrevivió a los peligros de la historia soviética. Pues la supervivencia durante los pavorosos años del estalinismo es tal vez el rasgo más característico de este hombre, cuyas memorias bien podría haber titulado “Confieso que he (sobre)vivido”.

Después de pasar largos años exiliado en París, al estallar la revolución de 1917, el autor regresa a Rusia y su relato se detiene en el desarrollo y los protagonistas de la hecatombe. En su recorrido por esta época surgen los retratos de políticos y sobre todo artistas, Voloshin, Mandelstam, Maiakovski, Esenin… Tras varios años en la URSS, en 1921 decide y, lo más insólito, consigue abandonar el país para “dedicarse a la literatura” e instalarse en Europa como ciudadano soviético. Si antes de la revolución se había ganado la vida, entre otros oficios conocidos, como corresponsal para algunos periódicos rusos —recogiendo por ejemplo el desarrollo de la Primera Guerra Mundial—, entonces se dedica al periodismo al servicio de los órganos de prensa soviéticos. En estos años, sin abandonar la poesía, se adentra en el terreno de la prosa. Y alcanza un relativo éxito con sus novelas Las extraordinarias aventuras de Julio Jurenito y sus discípulos (1921) o La vida agitada de Lásik Reitswantz (1928), tal vez sus mayores logros literarios.
Así pues, ya tenemos las tres vertientes de este hombre orquesta: el político, el escritor y el periodista. El político cercano a los bolcheviques, el poeta lírico y social y el novelista desigual, primero mordaz y vanguardista y finamente instaurador de un peculiar realismo crítico, muy cercano al realismo socialista. Facetas que combina y que no abandonará nunca: se halle en Moscú, en el frente de Gandesa, en Berlín, en Viena o en el París ocupado, seguirá escribiendo poesía, seguirá mandando sus crónicas y seguirá tomando partido, navegando viento a favor con su tiempo y a veces anunciando la llegada de nuevos aires, ya sean de tormenta o de bonanza, como ocurrió con la novela El deshielo, que llegará a dar nombre en la URSS al periodo de relativa tolerancia de los años cincuenta y sesenta.

Contribuyó activamente a la creación de esa actitud romántica y solidaria de los soviéticos hacia el “heroico pueblo español”

Ante el ascenso del fascismo y el triunfo de Hitler, contribuye activamente, impulsado por las autoridades soviéticas, a unir a los antifascistas europeos. Será el alma del Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, en el que, junto a Gide, Aragon o Malraux, intervendrán Borís Pasternak e Isaac Bábel (ambos merecen extensos retratos y reflexiones sobre su obra y trágica suerte), y contribuirá activamente a la realización del II Congreso Internacional de Escritores, en Valencia, ya en plena guerra civil española.
Su interés y amor por España, como explica en sus memorias, le viene ya de la primera época parisiense. Es parte de la formación del joven poeta absorber y hacer suyo todo el bagaje poético del pasado y de otras tierras del que la poesía española es una muestra notable.
Después de Francia, España se convirtió en el país más próximo al corazón del periodista, y su pueblo, en un pueblo hermano. Sus crónicas respiran un sentimiento sincero de fraternidad con el pueblo español. Tras un primer viaje por toda España tras la proclamación de la República, durante la Guerra Civil pasará largos periodos en los diversos frentes, hasta el final de la contienda: “Será tu impulso, corazón! / Quemado y rojo Aragón. / Ni un árbol ni un matojo, / rocas tan solo y bochorno. / Lo darías todo por un sorbo! / Balas, polillas diminutas. / Has de correr y conseguir llegar… / Y recordar cómo de niño te llamaba tu mamá. / Las piedras rojas. El humo azul. / Un cañoneo breve; el crepitar / de las ametralladoras, que callan luego. / Fue aquí, guerra, donde te encontré. / Sueño profundo, sopor del mediodía. / Extremo de desesperación es Aragón” (1938).
Es conocida su perspicacia y saber en lo que se refiere a los grandes cataclismos. Tuvo muy clara conciencia del peligro que acechaba a la joven República española y pudo intuir, ante la incredulidad de sus amigos parisienses, la revuelta de los golpistas. (Al igual que en su momento intuyó y anunció la inminente invasión nazi de la URSS, como más tarde, tras la muerte de Stalin, la llegada del “deshielo”).
Las páginas dedicadas a España y a los españoles, independientemente de las diversas lecturas que se puedan hacer hoy, ayudan a recordar incluso a los lectores españoles las raíces y la dimensión de la tragedia española. Junto con Mijaíl Koltsov (político y periodista soviético asesinado por Stalin a quien Iliá Ehrenburg dedica también uno de sus retratos), el autor contribuyó muy activamente a la creación de esta actitud entre romántica y solidaria de los soviéticos hacia el “heroico pueblo español”. Sobre la presencia soviética en la guerra civil española, el autor lógicamente se detiene en la aportación de las Brigadas Internacionales, de los militares y traductores soviéticos, pasando de puntillas en la activa y a veces sangrienta intervención soviética en los asuntos españoles. Por otro lado, hoy es bien sabido que, al igual que las celebraciones con motivo del centenario de la muerte de Pushkin, la lejana y romántica contienda española servía de pantalla para poner en sordina los famosos Procesos de Moscú, juicios que se llevaron por delante en 1937 a lo que quedaba de la oposición a Stalin; entre ellos, al amigo y protector de Ehrenburg, Nikolái Bujarin (a cuyo juicio se vio obligado a asistir).
Para el autor, la contienda española era el preámbulo del gran asalto del fascismo en Europa. Al margen de la poca estima que Ehrenburg sentía por los alemanes desde la Primera Guerra Mundial, el autor de La caída de París sentía con sus vísceras la llegada de la explosión nazi. Y en los momentos de mayor desconcierto moral e ideológico de los gobernantes soviéticos, ante la inesperada invasión de los nazis en 1941, Ehrenburg fue de los primeros, armado de su máquina de escribir, en lanzarse al combate contra el invasor. Las crónicas, artículos y soflamas de Vasili Grossman e Iliá Ehrenburg fueron tal vez los únicos pedazos de papel que no se empleaban para liar los pitillos en el frente. La popularidad de Ehrenburg se extendía por todos los frentes de la Unión Soviética y llegaba hasta las trincheras alemanas. Sus crónicas periodísticas, escritas en los diversos campos de batalla, eran célebres por su carácter incendiario, que tanto daba ánimos a los soldados soviéticos como cubría de odio (y tal vez pavor) al invasor. Ambos escritores contribuyeron a crear el célebre Libro negro,obra que no vería la luz en la URSS hasta la perestroika. Al extermino que los nazis practicaron contra los judíos dedica el autor las páginas más emotivas, junto con las engendradas por la guerra civil española, de este magnífico libro. (Y en la última parte, no publicada en Rusia hasta los noventa, el autor vuelve al tema del antisemitismo y el racismo, esta vez soviético).
Resultado de imagen para portada de libros Iliá Ehrenburg
Waldo Frank, Iliá Ehrenburg, Henri Barbusse y Paul Nizan durante el Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, realizado en París en 1935. La foto es de David Seymou -

Hay varios hechos históricos sobre los que el autor se mueve como quien camina sobre la cuerda floja. Pero el que hace referencia al final de Stalin y de su tiranía merece siquiera un breve comentario. A finales de 1952 se hizo público “el compló de las batas blancas”, según el cual, siguiendo el viejo modelo de las purgas iniciadas por Stalin, algunos médicos —la mayoría de origen judío— se habían propuesto asesinar a la cúpula del partido. Entonces, a algunos prohombres con apellidos judíos se les conminó a firmar una carta en que se venía a decir que, a pesar del merecido castigo que debía caer sobre los culpables y sus inductores, no todos los judíos rusos eran desleales. Pues bien, Ehrenburg fue de los pocos que se negaron a firmar esta carta (a diferencia de Vasili Grossman, que recogerá fielmente este vergonzoso episodio en su novela Vida y destino). Pero no solo hizo esto Ehrenburg, sino que redactó una carta de respuesta a Stalin, el verdadero instigador de la operación, mostrando al gran dictador el carácter contraproducente tanto de la carta que se les proponía firmar como del hecho de que se persiguiera a unos ciudadanos por su origen. Afortunadamente Stalin resolvió con su oscura muerte el previsible final de esta historia… Pero lo que me gustaría subrayar, además de mostrar lo abominable del mundo del estalinismo, es el contraste que se dibuja entre el estilo de una carta, que es un auténtico ejercicio de servilismo, y el hecho fantástico de que su autor, tal vez el único capaz de hacerlo entonces en toda la URSS, muestra valientemente su oposición a la voluntad del tirano, poniendo así su cabeza a merced del hacha… Humillación y valentía.

En cuanto a la calidad literaria del texto español, en primer lugar hemos de subrayar la esforzada labor realizada por la traductora Marta Rebón, que ha logrado transmitir el estilo del autor y proporcionar la información necesaria para situar personajes y hechos que el lector tal vez ignore. Como en el caso de Herzen y tal vez tras los pasos de Chéjov, Ehrenburg sabe fundir en su prosa, a veces irónica y siempre concisa y fluida, la precisión del documento con dosis de medido lirismo, sabe reunir su condición de periodista y testimonio presencial con la de escritor, del artista consciente de la importancia de las palabras, de la textura formal de la narración y de su objetivo.
Iliá Ehrenburg.

Una novela suya, ‘El deshielo’, dio nombre
en la URSS al periodo de relativa tolerancia de los años cincuenta y sesenta

Sobre los compromisos que el autor contrae con su conciencia y las concesiones que se vio obligado a hacer a su tiempo y sus dueños, además de todo lo que tuvo que dejar en el cajón —que hoy se ha recuperado en esta edición— y, sobre todo, lo que se llevó por delante la autocensura: el doloroso peso de sus raíces judías, el silencio obligado ante la evidente y repetida traición de los ideales socialistas perpetrada por el poder, así como su comportamiento durante la orgía antisemita emprendida por Stalin que solo la muerte de este logró detener, su actividad como mensajero soviético de la paz, mientras la URSS se armaba hasta los dientes, etcétera. Sobre todo ello se podría escribir y discutir interminablemente.
De modo que citemos, a modo de respiro, las palabras del propio autor: “Sesenta y siete años es ya un profundo otoño de la vida, aunque escribo estas líneas en un día de mayo. Ya reverdecen los pobos y bajo mi ventana florecen las nevadillas y el azafrán. Me gusta la primavera, como también me gustaba de niño; de modo que a través de todas mis experiencias no he perdido el más preciado de los dones, el de la esperanza”.
Es cierto, una vez más, que la esperanza es lo último que se pierde. Pero en este caso, este natural sentimiento se torna casi sarcasmo, a tenor de la farsa en que se convirtió su país pocos años después de la muerte de Ehrenburg, un hombre que recorrió su tiempo y su vida entre el temor y la esperanza, con la convicción sincera de que un nuevo mundo esperaba a la humanidad. Y, vistas las cosas como se desenvuelven por nuestras tierras hoy, y ya no hablemos de lo que ocurre por los extremos orientales de Europa, las palabras de Ehrenburg, es cierto que enunciadas en un mundo desconocido para el lector español, suenan casi como el acíbar en la miel de nuestros sueños.
Leyendo este libro, uno no puede dejar de plantearse mil preguntas: sobre nuestro pasado, sobre la vida de estos idealistas —de entre los que hubo víctimas, verdugos, más víctimas, o ambas cosas a la vez y unos pocos afortunados supervivientes—, no puede uno no pararse a pensar en el azar de la historia, que, vaya por Dios, favorece más a los cínicos o sencillamente malvados que a los románticos, cuya única fortuna es tal vez escribir unas memorias y morir a tiempo…
Y uno se pregunta si valen las medias verdades, como las que giran en torno a la guerra civil española, si se puede destacar con gesto compasivo la orientación sexual de un pensador como Gide para descalificarlo políticamente, o subrayar el “infantilismo” de un poeta como Pasternak para, resaltando su condición de genio lírico, descalificar su novela, gestada, con acierto o no, durante largos años. Y sin embargo, las medias verdades de Ehrenburg son más que eso, son la expresión de una época, de unos anhelos y, lo que es peor, de un sueño que se reveló tan sangriento como estéril. En este sentido, a modo de complemento para estas memorias, es decir, para llenar los espacios vacíos que deja Ehrenburg, recomiendo la lectura de la biografía de Joshua Rubenstein Lealtades enmarañadas. Vida y época de Iliá Ehrenburg (Siglo XXI, 2012).
Para acabar, y casi en respuesta al desasosiego que desde la distancia (en el espacio y el tiempo) provoca la lectura de este apasionante libro, citemos las palabras de Nadezhda Mandelstam, la viuda del poeta, que en su segundo libro de memorias escribe: “Entre los escritores soviéticos él fue y siguió siendo un mirlo blanco. Fue con la única persona con la que mantuve relaciones todos aquellos años. Sin poder hacer nada, como todos, sin embargo intentaba hacer algo por la gente. Gente, años, vida es en realidad el único libro que desempeñó un papel positivo en nuestro país. Gracias a este libro, sus lectores, principalmente la pequeña intelligentsia técnica, conocieron decenas de nombres. Al leerlo seguían avanzando más rápido y más lejos, y, con la ingratitud que caracteriza a los humanos, al instante daban la espalda a quien les había abierto los ojos. Pero, de todos modos, una multitud asistió a sus funerales, y yo me fijé en que entre la multitud asomaban los rostros de buenas personas. Era una muchedumbre antifascista, y los soplones, a los que habían mandado en masa a la ceremonia, destacaban mucho entre aquellas caras. Ehrenburg hizo su trabajo, y esta labor fue ardua y desagradecida. Tal vez fue justamente él quien despertó a aquellos que se convertirían en lectores del samizdat”. Es decir, a los primeros brotes de la disidencia soviética, el embrión del movimiento que finalmente minó los cimientos de la URSS.
Por todo ello, a pesar de las medias verdades, de los claroscuros y los sentimientos encontrados, Gente, años, vida se nos antoja una pieza valiosa para entender nuestro sobrecogedor siglo XX.

