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Poesía Erótica: Poema 12 de Oliverio Girondo

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“Amor impostergable y amor impuesto.
Amor incandescente y amor incauto.
Amor indeformable. Amor desnudo…”

“Poema 12″

Se miran, se presienten, se desean,
se acarician, se besan, se desnudan,
se respiran, se acuestan, se olfatean,
se penetran, se chupan, se demudan,
se adormecen, se despiertan, se iluminan,
se codician, se palpan, se fascinan,
se mastican, se gustan, se babean,
se confunden, se acoplan, se disgregan,
se aletargan, fallecen, se reintegran,
se distienden, se enarcan, se menean,
se retuercen, se estiran, se caldean,
se estrangulan, se aprietan se estremecen,
se tantean, se juntan, desfallecen,
se repelen, se enervan, se apetecen,
se acometen, se enlazan, se entrechocan,
se agazapan, se apresan, se dislocan,
se perforan, se incrustan, se acribillan,
se remachan, se injertan, se atornillan,
se desmayan, reviven, resplandecen,
se contemplan, se inflaman, se enloquecen,
se derriten, se sueldan, se calcinan,
se desgarran, se muerden, se asesinan,
resucitan, se buscan, se refriegan,
se rehuyen, se evaden, y se entregan.
Oliverio Girondo
Oliverio Girondo nació en Buenos Aires, el 17 de agosto de 1891.
Publicó en 1922 su primer poemario: “Veinte poemas para ser leídos en el tranvía”, “Calcomanías” en 1925, “Espantapájaros” en 1932, “Persuasión de los días” en 1942, “Campo nuestro” en 1946 y “En la masmédula” en 1954, esta última su trabajo más audaz en el campo poético.
Falleció en Buenos Aires, el 24 de enero 1967.
También de Oliverio Girondo en este blog:

ARTE ERÓTICO EN LA FOTOGRAFÍA

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Los griegos utilizaban la palabra érōs para referirse a la pasión aplicada al amor y al deseo de tipo sensual. 



Ese sentimiento también se representó a través del dios Eros. En la lengua española, el término erotismo connota y denota lo relacionado con la sexualidad, tanto en relación al mero acto sexual de desarrollo carnal como a sus proyecciones.
El erotismo suele verse abordado en combinación con la libido, ya que se trata de todo aquello que proviene de la zona libídica y que guarda relación con el sexo y el amor. Sin embargo, existe una especie de oposición entre el amor erótico respecto al amor que se considera marcado por el romanticismo, ya que éste se ha transformado en la asociación principal del amor en general (que posee carácter altruista y, según se cree, exalta la sensualidad).


De esta manera podríamos establecer que hoy día al
hablar de erotismo lo estamos identificando con lo que es el deseo sexual y sensual mientras que el amor se considera a aquel que tiene que ver con los sentimientos, con lo profundo del alma, lo que va más allá del mero aspecto físico.
No obstante, aunque se establezcan como conceptos separados sí es verdad que al final son complementarios en muchas ocasiones. Y es que en toda relación de pareja basada en el amor al final el erotismo se hace presente pues el amor sentimental también da paso al deseo carnal, a la pasión física.
Aunque parezca extraño, el erotismo siempre está presente en la religión y en los sistemas de creencias. En el catolicismo, los textos místicos de San Juan de la Cruz incluyen una retórica que rebalsa de erotismo atribuido a la deidad. En otras religiones, por otra parte, existía una costumbre que bien podría definirse como unaprostitución de índole sagrada que se extendió hasta la Grecia clásica. Tampoco puede dejar de mencionarse al popular libro del Kama Sutra, una sublimación a la sexualidad perteneciente al hinduismo.
En este sentido, tampoco podemos obviar el hecho de que cuando hablamos de erotismo también estamos haciendo referencia a lo que es la exaltación del amor físico en el ámbito artístico, ya sea literatura, cine, teatro, pintura o escultura. De esta forma, entre los muchos ejemplos de erotismo que pueden existir en estos campos podríamos destacar películas como Instinto básico (1992) o Nueve semanas y media (1986), pinturas como La maja desnuda de Goya o El baño turco de Ingres, o esculturas como El beso o El baño de Venus que pertenecen ambas a Rodin.
Cabe señalar que las motivaciones eróticas de un individuo o el interés sexual que un objeto puede generar en alguien suele ser calificado con el adjetivo sexy, un vocablo proveniente del idioma inglés. El erotismo también puede ser confundido con el fetichismo, que está entendido como una dirección de la libido que se dirige a ciertos objetos o partes corporales.
En cuanto al erotismo en la literatura, uno de sus principales exponentes es el Marqués de Sade, quien supo ser condenado por desarrollar en público actos de libertinaje y por complementar sus intereses sexuales con reacciones violentas.
Y todo ello sin olvidar que desde dicho exponente hasta nuestros días muchos y variados han sido los libros que han versado sobre el citado erotismo. Entre las obras cumbre que lo fomentan e impulsan destacan, por ejemplo, Lolita (1955) de Vladimir Nabokov o Las edades de Lulú (1989) de Almudena Grandes.






































Vadim Stein (Fotografo 

Ucraniano1967)

Vadim Stein es un fotógrafo de Kiev( Ucrania 1967), con un impresionante trabajo fotográfico en su mayoría en blanco y negro. Sus  son una recreación de una realidad inventada por el mismo. Vadim abarca un  erotismo y una frágil sensualidad envuelta en conceptos abstractos nítidos y contundentes.








Helmut Newton.(Australia 1920-2004).

Helmut Newton —Helmut Neustädter— (31 de octubre de 1920 - 23 de enero de 2004) fue un fotógrafo australiano de origen alemán que se considera uno de los fotógrafos más importantes del siglo XX. Crea un nuevo estilo propio en sus fotografías, que están repletas de glamour y seducción, donde predominan los desnudos femeninos y los tacones de aguja.









John Tisbury.

John Tisbury es un fotógrafo inglés cuya principal área de trabajo fotográfico se desarrolla en torno a la fotografía la forma femenina. Es miembro de la Royal Photographic Society donde ha logrado una distinción en el 2005, así como de la The Guild of Erotic Artists y laAssociation of Erotic Artists. Acaba de publicar su primer libro dedicado al fetichismo, que se llama Curves. Su trabajo ha sido publicado y expuesto en diferentes exposiciones nacionales e internacionales, así como en concursos donde ha ganado diferentes premios. Aunque su trabajo se centra en el erotismo, fetichismo y desnudo artístico, también incluye paisajes o el mundo de la moda. Es un gran coleccionista de latex, corsets y accesorios fetichistas y fotografía principalmente en estudio, donde se siente mucho más cómodo.  A John le gusta crear imágenes con las que agitar la imaginación, que sean eróticas, incluso obscenas, pero no explícitas.“Innovar, no imitar” es su lema.











Robert Mapplethorpe.

Robert Mapplethorpe (Nueva York4 de noviembre de 1946 – Boston9 de marzo de 1989) fue un fotógrafo estadounidense, célebre por sus fotografías blanco y negro de gran formato, especialmente flores y desnudos. El contenido sexual de algunos de sus trabajos, calificados de pornografía, generó más de una polémica durante su carrera.Cursó estudios superiores en el Pratt Institute de Brooklyn desde 1963 a 1970, donde produjo obras de arte en una variedad de medios de comunicación. No utilizaba aún sus propias fotografías, pero en sus obras incorporaba muchas imágenes fotográficas que conseguía de varias fuentes, incluyendo páginas arrancadas de libros y revistas. Este temprano interés reflejaba la importancia de la imagen fotográfica en la cultura y el arte de su tiempo, incluyendo el trabajo de artistas tan notables como Andy Warhol, a quien Mapplethorpe admiraba enormemente.










NÄIS NIN - FRAGMENTOS DE SU LIBRO "DELTA DE VENUS" - RELATOS ERÓTICOS

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El sexo debe mezclarse con lágrimas, risas, palabras, promesas, escenas, celos, envidia, todas las variedades del miedo, viajes al extranjero, caras nuevas, novelas, relatos, sueños, fantasías, música, danza, opio y vino.




Anäis Nin fue una escritora francesa que vivió entre el 1903 y el 1977. Vivió y trabajo en París, Nueva York y Los Ángeles.
Autora de novelas vanguardistas, término 
que se utilizó para denominar en el 
terreno artístico, las llamadas vanguardias 
históricas,una serie de movimientos 
artísticos de 
principios del siglo XX que buscaban 
innovación en la producción artística.
A la temprana edad de los once años, comenzó a escribir 
sus famosos diarios (unos escritos autobiográficos que la 
han dado la fama) denominados más tarde como 
Diarios de Anäis Nin, compuestos por siete 
volúmenes, que escribió en la increíble cantidad 
de 3500 páginas.


DELTA DE VENUS
Delta de Venus es un libro compuesto por pequeñas 
historias, en ellas, Nin escribía relatos eróticos 
para un comprador privado, y fueron publicados 
tras su muerte, en 1978.
En esta novela, escrita en la década de los 40,
 Anais Nin describe situaciones eróticas
 de diferente índole sexual, la mayoría de
 ellas muy tabú para la época.
Por ejemplo a menudo hablaba del incesto,
 la homosexualidad, la prostitución o la infidelidad.
Pero todo ello sin alejarse de algo que era esencial
 en la obra de Nin, la descripción de la 
mujer en estos relatos, y el estudio de la
misma. Es decir, todas esas situaciones,
 unas realmente eróticas, otras escabrosas, 
descritas desde el punto de vista de una 
mujer (que a menudo se llega a suponer 
que era ella misma).

Los relatos que describe Nin en Delta de Venus
 están completamente separados unos de otros, 
nada los une, solo el tema: el sexo, el erotismo,
 el morbo.
Fragmentos del libro:
" .. El placer que experimentaba Mathilde
acariciando a los hombres era inmenso,
y las manos de éstos se deslizaban sobre
su cuerpo y lo arrullaban de tal
manera, tan regularmente, que raras veces la acometía un
orgasmo.
Sólo adquiría conciencia de ello una vez se habían marchado
 los hombres. Despertaba de sus sueños causados por el opio,
 con el cuerpo aún no descansado.

Permanecía acostada limándose las uñas y aplicándose
 laca enellas, haciendo su refinada toilette para futuras 
ocasiones ycepillándose el rubio cabello. Sentada al sol, 
y utilizando algodón empapado en peróxido, se teñía el
 vello púbico del mismo color que el cabello.

Abandonada a sí misma, la obsesionaban los recuerdos de las
manos sobre su cuerpo. Ahora, bajo su brazo, sentía una que se

deslizaba hacia su cintura. Se acordó de Martínez, de
su manera de abrirle el sexo como si fuera un capullo,
de cómo los aleteos de su rápida lengua cubrían la
 distancia que mediaba entre el vello púbico y las
 nalgas, terminando en el hoyuelo al final de la
espalda. ¡Cuánto amaba él ese hoyuelo que le
 impulsaba a seguir con sus dedos y su lengua
la curva que se iniciaba más abajo y se
desvanecía entre las dos turgentes montañas de carne!

Pensando en Martínez, Mathilde se sintió invadida por la pasión. Y
no podía aguantar su regreso. Se miró las piernas. Por haber

permanecido demasiado tiempo sin salir, se habían
blanqueado de manera muy sugestiva, adquiriendo
el tono blanco yeso del cutis de las mujeres chinas,
 esa mórbida palidez de invernadero que gustaba a
 los hombres de piel obscura, y en particular a
 los peruanos. Se miró el vientre, impecable,
sin una sola línea fuera de lugar. El vello púbico
 relucía ahora al sol con reflejos rojos y dorados.


 


"¿Cómo me ve él?", se preguntó. Se levantó y colocó
 un largoespejo junto a la ventana. Lo puso de pie,
 apoyándolo en una silla.

Luego, mirándolo, se sentó frente a él, sobre la alfombra,
y abrió lentamente las piernas. La vista resultaba
encantadora. El cutis era perfecto, y la vulva rosada
y plana. Mathilde pensó que era como la hoja del
árbol de la goma, con la secreta leche que la presión
del dedo podía hacer brotar y la fragante humedad
que evocaba la de las conchas marinas. Así nació
Venus del mar, con aquella pizca de miel salada
en ella, que sólo las caricias pueden hacer manar
de los escondidos recovecos de su cuerpo..."


(Fragmento del cuento "Mathilde" en "Delta de Venus".
Cuentos eróticos. Anäis Nin.)

 

" ..Sus caricias poseían una extraña cualidad. Unas veces
eran suaves y evanescentes, otras, fieras, como las caricias
 que Elena había esperado cuando sus ojos se fijaron
en ella; caricias de animal salvaje. Había algo de animal
en sus manos, que recorrían todos los rincones de su
 cuerpo, y que tomaron su sexo y su cabello a la vez,
como si quisieran arrancárselos, como si cogieran
tierra y hierba al mismo tiempo.

Cuando cerraba los ojos sentía que él tenía muchas
manos que la tocaban por todas partes, muchas bocas
 tan suaves que apenas la rozaban, dientes agudos
como los de un lobo que su hundían en sus partes
más carnosas. Él, desnudo, yacía cuan largo era
sobre ella, que gozaba al sentir su peso, al
verse aplastada bajo su cuerpo.
Deseaba que se quedara soldado a su cuerpo,
desde la boca hasta los pies..."


(Fragmento del relato "Elena", en "Delta de Venus".
Cuentos eróticos. Anäis Nin)





Sus obras:

*Incesto
*Delta de Venus
*Diarios de Anäis Nin
*Henry y June

Anäis Nin en Cuba
" ..Hay dos modos de llegar a mí, 
mediante los besos o la imaginación. 
Pero existe una jerarquía; los besos por 
sí solos no bastan." 



Anaïs Nin






Giorgio Agamben según el Times y Le Monde uno de los diez cerebros más importantes del mundo (Dossier)

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Giorgio Agamben (Roma, 1942) se ha convertido en una referencia obligada en el campo de la filosofía política contemporánea. En gran medida, esto se debe a su obra Homo sacer I. El poder soberano y la vida desnuda (1995), en la cual interpreta la categoría de soberanía desde la perspectiva filosófica de Hannah Arendt y de Michel Foucault. La inclusión de la vida biológica en los mecanismos del Estado, que para Foucault y Arendt constituía la novedad política de la Modernidad, para Agamben constituye la esencia misma de todas las formas de poder político en Occidente.


Estado de excepción (cuya edición española se publicó en Buenos Aires el año pasado) se presenta como la primera parte del segundo volumen de Homo sacer. El título indica el tema abordado: una reconstrucción histórica de la noción del estado de excepción y un análisis de su sentido y sus consecuencias actuales.



En Homo sacer III, Lo que queda de Auschwitz (1998), Agamben aborda la comprensión del significado ético y político del exterminio. En esta perspectiva, Auschwitz no se presenta sólo como el campo de la muerte, sino como el lugar de un experimento sobre los límites de lo humano.


Si bien la figura intelectual de Agamben se impone a través de sus trabajos de filosofía política, sus numerosos libros y artículos dan testimonio de una multiplicidad de intereses: la Lingüística, la Literatura medieval y renacentista, el Derecho, la Teología y, en particular, la Estética. En cada uno de estos campos sabe combinar, junto a una exquisita erudición, la contextualización filológica e histórica de textos y autores con el análisis conceptual preciso y novedoso.


Entrevista a Giorgio Agamben

“Dios no murió. Se transformó en dinero”

Por Peppe Savà
Tinyurl

Traducido para Rebelión por Susana Merino

Giorgio Agamben es uno de los más grandes filósofos vivos. Amigo de Pasolini y de Heidegger, es según el Times y Le Monde uno de los diez cerebros más importantes del mundo. Por segundo año consecutivo ha permanecido en Sicilia durante un largo período de vacaciones.

El gobierno de Monti invoca la crisis y el estado de necesidad y parece ser el único camino de salida tanto de la catástrofe financiera como de las indecentes formas que ha tomado el poder en Italia, ¿el enfoque de Monti sería la única salida o podría convertirse contrariamente en un pretexto para imponer serias limitaciones a las libertades democráticas?

“Crisis” y “economía” no se usan hoy en día como conceptos sino como palabras de orden que sirven para imponer y obligar a aceptar medidas y restricciones que la gente no tendría porqué aceptar. “Crisis” significa hoy ¡debes obedecer!” Creo que es muy evidente para todos que la llamada “crisis” viene durando decenios y no es otra cosa que la normalidad con que funciona el capitalismo de nuestro tiempo. Un funcionamiento que no tiene nada de racional.

Para comprender lo que está sucediendo, hay que interpretar al pié de la letra la idea de Walter Benjamin según la cual el capitalismo es ciertamente una religión, es la más feroz, implacable e irracional religión que haya existido jamás porque no conoce ni tregua ni redención. En su nombre se celebra un culto permanente cuya liturgia es el trabajo y su objeto el dinero. Dios no ha muerto, se ha convertido en dinero. La Banca con sus grises funcionarios y sus expertos – ha ocupado el lugar de la iglesia y de sus curas y gobernando el crédito (incluso los créditos estatales, que han abdicado fácilmente su soberanía) manipula y administra la fe – la escasa e incierta fe – que aún le queda a nuestro tiempo. Por otra parte que el capitalismo sea hoy en día una religión, nada lo muestra mejor que el título aparecido en un gran diario nacional hace pocos días: “salvar al Euro a cualquier precio” Ya “salvar” es un concepto religioso pero ¿qué significa “a cualquier precio”? ¿Aún al costo de sacrificar vidas humanas? Solo en una perspectiva religiosa (o mejor dicho seudoreligiosa) se pueden hacer afirmaciones tan paletamente absurdas e inhumanas.

La crisis económica que amenaza con convulsionar a buena parte de los estados europeos ¿se puede generalizar como una crisis de toda la modernidad?

La crisis que está atravesando Europa no tiene que ver tanto con un problema económico como se quiere hacer creer sino ante todo una crisis de la relación con el pasado. El conocimiento del pasado es el único camino de acceso al presente. Es buscando entender el presente que los hombres – por lo menos los europeos – se sienten obligados a interrogar al pasado. He precisado “nosotros los europeos” porque me parece, admitiendo que la palabra Europa tenga sentido, como parece hoy en día evidente, ese sentido no puede ser ni político, ni religioso y tanto menos económico pero consiste en que el hombre europeo – a diferencia por ejemplo de los asiáticos y de los americanos, para quienes la historia y el pasado tienen un significado totalmente diferente – puede acceder a su verdad solamente a través de una confrontación con el pasado, solo haciendo cuentas con su historia. El pasado no es tan solo un patrimonio de bienes y de tradiciones, de recuerdos y saberes sino sobre todo un componente antropológico esencial del hombre europeo, que puede acceder al presente solo mirando lo que le ha ido sucediendo. De la especial relación que tienen los países europeos (Italia y desde luego Sicilia son desde este punto de vista ejemplares) con sus ciudades, con sus obras de arte, con su paisaje: no se trata de conservar bienes más o menos valiosos, pero exteriores y accesibles: esta es en cuestión la verdadera realidad europea, su indiscutible supervivencia. Por eso destruyendo el paisaje italiano con el hormigón de las autopistas y la alta velocidad, los especuladores no se privan de ganar pero destruyen nuestra propia identidad. La misma expresión “bienes culturales” es engañosa, porque sugiere que se trata de unos bienes entre otros, que pueden ser aprovechados económicamente y hasta vendidos, como si se pudiera liquidar y poner en venta la propia identidad.

Hace muchos años un filósofo que era además un alto funcionario de la naciente Europa, Alexandre Kojève sostenía que el homo sapiens había llegado al final de su historia y que no tenía ante sí más que dos posibilidades: el acceso a una animalidad posthistórica (encarnado en la american way of life) o el esnobismo (encarnado de los japoneses) que continuan celebrando su ceremonia del té, vacías pero con un significado histórico. Entre unos EEUU integralmente reanimalizados y un Japón que se mantiene humano solo a través de renunciar a todo contenido histórico, Europa podría ofrecer la alternativa de una cultura que se mantiene humana y vital aún después del fin de la historia, porque es capaz de enfrentarse a su propia historia en su totalidad para desde allí alcanzar una nueva vida.

Su obra más destacada Homo Sacer investiga sobre la relación del poder político y la nuda vida y pone en evidencia las dificultades presentes en ambos términos, ¿Cuál es el punto de posible intermediación entre ambos polos?

Lo que me han demostrado mis investigaciones es que el poder soberano se fundamenta desde sus comienzos en la separación entre nuda vida (la vida biológica que en Grecia tenía lugar en la casa) y la vida políticamente calificada (que se desarrollaba en la ciudad). La nuda vida se halla excluida de la política y al mismo tiempo incluida y capturada por la propia exclusión: en este sentido la nuda vida es el fundamento negativo del poder. Esta separación alcanza su forma extrema en la biopolítica moderna. Lo que sucedió en los estados totalitarios del novecientos y que es el poder (ya sea a través de la ciencia) que decide en última instancia qué es una vida humana y qué no lo es. Por el contrario sucede que se piensa en una política de las formas vitales, es decir en una vida que no pueda separarse de su forma, es decir que nunca más sea nuda vida.

El fastidio, por usar un eufemismo, con que el hombre común enfrenta a la política ¿está vinculado a las específicas condiciones italianas o es de algún modo inevitable?

Creo que hoy estamos frente a un fenómeno nuevo que va más allá del desencanto y de la recíproca desconfianza entre los ciudadanos y el poder y que abarca todo el planeta. Lo que se está produciendo es una transformación radical de las categorías con las que estábamos acostumbrados a pensar la política. El nuevo orden del poder mundial se basa en un modelo de gobernabilidad que se define democrático, pero que nada tiene que ver con lo que este término significaba en Atenas. Que este modelo sea, desde el punto de vista del poder, más económico y funcional lo prueba el que haya sido adoptado hasta por los regímenes que hasta no hace muchos años eran dictaduras. Es mucho más fácil manipular la opinión de la gente a través de los medios y la televisión que tener que imponer permanentemente cada decisión por medio de la violencia. Las formas políticas que conocíamos – el estado nacional, la soberanía, la participación democrática, los partidos políticos, el derecho internacional – han llegado al final de su historia. Permanecen en la vida como formas vacuas, pero la política actual tiene la forma de una “economía” es decir un gobierno de las cosas y de los hombres. Lo que nos resta es pensar integramente, desde el principio lo que hasta ahora hemos definido con la expresión, por otra parte poco clara, de “vida política”

El estado de excepción que usted ha vinculado al concepto de soberanía parece asumir hoy en día el carácter de normalidad, pero los ciudadanos permanecen perdidos ante la incertidumbre en la que viven cotidianamente ¿es posible atenuar esta sensación?

Vivimos desde hace décadas en un estado de excepción, que se ha convertido en regla, como sucede en la economía, la crisis es la condición normal. El estado de excepción que debería hallarse limitado en el tiempo – es en cambio hoy el modelo normal de gobierno y esto en los mismos estados que se llaman democráticos. Pocos saben que las normas de seguridad introducidas luego del 11 de setiembre (en Italia ya habían sido establecidas durante los años de plomo) son peores que las vigentes durante el fascismo. Y los crímenes contra la humanidad cometidos durante el nazismo fueron posibles debido al hecho de que Hitler había asumido el poder y proclamado un estado de excepción que nunca fue revocado. Y él sin embargo no tenía las mismas posibilidades de control (datos biométricos, telecámaras, celulares, tarjetas de crédito) propias de los estados contemporáneos. Se diría que hoy el Estado considera que cada ciudadano es un terrorista virtual. Esto no hace otra cosa que deteriorar y volver imposible la participación en la política que debe definir a la democracia, Una ciudad cuyas plazas y cuyas calles están controladas mediante telecámaras no puede ser un lugar público: es una cárcel.

La gran autoridad que tantos reconocen a los estudiosos que como usted investigan acerca de la naturaleza del poder político ¿podrían alentarnos la esperanza de que, para decirlo banalmente, el futuro sea mejor que el presente?

Optimismo y pesimismo no son categorías útiles para pensar. Como le escribía Marx en una carta a Ruge: “la desesperada situación de la época en que vivo me llena de esperanzas”

¿Podemos plantearle una pregunta sobre la conferencia que pronunció en Sicilia? Algunos han llegado a la conclusión de que ha sido un homenaje a Piero Guccioni, a una amistad de tanto tiempo, otros han visto una orientación de cómo huir del jaque mate al que se halla encadenado el arte contemporáneo

Es verdad se trataba de un homenaje a Piero Guccioni y a Scicli, una pequeña ciudad en la que residen algunos de los más importantes pintores vivos. La situación del arte es actual y posiblemente el mejor lugar para comprender la crisis de la relación con el pasado del que hemos hablado. El único lugar en donde puede vivir el pasado es el presente y si el presente deja de sentir vivo al propio pasado, el museo y el arte, que son las figuras eminentes de aquel pasado se convierten en lugares problemáticos. En una sociedad que ya no sabe qué hacer con su pasado, el arte se encuentra atrapado entre el Escila del museo y el Caribdis de la mercantilización (1) Y a menudo como en los templos del absurdo como lo son los museos de arte contemporáneo, ambas cosas coinciden. Duchamp ha sido probablemente el primero en darse cuenta del callejón sin salida en que se había encerrado el arte. ¿Qué es lo que inventa Duchamp con el ready-made? Toma cualquier objeto usual por ejemplo un urinario e introduciéndolo en un museo lo obliga a presentarse como una obra de arte. Naturalmente – luego del breve instante en que dura el efecto de la extrañeza y de la sorpresa – en realidad nada agrega a su presencia: no la obra porque se trata de un objeto usual, cualquier objeto producido industrialmente, ni la obra artística por no existe en modo alguno “poiesis”, producción – y menos aún artista, sino que como filósofo o crítico o como amaba decir Duchamp, “uno que respira” un simple ser vivo. En todo caso es cierto que él no pretendía producir una obra de arte sino desbloquear el camino del arte, encerrado entre el museo y la mercantilización. Como sabéis lo que sucedió en cambio es que una clase, aún activa, de hábiles especuladores transformó el ready-made en obra de arte. Y el llamado arte contemporáneo no hace sino repetir el gesto de Duchamp llenando de no-obras y de performances a los museos que no son otra cosa que órganos del mercado destinados a acelerar la circulación de mercaderías que como el dinero, han llegado a un estado de liquidez y quieren seguir valiendo como obras. Esta es la contradicción del arte contemporáneo: abolir la obra y además pretender un precio.

1) N.de T. Escila y Caribdis son dos monstruos marinos de la mitología griega situados en orillas opuestas de un estrecho canal de agua, tan cerca que los marineros intentando evitar a Caribdis pasarían muy cerca de Escila y viceversa.

Fuente: http://tinyurl.com/mvdztv4

www.rebelion.org
 


                       




El filósofo italiano se convierte tras 'Profanaciones' en el perfecto relevo del postestructuralismo francés y ofrece una alternativa geopolítica al pensamiento de Richard Rorty.

Por María Teresa Lezcano

Uno no puede leer sólo a Baudrillard y a Jameson para entender la deriva terminal del mundo globalizado. A partir de un momento determinado se hizo también necesario leer a Slavoj Zizek, el gran provocador escénico de la inteligencia contemporánea. Pero nadie puede entender nada en los cambios políticos de las últimas décadas y su conexión con la totalidad de la historia y la cultura occidentales si no ha leído a Giorgio Agamben, el pensador italiano que ha opuesto una potencia intelectual insospechada al "pensamiento débil" de moda en decenios anteriores.


Por una vez, la publicidad de la editorial acierta: Agamben es, en efecto, "el filósofo más importante, leído y respetado de la Europa actual", y, sobre todo, un continuador crítico de Walter Benjamin y Martin Heidegger (con lo que este acoplamiento de adversarios ideológicos supone de estimulante) tanto como de Michel Foucault o Guy Debord, entre otros, por lo que la impronta de su pensamiento podría caracterizarse apresuradamente como el perfecto relevo del postestructuralismo francés y, al mismo tiempo, una alternativa geopolítica imprescindible al pensamiento anglosajón de Richard Rorty y otros. Sin embargo, Agamben es un pensador exigente e intempestivo, de ideas o argumentos de imposible aceptación en un contexto comunicativo dominado por lo que denomina el "pensamiento espectacular", esa amalgama tóxica de tópicos sesgados y eslóganes ramplones con la que los poderes mediáticos polucionan la conciencia colectiva de las democracias occidentales. 

De entre todos sus libros, tratándose de un pensador de una coherencia asombrosa a pesar de la multiplicidad de campos en los que ejerce su sabiduría y penetración intelectiva, destacaría por su insuperable valor 'Estancias: La palabra y el fantasma en la cultura occidental', 'La comunidad que viene' y, muy especialmente, su ingente obra en curso 'Homo Sacer', el tratado filosófico que ha revolucionado el pensamiento político contemporáneo al analizar el funcionamiento del poder y la organización social a partir de paradigmas extremos como el 'campo de concentración' o el 'estado de excepción'. La categoría más recurrente de Agamben, tomada de Foucault, la constituye la 'biopolítica', esto es, la lucha de la vida y las formas de la vida contra el poder que trata de someterlas a sus fines por medios a menudo ilegítimos: "la historia de los hombres no es acaso otra cosa que el incesante cuerpo a cuerpo con los dispositivos que ellos mismos han producido -con el lenguaje en primer lugar".

Conceptos antitéticos

'Profanaciones' podría considerarse una síntesis deslumbrante de todos sus planteamientos y una muestra condensada del estilo y el método de su autor. En nueve capítulos de diferente extensión y ambición, Agamben conforma una visita guiada por el museo vivo de su pensamiento revisando algunos de sus motivos habituales. Confiriéndoles esta vez un tratamiento literario más creativo o recreativo, de una intensidad y belleza lindantes con la gran poesía, logra la articulación de un discurso digresivo y fragmentario donde se conjugan conceptos antitéticos como lo profano y lo sagrado, la pornografía y la política, la religión y la fotografía, el judaísmo y la publicidad, el espectáculo mediático y el día del juicio, la parodia y el infierno, etc., en tanto encarnación de los conflictos y dilemas de nuestra época. 

En este sentido, su pensamiento sigue aquí un itinerario excéntrico: desde una reflexión inicial de índole etimológica sobre el concepto genuino de 'genio' hasta una consideración final acerca de la inanidad de nuestras imaginaciones suscitada por una reveladora escena del 'Quijote' de Orson Welles. Esta clausura funciona, en cierto modo, como apólogo y aporía de la obra completa: el gesto del alucinado caballero que en pos de su fantasma destruye con su espada la pantalla cinematográfica y, con ella, la imagen de su deseo, refleja la desolación del filósofo que a fuerza de disipar los errores que extravían a su razón acaba descubriendo el vacío de su impostura. Contra esta impostura, precisamente, alza Agamben la negativa irradiación de su pensamiento.

Fuente: www.diariosur.es

            

- La cuestión nominal no me interesa sino cuál es la estructura jurídica de estos lugares. Los nombres no tienen ninguna importancia: recordemos que al Instituto que regulaba los Lager nazis se lo llamaba Schutzhaft, o sea "custodia de protección". Es necesario, más bien, preguntarse si existen "campos" hoy en Europa. Y esto más allá del problema, también importantísimo, de las condiciones materiales. Estos lugares han sido pensados como "espacios de excepción" desde un inicio. Son zonas pensadas como zonas de excepción en un sentido técnico, como eran zonas de suspensión absoluta de la ley los campos de concentración, donde -como dice Hannah Arendt- "todo era posible", justamente porque la ley estaba suspendida.

Usted ha insistido en el carácter para nada marginal sino fundante de la "ceremonia de despojamiento de la ciudadanía" que se cumplía antes de la internación en el campo. En ese pasaje del status de ciudadano de, digamos, Malí, Marruecos, Albania o Turquía al status de "expulsado", reencontramos los rasgos de aquella macabra ceremonia...

- Es como si se tratase de señalar una serie de cesuras que definen el progresivo despojamiento del estatuto jurídico de un sujeto, como en el caso de los judíos en la Alemania nazi. Las leyes de Nuremberg comenzaron creando ciudadanos de segunda clase: los de "origen no ario". Luego había una nueva cesura que distinguía entre Volljuden y Mischlinge, y finalmente una última cesura que los transformaba en "internos". Examinando el artículo 14 del "Texto único (de la Ley de Inmigración Italiana)", me llamó la atención el hecho de que las personas retenidas sean aquellas que ya habían sido objeto de una orden de expulsión, pero con las que no había sido posible llevar adelante la orden. Si los sujetos ya han sido expulsados, no son, para decirlo de alguna manera, existentes en el territorio del Estado, desde el punto de vista jurídico. La situación de excepción que se crea es que las personas detenidas en estos centros no tienen asignado ningún estatuto jurídico. Es como si su existencia física hubiese sido separada de su estatuto jurídico.

Hay otro elemento concreto: es gente carente de documentos, que -para asegurarse un eventual reingreso en Italia- declara falsos datos generales, incluso una falsa nacionalidad de origen. También esto provoca, frente al aparato de disciplinamiento, que aparezcan como privados del aura de la ciudadanía...
- No es casual que en el texto de la ley no se hable nunca de "ciudadano extranjero". Se recurre siempre a fórmulas vagas, del estilo de "la persona retenida". Ya desde un principio se trata de personas cuya identificación, de acuerdo con el principio de nacionalidad-ciudadanía, no puede funcionar. Y es en tanto tales que, a través de la expulsión, posteriormente son despojados de todo estatuto jurídico y retenidos en estos lugares. Es desde este punto de vista que se puede decir, creo, midiendo los términos, que se trata de verdaderos "campos". Si el "campo" es el lugar en el que, en cuanto espacio de excepción, no residen sujetos jurídicos sino meras existencias, en ese caso estamos en presencia de un "campo", ya que, en los treinta días que estas personas retenidas se encuentran en los "Centros", permanecen allí en tanto "nudas vidas", privadas de todo estatuto jurídico. Creo que esto es lo más grave; no se deberían crear nunca lugares de este tipo.

Con la apertura de estos centros estamos asistiendo a un salto cualitativo en las políticas de ciudadanía de los países de la Unión Europea. Hasta ahora habíamos insistido en una política, condenable en sí misma, que creaba, en círculos concéntricos, estatutos diferenciados. Aquí, en cambio, encontramos la afirmación plena de la exclusión de la ciudadanía.

- También deberíamos preguntarnos quién es el expulsado, si es verdad que no es más el ciudadano extranjero sino algo completamente escindido del concepto de ciudadanía. ¿Quién es el "extranjero sin nombre", ni siquiera nombrado por la ley, que durante treinta días vive en un espacio de vacío jurídico total? Habría que verlo como figura del problema último de la ciudadanía.

Para usar sus palabras, ella o él son "vida nuda ante el poder soberano".
¿Pero con qué consecuencias, incluso para nosotros que creemos vivir protegidos por nuestra condición de ciudadanos titulares de derechos? A partir de la radicalidad de esta condición, ¿podemos llegar a pensar y a actuar de otra manera?

- Debemos plantear dos cuestiones. Por un lado, tenemos la privación de todo estatuto jurídico que plantea el problema de su tutela, de su defensa. Por otro, son justamente estas figuras extremas las que ponen al desnudo aquello que está detrás de la figura de ciudadano: por ello, podrían transformarse en el núcleo de una reflexión encaminada a pensar de otro modo, a superar los actuales conceptos de ciudadanía y nacionalidad.

Hoy en día, la creación de lugares de este tipo no puede sino hacernos pensar en la persistencia de los campos de concentración, esparcidos por todo el territorio europeo. No se deberían crear nunca lugares en los que la "nuda vida" sea recluida y mantenida como tal, aunque sea sólo durante treinta días.

Los "expulsados" están allí, pero están ya en otro lugar: no en el territorio del Estado italiano sino en ese límite, formalmente expulsados, esperando que se efectivicen las condiciones prácticas de su alejamiento.

- Se ve claramente la dificultad para encontrar un nombre para las personas que viven en estos centros. La figura del "expulsado retenido" es aun más paradójica que la de los "internos" en los campos nazis: ellos estaban privados de todo, ya no eran más ciudadanos, eran casi no-hombres, no eran ya nada y por lo tanto eran eliminables. Éstos, en cambio, son expulsados. No están, pero son retenidos. Resultan incluso más interesantes si tratamos de aplicarles alguna figura lógica.

Probablemente porque en nuestro tiempo la estructura jurídica del "campo" debe confrontarse más con la movilidad que con la estancialidad. Es sobre la singularidad en movimiento sobre lo que debe intervenir. El poder no se analiza ya en términos de exterminio sino en términos de control de los flujos. Es poder soberano en tanto regulador de flujos, no en tanto ejercicio del derecho de vida o de muerte sobre existencias estáticas.

- No se trata simplemente de la regulación de los flujos. Existirá siempre, en esta regulación, la instancia en que la estructura debe aparecer como aquello que es. El momento del bloqueo devela la estructura: como poder, yo estoy regulando la nuda vida y en consecuencia el flujo biopolítico fundamental. Es curioso ver cómo, en esta intervención del poder en la regulación de los flujos, la existencia de estos "Centros" hace aparecer la esencia biopolítica del control de estos flujos.

La biopolítica tiene un rostro siniestro, y otra cara que es su verdad. Estos "Centros" podrían incluso transformarse en una especie de enclave que registra la crisis de la ciudadanía.

- O en el conflicto que rompe la exclusión: la "exclusividad" de este espacio puede determinar su transformación total. En efecto, estas personas han podido retomar la palabra, narrando los episodios de arbitrariedad que cotidianamente sufren, gracias a un hecho que tiene que ver con el conflicto: el hecho de que las tute bianche -ciudadanos de este país que arriesgan sus propios cuerpos, transformando sus cuerpos en "escudos humanos"- hayan roto esa barrera que delimitaba el carácter de excepcionalidad de estos lugares, su separación de nuestras ciudades. En el conflicto, en la ruptura de este confinamiento, reside la posibilidad que tienen estos sujetos de volver a hablar...

Decía que la palabra de estos individuos nos puede decir algo importante. No se trata tan sólo de la tutela jurídica. Una vez que hayan sido creadas existencias de este tipo, el hecho de que reencuentren las palabras, de que puedan hablar, es de todas maneras importante.

- Sí, porque nos interrogan radicalmente también a nosotros. Y cuando digo "nosotros" quiero decir blancos, occidentales, ciudadanos de la Unión Europea, titulares de derechos. Ellos interrogan nuestro estatuto radicalmente. Porque lo ponen en cuestión, nos recuerdan la relación entre vida, existencia biológica y ciudadanía, ponen al desnudo la fisura...
¿Qué es lo que han dicho? ¿Qué es lo que han narrado?

Nos han contado cosas que no habían dicho en una visita anterior de funcionarios públicos y de políticos locales acompañados por la policía. Lo más escalofriante no han sido los signos de golpes recibidos que estos "expulsados retenidos" mostraban en los rostros sino la intervención de un médico de la Policía de Estado que planteaba "qué necesidad hay de una intervención de la estructura hospitalaria externa, si de eso nos encargamos nosotros". El mismo razonamiento que el de los médicos de los campos de exterminio.

Retrato de un "pesimista"

Por Daniel Link

¿Quién es ese filósofo cuyo nombre resuena ya entre los grandes nombres del pensamiento europeo contemporáneo, pronunciado a la francesa (con acento en la última sílaba) -porque desde 1986 es director de programa en el Collège International de Philosophie en París- o a la italiana (con acento en la segunda sílaba) -porque nació en Roma en 1942? La foto más vieja que se puede conseguir de Giorgio Agamben es de 1964 y lo muestra encarnando a San Felipe en El evangelio según San Mateo de Pier Paolo Pasolini, el italiano más grande del siglo XX. Pero no hay que engañarse: el joven Giorgio no era uno de esos ragazzi de la calle que Pasolini incorporaba a sus películas. En 1965, Agamben obtiene su título (summa cum laude) de graduación en leyes por la Universidad de Roma. Su tesis examina el pensamiento político de Simone Weil. Entre 1966 y 1968 asiste en Alemania a los seminarios de Martin Heidegger sobre Heráclito y Hegel. En 1970 publica el primer hito de su frenética y lúcida producción: L’uomo senza contenuto (Rizzoli). Entre 1974 y 1975, trabaja con F. Yates en el Warburg Institute de Londres sobre la relación entre lenguaje y fantasma en el concepto medieval de melancolía (la "acedía"), de donde sale otro libro luminoso: Stanze: la parola e il fantasma nella cultura occidentale (Einaudi, 1979).

Experiencia y lenguaje

Agamben no abandona la reflexión lingüística como una manera de construir una ontología del presente. Infanzia e storia (publicado por primera vez en italiano por Einaudi en 1979 y traducido ahora por Adriana Hidalgo) articula una teoría de la historia y de la experiencia de base benjaminiana (Agamben es director, a partir de 1979, de la edición italiana de las obras completas de Benjamin), con profundos lazos con la teoría lingüística que le es contemporánea (Emile Benveniste, sobre todo). Infancia e historia es un "ensayo sobre la destrucción de la experiencia". Pero, a diferencia de lo que podía escribir Benjamin en la década del 30, dice Agamben, "hoy sabemos que para efectuar la destrucción de la experiencia no se necesita en absoluto de una catástrofe": para ello basta perfectamente con la pacífica existencia cotidiana en una gran ciudad. "Pues la jornada del hombre contemporáneo ya casi no contiene nada que todavía pueda traducirse en experiencia: ni la lectura del diario, tan rica en noticias que lo contemplan desde una insalvable lejanía, ni los minutos pasados al volante de un auto en un embotellamiento; tampoco el viaje a los infiernos en los trenes del subterráneo, ni la manifestación que de improviso bloquea la calle, ni la niebla de los gases lacrimógenos que se disipa lentamente entre los edificios del centro, ni siquiera los breves disparos de un revólver retumbando en alguna parte; tampoco la cola frente a las ventanillas de una oficina o la visita al país de Jauja del supermercado, ni los momentos eternos de muda promiscuidad con desconocidos en el ascensor o en el ómnibus. El hombre moderno vuelve a la noche a su casa extenuado por un fárrago de acontecimientos -divertidos o tediosos, insólitos o comunes, atroces o placenteros- sin que ninguno de ellos se haya convertido en experiencia."

Esa pérdida de la experiencia es en verdad una expropiación, "implícita en el proyecto fundamental de la ciencia moderna", que transformó la experiencia en "caso" o en "experimento". Es por eso que "en el seno de esta crisis de la experiencia, la poesía moderna encuentra su ubicación más apropiada: porque si se considera con atención, la poesía moderna -de Baudelaire en adelante- no se funda en una nueva experiencia sino en una carencia de experiencia sin precedentes". Un planteamiento riguroso del problema de la experiencia debe entonces toparse fatalmente con el problema del lenguaje. "Una experiencia originaria", concluye Agamben en Infancia y experiencia antes de dedicarse a analizar el juego, los juguetes, el tiempo y la historia, "lejos de ser algo subjetivo, no podría ser entonces sino aquello que en el hombre está antes del sujeto, esdecir, antes del lenguaje: una experiencia muda en el sentido literal del término, una in-fancia del hombre, cuyo límite justamente el lenguaje debería señalar. Una teoría de la experiencia solamente podría ser en este sentido una teoría de la in-fancia, y su problema central debería formularse así: ¿existe algo que sea una in-fancia del hombre? ¿Cómo es posible la in-fancia en tanto hecho humano? Y si es posible, ¿cuál es su lugar?".

No es que Giorgio Agamben piense que el único refugio para los espíritus sensibles en un mundo cada vez más "desanimado" sea el arte sino que en el arte encuentra Agamben los fundamentos para una teoría política del presente.

Campo de concentración

A partir de 1989, las investigaciones de Agamben se alternan entre la literatura y la teoría política. Trabaja en el concepto de "comunidad" -La comunità che viene (Einaudi, 1990)- y luego construye su más provocativa teoría alrededor del Homo Sacer, esa enigmática figura del derecho romano arcaico que designa al hombre cuya vida (consagrada a Júpiter, separada del resto de las vidas de la polis) no puede ser "sacrificada" (en el sentido religioso o ritual). Lo que sí puede el homo sacer -porque está fuera de la ley- es ser asesinado sin que ese asesinato constituya delito. Esa figura reaparece en el siglo XX con los campos de concentración o de exterminio, cuya teoría Agamben desarrolla con el convencimiento de que es el campo (y no la ciudad) lo que constituye el paradigma de nuestra modernidad (ver entrevista). La "nuda vida" (o vida desnuda) es la existencia despojada de todo valor político (de todo sentido ciudadano). El campo (de concentración o de exterminio) es el espacio más radical (pero no el único), donde se ejecutan las biopolíticas contemporáneas: donde la vida, privada de todo derecho, puede ser objeto de todos los experimentos.

Homo Sacer y Lo que queda de Auschwitz (traducidos por la editorial valenciana Pre-Textos y distribuidos en la Argentina hace poco más de dos meses) desarrollan esa teoría sombría que hace de la mayoría de nosotros ya no ciudadanos sino meros objetos experimentales de la ciencia. Esos libros combinan un par de ideas sencillas (pero no por eso banales). En primer lugar, si hay un incremento de control político sobre nuestras vidas, este control ya no se desarrolla a través de los aparatos tradicionales de control y sometimiento (la Justicia, la policía, etc., que suponen la existencia de los individuos en tanto ciudadanos) sino a través de mecanismos que despojan previamente a los individuos de todo derecho o etiqueta jurídica: la nutrición, los sistemas sanitarios (la misma definición de "muerte cerebral" es un dispositivo que hace de los cuerpos meros bancos de órganos), la eutanasia y el control de la natalidad. En segundo término, existe una paradoja jurídica que puededejar al sujeto dentro y fuera de la ley al mismo tiempo. Fuera de la ley, deja de ser un sujeto jurídico y se transforma en una mera existencia, una "nuda vida", tal y como los campos (de concentración y de exterminio) lo demuestran. Allí donde hubo existencia política habría ahora nuda vida, que no sería sino la traducción moderna del homo sacer.

Es por eso que esa figura metaforiza la ley y la política moderna. Es por eso, también, que el paradigma de la modernidad es el campo (de concentración o de exterminio) y no la ciudad. La experimentación médica actual (manipulación genética, etc.) no sería sino la manifestación de la misma biopolítica de los campos (de concentración y de exterminio) nazis, por otras vías.

Sí, el pensamiento de Agamben es profundamente pesimista. Pero no es sentimental: Agamben no se limita a lamentar la existencia de la figura más insoportable del siglo XX -esos campos- como otros "pensadores". Es necesario, nos dice Agamben, pensar las causas y mutaciones de ese espacio fundante de la ley moderna. La mera condena de la barbarie y de la carnicería es sólo una forma de hipostasiar el mal como concepto ahistórico y, por lo tanto, de perpetuarlo. Hay que construir una teoría política del campo porque ese espacio es el que limita nuestra experiencia del presente.

Si para Agamben hay un "fin de la experiencia" y un "fin del pensamiento" -El fin del pensamiento es no sólo el título de un libro de Agamben sino también el de una performance para contrabajo y danza ideada, a partir de su libro, por Stefano Scodanibbio y Hervé Diasnas, en modo alguno se puede hablar de un "fin de la historia". La historia, naturalmente, continúa, para hacer de nosotros internos en el campo o refugiados políticos. Lo que queda de Auschwitz es, lisa y llanamente, nuestro presente.

Muerte y política

Por supuesto, el pensamiento de Agamben puede entenderse desde entonces como un pensamiento "pesimista". Su próximo libro (y el primero en ser traducido al inglés) es Il linguaggio e la morte (Einaudi, 1982), una meditación reconcentrada que relaciona el pensamiento de Hegel y la poesía de Leopardi. No es la única de sus contribuciones al campo de la literatura: en 1985 publica Idea della prosa (Feltrinelli), un conjunto de glosas a la definición hegeliana de la prosa; en 1993 (nada menos que con Gilles Deleuze como coautor) da a conocer Bartleby, la formula della creazione (Quodlibet); y en 1996, Categorie italiane: studi di poetica (Marsilio). Sus intereses literarios son bien elocuentes de la forma y la dirección de su pensamiento: lee a Kafka (cuya obra comenta en Homo Sacer), a San Juan de la Cruz (cuya edición en italiano supervisa), a Proust (escribe una introducción a la edición italiana de la novelita El indiferente en 1978).

Fuente: www.webislam.com (2001)





Por Giorgio Agamben 

Traducido por Flavia Costa Artefacto. Pensamientos sobre la técnica Buenos Aires, N° 2, marzo 1998 

Todo lo sucedido en los campos de concentración supera de tal modo el concepto jurídico de crimen que simplemente se ha omitido considerar la específica estructura jurídico-política en la cual se produjeron aquellos hechos. El campo es el lugar en el cual se hizo realidad la más absoluta condición inhumana que jamás se haya dado sobre la tierra: esto es, en último análisis, lo que cuenta, tanto para las víctimas como para las generaciones posteriores. Seguiremos aquí deliberadamente una orientación inversa. En vez de deducir la definición del campo de los acontecimientos que allí sucedieron, nos preguntaremos sobre todo: ¿qué es un campo?, ¿cuál es su estructura jurídicopolítica?, ¿por qué pudieron tener lugar acontecimientos similares?

Esto nos conducirá a observar al campo no como a un hecho histórico y una anomalía perteneciente al pasado (aunque eventualmente todavía rastreable hoy) sino, de algún modo, como a la matriz oculta, al nomos del espacio político en el que todavía vivimos.

Los historiadores discuten si la primera aparición de los campos debe identificarse con los "campos de concentración" creados por los españoles en Cuba en 1896 para reprimir las insurrecciones de la población de la colonia, o con los concentration camps en los cuales los ingleses, a principios de siglo, hacinaron a los boers; lo que aquí importa es que, en ambos casos, se trata de la extensión a una población civil entera de un estado de excepción ligado a una guerra colonial. Los campos nacen, así, no del derecho ordinario (y menos que nunca, como acaso podría haberse creído, de una transformación y de un desarrollo del derecho carcelario), sino del estado de excepción y de la ley marcial. Esto es aún más evidente para el Lager nazi, de cuyo origen y de cuyo régimen jurídico estamos bien documentados. Es sabido que la base jurídica de la internación no era el derecho común, sino la Schutzhaft (literalmente: custodia protectora), una institución jurídica de derivación prusiana, que los juristas nazis clasifican a veces como una mezcla de policía preventiva, en tanto permitía "poner bajo custodia" a los [53] individuos independientemente de cualquier contenido relevante en lo penal, únicamente a fines de evitar un peligro para la seguridad del Estado. Pero el origen de la Schutzhaft está en la ley prusiana del 4 de junio de 1851 sobre el estado de sitio, que se estableció en 1871 en toda Alemania (con excepción de Baviera), y todavía antes en la ley prusiana sobre la "protección de la libertad personal" (Schutz derpersonlichen Freiheit) del 12 de febrero de 1850, que encontraron una muy considerable aplicación en ocasión de la Primera Guerra Mundial. Este nexo constitutivo entre estado de excepción y campo de concentración no podría ser sobrevalorado por una correcta comprensión de la naturaleza del campo. La "protección" de la libertad que está en cuestión en la Schutzhaft es, irónicamente, protección contra la suspensión de la ley que caracteriza a la emergencia. La novedad es que esta institución se desprende del estado de excepción sobre el cual se fundaba y se la deja devenir en la situación normal. El campo es el espacio que se abre cuando el estado de excepción comienza a devenir la regla. En ese momento, el estado de excepción, que era esencialmente una suspensión temporal del ordenamiento, adquiere un orden especial permanente que, como tal, permanece, sin embargo, constantemente fuera del ordenamiento normal. Cuando en marzo de 1933, en coincidencia con la celebración de las elecciones que llevaron a Adolf Hitler al lugar de canciller del Reich, Heinrich Himmler decide crear en Dachau un "campo de concentración para prisioneros políticos", eso fue inmediatamente confiado a las SS y, a través de la Schutzhaft, puesto fuera de las reglas del derecho penal y del derecho carcelario, con los que ni entonces ni después tendría jamás nada que ver. Dachau, como los otros campos que se le sumaron enseguida (Sachsenhausen, Buchenwald, Lichtenberg), permaneció virtualmente siempre en funciones: lo que variaba era la consistencia de su población (que, en ciertos períodos, en particular entre 1935 y 1937, antes de que comenzara la deportación de los judíos, se reducía a 7.500 personas). Pero el campo como tal había devenido en Alemania una realidad permanente.

Es común la referencia al estatuto paradojal del campo en cuanto espacio de excepción: se trata de una parcela de territorio a la que se coloca fuera del ordenamiento jurídico normal, pero no por eso es simplemente un espacio externo. Lo que allí dentro está excluido es, según el significado etimológico del término excepción (ex-capere), puesto fuera, incluso a través de su propia exclusión. Pero así, lo que es ante todo capturado en el ordenamiento es el propio estado de excepción. El campo es la estructura en la cual el estado de excepción, sobre cuya posible decisión se funda el poder, viene realizado en forma estable. Hannah Arendt observó alguna vez que en los campos emerge a plena luz el principio que rige el dominio totalitario y que el sentido común se niega obstinadamente a admitir, es decir, el principio según el cual "todo es posible". Si no se comprende esta particular estructura jurídico-política de los campos, cuya vocación es puntualmente la de realizar en forma estable la excepción, lo increíble que en ellos ha sucedido permanece del todo ininteligible. Quien entraba en el campo se movía en una zona de indistinción entre interior y exterior, excepción y regla, lícito e ilícito en la cual toda protección jurídica se minimizaba. Y si por caso se era judío, ya se había sido privado desde las leyes de Nuremberg de sus derechos de ciudadano; y posteriormente, en el momento de la "solución final", completamente desnacionalizado. En tanto sus habitantes eran desprovistos de todo estatuto político y reducidos integralmente a una vida desnuda, el campo es también el más absoluto espacio biopolítico que jamás se haya realizado, en el cual el poder no tiene frente a sí sino la más pura vida biológica, sin mediación alguna. Por esto el campo es el paradigma mismo del espacio político, en el punto en que la política deviene biopolítica y el homo sacer se confunde virtualmente con el ciudadano. La pregunta correcta respecto de los horrores cometidos en los campos no es, por lo tanto, aquella que interroga hipócritamente cómo ha sido posible cometer delitos tan atroces sobre seres humanos; más honesto, y sobre todo más útil, sería indagar atentamente a través de qué procedimientos jurídicos y de qué dispositivos políticos los seres humanos han podido ser tan integralmente privados de sus derechos y de sus prerrogativas, al punto de que cualquier acto cometido en relación a ellos no aparecía nunca como un delito (en este punto, de hecho todo había devenido realmente posible).

Si esto es verdad, si la esencia del campo consiste en la materialización del estado de excepción y de la consiguiente creación de un espacio para la vida desnuda como tal, deberemos admitir, entonces, que nos encontramos virtualmente en presencia de un campo cada vez que una estructura así se crea, independientemente de la entidad de los crímenes que allí se cometan, y cualesquiera sean su denominación y su topografía específica. Será un campo tanto el estadio de Bari, donde en 1991 la policía italiana hacinó provisoriamente a los inmigrantes clandestinos albaneses antes de devolverlos a su propio país, como el velódromo de invierno en el que la autoridad de Vichy acogió a los judíos antes de entregárselos a los alemanes; tanto [54] el campo de prófugos en la zona fronteriza con España en el que murió preso en 1939 Antonio Machado como las zonas de espera de los aeropuertos internacionales franceses en las que permanecían retenidos los extranjeros que pedían que se los reconociera con el estatuto de refugiados.

En todos estos casos, un lugar aparentemente anodino (por ejemplo, el Hotel Arcades en Roissy) delimita en realidad un espacio en el cual el ordenamiento normal es de hecho suspendido, y en el cual los extranjeros pueden ser retenidos en la zona de espera antes de la intervención de la autoridad judiciaria. Pero incluso ciertas periferias de las grandes ciudades posindustriales comienzan hoy a asemejarse, en este sentido, a los campos, en donde la vida desnuda y la vida política entran, al menos en determinados momentos, en una zona de absoluta indeterminación.

El nacimiento del campo en nuestro tiempo aparece ahora, desde esta perspectiva, como un acontecimiento que marca de modo decisivo el espacio político mismo de la modernidad. Se produce en el punto en que el sistema político del estado-nación moderno, que se fundaba en el nexo funcional entre una determinada localización (el territorio) y un determinado ordenamiento (el Estado), mediado por reglas automáticas de inscripción de la vida (el nacimiento, o la nación), entra en una crisis duradera, y el Estado decide asumir directamente por cuenta propia la cura de la vida biológica de la nación. Si la estructura del estado-nación es definida por estos tres elementos —territorio, ordenamiento, nacimiento— la ruptura del viejo nomos no se produce en los dos aspectos que lo constituían según Carl Schmitt (la localización, Ortung, y el ordenamiento, Ordnung), sino en el punto que marca la inscripción de la vida desnuda (el [55] nacimiento, que deviene así nación) en su interior. Algo ya no puede funcionar más en los mecanismos tradicionales que regulaban esta inscripción, y el campo es el nuevo regulador oculto de la inscripción de la vida en el ordenamiento o, más aún, el signo de la imposibilidad del sistema de funcionar sin transformarse en una máquina letal.

Es significativo que los campos aparecieran junto a las nuevas leyes sobre la ciudadanía y sobre la desnacionalización de los ciudadanos (no sólo las leyes de Nuremberg sobre la ciudadanía del Reich, sino también las leyes sobre la desnacionalización de los ciudadanos, emanadas de casi todos los estados europeos, incluida Francia, entre 1915 y 1933). El estado de excepción, que era esencialmente una suspensión temporal del ordenamiento, deviene ahora un orden espacial nuevo y estable en el que habita esa vida desnuda que, en medida creciente, ya no puede ser inscripta en el ordenamiento. La brecha cada vez mayor entre el nacimiento (la vida desnuda) y el estado-nación es el hecho nuevo de la política de nuestro tiempo, y aquello que llamamos campo es este desvío. A un ordenamiento sin localización (el estado de excepción, en el que la ley es suspendida) corresponde ahora una localización sin ordenamiento (el campo, como espacio permanente de excepción). El sistema político no ordena más formas de vida y normas jurídicas en un espacio determinado, sino que contiene en su interior una localización dislocante que lo excede, en la cual cada forma de vida y cada norma puede eventualmente ser capturada. El campo como localización dislocante es la matriz oculta de la política en la que todavía vivimos, que debemos aprender a reconocer a través de todas sus metamorfosis en las zonas de espera de nuestros aeropuertos así como en las periferias de nuestra ciudad. Este es el cuarto e inseparable elemento que ha venido a sumarse, despedazándola, a la vieja trinidad de estado-nación (nacimiento)-territorio.

Es en esta perspectiva que debemos observar la reaparición de los campos en una forma, en cierto sentido todavía más extrema, en los territorios de la ex Yugoslavia. Aquello que está sucediendo no es, como algunos observadores interesados se apuran en declarar, una redefinición del viejo sistema político según nuevos órdenes étnicos y territoriales, sino una simple repetición del proceso que ha llevado a la constitución de los estados-nación europeos. Y es además una ruptura insalvable del viejo nomos, y una dislocación de la población y de las vidas humanas según líneas de fuga enteramente nuevas. De aquí la importancia decisiva de los campos de estupro étnico. Si los nazis no han pensado jamás en acometer la "solución final" embarazando a las mujeres judías, esto fue porque el principio de nacimiento, que aseguraba la inscripción de la vida en el ordenamiento del estado-nación, si bien había sido profundamente transformado, continuaba de alguna manera funcionando. Ahora este principio entra en un proceso de dislocación y de deriva en el cual su funcionamiento deviene desde todo punto de vista imposible y en el cual debemos esperar no sólo nuevos campos, sino incluso nuevas y cada vez más delirantes definiciones normativas de la inscripción de la vida en la ciudad. El campo, que ahora ha sido sólidamente instalado en su interior, es el nuevo nomos biopolítico del planeta.



Profanaciones

Por Manuel Arranz

Hoy día -conocerán ustedes montones de personas así, y hasta podría darse el caso de que usted fuera una de ellas-, casi nadie celebra ya nada. Nada íntimo, me refiero, propio, personal, exclusivo. Por el contrario, las celebraciones impersonales y multitudinarias -gregarias es aquí término más exacto- abundan cada día más -la victoria de un equipo de fútbol es quizás el mejor ejemplo-, podría pensarse que para suplir la carencia de las otras. Claro que no lo consiguen, no pueden conseguirlo, pues en el fondo son dos manifestaciones antitéticas. De hecho estas celebraciones, todas ellas de un modo u otro vinculadas al juego, son propiamente hablando profanaciones. Porque la celebración tiene un carácter sagrado -de ahí quizás provenga precisamente el rechazo actual- vinculado al gasto, al despilfarro, y a la ostentación en el sentido batailleano de estos términos. De modo que si hemos dejado de celebrar, también hemos dejado en consecuencia de profanar. Las turistas que visitan el Vaticano obligadas a cubrirse los generosos escotes no son conscientes ni por asomo de la profanación que significaría no ir cubiertas. Toman la imposición por una especie de rito, como el llevar al fútbol la bufanda de tu equipo. De modo que cuanto menos celebramos, menos posibilidades de profanación tenemos. Y de la profanación sí que podemos decir en cambio que responde a la misma necesidad, sólo que en el sentido contrario, claro, que la celebración. Una necesidad, de nuevo un término denostado, de trascendencia.

Giorgio Agamben, el filósofo italiano que ha acuñado una nueva categoría antropológica, el homo sacer, "el individuo excluido de la comunidad que puede ser asesinado impunemente", habla en este último libro de "la divinización de la persona, el principio que rige y expresa su existencia entera", y llama a este principio con el término latino genius, término derivado de "engendrar" (gignere) y del que derivan a su vez "genial", "congeniar", "ingeniar", "ingeniero", "congénito", e incluso "genital" y "genitivo". Una cadena etimológica como para hacer soñar a cualquiera. Genius viene a ser la suma de nuestras cualidades físicas y 
morales innatas, nos dice Agamben, y añade a renglón seguido que debemos ser condescendientes con genius y abandonarnos a él, ya que nuestra felicidad depende de un acuerdo más o menos tácito con él. No sé si cuando dice "abandonarnos" Agamben quiere decir "conformarnos", porque algunas cualidades innatas (físicas o morales) pueden hacernos un flaco favor. Pero tanto si quiere decir "conformarse" o "abandonarse", lo que posiblemente en muchos casos viene a ser lo mismo, la felicidad que pueden procurar esos predicados no parece ser algo muy feliz en el fondo. Creo más bien, que a las cualidades que debemos abandonarnos (y con las que debemos conformarnos) es a las adquiridas y no a las innatas, aunque el genio (genius), como él sugiere, posiblemente resida en las cualidades innatas, y el carácter en las adquiridas. Por lo demás, los ejemplos de Agamben son en sí mismos elocuentes. "Si, para escribir, tienes necesidad de ese papel amarillento, de esa pluma especial, si se prefiere además esa luz excelente que cae desde la izquierda, es inútil decirse que cualquier pluma haría el mismo servicio, que todo papel y toda luz son buenas". Sin duda Rilke estaría completamente de acuerdo con esto, o Schiller, quien al parecer no podía trabajar sin aspirar los efluvios de un cajón de manzanas podridas, pero también puedo imaginar la sonrisa de Wittgenstein mientras escribía el Tractatus en las trincheras. Digamos simplemente que cuando hay papel amarillento uno puede permitirse necesitarlo imperiosamente, pero que cuando no lo hay, el dilema se reduce a escribir o no escribir.

Pero volvamos a genius y a la trascendencia. "La espiritualidad es ante todo conciencia del hecho de que el ser individuado no está enteramente individuado sino que contiene aún cierta carga de realidad no-individuada; y que es necesario no sólo conservar esta carga sino además respetarla y, de algún modo, honrarla, como se honran las propias obligaciones". Genius no es sólo lo impersonal, es también la emoción, el misterio, el aliento vital que no nos pertenece pero sin el que no podríamos vivir. Y genius es, como no podía ser menos en este mundo en el que casi todo tiene dos caras, doble. Nos guía y nos desorienta. Puede llegar a ser nuestra salvación y puede llegar a ser nuestra perdición. También, naturalmente, las dos cosas a la vez, pues hay quien se salva perdiéndose y quien se pierde al salvarse.
Agamben prosigue su sugestiva deriva filosófico-literaria con una serie de calas sobre asuntos diversos, motivos de reflexión, o lo que tal vez sea lo mismo, de contemplación y de lectura. Una nota sobre lo que representa la fotografía, otra sobre el papel de los ayudantes en las novelas y en la vida, un texto sobre la parodia, otro sobre el deseo, una especulación sobre los espejos, y otra más sobre el autor. Sin duda se trata de profanaciones. Diversos tipos y diversas formas de profanaciones. En unos ca-sos somos nosotros el objeto, sujeto a la vez inevitablemente, de la profanación; como es el caso de la fotografía o de los espejos que profanan nuestra imagen, o también del deseo que profana nuestro amor. En otros son nuestras obras las que son objeto de profanación, las novelas, es decir la ficción, el concepto, es decir el estatuto de autor, o la función-autor que Foucault analizara (o "deconstruyera" si hubiera aceptado la particular terminología derrideana) en su célebre ¿Qué es un autor? Pero todas ellas, a la postre, profanaciones retóricas, en un mundo que al renegar de lo sagrado ha vuelto la profanación imposible. Lo que en el fondo no importaría demasiado, si no fuera porque la profanación, lo mismo que la celebración, y por idénticos, aunque antitéticos, motivos, es una necesidad del hombre. Tal vez por eso termina diciendo Agamben: "La profanación de lo improfanable es el deber político de la próxima generación".

Fuente: www.letraslibres.com



Biografía


Giorgio Agamben nació en Roma en 1942. Se doctoró en la Università di Roma con una tesis sobre el pensamiento político de Simone Weil. Durante estos años frecuentó a Elsa Morante, Pier Paolo Passolini e Ingeborg Bachmann. En 1966 y 1968 asistió a los seminarios de Heidegger en Le Thor (Suiza) sobre Heráclito y Hegel. Fue Lettore di Italiano en la Université de Haute-Bretagne. En París estudió lingüística y medievalística y frecuentó a Pierre Klossowski e Italo Calvino. En 1974 y 1975 realizó investigaciones en el Warburg Institute de Londres sobre la relación entre lenguaje y el fantasma en el concepto medieval de melancholia. El resultado de este trabajo es su libro Estancias (1979). De 1986 a 1993 fue Director de Programa en el Collège International de Philosophie (París), donde entabló amistad con Jean-Luc Nancy, Jacques Derrida y Jean-François Lyotard. De 1988 a 1993 fue Profesor Asociado de Estética en la Università di Macerata, y de 1993 a 2003 fue Profesor Asociado de Estética en la Università di Verona. Desde 1994 es Visiting Professor en varias universidades de los Estados Unidos. En el año 2003 fue nombrado Distinguished Professor en la New York University, pero luego rechazó el encargo en protesta contra la política exterior y migratoria de la administración norteamericana. Desde el 2003 es Profesor de Estética en la Facoltà di Design e Arti de la Università IUAV de Venecia. Dirigió la edición italiana de las Obras completas de Walter Benjamin para la Editorial Einaudi de Turín.

Obras

(1970) L’uomo senza contenuto, Milano, Rizzoli (Macerata, Quodlibet, 1994). 

(1979) Stanze, Torino, Giulio Einaudi. 
(1979) Infanzia e storia, Torino, Giulio Einaudi. 
(1982) Il linguaggio e la morte, Torino, Giulio Einaudi. 
(1982) La fine del pensiero, Paris, Le Nouveau Commerce. 
(1985) Idea della prosa, Milano, Feltrinelli (Macerata, Quodlibet, 2002). 
(1990) La comunità che viene, Torino, Giulio Einaudi. 
(1993) (con Gilles Deleuze) Bartleby, la formula della creazione, Macerata, Quodlibet. 
(1995) Homo sacer I. Il potere sovrano e la nuda vita, Torino, Giulio Einaudi. 
(1996) Mezzi senza fine, Torino, Bollati Boringhieri. 
(1996) Categorie italiane, Venezia, Marsilio. 
(1998) Image et mémoire (Marco Dell’Omodarme et al., trad.), Paris, Hoëbeke. 
(1998) Quel che resta di Auschwitz, Torino, Bollati Boringhieri. 
(2000) Potentialities (Daniel Heller-Roazen, ed. & trans.), Stanford, Stanford University Press. 
(2000) Il tempo che resta, Torino, Bollati Boringhieri. 
(2002) L’aperto, Torino, Bollati Boringhieri. 
(2003) (con Valeria Piazza) L’ombre de l’amour, Paris, Rivages. 
(2003) Stato di eccezione, Torino, Bollati Boringhieri. 
(2004) Genius, Roma, Nottetempo. 
(2004) Il giorno del giudizzio, Roma, Nottetempo. 
(2004) Profanazioni, Roma, Nottetempo. 
(2005) La potenza del pensiero. Saggi e conferenze, Neri Pozza.


Fuente: www.agamben.com.ar

Fabricados para no durar :los productos de consumo duran cada vez menos

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Ver también:  Especial Comprar, tirar, comprar en RTVE.es| Otros documentales de TVE



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Chip instalado en una impresora diseñado para registrar el número de impresiones y enviar una señal de error al usuario al llegar a un número determinadoMEDIA 3.14
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Serge Latouche. Profesor Emérito de Economía de la Universidad de París.MEDIA 3.14
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"Comprar, tirar, comprar". Las pruebas de los orígenes de la obsolescencia programadaMEDIA 3.14


SUSANA RODRÍGUEZ 
04.01.2011
Baterías que se 'mueren' a los 18 meses de ser estrenadas, impresoras que se bloquean al llegar a un número determinado de impresiones, bombillas que se funden a las mil horas... ¿Por qué, pese a los avances tecnológicos, los productos de consumo duran cada vez menos?
La 2 de Televisión Española y RTVE.es emiten "Comprar, tirar, comprar" un documental que nos revela el secreto: obsolescencia programada, el motor de la economía moderna.
Rodado en España, Francia, Alemania, Estados Unidos y Ghana, Comprar, tirar, comprar, hace un recorrido por la historia de una práctica empresarial que consiste en lareducción deliberada de la vida de un producto para incrementar su consumo porque, como ya publicaba en 1928 una influyente revista de publicidad norteamericana, "un artículo que no se desgasta es una tragedia para los negocios".
El documental, dirigido por Cosima Dannoritzer y coproducido por Televisión Española, es el resultado de tres años de investigación, hace uso de imágenes de archivo poco conocidas; aporta pruebas documentales y muestra las desastrosas consecuencias medioambientales que se derivan de esta práctica. También presenta diversos ejemplos del espíritu de resistencia que está creciendo entre los consumidores y recoge el análisis y la opinión de economistas, diseñadores e intelectuales que proponen vías alternativas para salvar economía y medio ambiente

Una bombilla en el origen de la obsolescencia programada

Edison puso a la venta su primera bombilla en 1881. Duraba 1500 horas. En 1911 un anuncio en prensa española destacaba las bondades de una marca de bombillas con una duración certificada de 2500 horas. Pero, tal y como se revela en el documental, en 1924 un cártel que agrupaba a los principales fabricantes de Europa y Estados Unidos pactó limitar la vida útil de las bombillas eléctricas a 1000 horas. Este cártel se llamó Phoebus y oficialmente nunca existió pero enComprar, tirar, comprar se nos muestra el documento que supone el punto de partida de la obsolescencia programada, que se aplica hoy a productos electrónicos de última generación como impresoras o iPods y que se aplicó también en la industria textil con la consiguiente desaparición de las medias a prueba de carreras.

Consumidores rebeldes en la era de Internet

A través de la historia de la caducidad programada, el documental pinta también un fresco de la historia de la Economía de los últimos cien años y aporta un dato interesante: el cambio de actitud en los consumidores gracias al uso de las redes sociales e Internet. El caso de los hermanos Neistat, el del programador informático Vitaly Kiselev o el catalán Marcos López, dan buena cuenta de ello.

África, vertedero electrónico del primer mundo

Este usar y tirar constante tiene graves consecuencias ambientales. Tal y como vemos en este trabajo de investigación, países como Ghana se están convirtiendo en el basurero electrónico del primer mundo. Hasta allí llegan periódicamente cientos de contenedores cargados de residuos bajo la etiqueta de 'material de segunda mano' y el paraguas de una aportación para reducir la brecha digital y acaban ocupando el espacio de los ríos o los campos de juego de los niños.
Más allá de la denuncia, el documental trata de dar visibilidad a emprendedores que ponen en práctica nuevos modelos de negocio y escucha las alternativas propuestas por intelectuales como Serge Latouche, que habla emprender la revolución del 'decrecimiento', la de la reducción del consumo y la producción para liberar tiempo y desarrollar otras forma de riqueza, como la amistad o el conocimiento, que no se agotan al usarlas.

Javier Giraldo Memoria y reacción solidaria ante un horrendo genocidio

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(desde los márgenes, www.javiergiraldo.org, martes 20 de mayo de 2014)

.Javier Giraldo Memoria y reacción solidaria ante un horrendo genocidio (mayo 18 de 2009 - mayo 18 de 2014)
El Tribunal Permanente de los Pueblos examinó a fondo 
esta matanza en dos sesiones: una realizada en Dublín, 
Irlanda, entre el 14 y el 16 de enero de 2010, y otra en 
Bremen, Alemania, entre el 7 y el 10 de diciembre de 2013.
 En esta última sesión, el Tribunal examinó numerosos 
documentos y escuchó a numerosos testigos y pudo 
concluir que los sangrientos hechos perpetrados entre
 octubre de 2008 y mayo de 2009 en el nordeste de 
Sri Lanka eran episodios, quizás los más brutales,
de un PROCESO GENOCIDA iniciado casi 60 años 
atrás y que aún continúa, cuyo objetivo es la 
destrucción de la nación Tamil en todas sus dimensiones.
El 18 de mayo de 2009, hace 5 años, concluía uno de los episodios genocidas más aterradores que la comunidad internacional ha silenciado y tolerado. El Gobierno de Sri Lanka consumó en ese día su propósito de exterminar a una franja importante de la población civil Tamil, bajo el pretexto mediático de que estaba eliminando a un “grupo terrorista” conocido como “Los Tigres por la Liberación de la Patria Tamil”.
El Tribunal Permanente de los Pueblos examinó a fondo esta matanza en dos sesiones: una realizada en Dublín, Irlanda, entre el 14 y el 16 de enero de 2010, y otra en Bremen, Alemania, entre el 7 y el 10 de diciembre de 2013. En esta última sesión, el Tribunal examinó numerosos documentos y escuchó a numerosos testigos y pudo concluir que los sangrientos hechos perpetrados entre octubre de 2008 y mayo de 2009 en el nordeste de Sri Lanka eran episodios, quizás los más brutales, de un PROCESO GENOCIDA iniciado casi 60 años atrás y que aún continúa, cuyo objetivo es la destrucción de la nación Tamil en todas sus dimensiones.
Una apretada síntesis de ese proceso, tal como fue investigado por el Tribunal, es la siguiente:
La antigua isla de Ceilán, al sur de la India, incluía dos etnias que compartieron una historia común al menos desde 500 años antes de Cristo. Cuando se convirtió en colonia Portuguesa en 1505 estaba dividida en 3 reinos: el Reino de Jaffna, de etnia Tamil, que comprendía el Norte, el Este y la Costa Noroccidental, y dos reinos de etnia Cingalesa que comprendían los territorios del Centro, Sur y Sur-occidente. En 1505 los Portugueses conquistaron los reinos Cingaleses con capitales en Kotte y Colombo y en 1618 conquistaron el reino de Jaffna. Entre 1658 y 1796 Holanda ocupó y gobernó los territorios conquistados por los Portugueses, los cuales pasaron a ser colonias de la Corona Británica en 1802.
Mientras Portugal y Holanda mantuvieron un gobierno separado de los territorios Cingalés y Tamil, en 1833 los Británicos unificaron los territorios de los tres reinos en un solo Estado colonial de CEILÁN. Bajo el dominio Británico los Tamiles comenzaron a ser considerados como una minoría dentro de la unidad territorial colonial. Si bien el Consejo Legislativo creado por los Británicos contemplaba una representación amplia de las comunas, las reformas constitucionales de 1910 y 1920 introdujeron la contienda entre Cingaleses y Tamiles por su respectiva representación en el órgano legislativo, pero la Constitución de 1931 concedió el voto universal a los adultos y eliminó la representación por comunas. Los Tamiles se opusieron a esta medida que favorecía a la mayoría étnica Cingalesa. Cuando se preparaba la independencia de Ceilán con la Constitución de 1945, el líder Tamil G. Ponnampalam propuso un parlamento de representación equitativa de Tamiles y Cingaleses (50%-50%), propuesta que fue rechazada por los Británicos y los Cingaleses. En 1948, cuando los Británicos abandonaron Ceilán tras su independencia, el poder quedó en manos de la mayoría Cingalesa la cual demostró, en los años sucesivos, su afán por hacer prevalecer sus intereses étnicos en contra de los Tamiles, quienes comenzaron a ser considerados como “invasores provenientes del sur de la India”, al tiempo que desarrollaban un nacionalismo Cingalés-Budista, alimentado intensamente durante la colonización Británica mediante procedimientos ideológicos que la población Cingalesa fue asimilando.
En 1956 se le negó el status oficial a la lengua Tamil al ser aprobado el decreto que establecía “Sólo el Cingalés”. Los Tamiles realizaron una protesta al ver abolida oficialmente su lengua, protesta pacífica que se inspiró en la filosofía de Gandhi de la acción no violenta, pero hubo una embestida brutal contra ellos el 5 de junio de 1956 que dejó 150 muertos. A partir de allí, el North East Secretariat On Human Rights [1] , documentó 115 masacres perpetradas contra la población Tamil entre 1956 y 2008, algunas de las cuales dejaron centenares y aún millares de muertos y utilizaron métodos extremadamente crueles.