http://cultura.elpais.com/cultura/2014/05/07/actualidad/1399456066_806025.html


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Pablo Picasso  e Ilya Ehrenburg. Mougins, 1966


Recordando al corresponsal 
de Izvestia en la Guerra Civil Española
Iliá Ehrenburg, el testimonio de un superviviente

Jesús Aller
Rebelión



El hecho de que el título de una novela de Iliá Ehrenburg, El deshielo, publicada en 1954, sirviera para dar nombre al intento de rectificación del estalinismo que marcó toda una época de la historia soviética, no debería inducirnos a pensar que su autor había sido un disidente en la etapa anterior. La verdad es que había colaborado activamente como escritor y periodista en el desarrollo de sus políticas, y novelas suyas habían recibido por dos veces el premio Stalin. Esta fácil adaptación a las nuevas circunstancias, unida a su sorprendente supervivencia en los momentos en que muchos de sus compañeros y amigos sucumbían en las purgas, hace que su figura llegue hasta nosotros un tanto desacreditada. La obra literaria de Ehrenburg, traducida y editada generosamente en un principio, se encuentra hoy prácticamente en estado de hibernación por lo que respecta al mercado en lengua castellana, lo que resulta lamentable porque se trata de un narrador y analista de su tiempo que despliega oficio y talento tanto en sus novelas como en los abundantes textos autobiográficos que escribió. Estos últimos aciertan a presentar una crónica ajustada y provista de una rara intensidad poética de algunos de los acontecimientos esenciales de la primera mitad del siglo XX y constituyen sin duda lo más valioso de su producción.



Iliá Grigórievich Ehrenburg (1891-1967) vino al mundo en Kíev en el seno de una familia judía acomodada (su padre era ingeniero) que se trasladó a Moscú siendo él aún muy joven. En esta ciudad comenzó sus estudios y participó en la revolución de 1905, uniéndose el año siguiente a los bolcheviques junto a su amigo y compañero de clase Nikolái Bujarin. Exiliado muy pronto en París a causa de sus actividades, pierde interés en la política y publica volúmenes de versos influidos por el catolicismo. Poco después cubre como corresponsal de dos periódicos rusos la guerra del catorce.



Tras la revolución de Febrero de 1917, Ehrenburg regresa a Rusia, donde se opone a la toma del poder por parte de los bolcheviques y escribe artículos contra ellos. No obstante, progresivamente su crítica se va suavizando y con la ayuda de Bujarin, consigue después diversos empleos oficiales. En 1921 se le concede pasaporte para viajar al extranjero. Expulsado de Francia, se establece en Bélgica provisionalmente y más tarde en Berlín. Allí publica la más conocida de sus novelas, Julio Jurenito, cuyo título completo ocupa casi una página. El mexicano protagonista de la narración, acompañado de unos esperpénticos discípulos entre los que figura el propio Ehrenburg "autor de medianos versos, periodista de agotada inspiración, cobarde, renegado, hipócrita de poca monta, villano de ojos soñadores y pensativos", realiza varios viajes que dan lugar a las más disparatadas aventuras. El libro resulta en realidad una aguda y brillante sátira sobre la decadencia intelectual y moral de Europa y fue muy bien acogido por la crítica.



Con la llegada de Ehrenburg a Berlín en 1921 comienzan los fragmentos de sus memorias publicados en castellano por Planeta (Gentes, años vida, 1985, traducción de Josep Maria Güell), un libro que aporta una visión privilegiada sobre la convulsa historia de aquellos años. Alemania, sumergida en plena depresión ofrece un espectáculo sombrío al joven viajero: "Todo era colosal, los precios, las palabrotas, la desesperación". Trabaja intensamente en nuevas novelas, que son recibidas fríamente en Moscú por su aproximación crítica e irónica a las transformaciones que se estaban produciendo en Rusia. Desalentado por esto, decide hacer objeto de sus sátiras a algunos empresarios y oligarcas, aunque ello no consigue mejorar demasiado su reputación en la Unión Soviética. La edición de 1931 de la Pequeña Enciclopedia Soviética describía a Ehrenburg como un escritor que "critica el capitalismo occidental y a la burguesía con agudeza, pero no cree en el comunismo ni en la fuerza creativa del proletariado." En esta época Eherenburg vivía sobre todo en París, aunque viajaba frecuentemente y visitó la Unión Soviética en varias ocasiones. En las páginas dedicadas a estos años, sus memorias resultan un documento imprescindible y están llenas de agudas observaciones sobre otros literatos y artistas; también describen el auge del fascismo en Italia y Alemania y las complejidades de la política francesa del momento.



En el otoño de 1931, Ehrenburg recorre por primera vez a España, y realiza así un deseo largo tiempo acariciado. Dice a este respecto en sus memorias: "El viaje a este país no fue para mí uno más de mis numerosos viajes, sino todo un descubrimiento; me ayudó a comprender muchas cosas y a decidirme a hacer muchas otras." El enamorado de la cultura española puede admirar al fin las obras de Goya, pintor en el que reconoce "la mejor guía de España", y contemplar los paisajes de El Quijote. En España, república de trabajadores, el libro al que este viaje dio lugar, encontramos muchas páginas sobre arte y literatura, de reflexión apasionada y una agria lucidez, a veces un tanto osada y polémica: "La decadencia de la cultura se inició en España. Los cuadros del Greco y los versos de Góngora anticipan el vacío por donde habría de echarse a rodar el arte europeo, para entregarse a merced de los rascacielos neoyorquinos y las novelas-cablegrama." La mezquita de Córdoba le entusiasma y sobre ella escribe: "Los bárbaros que adaptaron al cristianismo la mezquita de Córdoba no eran ningunos niños; eran unos degenerados. Odiaban el espíritu mundano de la mezquita. Cegados por el dogma, eran enemigos de la razón, pero ya no podían crear nada fuera de aquellas ridículas rosquillas de piedra."



No obstante, en el libro hay sobre todo una descripción de la miseria y explotación de las clases populares y de la ociosidad y estupidez de la aristocracia y la burguesía, gentes que "matan el rato mientras el país se muere de hambre". España es un espectáculo siniestro de pobreza y desigualdad, pero también de asombrosa dignidad: "veinte millones de Quijotes andrajosos y un montón de rocas estériles, aliado todo con una amarga injusticia. (...) Un gran país que ha sabido conservar el ardor juvenil a pesar de los esfuerzos de inquisidores y gorrones, de parásitos, pillos, procuradores, ingleses, mercenarios y chulos blasonados." Los tímidos intentos reformadores de la República resultan a su juicio impotentes ante los auténticos dueños del país, pero aprecia también el heroísmo de las luchas obreras que afloran por todas partes: "En Jerez se publica una hoja periódica: La Voz del campesino. La edita Sebastián Oliva, un labriego que trabaja en las viñas, viejo revolucionario muy familiarizado con las cárceles de España. (...) Sus ideas políticas son candorosas y enrevesadas. (...) Si viviera en otra parte se le podría llamar semianarquista o semicomunista. En Jerez no tiene más que una denominación: campesino andaluz." Dice después: "Bella es Sierra Nevada, majestuosos los peñascos de Castilla, sugestivas las colinas de Extremadura... ¡Lástima que todo esto no sea sólo paisaje, sino la historia interminable de la infamia de unos y la desdicha de otros."



A partir de 1932, Ehrenburg es corresponsal de Izvestia en París y sus artículos reflejan su preocupación por el auge del fascismo. Éste es el año en que publica El segundo día, novela sobre el heroísmo de unos obreros soviéticos que construyen un alto horno. El libro en un principio fue rechazado y sólo pudo editarse tras una lectura favorable por parte de Stalin y otros miembros del Politburó. En su intervención en el Congreso de Escritores Soviéticos de 1934, abogó por sus amigos Bábel y Pasternak y por una mayor tolerancia en el arte. En 1935 trabaja intensamente en la organización del Congreso Internacional de Escritores en Defensa de la Cultura que logró reunir en París a una gran parte de la intelectualidad del momento. José Bergamín propuso allí convocar el II Congreso en Madrid, sin que nadie pudiera imaginar que éste se celebraría ya en plena Guerra Civil. En un viaje a Moscú, Ehrenburg descubre que el culto a Stalin está en su cenit. Tras un acto en que era imposible poner fin a los aplausos al líder, comenta: "Al volver a casa me sentía incómodo. Naturalmente, Stalin era un gran personaje, pero era un comunista, un marxista; hablamos de una nueva cultura y parecemos los adoradores del chamán que vi en Gornaia Shoria..." El ataque a los formalistas está en pleno apogeo y describe las reacciones de diversos autores: "A. N. Tolstói, que amaba la tranquilidad, decidió, por lo que pudiera pasar, arrepentirse; declaró públicamente que había escrito una obra formalista. Bábel decía sonriendo: "Dentro de medio año dejarán a los formalistas en paz y empezará otra campaña cualquiera." Meyerhold sufría y releía el absurdo artículo subrayando algo."



El levantamiento de Franco sorprende a Ehrenburg en París, y rápidamente, sin esperar instrucciones de la dirección de Izvestia, viene a España. Sus crónicas relatan a partir de entonces todo el desgarro y la atrocidad de la guerra, aunque después averigua que eran censuradas para presentar una situación mucho más optimista. Su objetivo declarado era conseguir la ayuda soviética que la república asediada necesitaba, y su obra adquiere un aliento épico. Confiesa en sus memorias: "En la Europa de los años treinta, inquieta y humillada, era difícil respirar. El fascismo avanzaba, y avanzaba impunemente. Cada estado, y también cada persona, soñaba salvarse individualmente, salvarse a cualquier precio, guardando silencio, pagando un rescate. (...) Pero hubo de pronto un pueblo que aceptó el reto. No se salvó a sí mismo ni salvó a Europa, pero si para la gente de mi generación queda algún sentido a las palabras "dignidad humana" es gracias a España. Se convirtió en aire, con ella respiramos." Nos explica también: "Cuando estuve en España antes de la guerra, las más de las veces me reunía con escritores o periodistas que entendían el francés. Ahora estaba continuamente con obreros, con soldados, y empecé a hablar español; lo hablaba mal, pero me comprendían."



En las páginas de sus memorias dedicadas a nuestra guerra y en los artículos y libros que escribió sobre ella, como: No pasarán (1936), Aquello que ocurre al hombre (1937) o Guadalajara, una derrota del fascismo (1937), Ehrenburg nos transmite sus impresiones y nos relata su frenética actividad durante aquellos años. Los retratos de muchos de los protagonistas derrochan calor humano, y su ortodoxia comunista no le impide expresar su admiración, por ejemplo, por Buenaventura Durruti: "Hablé con él la víspera de su partida para Madrid. Estaba alegre como siempre, animoso, lleno de fe en una próxima victoria. Decía: "Ya ves: tú y yo somos amigos. Cuando ganemos la guerra, ya veremos (...) Ya pensaremos algo. De momento hay que aniquilar a los fascistas." Al final de la conversación se enterneció inesperadamente. "Dime, ¿has experimentado alguna vez contradicciones internas, pensar una cosa y hacer otra, no por cobardía sino por necesidad? Le respondí que le comprendía muy bien; como despedida me dio unas palmadas en la espalda, como se acostumbra en España. Yo recuerdo sus ojos, con aquella extraña mezcla de voluntad férrea y de confusión infantil."



De Rusia llegan noticias terribles, de persecuciones y arrestos, y no obstante, en diciembre de 1937, Ehrenburg tiene la absurda idea de viajar a Moscú. Cuando su nombre sale a relucir en el juicio de Bujarin, como asociado a éste en su "complot", no se le autoriza a volver a España. Escribe una carta a Stalin y el director de Izvestia le telefonea unos días más tarde para comunicarle solemnemente que no se le permitirá salir. Nos cuenta en sus memorias: "Después de pasar un día en cama, me levanté y dije: "Escribiré de nuevo a Stalin..." Ahora, incluso Irina (su hija) se echó a temblar: "¡Te has vuelto loco! ¿Quieres quejarte de Stalin al propio Stalin?" Respondí lúgubremente: "Sí." Naturalmente comprendía que mi proceder era estúpido, que lo más probable era que después de aquella carta me arrestaran, y sin embargo envié la carta. (...) escuchaba la radio, releía a Cervantes, y en mi agitación casi no comía nada. A fines de abril me llamaron de la redacción: "Puede ir a tramitar la documentación: le darán pasaporte para el extranjero."¿Por qué sucedió así? No lo sé."