Ya desde 1940 las autoridades Cingalesas habían iniciado un amplio proceso de confiscación de territorios Tamiles, en los cuales implantaron asentamientos Cingaleses y templos Budistas, estableciendo que las áreas donde fueran escuchadas las campanas de los templos Budistas pertenecerían a los Cingaleses. En adelante se fue incrementando una política de exterminio de los Tamiles: aquellos que trabajaban en regiones que no eran de mayoría Tamil, fueron hostigados progresivamente hasta obligarlos a refugiarse en el Nordeste, pero también allí se multiplicaron los ataques incentivados por la fuerza pública estatal, con participación de grupos paramilitares y en general de población Cingalesa adoctrinada para albergar odio profundo contra la etnia Tamil.
En 1972 se promulgó una nueva Constitución Cingalesa-Budista, la cual, al tiempo que declaraba como única lengua oficial el Cingalés y el Budismo como religión del Estado, cambió el nombre de Ceilán por el de SRI LANKA. Dicha Constitución ignoraba por completo el dominio Tamil en sus territorios ancestrales y los derechos de los Tamiles-Nadú, traídos del sur de la India para trabajar en las plantaciones coloniales de café y té. La fuerza pública fue conformada entonces en un 99% por Cingaleses.
Luego de 28 años de intentos pacíficos de negociaciones siempre frustradas, para cambiar una institucionalidad que desconocía todos los derechos de la nación Tamil, en 1976 los Tamiles tomaron la decisión de luchar por su derecho a la autodeterminación. El 5 de mayo de 1976 un grupo de Tamiles recurrieron a la insurgencia armada conformando el movimiento de resistencia llamado Tigres por la Liberación de la Patria Tamil–LTTE- [Liberation Tigers of Tamil Eelam]. Desde entonces los territorios Tamiles del Norte y el Este fueron militarizados y sometidos a continuas masacres, asaltos, destrucciones y confiscaciones. Se hicieron rutinarios los “pogromos” o asaltos devastadores perpetrados por multitudes enfurecidas simultáneamente en muchos sitios de presencia de población Tamil, que revelaban una evidente política de exterminio de la población Tamil. En el pogromo del 1 de junio de 1981 fue quemada la Biblioteca de Jaffna con 97.000 volúmenes, centro invaluable de la cultura Tamil, crimen en el cual participaron todas las fuerzas armadas del Estado y varios Ministros. En el pogromo conocido como el “julio negro” (1983) fueron asesinados más de 3.000 Tamiles y más de 100.000 perdieron sus viviendas y se vieron obligados a refugiarse en su territorio ancestral. Desde esa fecha hasta 1987 (4 años) se sucedieron 44 masacres con un saldo de más de 2000 Tamiles asesinados. Igualmente intensa fue la persecución entre 1990 y 1995 con 47 masacres y 2230 víctimas. Todo esto iba acompañado de capturas arbitrarias en retenes militares donde la población Tamil era separada y frecuentemente desaparecida y las mujeres violadas. La participación de la fuerza pública y de reconocidos grupos paramilitares junto con matones civiles que siempre gozaron de impunidad total, reveló una evidente política oficial de exterminio de los Tamiles. Todo esto llevó a que la población Tamil se refugiara en su región ancestral del Norte y el Este y allí el grupo insurgente -LTTE- consiguió un progresivo respaldo de la población civil que encontraba en ellos la única protección frente a la barbarie estatal. A partir de los años 90s el LTTE logró conformar una administración civil de facto con un sistema de leyes, una policía, un ejército y una fuerza naval.
El 22 de febrero de 2002, gracias a la mediación del Gobierno Noruego y con el apoyo de Alemania y de otros países europeos, se firmó un Acuerdo de Cese de Fuego entre el LTTE y el Gobierno de Sri Lanka. El proceso de paz que entonces se inició abrió perspectivas de una solución política y pacífica al conflicto y pudieron plantearse soluciones factibles como ciertas formas de gobierno federal. Además el 26 de diciembre de 2004 un tsunami afectó fuertemente a Sri Lanka dejando miles de muertos y de viviendas destruidas; en esa coyuntura el LTTE propuso dejar de lado los intereses étnicos y atender a todas las víctimas sin discriminación; ellos mismos coordinaron de manera eficiente la atención a muchas zonas devastadas, siendo elogiados por muchos medios de prensa internacionales. Sin embargo, la falta de un respaldo más decidido a una solución pacífica por parte de la comunidad internacional y la interferencia realizada por los gobiernos de Gran Bretaña y Estados Unidos para obstruir el proceso de paz y forzar la solución militar al conflicto, hicieron fracasar las negociaciones. Al mismo tiempo, en su campaña presidencial, el luego Presidente Mahinda Rajapaksa, elegido en noviembre de 2005, incentivó nuevamente el odio a los Tamiles y unificó a los Cingaleses en torno a una negativa a considerar la autodeterminación de la nación Tamil. Luego de incrementar progresivamente las hostilidades, el Gobierno de Sri Lanka revocó unilateralmente el Acuerdo de Cese de Fuego el 2 de enero de 2008.
Entre 2006 y 2008 se reactivó la persecución contra los Tamiles coordinada desde el Estado con todas sus fuerzas armadas y utilizando a gran escala las prácticas de ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas, abusos sexuales, desplazamientos forzados masivos, torturas, bombardeos indiscriminados y diversas formas de terror. La acción militar del Estado de Sri Lanka, apoyada por los gobiernos de Gran Bretaña y Estados Unidos mediante entrenamientos militares, transferencia de armas y asesoría bélica llevó a que la población Tamil asentada en la región norte de Vanni fuera progresivamente obligada a concentrarse en una zona cada vez más restringida por los bombardeos y por la frontera marítima. Las poblaciones grandes como Jaffna fueron sometidas a un riguroso control militar: se obligaba las familias a tener lista una fotografía del grupo familiar en el momento en que el ejército ingresaba abusivamente a las viviendas privadas a cualquier hora de la noche, y los que no estuvieran registrados en las fotografías eran llevados en unos vehículos blancos y desaparecidos. Entre 2006 y 2008 el NESOHR registró 800 ejecuciones extrajudiciales y 600 desapariciones forzadas; la mitad de la población de Jaffna buscó asilo en otros países.
En 2008 el Gobierno de Sri Lanka preparó un ataque genocida final pero sin testigos: expulsó de la región de Vanni a todos los que monitorearon el proceso de paz; a todos los periodistas; a todas las agencias de las Naciones Unidas; a todas las organizaciones humanitarias internacionales e incluso nacionales. Bajo el pretexto de estar atacando al LTTE en sus últimos reductos, atacó a muy grandes franjas de la población civil Tamil a quienes había ido acorralando progresivamente para que se refugiaran en la zona controlada por el LTTE, zona que sometió a restricciones que hacían imposible la supervivencia: elevó enormemente el costo de los combustibles; impidió los suministros médicos y sanitarios para los hospitales y los implementos para las escuelas y restringió mucho el ingreso de alimentos, situación agravada por el abandono de los campos por parte de los campesinos quienes huían de los bombardeos. Dada la presión internacional, en enero de 2009 el Gobierno estableció una primera “Zona de No Fuego” en la cual se refugió mucha población civil pero sin embargo fue bombardeada, dejando innumerables muertos y heridos; más tarde estableció otras dos zonas-de-no-fuego que también fueron bombardeadas. Dado que el número de heridos crecía progresivamente (en el sólo mes de marzo de 2009 la Cruz Roja evacuó 3806 heridos graves), los hospitales se convirtieron en los últimos refugios pero también fueron bombardeados: más de 30 ataque a los hospitales fueron reportados por diversas fuentes. Debido al bloqueo de toda información, el correo electrónico de un médico se convirtió en la única fuente de información a finales de abril y principios de mayo de 2009. La Naciones Unidas calcularon en 7.000 los ejecutados y en 14.000 los heridos en el mes de abril/09, y como la agresión iba “in crescendo”, se calcularon 1.000 muertos diarios en el mes de mayo hasta el día 18, fecha en que se consideró la zona completamente arrasada. Todo evidenció una acción de exterminio, presentada por el Gobierno como “ofensiva final contra una grupo terrorista” pero que en realidad fue el episodio más intenso de un Genocidio que pretendía destruir un grupo nacional que buscaba por los medios posibles el respeto a su derecho a la autodeterminación.
Los propios datos del Gobierno de Sri Lanka indican que de los 429.059 Tamiles que habían sido censados en la zona de Vanni en octubre de 2008, al concluir el ataque militar en mayo de 2009 sólo quedaban 282.380, lo que hace concluir que habían desaparecido 146.679. Entre tanto, informes de Naciones Unidas calculaban en 70.000 los muertos en dicha arremetida. La falta de testigos hizo que quedara incierta la sobrevivencia de muchos miles de personas cuya última suerte quedó en poder de los militares. Se habla de campos de concentración a donde fueron conducidas, donde al amparo de la desinformación se practicaron ejecuciones, torturas sexuales, y toda clase de vejámenes, además de la incomunicación. Un documento fílmico de un periodista inglés evidencia algunos de estos casos filmados por los mismos soldados y analizados por competentes médicos con especialización forense. El Jurado pudo escuchar en Bremen testimonios de médicos que permanecieron en la zona hasta el final y de personas que escaparon en medio de la barbarie final.
El Jurado se apoyó en los términos precisos de la Convención Internacional contra el Genocidio, promulgada por la las Naciones Unidas en 1948 y consultó el pensamiento de su redactor principal, el jurista Raphael Lemkin, para quien la esencia del Genocidio consiste en la “destrucción de la identidad nacional del grupo oprimido y la imposición de la identidad nacional del opresor”. Para el Jurado, luego de revisar numerosos documentos, testimonios y estudios bien fundamentados, era evidente que la embestida militar del Gobierno de Sri Lanka contra la población Tamil, a la cual fue acorralando progresivamente junto al mar mediante el terror, entre 2008 y mayo de 2009, era solamente uno de los episodios más horrendos y condenables de un PROCESO GENOCIDA que hunde sus raíces muchas décadas atrás y que tiene el cometido de destruir totalmente la identidad nacional de los Tamiles y de desconocer todos sus derechos.
A partir de mayo de 2009, la región Tamil del Norte y el Este ha sido intensamente militarizada para consumar enormes cambios estructurales, como la adquisición a gran escala de tierras y la colonización de éstas por la población Cingalesa detentora del Estado; la destrucción de lo que aún queda del patrimonio cultural Tamil y la imposición de una identidad Cingalesa Budista, todo esto favorecido por desplazamientos forzados hacia zonas militarmente controladas donde se continúa perpetrando la detención arbitraria, la ejecución extrajudicial, la desaparición forzada, el asalto sexual, el bloqueo a la libertad de expresión y la vigilancia asfixiante. Es un hecho reconocido por el Secretario de Defensa Nacional, que el ejército Cingalés se ha ido expandiendo progresivamente a partir de 2009: de 9 divisiones pasó a 20; de 44 brigadas pasó a 71; de 149 batallones pasó a 284. Es la fuerza que asegura una colonización de los territorios Tamiles bajo el impacto del terror: se incentiva la ocupación y la natalidad de poblaciones Cingalesas en territorios Tamiles; se construyen templos Budistas en medio de poblaciones no budistas; se arresta a los varones Tamiles de manera arbitraria mientras soldados y varones Cingaleses violan a sus esposas y las dejan embarazadas.
El Jurado conoció con profundo desconcierto la Resolución adoptada por el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas el 27 de mayo de 2009, a pocos días de los bárbaros episodios genocidas, en la cual es evidente que campeó la desinformación quizás articulada con fuertes presiones políticas para terminar aceptando y dándoles la bienvenida a informes del mismo Gobierno de Sri Lanka e ignorando todo el proceso genocida y los masivos crímenes de lesa humanidad y crímenes de guerra perpetrados en los últimos años.
El proceso genocida de Sri Lanka debe ser detenido; los crímenes perpetrados allí deben ser investigados y sancionados de manera imparcial e independiente; los derechos de la nación Tamil deben ser restablecidos, respetados y protegidos. Si esto no ocurre, la credibilidad de numerosos principios y tratados construidos por la comunidad internacional durante varios siglos quedará arruinada.
Invito a todas las organizaciones, grupos y personas sensibles frente a la destrucción de la dignidad humana, a hacer estas exigencias a las respectivas embajadas de Sri Lanka en los diversos países, al Secretario General de la ONU, al Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, a la Corte Penal Internacional y a las Cancillerías de sus respectivos Estados.
Solidariamente,
Javier Giraldo Moreno, S. J.

________________
Javier Giraldo fue miembro del Jurado en la sesión del TPP sobre Sri Lanka en Bremen, Alemania, en diciembre de 2013
Nota:
[1] NESOHR, Massacres of Tamils 1956-2008, Manitham Publishers, Tamilnadu, India, ISBN No. 978-81-909737-0-0

Hermann Broch uno de los mayores escritores del siglo XX

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Hermann Broch o el esteta absoluto

por Abel Posse

Comparado con Joyce, Proust y Thomas Mann, pocos autores del siglo XX pueden compararse con el austriaco Hermann Broch (1886-1951), autor de un clásico tan esencial como olvidado, La muerte de Virgilio. Ahora que la editorial Adriana Hidalgo está a punto de publicar El maleficio, sobre los orígenes del nazismo, el escritor argentino Abel Posse, recientemente nombrado embajador de su país en España, traza el perfil del novelista.


 | 17/07/2002 |  


Abel Posse

Broch es todavía un desconocido fuera del ámbito de la literatura germánica. No tiene la fama que merece, pero su prosa se afirma en la lenta progresión de las valoraciones y se sitúa como una de las mayores obras del siglo XX, junto con las de Joyce y Proust.

Cuando Thomas Mann leyó La muerte de Virgilio no vaciló en declarar que se trataba “del poema en prosa más importante escrito en lengua alemana”. Extraña honestidad de un escritor comprometido con la narrativa tradicional. Para Aldous Huxley, Broch fue la mayor revelación y conmoción. El británico, narrador de costumbres y de su época, quedó maravillado ante la eclosión de este talento capaz de abolir las fronteras tradicionales de la novela y pasar de la prosa al drama y al poema, como momentos necesarios y nunca antagónicos de la realidad de nuestra vida. Para Hannah Arendt, sería el novelista que pudo llegar más lejos en la reflexión acerca de la enfermedad social de su siglo en relación a la existencia individual.

Hermann Broch había nacido en 1886, en una de las pocas grandes familias judías aceptadas por la aristocracia. Se formó como ingeniero y durante un par de décadas se limitó a dirigir la fábrica textil de la familia. Se convierte al catolicismo y se casa con Franziska von Rothermann, casi como un intento de no seguir su vocación, sus pasiones literarias. Su sensibilidad y su talento lo aproximan a aquella Viena deliciosamente decadente, en aquel Imperio Austro-Húngaro condenado a fenecer entre las presiones feroces. Es la Viena de los grandes músicos; de los palacios adustos construidos como desafío de permanencia; de aquellos cafés donde el joven industrial conocería a Musil, a Kafka, a Rilke. Una Viena infinita, desde el nacimiento del psicoanálisis hasta la noche sin término de sus Kabaretten y burdeles sofisticados. La Viena que se despedía del Imperio vencido y donde la cultura era la última llamarada de grandeza. Esa fuerza vital que ya se aleja del materialismo y busca en el desorden y las aventuras estéticas el renacimiento todavía lejano.

La guerra del 14-18 significará el punto final, la convulsión decisiva. Broch se divorcia y casi a los 40 años se dedica por completo al arte, a sus estudios, al mundo de la noche vienesa. Vive un romance con Milena Jesenska y conoce a una de las femmes fatales más famosas, la periodista Ea von Allesch, de extraordinaria belleza. Abandona a Milena, que caerá en el laberinto sombrío de Franz Kafka, por entonces un desconocido escritor del grupo sionista de Praga. Ea von Allesch era llamada “la reina del Café Central”. También amante de Musil, equivalía a una hetaira griega, capaz de la refinada cultura que exigían los salones de esa Viena.

Broch comienza su obra más conocida por impulso de ella, que le dará fama europea: Los sonámbulos. Una trilogía excepcional donde a través de tres personajes paradigmáticos, sintetiza la decadencia de Alemania (y Austria) entre 1880 y 1920. Es un tácito homenaje a Spengler y, a la vez, una inhabitual visión de la crisis política interpretada desde la cultura y la crisis de valores. Junto con Los Buddenbrook y El hombre sin cualidades de Musil, serán las tres obras en las que la germanidad presintió y descubrió los gérmenes de la decadencia que llevaría a la voluntad de renacimiento salvaje del nazismo y del fascismo, como el último momento catastrófico de un único proceso. El romance con Ea von Allesch, que le llevaba once años, se disuelve en continuos altercados y se separan. En 1927 concluye la trilogía en la que Ea será rescatada en el personaje de Ruzena.

Concluida su obra, Broch comprende que recién comienza su gran apuesta estética. En esas tres grandes novelas, las suyas y las de Mann y Musil, prevalece la descripción de la decadencia y el pesado paso de la narrativa. Lo real y lo racional excluyen la vivencia profunda, poética. Broch, cuando ya está en los primeros esbozos de su novela mayor, La muerte de Virgilio, está seguro de ir mucho más lejos de su admirado Joyce. Así lo escribe en sus cartas. SuVirgilio será la obra más alta y estéticamente la más compleja del siglo. La grandeza de Joyce es verbal. El Ulises es un realismo descompuesto cúbicamente, un puzzle magistral. Broch hubiera coincidido con Borges, sin dejar de admirar el poeta indirecto, transversal, que era la fuerza más descuidada y más notable de Joyce como escritor.

Broch se aboca a su esfuerzo supremo, liberado del encantador torbellino erótico de Ea y unido a la señorita Anna Herzog, que es una excelente secretaria con proyección hacia el tálamo. Todo está preparado para el ascenso a la cumbre. Se propone cumplir con su visión de máxima exigencia: “El arte que no es capaz de reproducir la totalidad del mundo no es arte”. Y aquí el punto central de la reunión de nuevas formas expresivas en necesaria vinculación con el conocimiento de lo nuevo: “Escribir poesía significa adquirir el conocimiento a través de la forma. A todo nuevo conocimiento sólo se puede acceder a través de nuevas formas. Esto significa necesariamente el extrañamiento y alejamiento de público tal como se lo entiende”. 

Pero ese monstruo que tanto temiera, la Historia, destruye su propósito. Los nazis invaden su Austria y el mismo día del Anschluss, Broch es recluido por la Gestapo en la prisión de Alt Aussee. Nunca quiso Broch detallar aquellos quince días en manos de la Gestapo. Llamó simplemente “el infierno” a esa experiencia y nunca contó cómo se había salvado. Escribió una serie de elegías que luego integrarían los poemas referentes a la muerte en su Virgilio. Habló de los ahorcados movidos por el viento en la cárcel de Alt Aussee.

Sin duda su alta posición económica y social en la comunidad judía lo ayudó. La ayuda de Joyce y posiblemente la de Einstein lograron que se le diese el visado salvador. Se exilió en Escocia, en la casa de su traductora al inglés, Willa Muir, y luego viajó a Estados Unidos inaugurándose en la experiencia de la pobreza. Su breve fama literaria europea lo ayudó poco. Estados Unidos le resultó una cultura exótica, salvaje, que ayudaba pero te dejaba en soledad.

Sin embargo en esos años amenazados (él creía que el fascismo se extendería a toda Europa, Gran Bretaña y Estados Unidos), empezó su mayor aventura, el desafío de librar a la literatura de la decadencia espiritual europea (Proust, Joyce, Musil, Mann) y alcanzar un renacimiento y apertura de lenguaje volcado tanto a la existencia como al misterio cósmico. Quiere escribir en la grandeza clásica de Hülderlin, de Dante, de la tradición homérica, del mismo Virgilio. Después del horror de la guerra se siente que el gran arte, “el arte en su destino mayor” (como escribiera Hegel) podrá sentar las bases para el renacimiento de una civilización occidental corrompida. El exiliado en Princeton y luego en Yale siente que una gran obra de arte es robarle espacio a la decadencia del mundo que le tocó vivir. De alguna manera participa de la estética desesperada -necesaria- que obsesionó a Baudelaire. La suprema revancha del arte ante la extrema bajeza del crimen histórico.

La novela, si esta palabra se puede usar en el caso de La muerte de Virgilio, será su empeño decisivo entre 1938 y el fin de la guerra, en 1945. Broch ya no tendrá otra actividad. Un gran proyecto es como ingresar en un claustro de cartujos. Por fin la obra fue concluida y editada en EE.UU. en 1945 con apoyo de la Fundación Rockefeller, la beca Guggenheim y del PEN club. (Para elogio de aquella increíble cultura perdida en Argentina corresponde recordar que Buenos Aires fue la primera ciudad del mundo que publicaría a Broch en 1946, tanto el Virgilio como Los Sonámbulos).

El personaje será el gran poeta romano Virgilio en las últimas dieciocho horas de su vida. Ya ha concluido La Eneida y acompañando a Augusto retornan de Grecia al puerto de Brindisi. Allí, en su agonía, vive la desilusión del arte. Ruega a sus sirvientes y amigos que le ayuden a quemar esa obra que ya el mismo Augusto considera “poema divino”. Broch, el judío exiliado en la pujante barbarie estadounidense, une su agonía existencial con la del lejano Virgilio en Brindisi. él, víctima del neopaganismo nazi, busca en el paganismo de Virgilio una respuesta a la existencia, una comprensión del orden cósmico, capaz de conciliar el absurdo, la crueldad, con la gloria de la vida. El campesino de Mantua, el poeta próximo a los dioses antiguos que moran en Virgilio, guía al desolado Broch a la sabiduría de saber que la muerte es sumirse en ese éter primigenio. Saber morir es saber desenvolverse al universo después del día de la vida. Sin esperanzas metafísicas, sin amenaza de juicios o condenas atroces, sin peligro de renacimientos.

Broch se transfiere a ese Virgilio agonizante que siente que el arte no podrá vencer el plano de lo humano, del acaecer. Nunca alcanzará la esfera suprema del misterio del Cosmos y del silencio etéreo. (La descripción de Broch de la lenta entrada en la muerte de su Virgilio constituye el más profundo pasaje de la literatura en prosa de su siglo). Broch/ Virgilio avanzan hacia el misterio, hacia Lo Abierto, lo inefable, los une el misterio de la palabra. Allí donde todo se subsume como en la visión de Anaximandro: las cosas, los hombres, el sueño de los dioses. Todos los entes allí se van anonadando, en los resplandores del éter, según la ley inexorable del retorno. Broch/ Virgilio ven esfumarse en ese espacio final las naves de Augusto que llegaron a Brindisi. Su vida y el mundo circundante se extinguen. El pasado se reúne con el presente. Suavemente el Ser cubre la ilusión de la vida inmediata. Lo abierto, donde todo lo creado retorna según la Ley fundamental, va recibiendo en su silencio las pasiones humanas de Broch y de Virgilio. El misterio final es una niebla iluminada pero impenetrable, inefable en su centro. El tiempo se recobra en la serenidad ante la muerte y el fin de las cosas. El arte y la poética de Broch le acercaron una armonía de raíz búdica. El arte fue en realidad el itinerario de una larga iniciación. Retener la ilusión o el maya de lo real en obra de arte.

Hermann Broch, cumplido su destino de creador, murió en 1951 de un ataque al corazón, muerte repentina, ironía, que le impidió corroborarse ante sí mismo la “lenta extinción” en el Todo que nos narró a través de Virgilio.
 





Hermann Broch y la trilogía de "Los sonámbulos".


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La literatura de Hermann Broch (Viena, 1886 - New Haven, 1951) se dirigió hacia la reflexión directa sobre la pérdida del sentido de unidad de la Europa de principios del siglo XX, es decir la crisis espiritual y social que acongojó al artista que asumía en sí mismo a su época. Tal preocupación se tradujo en magistrales novelas y ensayos provenientes de sus intereses en filosofía, matemáticas y psicología, lo que le dio ese estilo riguroso en la forma de concebir sus conceptos, conclusiones y lenguajes dentro de su obra.
George Steiner lo reconoció como uno de los radicales renovadores, luego de Joyce, del lenguaje novelístico del siglo pasado, con su obraLa muerte de Virgilio (Der Tod des Vergil, 1945). Asimismo, Elias Canetti lo calificó como un «escritor representativo» de su tiempo y celebró su singular capacidad intelectual.
Como varios escritores contemporáneos, sufrió la decadencia en la que caía Occidente: los Imperios desaparecían poco a poco, la imparable burguesía instruía a la sociedad con sus valores pragmáticos, el desarrollo del capitalismo, la parálisis que mostraban viejas costumbres e idealismos, las guerras mundiales y, principalmente, el exilio. Justamente, en marzo de 1938, al entrar las tropas de Hitler a Austria, Broch fue arrestado y llevado a la prisión de Bad Aussee como «intelectual judío sospechoso de tendencias marxistas». Por ello, un grupo de intelectuales y escritores, entre ellos James Joyce, lo ayudaron a salir de prisión. Para esta época, Hermann Broch ya era conocido en el ámbito artístico de Viena y Europa, principalmente, por su trilogía de Los sonámbulos, obra publicada a sus 45 años.
El proyecto tripartito fue trabajado entre los años 1931 y 1932. En su concepción, posee las tesis sobre la decadencia europea (es necesario mencionar que conoció el trabajo de Oswald Spengler) y la reflexión desde la filosofía de la historia. De esta manera, se comprende el ciclo histórico tripartito (el paso del siglo XIX al XX) que trabaja unitariamente a lo largo de la trilogía: 1888, 1903 y 1918. Para Hermann Broch, estas fueron las fases decisivas que marcaron la historia del declive europeo. Asimismo, cada uno de estos periodos se representa por un protagonista que contiene en sí mismo las características de la decadencia general de la fase en la que vive y se desenvuelve. En consecuencia, conocemos los valores, sentimientos, dudas y ambiciones de cada uno de estos personajes.
La trilogía está compuesta, en primer lugar, por Pasenow o el romanticismo (1888), luego por Esch o la anarquía (1903) y, por último, Huguenau o el realismo (1918).


Broch, Hermann. "Pasenow o el romanticismo". Barcelona: De Bolsillo, 2006.

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Primera parte de Los sonámbulos. Estamos en el año 1888. El protagonista, Joachim Pasenow, es la encarnación del idealismo romántico y de su ineficacia en una sociedad cada vez más escéptica e industrializada. Alrededor de su dubitativa e insegura existencia giran su padre, Bertrand, Ruzena y Elisabeth. Estos cuatros personajes marcan los puntos cardinales en los que este personaje se pierde y traiciona a sí mismo, por lo que mientras nuestra lectura avanza, vemos como se muestran cada vez más las fisuras en la supuesta unidad y coherencia del militarismo romántico de Pasenow, “un huésped de su propia vida” tal como lo llama Broch.
El protagonista pertenece a la aristocracia alemana. Su familia es la típica representación de la continuidad forzada del idealismo del pasado: viven en el campo, todos los varones han seguido la vida militar, los hijos están obligados a seguir con la tradición, etc. De esta manera, notamos cómo Joachim se enfrenta con constante tensión y duda ante tal continuidad, ante su destino proscrito, y lo que ello conlleva, retenido todo en la amenazante figura del padre. En el relato, tenemos a un hijo que reniega del padre, puesto que si bien este debe contener todos los valores, dignos y honorables por lo que tal sociedad confiere a la vejez, y ser el ejemplo a seguir, es todo lo contrario por la vulgaridad e hipocresía que despliega sin pudor ante Joachim: “En el año 1888 el señor Von Pasenow tenía setenta años y había personas que, al verlo acercarse por las calles de Berlín, experimentaban una extraña e inexplicable sensación de desagrado, y llegaban incluso a afirmar que debía tratarse de un viejo malvado” (p. 17).
Hasta aquí tenemos el primero de los polos que componen, como bien indica Lluís Izquierdo, la dialéctica que presenta Hermann Broch en la estructuración del relato, a partir del conflicto interior del protagonista: «Pender del destino o intentar construirlo». Joachim Pasenow es un idealista, es romántico y lo demuestra a través de la vivencia en el «uniforme», elemento indispensable para separarse del caos que percibe en la burguesía, práctica y desconfiada, lo que le da unidad dentro de la anarquía interior que desea brotar de forma desmedida: (…) “el hombre que lleva el uniforme está imbuido hasta las cejas del convencimiento de que está consumando la forma de vida propia de su tiempo y también con ello la seguridad de su propia vida” (p. 22).
Sin embargo, la otra cara de la moneda está en la imagen y significancia de Bertrand, antiguo amigo y ex militar, el cual ha elegido la vida del negociante escéptico que solo se rige por los valores de la ganancia y la riqueza. Tal personaje será el contrapunto que debilitará la existencia romántica y reforzará la duda sobre la misma. Por ello, Joachim sentirá, paradójicamente, aversión y cercanía hacia este personaje, signo ello de la insuficiencia de sus ideales y la fragmentación de su ser. De esta manera, ya no hay unidad, sino resquebrajamiento, dobleces, deseos inusitados.
Igualmente, los personajes femeninos colaboran con la dicotomía planteada por Broch. Por un lado, se nos presenta a Elizabeth, mujer de la aristocracia (también tiene una vida con sentido) que puede cumplir con su destino proscrito al casarse con Joachim; sin embargo, el amor aquí es una farsa, no es ideal, se disfraza de respeto y rituales honorables (igual a la función que cumple el uniforme). Por otro lado, se encuentra Ruzena, joven provinciana y dama de compañía que frecuenta los casinos deshonrosos de Berlín. Esta joven es la verdadera pasión de Joachim, aquella anarquía transmutada en carnalidad, que evidencia el desequilibrio en la moralidad y vida idealista de este «soldado del rey», como lo llama burlonamente Bertrand.
En lo que atañe a las renovaciones técnicas, Hermann Broch plantea en esta primera novela de la serie una narración clara y sin saltos temporales, dado que se intenta mostrar de qué manera el avance del tiempo liquida la actitud hacia el pasado agonizante. Sin embargo, el recurso tangible a lo largo del relato es la ironía. Esta estrategia discursiva sumerge también al lector en el distanciamiento del autor hacia sus personajes: Broch busca la reflexión directa con la utilización de «personajes descartables», el mostrar sujetos representativos de la decadencia europea, perdidos en las ciudades, ya que no se busca relatar todo el destino o salvación de Joachim Pasenow. De la misma forma, el final y ciertos saltos del narrador (omnisciente dinámico: “sigue siendo un hombre como tú o como yo…”) indican el cambio narrativo dado por Broch. Asimismo, el escritor G. W. Sebald, al contar su experiencia al conocer Pasenow o el romanticismo, critica la interrupción en la prosa de Broch, la cual detiene el placer del relato al insertar conceptos o reflexiones racionales sobre el drama de los personajes.
En conclusión, esta novela de Broch nos remite a la primera reflexión ante los nuevos tiempos y la ineficacia de los ideales del pasado para plantear nuevas soluciones, con lo cual los posteriores personajes de esta trilogía serán las representaciones de los fracasos que el cambio de siglo impone a estos ciudadanos.

http://www.lasiega.org/index.php?title=Hermann_Broch_y_la_trilog%C3%ADa_de_%22Los_son%C3%A1mbulos%22.
Austrian novelist Hermann Broch (1886–1951) in Vienna, ca. 1907.
Los inocentes (fragmento)

Cuando abrió la puerta de la calle, le hirieron el rostro fuertes gotas de lluvia. Un paso más y estaría completamente empapado. La tormenta estaba en pleno apogeo. Los relámpagos se sucedían unos a otros, el agua formaba olas sobre el asfalto, que iban a estrellarse contra los bordillos, formando riachuelos, y se atorbellinaban en las alcantarillas por las que se precipitaban. Las luces de la calle y de las casas de enfrente se reflejaban en las negras mareas, y su imagen se sumergía hasta lo más profundo de la inmovilidad, y cada rayo provocaba un fuego de artificio bajo el agua. A. se pegó a la puerta. Transcurrió una media hora larga hasta que los relámpagos se fueron espaciando, los truenos fueron cada vez más débiles y la lluvia cada vez menos espesa, hasta cesar por completo. El aire se llenó de paz y de frescor. A., que había abandonado su escondite, miró hacia el piso del profesor: había luz aún en las dos ventanas del cuarto de estar, así como en las dos adyacentes, que eran probablemente las del dormitorio, sólo que en éstas las cortinas estaban corridas.
Allá arriba estaba el infierno, la semilla del infierno, pero no la única, sino una de las muchas esparcidas por el mundo, aunque quizá en Alemania más que en otra parte. La amenaza del infierno se cobija en todas partes dentro de la inocencia.
La ciudad reposaba en una noche pacífica, fresca y candorosa. Le resultó fácil el paseo hasta su casa. Se percibía el aliento de las colinas, el aliento del paisaje que rodeaba la ciudad, la parte habitada, un elemento natural, al fin, del campo. Allá donde se extienden los cultivos y también el bosque alemán, asilo de los árboles y de los animales salvajes, donde pace todavía el corzo y hoza aún el jabalí, donde resuena el bramido del ciervo en celo a través de las húmedas sombras. El campanilleo de los rebaños cruza las montañas y el campesino se entrega a su pesada labor diaria sin que le importe qué gobierno está en el poder, ni qué luchas infernales celebran los instintos voraces en su propia alma. Ni lo uno ni lo otro pueden apartarle de su trabajo.
En Alemania todo tiene lugar de manera más prudente y reflexiva, pero todo está más sujeto a los instintos, todo es más voraz e infernal que en otros lugares. Todo se hace de modo poco hipócrita, y sin embargo con más mentiras. Parece que el alemán nazca con una extraña sed de absoluto, de suerte que renuncia a dominar los instintos con el feliz humor que el hombre de Occidente, mucho más instintivo ha convertido en su forma ideal de vida. El alemán tiene raras veces el sentido del humor, y cuando lo tiene es otro tipo de humor, un humor extravagante, que sopesa los pros y los contras, rasgo característico del estilo de vida alemán, y que constituye su pesadez. Ésta desemboca por una parte en un ascetismo perfecto, y por otra, en un desenfreno total de los instintos. Las soluciones intermedias resultan sospechosas para el alemán. Las considera hipocresía y embuste, y no se da cuenta de que con ello se hace responsable de mayores embustes, de que no se ciñe ninguna aureola falsa de virtud, la aureola artificial del Occidente, sino que —y esto es lo penoso— transforma con mentiras lo que es justo en injusto, al contraponer, en nombre de los reflexivos pros y contras, su insensibilidad salvaje y sin dominar, como sano criterio, al justo derecho del ser humano, violando así ese derecho como tal. Su honestidad es la del tirano, que quisiera arrancar la mentira de los farsantes que no pueden ser tiranos, y se siente por ello salvador. En cambio, está condenado a seguir siendo un emisario de la desgracia, porque su doctrina es la del asesinato.
Falsedad aquí, falsedad allá, y entre ellas la senda infinitamente estrecha de la verdad, senda entre dos mundos, preseñalada al hombre alemán, y, por tropiezos y tambaleos, no transitable. ¿Senda de la virtud alemana? Falso, al contrario, como diría Zacarías, desde luego sin darse cuenta de la realidad, a saber: que es el camino de la angustia torturada. 
"
Adiós a Musil (fragmento)

Hay que decir adiós a quien siempre se despidió, porque se pasó la vida despidiéndose. Nunca lo hizo de un modo sentimental, apenas dolorosamente; se despedía siempre con la exactitud de un cronista que atrapa el pasado, porque quiere la realidad presente, el germen del futuro. Esta búsqueda del tiempo perdido que ha sido siempre una parte esencial del escritor: arrebatar al olvido lo que nos pertenece, atrapar otra vez el vértigo de lo que hemos vivido, mirar hacia el pasado invisible para hacerlo transparente. "
Esch o la anarquía (fragmento)

El hombre que está en alta mar no tiene ninguna meta y no le es posible completarse, está encerrado en sí mismo. Quien le ama, sólo puede amarle por lo que promete, por lo que él es, no por lo que ha conseguido o conseguirá. Por eso el hombre que permanece en tierra ignora lo que es el amor y lo confunde con su propia angustia. "
La muerte de Virgilio (fragmento)

Había sido expulsado fuera de la comunidad, e impelido en la más desnuda, perversa y bárbara soledad del torbellino de los hombres; había sido echado de la sencillez de su origen, corrido hacia el ancho mundo, hacia una multiplicidad siempre creciente, y cuando, por ello, algo se había tornado más grande o más amplio, era solamente la distancia de la verdadera vida la que única y realmente había aumentado: sólo al margen de sus campos había caminado, sólo al margen de su vida había vivido; se había convertido en un hombre sin paz, que huye de la muerte y busca la muerte, que busca la obra y huye de la obra, uno que ama y que odia, un vagabundo a través de las pasiones internas y externas, un huésped de su propia vida. "

Broch
Novelista, dramaturgo y filósofo austriaco. Broch nació en Viena el 1 de noviembre de 1886. Fue director de la empresa textil de su familia desde 1907 hasta 1928, año en el que abandonó la empresa para estudiar matemáticas y filosofía en la Universidad de Viena. La trilogía novelística de Broch, Los sonámbulos (1931-1932), influida por las obras de Marcel Proust, James Joyce y Franz Kafka, presenta a las clases medias de Alemania entre 1888 y 1918, como una gente sin objetivos ni ideales, que se mueve sonámbula entre los cambios sociales. Tras la ocupación nazi de Austria, en 1938, fue detenido como sospechoso de oposición. Huyó a Estados Unidos, donde enseñó en las universidades de Princeton y Yale y emprendió investigaciones sobre psicología de masas. Entre sus últimas novelas, La muerte de Virgilio (1945) utiliza las dudas del poeta clásico romano Virgilio acerca de si debe destruir su poema épico, la Eneida, para cuestionar el valor del arte y llevar a cabo una de las obras cumbres de la narrativa de este siglo; Los inocentes (1950) describe los años entre 1918 y 1933 y la pasividad que permitió el ascenso del nazismo; y su última e incompleta novela, El tentador (1954) recrea la historia del nazismo, representada por una crisis en un pueblo de montaña. Broch murió el 30 de mayo de 1951 en New Haven, Estados Unidos.  © M.E.


Diarios de Robert Musil (Otros textos)

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Pasiones personales Diarios de Robert Musil -otros textos


Robert Musil nació en Klagenfurt (Austria) el 6 de noviembre de 1880. Su padre era profesor de Ingeniería en la Universidad Técnica de Brünn. Su madre, una mujer de difícil carácter, tuvo por amante durante 40 años a un colega de su marido que vivía en la casa de la familia.
Siendo un niño, Robert Musil sufrió una crisis nerviosa de la que tardó en recuperarse. Con 12 años ingresó en la academia militar de Eisenstadt. De allí pasó a la academia superior de Mährisch-Weisskirchen y finalmente fue enviado a la Academia Técnica Superior de Viena, donde se licenció en 1898. Los tres años siguientes los dedicó a estudiar ingeniería. Luego recibiría clases de filosofía, matemáticas y psicología, terminando por doctorarse en la Universidad de Berlín en 1908. Dos años antes se había dado a conocer en los ámbitos literarios con la aparición de Las tribulaciones del joven Törless.


Su primera obra teatral, Los entusiastas, recibió el Premio Kleist en 1921. Le siguió dos años más tarde Vicente y la amiga de los hombres importantes, pero ni esta obra ni la anterior triunfaron comercialmente.Musil contrajo matrimonio en 1911. Ese mismo año publicó dos relatos, La perfección del amor y La tentación de la sigilosa Verónica, y encontró trabajo como bibliotecario en Viena. Conservó el empleo hasta 1914. Durante la I Guerra Mundial sirvió en el Ejército del Imperio Austro-Húngaro. Tras la derrota encontró una plaza de funcionario en el Ministerio de Defensa del recién creado Estado austriaco, pero perdió su puesto a consecuencia de los recortes presupuestarios en 1920. Musil decidió entonces convertirse en escritor profesional.

Huidas

A pesar de las penurias, Musil consagró las dos décadas siguientes a la redacción de su obra magna, El hombre sin atributos. El primer volumen apareció en 1930. Un año antes, Musil había vuelto a sufrir una importante crisis nerviosa. Después de trasladarse a Berlín, publicó la primera parte de un segundo volumen en 1933. Ese año recibe el Premio Goethe y vuelve a Viena con su mujer, de ascendencia judía, después de que Hitler se convirtiera en canciller de Alemania. En Austria termina Papeles póstumos de un autor vivo, aparecido en 1936. El matrimonio abandona Viena dos años más tarde tras la ocupación nazi.
Instalado en Suiza, Musil pasó los últimos años de su vida sumido en la pobreza. Murió el 15 de abril de 1942 en Ginebra. Buena parte de su obra, entre ella sus aforismos y un lúcido y descorazonador diario, se publicó tras su muerte.

Traducidos los diarios del escritor Robert Musil

"Un diálogo constante con la cultura alemana". Eso es lo que contienen, según Mario García Bonafé, director de publicaciones de la Institució Valenciana d'Estudis i Invesigació (IVEI), las más de 1.500 páginas de los Diarios de Robert Musil. La obra, publicada en dos volúmenes dentro en la colección de biografías de Ediciones d'Alfons El Magnànim, fue presentada ayer en la Feria del Libro de Valencia. Es la primera edición castellana de los diarios que el escritor austríaco llevó, de forma irregular, desde los 19 años, en 1899, hasta casi su muerte, en 1942.Además de la edición original en alemán, de 1976, sólo existen hasta ahora versiones al francés y al italiano de los diarios del autor deEhombre sin atributos. Se encuentra en preparación la publicación inglesa de estos textos. "De acuerdo con nuestros criterios de publicar textos biográficos que, con toda probabilidad, no serían editados por otros, decidimos lanzar estos diarios de uno de los escritores más importantes del siglo", explica García Bonafé, en cuya opinión, la obra es comparable a los diarios de Gide.
La biografía de Musil, que no encontró en vida reconocimiento social a su trabajo y que murió en el exilio suizo, después de expatriarse por la anexión de Austria a manos de los nazis, hace que sus Diarios, traducidos al castellano por Elisa Renau Piqueras, reflejen diversos avatares. Señala Jacobo Muñoz en el prefacio a la obra, que Musil consuma en los Diarios, "en conversación interminable con Goethe, Nietzsche y Thomas Mann -los autores más citados en sus páginas-, uno de los autoanálisis más pero también más representativos y de mayor fuerza experimental e indagatoria de la conciencia literaria de este siglo".
Explorador de las contradicciones éticas y estéticas de la modernidad, Musil ha dejado, en Las tribulaciones del joven Törless (1906) o El hombre sin atributos (1930-1933), una de las obras más complejas de la literatura entendida como pensamiento. Sobre ese tema, precisamente, reflexiona en muchas páginas de los Diarios, así como sobre otros muchos problemas filosóficos y artísticos. Jacobo Muñoz advierte que "estos Diarios son algo más que viruta del taller en el que tomó cuerpo literario decisivo El hombre sin atributos ".

Robert Musil (Klagenfurt, 1880 – Ginebra, 1942).

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Selección y recopilación /Erika Henchoz

Escritor austriaco. Es, junto con Thomas Mann y Franz Kafka, uno de los más importantes novelistas en lengua alemana del siglo XX.  Es también dramaturgo, de escritura densa, y poseedor de una fuerte vocación científica.
Un rasgo característico de Musil fue su “vagabundeo intelectual”, estudió, entre otras carreras,  filosofía y psicología aplicada, matemáticas y física en la ‘ Universidad de Berlín. Se graduó en 1908 en Filosofía con una tesis sobre las teorías de Ernst Mach y muchos desacuerdos con Carl Stumpf.
Oficial y luego coronel durante la primera Guerra Mundial, redactor en la posguerra de la Neue Rundschau, y redactor en el Ministerio de Asuntos Exteriores austríaco.
Nietzscheano de orientación, embebido de ciencia y de técnica, pero insatisfecho de una y de otra; sus naturales y sólidos dotes artísticos le salvaron de la aridez de la teoría pura y de la fragmentación ensayística.
“Crónica” y “análisis” fueron sus palabras programáticas.
En el Adiós a Musil (1942), Hermman Broch dijo, “hay que decir adiós a quien siempre se despidió, porque Robert Musil se pasó la vida despidiéndose. Nunca lo hizo de un modo sentimental, apenas dolorosamente; se despedía siempre con la exactitud de un cronista que atrapa el pasado, porque quiere la realidad presente, el germen del futuro.
Esta búsqueda del tiempo perdido que ha sido siempre una parte esencial del escritor: arrebatar al olvido lo que nos pertenece, atrapar otra vez el vértigo de lo que hemos vivido, mirar hacia el pasado invisible para hacerlo transparente. Ningún otro género como el de la novela, ningún otro oficio como el de novelista está tan cerca en el espacio de la autobiografía por más que se alejen de la vida de su creador.
Robert Musil escribió la autobiografía de su juventud, su Werther, en el espléndido relato sobre Las tribulaciones del joven Törless. Era un adiós retrospectivo a su propia adolescencia y, por otro lado, el adiós a un mundo que nadie volvería a vivir, quiero decir: al espacio específico de la vida austriaca, a lo que con razón se ha llamado la cultura austriaca, algo que estaba condenado a muerte. El libro apareció poco antes de la primera guerra mundial; su recuerdo del pasado fue una necrología profética.
Y cuando el presentimiento de la catástrofe se convirtió en una realidad tan incomprensible como inevitable, Robert Musil permaneció apartado de los sucesos: la naturaleza austríaca estaba todavía allí con toda su belleza, las costumbres de todo un pueblo apenas habían perdido algo de su tradición, lo único que se había transformado eran los principios de la administración política. Y a pesar de todo, una revolución había barrenado al viejo régimen. Después de un intenso periodo de entrenamiento y búsqueda en el que publicó unas tres extraordinarias noveletas Tres mujeres.
Robert Musil se había decidido a tratar su gran tema: narrar el cansancio y el proceso de disolución de una cultura, el derrumbe de su complicado sistema de valores, para rescatarlo desde dentro viviéndolo todo otra vez, para entenderlo y articularlo.
El hombre sin atributos, 1929, ha sido comparado varias veces con Los Buddenbrook, la novela de Thomas Mann, porque aquí se describe también el proceso de desgaste de una sociedad. La comparación era inevitable porque entre nuestros contemporáneos sólo pocos podían medirse tan legítimamente como Robert Musil con la fuerza narrativa y la vitalidad de Thomas Mann. Hay que decir sin embargo que los Buddenbrook están al principio de un proyecto vital. Por el contrario, El hombre sin atributos una novela inconclusa, se encuentra al final de una larga vida; acaso solo podría compararse con José y sus hermanos (1942)”, dijo Broch.
Los cinco cuentos, los únicos escritos por Musil y reunidos en dos volúmenes  Las uniones en 1911 y Tres mujeres en 1924, extienden la investigación al mundo de los adultos y a la vida conyugal. Minucioso análisis de los sentimientos para llegar a un nuevo y puro “orden de sentimientos”.
Musil, de espíritu profundamente conservador, se mantuvo alejado del expresionismo u otra tendencia  de moda.
Se decía que Musil era un tipo de mal humor, desagradable e incómodo en las relaciones con los demás, demasiado militar, así como abusivo en el uso excesivo de tabaco y café
En 1909 publicó la novela “La casa embrujada” en la revista “Hyperion”, dirigida por Franz Blei.
Hasta 1910 fue editor de la revista de literatura y arte  ‘Pan’, fundada en Berlín en 1895 , y luego trabajó como bibliotecario en el Instituto Técnico de Viena.
Archivos publicados en El país de España dan cuenta además de los diarios del autor recientemente traducidos al español. Más de 1.500 páginas conforman los Diarios de Robert Musil.
La obra, publicada en dos volúmenes dentro en la colección de biografías de Ediciones d’Alfons El Magnànim, fue presentada en la Feria del Libro de Valencia en el 2010.
Es la primera edición castellana de los diarios que el escritor austríaco llevó, de forma irregular, desde los 19 años, en 1899, hasta casi su muerte, en 1942.
Sobre él ha escrito también Milán Kundera.

El hombre del siglo

Acaba de publicarse en la Argentina la versión definitiva de la obra cumbre de Robert Musil. El hombre sin atributos (Seix Barral) es uno de los libros más admirados por otros escritores del siglo XX, y cifra de una relación intensa y angustiante con la literatura concebida como suma de vida, ensayo y ficción.






 Por Javier Lorca
El atractivo del psicoanálisis, su fama y su aceptación, provienen quizá de su capacidad para democratizar el heroísmo y la tragedia, para arrebatarle a la aventura su aura elitista e inyectarla en lo más íntimo de la apagada vida burguesa. Muerto Dios, en un mundo desacralizado por la ciencia, la teoría psicoanalítica apareció y dijo: los dioses combaten en el interior del hombre, en lo profundo de toda persona habita el drama y grita el deseo.
La génesis de esa idea –desarrollada hace algunos años por Ricardo Piglia– fue tempranamente planteada por Robert Musil en su descomunal e inconclusa novela El hombre sin atributos, la más ensayística y nietzscheana de las novelas, acaso la más ignorada de las grandes obras literarias de principios del siglo XX, cuya versión definitiva acaba de llegar al país. Al austríaco Musil no le caían nada simpáticas las teorías de su contemporáneo Freud. Frente a la épica de la subjetividad propiciada por el psicoanálisis, frente al hombre moderno que la racionalidad científica ha cosificado y dejado vacío, sin esencia detrás de sus circunstancias, sin una verdad última a la que remitir su vivir, Musil proyectó una salida. Inventó un nuevo héroe, amoral y nada romántico, que busca erotizar la razón, un hombre potencial que se atreve a asumir la multiplicidad de alternativas que ofrece la realidad, el que acepta todo pero no se deja celar por nada, el hombre sin cualidades que alberga todas las posibilidades sin dejarse determinar por una unidad que las reúna. “El hombre cuyo yo está en busca de su mí” es la traducción que (en inglés) George Steiner sugirió para el título del libro.
Por su vastísima variedad de temas, por su complejidad y erudición enciclopédica, El hombre sin atributos puede aceptar las más diversas lecturas e interpretaciones, incluso las más contradictorias. Críticos y comentaristas no se las han ahorrado. Con más de 1500 páginas, la novela es un monstruo que se devoró a sí misma y a su creador: Musil trabajó en ella más de veinte años y murió sin poder terminarla, corrigiendo y reescribiendo obsesivamente. “Todo lo inteligente termina cancelándose a sí mismo”, opinaba él.
La trama y los personajes de la novela, el trasfondo histórico y el inventario de ideas que despliega aparecen atados a la vida del autor, a su heterogénea formación intelectual y al derrumbe civilizatorio que hizo estallar a su época en dos guerras mundiales. Robert Edler von Musil nació en 1880, en Klagenfurt. Se formó en una escuela de cadetes y luego en una academia militar cuyas enseñanzas no le fueron gratas: la llamaba “el ojete del diablo” y sobre su experiencia allí escribió su primera novela, Las tribulaciones del estudiante Törless (1906), en la que se ha querido leer un anticipo del sádico autoritarismo nazi.
Antes de participar de la Gran Guerra se licenció en ingeniería, estudió filosofía, matemática y psicología, y hasta patentó un cromatógrafo, un aparato que descomponía los colores hasta llegar al blanco (digno invento del autor de un libro titulado El hombre sin atributos, se ha dicho). Pero lo dejó todo para dedicarse a la literatura. Vivió en Berlín y en Viena, la ciudad consciente de protagonizar los últimos días de la humanidad, devorada por la aceleración de la historia, la capital de un imperio que reunía a Kafka, Elias Canetti, Alfred Loos, Hugo von Hoffmansthal, Mahler, Wittgenstein y también a Hitler. Del Führer terminaría huyendo Musil en 1938, tras la anexión de Austria. Para entonces sus obras habían sido prohibidas por “oscurantistas” y de “un pesimismo decadente”. Se instaló en Suiza hasta su muerte, fechada en 1942.
Las crónicas de sus contemporáneos, así como la más completa biografía (publicada en alemán en el 2003 y aún sin traducir), no recuerdan a Musil como una compañía agradable sino como alguien frío, orgulloso e inaccesible, siempre impecablemente vestido y con el sentimiento de no ser reconocido ni valorado. Cosa que era cierta. Tras un relativo éxitoinicial fue paulatinamente olvidado. Su obra teatral Los entusiastas se representó sólo una vez (entre los espectadores estuvieron Luigi Pirandello y Joseph Goebbels). El exilio y el fracaso literario lo hundieron en la pobreza. Los últimos años vivió gracias a la caridad de escasos admiradores y filántropos. “Que uno no sea famoso es natural, pero que no tenga suficientes lectores como para vivir es escandaloso”, pensaba. Tampoco era reconocido por los círculos literarios. Walter Benjamin declaró su admiración por él como pensador, pero lo negó como novelista. Su independencia de pensamiento y falta de pragmatismo no ayudaban. Además, el sentimiento era recíproco: Musil desdeñaba a sus colegas. Consideraba inferiores a escritores famosos, como Franz Werfel y Stefan Zweig, y menospreciaba a otros estimados como genios, entre ellos a Thomas Mann y Hermann Broch (que, a su vez, fueron algunos de aquellos filántropos que le permitieron sobrevivir). James Joyce le era indiferente: fueron vecinos en Zurich y jamás se hablaron siquiera.
La amargura y el aislamiento de Musil crecieron en forma proporcional al trabajo que le dedicó diariamente, desde 1920, a El hombre sin atributos. En una carta de 1934 comparó sus esfuerzos en la novela con “la dedicación de un gusano de la madera perforando el marco de un cuadro en una casa que se está incendiando”. Cuando murió en Ginebra, sólo ocho personas acompañaron su ataúd. El reconocimiento internacional comenzaría a llegar años después.
Densa, sofisticada y presuntuosa, pero a la altura de sus ambiciones, la enorme novela de Musil sólo puede compararse con monumentos como En busca del tiempo perdido y Ulises. La obra surgió como la reunión de varios proyectos diferentes: una sátira sobre la decadencia de Occidente, el relato de un homicidio, una narración que iba a llamarse “La hermana gemela”. La novela está dividida en dos libros. El primero, publicado originalmente en 1930, sitúa el relato en 1913 y en el reino imaginario de Kakania, nombre que, además de remitir a su manifiesta cacofonía, alude a la sigla KK, de kaiserlich und königlich (“imperial y real”), la fórmula con que se citaba al Estado austrohúngaro.
El hombre sin cualidades es Ulrich, alguien muy parecido al autor, un matemático escéptico e idealista, de un incansable meditar, sistemático y extremo. Tiene 32 años y detrás suyo sólo ve ruinas y adelante, un precipicio: la crisis de una civilización desbocada. Ulrich se convence de ser un hombre sin atributos cuando reconoce que su época, no muy distinta de la actual, es capaz de considerar “genial” a un caballo de carreras: “Un campeón de boxeo y un caballo superan a un gran intelectual en que su trabajo puede ser medido sin discusión, y el mejor entre ellos es reconocido como tal por todos”. Sin asumir una perspectiva romántica, la novela denuncia la escisión entre razón y espíritu que quiebra al hombre moderno, acusa a la técnica instrumental de haber colonizado mundo y valores. “Vivimos una época en que las máquinas se hacen cada vez más complicadas y los cerebros, cada vez más primitivos”, sostenía Karl Kraus, otro lúcido contemporáneo del autor.
Meticuloso y exhaustivo hasta la obsesión (en sus diarios, Musil se autodenominaba “el vivisector”), Ulrich sueña una “utopía de la vida exacta”, una matemática del espíritu, aboga por la creación de un secretariado general del alma y la precisión. Se resiste a aceptar que la vida intelectual implique coartar la vida emocional: en ese sentido es que quiere una razón erotizada.
El argumento del primer libro crece capilarmente en torno a Ulrich y sus relaciones con la Acción Paralela, una misión patriótica destinada a planificar un homenaje al 70º aniversario del emperador en el trono, a celebrarse en 1918. Con ese pretexto, Musil se burla de la burocracia, la vacuidad y la charlatanería de una sociedad en putrefacción. “Tiene que suceder algo”, es la premisa repetida hasta el hartazgo, “algo”relacionado con las grandes ideas, con la supremacía imperial, la paz y la cultura con mayúsculas. Nada sucederá. Una de las ironías de la novela (“la ironía no es un gesto de superioridad sino una forma de lucha”, entendía Musil) es que el fastuoso homenaje está, para el autor y el lector, fracasado desde su concepción: en 1918 desaparecerían del mapa el Imperio Austrohúngaro y su estrafalaria sucedánea KK.
En ese contexto se posicionan los muchos personajes. Arnheim, el hombre con atributos, un prusiano exitoso y cosmopolita que tiene ideas sobre todo y siempre tiene ganas de explicarlas, inspirado en Walter Rathenau, un político de Weimar que fue asesinado por los antisemitas. Walter, el genio malogrado, basado en un amigo de la infancia del autor, Gustl Donath, que resultó bastante disgustado con su retrato. La esposa de Gustl, Alice Donath, inspiró el personaje de Clarisse, que en la ficción y la realidad terminó loca (Musil fue razonablemente acusado de no colaborar con su salud mental por haberle regalado las obras completas de Nietzsche para su boda). A partir de un caso real, Musil teje una trama secundaria en torno a Moosbrugger, el autor de un violento crimen sexual que le permite explorar el reverso de la civilización: “Si la humanidad pudiera soñar colectivamente... ese sueño sería Moosbrugger”, reflexiona Ulrich. Pese a su tendencia a la abstracción, a las descripciones casi fenomenológicas, la novela tiene pasajes muy graciosos, que brotan de seres como la snob Diotima, tan hermosa como imbécil; Tuzzi, el burócrata cornudo; y el hilarante general Stumm von Bordehr. También están las amantes de Ulrich, Leona y la ninfómana Bonadea; luego aparecen Meingast, un farsante de discurso seudomístico basado en el siniestro Ludwig Klages, y unos cuantos personajes más.
La decadencia del mundo narrado y las aspiraciones de sus habitantes contrastan con el estilo y el tono de un Musil mesurado, distante y meditativo, deliberadamente complejo, que apela a un lenguaje emparentado con la exactitud científica y a la vez pleno de ambigüedades, lírico y analítico. La acción avanza lentamente, morosa, narrada en forma indirecta o velada por las reflexiones de sus criaturas. La novela no es realista ni mucho menos psicológica. ¿Novela gnoseológica? Para Milan Kundera, Musil es junto con Broch autor de una de las llamadas nunca escuchadas por la historia de la novela: la del pensamiento, “hacer de la novela la suprema síntesis intelectual”.
“Hacia el imperio milenario (Los criminales)” es el título del libro segundo, del que Musil sólo llegó a publicar 38 capítulos en 1933. A fines de esa década, ya en el exilio, entregó otros veinte capítulos bajo presión de su editor, que le había adelantado dinero. Pero antes de que fueran publicados retiró las pruebas de imprenta y el día en que murió aún seguía revisando y añadiendo. Un año después, la viuda del escritor publicaría parte del material heredado, que superaba las 10 mil páginas manuscritas. Los textos vinculados a la novela serían incluidos en la edición alemana de 1951, pero recién en la de 1978 aparecerían -teóricamente– completos y ordenados. Sobre la base de esa última publicación se realizó la nueva edición castellana de Seix Barral, que recupera la distribución de la obra en dos tomos, en lugar de los cuatro volúmenes que formaban la primera traducción, aparecidos entre 1968 y 1982. Ya en el 2001, en España, la misma editorial había publicado la obra en dos tomos, reproduciendo idéntico material antes distribuido en cuatro. Finalmente, en diciembre pasado vuelve a publicar dos tomos, con iguales versiones castellanas, pero revisadas por uno de los tres traductores, Pedro Madrigal. Es esta versión definitiva la que ahora llega a la Argentina, aunque, de acuerdo con sus notas, el propio Madrigal, “para no abultar”, decidió omitir ciertos capítulos “un poco reiterativos” que Musil dejó a medio corregir.El carácter inconcluso del segundo libro no se advierte en la escritura, sumamente elaborada, pero sí en el argumento: hay muchos hilos nunca hilvanados, subtramas interrumpidas. La Acción Paralela y su fauna, junto con el tono satírico, son relegados como un fondo sobre el que se dibuja la relación entre Ulrich y Agathe, los hermanos que se reencuentran después de muchos años. Sobre Agathe, como antes sobre Clarisse y Diotima, se apoya la mirada de Musil atenta a la psicología femenina, ya presente en obras anteriores (en los relatos de Tres mujeres y de Uniones).
“Sólo hay una pregunta que realmente merece pensarse y esa pregunta es: ¿cuál es la vida auténtica?”, dice el hombre sin atributos. El segundo libro cuenta su viaje hacia la verdadera vida, un “otro estado” al que se llegaría por el amor y el erotismo como vías místicas. Antes descripto como “una persona religiosa a la que, simplemente, le ocurre que no cree en nada por el momento”, ahora Ulrich, como un asceta, busca la supresión de la individualidad y la comunión con el otro, la trascendencia en una forma de androginia.
Musil no llegó a elegir ninguno de los finales que había imaginado para la novela. Uno era, al estilo de La montaña mágica, el estallido de la Gran Guerra. Alguna vez declaró que su intención era concluir en medio de una frase, después de una coma. También habló de cerrar el libro con una serie de aforismos. Otro desenlace posible, acaso el más probable, es el de la consumación del amor entre los hermanos. Es el final que han elegido los editores. Fugados de la sociedad, situados en un jardín edénico, “los criminales” entienden que sólo desafiando a la moral burguesa podrán encarnar la felicidad. Claudio Magris observó que las últimas páginas de la novela alcanzan “una de las más altas representaciones de la perdición amorosa, una felicidad indisoluble del horizonte marino en la que tiene lugar, pero tan intensa que los dos amantes no logran soportarla, de suerte que regresan a la vulgaridad, al flirt sin encanto y sin herida, a las ocupaciones y a las horas que se escurren en la nada pero que, no siendo nada, no acarrean dolor al desvanecerse”.
SÁBADO, 30 DE ABRIL DE 2005

Adiós a Musil (fragmento)

Hay que decir adiós a quien siempre se despidió, porque se pasó la vida despidiéndose. Nunca lo hizo de un modo sentimental, apenas dolorosamente; se despedía siempre con la exactitud de un cronista que atrapa el pasado, porque quiere la realidad presente, el germen del futuro. Esta búsqueda del tiempo perdido que ha sido siempre una parte esencial del escritor: arrebatar al olvido lo que nos pertenece, atrapar otra vez el vértigo de lo que hemos vivido, mirar hacia el pasado invisible para hacerlo transparente. "

Hermann Broch 

Paul Celan : Poeta francés en lengua alemana

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Paul Celan

       (Rumanía, 1920-1970)
Celan
  Poeta francés en lengua alemana, de origen rumano. Su nombre de pila era Paul Antschel. Nació en Czernorwitz, Rumania, el 23 de noviembre de 1920, en el seno de una familia judía. En 1942, mientras estudiaba en la universidad de su ciudad natal, sus padres fueron deportados y murieron en un campo de concentración, mientras que él fue recluido en un campo de trabajo. Tras ser liberado en 1944 se trasladó a Bucarest, donde trabajó en una editorial, pero abandonó Rumania en 1947 para pasar una breve temporada en Viena. En 1948 se trasladó a Francia, obtuvo la nacionalidad francesa y dio clases de alemán en la Escuela Normal Superior de París. Celan tradujo al alemán las obras de Arthur Rimbaud, Osip Mandelstam y otros poetas. Su primera colección de poemas, Amapola y memoria (1952), incluye su poema más famoso 'Muerte en fuga' (1948), una descripción del campo de exterminio nazi de Auschwitz-Birkenau. Su poesía, influida por el surrealismo y rica en imágenes bíblicas, expresa su sentimiento de lo absurdo de la vida moderna y la dificultad de la comunicación. Sus otros dos libros importantes son Cambio de aliento (1967) y Hebras del sol (1968). Celan se quitó la vida arrojándose al Sena, el 20 de abril de 1970.  © M.E

                              
Muerte en fuga

Leche negra de la madrugada la bebemos de tarde
la bebemos al mediodía de mañana la bebemos
de noche la bebemos y bebemos
abrimos una tumba en el aire -ahí no se yace
incómodo-
Un hombre habita la casa él juega con las serpientes
él escribe él escribe mientras oscurece a Alemania
tu pelo dorado Margarita
lo escribe y sale de la casa y fulguran las estrellas silba
a sus judíos hace abrir una tumba en la tierra
nos manda "tocad ya para el baile".

Leche negra de la madrugada te bebemos de noche
te bebemos de mañana y al mediodía te bebemos
de tarde bebemos y bebemos.
Un hombre habita la casa y juega con las serpientes él escribe
él escribe mientras oscurece a Alemania
tu pelo dorado Margarita
tu pelo ceniciento Sulamita abrimos una tumba en el aire
- ahí no se yace incómodo- Grita
cavad más hondo en la tierra los unos y los otros cantad y tocad
empuña el arma en la cintura la blande tiene ojos
azules cavad más hondo con palas los unos y los otros seguid
tocando para el baile.

Leche negra de la madrugada te bebemos de noche
te bebemos al mediodía y de mañana te bebemos
de tarde bebemos y bebemos
Un hombre habita la casa tu pelo dorado Margarita
tu pelo ceniciento Sulamita juega con las serpientes. Grita
tocad mejor la muerte la muerte es un maestro de Alemania. Grita
tocad más sombríos los violines entonces subís al aire en humo
entonces tenéis una tumba en las nubes
-ahí no se yace incómodo-.

Leche negra de la madrugada te bebemos de noche
te bebemos al mediodía la muerte es un maestro de Alemania
te bebemos de tarde y de mañana te bebemos
y bebemos la muerte es un maestro de Alemania
tiene un ojo azul te acierta con bala de plomo
te acierta justo
un hombre habita la casa tu pelo dorado Margarita
azuza a sus perros contra nosotros nos da
una tumba en el aire
juega con las serpientes y suela con la muerte
es un maestro de Alemania
tu pelo dorado Margarita
tu pelo ceniciento Sulamita. 
"



Elogio de la lejanía

En la fuente de tus ojos
viven las redes de los pescadores de la mar del extravío.
En la fuente de tus ojos
el mar cumple su promesa.
Aquí arrojo yo,
un corazón que se detuvo entre los hombres,
mi ropa y el esplendor de un juramento:

Más negro en lo negro, más desnudo voy.
Sólo infidente soy fiel.
Yo soy tú si yo soy yo.

En la fuente de tus ojos
desvarar suelo y sueño un rapto.

Una red prendió una red:
nos separamos enlazados.

En la fuente de tus ojos
un ahorcado estrangula la soga. 
"


Argumentum e silentio
(dedidado a René Char)


A la cadena atada
entre oro y olvido:
la noche.
Ambos quisieron prenderla.
Ambos consintió en su hacer.

Pon,
pon también ahora allí lo que quiere
albear del crepúsculo junto a los días:
la palabra sobrevolada de estrellas,
sobrebañada de mar.

A cada uno la palabra.
A cada uno la palabra que le cantó,
cuando la jauría le atacó por la espalda -
A cada uno la palabra que le cantó y quedó helada.

A ella, a la noche,
lo sobrevolado de estrellas, lo sobrebañado de mar,
a ella lo logrado al silencio,
cuya sangre no cristalizó cuando el colmillo del veneno
traspasó las sílabas.

A ella la palabra lograda al silencio.

Contra las otras que pronto,
prostituidas por las orejas de los desolladores,
también trepan por el tiempo y los tiempos,
testimonia por último,
por último, cuando sólo cadenas resuenan,
testimonia por la que allí yace
entre oro y olvido,
hermana de ambos de siempre -

¿Pues dónde
alborea, di, sino en ella,
que en la cuenca de su río de lágrimas
a los soles sumergiéndose la semilla muestra
una y otra vez?. 
"


Selecciónde Paul Celan (*)
Traducción de Felipe Boso




Chanson de una dama a la sombra
Cuando la Taciturna llegue y decapite los tulipanes,
¿Quién saldrá ganando?
¿Quién saldrá perdiendo?
¿Quién se asomará a la ventana?
¿Quién pronunciará primero su nombre?
Alguien que es portador de mis cabellos.
Los lleva como se lleva a los muertos en las manos.
Los lleva como llevó el cielo mis cabellos aquel año en que amé.
Los lleva así por vanidad.
Ese saldrá ganando.
No saldrá perdiendo.
No se asomará a la ventana.
No pronunciará su nombre.
Es alguien que está en posesión de mis ojos.
Los tiene desde que se cierran los portones.
Los lleva en los dedos, como anillos.
Los lleva como añicos de fruición y zafiro:
era ya mi hermano en otoño;
y ya cuenta los días y las noches.
Ese saldrá ganando.
No saldrá perdiendo.
No se asomará a la ventana.
Pronunciará su nombre el último.
Es alguien que tiene lo que dije.
Lo lleva bajo el brazo, como un bulto.
Lo lleva como el reloj su peor hora.
Lo lleva de umbral en umbral, mas no lo arroja.
Ese no saldrá ganando.
Saldrá perdiendo.
Se asomará a la ventana.
Pronunciará su nombre el primero.
Será decapitado con los tulipanes.

Fuga de la muerte
Leche negra del alba la bebemos en la tarde
la bebemos al mediodía y en las mañanas la bebemos en la noche
bebebemos y bebemos
cavamos una tumba en los aires donde no es estrecho
un hombre vive en la casa y juega con las serpientes que escribe
que escribe a Alemania cuando oscurece tus dorados cabellos Margarita
lo escribe y sale frente a la casa y refulgen las
estrellas y con un silvido llama a sus perros de presa
y silva a sus judíos les hace cavar una tumba en la tierra
nos manda tocad para el baile
Leche negra del alba te bebemos de noche
te bebemos en la mañana y al mediodía te bebemos en la tarde
bebemos y bebemos
Un hombre vive en la casa y juega con las serpientes que escribe
escribe a Alemania cuando oscurece tus dorados cabellos Margarita
tus cabellos cenicientos Sulamita cavamos una tumba en los aires donde no es estrecho
Vocifera cavad más profundo en la tierra y vosotros cantad y tocad
coge su arma del cinto y la enarbola sus ojos son azules
hundid más profundo las palas y vosotros seguid tocando para el baile
Leche negra del alba te bebemos en la noche
te bebemos al mediodía y en las mañanas te bebemos en la tarde
bebemos y bebemos
un hombre vive en la casa tus cabellos dorados Margarita
tus cabellos cenicientos Sulamita él juega con las serpientes
Vocifera tocad más dulcemente a la muerte la muerte es un maestro venido de Alemania
vocifera haced sonar más lúgubres los violines y luego subid como humo en el aire
y tendréis una tumba en las nubes donde no es estrecho
Leche negra del alba te bebemos de noche
te bebemos al mediodía la muerte es un maestro venido de Alemania
te bebemos en la tarde y en las mañanas bebemos y bebemos
la muerte es un maestro venido de Alemania su ojo es azul
te acierta con bala de plomo te acierta con precisión
un hombre vive en la casa tus cabellos dorados Margarita
nos lanza sus perros de presa nos da una tumba en el aire
juega con las serpientes y sueña la muerte es un maestro venido de Alemania
tus cabellos dorados Margarita
tus cabellos cenicientos Sulamita

Sueño y sustento
El aliento nocturno es tu sábana, la tiniebla se acuesta a tu lado.
Los tobillos te roza, las sienes; te despierta a la vida y al sueño,
te rastrea en el verbo, en el deseo, en las ideas,
duerme con cada una de ellas y te atrae con halagos.
Te peina la sal de las pestañas, te la sirve a la mesa,
les escucha a tus horas la arena y la pone a tu alcance.
Y aquello que era cuando rosa era, sombra y agua,
te lo escancia.

Epitafio para François
Las dos puertas del mundo
están abiertas:
tú las has abierto
en la entrenoche.
Las oímos golpear y golpear
y llevamos lo incierto,
y llevamos lo verde a tu siempre.

Asis
Noches de Umbría.
Noches de Umbría con la plata del címbalo y de las hojas del olivo.
Noches de Umbría con el canto que hasta aquí trajiste.
Noches de Umbría con el canto.
Mudo cuanto ascendió a la vida, mudo.
Desocupa y vuelve a llenar los cántaros.
Cántaro de barro.
Cántaro de barro con el que creció la mano del alfarero.
Cántaro de barro que cerró para siempre la mano de una sombra.
Cántaro de barro con el sello de la sombra.
Cantos por doquier, cantos.
Deja que entre el borrico.
Borriquillo.
Borriquillo en la nieve que esparce la mano más desnuda.
Borriquillo ante el verbo que se cerró de golpe.
Borriquillo que come el sueño de la mano.
Brillo que a consolar no alcanza, brillo.
Los muertos, los muertos aún mendigan, Francisco.

En los ríos
En los ríos al norte del futuro
echo la red que,
titubeando, lastras
con sombras
escritas por piedras.

Estar
Estar a la sombra
de la llaga en el aire.
No-estar-por-nadie-ni-por-nada.
Incógnito,
solamente
por ti.
Con todo lo que cabe dentro,
sin lenguaje
también.

Soles filiformes
Soles filiformes
sobre el yermo gris negruzco.
Un pensamiento,
alto como un árbol,
pulsa el lucisón: aún hay
cantos que cantar más allá
de los hombres.

Coagula
También tu
herida, rosa.
Y la astada luz de tus
búfalos rumanos
en lugar de una estrella sobre el
lecho de arena, en el
émbolo
que habla, el super-
rojoceniciento.

Un estruendo
Un estruendo: la
verdad en sí misma
hace
acto de presencia
entre los hombres,
en pleno
torbellino de metáforas.

A la diestra
A la diestra, ¿quién? La Parca.
Y tú, tú a la siniestra, ¿tú?
Las hoces viajeras en el extra-
celeste paraje
remedan grisblanquecinamente
golondrinas lunares,
vencejos astrales;
buceo hasta allí
y derramo la urna
en ti,
en tus adentros.

Derelictas
Derelictas en el surco de la borrasca
las cuatro varas de tierra,
enfoscado el archivo
del escriba celeste,
argayado Miguel
enfranado Gabriel,
fermentada en el rayo de piedra
la diosa Hebe.

Vestigios acústicos, vestigios visuales
Vestigios acústicos, vestigios visuales en la
sala mil y una,
noche y día
la polca de los osos:
te están reeducando,
volverás
a ser él.

Oranienstrasse I
Me creció estaño en la mano,
no sabía qué
hacer:
no quise modelarlo,
leerme a mí no quiso—
Si se descubriese
ahora el último
cáliz de Ossietzky,
haría que el estaño
aprendiese de él,
y la legión de bordones pe-
regrinos
aguantaría en silencio la hora.

Lenguaje de bidones-barrera
Lenguaje de bidones-barrera, canto de bidones-barrera.
La apisonadora de vapor rellena sordamente
con la segunda Ilíada
el pavimento levantado,
orladas de arena,
las viejas imágenes
se pasan asombradas revista en el arroyo,
oleosamente, los guerreros se desangran
en los charcos plateados de los bordes
de la calzada, traqueteando,
Troya, la coronada de polvo,
comprende.

En medio de
En medio de la gran expectación,
circundado de setos, circundado de copos,
reposas.
Ve al Spree, vete al Havel,
contempla los garfios de los carniceros,
los pinchos que ensartan las manzanas rojas
de Suecia.
La mesa con los obsequios se avecina ya,
dobla el coche la esquina del que fue un Edén.
El hombre, hecho una criba; la mujer,
¡a nadar!, la marrana,
por ella, por nadie, por todos.
El Canal de Landwehr no bramará.
Todo
sigue su curso.

Iligibilidad
Ilegibilidad del
mundo, de éste. Todo doble.
Afónicos,
los relojes fuertes
dan la hora hendida.
Atascado en tus tuétanos,
te remontas de ti
para siempre.

Hablar con los callejones
Hablar con los callejones sin salida
sobre el de enfrente,
sobre su
significación
expatriada:
masticar
ese pan con
dientes de escribir.

Muñecas de loes
Muñecas de loes: luego
aquí no fosilea,
sólo las conchas de los caracoles
no deflactadas
dicen al desierto: estás
poblado:
los caballos salvajes anuncian
resoplando con cuernos
de mamut:
Petrarca
vuelve a estar
a la vista.

http://www.enfocarte.com/4.24/poesia3.html

Errores del estalinismo La tragedia de Isaac Babel

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Isaac Babel
Escritor ruso, especialmente apreciado por crear impactantes tramas argumentales condensadas en relatos muy breves. Sus primeros relatos aparecieron en 1916 y durante los siguientes quince años llevó a cabo la gran mayoría de sus trabajos. Realistas y violentos, incluso sensuales a veces, sus cuentos se basan en las experiencias y observaciones de cuando sirvió en las fuerzas rusas destacadas en Polonia, a comienzos de la década de los veinte. Recogidos en Caballería roja (1929), le procuraron una gran celebridad. Babel escribió también sobre la vida de los judíos de su región natal, Odessa, mezclando la objetividad y la ternura con el humor, la crueldad y numerosos elementos fantásticos. Sus obras teatrales, como Ocaso (1928), levantaron menos entusiasmo, a pesar de que el Teatro del Arte de Moscú las representó con grandes medios escenográficos. Fue ejecutado en Moscú en 1941. © M.E.


Cuentos de Odessa (fragmento)

El entierro tuvo lugar a la mañana siguiente. Puede preguntar por aquel entierro a los mendigos del cementerio. Pregunte también a los criados de la sinagoga, a los vendedores de aves o a las ancianas del segundo asilo. Entierro como aquél no lo había visto aún Odessa ni lo verá el resto del mundo. Los guardias municipales lucieron aquel día guantes de hilo. En las sinagogas, cubiertas de verdor y abiertas de par en par, ardía la electricidad. Sobre los caballos blancos que tiraban de la carroza se balanceaba un negro plumaje. Sesenta cantores abrían el cortejo. Los cantores eran niños, pero cantaban con voces femeninas. Los jefes de la sinagoga de los vendedores de aves conducían del brazo a la tía Pesia. Tras los jefes iban los miembros de la sociedad hebrea de dependientes de comercio, y a continuación, los abogados, los doctores en medicina y las enfermeras-comadronas. A un lado de tía Pesia se encontraban las gallineras del Mercado Viejo; al otro lado, las respetables lecheras de Bugaievki envueltas en anaranjados chales. Esas mujeres pisaban con la firmeza de los gendarmes en la revista de un día de fiesta nacional. Sus anchos muslos exhalaban aromas de mar y de leche. Detrás de todos, seguían desmadejadamente el cortejo los empleados de Rubim Tartakovski. Eran cien personas, o doscientas, o dos mil. Llevaban levita negra con solapas de seda, y botas nuevas que gruñían como lechones en un saco. "


La Sal, de Caballería Roja (fragmento)

No es de los judíos de lo que estamos hablando, pérfida ciudadana. Nada tienen que ver aquí los judíos. Aunque, por cierto, de Lenin no puedo decirlo, pero Troski es el hijo rebelde del gobernador de Tambov y, aunque es de cuna distinta, se ha puesto del lado de la clase obrera. Como condenados cautivos, ambos hombres, Lenin y Troski, nos arrastran hacia el libre camino de la vida. En cambio usted, pérfida ciudadana, es más contrarrevolucionaria que aquel general blanco que con su sable afilado nos amenaza montado en su precioso caballo. Pero a este general lo vemos desde todas partes y los trabajadores acarician la idea de cortarle el cuello. A usted, en cambio, deshonesta ciudadana, con sus curiosas criaturas, que ni pan piden ni aguas hacen, a usted no se la ve, como a la pulga, pero si pica, pica y pica.... "

El despertar (fragmento)

En lo que a mí se refiere, mis pensamientos eran bien distintos. A la hora de los ejercicios de violín, colocaba en el atril libros de Turguéniev o Dumas, y, mientras rascaba las cuerdas, devoraba página tras página. Durante el día le contaba a los muchachos de la vecindad toda clase de historias y por la noche las pasaba al papel. La afición a escribir era hereditaria en nuestra familia. Mi abuelo, Leivitsjok, que acabó un poco tocado, se pasó casi toda su vida tratando de terminar una novela que llevaba por título El hombre sincabeza. Yo seguía sus pasos.
Cargado con el violín y los papeles de música, tres veces por semana recorría la calle de Witte, antiguamente de la Nobleza, para dirigirme a casa del señor Zagurski. Allí sentados a lo largo de una bancada, esperando su turno, había unos cuantos judíos poseídos de histérico arrebato.
Todos ellos apretaban contra sus débiles rodillas unos violines de mayor tamaño que quienes en el futuro habían de dar conciertos en el palacio de Buckingham.
Se abría la puerta del santuario. Del gabinete del señor Zagurski, balanceándose, salían unos niños de cabeza grande y pecosos, de cuello fino como el tallo de una flor y mejillas rojas como de epiléptico. La puerta se cerraba, tragándose a otro enano. Tras ella, desgañitándose, cantaba y dirigía el maestro con su corbata de lazo, sus rizos pelirrojos y sus piernas de alambre. Era el administrador de la monstruosa lotería: había llenado el barrio moldavo y los negros callejones del Mercado Viejo con los fantasmas del pizzicato y la cantilena. 
"


Errores del estalinismo
La tragedia de Isaac Babel



Ningún escritor soviético sufrió tan intensamente las contradicciones entre el poder político y los desajustes de la utopía en marcha como Isaac Babel. "Caballería roja", su libro fundamental, salió publicado en 1925, tras su experiencia en el Primer Regimiento de cosacos del general Semyon Budyonny, al cual se incorporó en 1920. Pero su experiencia literaria se había iniciado en 1916, cuando comenzó a colaborar en la revista literaria "Letopis", que dirigía Gorky, quien fue su mentor inicial y protector político, desde entonces.