Tras cinco meses, la situación en el frente ha empeorado notablemente. Ehrenburg asiste al final de la República ahogada por el fascismo. En una entrevista con Antonio Machado en esa época, éste concluye con unas palabras de una rara lucidez: "Para estrategas, políticos e historiadores la cosa está clara: hemos perdido la guerra. Pero desde el punto de vista humano, no lo sé... Quizá la hayamos ganado." Describe después la situación en Francia justo antes del comienzo de la II Guerra Mundial y su evacuación a Rusia tras la ocupación del país por los nazis. Sus memorias se cierran con el ataque de Alemania a la Unión Soviética.



Durante la II Guerra Mundial, Ehrenburg se convierte en un activo agente de propaganda con sus artículos periodísticos, hasta el punto de que Mólotov llegó a afirmar que éstos valían por varias divisiones. Por otra parte, sus llamamientos a la extinción sin piedad del enemigo han sido objeto de críticas. Emprende también en esta época, junto a Vasili Grossman, el proyecto de un libro negro de las atrocidades cometidas por los nazis contra los judíos rusos, pero el cambio en la política oficial hacia esta minoría étnica que se produjo después en la Unión Soviética, hizo imposible la publicación de la obra en aquel momento.



Concluida la guerra, Ehrenburg viaja triunfalmente por Europa y Estados Unidos, y participa en el culto a Stalin, desde 1946 como miembro del Soviet Supremo. Sin embargo, manifiesta detalles de comprensión humana ayudando a algunos disidentes, y como indica Nadezhda Mandelstam en sus memorias: "aunque era tan impotente como los demás, al menos trató de hacer algo por otros." En 1949 vuelve a salvarse milagrosamente de la quema cuando estalla la persecución contra los intelectuales judíos. De hecho, excepto él, todos los responsables del Comité Judío Antifascista fueron procesados, y en Moscú circulaba el rumor de que “el cosmopolita número uno” también había sido arrestado. En este caso, la apelación a Stalin resulta de nuevo decisiva, y Ehrenburg es rehabilitado, permitiéndosele publicar sus artículos y viajar al extranjero. Poco después, en Londres afirma que no hay ningún problema con los judíos soviéticos, aunque sabía que muchos de ellos habían sido cruelmente perseguidos.



Tras la muerte de Stalin, Ehrenburg encuentra al fin su lugar de intelectual liberal y tolerante, y lucha por la rehabilitación de la obra de sus amigos escritores (Bábel, Tsvietáieva, Mandelstam...), apoyando también a autores más jóvenes como Yevtushenko y Brodski en sus pugnas con el poder soviético. Los problemas relacionados con la publicación de sus memorias le preocuparon en sus últimos años, sobre todo a partir de 1963, cuando la tendencia del deshielo comenzó a invertirse. Su fallecimiento en 1967 a consecuencia de un cáncer de próstata fue sentido como una desgracia nacional.



En el perfil humano de Iliá Ehrenburg tal vez nos sorprenda hoy sobre todo su carácter de superviviente nato. Un natural benévolo que hacía amigos en todas partes, unido a un talento literario capaz de seducir a personajes esenciales y la propia y simple suerte que tantos milagros hace fueron sin duda elementos importantes para que su biografía no se viera truncada de forma prematura. Por otra parte, debemos comprender que la amalgama de luces y sombras que se entremezclan en el relato de su vida no hacen sino reflejar la complejidad de una época en que la coherencia resultaba un empeño heroico y la menos mala de las posibilidades realizables no era en muchos casos nada buena. Injustamente olvidada en nuestros días, la extensa producción novelística de Ehrenburg aguarda el veredicto del tiempo con su prosa imaginativa y amable y su hábil trabajo narrativo, encaminado siempre a mostrar las contradicciones y zozobras de los hombres a los que tocó vivir aquellos años difíciles. Al lado de estas obras, sus textos autobiográficos, con su visión próxima, precisa e intensa de algunas de las mayores convulsiones del siglo XX, siguen pareciéndonos hoy su mayor aportación. Estos libros permanecerán sin duda como el legado más valioso de un hombre del que se puede decir que se las arregló para sobrevivir milagrosamente a la travesía del ojo de un huracán, un enamorado de nuestra piel de toro que en un momento crítico acudió generosamente en ayuda de aquella "república de trabajadores" atacada por el fascismo.




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Charles Wright Mills LA ÉLITE DEL PODER PDF ( Análisis de los "altos círculos" norteamericanos)

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Charles Wright Mills
(Waco, 1916 - Nyack, 1962) Sociólogo estadounidense, una de las figuras más eminentes y controvertidas de las ciencias sociales de su país. Trabajó como profesor de Sociología en la Universidad de Maryland (1941-1945), pasando luego a la Columbia University de Nueva York, donde fue nombrado catedrático en 1956.







PDF]LA ELITE DEL PODER.pdf - iapqroo

www.iapqroo.org.mx/website/biblioteca/LA%20ELITE%20DEL%20PODER.pdf

que constituyen la élite norteamericana; mucha de la informa- ción pública acerca .... los medios efectivos del poder y la riqueza y la celebridad de que gozan.

Portada


LA ÉLITE DEL PODER
Charles Wright Mills

Esta obra del brillante sociólogo C. Wright Mills es uno de los primeros intentos serios de analizar la estructura y configuración de los "altos círculos" norteamericanos, de las élites, en donde reside el poder.
Estos pequeños grupos son los que toman las decisiones lo mismo sobre hechos de mínima importancia que sobre acontecimientos de la mayor trascendencia para la vida histórica de un país. "En nuestro tiempo -dice Mills- se presentan momentos decisivos y en esos momentos deciden o dejan de decidir pequeños círculos. En cualquier caso, esos grupos son una minoría del poder. Unos de esos momentos fue el lanzamiento de la bombas 'A' sobre el Japón; otro lo fue la decisión acerca de Corea; lo fueron también la confusión acerca de Quemoy de Matsu, así como anteriormente Dienbienfu; otro momento semejante fue la serie de maniobras que hicieron participar a los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial."
En su difícil y documentado estudio, Mills divide su libro en quince capítulos, en donde examina los altos círculos, la sociedad local, los 400 de Nueva York, las celebridades, los muy ricos, los altos directivos, los ricos corporativos, los señores de la guerra, la ascendencia militar y el directorio político. En páginas posteriores analiza la teoría del equilibrio, la élite del poder, la sociedad de masas, el estado de ánimo conservador y la inmoralidad mayor.

En La élite del poder se aúna al rigor científico el ameno y fácil examen de las cuestiones tratadas, producto de la vasta experiencia profesional y del punzante y funcional estilo del autor, que hacen de este libro un valioso auxiliar, tanto del especialista en asuntos sociales como del lector atento al desenvolvimiento de nuestro siglo.


Portada 

Charles Wright Mills


Cultivó una sociología crítica, en la línea de Marx y Max Weber, aunque con el objetivo de superar el determinismo económico propio de los planteamientos de dichos autores, y tratando de ir más allá, hacia una nueva sociología universal comparada, capaz de interpretar los problemas modernos y de renovar la posibilidad de hacer explícita y alcanzable la libertad humana.

El elemento central de nuestra época, según el autor, es el hecho de que la racionalidad, a diferencia de los siglos anteriores, ya no produce y no asegura la libertad. Por lo tanto, pone un notable énfasis en la élite intelectual y en sus derrotas, derivadas de su escasa responsabilidad social respecto a las masas. Una idea central de su pensamiento fue precisamente la de que los intelectuales en general y, especialmente, los científicos sociales, no podían limitarse a desempeñar un papel de observadores desinteresados, sino que debían ejercer una responsabilidad social.

Consecuente con esa idea, C. Wright Mills eligió estudiar los problemas relativos al cambio social, principalmente en Estados Unidos. Aunque no se opuso a la investigación empírica (que, de hecho, condujo de forma notable), se decantó decididamente contra el "empirismo abstracto", convencido de la estrecha relación entre los resultados y la metodología empleada.



En Cuello blanco: las clases medias en Norteamérica (1951), mostró una orientación metodológica a la cual se refiere ampliamente en La imaginación sociológica (1959). También La élite del poder (1956) es una evolución posterior de la misma tendencia metodológica, destinada en este caso a descifrar la compleja estructura de poder de la sociedad americana. Otras obras del autor son Los nuevos hombres del poder: los dirigentes laborales americanos (1948), Las causas de la tercera guerra mundial(1958) y Escucha, yanqui: la revolución en Cuba (1960).

En su última obra, Los marxistas (1962), a pesar de su postura crítica con relación a las teorías marxistas, se interesó cada vez más por el marxismo, entendido como método de trabajo. Charles Wright Mills está considerado como un punto de referencia en la nueva izquierda americana de las décadas de 1960 y 1970.


Portada

 Charles Wright Mills (1916-1962)

PERFIL BIOGRÁFICO Y ACADÉMICO

Nacido en Waco, Texas, Estados Unidos, en 1916. Se licenció en Filosofía en la Universidad de Texas y, dos años después, se doctoró en la Universidad de Wisconsin. Se inició en la vida académica en la Universidad de Maryland, donde permaneció cuatro años, antes de incorporarse a la neoyorkina Columbia University en 1945, donde ejerció la docencia en Sociología. Con una vida y una obra intensa y polémica como sociólogo, participó en los debates de la escena pública a través de sus artículos periodísticos sobre la sociedad americana.
Falleció en 1962, a los 46 años.

Sus libros más conocidos: The New Men of Power: America's Labor Leaders, Harcourt, Brace & Co., Nueva York, 1948; White Collar: The American Middle Classes, Oxford U. Press, Nueva York, 1951; The Power Elite, Oxford U. Press, Nueva Yok, 1956; The Causes of World War Three, Secker & Warburg, Londres, 1958; The Sociological Imagination, Oxford U. Press, Nueva York, 1959; Listen, Yankee. The Revolution in Cuba, Ballantine Books, Nueva York, 1960; The Marxists, Dell Publishing Company, Nueva York, 1962; Power, Politics & People: The Collected Essays of C. Wright Mills. Oxford University Press, Nueva York, 1963.
Entre otras obras, han sido traducidas a la lengua española: La élite del poder, Fondo de Cultura Económica, México, 1960; White-collar. Las clases medias en Norteamérica, Aguilar, Madrid, 1973; La imaginación sociológica, Fondo de Cultura Económica, México, 1987.

 PENSAMIENTO Y EXPRESIÓN CIENTÍFICA


Crítico y polémico, con una obra que sigue vigente, es, sin embargo, un sociólogo de perfil clásico, que observa, analiza y describe relaciones básicas del entorno, los valores emergentes de la sociedad, las nuevas estructuras de clases, las relaciones de poder. Un ácido analista de la vida cotidiana. En su pensamiento se descubre una larga línea que va de Marx a Weber, los autores que más influyen en su formación y en la proyección indagatoria de su preocupación intelectual. 
Sus provocaciones, muchas veces trasladadas a las columnas de los diarios, alertan acerca de la degradación de la democracia y el control social por parte de las oligarquías. Analiza la burocracia en la sociedad industrial. Y las relaciones de poder en las estructuras jerarquizadas. Le interesan en especial la formación, configuración y administración del poder de las élites. Describe las técnicas del sistema productivo destinadas al control de los trabajadores, y presta especial atención a los proletarios de 'cuello blanco', a los oficinistas, desclasados, desprotegidos y envueltos bajo el paraguas de la burocracia. Escribe de los conflictos internacionales, de la guerra fría, de las amenazas de nuevas conflagraciones mundiales, de Cuba, del marxismo. En fin, de la sociedad de masas y de los medios de comunicación.
Los medios son, a su juicio, los encargados crear las condiciones que desplazan el poder y acentúan el centro político de las élites, con dominios económicos, políticos y militares, al tiempo que entretienen la escena pública con la simulación democrática del debate. Una acción a la que contribuyen de manera las nuevas tecnologías que, para el tiempo de Mills, pasan fundamentalmente por la implantación masiva de la televisión. Los medios no descubren la verdadera cara del poder, no 'identifican al opresor', y desarrollan, por consiguiente, una labor de manipulación y adulteración de la opinión pública. 
Mills es uno de los primeros autores en considerar los problemas del sobreflujo informativo. Ya en los años 50 entiende que los cambios tecnológicos que permiten la instantaneidad y el aumento de los flujos informativos no favorecen la comunicación, sino que crean un real problema de asimilación. En general, su obra tiene un expresión crítica radical, pero también, en igual o mayor medida, un sentido de anticipación que sorprende a sus analistas y mantiene vigente muchos de sus valores argumentales. 
Los medios contribuyen a dar cohesión al estilo de vida americano, amoldando la opinión pública y la expresión política a los valores y referencias del mundo que ofrecen sus contenidos. Cada vez más, la percepción de los individuos se alimenta de los medios, en detrimento de la experiencia directa; es, por consiguiente, más vulnerable o más dependiente o más controlado.
Mills hace un llamamiento al papel de los intelectuales como conciencia crítica de la sociedad para limitar la progresiva erosión de los valores de la democracia, de la cultura, del pacto social, que conducen a la apatía, a la inestabilidad psicológica de los individuos y de su dimensión cívica. Su pensamiento influyó significativamente en el argumentario de numerosos grupos alternativos y reivindicativos de los años sesenta del pasado siglo en Estados Unidos.

Perfiles biográficos y académicos. Marcos epistemológicos y teóricos de la investigación en Comunicación. © B. Díaz Nosty, 2013-2016. Plan Nacional de I+D, CSO2013-47933-C4-3-P | Ministerio de Economía y Competitividad

Jean-Luc Nancy ¿Estamos en el umbral de una civilización nueva? ( 2 Libros completos)

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Entrevista. Jean-Luc Nancy dice que una era está finalizando y que vivimos una transición de ausencia de criterios. Volver al pensamiento crítico es la necesidad imperiosa, asegura.

POR MARINA ARTUSA. DESDE MODENA


Como si figurara en su DNI, cada vez que se habla de Jean-Luc Nancy se lo suele citar como “el discípulo de Jacques Derrida”, quien se propuso, como método de análisis, desestructurar los diversos niveles en los que se estratifica la cultura. Pero Nancy, un filósofo francés de 76 años, de bajísimo perfil y uno de los más influyentes en el pensamiento contemporáneo, es valorado hoy por su modo –deconstructivista– de desmantelar el pensamiento occidental para reconstruirlo a partir de una idea de sentido, de una filosofía que aporte respuestas y no sólo preguntas vanguardistas. Nancy trabajó hoy sobre la comunidad, el arte, el pensamiento crítico, el propio cuerpo. Y este último objeto encontró su razón cuando en los 90 fue trasplantado del corazón y, como producto de las terapias a las que se debió someter, contrajo un cáncer del que se curó. “La cuestión no es que me hayan abierto y descuartizado para sustituirme el corazón sino que esta abertura no puede volver a cerrarse –escribió Nancy en su ensayo El intruso, publicado en Francia en el 2000–. Hay en mí una abertura a través de la que pasa un flujo incesante de extrañeza (…) Soy, por lo tanto, yo mismo el que me convierto en mi intruso”. Invitado a participar del Festival de Filosofía 2016 que se celebró hace unas semanas en tres ciudades italianas –Modena, Carpi y Sassuolo–, habló en esta entrevista sobre el destino de la crítica, la necesidad de criterios ante su desaparición y de esta época como la de una larga transición.


–¿Qué provocó la desaparición de criterios para el pensamiento crítico?



–El fin de una civilización. Los grandes críticos han sido el cristianismo, el capitalismo y el comunismo. El capitalismo es una crítica al cristianismo y el cristianismo mismo fue una crítica al mundo antiguo. En el fondo, el cristianismo no es un fenómeno religioso. Es un fenómeno antropológico-metafísico de civilización. El monoteísmo no es una religión más sino que fue un cambio fundamental de una civilización premoderna. Por ejemplo, a su vez, dentro del cristianismo, la Reforma fue una gran crítica a la Iglesia. Había allí un criterio: que la Iglesia romana era infiel a Cristo en el plano de la riqueza, de la política. A su vez, el comunismo nació como crítica al sistema del capitalismo, a la injusticia enorme que se veía en el 1800. Los tres modelos críticos tenían un criterio muy fuerte. Estamos en condiciones de decir que hoy hay señales de que una civilización está terminando.



–¿Cuáles serían los indicios desde un punto de vista filosófico?



–La ausencia de criterios para el pensamiento crítico. Cuando se habla de crítica, hay que hacer una distinción: la palabra griega “crisis”, krinein , es una palabra médica. En este sentido era una señal que permitía hacer un diagnóstico: por ejemplo, si alguien tenía fiebre, era señal de que había una infección. En segundo lugar, también en la medicina, la crítica hace la distinción entre lo bueno y lo malo y se convierte, en el sentido más ordinario para nosotros hoy, en la acusación. Todo esto tiene un presupuesto, que es el criterio, una palabra de la misma familia semántica que crisis.



–¿Qué distingue al criterio de la crítica?



–Debo decir como premisa que la crítica es un concepto muy criticado hoy, pero es el criterio que nos permite hacer una distinción, un discernimiento. Es decir que, si el criterio de la temperatura normal del cuerpo humano es de 37 grados, cuando una persona presenta más de 38, se considera que tiene fiebre. El criterio debe en sí mismo salir de una operación crítica. Cada uno de los criterios a su vez requiere una determinación previa: la de la medida y su cálculo, la del valor del hombre como productor de su propia existencia, la de lo bello o sublime determinado, o la del lado de la armonía o el lado de la irregularidad. Kant escribió que “nuestra época es verdaderamente la edad de la crítica”. Desde fines del siglo XVII, de hecho, la palabra “crítica” ha tenido una fortuna singular en la evaluación de obras literarias y artísticas. Esta fortuna es la importancia cada vez mayor, en su evaluación, de un espíritu de discernimiento y sutileza que puede asociarse a la verificación del cumplimiento de las normas. La forma crítica determina por sí misma un arte de fino discernimiento. En definitiva, hay un arte para penetrar en el arte, para saborearlo y acceder a “ese no sé qué” de su producción, incluso de su creación. La historia de la palabra “crítica” oscila, desde entonces, entre dos extremos: a veces prevalece la sutileza indefinible de discernimiento, sólo capaz de discernir lo que el discernimiento discierne, y a veces se hace cargo, con total seguridad, de la distinción fundada en el saber o en el derecho.



–¿Cómo se produce el paso de la crítica estética a la filosófica?



–En la filosofía, la misma idea de la crítica se convirtió en un concepto muy importante con Kant, que le adjudicaba a la crítica un criterio, entendido como posibilidad de un conocimiento racional a partir de una construcción de un experimento científico. Entonces la crítica de la razón pura de Kant hace la diferencia entre los conocimientos científicos, que son los del objeto construido, y los conocimientos ilusorios de la metafísica. La crítica llegó a la filosofía, al pensamiento, primero como una palabra de la crítica estética, como la posibilidad de hacer una distinción entre las buenas y las malas obras de arte. Esta crítica supone tener una idea de lo bello. Y esto es sencillo sólo en un tiempo en el que hay reglas de belleza.



–Pero cuando no hay más reglas, ¿cuál es el criterio? ¿Dónde está?



–Sin criterio, la crítica se transformó en algo más difícil, y por este mismo motivo se convirtió en una disciplina per se . Sobre todo en el primer romanticismo alemán, la crítica permite no sólo diferenciar entre bueno y malo en obras de arte sino que permite encontrar la verdad sobre una obra. Un modo de hacer crítica sin criterio es descubrir cuál es la verdadera originalidad de una obra.



–¿Se puede decir que el juicio sin criterio se convierte en opinión?



–Por una parte sí. Pero la opinión está siempre estructurada sobre un modelo del criterio. Ya Jean-François Lyotard había comenzado a hablar de un juicio sin criterio como la condición moderna o posmoderma. Todo esto nos lleva a decir que hemos llegado a un punto en el que no hay verdaderamente un criterio filosófico, ético. No hay un criterio estético. Toda la discusión sobre el arte contemporáneo se basa en afirmar que no hay arte contemporáneo. La biología no es más la ciencia de la vida, sino que se convirtió en la ciencia de la organización de la vida. Vale decir que para nosotros, hoy, los grandes criterios del conocimiento o el criterio del bien y del mal no son tales. No tenemos más criterios. La crítica estaba encarnada en la revolución. La revolución fue la figura de la crítica radical. Pero hoy no hay revoluciones.



–¿Se puede decir que el pensamiento crítico está muerto?



–No. Naturalmente, todos los días lo aplicamos de algún modo.



–Si planteáramos una caída del capitalismo, ¿favorecería el renacimiento de un pensamiento crítico fuerte?



–Podría ser. Un pensamiento crítico de invención, de apertura a algo nuevo.



–¿Se puede decir que entre una civilización y otra hay períodos de transición en los que no hay criterio?



–Exactamente. Es verdad que en tiempos del nacimiento del cristianismo el mundo romano era, como ha escrito un historiador alemán, “una gran tristeza”. Los tiempos de transición son tiempos de tristeza, de gran melancolía. Si se piensa en el mundo romano entre los siglos I y V, los cristianos no son una fuerza social ni política. Es sólo gente que creía que Cristo podía venir mañana mismo y nada más.



–¿Es posible prever qué sucederá luego de un período de tristeza, melancolía y ausencia de criterios?



–Jamás.



–¿Cómo imagina usted el surgimiento de un nuevo criterio?



-Reconozco que he dicho alguna vez que debemos reinventar. La cuestión de la invención se aplica si es colectiva. Pero la palabra colectiva es todavía débil. La diferencia entre nosotros y los romanos es que nosotros sabemos qué civilizaciones pueden morir y, además, cuando hablamos de la imaginación, la consideramos capaz de ir más allá de lo posible. Cuando trabajamos con la imaginación, elaboramos a partir de algo ya dado pero la consideramos capaz de ir más allá. Se trata de imaginar lo inimaginable, citando a Montaigne. Tal vez debemos imaginar en los límites de lo posible. Sabemos, por ejemplo, que no podemos seguir circulando con la cantidad de autos que hay en el mundo, conocemos los límites del petróleo... Y no podemos pensar un mundo sin energía, sin electricidad. Todas las revoluciones, la de la máquina de vapor o la de la electricidad, fueron evoluciones en el modo de producción. Hoy estamos ante la información y es diferente. Toca a la producción pero también es algo que turba el mundo del saber, de la circulación de conocimientos. Es muy difícil imaginar qué puede ocurrir.



–¿El criterio es una causa o una consecuencia de estos cambios?



–No es una causa sino una consecuencia no calculable. Pienso que hay una cosa central en todo esto: el hombre. La última forma del pensamiento de esta civilización se dice humanismo. Como ya ha dicho Heidegger, el humanismo no piensa tanto la humanidad del hombre. Pascal había escrito que el hombre trasciende infinitamente al hombre. Y es un concepto muy bello. También podemos pensar que se llegó a tal grado de poder, que el hombre se encuentra en un punto de superar sus capacidades técnicas y otras más. Todas las cuestiones de robots, inteligencia artificial, clonación, nanotecnología lo superan. Estamos en una situación extraña porque sabemos que podemos destruir la humanidad entera, se comprende que la naturaleza misma ha producido un animal y que este animal destruye la naturaleza entera, la transforma en otra cosa que no sabemos cómo considerarla. Al mismo tiempo, la vida humana es una pobre cosa. Hay millones de personas que están muriendo. Precisamente la contradicción entre la posibilidad infinita del hombre y la destrucción de la humanidad puede tener un sentido metafórico o tal vez será el fin del mundo, que es un pensamiento interesante.



–¿La falta o debilidad de un pensamiento crítico hoy es una fuerte señal del fin de una civilización?



–Absolutamente. Debemos estar muy atentos a pequeñas señales de una posible novedad. Por ejemplo, pequeñas señales en la relación entre las personas. Los vínculos en la familia, en el amor, en el sexo han cambiado tanto que tal vez estemos en un estado de la sociedad diferente.



–Veremos…



–Usted dice “veremos”. Ver o no ver plantea otra gran dificultad. La aceptación de no ver, mejor dicho, es la dificultad. Hacer previsiones es una cosa, pero ver verdaderamente es otra. Me gustaría volver en 200 años y ver qué fue de este mundo.



http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/Jean-Luc-Nancy-umbral-civilizacion-nueva_0_1673232669.html



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Jean-Luc Nancy 


Encontrar el sentido en la desobediencia



POR DAMIAN TABAROVSKY



No sabemos las razones por las que un pequeño libro de Jean-Luc Nancy que en francés se llama Tu vas obeir! (¡Vas a obedecer!) se ha traducido como ¿Por qué obedecemos? Sabemos, en cambio, que esa modificación –lo que va de la exclamación a la interrogación– desdibuja un punto nodal en el texto de Nancy, seguramente la razón por la que decidió titular al libro de tal modo: la idea de que la obediencia –e incluso la desobediencia– está ligada, de una u otra manera, a una orden previa. La pregunta de Nancy no es tanto por qué obedecemos (pregunta que, en verdad, remite a toda una filiación sociológica, la de Max Weber en adelante, interesada en comprender los procesos de legitimidad de las acciones sociales) sino más bien qué implicancias tiene dar una orden y qué sentido tiene obedecer o desobedecer esa orden (cuestión que toca ante todo nudos filosóficos, en particular a un modo de exposición deconstructivo presente a lo largo del texto: detrás del librito de Nancy se cuela el análisis de Derrida de Ante la Ley , de Kafka, y más lejanamente el Nietzche de Genealogía de la moral ).



¿Por qué obedecemos? transcribe una conferencia para un público integrado por niños –pero que como bien indica la introducción del libro está “dirigida a grandes y chicos”– que incluso al final de la charla plantean una serie de preguntas tales como si “los niños tienen más derechos o deberes”, que Nancy va respondiendo, una a una, con una mezcla de bondad, erudición y buen humor sorprendente. Ese tono, entre didáctico y amable, pero siempre inteligente y agudo, recorre todo el libro, y lo vuelve encantador.