Babel aprendió a escribir de manera sucinta, condensando sus experiencias en cápsulas muy bien balanceadas. Cada uno de sus cuentos era reescrito una y otra vez. Algunos los llegó a rehacer hasta un centenar de veces. Se apasionaba con lo que hacía. Confesaba que cuando no podía perfeccionar una oración le entraban palpitaciones cardiacas. Un pasaje de quinientas, o mil, palabras podía llevarle hasta un mes para concluirlo. Escribir era para él tan angustioso como escalar una afilada escarpa, le confesó a Paustosky, ganando cada metro con una trabajosa ascensión.

Babel le dijo a su colega y amigo, que no tenía imaginación, era incapaz de inventar nada; necesitaba autenticidad, tenía que nutrirse con incidentes reales que luego iba transformando. Presenciaba situaciones extremas de la conducta humana y las recogía fielmente para luego convertirlas en literatura. Su olfato especial consistía en saber seleccionar adecuadamente sus muestras de vida.

Desde el primer instante, tras la Revolución, Babel colaboró como propagandista para ROSTA, la agencia de noticias del Estado, que luego se convirtió en TASS, y para el periódico del Ejército Rojo. Fue colaborador de la Cheka y amigo personal del sanguinario Yagoda. A Mandelstam, que le reprochaba esta actitud, le dijo que deseaba estar cerca del "olor de la muerte".

En 1928 Budyonny le acusó de haber mentido sobre los cosacos del Primer Regimiento. "Distorsiones de un autor erotomaníaco", fue una de las imputaciones, "visión pequeño burguesa"... desvaríos de un judío demente", se le inculpó. Nunca estuvo en combate, según Budyonny, siempre se mantuvo en la retaguardia. Una vez más la defensa de Gorky logró extender un manto de inmunidad, pero a partir de entonces Babel entró en un silencio casi total del cual emergió, transitoriamente, en 1934, al celebrarse el Primer Congreso de Escritores Soviéticos, donde pronunció una loa a Stalin en una de las sesiones..

En 1935 se atrevió a escribir una obra teatral, "Mariya", que fue denunciada y retirada de los teatros. Elaboró un guión de cine, con Eisenstein, que no pudo pasar la censura y hubo que desistir del proyecto. Pero Babel no dejó de viajar dentro de Rusia y continuó escribiendo cuentos que nadie publicaba. Gorky siempre le protegió pero al morir, en 1936, Babel supo que comenzaban los tiempos más duros para él.

En mayo de 1939 fue arrestado en su villa de Peredelkino, la aldea de los escritores.

Le pidió a Antonina que le avisara a su amigo, André Malraux, de lo que ocurría. Una de las acusaciones fue de espiar para la inteligencia francesa, para la cual había sido reclutado por Malraux. Ahora se sabe que le ocuparon quince manuscritos y dieciocho libretas de notas que se han perdido para siempre, entre ellos una novela terminada, "Kolya Topuz", y un libro de narraciones, listo para ser publicado: "Nuevos cuentos".

Ya en prisión trató de ganar indulgencias pidiendo que le permitieran escribir una novela donde describiría "el camino que le llevó a cometer crímenes contra el Estado soviético". Babel fue encerrado en una celda de la Lubyanka donde le hicieron confesar que había entrado en contacto con trotskistas durante sus viajes al exterior y que se sintió atraído hacia los enemigos de su país. También adujo que su "Caballería roja" era una obra que expresaba un estado de ánimo y no era "lo que estaba ocurriendo en la Unión Soviética, de ahí su énfasis en la crueldad de la Guerra Civi l. También confesó haber entregado información a André Malraux sobre la colectivización agrícola. Finalmente admitió haber sabido de un complot para asesinar a Stalin y a Voroshilov.

El juicio de Isaac Babel tuvo lugar el 26 de enero de 1940 en la oficina de Laurenti Beria, el sucesor de Yagoda. Duró veinte minutos. Por las actas, que ahora se conocen, se sabe que sus últimas palabras fueron: "No soy un espía. Nunca permití ninguna acción contra la Unión Soviética. Me acusé falsamente y me forzaron a acusar a otros. Solamente pido una cosa: ¡déjenme terminar mi trabajo!". A la una y media de la madrugada fue ejecutado.


gotli2002@yahoo.com

Sigmund Freud

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Sigmund Freud (1856-1939)    

INTRODUCCIÓN HISTÓRICA: En la Viena de unes del siglo XIX, adonde Sigmund Freud llegó con su familia en 1860, se dio de forma traumática la crisis de la modernidad. De 1860 a 1918, la capital austriaca fue el escenario del esplendor de la burguesía triunfante y de la decadencia de la racionalidad moderna.

El imperio austro-húngaro, bajo el reinado de Francisco José, terminó por disolverse ante las nuevas corrientes políticas. La pesadilla empezó a tomar forma con el ascenso del antisemitismo, representado por un personaje como Lueger que ganó la alcaldía de la ciudad en 1897, y del pangermanismo, dirigido por Van Schónerer.

Aquella Viena de fin de siglo alumbró los sueños de una cosecha irrepetible de artistas, escritores e intelectuales. En el nuevo paisaje urbano también surgió el esfuerzo historicista, como una vuelta a los estilos tradicionales, del proyecto arquitectónico y urbanístico de la Ringstrasse (1860-1890). Pero el racionalismo de Otto Wagner se opuso frontal-mente a la tradición y sentó las bases de la nueva arquitectura austríaca, con Loos y Olbrich en primera línea secesionista. La profunda carga de simbolismo en las pinturas que Klimt había realizado para decorar el edificio de la Universidad también dio mucho que hablar.

El mundo de la composición musical estaba convulsionado. Gustav Mahler, ecléctico, mezclaba estilos, Richard Strauss transitaba por el postwagnerismo y Arnold Schónberg proclamaba la emancipación de la disonancia, destruyendo el lenguaje musical moderno. Por su parte, el periodista Karl Krauss puso la nota satírica como editor de la revista La antorcha, todo un "anti-periódico" que fundó en 1899 para enojar a los burgueses.

Fue un cronista de excepción de la sociedad vienesa en tiempos de crisis del lenguaje. La ebullición cultural de Viena se completaba con las tertulias en los cafés, que fueron convertidos en objeto artístico: tarjetas postales.

Sólo faltaba la interpretación de los sueños, a cargo del doctor Freud. Para entonces, con el siglo XX en una marcha más que convulsionada -entre 1914 y 1918 se produjo la Primera Guerra Mundial-, el sistema que Freud había propuesto para explicar la psicología del hombre ya había alcanzado la fama.

SIGMUND FREUD: Fue el fundador del psicoanálisis, conocido como el arqueólogo de la mente, nació en Viena (Austria) en 1856, hijo de un segundo matrimonio. Su padre era comerciante de lana, muy humilde, que vivía en una casa de una habitación. Era un ambiente familiar bastante confuso para Freud, donde su padre era muy viejo.
Lo llamaba el niño dorado, y era el hijo preferido. Los estudios y la medicina fueron una constante en su vida, llegando a dominar 6 idiomas entre ellos el castellano que aprendió de pequeño para poder leer el Quijote. En sus estudios de Medicina, destacó su desinterés por la patología orgánica que como el refiere, estudio con mas o menos agradó pero le fascinó de manera irremediable todo lo relacionado con la mente y la psiquiatría.
Se enamoró a los 25 años de una amiga de su hermana, y llevo un romance victoriano. El era muy tímido, y no tenia experiencias sexuales. Freud la vio seis veces en cuatro años, pero le escribió mas de novecientas cartas de
 amor, donde la llamaba “ princesita” .

En 1884 empezó a estudiar la cocaína alcaloide de moda en esos tiempos en la época victoriana, donde los intelectuales encontraban su supuesta inspiración en dichas substancias. Freud se interesó por los aspectos médicos de esta, llegando a investigar sobre las aplicaciones medico/quirúrgicas como anestésico de la cocaína, su capacidad de simular cuadros psicóticos.

Estudio la histeria y otros trastornos del sistema nervioso. Se suponía que estas enfermedades era provocadas por un problema físico en el cerebro, pero un medico francés, Charcot, empezó a investigar a los pacientes, tratando de hinoptizarlos, pues la enfermedad estaba en la ideas grabadas en alguna parte de la mente, que mas tarde Freud, llamo el inconsciente.

Freud completó su formación medica en Paris junto a Charcot en la Sapètrière, posteriormente junto a otro medico mucho mas mayor que el: Breuer, analizó la efectividad de los procesos hipnóticos en los pacientes. Llegó a la conclusión que la metodología hipnótica sólo lograba paliar la sintomatología parcialmente ya que no era duradera, y se corrompía con facilidad si la relación con el terapeuta empeoraba. A partir de ese fiasco hipnótico Freud desarrolló la teoría de la represión semilla inicial del psicoanálisis actual, donde destacaba que no había que sumir al paciente en otro estado de conciencia.  

Freud propuso pocos años después otra teoría aún más insólita que también los círculos científicos trataron de ignorar. Sorprendido por el gran número de pacientes que declaraban haber sido víctimas de seducciones por parte de sus padres, Freud dedujo que aquellas afirmaciones eran pura imaginación. Llegó a la conclusión de que todos los niños poseían instintos sexuales y creaban en torno a sí mismos y a sus progenitores un rico mundo de fantasías sexuales.

Sin embargo, la conservadora y respetable burguesía de Viena no aceptó que su concepto inmaculado de la infancia se ultrajara de este modo. «El vacío que se formó a mi alrededor», escribió Freud, «me hizo comprender que, a partir de aquel momento, me encontraba entre los temerarios que osaron alguna vez turbar el sueño de la humanidad».

Fue en su obra “estudio de un caso de histeria” o el sobrenombrado “el caso Anna O” donde Freud compartiendo el caso con Breurer demostró la suficiencia del sus investigaciones sobre represión y catarsis por la libre asociación de ideas, semilla del psicoanálisis. El descubrimiento del psicoanálisis, en su amplitud revolucionaria le costó el alejamiento de compañeros y amigos como Breurer y el enfrentamiento de una sociedad clásica como la Vienesa que no aprobaba sus teorías ya que la sexualidad (aspecto muy presente en las teorías de Freud) era un tema tabú por aquel entonces.

Biografia de Sigmund Freud Teoria de Psicoanalisis Historia Anna OFreud comprendió las posibilidades del psicoanálisis al conocer un caso que trató el doctor vienés Josef Breuer (imagenizda.): una joven, Anna O., que mostraba síntomas de histeria —parálisis y trastornos en la visión y en el habla— a causa de la muerte de su padre. Cierto día, Breuer solicitó de Anna que relatara su enfermedad, mientras la joven hablaba, Breuer advirtió con asombro que sus síntomas comenzaban a desaparecer. Freud se interesó vivamente por esta misteriosa «cura de conversación», como Anna misma la llamó, y colaboró con Breuer en sucesivos estudios que le condujeron a importantes descubrimientos.

Con el tiempo llego a la conclusión que el origen de todos estos problemas, son conflictos infantiles relacionados con el sexo. El origen sexual era el motor de fantasías, y frustraciones que posteriormente en la vida adulta y desde el inconsciente del individuo surgían en sus diferentes variantes.. Freud contaba 40 años de edad.Finalmente se dio cuenta que los pacientes le transferían a el, lo que sentían por sus padres, nació así el concepto de “ transferencia”.

Creó el psicoanálisis, terapia basada en la palabra

Fue el primero en asignar un valor clínico al inconsciente

Para llegar al inconsciente recurre a los sueños

Estableció el orden de las afecciones neuróticas

Y el carácter universal del complejo de Edipo

                   Hizo estudios de fenómenos sociales y antropología


La interpretación de los sueños: Freud, en efecto,  inició su revolución en 1897 con su estudio sobre los sueños. Comprobó que los pacientes se referían con frecuencia a ellos cuando enlazaban libremente sus pensamientos. Freud les animaba a relacionar sus sueños y sus recuerdos, y observó que estos nexos revelaban algo que el sueño, por sí mismo, no ponía de manifiesto. Concluyó que existían dos niveles en el significado de los sueños. Uno era el «contenido manifiesto» del sueño; otro, el «contenido oculto», el auténtico significado, aunque a menudo soterrado y cubierto bajo disfraz. En opinión de Freud, los sueños constituyen la válvula de seguridad del sujeto que duerme.
El sueño aliviador más sencillo es el de la «necesidad satisfecha». El hambriento sueña que devora suculentos manjares, pero también es posible que disfrace su apetito y la satisfacción del mismo con un sustitutivo, quizá con un acto sexual. En este caso, el paciente, al relatar sus sueños y sus conexiones, empieza a percatarse de que sexo y alimento tienen para él un común denominador emocional. La mayoría de los sueños son infinitamente más complicados. Requieren una mente tan penetrante y experta como la de Freud para desenredar la complicada maraña de los sueños y poner de manifiesto el significado que en ellos late.
Al cabo de numerosos años de paciente análisis, Freud acabó por descubrir un secreto lenguaje de símbolos y asociaciones propio de los sueños y del subconsciente. Este lenguaje extraño parece universal. Todo el mundo lo utiliza, y Freud, al descifrarlo, empezó a alumbrar el irracional y laberíntico —pero también extrañamente lógico— proceso de conducta del subconsciente humano.
Freud también analizaba detenidamente sus propios y numerosos sueños. Antes de advertir toda su importancia, comprendió que encerraban frecuentemente significados y profecías. Los descubrimientos que realizó en sí mismo, combinados con los de sus pacientes, constituyeron la base de La interpretación de los sueños.
Su conclusión fundamental fue que la sexualidad es tan importante en la infancia como en la madurez. Declaró que todos los hombres están sujetos al complejo de Edipo, expresión que tomó de la leyenda griega referente a la tragedia de Edipo que, sin saberlo, mata a su padre y se casa con su madre. «Todos dirigimos el primer impulso sexual hacia nuestra madre y el primer impulso criminal contra nuestro padre. Los sueños nos demuestran esta realidad». Si el conflicto no se resuelve, si los deseos sexuales infantiles permanecen, de algún modo, fijos en la madre, la neurosis será inevitable y llegará a manifestarse en uno u otro momento.
Freud designa el impulso sexual con el nombre de «libido» y atribuye al mismo toda la energía psíquica que el individuo posee. Puesto que la sociedad no permite la libre y completa expresión de los deseos sexuales, sus miembros deben saber reprimirlos o expresarlos de forma socialmente aceptada. Algunos hombres, por ejemplo, han dirigido —o sublimado— la energía de su libido a la creación artística o científica. Pero el neurótico, presa de su conflicto de Edipo, no puede desviar su libido del objeto vedado; consume sus energías en defenderse contra su propio deseo y manifiesta su lucha interior con síntomas tales como tics nerviosos y necesidad imperiosa de lavarse las manos.
Freud se hallaba especialmente interesado en el efecto de las experiencias infantiles sobre la vida subsecuente. Comprendió que muchas impresiones juveniles, especialmente si se asociaban con emociones tales como el odio, el amor y el miedo, pueden producir una mente desequilibrada. Esto puede conducir a mal comportamiento, que en tiempos pasados estaba meramente sujeto a castigos corporales. Hoy se preconiza el tratamiento de los delincuentes mediante la educación y métodos psicológicos para corregir sus pasos y guiarlos a una vida normal.
Freud vivió siempre convencido de la solidez de sus teorías, deducidas rigurosamente de hechos comprobados. Afirmaba que sus hallazgos no consistían en simples especulaciones, sino en leyes psicológicas fundamentales. Algunos de sus discípulos le fueron leales durante toda su vida; otros se opusieron al radical presupuesto de que todas las neurosis tienen origen sexual, se apartaron del sistema y crearon, por separado, escuelas diferentes.

El primer disidente fue Alfred Adler, médico vienés que desde 1902 había colaborado estrechamente con Freud. Durante largo tiempo ambos investigaron y teorizaron en armonía, pero hacia 1911 sus planteamientos se hicieron totalmente irreductibles.
En 1913 se produce la defección del suizo Carl Gustav Jung (imagen izq.) . Los trabajos de Jung habían admirado a Freud, quien vio en él "al Josué destinado a explorar la tierra prometida de la psiquiatría, que Freud, como Moisés, sólo podría contemplar desde lejos". (Para quienes conocían a Freud no resultaban extrañas estas afirmaciones.)
En los sentimientos de Freud hacia Jung se mezclaba la admiración y el recelo. En cierta sesión de psicoanálisis, Freud interpretó un sueño de Jung como un propósito de destronarle. El sentimiento ambivalente de Freud se acusaba con el transcurso de los años. Jung, hombre esencialmente místico y religioso, consideraba erróneo que la sexualidad fuese la causa de todos los conflictos. Y en consecuencia escribió: «La libertad no pertenece a los hijos de la carne, sino a los hijos de Dios». Jung desarrolló más adelante una teoría del subconsciente con elementos espiritualistas.

Abrió una nueva oficina, que trabajaría durante 47 años. En 1896 muere su padre y decide autoanalizarse, realizando un viaje en la profundidad de su mente. Esta etapa fue una etapa legendaria en la vida de Freud, estuvo 4 años auto investigándose todos las noches. Uso la asociación libre, prestando atención a todo lo que le viniera a la mente sin censura.


El tenia algunos problemas como fobia a viajar. La etiología sexual de sus investigaciones, como por ejemplo el Complejo de Edipo donde en el caso del varón hay: deseo por la madre y rivalidad por el padre a nivel inconsciente en la infancia como etapa madurativa sexual o el también llamado Complejo de Edipo. Estas ideas no fueron bien aceptadas por la sociedad y lo veían como un pervertido. Recibió importante premio de los EE.UU. pero sus teoría no eran bien vistas.

Escribió un libro llamado: “La interpretación de los sueños”, que fue el registro de su auto análisis. Lo publicó en 1900 y solo se vendieron 300 copias en la actualidad el psicoanálisis es el tema que mas se vende en librerías. La ciencia del psicoanálisis fue su creación, solo los judíos lo seguían. Tenían una sociedad conocida como la “Sociedad de los Miércoles” y se identificaban con una anillo con una gema griega azul.

En 1920 muere su hija. En 1923 se le encuentra un tumor cancerigeno en la boca, que tienen que intervenirlo quirúrgicamente 33 veces en 16 años. Le colocaron una prótesis que era muy dolorosa y no le permitía hablar con facilidad. Le costaba mucho comer y debía sacársela para limpiarla. Siempre fumo, pues lo calmaba. Ya era muy prestigioso y conocido en el mundo.

El se preguntaba que quieren la mujeres?, a la cuales nunca entendió, y las llamaba “ el osado continente” . La mujeres envidian el pene del hombre, esto las diferencia, y las hace inferiores.  Su hija también quiso que su padre la analizara, ella lo acompañaba permanentemente. Luego de cierta resistencia, Freud accedió a psicoanalizarla en secreto.




A Freud le interesaban sobremanera los sueños. Creía que un sueño representa un deseo o temor reprimido que está activamente fuera de la consciencia pero que "aparece en la superficie", durante el descanso, como un sueño. Freud argumentaba que los deseos y temores reprimidos se unen para actualizar experiencias o sensaciones (como la ansiedad) y modifican estas experiencias de modo que éstos (los temores reprimidos) se ocultan como los acontecimientos más naturales. El ocultamiento en esta forma de los pensamientos reprimidos no perturban el descanso, de modo que el sueño puede considerarse como un medio de mantenerlo. El análisis de los sueños es, por consiguiente, otra forma de penetrar en la inconsciencia del paciente, y Freud y sus continuadores han usado frecuentemente este método al tratar a sus pacientes.

En el término de su existencia Freud hizo muchos prosélitos y poco a poco (tras un período de enérgica oposición) algunas de sus teorías fueron aceptadas. Por su origen judío, Freud sufrió las persecuciones nazis y, en 1938, fugó a Inglaterra donde fallecía un año después.

En 1933, estando Hitler en poder, comienza la persecución a los judíos y quema públicamente todos sus libros. En 1936 cumple Bodas de Oro en su matrimonio, Freud tenia 80 años de edad.

En 1938 Hitler anexiona Austria a su país, pero Freud, no quiere partir, hasta que mas tarde su hija y hermanas son secuestradas por los Nazi. Freud se da cuenta del peligro que corre y se marcha a Londres el 5 de Julio de 1938. Su hija es soltada, pero sus cuatro hermanas mueren en los campos de concentración.  

Freud muere el 23 de septiembre de 1939.

PARA SABER MAS...

Freud llega a América

«En Europa me siento como un proscrito», dijo Sigmund Freud durante su visita de 1909 a Estados Unidos. «Aquí me siento recibido por los mejores como un igual. Ha sido como la realización de un sueño fantástico».

El motivo del primer y último viaje de Freud a Estados Unidos fue el vigésimo aniversario de la Clark University, una institución progresista de Worcester, Massachusetts. La facultad invitó a Freud a pronunciar una serie de conferencias sobre sus controvertidas teorías del psicoanálisis. A cambio, lo nombraron doctor honoris causa, el único honor que Freud recibió.
Las recientes obras maestras de Freud (La interpretación de los sueños, Tres contribuciones a la teoría sexual, Psicopatología de la vida cotidiana y Estudios sobre la histeria) habían ganado cierto reconocimiento entre los profesionales europeos y norteamericanos, pero antes de las cinco conferencias en Clark, su influencia y fama eran limitadas.

En Clark, en una América sorprendentemente acogedora, presentó por primera vez una síntesis de sus varias teorías. Sus conferencias atrajeron a periodistas, artistas, intelectuales de la costa este (incluyendo a William James, mortalmente enfermo, que asistió sólo «para ver cómo era Freud») y a muchos curiosos. El estimulante gancho freudiano de las teorías sexuales, sueños y dramáticos casos capturaron la imaginación del público.

Inevitablemente el psicoanálisis hizo furor en EE. UU. —lo que a la vez satisfizo y afligió a Freud. que despreciaba muchos elementos de la vida norteamericana. Aun así. admitió que «en la remilgada America era posible, en los círculos académicos al menos, discutir libre y científicamente todo lo que en la vida ordinaria se consideraba objetable».

SOBRE SIGMUND FREUD: Sigmund Freud fue un revolucionario del mismo modo que lo fue Einstein en el campo de física teórica. Pero si los hallazgos de Einstein no preocupaban mayormente a la sociedad, los de Freud si la preocupaban.

Freud iba revelando ante el mundo todo lo que descubría en el curso del trabajos con sus pacientes y consigo mismo. En ningún momento acusó a la sociedad de estar enferma, que de hecho en ese tiempo, vísperas de la Primera Guerra Mundial, lo estaba. Y no era que Freud estuviese encerrado en una torre de marfil dedicado a sus estudios sin importarle el mundo que lo rodeaba. Tampoco se marginaba como intocado e intocable. Su obra, que en la actualidad ya tiene casi un siglo desde que se dio a conocer, continúa vigente y gana en prestigio, a pesar de lo mucho que se ha escrito para desprestigiarla e inclusive perseguirla.

Los primeros en discutirlo fueron los marxistas, que sostenían tener en el concepto de los reflejos condicionados, de Pavlov, una variante alternativa que "tenía presente la realidad social", cosa que Freud no tenía en cuenta, según ellos.

Y no se conformaron con criticar a Freud, sino a sus seguidores neo-freudianos. En los Estados Unidos, donde el psicoanálisis había echado raíces muy profundas, surgió toda una tendencia de críticos de Freud. Joseph C. Clayton, por ejemplo, no se conformó con criticar a Freud, sino que las emprendió contra Erich Fromm, Abram Kardiner, y otros. Pero la vertiente freudiana era rica y abundante, y el psicoanálisis ha subsistido a estos embates.

Sus críticos han pretendido separar al hombre de su obra, criticando la obra. Pero en este caso se trata de una unidad indisoluble: la persona de Sigmund Freud es tan impresionante como su obra. Esta es una frase hecha, pero se puede decir sin temor a exagerar, que en este caso le viene como un anillo al dedo.

El psicoanálisis es connatural a la persona de Sigmund Freud, quien fue su principal paciente. A ninguno de los pacientes que le tocó atender lo estudió tan a fondo como a sí mismo. En sus recuerdos de infancia y en su infancia; en sus sueños y en sus fantasías, que tratándose de sí mismo las analizaba más a fondo, si puede decirse, encontró las vetas más ricas para develar los misteriosos misterios y secretos que la mente humana es capaz de reservarse para transformarlos en enfermedades.


Freud no era un "enfermo", pero en su inconsciente encontró

todos los elementos que le permitirían reconocer a una mente enferma de otra que no lo estaba, teniendo en cuenta que para él todos llevamos una carga neurótica que tarde o temprano se hará manifiesta, en cuyo caso, si no nos hemos tratado a tiempo, nos convertiremos en "enfermos".

Buceando dentro de sí mismo, Freud trataba de encontrar vestigios del pasado a través de sus manifestaciones en el presente, pero muchas veces también lo hizo en el sentido inverso. El presente podía revelarle secretos ocultos del pasado. En la pasividad, buscaba el elemento agresivo, y viceversa. En pocas palabras, trató de juntar los dos términos antitéticos de un conflicto arraigado en el hombre, y extraer de ellos los elementos que le permitieran resolver el conflicto.



Esta era, si se quiere, una variante del principio de atracción y repulsión que viene de la física, y que puede ser aplicado al ser humano. Es posible afirmar, inclusive, que aquí se encuentra el núcleo del método psicoanalítico, siempre que no lo separemos de la persona de Sigmund Freud.



La relación método-persona, en este caso, representa casi una relación carnal, una relación de paternidad carnal. Frued, digamos, engendró el método. Aquí, en este hecho, radica con toda certeza la raíz de la ruptura que se fue produciendo gradualmente con sus seguidores más cercanos en un momento, especialmente con Alfred Adler y Cari Gustav Jung. Ellos no podían, por razones absolutamente derivadas de la personalidad de cada uno, trabajar en un plano de igualdad con el Maestro. Y cada uno de ellos elaboró su propio método, lo engendró como Freud continuaba haciendo con el suyo hasta poco antes de su muerte.



La relación de Freud con su obra se asemeja, en cierto sentido, a la que se establece entre el escritor y su obra, entre un artista plástico y su cuadro o escultura. Si el estilo es el hombre, en este caso también la obra es el hombre.


Fuente Consultada: Biografía de HBO Ole complementada con información aportada por Félix del Ojo, psiquiatra.-

HECHOS, Sucesos que estremecieron al mundo La Caja de Pandora del Inconciente Tomo N°13

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    Carl Gustav Jung (Dossier)

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    Carl Jung - Carl Gustav Jung
    (1875/07/26 - 1961/06/06)


    Carl Gustav Jung

    Psiquiatra y Psicólogo suizo



    "...una cosa he aprendido: que hay que vivir esta vida.
    Esta vida es el camino, el más buscado, el camino hacia lo incomprensible,
    que llamamos divino. Yo encontré el camino correcto: me condujo hacia ti, mi alma... "
    Carl Gustav Jung en El Libro Rojo


    Nació el 26 de julio de 1875, en Kesswil, Suiza. Hijo de un clérigo protestante padre de ocho hijos.

    A fines de 1900 se sumó al personal del Burghölzli, que era la clínica psiquiátrica de la Universidad de Zurich, donde accedió al psicoanálisis: Bleuler, su jefe, le pidió que reseñase "La interpretación de los sueños" para el cuerpo médico.

    El libro sobre los sueños y después los trabajos sobre la histeria dejaron su impronta en Jung, quien desde el comienzo fue un fervoroso partidario de la nueva disciplina. Aplicó con éxito los conceptos psicoanalíticos a la esquizofrenia y elogió los aportes de Freud en su monografía "Psicología de la demencia precoz", de 1906.

    Tras graduarse en Medicina en 1902 en las universidades de Basilea y de Zurich, inicia su trabajo sobre el Test de Asociación de palabras, ya desarrollado por Wundt, pero llevado al ámbito únicamente psicológico, y en el cual las respuestas de un paciente a las palabras estímulo revelaron lo que llamó con el término Complejos, definiendo a estos como ideas o representaciones afectivamente cargadas y autónomas de la Psique consciente. Estos estudios le dieron renombre internacional y lo condujeron a una colaboración cercana con Freud.

    Con la publicación de la Psicología del Inconsciente (1912; revista en 1916), declaró su independencia de la estrecha interpretación sexual de Freud. Renunció a la presidencia de la Sociedad Psicoanalítica Internacional y fundó la escuela de Psicología Analítica. Ensanchó el acercamiento psicoanalítico de Freud, interpretando disturbios mentales y emocionales como tentativa de encontrar integridad personal y espiritual. Desarrolló sus teorías, trazando un amplio conocimiento de la mitología (trabajos en colaboración conKerensky) y la Historia; recorriendo diversas culturas en México, la India, y Kenia.

    En 1921 publicó los Tipos psicológicos (trans. 1923), en el cuales se ocupó del vínculo entre el consciente y el inconsciente, proponiendo los tipos de personalidad, extroversión e introversión. Más adelante llegó a una una distinción entre las sensaciones personales y los pensamientos inconscientes, o reprimidos desarrollados durante la vida de un individuo, y lo que denominó inconsciente colectivo, sensaciones, pensamientos, y memorias compartidas por toda la humanidad. Sostenía que el inconsciente colectivo se compone de "arquetipos" o imágenes primordiales. Éstos corresponden a las experiencias de la Humanidad típicas como enfrentar la muerte o eligir un compañero, encontró su manifestación simbólica en las grandes religiones, mitos, cuentos de hadas, fantasías y la Alquimia, en especial la obra de Paracelso y Pico della Mirandola.

    El acercamiento terapéutico de Jung tuvo como objetivo reconciliar los estados diversos de la personalidad, que vio divididos no solamente en contrarios de introversión y extroversión sino también en las de subvariables pensamiento, intuición, sensación y percepción. Sostiene, que un paciente puede alcanzar un estado del individuación, o la integridad de uno mismo.(El Dios Interior). Se interesó mucho en la Sincronicidad, la Alquimia y los estados alterados de conciencia y creó el método de imaginación activa, que surgió tras la ruptura con Freud, mientras escribía el críptico libro Rojo.

    Carl Jung falleció el 6 de junio de 1961, en Kusnacht.


    PROCESO DE LOS SUEÑOS:

    Los frutos de las investigaciones de Jung en el campo de la mente y del símbolo, desenterrando los tesoros del inconsciente e imágenes de poderes oscuros y antiguos, dieron como resultado todos sus escritos y estudios en el campo del simbolismo de los sueños. Analizando sus propios sueños, logró los mayores avances en esta área. Lo que soñamos son nuestros proceso internos y las personas y cosas que aparecen son solo símbolos de cosas nuestras, personales, no gente que uno conoce, sino lo que significa esa persona para nosotros; representa una energía dentro de nosotros. El inconsciente no es racional, por eso nos habla en símbolos.

    Los sueños son: - Compensadores: algo que perdemos, lo soñamos como ganancia.
    - Pronostican: algo que va a suceder.
    - Arquetípicos: dentro del agua nos sentimos bien. Implica la imagen arquetípica de un símbolo universal. Ej. La Virgen.
    - Sincrónicos: coincidencia de cosas significativas que nos ocurren, pero que no tienen una explicación lógica, no tienen una causa aparente.
    El hombre se encuentra luchando contra una corriente que lo empuja a seguir el inconsciente colectivo, el orden contra el caos, el ahorro contra la dispersión, proceso de entalpía hacia la entropía. Esta lucha continua trae la conciencia, pero esta lucha no trae la destrucción del inconsciente, sino la transmutación del plomo en oro. Esta transmutación sólo ocurre a través del conocimiento de Sí Mismo.

    Tomado de "La interpretación de la naturaleza, y la psique" (Naturerklärung und Psyche).

    p.28-29: (...) parece como si el espacio y el tiempo dependieran de condiciones psíquicas y no existieran en sí mismos, sino que sólo fuesen puestos por la conciencia. En las concepciones del mundo del hombre primitivo, el espacio y el tiempo son un asunto sumamente dudoso. Sólo en el curso de la evolución intelectual llegaron a ser conceptos "fijos", sobre todo causa de la introducción de la medición. En sí mismos, espacio y tiempo consisten de nada. Son conceptos hipostasiados provenientes de la actividad discriminatoria de la mente consciente y forman las coordenadas indispensables para la descripción de la conducta de los cuerpos en movimiento. Por lo tanto, son esencialmente de origen psíquico, y ello parece haber sido la razón que movió a Kant a concebirlos como categorías a priori. Pero si el espacio y el tiempo sólo son propiedades aparentes de los cuerpos en movimiento, producidas por las necesidades intelectuales del observador, entonces su relativización por una condición psíquica deja de ser un milagro, y cae dentro de los límites de la posibilidad. Tal posibilidad, empero, se presenta cuando la psique observa, no cuerpos externos, sino a sí misma. Tal es precisamente el caso de los experimentos de Rhine [experimentos de ESP, o percepción extra-sensorial] (...).

    p.40: (...) Todo estado emocional produce una modificación de la conciencia, que Janet ha denominado "abaissement du niveau mental", o sea, que se da un estrechamiento de la conciencia simultáneamente con una intensificación de lo inconsciente, lo cual, en especial si se trata de afectos fuertes, es también evidente para el profano. (...)



    *buscabiografias.com

    El inconsciente colectivo

    Lo inconsciente colectivo es un concepto básico de la teoría desarrollada por el psiquiatra suizo Carl Gustav Jung. La teoría de Jung establece que existe un lenguaje común a los seres humanos de todos los tiempos y lugares del mundo, constituido por símbolos primitivos con los que se expresa un contenido de la psiquis que está más allá de la razón.


                                      Carl Gustav Jung



      Jung había nacido el 26.07.1875 en la aldea suiza de Kesswil, hijo de un pastor con quien recorrió muchas parroquias. Tendió desde pequeño a la introspección, alentado por las discordias parentales y el humor inestable de la madre. Su fantasía estuvo alimentada por lecturas voraces y el ambiente teológico en que vivía. Se consideraba diferente a los niños de su edad, pero esto no le impedía tener amigos, en quienes dejaba impresiones muy contradictorias: sociable pero difícil; divertido por momentos y a veces taciturno; aparentemente seguro de si pero vulnerable a la crítica. Ya psiquiatra, parecía sereno pero a veces lo atormentaban profundas crisis religiosas. Tuvo sueños desconcertantes desde muy joven a los que mucho después, al escribir su altamente subjetivo y anecdótico autorretrato "Recuerdos, sueños, reflexiones", hizo aparecer como acontecimientos de singular significación. Inició estudios de medicina en Basilea en 1895, pero a pesar de su inclinación científica no perdió su interés por lo oculto, las religiones esotéricas y su desbocada fantasía. A fines de 1900 se sumó al personal del Burghölzli, que era la clínica psiquiátrica de la Universidad de Zurich. A pesar de la fama del sanatorio, Jung recordó sus primeros años allí como caracterizados por una rutina trivial y estéril, donde no tenía espacio para su excentricidad creadora. Sin embargo fue allí donde accedió al psicoanálisis: Bleuler, su prestigioso jefe, le pidió que reseñase "La interpretación de los sueños" para el cuerpo médico. El libro sobre los sueños y después los trabajos sobre la histeria dejaron su impronta en Jung, quien desde el comienzo fue un fervoroso partidario de la nueva disciplina. Aplicó con éxito los conceptos psicoanalíticos a la esquizofrenia (que en ese momento aún era demencia precoz) y elogió los aportes de Freud en su monografía "Psicología de la demencia precoz", de 1906. Ese mismo año le envió a Freud un ejemplar de "Estudios de asociación diagnóstica", obra que él había compilado. Pero no todo eran acuerdos con Freud. Jung no atribuía "al trauma sexual de la juventud la significación excluyente que en apariencia Freud le asigna"; y ésta sería la discrepancia que más tarde los separaría. La perspectiva de contar con un propagandista de la talla y el renombre de Jung en el extranjero era algo que a Freud lo seducía mucho. Se mostró cauto para no despertar sospechas de que pretendía un apostolado ciego, pero no dejó de hacerle saber que aunque él no viviera para ver el triunfo del psicoanálisis, esperaba que sus alumnos sí lo hicieran. Freud se preparaba para pasar la antorcha a manos más jóvenes y Jung parecía el heredero apropiado de la corona. Examinaron juntos la etiogenia sexual de las neurosis, se prestaron libros, comentaron casos. Jung era respetuoso pero no servil y Freud lo aceptó como un padre complaciente. En carta de 1910 a Ferenczi le decía: "No sea celoso e incluya a Jung en sus cálculos. Estoy más convencido que nunca que él es el hombre del futuro". En 1907 visitó por primera vez a Freud con su esposa y su colega Ludwig Binswanger. Se dedicaron a una orgía de conversaciones profesionales solo interrumpidas por las comidas y por la reunión de la SPM. Martin Freud recordó a Jung como un hombre verborrágico que solo hablaba de si mismo: "Nunca realizó el menor intento de entablar alguna conversación cortés con mamá o con nosotros, los chicos, sino que se limitaba a seguir el debate interrumpido por la cena. En esas ocasiones solo hablaba Jung, y papá con visible deleite, se contentaba con escuchar". Aunque Freud confiaba en Jung, interpretó que en uno de sus sueños aquel deseaba destronarlo. El debate que podía separarlos, acerca de la sexualidad, nunca se extinguió por completo. El trabajo de Abraham provocaba los celos de Jung, y él no se molestaba en ocultar eso ni la envidia que sentía por el respeto que Freud le tenía a aquel. Jung reconoció abiertamente en la "veneración" que sentía por Freud un cierto "entusiasmo religioso" que "a causa de su innegable matiz erótico" le parecía "repulsivo y ridículo". Lanzado a la confesión, le dijo a Freud que el origen de esos sentimientos estaba en un acontecimiento infantil: "de niño sucumbí a un ataque homosexual de un hombre al que antes había reverenciado". Freud le restó importancia porque discernía que una transferencia religiosa solo puede terminar en apostasía, de modo que su breve respuesta fue "Soy inadecuado como objeto de culto". En 1910 fue elegido presidente de la Asociación Psicoanalítica Internacional por aclamación, siendo reelegido en 1911. Pero a pesar de todos estos triunfos, la esposa de Jung estaba preocupada: "Me ha atormentado la idea de que su relación con mi esposo no es como podría y debería ser", le escribió a Freud. Las discrepancias ya habían aparecido y se notaban. Pero aún en 1912 Freud confiaba en el suizo y le decía que podía disentir con él sin mala conciencia. En 1912 Freud visitó a Binswanger en Küsnacht, pues aquel había sido operado de un tumor maligno, y no visitó a Jung que vivía a pocos kilómetros de allí. Jung se ofendió mucho y desde ese momento en distintas discusiones con Freud sacaba a relucir "el gesto de Kreuzlingen"(lugar donde Jung estaba cuando Freud no lo visitó en esa oportunidad). A fines de ese año se encontraron en una pequeña conferencia en Munich y Jung se disculpó. Pero esa reunión se vio malograda por uno de los desvanecimientos de Freud, el segundo en presencia de Jung. Otra vez habían tenido una animada discusión y una vez más Freud interpretó lo que Jung decía como revelador de un deseo de muerte dirigido contra él. Aunque había causas físicas en un segundo plano (fatiga, dolor de cabeza), Freud sabía que allí había un conflicto psicológico y Jung no era ajeno a ello. Dijo que allí había "elementos de neurosis" y Freud le contestó "que cada uno de nosotros se ocupe de su propia neurosis con más celo que la neurosis del prójimo". Hacia 1913 lo que Jung consideraba "nuestra concepción" en contraposición a Freud, era por ejemplo que la libido no era nada más que un fracaso nervioso frente a las verdades incómodas de las pulsiones sexuales que habitan al ser humano; y que el arquetipo es un principio fundamental de la creatividad, anclado en las cualidades raciales, una potencialidad humana manifestada en las religiones, los cuentos de hadas, los mitos, los sueños, las obras de arte y la literatura. su equivalente en biología es la "pauta de conducta". Mientras Freud opinaba que Jung se ocultaba detrás de "una nube religioso-libidinal", Jung le hacía saber en una carta de la Navidad de 1909: "Es un duro destino verse obligado a trabajar al lado del creador". La correspondencia entre ambos hombres fue decreciendo cada vez más pero esto no impidió que los dos concurrieran al Congreso Internacional de Munich de 1913. Según Freud, las sesiones fueron "agotadoras y nada ejemplares" y la presidencia de Jung había sido "inamistosa e incorrecta". Los votos de la reelección de Jung mostraron el descontento: 22 se abstuvieron como manifestación de protesta y 52 votaron por el candidato. Al final del congreso, Freud resumió: "Nos separamos sin ningún deseo de volver a vernos". En octubre Jung renunció como editor del Jahrbuch aduciendo razones de "naturaleza personal" y renunciando a una discusión pública. A fines de 1913 Freud había empezado a escribir lo que él denominó "la bomba": la "Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico" era un folleto en el que exponía su versión de los desacuerdos que habían estado carcomiendo al movimiento en los últimos años. Pero antes que "la bomba" explotara oficialmente, Jung presentó su renuncia a la Presidencia de la Asociación, el 20 de abril de 1914. Respecto a su relación con el nacionalsocialismo, recurrimos a un artículo de Arnold Künzli. El autor explicita que gracias a haber nacido hace mucho, tuvo la posibilidad de conocer personalmente a Jung y tener en sus años de juventud una nutrida correspondencia con él, así como haber participado en reuniones en las que Jung explicaba su "Psicología Profunda". Manifiesta que esta historia personal y el haberse ocupado en reiteradas oportunidades de las controversias en torno a Jung, lo autorizan en honor a la verdad , a contestar a algunas manifestaciones de Baumann en el referido artículo, así como a responder con documentos a manifestaciones sumamente unilaterales de diversos autores relativas a Jung. "Baumann escribe: "...totalmente tirado de los pelos es afirmar que Jung ...pretendía llevar a razonar a la mujer a través de la seducción, el maltrato y la violación". Pero es precisamente lo que Jung hacía. En 1951 escribió: "En la mujer el Eros forma su verdadera naturaleza, mientras el Logos es a menudo apenas una casualidad...Por más que su Eros aparezca gentil y bien dispuesto, no se conmoverá ante ningún tipo de lógica. En muchos casos el hombre tendrá la sensación (y no le faltará razón) que solo la seducción, el golpear y violar tendrán la necesaria fuerza de convicción" (Obras Completas 9/2, 24). ¿Totalmente tirado de los pelos, Sr. Baumann?...Más adelante Baumann se dirige contra el frecuente reproche de los autores freudianos..." de que Jung simpatizaba con el nacionalsocialismo, lo cual hace tiempo fue probado como falso". La verdad es que se trata de todo lo contrario. Yo no soy un autor freudiano y no participo de las luchas de sectas psicoanalíticas. Aquí se trata de la escueta y estricta verdad del comportamiento de Jung. Lo que esto quiera decir acerca de su psicología, lo elaborarán personas más aptas y competentes. El hecho es que Jung, fascinado por su teoría del inconsciente colectivo y los arquetipos, cayó bajo la égida de Hitler, el nacionalsocialismo y Mussolini. Ayudó incluso en las persecuciones a judíos y al antisemitismo racista con una dignificación desde su psicología profunda. Jung escribió en el año de ascensión al poder por parte de Hitler, en 1933, en un diario alemán acerca de "las realmente existentes ...diferencias de las psicologías germanas y judías", y en 1934 en el mismo periódico: "el inconsciente ario tiene un mayor potencial que el judío". Esto iba contra el judío Freud. Este no habría "conocido el alma germana". ¿Le habrá enseñado mejor la violenta aparición del nacionalsocialismo hacia el que la humanidad entera miraba con ojos asombrados?. ¿Dónde estaba la increíble potencia y fuerza cuando no había aún un nacionalsocialismo?. Y responderá: "Estaba escondida en el alma germana..."""...hace poco apareció una carta de Jung a su alumno Wolfgang Kranefeld, un entonces conocido entusiasta del nazismo...allí Jung escribe: "hay que advertir al pueblo ario, que con Freud y Adler se predican puntos de vista específicos al judaísmo..., los cuales tienen un carácter esencialmente destructivo. Si este evangelio judío le gusta al gobierno de Adolf Hitler, y bueno, sea. Por otra parte también sería posible que al gobierno le molestara...". Que no es más ni menos que un azuzamiento a que Hitler prohíba la destructiva psicología de Freud y Adler..el "carácter destructivo" del espíritu judío era argumento prínceps de la propagandanazi-racista-antisemita.""En 1933 Jung dijo en una entrevista radial berlinesa que: "Como hace poco dijera Hitler, el Führer debe poder ser solitario y tener valor en poder proseguir solitariamente..Por ello el verdadero Führer es a la vez aquel que tiene el valor en si mismo, y no solo hacia los otros, y que puede mirarse a si mismo a los ojos". Seguía hablando luego de la "idea del ser del Führer", de la "aristocracia propia al Führer" y finalmente: "los tiempos de las masas siempre son tiempos del ser del Führer. Todo movimiento culmina orgánicamente en el Führer, que corporeiza todo el ser, sentido y meta del movimiento popular. Es una encarnación del alma del pueblo y su voz...solo en tiempos de paz sin metas crece la caótica conversación parlamentaria, que anuncia indefectiblemente la ausencia de un movimiento más profundo". Y nuevamente habla aquí de la necesidad de cuidarse del espíritu destructivo y la enemistad hacia la vida, de las psicologías de Freud y Adler.""En 1936, el año de las Olimpíadas en Berlín, Jung publicó su famoso "Himno a Wotan", el dios germano de la fuerza arrolladora, ese "liberador de las pasiones y deseos de lucha" a quien Jung promovió como arquetipo del "Dios germano", quien "explica más del nacionalsocialismo que todos los factores económicos, políticos y psicológicos". Esta simpatía de Jung por Wotan como "esencia básica del alma germana" aparece en cada frase". "En 1939 Jung declaraba a un periodista americano que en los ojos de Hitler había percibido a un visionario. Hitler sería el "altoparlante, que refuerza el inaudible murmullo del alma germana", sería como " un hombre que atiende el flujo de un rumor de la fuerza de fuente escondida". "En un desfile militar Hitler parece haber decepcionado a Jung, quien se vuelca entonces a Mussolini, del cual dice "el formato especial de un hombre verdadero. No pude evitar amar a Mussolini, su contagiosa energía, y elasticidad son contagiosas, cálidas y humanas"."...De todos modos," dice el autor del artículo, "a diferencia de los sectarios jungianos, Jung en una entrevista con el rabino Leo Baeck, luego de la guerra tuvo la lucidez de admitir: "Si, tuve un desliz". Incluso siguió en esta línea en un trabajo en el que dice que el nacionalsocialismo "fue el crimen más cruento de todos los tiempos". La cuestión que queda es saber la relación entre su "desliz" y su psicología". Jung murió en Küsnacht, Suiza, el 06.06.1961.




    Frases y Citas de Carl Gustav Jung



    Carl Gustav Jung



    Hermann Hesse (Dossier)

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    Hermann Hesse
    (1877/07/02 - 1962/08/09)

    Escritor alemán



    Nació el 2 de julio de 1877 en Calw-Württemberg, pequeño lugar de la Suabia, al norte de la Selva Negra, Alemania.

    Hijo primogénito de un misionero báltico y de una madre nacida en la India e hija de otro misionero.

    Fue expulsado de muchos colegios. Entra en un seminario pero abandona los estudios teológicos y comienza a trabajar como mecánico y más tarde se empleó en una biblioteca, donde surgiría su pasión por la literatura.

    En la adolescencia intentó suicidarse por una pena de amor y su familia lo puso bajo atención médica.

    Se dedicó al periodismo por libre, lo que le inspira su primera novela, Peter Camenzind (1904), mismo año en el que contraería  matrimonio con María Bernoulli. En 1905 nace su hijo Bruno; en1909 su hijo Heiner y en 1911, su hijo Martin. En 1912 se traslada a Berna, Suiza, abandonando Alemania para siempre. En 1916 padece un ataque de nervios y recibe su primer tratamiento psicoterapéutico.

    Durante la I Guerra Mundial, Hesse, que era pacifista, se traslada a Montagnola, Suiza; donde se nacionalizó en 1923. Fue por esta razón por la que se le consideró un traidor a la patria por los nazis. Se desposó en 1924 con Ruth Wenger, aunque el matrimonio no fue consumado. En 1931 se casaría con Ninon Dolbin.

    Se convirtió en uno de los escritores más representativos de Europa; continuador de la línea del romanticismo alemán e intérprete al mismo tiempo de los problemas de la sociedad moderna. El tema central de su obra es la inquietud del hombre en busca de su destino.

    En su novela Demian (1919), se percibe la influencia del psiquiatra Carl Jung. En Viaje al Este (1932) expone las cualidades místicas de la experiencia humana. Siddharta (1922) también refleja su interés por el misticismo oriental. El lobo estepario (1927) expone la dualidad entre la individualidad rebelde y las convenciones burguesas, al igual que su obra posterior, Narciso y Goldmundo (1930). Su última novela fue El juego de abalorios (1943).

    Indiferente a las corrientes y movimientos literarios, rara vez aparecía en público y jamás firmó ejemplares. Ya mayor, aceptó el Premio Goethe, y el Premio de la Paz, pero no acudió a las respectivas ceremonias. Fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1946.

    Hermann Hesse falleció mientras dormía el 9 de agosto de 1962 a causa de una hemorragia cerebral, en Montagnola, Suiza.


    Premios

    1906 — Bauernfeld-Preis
    1928 — Mejstrik-Preis der Wiener Schiller-Stiftung
    1936 — Gottfried-Keller-Preis
    1946 — Goethepreis der Stadt Frankfurt
    1946 — Premio Nobel de Literatura
    1947 — Doctor honoris causa por la Universidad de Berna
    1950 — Wilhelm-Raabe-Preis
    1954 — Orden Pour le mérite für Wissenschaft und Künste
    1955 — Premio de la Paz del Comercio Librero Alemán


    Obras

    Novela

    1900 — Hermann Lauscher,(der Reisende)
    1904 — Peter Camenzind
    1906 — Bajo las ruedas (Unterm Rad)
    1910 — Gertrudis (Gertrud)
    1914 — Rosshalde (Roßhalde)
    1915 — Tres momentos de una vida (Knulp)
    1919 — Demian
    1922 — Siddhartha
    1927 — El lobo estepario (Der Steppenwolf)
    1930 — Narciso y Goldmundo (Narziß und Goldmund)
    1932 — Viaje al Oriente (Die Morgenlandfahrt)
    1943 — El juego de los abalorios (Das Glasperlenspiel)

    Otros

    1898 — Canciones románticas (Romantische Lieder)
    1899 — Una hora después de medianoche (Eine Stunde hinter Mitternacht)
    1908 — Amigos (Freunde)
    1910 — La ciudad
    1917 — El europeo
    1918 — El cuento del sillón de mimbre
    1919 — Klein y Wagner (Klein und Wagner)
    1920 — El último verano de Klingsor (Klingsors letzter Sommer)
    1922 — Trágico
    1923 — Infancia del mago
    1924 — Compendio biográfico
    1926 — Rastro de un sueño
    1928 — Sobre El lobo estepario
    1928 — Parodia suabia
    1929 — El Rey Yu
    1930 — Edmund
    1932 — El pájaro
    1942 — Poemas
    1946 — La Ruta Interior
    1946 — Sobre la guerra y la paz


    El lobo estepario (1919-1928)

    Yo, lobo estepario, troto y troto,
    la nieve cubre el mundo,
    el cuervo aletea desde el abedul,
    pero una liebre nunca, nunca un ciervo.
    ¡Amo tanto a los ciervos!
    ¡Ah, si encontrase alguno!
    Lo apresaría entre mis dientes y mis patas,
    eso es lo más hermoso que imagino.
    Para los afectivos tendría buen corazón,
    devoraría hasta el fondo de sus tiernos perniles,
    bebería hasta hartarme de su sangre rojiza,
    y luego aullaría toda la noche, solitario.
    Hasta con una liebre me conformaría.
    El sabor de su cálida carne es tan dulce de noche.
    ¿Acaso todo, todo lo que pueda alegrar
    una pizca la vida está lejos de mí?
    El pelo de mi rabo tiene ya un color gris,
    apenas puedo ver con cierta claridad,
    y hace años que murió mi compañera.
    Ahora troto y sueño con los ciervos,
    troto y sueño con liebres,
    oigo soplar el viento en noches invernales,
    calmo con nieve mi garganta ardiente,
    llevo al diablo hasta mi pobre alma.



    *buscabiografias.com
                             

    “Y cuando Siddharta escuchaba con atención al río, podía oír esa 
    canción de mil voces; y si no se concentraba en el dolor o en la
     risa, si no ataba su alma a una de aquellas voces adentrándola
     en su Yo, entonces percibía únicamente el total, la unidad” 
    (Hermann Hesse; Siddharta.)



    “Y ahora escucha una teoría que te hará reír: el amor, Govinda, 
    me parece que es lo más importante que existe. Penetrar en 
    el mundo, explicarlo y despreciarlo, es cuestión de interés
     para los grandes filósofos. Pero a mí, únicamente me
     interesa el poder amar a ese mundo, no despreciarlo;
     no odiarlo ni aborrecerme a mí mismo: a mi solo me 
    atrae la contemplación del mundo y de mí mismo, y
     de todos los seres, con amor, admiración y respeto” 
    (Hermann Hesse)

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    1. [PDF]Hermann Hesse. El juego de los abalorios - EducarChile

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      Hermann Hesse. El juego de los abalorios. A los peregrinos de Oriente ... non entia enim licet quodammodo levibusque hominibus facilius atque incuriosius ...
    El juego de los abalorios, de Herman Hesse

    Extraordinaria y difícil parábola construida por Hesse, 
    donde las artes y la música se entrelazan y unifican 
    en las reglas de un misterioso juego, parangón de
     las elites intelectuales de un mundo en decadencia.

    Esta novela es una experiencia lectora intensa, 
    turbadora, imponente. Por lo que dice, cómo lo
     dice, y lo que omite. Hesse la escribió hacia
     1940, en plena decadencia moral y social del
     mundo occidental en que vivía. Pero la
     transposición de su tesis es perfectamente 
    plausible al día de hoy, en que nuestro 
    mundo tecnológico, digital y global es 
    insensible al pensamiento crítico y a la 
    profundidad intelectual.

    La vida interior de Joseph Knecht, su protagonista,
     maestro del juego secreto, se nos revela en este libro para conformar 
    la armonía del saber complejo, adusto, pero siempre asombroso, de su autor.


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    Algunas de sus frases

    “Hay millones de facetas de la verdad, pero una sola verdad”.

    “Cuando alguien que de verdad necesita algo,
    lo encuentra, no es la casualidad quien lo procura, 
    sino él mismo. Su propio deseo y su propia 
    necesidad le conducen a ello”.

    “La vida de cada hombre es un camino hacia sí mismo, el intento de 
    un camino, el esbozo de un sendero”.

    “Cuando odiamos a alguien, odiamos en su imagen algo que está 
    dentro de nosotros”.

    “Cuando se teme a alguien es porque a ese alguien le hemos 
    concedido poder sobre nosotros”.

    “Hago mi camino cansado y polvoriento, y detenida y dudosa queda 
    tras de mí la juventud, que baja su hermosa cabeza y se niega a acompañarme”.

    “Hay quienes se consideran perfectos, pero es sólo porque exigen menos de sí mismos”.

    “La divinidad está en ti, no en conceptos o en libros”.

    “La belleza no hace feliz al que la posee, sino a quien puede amarla y adorarla”.

    “Hacer versos malos depara más felicidad que leer los versos más bellos”.

    “Lo blando es más fuerte que lo duro; el agua es más fuerte que la roca,
     el amor es más fuerte que la violencia”.

    “Alguno no llega jamás a ser hombre, y sigue siendo rana, ardilla u hormiga”.

    “La felicidad es amor, no otra cosa. El que sabe amar es feliz”.

    “Las palabras no sirven para explicar un sentido secreto”.

    “Si para divertirte necesitas el permiso de los demás, entonces eres 
    verdaderamente un pobre diablo”.

    Hermann Hesse, el hipersensible

    Quizás misógino, ciertamente introvertido, el nombre de Hermann Hesse está inevitablemente ligado a las primeras lecturas adolescentes. Pero, ¿aguanta lecturas posteriores o es mejor no torear la memoria? Hernán Caro intenta resolver esta pregunta desde Berlín.

    Hermann Hesse.

    2012/07/19

    POR HERNÁN D. CARO, BERLÍN.


    Los lectores mencionan su nombre y emiten un zumbido ambiguo que indica o bien una vaga nostalgia o el reproche por una vieja pasión adolescente. O ambos.
    Este año se conmemora el cincuenta aniversario de la muerte de Hermann Hesse (1877-1962), el escritor alemán más popular y sin duda más leído del siglo xx. ¿Y cómo no recordarlo? Casi todos los lectores lo veneraron durante la adolescencia. Aún más: los libros de Hesse —basta pensar en los idolatrados Siddhartha o El lobo estepario— son la puerta de entrada para muchos jóvenes al mundo de la literatura. Su obra ha sido traducida a más de sesenta idiomas y ha vendido más de ciento veinticinco millones de ejemplares. Gracias a las exposiciones y conferencias que este año se realizan en Alemania y en todo el mundo, a los incontables artículos y programas de radio que vendrán en las próximas semanas, y a dos biografías monumentales aparecidas en los meses pasados (Heimo Schwilk: La vida del jugador de los abalorios; Gunnar Decker: El caminante y su sombra), la cifra promete seguir en aumento. Así pues, en estos días el nombre de Hesse se escucha un poco más que de costumbre. Y acompañándolo invariablemente, también aquel zumbido ambivalente.
    Y es que la obra de Hesse ha tenido un destino peculiar. A pesar de su innegable peso literario y de su fama mundial, Hermann Hesse es reconocido por lo general como un escritor para adolescentes. Algo así como una novia de bachillerato, insólita, excitante e instructiva a los quince o dieciséis años, que uno abandona al entrar a la universidad para dedicarse a amores “más serios”. Como la literatura de Hesse, la experiencia de sus lectores también parece ser universal. El crítico literario alemán Volker Weidermann describe el proceso así: tras la primera lectura de Hesse “el entusiasmo nos paraliza, nos roba la conciencia o la eleva hasta esferas que uno ni siquiera sospechaba que existían… Más tarde muchos lectores se avergüenzan de este vértigo, tan pronto como intentan regresar a aquella emoción temprana con cabeza clara, estilística y cínicamente ilustrada, y fracasan”.
    ¿Cuáles son los motivos de esa fascinación juvenil? ¿Y qué nos puede decir Hesse hoy en día, cincuenta años después de su muerte, ahora que todos somos adultos maduros y sensatos?
    La clave para resolver esas preguntas se encuentra en la vida de Hesse y en la relación de esta con su obra. Hijo de misioneros evangélicos, Hermann Hesse nació el 2 de julio de 1877 en el pueblo de Calw, un pequeño mundo perfecto en el sur de Alemania. Descubrió muy pronto su talento literario (el padre era editor, la madre escribía poemas devotos), y junto con él un sentimiento que habría de acompañarlo toda la vida: el desasosiego. Tenía lo que se suele describir como un “carácter difícil”. A los quince años escapó del internado protestante de Maulbronn, al que regresaría una y otra vez en muchas de sus obras. Luego vinieron breves estadías en diferentes colegios, la depresión, el distanciamiento agresivo de sus padres y uno que otro intento de suicidio. Después de iniciar (e interrumpir) la formación como mecánico en 1894, Hesse trabajó en varios anticuarios, donde conoció la obra de los escritores románticos alemanes (una de sus principales influencias literarias) y empezó a publicar sus poemas. En 1904 apareció la primera novela importante, Peter Camenzind, el modelo de gran parte de sus libros posteriores. Es lo que se conoce como una bildungsroman (“novela de formación”) sobre un joven literato en crisis, en permanente búsqueda de sí mismo, que después de realizar una larga serie de viajes nerviosos por el mundo y dentro de sí mismo, regresa finalmente al lugar de donde partió, a cuidar de su padre e iniciar su obra literaria.
    Ese es el gran tema de Hermann Hesse: el alma inquieta al acecho de sí misma. De ahí que para muchos críticos Hesse tenga un tufillo de autoayuda. Pero qué se le va a hacer si, al fin y al cabo, de eso se trata: de espíritus rebeldes, sedientos de libertad, en búsqueda de la felicidad, sea lo que esta sea. Y si hay una misión en los libros de Hesse, es esa: intentar describir el camino.
    ¿Era Hesse feliz? El biógrafo Heimo Schwilk no duda un instante al responder esa pregunta: “No, yo no diría eso. Incluso diría lo contrario: para escribir Hesse necesitaba ser infeliz, el dolor. Un hipocondriaco que siempre intentaba escucharse a sí mismo. Era un hombre que siempre estaba a la fuga de su propio cuerpo, que trataba de salvarse también a través del ascetismo… Y alguna vez pudo reconocer que para él el caos espiritual y el dolor eran constitutivos para la escritura”. Por supuesto, aquel “caos espiritual” y, como también describe Schwilk la obsesión de Hesse, el proceso de “individuación radical”, tienen siempre un precio. En el caso de Hesse, ese precio lo pagaron especialmente sus mujeres. Con la publicación de Peter Camenzind se convirtió en un escritor celebrado. A medida que crecía la fama, también crecía en Hesse la necesidad de alejarse del mundo, de entregarse por completo a sus preguntas existenciales y artísticas. Pero claro, la búsqueda del hipersensible Hesse también era de amor o, al menos, de amparo. La historia de sus tres matrimonios (Hesse estuvo casado con Maria Bernoulli entre 1904 y 1924, con quien tuvo sus tres hijos; con Ruth Wenger entre 1924 y 1927; con Ninon Dolbin desde 1931 hasta su muerte) es así la crónica de cartas amorosas seguidas de largos silencios, de camas e incluso de casas separadas, de rechazos, disculpas y nuevos rechazos por parte del escritor, de retiros espirituales solitarios. Ante todo de eso: de soledad.
    Desde 1912 Hesse se estableció en Suiza, primero en Berna, luego en el cantón del Tesino, cerca de los Alpes suizos, en ambiente eremita. A partir de 1924 se hizo ciudadano suizo. Siempre mantuvo una actitud distante frente a Alemania y aunque expresó claramente su repudio del nacionalsocialismo, nunca se comprometió con las ideas políticas de las Alemanias Occidental ni Oriental. En 1946 le informaron que había ganado el Premio Nobel. Sus hijos, sus amigos, Thomas Mann, su esposa Ninon, todos estaban felices. Hesse, temeroso del diluvio de atención que le traería el premio, escribió en una carta: “Que el diablo se lleve este maldito asunto”. En sus últimos años Hesse, reumático, casi ciego y toda una leyenda en vida, intentaba detener las hordas de peregrinos con un aviso en el portón de su casa que decía “Por favor nada de visitas”. Y con todo lo neurótico y huraño, jamás dejó de responder todas las cartas (algunos días recibía ochenta) de sus lectores y admiradores, y de intentar darles algo de lo que ellos suponían que él había encontrado. Murió de una hemorragia cerebral el 9 de agosto de 1962, a los ochenta y cinco años. En 1933 había escrito en su diario: “En resumen, en teoría soy un santo que ama a todos los hombres, y en la práctica un egoísta, que quiere que lo dejen en paz”.
    En Alemania, Hesse es uno de los poetas más populares. Sus críticos no se cansan de repetir que también es uno de los más cursis. Y sin embargo, no hay alemán que no pueda recitar de memoria un par de versos del poema “Etapas” (1941), que habla de la “magia que vive en cada inicio”, y que año tras año es elegido como el más hermoso de la lengua alemana. Las tres mil reseñas que Hesse publicó durante su vida son una lección placentera de literatura universal (delPoema de Gilgamesh a El guardián en el centeno de Salinger, del Tao Te Ching de Laotsé al Principito de Saint-Exupéry, Hesse descubrió, leyó y comentó todo), así como la mejor escuela para críticos literarios. Hesse no reprueba. Contempla, informa y, donde es necesario, elogia. Sobre el arte de la crítica escribió: “Solo somos reales cuando afirmamos y reconocemos. Localizar ‘errores’, por más fino e intelectual que suene, no es un juicio, sino chisme”. En estas palabras está contenido mucho de lo que Hesse pensaba que debía ser el sentido de la literatura. Pero sin duda es en los cuentos y en las novelas donde mejor se manifiestan la personalidad agitada de Hesse y su convicción de que la labor del arte es ayudar a vivir (tanto al escritor como al lector).
    Las novelas de Hesse son exploraciones de sus angustias. Y en ningún otro lugar es más cierto que los héroes literarios son un solo retrato hecho desde distintas perspectivas, dibujado con diferentes colores, y que ese retrato es siempre de la misma persona: del autor. Bajo las ruedas (1906) narra cómo la disciplina y la ambición exageradas de padres y maestros logran exterminar la inocencia y vitalidad de un niño talentoso. En Demian (1919), Emil Sinclair relata su tormentoso —y al final esperanzador— proceso de maduración de la mano de un amigo sabio y demoniaco. Es otra novela de formación, de un espíritu roto en dos —por un lado el mundo cálido y armonioso de los padres, por el otro los apetitos oscuros y prohibidos—, que incluye el descubrimiento del alcoholismo temprano y de las pulsiones eróticas insatisfechas, y está lleno de referencias al simbolismo psicoanálítico de Jung. También Siddhartha (1922), en donde Hesse inventa a un Buda casi más profundo que el histórico, tiene como tema la sed de paz interior. La búsqueda del protagonista termina solo cuando este descubre al final de su vida que nuestros mejores maestros somos nosotros mismos. En un pasaje leemos: “La sabiduría no es comunicable. La sabiduría que un sabio intenta comunicar suena siempre como una tontería”. El lobo estepario (1927) describe el desgarramiento espiritual de Harry Haller, quien busca reconciliar una existencia sociable, burguesa y un tanto descomplicada, con una naturaleza solitaria y depresiva. Para Haller, el secreto de la unión de sus dos caras es el humor, lograr reírse de uno mismo (una virtud que curiosamente, según algunos críticos, le faltaba por completo a Hesse). Y la monumental obra final: El juego de los abalorios (1943), de síntesis imposible pues es todo: crítica del mundo moderno, censura del régimen nazi, una vez más relato del proceso vital del protagonista, el erudito célibe Josef Knecht, y una vez más la ilusión de encontrar la felicidad en la soledad y en la entrega al conocimiento.
    Más allá de las digresiones místicas de la literatura de Hesse, de lo ostentoso que su lenguaje pueda llegar a ser, de sus desaciertos (uno evidente es señalado por Weidermann: “Lo que más me choca de su obra es la completa ausencia de mujeres. El juego de los abalorios es, según creo, la única obra de la literatura universal en donde en más de seiscientas páginas no aparece ni una mujer…”); más allá de todo ello, los libros de Hesse son la historia vital de Hesse. Para bien o para mal, esa es la historia de un hombre que nunca dejó de ser un adolescente: de sentirse ajeno en un mundo de normas y compromisos y estructuras sociales y familiares que le resultaban demasiado estrechas, desoladoras y quizá incomprensibles. Un hombre que, como cualquier adolescente revoltoso, buscaba ser libre y, ante todo, ser fiel a sí mismo, sin saber muy bien, claro está, qué diablos significan esas palabras. Hesse mismo lo reconoce con toda la claridad de un quinceañero: “Yo simplemente quería tratar de vivir aquello que intentaba salir de mi interior”.
    No sorprende entonces que Hesse sea el “guía de la juventud”, como ya se lo conocía durante su vida. ¿Y qué es exactamente lo que nos dan sus obras cuando empezamos a leerlas en esa etapa esponjosa que es la pubertad? Bastaría recordar lo que sentimos cuando las leímos. Volker Weidermann lo comenta así: “Uno se siente reconocido, eso es lo estupendo. Y a fin de cuentas eso es lo que la literatura puede hacer: mostrarnos que no estamos solos en el mundo. Y es precisamente en la pubertad, cuando nos sentimos completamente inundados de sentimientos de extrañeza y aún no somos capaces de hablar de ello, de articularlo, que un libro como Narciso y Goldmundo es un shock y un acontecimiento”.
    Sigue abierta la pregunta de si Hesse tiene aún hoy algo que decirnos. ¿Pero cómo responder a eso si no con más preguntas?: ¿Quién puede decir que ha respondido y no olvidado todas las preguntas que tenía cuando empezó a hacerse preguntas? ¿Quién ha encontrado lo que buscaba?
    Heimo Schwilk es algo más explícito: “Estrictamente hablando, este carácter juvenil que Hesse irradia es relevante para cualquier adulto. Pues partir hacia el mundo, inventarse siempre de nuevo, buscarse y encontrarse una y otra vez, es una tarea que todo el mundo tiene por delante. Sin importar la edad… Y hay muchos libros de Hesse que trascienden la dimensión adolescente y que se ocupan de problemas muy reales que tienen las personas entre, digamos, treinta y cincuenta años, como el problema del matrimonio. Hesse estuvo casado tres veces, así que era bastante competente para hablar de los errores y las confusiones de la vida en pareja. Pienso por ejemplo en dos novelas no tan conocidas:Gertrud y Rosshalde, sobre la brecha entre la responsabilidad familiar y la libertad del escritor. Ahí Hesse es tan auténtico como en cualquier otro lugar”.
    Existe un autor cuyo destino es un tanto similar al de Hesse, aunque mucho más dramático: Jonathan Swift, quien escribió un libro antipático, Los viajes de Gulliver (1726), con el objetivo de injuriar a la humanidad y terminó convertido en un autor infantil. En 1945, justo después de la Segunda Guerra Mundial, Hesse escribió una reseña de esa obra. Allí examina la vida de Swift, repara en la paradoja, se pregunta sobre la actualidad de la novela. Y escribe, con palabras que bien podrían referirse a su propia obra: “En este libro hay algo atemporal, algo profundamente humano, que a todos nos concierne. Hoy tanto como entonces”.

    F. Scott Fitzgerald;agudo retratista de la alta sociedad estadounidense

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    F. Scott Fitzgerald - Francis Scott Fitzgerald
    (1896/09/24 - 1940/12/21)


    Escritor estadounidense






    Nació el 24 de septiembre de 1896 en Saint Paul (Minnesota). Su abuela murió ahorcada por complicidad en el asesinato del presidente Abraham Lincoln. Fue su padre un caballero del Sur arruinado, y su madre una católica descendiente de una acaudalada familia de origen irlandés.

    Matriculado en Princeton, abandonó su estudios universitarios (1917) para buscar la gloria en el ejército expedicionario estadounidense, que a la sazón combatía en la Gran Guerra Europea.

    En el ejército realiza el primer borrador de su novela, titulada en un principio "El egoísta romántico", que se publicó como A este lado del paraíso (1920) y que le hace un hombre rico. Se casa con Zelda Sayre. Integrante junto con William Faulkner y Ernest Hemingway de la terna que preside la novelística estadounidense del siglo XX, tal vez fuera Scott Fitzgerald el autor más típico de la Generación Perdida. De hecho, fue él quien la definió como aquella que había encontrado "todos los dioses muertos, las guerras combatidas y la fe en el hombre destruida". Hermosos y malditos (1922), que narra las ansiedades y disipaciones de una pareja de ricos, no resultó tan popular como la primera, pero sus relatos tuvieron un gran éxito y con ellos pudo pagarse el estilo de vida extravagante y lujosa junto a Zelda.

    De los más de 150 cuentos que escribió, se reunieron 46 en cuatro libros: Jovencitas y filósofos (1920), Cuentos de la edad del jazz (1922), Todos los hombres tristes (1926) y Toque de diana (1935). En el año 1924 los Fitzgerald viajan a la Riviera francesa. En cinco meses terminó El gran Gatsby (1925), donde se expone la persecución del éxito. Considerada como su gran obra maestra, se vendió mal.

    Su mujer estuvo hospitalizada periódicamente desde 1930 hasta su muerte en 1948 por problemas mentales, fue diagnosticada esquizofrénica en 1932, -moriría en 1948, durante el incendio de la clínica donde estaba confinada-, y Francis nadaba en el alcoholismo, pero a pesar de todo continuó escribiendo sobre todo para revistas. Hasta el año 1934 no se publica su cuarta novela, Suave es la noche, un relato basado en su vida con Zelda. Su escasa repercusión le produce una crisis, que narra en los ensayos de El crack-up (1945). Al final de su vida, Fitzgerald vendió guiones a Hollywood para sobrevivir. Se enamoró de la columnista de chismes cinematográficos Sheila Graham.

    El 21 de diciembre de 1940, alcoholizado y exhausto, F. Scott Fitzgerald muere en Hollywood, California, frente a la máquina de escribir.

    Meses después aparece "El último magnate". Muchos de sus biógrafos quieren ver en esta novela inacabada su testamento, pues lo que en ella narra es la derrota. A la muerte del escritor, su cuerpo fue trasladado en ferrocarril para ser enterrado en Saint Mary junto a su familia paterna, pero la oposición de la jerarquía católica, a causa de la condición de no practicante de Fitzgerald, le obligó a un largo exilio en el cementerio civil de Rockville. Escritor exquisito y amante del lujo, Scott Fitzgerald yace en un pequeño cementerio rodeado por centros comerciales, donde el ruido incesante de un cruce de autopistas ha sustituido al "jazz" que pone fondo a sus novelas. Una cita de su "Gran Gatsby", que puede leerse sobre su tumba y la de su mujer, Zelda Sayre, es lo único que queda de aquellos elegantes y decadentes años 20 en este camposanto católico de la iglesia Saint Mary de Rockville (Maryland).

    Portada original de 'El gran Gatsby', publicada en 1925

    El gran Gatsby nunca deja de enamorarnos

    Por CLARA SÁNCHEZ. 