El corazón de la argumentación de Nancy reside en devolverle a la acción de obedecer una carga de ambigüedad perdida: “Para obedecer, para que obedecer se justifique, hace falta que tenga sentido”. Es una buena respuesta, pero que rápidamente llama a otra pregunta, la pregunta por el sentido. ¿Qué significa que algo tenga sentido? Nancy repasa las diferentes formas de dar órdenes y se detiene, por supuesto, en los reglamentos militares, donde “la obediencia constituye la fuerza principal del ejército”. Luego avanza un paso más, hasta llegar a las órdenes en nombre de una guerra justa, y su contracara radical y necesaria: el concepto de desobediencia civil, acuñado por Thoreau, del que Nancy extrae la siguiente conclusión: “La desobediencia entonces puede ser aquello mediante lo que buscamos ese sentido”. Sin nombrarlo –tal vez sin siquiera conocerlo, sin conocer nuestra historia reciente– Nancy roza, crítico, la noción de obediencia debida: “De una sola vez, la obediencia nos conduce hasta un extremo, hasta la cuestión de saber lo que es una guerra justa”. Por cierto, no deja de ser muy interesante leer esta conferencia para un público infantil de 2014, junto a Que faire?, su reciente libro, en el que a partir de los atentados en París vuelve sobre un tema muy suyo en los años 80 y 90, a saber, el de la tensión entre “la política” y “lo político” como modos antagónicos de pensar el acontecimiento en tanto hecho radical, y las consecuencias que de allí pueden surgir sobre el telón de fondo de la violencia simbólica de una proclamada guerra justa y el riesgo de exterminio. Precisamente en los 80 y 90 –pero nuevamente en los últimos tiempos– Nancy llevó a cabo reflexiones en torno a la idea de comunidad, a lo en-común, e incluso a los alcances de un “comunismo literario”. Libros como La comunidad inoperante y La comunidad revocada están entre los textos clave del pensamiento de fines del siglo XX y principios del XXI. Son libros de filosofía que, sin una sola concesión al mercado o a cierta tendencia a la transparencia en la escritura –tan a la moda hoy en nombres como Slavoj Žižek o Boris Groys– pueden leerse también como formidables piezas de intervención crítica en el debate político de la época.



¿Por qué obedecemos? es un hermoso texto menor, igualmente en la misma dirección.


Tabarovsky es escritor, traductor y editor.


http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/sentido-desobediencia_0_1673232670.html



 Jean-Luc Nancy

Jean-Luc Nancy (Burdeos26 de julio de 1940) es un filósofo francés, considerado uno de los pensadores más influyentes de la Francia contemporánea, profesor emérito de filosofía en la Universidad Marc Bloch de Estrasburgo y colaborador de las de Berkeley y Berlín.


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PDF]El intruso. Jean-Luc Nancy - WordPress.com

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El intrusoJean-Luc Nancy. Amorrortu editores. Buenos Aires - Madrid ... Nancy, Jean-Luc. El intruso, - Ia ed.f 1* reimp* - Buenos Aires : Amorrortu,. 2007.

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[PDF]La-Comunidad-Inoperante-Jean-Luc Nancy - Monoskop

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de JLUC NANCY - ‎Citado por 138 - ‎Artículos relacionados
Jean-Luc Nancy taducido, ahora, al castellano, en Chile. El “être-en-commun” habrá incorporado la traducción como un constitutivo suyo fundamental y.



Article 16

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Ingmar Bergman (Suecia 1918 – 2007) indagar en lo más profundo de la condición humana.




Ingmar Bergman
Posiblemente el nombre referencia cuando escuchamos “cine de arte” o “cine de autor”. El sueco fue un maestro en el manejo del tiempo en el cine. La mayoría de su filmografía es relativamente corta (90 minutos, en promedio) pero no necesitaba más para indagar en lo más profundo de la condición humana.  Sus películas parecían una obra de teatro; la mayor parte de la acción se desarrolla en unos pocos lugares y filmaba con solo la luz necesaria  (mención honorífica para sus brillantes fotógrafos, principalmente Sven Nykvist) y estaban filmadas con el mínimo de montaje y con un ritmo mesurado que es perfecto para adentrarnos en la trama. Para tomar un ejemplo de su maestría hay que ver la brillante combinación de dirección de arte, cinematografía y vestuario en su película Gritos y susurros de 1972 que hace que cada imagen parezca una pintura.


  • Mejores películas: El séptimo sello (1957), Fresas salvajes (1957), Persona (1966), Gritos y susurros (1972) y Fanny y Alexander (1982).

http://culturacolectiva.com/directores-influyentes-en-la-historia-del-cine/

La sanguinaria guardia nazi que disfrutaba descuartizando a los presos con un hacha

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Por Alejandro López octubre 2, 2016


Binz caminando

El fascismo conquistó la mitad de Europa hace tres cuartos de siglo y en la memoria histórica, el recuerdo se conserva íntegro con un dejo de dolor. Se trata de un tema que en algunos sitios aún es un tabú, especialmente en los países donde el régimen sembró los fantasmas de la intolerancia y muerte. ¿Por qué el ascenso del Nacionalsocialismo sigue doliendo en la sociedad europea hasta nuestros días? La historia de Dorothea Thedorora Binz es una de las tantas que explican por qué la herida se mantiene abierta a casi un siglo de distancia.

Dorothea Theodora Binz nació un año después de los tratados de Versalles que castigaron con dureza a Alemania y crearon en el seno de su sociedad un marcado nacionalismo que habría de emerger con fuerza con un mensaje de supremacía racial y exterminio por Europa. Binz abandonó los estudios a los 15 años y encontró trabajo de lavaplatos mientras el ascenso del Partido Nacionalsocialista seducía a todos quienes crecieron sin conocer los principios de una democracia.



Binz se alistó en las reservas de la SS a los 19 años, tan sólo una semana antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial. Como muchas otras mujeres que sirvieron al Tercer Reich, la firme convicción de servir al régimen la transformó en una máquina de crueldad después de ser enviada al campo de concentración de Ravensbruck, famoso por ser el primer peldaño de formación para los agentes de la SS.

En menos de un año, Binz pasó de lavar platos a aprender las formas de tortura más utilizadas en los campos de concentración nazi. Más de 130 mil judios, comunistas y todos los perseguidos por el régimen abarrotaron Ravensbruck y para finales de la Segunda Guerra Mundial, la mitad había muerto entre tortura, trabajos forzados o inanición. Binz escaló posiciones en el organigrama nazi después de encargarse de vigilar el trabajo de las mujeres prisioneras con férrea decisión.
dorothea binz amigos
Dorothea Binz amigos


En una ocasión, una mujer joven cayó desmayada después de una extenuante jornada de trabajo. Binz se acercó y trato de levantarla sin éxito. En ese instante, la Alemana llena de furia pateó el cráneo de la mujer hasta desfigurar su rostro. Acto seguido, tomó una hacha y comenzó a cercenar el cuerpo de la víctima ante el error de las demás prisioneras. El acto le valió el reconocimiento de sus superiores y comprendieron que el sitio idóneo para Binz era el búnker de castigo.

Posicionada como adjunta de la supervisora jefe y con apenas un cuarto de siglo de vida, gozó de total libertad para improvisar en los mecanismos de tortura según la situación. Muchas de las historias que en la actualidad recorren Europa con vergüenza, indignación y rabia se forjaron en la mente de Binz antes de convertirse en una cruel realidad. Los pastores alemanes hambrientos y entrenados para destazar carne humana, la muerte por hipotermia después de golpear desnudos a los prisioneros y empaparlos para dejarlos morir en el frío invierno o el desmembramiento con hacha fueron algunas de las innovaciones de la mujer que se convirtió en la cara del terror de Ravensbruck.
dorothea binz ss
Dorothea Binz SS


Binz encarnó la actitud general del Tercer Reich y fue responsable directa de más de 100 mil muertes de mujeres y niños. La práctica del hacha se hizo común. La misma Dorothea expresaba su gustó por el sufrimiento humano calificándolo como un “placer malévolo”. Los últimos días de Binz llegaron juntó con la victoria aliada. Berlin cayó en 1945 y muchos funcionarios nazis comenzaron un éxodo quemando todos los documentos y pruebas del Holocausto. 

Mientras la célula de Binz huía a Hamburgo, fueron identificados por la coalición aliada y la reina del terror en Ravensbruck fue juzgada por crímenes de guerra, sentenciada a la horca en 1947. De la misma forma que Dorothea, otra mujer sembró el terror a través de la Alemania nazi en 1939. Descubre la historia de la aterradora mujer que coleccionaba pieles tatuadas. 

Herta Bothe nace en Alemania en 1921 y fue conocida como “La sádica de Stutthof” trabajo en varios campos de concentración al lado de Ilse Koch e Irma Gresse, sin embargo, fue en el campo de Stuttof donde más tiempo permaneció, dando a conocer sus rasgos sádicos y amenazantes. Herta Bothe fue una de las 130 mujeres que sirvieron en el complejo de los campos de Stutthof. Treinta y cuatro de aquellas guardias femeninas incluyéndola, fueron acusadas de crímenes contra la humanidad al final de la guerra. Si alguna vez se habló de horror fuera de Alemania este fue en Stutthof.
Herta se destacaba por aplicar muchas de las lecciones aprendidas de Koch y Gresse, entre las más destacables se encuentran golpear fuertemente con troncos de madera en la cabeza a las prisioneras hasta dejarlas inconscientes y llevarlas a la muerte, disparar a mansalva a la cara a quien se atreviera a caminar despacio o quien lograra comer de los restos del comando. Otra de las principales “funciones” de “la sádica de Stutthof” era encargarse de quien iría a las cámaras de gas, debido a que este campo solo se encargó de exterminar a los judíos su “trabajo” era diario y a toda hora.
En enero de 1945 Herta se encargó de comandar el traslado de las prisioneras al campo de concentración de Bergen Belsen en el trascurso aquellos que caían al piso debido al cansancio eran asesinados por Herta. Posteriormente a la llegada de los británicos al campo, Herta que no fue condenada a muerte ni a cadena perpetua alego en una entrevista realizada en los años 90:
“Los soldados Británicos nos obligaron a cargar los cadáveres y llevarlos hasta una fosa común, no nos permitían colocarnos guantes para cargar los cuerpos y tenía miedo de contraer tifus, algunos cadáveres estaban tan descompuestos que el tronco se desprendía de sus extremidades… los soldados no nos permitían descansar… realmente sentía miedo”
Durante los juicios de Bergen Belsen Herta fue condenada a solo 10 años de prisión, condena que no pago en su totalidad debido a “su buen comportamiento y la amabilidad de los británicos” fue liberada en 1951 . Después de la guerra se casó y cambió su nombre por el de Herta Lange.
Gerda Steinhoff nace en 1922 en Polonia, es muy poco lo que se sabe de ella antes de ser parte de las SS, no hay información relevante sobre sus padres, estudios o familia. En octubre de 1944 se convierte en una de las guardianas del campo de concentración de Stutthof , donde una de sus principales labores era la supervisión y selección de las prisioneras para las cámaras de gas; realizo “tan bien” su trabajo que fue ascendida al campo de elite de Danzig-Holm, la devoción para realizar de forma perfecta su trabajo la llevo a suministrar vejaciones, asesinatos a sangre fría, vejaciones, palizas, flagelaciones y sacrificios a las internas del campo.
El campo fue liberado en mayo de 1945, al momento de la llegada de los aliados no había ningún rastro de Gerda, esto debido a que días antes había decidió huir del campo y regresar a su hogar a “vivir una vida tranquila”, sin embargo, en mayo fue arrestada por funcionarios polacos y llevada directamente a la prisión de Danzig. Permaneció allí hasta que comenzaron los juicios de StutthofTrial.
Paradójicamente durante estos juicios Gerda no paraba de hacer bromas y comportarse de forma insolente, sin embargo, la alegría se le termino en mayo de 1946 cuando fue condenada a morir en la horca por abusar sádicamente de “las prisioneras” y por su activa participación en las selecciones de las cámaras de gas. Fue llevada a la horca en 4 de julio de 1945, apenas tenía 24 años.
Herta Ehlert nace en Marzo de 1905, es muy poca la información que se tiene de los primero años de Herta, lo más que se sabe es que antes de ser parte de las SS fue vendedora. Se enlisto en las SS en 1942 y luego de su entrenamiento fue transferida al campo de exterminio de Majdanek, según sus propias declaraciones “sus supervisores no estaban contentos con ella pues era condescendiente y amable con sus prisioneras, sin embargo, testimonios recogidos de las sobrevivientes afirman que entre sus torturas preferidas se encontraban la de golpear fuertemente a las reclusas y tirarle de los cabellos hasta arrancárselos a piel viva.
En enero de 1945 Herta fue trasladada al campo de Bergen-belsen donde fue subordinada de Irma Gresse encargándose del área del “comedor” y controlar la alimentación de los reclusos, sin embargo, los sobrevivientes alegan que siempre se encontraba en las puertas del comando golpeado las prisioneros hasta dejarlos inconscientes por cosas como tener las botas mal amarradas.
En abril de 1945 los aliados llegan al campo y arrestan a Herta colocándola a disposición judicial. Durante los juicios de Belsen la SS alego que estaba sorprendida al ver las malas condiciones del campo e incluso hablo con sus superiores al respecto, sin embargo, los testimonios recogidos durante el proceso alegaban que Herta constantemente perpetraba vejaciones y flagelaciones con todos los prisioneros del campo. Al finalizar el juicio fue condenada a 15 años de prisión por colaborar con los maltratos y vejaciones que eran suministrados en los campos de concentración, sin embargo, no llego a cumplir la totalidad de la pena y fue puesta en libertad en 1951. Al salir decide cambiar su nombre a Herta Neumann Vivió sin la intromisión de ningún cazanazis hasta su muerte en abril de 1997. Acababa de cumplir 92 años.
Dorothea Binz Nacio en marzo de 1920 y paradójicamente Dorothea baso toda su carrera de las SS siendo guardia en el campo de concentración de Ravensbrück, sin embargo, lo más peculiar de todo fue que no causo controversia ni tampoco salió a relucir en la palestra de las guardianas malvadas pero lo que poco se sabe es que fue de las más despiadadas y salvajes comparándose con Irma Gresse, María Mandel e Ilse koch.
“La Binz” como se le conocía poseía una belleza innegable ojos azules, cabello rubio, piel tersa y sonrisa angelical, Binz tenía profunda conciencia a la hora de desarrollar sus atrocidades, al punto que rara vez alguna de las desdichadas terminaba sobreviviendo
Durante el juicio le preguntan con respecto al maltrato de los prisioneros, la Binz responde: “Creo que prefieren eso a ser privadas de su comida, o algo más.”
Durante los juicios los sobrevivientes declararon que “La Binz” parecía disfrutar de la forma sanguinaria con la cual golpeaba las seleccionadas para “su castigo diario” e incluso en oportunidades se le vio descuartizando con sus propias manos y la ayuda de un hacha a quien previamente había maltratado.
"En una ocasión, la guardiana vio que había una presa que, extenuada, se cayó al suelo. En ese momento, Binz se acercó, la abofeteó y cogió un hacha con la que rajó y descuartizó su cuerpo. Después se levantó y, al darse cuenta de que se había manchado sus botas negras de sangre, cortó un trozo del vestido de la fallecida para limpiarlas. Cuando terminó, se subió su bicicleta y, como si nada hubiera pasado, volvió al campo de concentración"
Binz se da a la fuga durante “las marchas de la muerte” en abril de 1945, dejando en el camino su uniforme de guardia Nazi, sin embargo, fue capturada el 30 de abril de 1945 y llevada a la prisión de Hamelin, fue condenada a morir en la horca en mayo de 1947, justamente en la misma tarima donde fueron colgadas Juana Bormann e Irma Gresse
Bueno amigos es todo por esta entrega especial de las malvadas nazi. Fue un gusto acompañarlos en este camino… espero hayan disfrutado de esta lectura nos vemos en una próxima cita.
FUENTES
La sanguinaria guardia nazi que disfrutaba descuartizando a los presos con un hacha
Dorothea Binz 
Hertha Bothe
Relatos del horror La brutalidad de las guardianas nazis en los campos de concentración
Gerda Steinhoff 
Segunda Guerra Mundial: Mujeres criminales alemana
Herta Ehlert

BIOGRAFÍA DE EDITH PIAF

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Edith Piaf

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(Edith Giovanna Gassion; París, 1915 - Provenza, 1963) Cantante y letrista francesa. Su vida estuvo marcada por la desdicha desde su más tierna infancia, lo que ejerció una influencia decisiva sobre su estilo interpretativo, lírico y desgarrado al mismo tiempo. Su aspecto desvalido le valió el nombre por el que es universalmente conocida: Piaf («gorrión»).
Hija de un contorsionista acróbata y de una cantante de cabaret, su infancia fue triste. Sus padres se separaron muy pronto; la madre, alcoholizada y enferma, dejó la custodia de Edith a su marido (también alcohólico) y a una abuela paterna. Dada la precaria situación económica de la familia, Edith tenía que ganarse unas monedas cantando en calles y cafés de París.


Su consagración llegó tras la Segunda Guerra Mundial, cuando se convirtió en la musa de poetas e intelectuales del París existencialista y se ganó la admiración incondicional del público. Un letrista conocido como Raymond Asso, que era su amante, la ayudó a sobreponerse. Edith Piaf remontó el vuelo y volvió a los grandes escenarios de Francia, de Europa y de América. Se hizo amiga de la actriz Marlene Dietrich y se convirtió en la gran dama de la canción francesa, ayudando a talentos emergentes como Charles Aznavour, Georges Moustaki, Yves Montand o Gilbert Bécaud, y relacionándose con intelectuales como Jean Cocteau.


En 1946 viajó a Nueva York y conoció al amor de su vida, el boxeador Marcel Cerdan, quien murió en 1949 al estrellarse el avión en que viajaba. Esto hundió nuevamente a Edith en una profunda depresión, que superó a base de alcohol y tranquilizantes. Fue a la vez la época de sus grandes éxitos: La vie en rose o Les trois cloches.
En 1950 colaboró con Charles Aznavour en canciones como Jezébel; fue el año además en que triunfó en el Olympia, mientras que en 1956 lo haría en el Carnegie Hall de Nueva York. Tras un accidente, Edith quedó maltrecha y se hizo adicta a la morfina. Una larga lista de enfermedades le fueron diagnosticadas, y en 1959 se le descubrió un cáncer.
Sus últimos años vivió alejada de los escenarios junto a su nuevo marido, el griego Theo Lambukas. En junio de 1961 fue premiada por la Academia Charles Cros por toda su carrera artística. Murió en Provenza el 11 de octubre de 1963. En su entierro, el cortejo fúnebre fue seguido por una multitud de 40.000 personas.
Entre las muchas canciones que popularizó cabe destacar Mon légionnaireJe ne regrette rienLa vie en roseLes amants de ParisHymne a l’amourMon dieu yMilord. También actuó en películas (French-can canÉtoile sans lumièreParis, chante toujours) y tuvo otros romances con cantantes del relieve de Charles Aznavour, Georges Moustaki o Yves Montand. En los últimos años de su vida escribió una autobiografía con el título de Au bal du chance.









¿Quién fue Jean Paul Sartre? CITAS-BIOGRAFÍA

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Jean-Paul Sartre: biografía de este filósofo existencialista

Este pensador francés sentó las bases de buena parte del pensamiento contemporáneo.

Jean-Paul Sartre es una figura conocida en el ámbito de la filosofía y la literatura, siendo considerado uno de los padres del existencialismo contemporáneo. Filósofo, escritor y activista político, consideraba que el ser humano es un ser libre y que como tal debe hacerse responsable de su propio destino, aunque puedan existir condicionantes externos.
Además, Sartre es conocido también por su activismo político, manteniendo una relación compleja con el comunismo. Llegó a ser nominado Premio Nobel de Literatura, aunque decidió declinar el galardón debido a sus creencias personales. Para comprender su visión del mundo puede ser de utilidad comprender su vida, motivo por el cual en este artículo vamos a repasar una pequeña biografía de Jean-Paul Sartre, quien marcó la filosofía del siglo XX.

Breve biografía de Jean-Paul Sartre

Jean-Paul Charles Aymard Sartre nació el 21 de junio de 1905 en la ciudad de París, Francia, siendo el hijo de un oficial de la Marina llamado Jean Baptiste Sartre y de Anne Marie Schweitzer.
Sin embargo, a los pocos meses de nacer su padre falleció a causa de una enfermedad contraída durante sus viajes. Su madre, con la ayuda de los abuelos maternos de Jean-Paul, le educaría en un entorno estimulante e intelectual. Su abuelo le inició además en el interés por las artes.

Formación académica de este filósofo

En 1915, a la edad de diez años, Sartre entró en el Lycée Henri IV de París para iniciar su educación. Sin embargo, su madre conocería y contraería segundas nupcias con Joseph Mancy, haciendo que el joven Sartre tuviera que trasladarse a La Rochelle. Sería en el Liceo de dicha localidad donde continuaría sus estudios hasta 1920, en que volvería a París y terminaría su educación en su instituto original.
Una vez terminados sus estudios secundarios, ingresaría durante 1924 en la École Normale Supérieure de París para realizar sus estudios universitarios. Durante estos estudios conocería a diferentes personas que en el futuro se convertirían en grandes autores, entre los que se encontraba la que se volvería su compañera sentimental principal (establecerían durante toda su vida una relación abierta controvertida para la época), Simone de Beauvoir. Se doctoró en filosofía en 1929, siendo el primero de su promoción (seguido por De Beauvoir).

Vida posdoctoral y primeras publicaciones de Sartre

Tras doctorarse empezaría a trabajar en diversos institutos como profesor de filosofía, como el liceo de Havre. Posteriormente, en 1933 obtuvo una beca de estudios que le permitió viajar a Alemania y formarse en la filosofía de diferentes autores como Edmund Husserl (explorando la fenomenología) en el Instituto Francés de Berlín.
Tras ello volvería a Francia, ejerciendo de nuevo de profesor en liceos como el Pasteur. En esta etapa empezaría a elaborar su noción de que la existencia precede a la esencia, puesto que tenemos que ser para poder elegir. Dicha idea sería expuesta en su primera novela, publicada en 1938 y titulada La náusea. Durante 1939 comenzaría a escribir otras de sus grandes obras, entre ellas El ser y la nada.

Guerra y Posguerra

La llegada de la Segunda Guerra Mundial haría que Sartre fuera llamado a filas, participando en el conflicto bélico y siendo capturado por los alemanes en 1940. En 1941 consiguió escapar haciéndose pasar por civil, y apoyó y participó en la resistencia francesa.
En 1943 publicó su trabajo más importante y conocido a nivel filosófico, El ser y la nada, en el que ofrecía su versión de la filosofía existencialista. Esta obra, influida en gran medida por el existencialismo de Heidegger (considerado en aquella época una gran autoridad en esta corriente filosófica) y otros autores como Husserl o Kierkegaard, le llevaría a alcanzar gran popularidad.Con el tiempo, en 1945 decidió abandonar la enseñanza y dedicarse plenamente a la creación literaria y filosófica como escritor. Fundó junto con su pareja Simone de Beauvoir y otros autores como Raymond Aron la revista Les temps modernes, de gran influencia en la época.

Su activismo político

Como hemos mencionado anteriormente, Sartre también es conocido por su activismo político, manteniendo una participación activa en este ámbito durante largo tiempo. Dicho activismo sería especialmente activo tras 1947. De ideas socialistas, el autor se mostró crítico con la Guerra Fría y la actuación tanto del bloque norteamericano como el del soviético.
Pese a la existencia de divergencias, tiene un acercamiento hacia las ideas comunistas, viajando en numerosas ocasiones a Moscú y formando parte de diferentes asociaciones.También apoyaría la revolución cubana y la revolución cultural china.
En 1964 el nombre de Sartre fue propuesto para otorgarle el galardón de Premio Nobel de Literatura. Sin embargo, el autor decidió rechazar el galardón al considerar que la vinculación entre autor y lector no precisaba de intermediarios.
También participó activamente en la revuelta de mayo del 68 y condenó abiertamente la Guerra de Vietnam y los crímenes de guerra cometidos en ella, colaborando en la formación del Tribunal Internacional de Estocolmo.
Asimismo, durante este período el autor sigue publicando diversas obras. Creó junto a Maurice Clavel en 1973 la agencia “Liberátion”, que posteriormente se volvería un periódico del cual sería el director.

Últimos años y muerte

Sin embargo, con el paso de los años la salud de Sartre comenzaría a decaer, perdiendo la vista y teniendo que retirarse poco a poco de la creación literaria.
Durante el mes de mayo del año 1980 Jean-Paul Sartre fue ingresado en el hospital Broussais, en París, debido al padecimiento de un edema pulmonar y de una crisis hipertensiva. El 15 de abril de 1980 este edema se complicó con una crisis cardíaca que terminaría por causar su muerte, a las nueve de la noche, en compañía de Simone De Beauvoir y por su hija adoptiva Arlette El Kaim.
El legado de este autor es amplio, acercando el foco de la filosofía a los problemas entre la relación del yo y la sociedad. Asimismo sus ideas han influido en disciplinas como la psicología, contribuyendo al pensamiento y la creación de la corriente humanista.











Hace 51 años Jean Paul Sartre  declinó recibir el Nobel de Literatura

Sartre había sido nominado desde 1957 hasta 1964, cuando la Academia decidió reconocerlo 
14-10-2015 | AVN-Emen.- El 14 de octubre de 1964 el escritor francés Jean Paul Sartre le envió una carta a la Real Academia de las Ciencias de Suecia para declinar a priori el Premio Nobel de Literatura, convirtiéndose en el segundo en rechazar el reconocimiento en esa categoría.

El intelectual francés pedía que no lo incluyeran entre los posibles ganadores de ese año, ni en el futuro, pero la Academia ya había tomado la decisión entre una lista de 76 nominados, según muestran los archivos que se abren al cumplirse 50 años de anunciado el premio.

Sartre había sido nominado desde 1957 hasta 1964, cuando la Academia decidió reconocerlo por "su trabajo que, rico en ideas y lleno de un espíritu de libertad y búsqueda de la verdad, ha alcanzado una gran influencia en nuestra era".

Entre los considerados ese año figuraba el dramaturgo francés Eugéne Ionesco y el ruso Mikhail Sholokhov, este último laureado en 1965.