    Francis Scott Fitzgerald decía que la vida es un asunto romántico y por eso seguramente logró maravillarnos con uno de los personajes más perdedores y al mismo tiempo más triunfadores y soñadores que ha dado la literatura por libros como 'El gran Gatsby'. Jay Gatsby es el nuevo héroe del siglo XX, hecho a sí mismo sin demasiados escrúpulos. Es un fronterizo, un aventurero, pero también un romántico, alguien capaz de arriesgarse hasta las últimas consecuencias por ir detrás de un simple brillo. Y ese brillo es Daisy Buchanan, traslúcida como la ternura, bella como sus vestidos, su casa y su hijita, y tan aparentemente frágil como los diamantes. En medio del calor del verano derrama su mirada lánguida sobre un Gatsby que acaba de salir de las tinieblas con una deslumbrante mansión, buenos trajes, champán, coches, flores, con todo lo que hace juego con la risueña voz de Daisy "llena de dinero". Pero la distancia es abismal, una profunda herida, porque Daisy y su marido respiran un dinero tan antiguo como el fondo de los mares y no recién llegado como el de Gatsby. La novela se publicó en 1925, en el optimista y alegre corazón de la era del jazz, en que "un centenar de pares de zapatos de plata y oro levantaban un polvo luminoso". Desolada, irónica, poética, cruel, tierna y hermosa hasta lograr hacer de la frivolidad y de las enormes gafas del doctor T.J. Eckleburg dos trágicos referentes de la vida contemporánea. También Scott Fitzgerald tenía algo de su personaje. A los veinticinco años ya era un escritor de éxito y, sin embargo, se dejó devorar por la euforia del tiempo que le tocó vivir, por su mundo, por sus sueños.
    http://elpais.com/elpais/2013/05/14/fotorrelato/1368546567_791563.html#1368546567_791563_1368547642


    Del amor

     24 SEP 2012 - 

  • ¿Y qué decir del amor por un país extranjero? Parece una especie de nacionalismo al revés: lo Distinto encanta, lo Idéntico aburre, lo Otro exalta… Llevo años enamorándome de lo extraño, y este septiembre no ha sido la excepción: septiembre viajero en el que vi lugares foráneos, mientras releía a fondo El gran Gatsby (Anagrama), gran historia de amor.
    "A mí me habían invitado de verdad", dice en ella Nick Carraway, el narrador. Y ahora juraría que, como si se tratara de un lugar foráneo, es la propia novela de Scott Fitzgerald la que me invita a hablar aquí del amor. En ella hay una frase bien extraña que recientemente comentó con agudeza Siri Hudvest en Una súplica para Eros (Circe): aparece en la escena en la que Carraway, a petición de Gatsby, ha invitado a Daisy a su casa para que así los antiguos amantes se reencuentren; cuando eso ocurre y Nick les quiere dejar solos, ellos se resisten a que se vaya. "Tal vez mi presencia les hacía sentirse más satisfactoriamente solos", escribe Nick.
    ¿Qué puede significar ese "satisfactoriamente"? Para Hudvest expresa la idea de que el amor, para existir, necesita ser visto. Posiblemente, una pareja la componen tres personas. Y quizás estar enamorado sea un estado tan inenarrable que solo un testigo pueda transformarlo en creíble, real.
    Es sinónimo de incendio y noche rusa, pero también de absurdo y, por supuesto, de humor
    El amor, está claro, es el único sentimiento que introduce la idea del otro, el único que nos permite escapar de la trampa de la identidad propia, de lo neuróticamente abocado a uno mismo. ¿Será verdad que uno está enamorado cuando se da cuenta de que otra persona es única? Aquí no sabría qué decir. ¿Y es cierto que solo nos atraen las historias de amor infelices? A esto puedo responder que se trata de un tópico que desmontan novelas como Ada o el ardor, de Nabokov, donde sin cesar los enamorados son inteligentes y, encima, desenfrenadamente felices, y nosotros leemos la historia con notable entusiasmo. ¿O no?
    ¿Amor y belleza son conceptos idénticos? Quizás sí, pero tampoco está tan claro. Stendhal, por ejemplo, viaja por Italia y se enamora de ese país con tal fuerza que su coup de foudre adopta el rostro de una actriz que canta en Ivrea el Matrimonio secreto de Cimarosa; esta actriz tiene un diente delantero roto, pero la verdad es que eso importa poco para elcoup de foudre. ¿O no nos acordamos ya de que Werther se enamora de Carlota, entrevista por una puerta mientras corta rodajas de pan para sus hermanitos, y esa primera visión, aunque trivial, le conduce a la más fuerte de las pasiones y al suicidio?
    Me atasco de pronto —el amor es un gran atasco, decía Chesterton— y acabo volviendo a Daisy y Gatsby, a los que evoco sentados en los escalones de la casa de su amigo Carraway, vigilados estrecha y "satisfactoriamente" por este, que sigue las instrucciones de Daisy, que le ha pedido que esté bien atento, "por si hubiera un incendio o una inundación".
    ¿Una novela leída recientemente y que me haya emocionado? Sin duda,Hace cuarenta años, de Maria Van Rysselberghe (Errata Naturae). ¿De qué personaje de ficción estuve enamorado? De Aida (Claudia Cardinale) bajando las escaleras en La chica con la maleta de Valerio Zurlini. Y de Anna Karenina, por supuesto. Inolvidable Anna en el tembloroso tren, leyendo una novela inglesa con una pequeña linterna que sujeta en el brazo de su butaca. En un vagón cercano viaja Vronsky, pero ella no lo sabe todavía. Es una escena extraordinaria de la gran literatura: Anna, la novela y la linterna, el iluminado tren cruzando la noche rusa, la conmovedora vida en movimiento.
    Amor es sinónimo de incendio y noche rusa, pero también de absurdo y, por supuesto, de humor. Juan Marsé recordaba el otro día una réplica enPasión de los fuertes, de John Ford, con Henry Fonda en este diálogo:
    —Y tú, Mac, ¿nunca has estado enamorado?
    —No, yo he sido camarero toda mi vida.
    www.enriquevilamatas.com
    Bibliografía:

    Novelas

    A este lado del paraíso (This Side of Paradise) (1922)
    Hermosos y malditos (The Beautiful and Damned) (1922)
    El gran Gatsby, (The Great Gatsby) (1925)
    Suave es la noche, (Tender Is the Night) (1934)
    El último magnate, (The Last Tycoon) (1942)

    Cuentos, novelas cortas, testro y ensayos:

    Flappers y filósofos o Jovencitas y filósofos, (Flappers and Philosophers) (1920)
    Bernice a lo garçon o Berenice se corta el pelo (Bernice Bobs Her Hair) (1920)
    Cabeza y hombros (Head and Shoulders) (1920)
    El palacio de hielo, (The Ice Palace) (1920)
    Día de mayo (May Day) (1920)
    El pirata de la costa, The Offshore Pirate (1920)
    El curioso caso de Benjamin Button (The Curious Case of Benjamin Button) (1921)
    El diamante tan grande como el Ritz , The Diamond as Big as the Ritz (Novela corta, 1922)
    Cuentos de la edad del jazz, (Tales of the Jazz Age) (1922)
    Sueños de invierno (Winter Dreams) (1922)
    Dados, nudillos de hierro y guitarra (Dice, Brassknuckles & Guitar) (1923)
    Todos los hombres tristes, (All the Sad Young Men) (1926)
    The Freshest Boy (1928)
    Crazy Sunday (1932)
    A New Leaf (1931)
    The Fiend (1935)
    Toque de Diana (Taps at Reveille) (1935)
    Regreso a Babilonia (Babylon Revisited and Other Stories) (1931)
    Historias de Patt Hobby (The Pat Hobby Stories) (1962)
    Los relatos de Basil y Josephine (The Basil and Josephine Stories) (1973)
    The Short Stories of F. Scott Fitzgerald (1989)
    The Bridal Party
    The Baby Party
    Los vegetales, o de presidente a cartero (The Vegetable, or From President to Postman), obra de teatro (1923)
    El crack-up (The Crack-Up) (ensayos e historias, 1945)


    La condición humana, de André Malraux

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    Personaje contradictorio, amante del oropel y los himnos, gran escritor, André Malraux vivió con inusitada fuerza el siglo xx. En 1996, a raíz de su ingreso al Panteón, se desató una cacería en su contra liderada por el pensamiento políticamente correcto. Este es un alegato a favor del aventurero parisino.
    Noviembre 2010 

    Cuando, en noviembre de 1996, el gobierno francés decidió trasladar al Panteón los restos de André Malraux, como contrapunto a los homenajes montados en su honor por el presidente Jacques Chirac y sus partidarios, una severísima reacción crítica de su obra tuvo lugar en Estados Unidos y en Europa. Una revisión que, en algunos casos, consistió en un linchamiento literario. Véase, como ejemplo, el feroz artículo en The New York Review of Books –barómetro de la corrección política intelectual en el mundo anglosajón– de una pluma tan respetable como la de Simon Leys. De creerles a él y otros críticos, Malraux fue un escritor sobrevalorado, mediocre novelista y ensayista lenguaraz y jactancioso, de estilo declamatorio, cuyas delirantes 
    afirmaciones históricofilosóficas en sus ensayos estéticos representaban un fuego de artificio, el ilusionismo de un charlatán.

    Discrepo de esa injusta, y, creo, prejuiciada visión de la obra de Malraux. Es verdad, había en él cierta predisposición a la palabrería de lujo –vicio congénito a la tradición literaria francesa–, y, a veces, en sus ensayos sobre el arte, incurrió en el efectismo retórico, la tramposa oscuridad (como muchos de sus colegas, por lo demás). Pero hay charlatanes y charlatanes. Malraux lo fue en la más alta acepción posible de ese lucimiento retórico, con una dosis tan potente de inteligencia y cultura que, a menudo, en su caso el vicio mudaba en virtud. Aun cuando no dijera nada la tumultuosa prosa que escribía, como ocurre en páginas de Las voces del silencio, lo decía con tanta belleza que ese vacío enredado en palabras resultaba subyugante. Pero si, como crítico, pecó a veces de palabrería, como novelista fue un modelo de eficacia y precisión. Entre sus novelas, figura una de las más admirables de este siglo: La condición humana (1933).
    Desde que la leí, de corrido, en una sola noche y, por un libro de Pierre de Boisdeffre, conocí algo de su autor, supe que la vida que hubiera querido tener era la de Malraux. Lo seguí pensando en los años sesenta, en Francia, cuando me tocó informar como periodista sobre los empeños, polémicas y discursos del Ministro de Asuntos Culturales de la Quinta República, y lo pienso cada vez que leo sus testimonios autobiográficos o las biografías que, luego de la de Jean Lacouture, han aparecido en los últimos años con nuevos datos sobre su vida, una vida tan fecunda y dramática como la de los grandes aventureros que fraguó.
    Soy también fetichista literario y de los escritores que admiro me encanta saberlo todo: lo que hicieron, lo que no hicieron, lo que les atribuyeron amigos y enemigos y lo que ellos mismos se inventaron, a fin de no defraudar a la posteridad. Estoy, pues, colmado con la fantástica efusión pública de revelaciones, infidencias, delaciones y chismografías que en estos momentos robustecen la ya riquísima mitología de André Malraux, quien, como si no hubiera bastado ser un sobresaliente escribidor, se las arregló, en sus 75 años de vida (19011976), para estar presente, a menudo en roles estelares, en los grandes acontecimientos de su siglo –la Revolución china, las luchas anticolonialistas de Asia, el movimiento antifascista europeo, la guerra de España, la resistencia contra el nazismo, la descolonización y reforma de Francia bajo De Gaulle– y dejar una marca en el rostro de su tiempo.
    Fue compañero de viaje de los comunistas y nacionalista ferviente; editor de pornografía clandestina; jugador a la Bolsa, donde se hizo rico y arruinó (dilapidando todo el dinero de su mujer) en el curso de pocos meses; saqueador de estatuas del templo de Banteal Sreï, en Camboya, por lo que fue condenado a tres años de cárcel (su precoz prestigio literario le ganó una amnistía); conspirador anticolonialista en Saigón; animador de revistas de vanguardia y promotor del expresionismo alemán, del cubismo y de todos los experimentos plásticos y poéticos de los años veinte y treinta; uno de los primeros analistas y teóricos del cine; testigo implicado en las huelgas revolucionarias de Cantón del año 1925; gestor y protagonista de una expedición (en un monomotor de juguete) a Arabia, en busca de la capital de la Reina de Saba; intelectual comprometido y figura descollante en todos los congresos y organizaciones de artistas y escritores europeos antifascistas en los años treinta; organizador de la escuadrilla España (que después se llamaría André Malraux) en defensa de la República, durante la Guerra Civil española; héroe de la Resistencia francesa y coronel de la Brigada AlsaciaLorena; colaborador político y ministro en todos los gobiernos del general De Gaulle, a quien, desde que lo conoció en agosto de 1945 hasta su muerte, profesó una admiración cuasi religiosa.
    Esta vida es tan intensa y múltiple como contradictoria, y de ella se pueden extraer materiales para defender los gustos e ideologías más enconadamente hostiles. Sobre lo que no cabe duda es que en ella se dio esa rarísima alianza entre pensamiento y acción, y en el grado más alto, pues quien participaba con tanto brío en las grandes hazañas y desgracias de su tiempo, era un ser dotado de lucidez y vigor creativo fuera de lo común, que le permitían tomar una distancia inteligente con la experiencia vivida y trasmutarla en reflexión crítica y vigorosas ficciones. Un puñado de escritores contemporáneos suyos estuvieron, también, como Malraux, metidos hasta el tuétano en la historia viviente: Orwell, Koestler, T.E. Lawrence. Los tres escribieron admirables ensayos sobre esa actualidad trágica que absorbieron en sus propias vidas hasta las heces; pero ninguno lo hizo, en la ficción, con el talento de Malraux. Todas sus novelas son excelentes, aunque a La esperanza le sobren páginas y a Los conquistadoresLa vía real y El tiempo del desprecio les falten. La condición humana es una obra maestra, digna de ser citada junto a las que escribieron Joyce, Proust, Faulkner, Thomas Mann o Kafka, como una de las más fulgurantes creaciones de nuestra época. Lo digo con la tranquila seguridad de quien la ha leído por lo menos media docena de veces, sintiendo, cada vez, el mismo estremecimiento agónico del terrorista Tchen antes de clavar el cuchillo en su víctima dormida y lágrimas en los ojos por el gesto de grandeza final de Katow, cuando cede su pastilla de cianuro a los dos jóvenes chinos condenados, como él, por los torturadores del Kuomintang, a ser quemados vivos. Todo es, en ese libro, perfecto: la historia épica, sazonada de toques románticos; el contraste entre la aventura personal y el debate ideológico colectivo; las psicologías y culturas enfrentadas de los personajes y las payasadas del barón de Clappique, que pespuntan de extravagancia y absurdo –es decir, de imprevisibilidad y libertad–, una vida que, de otro modo, podría parecer excesivamente lógica; pero, sobre todo, la eficacia de la prosa sincopada, reducida a un mínimo esencial, que obliga al lector a ejercitar su fantasía todo el tiempo para llenar los espacios apenas sugeridos en los diálogos y descripciones.
    La condición humana está basada en una revolución real, que tuvo lugar en 1927, en Shanghái, del Partido Comunista chino y su aliado, el Kuomintang, contra los “señores de la guerra”, como se llamaba a los autócratas militares que gobernaban esa China descuartizada, en la que las potencias occidentales habían obtenido, por la fuerza o la corrupción, enclaves coloniales. Esta revolución fue dirigida por un enviado de Mao, Chou Enlai, en quien está inspirado, en parte, el personaje de Kyo. Pero, a diferencia de este, Chou Enlai no murió cuando, luego de derrotar al gobierno militar, el Kuomintang de Chiang Kaishek se volvió contra sus aliados comunistas y, como describe la novela, los reprimió con salvajismo; consiguió huir y reunirse con Mao, a quien acompañaría en la Gran Marcha y secundaría como lugarteniente el resto de su vida.

    ANDRÉ MALRAUX: LA CONDICIÓN HUMANA (CLÁSICOS DEL SIGLO XX)

    La condición humana, galardonada con el premio Goncourt, significó la consagración como escritor de André Malraux. La crítica todavía utiliza el título de la novela para designar al grupo de escritores que irrumpieron en el panorama literario francés a principios de los años 30. Dentro de esa generación, se encontraban autores como Céline, Bernanos, Saint-Exupéry, Montherlant y Aragon. Las diferencias ideológicas que separan a unos de otros no impiden que todos en conjunto representen un cambio radical en la forma de concebir la novela como género. Por esas fechas, la creación literaria tenía como modelo los cánones establecidos por Gide y Proust, pero en un siglo dominado por las revoluciones políticas y las transformaciones sociales se imponía otro tipo de escritura. La introspección psicológica y la reflexión sobre el hecho artístico parecían caminos agotados. La exploración del inconsciente y el análisis de la realidad política se convertirían en los nuevos temas, ampliando el horizonte de un género en perpetua transformación. La condición humana surge al hilo de esta tendencia. En ella, Malraux reflexiona sobre la revolución,el compromiso político, el erotismo, la muerte.
    La trama de La condición humana transcurre en Shanghai en 1927 y narra los enfrentamientos entre los comunistas y las tropas del Kuomintang. La controversia ideológica y la aventura romántica se conciertan para producir personajes complejos, creíbles (Chen, Gisors o el ruso Katow) y momentos de una dolorosa intensidad: la imagen inicial de Chen rasgando la muselina de un mosquitero para clavar su cuchillo en el vientre de un enemigo dormido, la espeluznante escena en la que los soldados de Chan Kai-shek arrojan vivos al fuego de una caldera a los prisioneros comunistas, la muerte de Chen, el activista político que no desea desprenderse de su malestar interior,  pues alimenta su determinación de luchar hasta el final.
    Chen refleja todas las contradicciones de la violencia política. Se lamenta de su soledad, pero es incapaz de sentir amor. Cuando otro personaje le pregunta qué sintió después de consumar su primera relación sexual, Chen contesta que “orgullo”, cerrando los dedos con crispación. “¿De ser un hombre?”,  pregunta el otro. “De no ser una mujer”, responde Chen con desprecio. Chen no aspira a la gloria ni a la felicidad: sólo desea la muerte, porque representa la culminación de su compromiso revolucionarioa. La angustia de no ser más que un hombre le empuja a la violencia: “es preciso que algo sea seguro y matar lo es”. Al igual que otros activistas políticos, Chen desecha las dudas y sólo se alimenta de certezas. Forma parte de un grupo “unido en una estrecha colectividad trágica”. Ante la interrogación de un pastor protestante que le pregunta si ha recuperado la fe perdida, contesta que no busca la felicidad. El religioso le recuerda que también existe la paz. “No. Para mí, no. Además,  yo no busco la paz. Busco… lo contrario”. Al activista político le mueve la sed de absoluto; por eso, tiene “algo de loco, pero también algo de sagrado: lo que siempre tiene de sagrado la presencia de lo inhumano”. Cuando más adelante uno de sus camaradas le pregunta si ha hecho de la violencia una especie de religión, Chen replica que para él la destrucción no es una religión, sino el único medio de poner fin a la incesante búsqueda de principios y deberes. La violencia es algo concreto que borra cualquier incertidumbre. Chen es como “una luciérnaga que segrega su propia luz, en la cual se va a destruir…”. Tal vez, el hombre mismo no sea otra cosa. La violencia política refleja el lado más sobrecogedor de la condición humana. “Siempre encuentra uno el espanto en sí mismo -señala Chen. -Basta con buscarlo lo suficientemente profundo”. 
    La idea de la soledad y de comunión con otros hombres recorre toda la novela. Kyo intenta escapar al vacío mediante el erotismo y la acción política. Todo resulta más sencillo cuando uno no se encuentra solo. Incluso la muerte toma otro aspecto. En cambio, nada resulta más atroz que verse obligado a buscar refugio en uno mismo. La muerte de Katow -un comunista ruso que lucha con sus camaradas chinos- responde a la necesidad de romper ese aislamiento. Katow cede su cápsula de cianuro a dos prisioneros condenados a morir en la caldera de un tren, ardiendo como teas. Aunque le aguarda la misma suerte, prefiere una muerte horrible al espantoso suplicio de sentirse cercado por la soledad. La solidaridad con otros hombres y otras mujeres es más fuerte que la muerte y sólo ella puede vencer el sentimiento de soledad y desamparo.
    El viejo Gisors -una especie de monje entregado a la contemplación- tiene la convicción de que “todos sufren y cada uno sufre porque piensa. En el fondo, el espíritu del hombre no piensa más que en lo eterno, y la conciencia de la vida no puede ser más que angustia. No hay que pensar en la vida con la imaginación, sino con el opio. ¡Cuántos sufrimientos, esparcidos en esta luz, desaparecerían, si desapareciese el pensamiento!”. El sufrimiento es inherente a la naturaleza humana, pues “es muy raro que un hombre pueda aceptar su condición de hombre”. Oriente combate esta paradoja mediante el opio y el hachís; Occidente se refugia en el amor. “Quizá el amor sea -reflexiona Gisors- el medio que emplea el occidental para emanciparse de su condición de hombre”. El barón de Clappique -un aristócrata extravagante y algo absurdo atrapado por la guerra en una trama que le desborda- combina el sexo y las drogas en un esfuerzo desesperado por ignorar la vida y oscurecer la conciencia. Chen resuelve el conflicto mediante el odio y la destrucción.
    En La condición humana, Malraux se enfrenta a la angustia planteada por los existencialismos (Sartre, Camus, Heidegger) con un escepticismo desesperanzador. A pesar de su participación en la guerra civil española y en la Resistencia antifascista, Malraux no aprecia en la militancia política la fuerza capaz de redimir al ser humano de su soledad existencial. La finitud nos limita de forma terrible. El ser humano necesita toda una vida para adquirir a un conocimiento imperfecto de sí mismo y de los demás, pero cuando llega a ese estado sólo le queda morir. Saber que puede escoger el suicidio y rehusar no alivia su imperfección ontológica. Implicarse en la lucha política no resuelve su inevitable disolución en el no-ser. Buscar la existencia auténtica y la muerte propia, no mitiga nuestra inquietud ante la perspectiva de desaparecer como individuos. Para Malraux, el ser humano no es el testigo ontológico de la verdad. El ser humano sólo es el testigo de una dolorosa impotencia: saber que va a morir y no poder hacer nada para evitarlo. Saber que muere y que la muerte es el umbral de un vacío desolador. Ionesco afirmó que le faltaba audacia para creer en el más allá. Tal vez la perspectiva de la resurrección no sea tan ingenua. Tal vez es la única forma de plenitud y victoria que pueden soñar los olvidados de la historia.
    RAFAEL NARBONA
    La condición humana (fragmento)

    ¿Intentaría Chen levantar el mosquitero? ¿Golpearía a través de él? La angustia le retorcía el estómago. Conocía su propia firmeza, pero sólo era capaz, en aquel instante, de pensarlo con el embrutecimiento, fascinado por aquel montón de muselina blanca que caía desde el techo sobre un cuerpo menos visible que una sombra y de donde emergía sólo aquel pie medio inclinado por el sueño, vivo, no obstante, de la carne del hombre. La única luz procedía del building vecino; un gran rectángulo pálido de electricidad, cortado por los barrotes de la ventana, uno de los cuales rayaba el lecho precisamente por debajo del pie, como para acentuarle el volumen y la vida. Cuatro o cinco claxons sonaron a la vez. ¿Descubierto? ¡Combatir, combatir con enemigos que se defienden, con enemigos despiertos, qué liberación!
    La ola de estruendo decreció: algún estrépito de carruajes -todavía había estrépito de carruajes allá, en el mundo de los hombres...-. Volvió a verse frente a la gran mancha blanca de la muselina y del rectángulo de luz, inmóviles en aquella noche en que el tiempo había dejado de existir.
    Se repetía que aquel hombre debía morir. Tontamente, porque él sabía que lo mataría, capturado o no, ejecutado o no, poco importaba. Sólo existía aquel pie, aquel hombre al que debía herir sin que se defendiese, porque, si llegara a defenderse, llamaría. 
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    'Justine', de Lawrence Durrell y Dossier sobre Lawrence Durrell

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    'Justine', de Lawrence Durrell

    Una de las más brillantes novelas eróticas, en la colección de libros de EL PAÍS


    Hay amistades que pueden llegar a ser esenciales en la vida y en la obra de una persona. Es el caso de Lawrence Durrell. Este británico nacido en 1912 en Jullundur, en India, donde su padre trabajaba como ingeniero, conoció en París a los 25 años de edad a una pareja de escritores que, sin duda, influyeron decisivamente en su vocación literaria. Se llamaban Henry Miller y Anaïs Nin. Un año después, en 1938, Lawrence Durrell publicaba bajo el patrocinio de sus amigos El libro negro. Fue el principio de una larga y brillante obra que alcanzó su cumbre con la publicación deJustine, la novela que podrá comprar mañana por 1 euro quien adquiera el diario EL PAÍS, y que, con la posterior publicación de Balthazar, Mountolive y Clea, formó El cuarteto de Alejandría, su obra maestra. Desde 1957, año en que apareció Justine y en la que su protagonista se encargará de buscar el placer como forma plena de aprendizaje, Lawrence Durrell entró a formar parte del selecto Olimpo de la literatura erótica del siglo XX, privilegiado lugar en el que ya estaban sus grandes amigos Henry Miller y Anaïs Nin. Tres miradas, sensibilidades y estilos distintos que comparten una misma convicción vital y un anhelo literario común: la celebración de los placeres de la carne.


    (Eve Cohen, Lawrence Durrell's second wife, and the muse for Justine)



    Gerry y Larry

    Gerald Durrell, el hermano menor de Lawrence, fue un famoso naturalista bendecido por un carácter jovial y un sentido del humor afilado y socarrón.
    Fue su hermano mayor, conocido en familia como Larry, quien le animó a trasladar al papel su pasión por los animales. El resultado último fueron más de 40 obras traducidas a más de 30 idiomas. Los dos hermanos, Gerry y Larry, se dedicaron durante los últimos años de su vida a fingir una rivalidad literaria ante la prensa que no lograba ocultar el enorme cariño que sentían el uno por el otro.
    El libro más famoso de Gerald Durrell, Mi familia y otros animales, es una crónica sobre los años que pasaron en Corfú en la que mezcla realidad y ficción. Lawrence aparece allí como un joven glotón, bebedor, neurótico y algo cínico, capaz de bromas como ésta: "Yo conocía a un artista que se cayó de una escalera, se rompió la espalda y estuvo andando como si tal cosa una semana hasta que se dieron cuenta", comenta en el libro. "¡Caray! ¿Y qué pasó luego?", le preguntan. "Se murió", concluyó Lawrence.






    Justine, de Lawrence Durrell

    Por Javier Aparicio Maydeu

    Octubre 2007 | 


    Edhasa reedita Justine en su colección Diamante, la que alberga los sesenta títulos más emblemáticos de su catálogo, entre los que la obra más aplaudida de Durrell –primer volumen de su legendaria tetralogía Cuarteto de Alejandría: Justine (1957), Balthazar (1958), Mountolive(1958) y Clea (1969)–, destaca por ventas, por número de reimpresiones en distintos formatos y por la calidad de la traducción de Aurora Bernárdez, que a un tiempo ensalza la densidad lírica y la fastuosa imaginería del texto y redime al lector de la insoportable y gravedosa retórica de algunos pasajes de la novela que, por otra parte y como sucede en las demás obras del ciclo, encarna en forma de epígono buena parte de las virtudes de la vanguardia narrativa, comenzando por esa poética caleidoscópica que presenta perspectivas distintas de un mismo haz de personajes y de acontecimientos que los envuelven. Si por un lado elCuarteto es repetitivo, pues explica n veces lo que sucede una sola vez debido al cambio de punto de vista (“si algunos personajes tienden a ser peleles es porque estoy tratando de iluminarlos desde diferentes ángulos”, se excusaba Durrell en una entrevista a The Paris Review), enJustine, como en las demás novelas, el autor británico fragmenta el status emocional de sus personajes como si lo descompusiese en un cuadro de Georges Braque o en un espejo múltiple, analizándolo de forma obsesiva y laberíntica de la mano de merodeos y de coquetas complacencias verbales y asimismo conceptuales, circunstancia que, unida a la querencia filosófica de su prosa, le advierte al lector de estar enfrentándose a una obra compleja que se muestra realista o tradicional sólo en apariencia. También resultan deudas contraídas con la vanguardia las audaces imágenes nacidas del futurismo tecnófilo y de la irracionalidad surrealista (puesta de manifiesto en la fantasía sexual de Justine o en los delirios oníricos y las alucinaciones de Nessim, acomodados en un universo freudiano que adopta formas que satisfarían sin duda a Marcel Duchamp). Durrell, aventajado lector de Henry Miller, le rinde una suerte de velado homenaje tiñendo las páginas de Justine de un hedonismo libertino inspirado por la Justine del Marqués de Sade, que va convirtiendo la novela en una enredada madeja de amoríos cruzados y de sexo sórdido a la vez que trascendido por bizantinas disquisiciones. Recorre la novela un paganismo frío que corre parejo a un erotismo picassiano, cinético y bíblico (“Desnudos, riendo, chapotearon en el agua tomados de la mano hasta entrar en el mar helado. Era como la primera mañana del mundo”), en el que sobre todo se relee al Miller del Trópico de cáncer, “La carne despierta. De noche una prostituta borracha camina por una calle oscura. Los cuerpos hoscos de los jóvenes inician la caza de una desnudez cómplice”. Ecos de Al faro de Virginia Woolf en el párrafo inicial y de la obra entera de la autora de La señora Dalloway en la comunión de la naturaleza y de la ciudad con el estado anímico de los protagonistas: “somos hijos de nuestro paisaje. Nos dicta nuestra conducta en la medida en que armonizamos con él”, proclama Darley.Justine abre de par en par las puertas de la ciudad de Alejandría, iluminada en cada página como el Dublín de Joyce, el Berlín de Döblin o el Nueva York de Dos Passos, una tradición del modernism a la que contribuye Durrell con su ciudad egipcia convertida en una cornice o en la escenografía que arropa al amor saliendo a escena a causar estragos irreparables en las vidas de Darley, Melissa, Justine y Nessim, unidas en una danza agorera y extenuante por el amor que las truncará. La propia prosa abigarrada de Durrell sale a la escena de la novela, su obra entera tiene un aire teatral, se exhibe en el escenario de la página, se gusta. Una atmósfera proustiana, el exotismo del espacio narrativo del que tanto fruto extrajo E. M. Forster.

    Justine es narrativa de vanguardia après la lettre, efectivamente. ¿Acaso no es vanguardista su narrador autoconsciente Darley, profesor y escritor que narra su historia mirando de reojo al lector por medio de una retórica del apóstrofe constante? ¿No remite a Proust su empleo poderoso de la primera persona al servicio de la más meticulosa introspección, del tiempo suspendido en la memoria (“Esos momentos son los que colman al escritor […] y perduran para siempre. Podemos evocarlos cuantas veces queramos o utilizarlos como fundamento para construir esa parte de la vida que es la tarea de escribir”)? A Darley le halaga la impostura literaria, detiene su discurso para justificarlo, afila el lápiz con el que escribe las palabras, se escucha escribiendo. De ahí el manierismo de sus descripciones plásticas (“en verano había un tenderete abigarrado donde a ella le gustaba saborear tajadas de sandía y sorbetes de colores brillantes”), su codicia lingüística (tiene párrafos, reconozcámoslo, de lo que a Marsé le gusta llamar “prosa de sonajero”) y su sofisticada imaginería (“yace Melissa respirando levemente, como una gaviota, mecida por los esplendores oceánicos de una lengua que no conocerá jamás”).

    La belleza de sus palabras, la maravilla de la proximidad física que procura su talento para las imágenes y el ardor con el que Darley refleja en su relato el deletéreo poder de la pasión amorosa que Justine le inyecta a su vida son capaces de mitigar la irrefrenable inclinación de Durrell hacia la grandilocuencia, y su no menos palmaria vocación narcisista. Justine abre la fruta madura del Cuarteto de Alejandría, una de las obras imperfectas más perfectas de la narrativa de la segunda mitad del veinte. ~

    Esta mujer de asombrosa belleza, Eve Cohen, fue la modelo para Justine.

    JUAN LUIS PANERO 9 NOV 1990



    Mito literario


    Misteriosa y extraña es la vida. Ayer por la noche, una semana después de la muerte de mi madre, estaba hojeando su libro de memorias Espejo de sombras y me detuve en la página donde habla de nuestro viaje a Alejandría, en el ya remoto verano de 1965.Allí menciona el Cuarteto de Alejandría y afirma que pocas ciudades le han parecido tan hermosas. Doce horas después me llamaban para comunicarme que Lawrence Durrell había muerto.
    Yo descubrí a Durrell un año antes, gracias a una amiga inglesa que me prestó el primer -y para mí el mejor- volumen del Cuarteto, Justine. Pocas veces la evocación poética de una ciudad, de un mundo desaparecido y de los seres que lo poblaron alcanza al mismo tiempo tanta fuerza narrativa. Es decir, ese justo y milagroso equilibrio entre la poesía y la narración que apreciamos también en otras grandes novelas contemporáneas como La muerte de Virgilio de Broche, Bajo el volcán de Lowry, o Pedro Páramo de Rulfo.
    Pero en las páginas de Justine además de descubrir al poeta Lawrence Durrell, leí por primera vez a otro asombroso poeta que hasta entonces no era para mí más que un nombre borroso, me refiero a Constantino Cavafis, el viejo poeta de la ciudad.
    Dos de sus mejores poemas, el titulado precisamente La ciudad y otro El Dios abandona a Antonio figuran como apéndice del libro en las versiones libres hechas por Durrell. Creo que a esos dos descubrimientos ha debido mi madre unos días felices y yo unas imágenes memorables. En un poema de mi libro Antes que llegue la noche, titulado Alejandría,traté de repetir y repetirme algunos de los intensos momentos de aquella estancia. Recuerdo el largo viaje en barco desde Barcelona, pasando por Marsella, donde pude comprar una antología de la poesía de Cavafis en francés, después de Génova y por fin, en un amanecer rosa y dorado, entre los blancos minaretes, la mítica Alejandría.
    Durrell y el viejo poeta de la ciudad fueron los guías más fieles de aquella ciudad en decadencia, pero que como todas las ciudades del espíritu, en cuyas calles y plazas se mezclaron la leyenda y la magia con la historia y sus brutales hechos, guarda para el viajero un misterio imposible de definir.
    Durrell habla así de esa Alejandría: "¿Qué es esa ciudad, la nuestra? ¿Qué resume la palabra Alejandría? Evoco en seguida innumerables calles donde se arremolina el polvo. Hoy es de las moscas y los mendigos y, entre ambas especies, de todos aquellos que llevan una existencia vicaria". Miseria y grandeza que pueden resumir muy bien la ciudad y por supuesto las mejores páginas de Durrell.
    Tiempo después en su prólogo a la guía de Alejandría, de Forster, escribió otras palabras que resumen la atracción fatal de esta ciudad para muchas gentes: "Es un lugar para separaciones dramáticas, decisiones irrevocables, últimos pensamientos, todo el mundo se siente empujado hacia lo extremo, hacia el límite de su capacidad de resistencia".
    De aquella ciudad en donde Marco Antonio había escuchado "una invisible compañía con exquisitas músicas" la noche de su derrota definitiva y la que Cleopatra sintió el terco aleteo de la muerte, la ciudad tantas veces destruida y reconstruida, la misma que según Cavafis, te seguirá siempre y por cuyas calles él y sus eróticos fantasmas se perdían y se transfiguraban, se convirtió gracias a Durrell, en uno de los grandes mitos literarios de nuestro siglo, como la Venecia de Thomas Mann o el Buenos Aires de Borges.
    Cinco años después de aquel viaje escuché una lectura de poemas de Durrell en Nueva York. No hay que olvidar que era también un memorable y significativo poeta en verso. Allí cambiamos unas breves e intrascendentes palabras de presentación en las que yo por timidez apenas intervine, mientras él comentaba las diferencias entre la ginebra inglesa y la norteamericana (por lo visto más fuerte). Claro está que yo no escuchaba al ser humano Lawrence Durrell sino al símbolo de aquella ciudad y sus soñados habitantes.
    Ahora, sobre el puente de un barco hundido hace muchos años, donde el paso del tiempo y la derrota de la vida se ennoblecen con aquella luz persistente del amanecer, miro esfumarse, por una voz unidas, las sombras de Felicidad Blanc y de Lawrence Durrell, mientras despido a la querida ciudad que me abandona.




    Vuelve 'El Quinteto de Avignon', de Durrell

    Edhasa recupera la obra, a los 23 años de su publicación

    CARLES GELI Barcelona 30 AGO 2009




  • Una de las escasas ventajas que la crisis ha traído a los lectores, amén del asentamiento de los libros de bolsillo, es la operación rescate de grandes títulos clásicos, valores seguros en lo literario (y muy rentables por los escasos derechos de autor). En esa vía se inscribe la operación de Edhasa de recuperar El quinteto de Avignon, de Lawrence Durrell, más de 2.000 páginas que llevaban fuera del circuito editorial en castellano en formato rústica desde hace 23 años.
    La traducción que Jordi Fibla realizara para Versal en 1986 es también la que recuperará Edhasa en la rentrée literaria y a lo largo de 2010. En septiembre sale Monsieur o el Príncipe de las tinieblas, primera entrega de una pentalogía que siempre quedó a la sombra del famoso Cuarteto de Alejandría tetralogía que catapultó a Durrell (India, 1912-Francia, 1990) y que aún hoy vende en España casi 2.000 ejemplares anuales. "Hemos sido toda la vida los editores del Cuarteto y no podíamos dejar de hacer el Quinteto", argumenta ufano el editor, Daniel Fernández, que recuerda que Durrell bautizó su obra como quincunx o quincunce, la forma de ordenar los cinco puntos de los dados y que respondería a lasmiradas de la novela.

    Un paso más

    Y es que, de alguna manera, con Monsieur (1974), Livia (1978),Constance (1982), Sebastian (1983) y Quinx (1985), Durrell quiso engarzar y, a la vez, dar un paso más en su experimentación literaria que inició con el Cuarteto. Si en ése el amor, la pasión y la política daban pie a una innovación técnica notable (un mismo tema visto desde cuatro ángulos distintos), en el Quinteto el esfuerzo aún será más experimental y con mayor penetración psicológica en los personajes.
    "El Quinteto trata de la muerte en vez del amor; no lo puedes leer a los 20 años, necesitas ya estar más cerca de los 40", dice el editor. La trama parece conducir a esa reflexión: huyendo de los hedores sociales que llevarán a la Segunda Guerra Mundial, cinco amigos se agrupan en Avignon. La guerra marcará la psicología de los personajes y hasta les llegará a enfrentar, como ocurrirá entre Constance y Sebastian, personificaciones del duelo entre Oriente y Occidente. En definitiva, cruces de destinos que se concentrarán en la última obra.

    La Desgracia de Coetzee y DOSSIER sobre el Premio Nobel 2003

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    La Desgracia de Coetzee

     Yolanda Arroyo Pizarro

    Contrario al título de esta novela tan célebre y que muchos han catalogado como su mejor obra narrativa, la prosa de John Maxwell Coetzee no es para nada desgraciada. Todo lo contrario, es un gran atino dentro del caudal literario que hoy por hoy nutre y se nutre de lectores en busca de prosa lúcida y próspera. La narrativa de este escritor sudafricano es cortante, filosa, transmisora en esencia de la lástima y el maltrato homínido de la especie por la especie. Es tan directa al grano que sobresalta, que asusta, que apasiona. Su técnica puede instruir al nuevo novelista, al escritor emergente de prosa extensa, porque Coetzee poda la acción sin que le cueste a la trama, monda los detalles casi en una perífrasis lírica y cinematográfica, esmocha lo innecesario y replantea el asunto de la edición literaria como un siniestro que debe enfrentarse y al que no hay que temer.

                                  Resultado de imagen para .M.Coetzee: Desgracia;

    Coetzee nació en Ciudad del Cabo, África, en 1940, y estudió entre las universidades de su comarca natal en el continente madre y Texas, USA. Es profesor universitario (lo mismo que su protagonista) desde 1971. Sus postulados narrativos, que incluyen la novela, artículos periodísticos y el ensayo de opinión, a menudo con símbolos y alegorías, atacan el sistema del apartheid en Sudáfrica y masacran con su postura los ejemplos históricos del colonialismo político y racial. Coetzee ha sabido equilibrar en sus escritos el reclamo de la justicia social con las exigencias técnicas y estéticas de una prosa bien cuidada. Trae en cada palabra minuciosamente colocada, el asunto de conflicto hegemónico entre los blancos africanos versus los negros africanos que comparten el continente. Ha ganado importantes premios que dan mérito a su talento, entre ellos el premio Booker (1983), y el Premio Nobel de Literatura (2003) que lo convirtió en el segundo autor de su país que haya obtenido este gran laudo después de Nadine Gordimer. También posee la primera edición del Premio Reino de Redonda, creado por el novelista Javier Marías, concedido por su capacidad para ponerse en la piel del otro. Otras novelas son Tierras en penumbra (1974), En el corazón del país (1977), Esperando a los bárbaros (1980), Foe (1986) y más recientemente Elizabeth Costello (2004). También ha publicado varios libros de ensayos, como Doblando el cabo: Ensayos y entrevistas (1994).

    Coetzee elimina el melodrama excesivo y escribe cortantemente, hasta el punto de que su parquedad emociona, altera los sentidos. Logra que el lector le pida más de su tajante exposición con la ansiedad del niño que exige más chocolate. Su amplitud temática que no roba foco de los postulados de más peso, y su escasez de retórica al conducirnos por el conflicto de los personajes, permite a sus párrafos respirar con aplomo, deslizarse por la vida que nos cuenta. En sus diálogos hay un performance estético magistral y que envidio, pero que disfruté con total regocijo. El libro no puede postergarse, hay que leérselo de un tirón, en uno o dos días, a pesar de las 257 páginas que componen la novela.

    Narrada de modo impresionante, Desgracia reparte la historia principal en otras que se anudan a través de unos personajes llenos de dimensiones, pero que comparten la economía descriptiva: David, Soraya, Lucy, Bev Shaw, Petrus, Rosalind, Melanie. Nos enteramos de quiénes son y hasta dónde llegan por sus conversaciones y acciones. El autor maneja los hilos y las vidas de todos, haciéndoles bailar al son que él toca. Nos muestra en esta obra una energía narrativa fuera de lo común, demostrando que tanto aquí como en el resto del mundo la producción literaria no se deja homologar por la territorialidad. Sudáfrica se pinta esplendorosamente errada y maravillosamente imperfecta. Confirma con suma contundencia la decadencia al escribir mostrando el apartheid sudafricano, que es su escenario literario; un sistema político y social segregacionista y xenófobo extinto hace apenas una década.