"Si hubiera aceptado el Nobel - y aunque hubiera hecho un discurso insolente en Estocolmo, lo que hubiera sido absurdo - habría sido recuperado", dijo al respecto le filósofo en una entrevista concedida en noviembre de ese año a la revista Le Nouvel Observateur.

Resaltó el hecho de que un intelectual, cuando tiene una postura crítica, el sistema al que cuestiona "lo recupera necesariamente de un cierto modo, coronándolo. Es una manera de decir: 'Finalmente es de los nuestros'. Yo no podía aceptar eso", expresó.

Sartre fue un importante filósofo, activista político, pensador, novelista y dramaturgo de gran influencia en las corrientes intelectuales, que criticó la política exterior guerrerista de Estados Unidos (EEUU), especialmente por la ocupación militar en la guerra de Vietnam.

Este autor de las novelas La Náusea (1938) y los tratados de filosofía La psicología de la imaginación (1936) y La trascendencia del yo (1937), nació el 21 de junio de 1905 y falleció el 15 de abril de 1980, en París.

La corriente intelectual expresada en su obra, llamada existencialismo, representó un cambio en el pensamiento filosófico del siglo XX.

¿Quién fue Jean Paul Sartre?

Fue un filósofo, dramaturgo, novelista y periodista político francés, uno de los principales representantes del existencialismo. Sartre nació
en París el 21 de junio de 1905 y falleció el 15 de abril de 1980.

Su padre fue militar naval y falleció a los pocos meses de su nacimiento, Jean Paul Sartre fue criado por su madre, Anne Marie Schweitzer, hermana de Albert Schweitzer y su abuelo.

En 1915 ingresó en el liceo Henri IV de París y al año siguiente, debido al segundo matrimonio de su madre, se trasladó a La Rochelle, donde continuó sus estudios.
En 1920, Jean Paul Sartre regresó a París e ingreso en la "École Normale Supérieure", donde conoció en 1929 a Simone de Beauvoir, su compañera de toda la vida.

Se graduó en 1929 con un doctorado en filosofía y sirvió como conscripto en el Ejército Francés durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), durante la cual
fue prisionero de los alemanes entre 1940 y 1941. Tras recuperar la libertad, Jean Paul Sartre volvió a Francia y comenzó a trabajar como profesor de filosofía en el
liceo Condorcet y colaboró con Albert Camus en "Combat", el periódico de la Resistencia.

En 1945 abandonó la enseñanza y fundó junto a Simone de Beauvoir la revista
política y literaria "Les temps modernes", de la que fue editor jefe. Unos años después comienza a relacionarse activamente con el socialismo, siendo un severo crítico durante la Guerra Fría (1947-1991).

Jean Paul Sartre tuvo una relación fluctuante con el comunismo, acercándose y alejándose de él. Se opuso a la Guerra de Vietnam, y junto a Bertrand Russell y otros organizó un tribunal con el propósito de exhibir los crímenes de guerra de los Estados Unidos.

En 1964 rechazó el Premio Nobel de Literatura, alegando que su aceptación implicaría perder su identidad de filósofo.

Jean Paul Sartre fue una persona sencilla, sin apegarse mucho a las cosas materiales y con un gran compromiso social, siendo el paradigma del intelectual comprometido del siglo XX.


Sus obras más destacadas son:

El ser y la nada (1943)
El existencialismo es un humanismo (1945)
La transcendencia del ego (1936)
La náusea (1938)
El muro (1939)
Esbozo de una teoría de las emociones (1939)

Algunas de sus mejores frases:

"El mundo podría existir muy bien sin la literatura, e incluso mejor, sin el hombre"

"Felicidad no es hacer lo que uno quiere sino querer lo que uno hace"

"Lo importante no es lo que han hecho de nosotros, sino lo que hacemos con lo que han hecho de nosotros"

"Una batalla perdida es una batalla que uno cree que ha perdido"

"Quien es auténtico, asume la responsabilidad por ser lo que es y se reconoce libre 
de ser lo que ser"

"Al querer la libertad descubrimos que ella depende enteramente de la libertad
de los demás"

"Aquello que cada uno de nosotros es, en cada momento de su vida, es la 
suma de sus elecciones previas. El hombre es lo que decide ser"

"Como todos los soñadores, confundí el desencanto con la verdad"

"Cuando los ricos se hacen la guerra, son los pobres los que mueren"

"El hombre está condenado a ser libre"

"El hombre nace libre, responsable y sin excusas"

"En el amor, uno y uno son uno"

"Habremos de ser lo que hagamos, con aquello que hicieron de 
nosotros"

"Incluso el pasado puede modificarse"

"Lo importante no es lo que han hecho de nosotros, sino lo que hacemos con 
lo que han hecho de nosotros"

"Lo más desagradable del mal es que a uno lo acostumbra"

"Los hombres son como los dados, se lanzan en la partida de la vida"

"No perdamos nada de nuestro tiempo; quizás los hubo más bellos, pero este es el nuestro"

"No se es escritor por haber elegido decir ciertas cosas, sino por la forma en que se digan"

"No somos libres de dejar de ser libres"

"Quien es auténtico, asume la responsabilidad por ser lo que es y se 
reconoce libre de ser lo que es"

"Ser libre no es querer hacer lo que se quiere, sino querer hacer lo que se puede"

"Temblad ante el esclavo cuando rompe sus cadenas, no tembléis ante el hombre libre"

"Todo ha sido descubierto salvo cómo vivir"

"Todo lo que existe nace sin razón, se prolonga por debilidad y muere por casualidad"

"Todos los medios son buenos cuando son eficaces"

"Trata de amar al prójimo. Ya me dirás el resultado"

Albert Cohen, Bella del Señor (1968).Una obra maestra.

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Título original: Belle du Seigneur
Traductor: Javier Albiñana
Páginas: 624
Publicación: 1968 (2011)
Editorial: Anagrama
Categoría: Narrativa



Sinopsis: Situada en Ginebra y Francia, en 1936, en una época en que el antisemitismo alcanza en Alemania su paroxismo, esta novela relata, con lirismo romántico unido a su ironía feroz, la relación exasperada entre Solal, judío, alto funcionario de la Sociedad de las Naciones, y Ariane, la aristócrata aria casada con un subordinado de Solal, desde su encuentro hasta la agonía final, pasando por la conquista, la pasión y la implacable degradación de los sentimientos. Para combatir la saciedad, los amantes recurren a todo tipo de métodos: celos retrospectivos, humillaciones morales y todas las recetas eróticas; este libro de amor es también un retrato de los horrores de la carne. Tanto por el análisis de los celos como por el relato de la seducción o por su pesimismo radical, casi metafísico, respecto al mito del amor puro, Albert Cohen, en esta búsqueda del Absoluto a través del amor, nos ha dejado páginas que pertenecen ya a la leyenda y que durante largo tiempo continuarán forjando la sensibilidad de los lectores. Bella del señor forma parte de una saga compuesta por cuatro obras maestras: Solal (1930),Comeclavos (1938), Los Esforzados (1969) y Bella del Señor(1968).


No es una historia de amor. O sí. Pero es más, mucho más. Un gran (grandísimo) libro escrito con maestría en el que Albert Cohen nos muestra un pormenorizado conocimiento sobre el amor y sus distintas fases, tanto en hombres como en mujeres.

Magistralmente narrada, nos cuenta la historia de Solal y Ariane y el proceso por el que el amor se acaba convirtiendo en todo un ejercicio de autodestrucción y codicia.


Obra densa, despiadada y dulce, irónica e incisiva, divertida y trágica, extravagante y entretenida. Concebida como una obra de personajes, por ella desfilan los maravillosos y estrafalarios personajes que Cohen nos describe de una forma tan tierna como hilarante. Una obra maestra.

http://loqueleolocuento.blogspot.com/2012/12/bella-del-senor-albert-cohen.html
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Bella del Señor, tercera novela de la “tetralogía de Los Esforzados”, escrita por el brillante escritor judío Albert Cohen (Corfú, 1895 – Ginebra, 1981), galardonada con el Gran Premio de novela de la Académie Française en 1968, va ganando con el paso de los años, el reconocimiento que merece como una de las novelas más importantes del siglo XX.  Un sensacional libro que aborda en tono de parodia el tema del amor, imposible de no recomendar en este espacio, y cuya lectura garantiza a quienes se sumerjan en sus páginas una experiencia  inolvidable.

Cohen nos narra en Bella del Señor la historia de la singular relación  amorosa entre Adriane (bella dama proveniente de una antigua familia protestante ginebrina) y Solal (guapo joven judío, exitoso funcionario de la Sociedad de Naciones), analizando con humor y de forma conmovedora la pasión de cada uno por el otro, sentimiento que amenaza con ahogar a los protagonistas en su propia soledad, y su afán por perpetuar aquella más allá de los límites que supone la realidad de su carácter insostenible como realización del amor ideal.

Pero no sólo eso; además de poner en jaque los argumentos que plantean la posibilidad de hacer perdurable la pasión romántica, desnudar el patetismo a que nos lleva la alteración de nuestra propia conciencia bajo los efectos de dichos sentimientos, y retratar para el lector un universo de sensaciones – de cuya visión así pintada y su inevitable comparación con la propia experiencia, estoy seguro, resultará para la mayoría casi imposible salir ileso -, este extraordinario escritor en lengua francesa nos cuenta las aventuras de Comeclavos, Mattathias, Saltiel, Michael y Salomón, Los Esforzados, parientes de Solal, quienes le ayudan en su conquista de Adriane a través de hilarantes situaciones; hace una dura crítica del trabajo de los funcionarios de la Sociedad de Naciones, concentrados cada uno en ascender en su carrera política; nos lleva a padecer el malestar de la comunidad judía en el periodo de entreguerras y retrata su mundo con un encanto singular, derivado del profundo amor que siempre profesó por su cultura.  Éstos fueron, entre otros, motivos por los que esta novela fue considerada por el Nacional Yidish Book Center de los Estados Unidos como una de las primeras treinta entre las cien mayores obras de la moderna literatura judía.


En Belle du Signeur, Abraham Albert Cohen nos conduce, luego de un inicio que marcha con relativa lentitud, en un viaje que no deja nunca de sorprendernos por su magistral despliegue de recursos técnicos, permitiéndonos disfrutar página tras página del extraordinario lirismo de su prosa y su gran sentido del humor.  Esta es, en definitiva, una novela excepcional cuya lectura tengo el gusto de recomendarles como se recomienda a un amigo un buen viaje de vacaciones y aventura, una grata experiencia al término de la cual cada quien tendrá, de seguro, mucho que comentar, y también, mucho que pensar en silencio.

https://revistaautodefe.wordpress.com/2008/12/09/toda-una-experiencia-bella-del-senor/
                      

A quien nos devolvió la dignidad con el verbo



«El que esta espantosa aventura de los humanos que llegan, se ríen, se mueven, y de pronto ya no se mueven, el que esta catástrofe que les espera no les vuelva más tiernos y compasivos los unos con los otros, esto es lo increíble».
(0 vous, frères humains)
Mi viejo y venerado maestro:
Siempre escribía usted «desde lo alto de su muerte próxima». Tal lúcida e intensamente vivía usted su muerte, que acabamos creyendo que había ocurrido ya en un remoto pasado, y la verdad: ya no la esperábamos.
Puede que su muerte sea una lección: estos últimos años, yo me fui alejando físicamente de usted; las ambiciones, los placeres, todo el vano rumor de los trabajos y los días, todo lo que usted tan implacablemente describe en sus libros, me acaparaba, e insensiblemente me iba pareciendo a algunos de sus personajes.
(¿Una farsa, también, esta carta que le escribo y que usted jamás leerá -muerto, está usted muerto-, dirigida en realidad a los lectores de un diario? ¿Puedo en verdad creer que a ello me autoriza la admirable carta de 222 páginas que escribió usted un día para su madre muerta ... ?).
Que extraño: estuve justamente pensando en usted la semana pasada, cuando se atribuyeron los premios Nobel. El de Literatura, el otro gran escritor sefardita, Elías Canetti. Y el de la Paz, para el Alto Comisariado de Refugiados, organismo en el cual usted desempeñó altas funciones después de la guerra. Fue usted el inventor del «pasaporte apátrida» (idea magnífica, idea de poeta) y puedo atestiguar que sentía usted más orgullo por aquello que por toda su obra literaria.
Pero dejemos las medallas, condecoraciones y baratijas a sus Valeureux.Usted era Solal, el Solitario y Soleado.
Toda una concepción de la vida judía muere también con usted. Isaac Bashevis Singer, para la «Y dishkeit», y usted, en el ámbito sefardita, eran los dos últimos que nos hablaban del gueto: los dos últimos grandes escritores judíos de la Diáspora, del mundo anterior al Estado de Israel.
Toda gran obra surge de una escena primitiva (la madalena de Proust, el estado de naturaleza de Rousseau...): la suya fue, en el día de su décimo cumpleaños, el encuentro con un vendedor ambulante antisemita; su primera cita con el odio... Todo el resto de su vida se desarrolló bajo el signo de la nostalgia de la comunicación: ¿Cómo convencer a los malvados y arrancarles «los colmillos del alma»? ¿Cómo reintegrarse en la sociedad humana y recobrar la comunión feliz de la infancia?
Su obra tan extraordinariamente diversa (obra de moralista y de poeta lírico, novela, drama y epopeya, confidencia e imprecación) insistente, sin embargo, hasta la machaconería («como los profetas», solía usted decir con una sonrisa no tan ingenua), se propone una sola meta: denunciar la universal «balbuinería», el culto de la fuerza brutal, origen y motor de toda actividad humana, y la hipocresía del idealismo.
Nadie mejor que usted supo ligar la meditación más desesperada y menos complaciente sobre nuestra condición, con la risa enorme y devastadora (no sólo la ironía, la sátira o el escarnio masoquista, sino la risa inocente y alegre del eterno adolescente que sabe que «el día del beso sin fin llegará»).
Nadie mejor que usted amó tan apasionadamente a la mujer (usted que, pasados los setenta años, escribió algunas de las páginas más sensuales de la literatura francesa), y nadie al mismo tiempo condenó más radical, lúcida y ferozmente la mentira y el sufrimiento del amor. Extraño Don Juan, que las seducía a todas, con rabia y humillación, porque «no son antisemitas cuando se enamoran». Ellos no lo entendieron, claro. Dijeron que usted se pasaba, que era misógino y reaccionario. Usted les dejaba decir...
Para luchar contra el antisemitismo, inventó usted la estratagema más audaz e inaudita. En vez de escandalizarse con la caricatura que esgrimian los que nos odiaban, o de dejar ver su pesadumbre (esto lo reservaba usted para sus escritos íntimos), en sus novelas hizo usted una cosa asombrosa: aceptó usted la caricatura, exageró incluso el trazo hasta lo insoportable. Sus judíos son más fanfarrones y mentirosos, más pícaros, cobardes, avariciosos, capitalistas, bolcheviques, millonarios y harapientos que los de Maurras, Celine y los Protocolos reunidos. Pero usted les había insuflado un alma. La galería de monstruos, el museo de los horrores, nos lo hizo visitar por dentro. Con genial insensatez, reivindicó usted la caricatura «y he aquí que la caricatura se tornaba sal de la tierra» (Hubert Juin).
¿Cómo agradecerle, Albert Cohen, el habernos devuelto la dignidad, no con las armas, sino mucho más puramente, con el verbo? En los tiempos del holocausto, este vino loco de esperanza y de estima propia, fue usted quien nos lo escanció. Usted que decía que los judíos no son un invento de Dios, sino todo lo contrario: Dios es un invento de los judíos, ese Dios que usted reverenciaba sin creer en él («Dios existe tan poco que me avergüenzo por, él»).
Más que cualquier otro escritor, quizá usted confiaba en las palabras y creyó que con ellas se podía extirpar el mal. Usted fue quien me reveló una tarde en Ginebra este aforismo de Freud, que bien podría resumir su vida, Albert Cohen, y su loca ambición: «Cuando alguien habla, es de día»..


http://elpais.com/diario/1981/10/20/cultura/372380403_850215.html

Una magistral provocación


La publicación en español de Bella del Señor(editorial Anagrama, Barcelona, 1987,624 páginas, traducción de Javier Albiñana), la célebre novela de Albert Cohen (1895-1981), ha significado una explosión editorial. Cinco ediciones en pocos meses para una novela que ha sido puesta en los cuernos de la luna por la crítica más intransigente, con varias semanas en el primer lugar de la nómina de libros más vendidos. Esta irrupción (con 20 años de atraso, claro está) no hace sino confirmar les ditirambos que le fueran dedicados por la crítica francesa cuando Belle du Seigneur obtuivo en 1968 el Gran Premio de Novela de la Academia. Se la situó entonces a la altura de Shakespeare, Proust, Musil, Céline, Chaplin, Saint-John Perse, etcétera. La voluntad de elogio era tan manifiesta que casi no se hallaba con quién compararla; todo arquetipo parecia poco.Es cierto que Cohen se beneficia (la comparación es inevitable) del descenso cualitativo de la narrativa francesa en la segunda mitad del siglo XX, lapso en el cual (además de las dos Margaritas: Duras y Yourcenar) apenas la ascendente figura de Jean-Marie Le Clezo o el intrincado Claude Simon pueden disputarle la primacía. Curiosamente, de estos escritores sólo Le Clezio es literalmente francés: Duras nació en Indochina; Yourcenar, en Bélgica; Simon, en Madagascar, y Albert Cohen nació en Corfú, una de las islas jónicas, perteneciente a Grecia. No obstante, es innegable que Cohen, como los otros citados, pertenece a la literatura francesa, ya que ha escrito en esa lengua no sólo las cuatro novelas de su saga, sino también el resto de su obra.

Este escritor singular ocupó altos cargos en organismos internacionales 
con sede en Ginebra, tarea que le permitió conocer desde dentro (y aprovecharlas como hábitat de sus ficciones) las glorias y miserias de 
la alta burocracia internacional. Poco amigo de los cenáculos literarios, Cohen fue creando su obra, al comienzo, en el confinamiento de su parcela burocrática, y luego, en la soledad de su memoria. Bella del Señor podría ser calificada como un fastuoso libro del amor, o, mejor aún, de la construcción del amor y su minuciosa destrucción por los celos. Extrañamente, este gran Ebro de amor es en el fondo una feroz invectiva contra él mismo. Se ha señalado que es "una búsqueda del absoluto a 
través del amor", pero cabría agregar que, aun en esa acepción, se trata 
de una búsqueda conscientemente destinada al fracaso.
La relación amorosa entre Solal (alto funcionario de la Sociedad de Naciones en 1936; judío, como el autor) y la refinada Ariane 
(esposa de otro burócrata de menor nivel y ambición desmedida) 
tiene tres etapas definidas: la del rampante, gozoso adulterio; la 
unión estable, rutinaria, casi conyugal; el estallido y la vicisitud 
de los celos. Para Cohen, el amor es, en más de un sentido, la 
consagración de la apariencia: cada amante se prepara para la 
maniobra y la conducta eróticas con la prolijidad y el profesionalismo 
de una vedette que va a salir a escena. El placer amoroso hereda 
así una obligada dependencia con respecto a la pericia en el disimulo,
 la idoneidad en la hipocresía. Se trata, por supuesto, de un placer 
refinado, impecable, casi mundano; un placer que de alguna manera 
viene con la etiqueta de su clase y su nivel sociales.

Hipérbole y humor

Esto no implica que Solal o Ariane se ahorren ninguna de las posturas y variantes (corrientes o insólitas) del catálogo erótico de todos los tiempos, pero sí que las lleven a cabo en un contexto de pulcritud y elegancia y en medio de un primoroso torneo verbal que evita aludir a los pormenores de la lujuria con su tosca y vulgar nomenclatura. En verdad es abrumador todo lo que hablan estos amantes (si no fueran entes de ficción serían sencillamente insoportables) cada vez que fornican. Al final, el lector tiene la impresión de que la previsible etapa de tedio sobreviene no tanto por la agobiante tautología del sexo como por el discurso que, en medio de acrobacias y calistenias no demasiado aptas para la faramalla o la locuacidad, precede o acompaña el orgasmo básico.
Es claro que Cohen adereza toda esa hipérbole con un formidable sentido del humor, y es así que durante extensos capítulos el juego amoroso cede la prioridad al menester de la ironía. Y aunque Solal mantiene siempre un grado de lucidez que lo habilita para burlarse no sólo de su amante, del marido de ésta (el lamentable Didi) o de los obsecuentes subordinados y colegas internacionales, sino también de sus propias maniobras e irrisorias proezas de amor, lo cierto es que el conjunto de la peripecia aparece como desprestigiado y corroído por la burla. Toda la novela es una bofetada conceptual al esquema romántico del tratamiento amoroso (incluso se mofa cruelmente de Proust) y también a la revenida cursilería que puede alcanzar la mundanería casi voluptuosa del que hacer diplomático. En ambos aspectos, la obra cumple a cabalidad su cometido, gracias sobre todo a un claro dominio del oficio y del lenguaje. La novela tiene pasajes de notable calidad literaria (entre los que cabe destacar la desopilante descripción del señor Daume o la del entorno judío del protagonista, toda una corte de milagros de Sión), y a pesar de que sus más de 600 páginas provocan intermitentemente atracción y rechazo, siempre se leen con avidez.
Si algo cabe objetar es la aparatosidad descriptiva y el gigantismo oral en las larguísimas enumeraciones de sexo explícito e implícito (se echa de menos a Henry Miller) o las repentinas y agobiantes tiradas (cada una de 20 o 30 páginas) de elucubración poco menos que ensayística. Esta objeción no apunta a su talante reflexivo, sino a la extensión desmesurada, que a menudo frena el devenir narrativo y tíenta al lector a que se salte la correspondiente planicie de cavilación.
La repetición y la insistencia se vuelven particularmente agobiantes cuando la historia desemboca en la andanada de los celos. Allí, Solal no parece creer demasiado en sus personales reproches y agresiones (el pretexto de los celos es una antigua vinculación de Ariane, muy anterior a su vinculación con Solal), incluso deja frecuente constancia de su distanciamiento ante sus propios arranques, como si sólo le sirvieran para arrojar a la amante por la borda,- pero esa visión esporádicamente autocrítica no alcanza a reivindicar la delectación y el denuedo que pone en sus asaltos.
Por todo ello, la comparación con Shakespeare, Proust, Musil, Chaplin y otros notables tal vez no sea la más justa. En todos esos creadores hay una entrega generosa a un mundo que ellos mismos levantaron, una entrega que por cierto no existe en Cohen. Éste nunca abandona el solio y la jactancia de autor omnipotente. Su riesgosa ambigüedad, el esmerado odio con, que manipula el amor, su repulsa sutil hacia sus creaturas no sólo le distancian, como era de prever, del individualismo romántico, sino que también le vedan una asunción objetiva del orbe que ha elegido describir. Su relación con sus personajes (salvo cuando se refiere a Mattathias, Comeclavos y el resto del clan familiar y judío) es incriminadora y despiadada, a tal punto que el lector llega a mirarlos con piedad.

Un machismo exquisito

Bella del Señor es, sin embargo, una lectura ineludible, en primer término, porque desarrolla un enfoque inexpugnablemente original (el amor como ardua .gesta de seducción; el amor como verklärte nacht, o noche transfigurada; el amor como cedazo de deterioros; el amor
como cáscara de palabras y médula de tedio; el amor como espejo de la muerte), y luego, porque hay en la novela un ejercicio lúdico que normalmente escolta a esta insólita educación sentimental. Aun la antítesis atracción / rechazo que, con sus torrentes y sus remansos, la narración provoca en el lector significa un elemento activo, dinámico, no exactamente comprometido, sino comprometedor.
Conviene advertir, sin embargo, que en medio de esa aceleración, de esa prueba de fuerzas, la figura más darririfficada es siempre la de Ariane. EnBella del Señor, el colonizador y usufructuario de la belleza es el Señor; la belleza femenina es administrada, orientada, gozada, juzgada y en el fondo menospreciada por el Señor. Es probable que se trate de la más depurada expresión de machismo en la novela contemporánea. Refinada sí, pero, a pesar de su refinamiento, sólidamente machista. Ariane lo sacrifica todo (hogar, situación, seguridad económica, consideración social) por seguir a su amado (con mayúscula), pero el sacrificio la deja inerme y sometida.
Por eso, porque su vida no tiene (ni quiere) otra solución que la hegemonía del amante, la aristocrática Ariane es en los hechos tan pasivamente machista como lo es Solal de modo activo. Después de todo, Cohen es más machista que uno y otra, sólo que su masculina visión del mundo y del amor se va progresivamente tiflendo de poesía, y dejando, página a página, aquel lastre de pulido escarnio. Y aun así, en el último y breve capítulo que es sin duda la muestra más acabada de su arte, el autor omnisciente resuelve que, ya en los umbrales de ese postrer orgasmo que es la muerte compartida, Ariane siga reconociendo la hegemonía de su Señor: "No se te olvide venir, murmuró y segregó saliva; sonrió estúpidamente, quiso echar hacia atrás la cabeza para mirarle, pero no podía ya, y allá afilaban una guadaña. Quiso entonces saludarle con la mano, pero no podía ya, su mano se había ido. Espérame, le decía él de tan lejos. Aquí llega mi divino rey, sonrió ella, y penetró en la iglesia montañosa".

Aunque en ese remate solemne (que sí tiene la impronta de Shakespeare), Solal acabe transido de amor, es él, y sólo él, después de todo, el administrador y el agente de la postrimería. El machismo como última ratio. Yasí se llega a la inquietante consecuencia: ya se mueva en los meandros de la vida o en la recta final de la muerte, Bella del Señor es una magistral provocación, de la que nadie sale indemne. Y si el lector se siente, por alusión o por elusión, frecuentemente involucrado en la trama y en la dialéctica de la obra, y hasta quisiera aquí y allá esgrimir sus razones, ya sea en apoyo de una revelación o, en rechazo de una falacia, es porque Bella del Señor es (a pesar de su elitismo crítico, de sus desguarnecidas jactancias y de su machista asunción del amor) una novela profundamente removedora, escrita con delectación y absoluto dominio del lenguaje y con atributos más que suficientes para integrar la memoria literaria de este siglo.

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