    Coetzee es eficaz exponiendo los acontecimientos que rodean la vida de David Lurie. Relata en tono vital y acertado los aconteceres de un profesor universitario que, por desgracia, se mete con una joven estudiante de su clase, lo cual desencadena una serie de accidentes que mutilan, hieren y empobrecen mundos y personalidades ante los sinrazones. El profesor Lurie es un hombre desgastado por las reiterativas hecatombes de su tiempo y espacio, por la absurda efusión diaria de la sangre inocente, pero también iluminado por la poesía más sublime, esa que siempre tienden a extraviarse entre el dolor y la devastación que nos acecha. Una sucesión de infortunios converge en la obra a medida que se complica, mientras nos enteramos de cómo vive y se manifiesta el profesor Lurie a través de su quehacer en contra de los convencionalismos de la universidad que ahora desea su cabeza. Lurie decide terminar con la hipocresía extrema que abarrota el sistema que ahora lo sojuzga, siendo el caso que más de un colega actúa de la misma manera que él en términos morales. Su decisión cambiará el curso de su vida y atentará el establishment de un fondo de retiro lucrativo que se ha ganado hasta sus últimos días como profesor mediocre, según él mismo se cataloga, y que estará a punto de perder por su desliz. El autor plasma a un Lurie que “sigue dedicándose a la enseñanza porque le proporciona un medio para ganarse la vida”.

    Semejante a Memoria de mis putas tristes, Coetzee elabora un retrato inicial ampliamente polémico entre la relación que mantiene el profesor David Lurie y su único contacto carnal-social, una prostituta de nombre Soraya a la que ve con suma frecuencia, y a la que prefiere a mezclarse con el resto del mundo o terminar en un lío de faldas en donde sus sentimientos se vean demasiado expuestos. Es precisamente el rompimiento de la relación económica-emocional con Soraya lo que dispara el resto del entuerto.

    “Porque la belleza de una mujer no le pertenece sólo a ella. Es parte de la riqueza que trae consigo al mundo, y su deber es compartirla”, es la línea de diálogo que logra la conquista de su estudiante, y que nos muestra a un Lurie oportunista, reaccionario a sus instintos más primigenios, los del cuerpo, los de la erección aun pasados los años mozos. Su sorpresiva dependencia por la joven altera el cosmos del plantel universitario y sus colegas, pero también altera la vida del novio de la muchacha, la de sus padres y la de la hija de Lurie, la rebelde-conservadora Lucy, en quien pedirá refugio por algunos meses mientras el escándalo se apacigua. La propia Lucy trae a escena y replantea los gustos y disgustos sociales en términos de sexualidad y ejecución femínea en el África de rebeldes machistas en donde tal rebeldía e independencia exige ser pagada a un precio demasiado caro.

    Como blanco boer e hijo de la cultura de los afrikáans, de Coetzee se ha dicho que cuenta historias en las que exprime las palabras para hablarnos de nuestra civilización. Su estilo sin rodeos ha sido alabado por la Academia sueca, y no deja lugar a trastornos descontrolados; es más bien pormenorizado y casi distante, pero muy honesto. Ha dicho de sí: “No soy el representante de una comunidad ni nada que se le parezca, soy alguien que tiene noción de la libertad, como la tiene cualquier prisionero encadenado y que construye representaciones de gente que se libera y ve la luz”.


    J. M. Coetzee es, sin más, un héroe que toma dictados de la conciencia y lo plantea como mejor lo entiende. Nos cuenta el drama “que ha vivido como testigo y protagonista; que susurra al oído de nuestra sordera cosas ya dichas con vehemencia por el hombre en su trágico trajín: que nuestro mundo agoniza; que nosotros —los habitantes de este entorno— nos odiamos sin remedio; que la palabra nos salva, si acaso, del suicidio..”. Desgracia es un placer al paladar.

    “Desgracia”, de J. M. Coetzee

    Desgracia (fragmento).

    “Él disfruta con la alegría de ella, una alegría sin afectación. Le sorprende que una hora y media por semana en compañía de una mujer le baste para sentirse feliz, a él, que antes creía necesitar una esposa, un hogar, un matrimonio. En fin de cuentas, sus necesidades resultan ser muy sencillas, livianas y pasajeras, como las de una mariposa. No hay emociones, o no hay ninguna salvo las más difíciles de adivinar: un bajo continuo de satisfacción, como el runrún del tráfico que arrulla al habitante de la ciudad hasta que se adormece, o como el silencio de la noche para los habitantes del campo”.
    Desgracia. John Maxwell Coetzee. Mondadori, 2004. 2ª edición. Traducción de Miguel Martínez Lage.

    http://www.letralia.com/136/articulo03.htm

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    J. M. Coetzee, por Karl Krispin

     23 de octubre, 2013

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    Muchas veces la literatura se hace preguntas, interrogantes que se disparan desde el mundo real e ingresan en la ficción para evitar la llegada de un racionalismo tranquilizador. Una vez asistí en Alemania a un encuentro con la escritora surafricana Nadime Gordimer, bendecida por el premio Nobel de Literatura. Las novelas de Gordimer representan la Suráfrica del Apartheid pero la escritora se limitó a leer sus párrafos con tal aburrimiento y distancia que decidí salirme de la sala. Suráfrica siempre sonó a una colonia de granjeros y mineros reaccionarios. Lo fue desde el punto de vista más escalofriante. No en balde fue puesta a un lado, expulsada del trato internacional por su conducta supremacista. No sólo existía una separación geográfica entre las razas o pases especiales para circular en urbanizaciones de blancos sino que hasta la Ley de Inmoralidad de 1950 se inmiscuyó en lo más privado de los ciudadanos al prohibir la “fornicación ilegal”, y “cualquier acto inmoral e indecente” entre una persona blanca y una persona africana, india, o de color. En esa sociedad de insolentes y depredadores raciales, Nelson Mandela estuvo 27 años hundido en una cárcel. Salió de ella para perdonar a sus enemigos y después de entonces su país cambió para siempre.

    En días pasados bromeaba con mis alumnos cuando les pedía que antes de leer a J.M. Coetzee debían realizarse un contaje de glóbulos de modo de ver cómo estaban sus defensas, en especial con novelas como Desgracia o La edad de hierro, dos de las grandes producciones del escritor que logran anidar la conciencia de la pena en el lector. John Maxwell Coetzee o J. M. Coetzee, como prefiere hacerse conocer para encomendarse a un par de letras, es quizás uno de los grandes verbos del mundo postcolonial. Y su obra representa el feroz encuentro con el entorno: el modo de descubrir las pieles con que nos cubrimos. En el mundo del escritor está Suráfrica y el conflicto de culpa del hombre blanco y occidental sembrado en este territorio. Pero su literatura no busca los grandes temas que elocuencian una nación y con ello sus líneas no reproducen el retrato nacional, sino se dirige a un espacio más recogido, íntimo y agreste que es la del hombre mismo y sus contradicciones. Los personajes de Coetzee navegan entre las tormentas interiores. Y esa borrasca  doméstica se caracteriza por un rapto de lucidez: el de la aceptación de un destino castigador: una fe de la desesperanza, la búsqueda de algún recurso que los salve en el último momento. De las obras del escritor quizás la que marque un sentido trágico del desvanecimiento interno sea Desgracia. El profesor David Lurie se ha enredado con una de sus alumnas, es una relación consentida por ambas partes pero en un momento se rompe el consenso y el profesor es acusado de asalto sexual a su alumna. Lurie acepta con resignación su culpa y su conducta y no hace nada a su alcance para defenderse lo que le cuesta la expulsión de la universidad. Acepta estoicamente un castigo que dividirá su vida en un antes y un después: es echado de la universidad y se va a la granja de su hija con el propósito de escribir un libro, quizás sobre Lord Byron. El libro que de alguna forma compone es el de su propia desgracia al ser asaltados él y su hija por unos locales, que la violan a ella y matan a sus perros como metáfora de la muerte de la lealtad. Pero hay más: luego encuentran a los asaltantes en un almuerzo y su hija se niega a denunciarlos, consintiendo a lo irreversible. Hay un acostumbramiento de que no hay más que adherirse a las cosas como vienen. Los personajes de Coetzee cargan con una culpa colectiva: la de haber llegado a ese territorio y haber diseñado una historia de superioridad. Por ello pagan todos la cuenta de una sociedad dividida. Dice la hija violada al negarse a abandonar la granja en la que ha sido ultrajada:

    “¿Y si ese fuera el precio que hay que pagar por quedarse? Tal vez ellos lo vean de este modo; tal vez yo deba ver las cosas de este modo. Ellos me ven como si yo les debiera algo.”

    La violencia y el mal están dentro de una continuidad tal vez inmutable. Una maquinaria antecedida por un desencuentro entre el hombre blanco y el africano. Un espacio en el que hay un diálogo interrumpido o quizás nunca iniciado. No en balde, la coincidencia entre la violada y el violador no tendrá resolución alguna. En otro orden de ideas, el profesor irá a la casa de los padres de su alumna para pedir perdón, como yuxtaposición entre víctima y victimario. Este fue un ensayo que se llevó a cabo en Suráfrica para iniciar un diálogo que lucía imposible, es decir poner a conversar a víctimas y victimarios, y que la reforma de Mandela puso en práctica para el cierre de heridas. Ante la contundencia de la violencia, se llega a decir en la novela:

    “No es una maldad de origen humano, sino un vastísimo sistema circulatorio ante cuyo funcionamiento la piedad y el terror son de todo punto irrelevantes”.

    En esa Suráfrica agreste el encuentro entre esos dos mundos distintos donde una cultura se impuso dolorosamente sobre la otra es el punto de partida del argumento Coetziano. En La edad de hierro una mujer espera la muerte y escribe a su hija en el exterior, Suráfrica es azotada por la violencia y la policía asesina a los hombres de color sin problema alguno. Hay una lucha a muerte por la supervivencia. Estamos en los últimos años del Apartheid y un joven negro vinculado a la protagonista será asesinado.  Entre tanto un vagabundo ha llegado a la casa de la enferma que también es una profesora (Coetzee tiene debilidad por los escritores o profesores como personajes. Uno de sus colegas en Australia ha contado que no tiene la costumbre de reírse. Que en diez años lo ha visto hacerlo una vez)  y ella se ve en la obligación moral de aceptarlo por esa suerte de deuda que mencionaba y quizás asumiendo una pedagogía de vida. La profesora se está muriendo por un cáncer que la corroe pero la enfermedad circundante acaso sea más letal que la que la invade. El complejo de la deuda, de la culpa generalizada es recurrente, no habrá tregua en la consciencia y nuestra profesora alerta desde su exilio interior:

    “…una y otra vez vuelvo, arrojada desde el vientre de la ballena. Cada vez es un milagro, desapercibido, no celebrado, no bienvenido. Todas las mañanas soy arrojada, llego como un naúfrago a la playa, recibo otra oportunidad. ¿Y qué hago con ella? Me quedo inmóvil sobre la arena esperando a que vuelva la marea nocturna, a que me rodee, a que me devuelva al vientre de la oscuridad. No nacida como es debido: una criatura liminal, incapaz de respirar bajo el agua y sin el coraje para dejar el mar atrás y convertirse en morador de la tierra”.

    Otro de los textos obligantes de Coetzee y para el que ya hasta se puede desechar el contaje de glóbulos porque hemos superado ya las pruebas más difíciles es el Diario de un mal año, que aunque el título nos engañe se trata de una novela que contiene simultáneamente dos o tres novelas y muchos posibles ensayos en los que Coetzee tal vez es personaje de sí mismo pero sublimado, superado y hasta parodiado. Esta vocación autobiográfica no es la misma que nos encontramos en sus libros más personales como Infancia y Juventud o como de forma familiar se refleja en Tierras de poniente donde su ascendiente Jacobus Coetzee narra sin remilgos la caza del hombre bosquimano. Lo que nos encontramos en este tremendo diario que no queremos que termine nunca como los grandes libros, es una combinación entre un personaje escritor, que se fija en una joven y atractiva mujer que vive en su edificio a la que contrata como mecanógrafa y de quien se enamora fatalmente, para transcribir ensayos, versiones de un mundo fragmentado y total al cual trata de encontrarle una explicación. Leamos alguna:

    “Si me viera obligado a poner una etiqueta a mi pensamiento político, diría que es un quietismo anarquista pesimista o un pesimismo quietista anarquista, o un anarquismo pesimista quietista: anarquismo porque la experiencia me dice que lo malo de la política es el mismo poder; quietismo porque tengo mis dudas sobre la voluntad de ponerse a cambiar el mundo, una voluntad infectada por el impulso del poder; y pesimista porque soy escéptico respecto a que, en lo fundamental, sea posible cambiar las cosas. (Esta clase de pesimismo es primo y tal vez incluso hermano de la creencia en el pecado original, es decir, de la convicción de que la humanidad no es perfectible.)”

    Coetzee es profesor de Literatura. Hoy en día imparte clases en la Universidad de Adelaide en Australia, país que le ha otorgado la nacionalidad. Heimatloss, que en alemán significa sin patria, es una palabra que le asigna Coetzee al poeta Rainer Maria Rilke al estudiar su obra. Lo traigo a cuento porque Coetzee nació en Suráfrica, estudió en los Estados Unidos, enseñó en Nueva York, luego en su país de origen y terminó en Australia. Es posible que su carácter de trotamundos no lo convierta sin más en un expatriado común sino que le haya consagrado una patria mucho más universal que es el idioma inglés. Los ensayos de nuestro premio Nobel constituyen otra de sus facetas y es curioso que el acercamiento que plantea a muchos de los autores a los que estudia sea a través de dos vertientes: la traducción de su obra y la crítica literaria. Siendo que nuestro autor ha sido traductor, asume la cuestión de la traducción desde una perspectiva exigente. Lo dice en su libro de ensayos literarios, Costas extrañas:

    “¿Qué grado de conocimiento de la lengua ha de tener el traductor? En un extremo se encuentra Ezra Pound, cuyo conocimiento del chino era el de un aficionado. Cuando traducía poesía china clásica se basaba en refritos y el resto lo dejaba a la imaginación basándose en la teoría de que los caracteres chinos son pictogramas estilizados que cualquier ojo puede “leer”. En el otro extremos está Vladimir Nabokov que exigía que el traductor se sintiese plenamente cómodo en la lengua fuente, con todos sus matices y efímeras connotaciones”.


    Su oficio de traductor lo acerca a una serie de autores como Borges o Kafka a quienes ha leído en su original. De los traductores de Kafka, especialmente los esposos Muir, señala que su dominio del alemán no era satisfactorio para traducirlo y que además no entendían el sustrato de ese alemán jurídico que vive en la obra del praguense. Al maestro Borges no le tiene indulgencia alguna y sostiene que en 1961 “…ya había cumplido los sesenta años. Las historias que lo han hecho famoso las había escrito en los decenios de 1930 y 1940. Había perdido su fuerza creativa”. Cuestiona que el Borges vertido al inglés tenga la intervención de un Borges que se traducía a sí mismo y que luego corrigieron traductores profesionales como Norman Thomas di Giovanni. Sobre el Nobel egipcio, Naguib Mahfous se disculpa con el lector de no conocer el árabe y se pregunta sobre las relaciones entre la modernidad y el Islam, de si el Islam entraña un rezagamiento de la modernidad esencialmente y que la novela, un producto occidental, ha sido el intento de escritores como Mahfous de incorporar la modernidad a Egipto. No es fortuito que su libro de ensayos literarios se llame Costas extrañas, el mundo de otros escritores en cuyos puertos ha atracado este hombre de mirada penetrante para vivir en sus repúblicas literarias. El lector de Coetzee halla también refugio en las costas del escritor; en el universo que ha urdido, pero que no se engañe nadie: esa geografía de Coetzee es escarpada, no es la de la compasión y el armisticio. En su recorrido nos toparemos con territorios enteros de dolor y desafección que en forma de pregunta, nos echan en cara de qué tamaño es el valor de nuestro mundo y hasta dónde puede llegar nuestra arrogancia de civilizadores. Pero Coetzee ha tenido la deferencia de no darnos una respuesta para que jamás cometamos el error de dejar de cuestionarnos y hasta señalarnos.

    http://prodavinci.com/blogs/j-m-coetzee-por-karl-krispin/
                                          

    John M. Coetzee

    (Ciudad del Cabo, 1940) Escritor sudafricano en lengua inglesa. John Maxwell Coetzee nació en Ciudad del Cabo el 9 de febrero de 1940. Cuando tenía ocho años, su familia se trasladó a Worcester, en la provincia de Karoo, una zona casi desértica. Allí transcurrió su infancia.

    Su identidad étnica nunca le resultó demasiado clara: en su familia inmediata se hablaba el inglés, pero con otros parientes pesaba más el lado afrikáner, de cuya cultura, sin embargo, Coetzee se sentía muy alejado. Su filiación religiosa no fue más diáfana, pues su familia no era practicante, y a la confusión del niño se añadió el hecho de crecer con compañeros protestantes, católicos y judíos.

    Su padre era abogado y, en casa, una figura cuya autoridad no siempre era bienvenida. Con su madre, profesora de escuela, sucedía algo muy distinto: el niño Coetzee desarrolló frente a ella un fuerte sentimiento de solidaridad, de mutuo apoyo, pero también de repulsión y de culpa. «Él desearía que se comportase con ella como lo hace con su hermano», escribió en Infancia, pero aclarando enseguida: «Sabe que se pondría furioso si ella comenzara a protegerlo constantemente». La niñez de Coetzee transcurrió en esos espacios alejados de la urbe y sus sofisticaciones.


    John M. Coetzee

    Cuando tuvo que escoger estudios universitarios, se decidió por la Universidad de Ciudad del Cabo. En 1961 terminó, con resultados excepcionales, sus estudios de lengua y literatura inglesa y de matemáticas; esa doble disciplina determinó buena parte de su futuro inmediato, pues ese mismo año viajó a Londres con la intención de hacerse escritor, y fue su trabajo como programador informático el que le permitió costearse la vida en la metrópolis del imperio.

    Coetzee fue contratado, no mucho tiempo después de su llegada, por IBM, pero el exceso de trabajo y la rutina pronto le resultaron insoportables, y, luego de renunciar a su trabajo, pudo dedicar más tiempo a la tesis en que estaba trabajando, un examen crítico de Ford Madox Ford con el que obtuvo, en 1963, su maestría en humanidades por la Universidad de Ciudad del Cabo. Dos años después subió a bordo de un barco italiano rumbo a Estados Unidos. Para ser precisos, su destino era Austin, Texas.

    La influencia de Beckett

    La Universidad de Texas sería su hábitat natural durante los años siguientes. Allí, entre varios trabajos filológicos, Coetzee escribió una disertación doctoral sobre la obra de Samuel Beckett; en la Sala de Manuscritos de la universidad encontró los cuadernos en que Beckett había escrito la novela Watt mientras se escondía de los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. El descubrimiento lo marcaría para siempre, y Beckett se convertiría en una de sus influencias más notorias.

    Hubo otros encuentros, tan accidentales como aquél: en la biblioteca encontró las monografías del etnólogo alemán Carl Meinhof acerca de lenguas sudafricanas como el hotentote. Eso le llevó a retroceder en el tiempo hasta encontrar los inventarios lingüísticos hechos por antiguos viajeros y misioneros, entre ellos uno de sus ancestros: Jacobus Coetzee.

    En 1968, cuando se mudó a Buffalo para trabajar como profesor en la Universidad Estatal de Nueva York, Coetzee comenzó la redacción de una especie de genealogía o memoria familiar. El texto acabó por convertirse en su primera novela: Dusklands. Para cuando la publicó, en 1974, ya había abandonado Estados Unidos, y llevaba dos años ejerciendo como profesor en la Universidad de Ciudad del Cabo. Ese puesto ocuparía la siguiente década de su vida.

    Durante ese tiempo, Coetzee escribió y siguió publicando con una regularidad sorprendente, como si se hubiera fijado plazos de tres años para sus novelas. En 1977 apareció En medio de ninguna parte; la repercusión de la novela fue extraordinaria, y el Premio CNA, el más prestigioso del mundo literario sudafricano, fue para Coetzee una especie de presentación en sociedad.

    Luego vinieron Esperando a los bárbaros (1980), Vida y época de Michael K (1983) y Foe (1986). En las dos primeras ahondó en la condición de su país, en la culpa de los blancos colonizadores y su posible expiación. Vida y época... ganó el Premio Booker, y situó a su autor en el ámbito más amplio de la prosa en lengua inglesa. En Foe, mientras tanto, Coetzee revisitaba el mito de Robinson Crusoe, desde el punto de vista de una mujer que según Coetzee estaba en el mismo barco y que la novela de Defoe deja al margen, y reflexionaba sobre el impulso «marginador» de los hombres.

    Autor consumado

    El Premio Fémina de novela extranjera de 1985 y el Premio Jerusalén de 1987 confirmaron que Coetzee podía ser leído fuera del ámbito del colonialismo anglosajón. Mientras tanto, su posición académica se afianzaba, y en 1984 fue nombrado profesor de literatura general de la Universidad de Ciudad del Cabo.

    Para entonces, Coetzee se había enfrentado con buenos resultados al conflicto que parecía preocupar a sus críticos más que a él mismo: ¿Cómo producir una literatura comprometida con su tiempo y a la vez capaz de incorporar los sofisticados rasgos de la prosa posmoderna? Después del experimento de Foe, Coetzee publicó su novela más clásica, La edad de hierro (1990), un texto deudor de la literatura confesional, y El maestro de Petersburgo (1994), dedicado a la figura de Fiodor Dostoievski. Con esta novela Coetzee saldó una vieja deuda -el escritor ruso es uno de los demonios presentes en su literatura- y demostró, de paso, que su trayectoria no estaba definida de antemano: cada nuevo libro significaría un nuevo desvío.

    El siguiente desvío fue Desgracia, novela con la que ganó en 1999 su segundo Premio Booker. Desgracia se aleja del estilo alegórico de otros textos y utiliza procedimientos que pueden ser llamados realistas. La década de los noventa fue para Coetzee la década de la autobiografía. A pesar de sus dos libros de memorias, Coetzee no se dejaría absorber por el remolino mediático.



    En 2002 se mudó a Australia, y ejerce desde entonces como profesor de la Universidad de Adelaida. La noticia de que le había sido concedido el Premio Nobel de Literatura -poco después de la publicación de Elizabeth Costello- causó una reacción doble en sus lectores: de justicia, por el reconocimiento de la importancia de su obra, y de preocupación, pues Coetzee se vería obligado por primera vez a salir de su refugio y dar la cara ante las cámaras. Era el segundo autor sudafricano en lograr el galardón, y la Academia sueca destacó la «brillantez y la honestidad intelectual» del autor, así como su «conciencia crítica».

    Como sus libros, Coetzee ha hecho del aislamiento un valor. Su vida de novelista se ha mantenido al margen de los círculos sociales de la literatura; Coetzee escribe y trabaja en privado, y, al contrario de las tendencias contemporáneas, se ha asegurado de que sus datos biográficos interesen menos que sus novelas.

    Desde esa perspectiva, ha llevado a cabo una de las obras más sólidas de aquello que ha dado en llamarse literatura poscolonial, aunque las etiquetas le importan poco: en sus novelas, la experiencia de su país, Sudáfrica, y la suya como hombre blanco en el territorio del apartheid, se han mezclado felizmente con el ejercicio de la crítica literaria, y han procurado no hacer del compromiso político el fetiche que es para tantos novelistas de territorios conflictivos.

    El hecho de que haya logrado prescindir de la propaganda, y al mismo tiempo realizar un cuestionamiento de las realidades del colonialismo equiparable al de Joseph Conrad, es el verdadero testimonio de su potencia como artista y crítico social.


                                                                  John M. Coetzee

    Coetzee o de la complejidad

    Agosto 2010 
    Hay por ahí una frase de Martin Heidegger –“La anécdota es enemiga de la razón”– que bien podría emplearse contra la mayor parte de la narrativa contemporánea. En realidad, pocas cosas más sencillas que detenerse ante una mesa de novedades, magullar algunas novelas y delatar su sobrada tontería. El uso de fórmulas y estereotipos en este libro. Los velos románticos, la tosca sentimentalidad, el feroz antiintelectualismo en este otro. El dócil fantaseo. El dócil costumbrismo. La idea, tan popular entre lectores y escritores, de que el género es menor y escapista, apenas un divertimento. La degradación ha llegado ya a tal punto que da pena que lo descubran a uno leyendo una novela. ¿Cómo explicarles que uno no ha claudicado ni lee solo para pasar el tiempo? ¿Cómo demostrar que la narrativa (como el ensayo) (más aún que el ensayo) es, puede ser, conocimiento –no una fuga sino otra manera de penetrar y comprender lo real?
    Para convencer no es necesario dar marcha atrás y recurrir, otra vez, a los clásicos. Basta con acudir al que es, quizás, el más grande de los novelistas contemporáneos: J.M. Coetzee. Decir eso, que Coetzee es el mejor narrador en activo, es, a estas alturas, casi un lugar común; agregar que es, por lo mismo, uno de los dos o tres pensadores más potentes de la actualidad es menos ordinario. Pero de veras que Coetzee lo es. Primero, porque tiene de sobra aquello que uno espera de los grandes narradores –digamos: inventiva, originalidad verbal, rigor dramático, una fina comprensión del comportamiento humano. Después, y sobre todo, porque sus obras poseen un elemento –o mejor, una fuerza– que uno casi ha dejado de buscar en la ficción y ya solo demanda a los mejores ensayistas: tensión intelectual. No es nada más que uno pueda adivinar debajo de sus personajes y anécdotas un plan previo, una esmerada construcción conceptual que sirve solo como combustible para un texto que ha de rebasarla. No es tampoco que sus libros, en especial desde La vida de los animales, estén tapizados de ideas y debates. Es, sobre todo, que en sus manos la narrativa es un medio al servicio de la inteligencia: un vehículo para perseguir, y felizmente no alcanzar, la verdad.
                                                                   

                                                           ■ 

    La pregunta obvia sería: ¿por qué la narrativa y no el ensayo? O de otra manera: ¿por qué Coetzee elige crear personajes y tramas aun cuando, en sus libros más recientes, no parece querer otra cosa que discutir ideas sobre –digamos– los animales, el erotismo, el mal? En vez de responder, habría que arrojar algunos apellidos: Kafka, Beckett, Borges, Michon, Jelinek –intelectuales que también han optado por pensar a través de la narrativa. O incluso: Benjamin, Blanchot, Barthes –autores que prefirieron filosofar no en el vacío sino mientras interpretaban textos ya existentes. Lo que impera al final, en unos, en otros y en Coetzee, es un mismo deseo: el afán de encarnar el pensamiento.
    Para hacer eso, entretejer pensamiento y ficción, los narradores suelen reblandecer los pasajes realistas y echar mano de la alegoría. No Coetzee, y ese es uno de sus rasgos distintivos: incluye, sí, elementos alegóricos en sus tramas –alguna casa alevosamente dispuesta en medio de ninguna parte, una enferma terminal que se consume al mismo tiempo que Sudáfrica– pero jamás atenúa su realismo. Cualquiera que lo haya leído conoce esa rara mezcla de literalidad y simbolismo, relato y especulación, materia y espíritu, que destaca y enciende a sus libros. Allí está, por ejemplo, Vida y época de Michael K: una novela que es a la vez descripción de un vagabundeo a través de Sudáfrica ymeditación sobre la Sudáfrica que el vagabundo recorre. Allí está, también, la doble naturaleza de Foe: narrativa por un lado, reflexión sobre la narrativa por el otro. Allí está, por supuesto, la inusual combinación de Esperando a los bárbaros: naturalismo brutal, densa alegoría.
    Otro recurso a la mano de todo aquel que pretenda pensar por medio de la narrativa es, ya se sabe, la adopción del punto de mira de uno o varios personajes. A primera vista parecería que Coetzee se oculta detrás de protagonistas más bien cómodos: humanistas enfrentados, de una manera u otra, a la barbarie –un magistrado en Esperando a los bárbaros, un profesor en Desgracia, Dostoievski en El maestro de Petersburgo, un par de escritoras en Foe yElizabeth Costello, todos sitiados por seres ásperos y violentos. Basta, sin embargo, que transcurran unas pocas páginas para que los muros entre los bárbaros y los civilizados se fracturen. Es entonces, ya perdidas las distinciones, cuando ocurre el momento clave –el punto crítico– de casi todas las novelas de Coetzee: ese instante en que los protagonistas, todavía más o menos al margen del caos, deciden lanzarse al abismo abierto bajo sus pies. En La edad de hierro: ese segundo en que la protagonista, una vieja enferma de cáncer, acepta al mendigo y al perro que han ocupado su jardín. En El maestro de Petersburgo: esa página en que Dostoievski opta por acompañar a un implacable joven nihilista, camarada de su hijo muerto. EnDesgracia: cuando el profesor David Lurie se niega a defenderse de una acusación injusta y soporta estoicamente el castigo. En Elizabeth Costello: el apartado en que esa mujer, una escritora ya anciana, se resiste a confesar sus creencias, único requisito para que se le permita cruzar una puerta hacia el Otro Lado.
    ¿Qué pasa ahí? ¿Por qué personajes en apariencia tan racionales actúan, de pronto, tan inexplicablemente? Pasa, en principio, que esos personajes no son, en el fondo, tanracionales –las criaturas de Coetzee abandonan, en los momentos clave, la razón y confían en su instinto. Pasa, también, que en las obras del sudafricano no imperan las mecánicas leyes del conductismo –no toda acción tiene una causa identificable, y lo que creíamos haber entendido en, por ejemplo, la página 37 de Hombre lento no necesariamente determina lo que ocurre en las páginas 39 o 92. Pasa, además, que dentro de la moral de Coetzee (porque se delinea, sí, una moral a lo largo de la obra de Coetzee) nadie es verdaderamente inocente –y, por lo mismo, qué sentido tiene intentar esquivar los problemas cuando uno, nada más por el solo hecho de existir y ser blanco o burgués o civilizado, o, para el caso, negro o explotado o rústico, ya está en el centro del problema. Pasa, por último y por encima de todo, que el apetito de conocimiento, la necesidad de entender, arroja a los personajes de Coetzee hacia esos abismos –penetran la oscuridad porque ese, y no el frío raciocinio, es el único modo de comprender, de veras comprender, cualquier cosa.
                                                        
                                ■ 

    Todo esto para llegar a esta frase: “Entendemos mediante la inmersión de nuestro ser y nuestra inteligencia en la complejidad” (Elizabeth Costello).
    Si Coetzee es uno de los dos o tres pensadores vivos más importantes, es justo por eso: porque desconfía –como otros– del análisis distante, puramente racional, que acostumbran tanto las ciencias sociales como la mayoría de los intelectuales y porque se compromete –como nadie, con una vehemencia solo suya– con otra vía de conocimiento. ¿Hay que decir que esa vía se llama narrativa? ¿Hay que añadir que incluye, solo en la superficie, personajes y anécdotas y, en su núcleo, un severo desdén por la opinión y la certidumbre de que el fin de la escritura no es concluir sino explorar, no aclarar sino exhibir la densidad de las cosas?
    Ya debe estar claro que un escritor así no anda por la vida brindando entrevistas, despidiendo juicios, firmando desplegados. Desde luego que Coetzee no lo hace. Rara vez participa en actos públicos –y si participa, se esfuerza en ser pálido y olvidable. Rara vez concede entrevistas –y si las concede, no habla de sus obras y se recluye, de pronto, en monosílabos. Rara vez emite opiniones –y si se le orilla a hacerlo, se escapa con su ya típica estrategia: leer un relato oscuro y zigzagueante (como el que preparó para la entrega del Nobel) cuando todo mundo espera una declaración sencilla y repetible.
    Si ya se sabe esto, ¿para qué molestarlo entonces con un correo electrónico y solicitarle imprudentemente una entrevista?
    Porque también se sabe que la trama del hombre es compleja y que no hay modo de anticipar la reacción de nadie y que cualquiera, incluso el escritor más hermético, puede apreciar el resquicio que se le ofrece y decir sí y lanzarse y responder todo esto: 

    ‘Lolita‘ Vladimir Nabokov (Dossier) "Su prosa es fascinante, limpia, bella, directa"

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    Comentario literario: "Lolita" de Vladimir Nabokov.


    " Su prosa es fascinante, limpia, bella, directa, con la cuota precisa de breves metáforas y analogías que no hacen más que embellecer la lectura, y no desvían ni confunden la atención (me incomoda la literatura pretenciosa, de dramática simbología por las ramas).

    Respecto a la trama, también es interesantísima, especialmente para quienes disfrutamos de lo bizarro, lo demente, lo psicopático y lo enfermizo, más aún cuando está planteado de una forma paradójicamente hermosa.Para quienes no conocen muy bien la trama de Lolita, es la historia de un cuarentón perturbado, que se enamora (u obsesiona, o ambos, depende de la perspectiva) de una niña (no alcanza para ser llamada "jovencita") de 12 años.

     Advertencia, en adelante:
    - Spoilers
    - Alusión a la película de Lolita
    - Alusión a qué tanto hay de cierto en 
    que Nabokov se parece al narrador de Lolita



    Al principio conocemos a Humbert Humbert, un hombre de personalidad sofisticada, culto, atractivo, de un comportamiento aparentemente irreprochable. Y que además tiene un nombre interesante, de diversos significados y con el cual Nabokov se da el gusto de jugar libremente. Al principio, a pesar de su aparente comportamiento correcto y europeo (termino con el cual se describe numerosas veces el comportamiento de Humbert), podemos notar que lejos de los bellos eufemismos que utiliza Nabokov para describirlo, es un pedófilo inocuo. ¿Pedófilo inocuo? se preguntará usted. Parece un término contradictorio y poco veraz, sin embargo, si lee el libro podrá darse cuenta que al principio, Humbert parece ser efectivamente esto. Un hombre ligeramente (¿ligeramente?) perturbado, que gusta gozar de niñitas, sin embargo, preocupado de que su comportamiento no genere consecuencias en las niñas fruto de su placer. Es decir, observándolas, mediante caricias que ellas no están conscientes de estar dando, mientras están dormidas, o sencillamente mientras ellas no se dan por aludidas de nada de lo enfermizo que ocurre a su alrededor. Grotesco, pero inocuo si lo mira desde una perspectiva literal. Sin embargo, es después del primer tercio del libro que se revela la verdadera identidad de Humbert, la cual nos permite descubrir por nosotros mismos la verdad de que ningún pedófilo es inocuo. Expresiones como "mi princesa", "mi amor", "mi pequeña nínfula", "mi amada", después del primer tercio del libro pasan a ser "mi pequeña cautiva", "mi niña-esclava", "mi putilla".  Es cierto que Lolita inicia la seguidilla de eventos que terminarán en catástrofe, pero si lee el libro, podrá darse cuenta que Lolita actúa permanentemente bajo una lógica infantil de la cual Humbert, adulto, abusa de la misma forma en la que abusan los violadores y los psicópatas. ¿Era Lolita sexualmente precoz? quizá sí, pero el hecho de ser sexualmente precoz o activa no la volvía menos niña. ¿Es Humbert un abusador, un violador, una criatura repugnante y de comportamiento reprochable? Sin duda, sí.  

    Ahora vienen la pregunta debatible ¿Estaba Humbert enamorado? en mi opinión, no lo estaba. Estaba obsesionado, estaba loco y sentía un enorme cariño por Lolita, pero no estaba enamorado. Tal y como muchos de nosotros podemos sentir cariño por un objeto, una antigua muñeca, una radio, una prenda de vestir, Humbert sentía cariño por el objeto sexual que hizo de Lolita. Cariño que vemos manifestado cuando no la mata, cuando tampoco mata a su marido, cuando le regala una ridícula cantidad de dinero. Sin embargo, y a pesar de lo subjetivo que considero el concepto "amor", me atrevería a decir que Humbert no estaba enamorado y jamás podría sentir amor por nada ni nadie. Humbert tenía el alma podrida. El alma de un poeta, un alma interesante, atractiva, pero podrida, muerta.

    ¿Qué más puedo decir del libro? Aludir brevemente a la película. La verdad verdad es que todavía no he visto ninguna de las películas que se han hecho basadas en el libro. Quiero ver la de Kubrick por el solo hecho de ser dirigida por Kubrick (tengo bastantes expectativas, espero que no me decepcione). Sin embargo, según he averiguado con personas que sí vieron las películas, ambas son mucho más suaves que el libro. Según entiendo, en ambas películas se podría llamar a Lolita "una joven coqueta y seductora", de entre 14 y 16 años. Sin embargo, en el libro, nones, Lolita es una niña, y no tiene nada de seductora ni de coqueta. La Lolita del libro sencillamentees. Es extrovertida, grosera, atrevida, juguetona (incluso sexualmente, como dije previamente) pero no es coqueta. Su lógica es la de una niña en cuya mente no caben los conceptos ni de seducción ni de coquetería. No al menos hasta que ya está todo hecho entre ella y Humbert.

    ¡Ah sí! un tema de debate. Muchos dicen que Lolita está tan bien narrado, con detalles tan maravillosos e impensados, que se sospecha que Nabokov mismo habría sido un hombre que disfrutaba contemplando pequeñas nínfulas. Lo que es yo, después de leer este libro, me sumo al grupo de personas que opinan de esta forma. No digo de ninguna manera que Nabokov fuese un pedófilo y violase y raptase y arruinase vidas de niñitas, sin embargo, sospecho que fue una especie de Humbert reprimido durante toda su vida. Puede que no estuviese obsesionado por las niñas, pero sí que provocaran cosas tradicionalmente consideradas incorrectas en él. El libro efectivamente posee detalles demasiado específicos, demasiado particulares, como para que alguien, siquiera de la genialidad de Nabokov, pudiese haberlos sacado de una mente pura. Es por lo mismo que, creo, para las personas que gustan de estudiar las mentes de personas perturbadas, podría resultar interesante leer este libro. Y para las que no, también.

    Sin duda recomiendo este libro. Un clásico, espectacularmente narrado, con una trama interesante aunque brutal. Sirve para reafirmar valores y despertar el pensamiento crítico. Léalo.


    http://catacronopio.blogspot.com/2013/07/comentario-literario-lolita-de-vladimir.html








    ‘Lolita‘ se publicó por primera vez el 15 de septiembre de 1955 en París, tras haber sido rechazada por cuatro editoriales estadounidenses. Fue prohibida en Francia e Inglaterra y hasta tres años más tarde no pudo publicarse en los Estados Unidos. Nabokov también tradujo la obra al ruso: esta traducción fue publicada por Phaedra en Nueva York en 1967. La primera edición en lengua española del libro de data de 1959 y fue editada Sur en Buenos Aires, Argentina.
    Si hablamos de ‘Lolita’ hablamos, por lo menos, de un libro polémico.Perseguida, prohibida, indecente, decadente; inmoral, desdeñada y señalada, es sin duda un libro que no deja indiferente. Recuerdo estar en la sala de espera de la consulta del psiquiatra leyéndola, y cayendo en la cuenta de qué quizá era por eso mismo que la señora que tenía enfrente me miraba de forma extraña.

    http://www.papelenblanco.com/animacion-a-la-lectura/un-recorrido-por-las-diferentes-portadas-de-lolita-a-traves-de-los-anos

    "La historia de la obsesión de Humbert Humbert, un profesor cuarentón, por la doceañera Lolita es una extraordinaria novela de amor en la que intervienen dos componentes explosivos: la atracción «perversa» por las nínfulas y el incesto. Un itinerario a través de la locura y la muerte, que desemboca en una estilizadísima violencia, narrado, a la vez con autoironía y lirismo desenfrenado, por el propio Humbert Humbert. Lolita es también un retrato ácido y visionario de los Estados Unidos, de los horrores suburbanos y de la cultura del plástico y del motel. En resumen, una exhibición deslumbrante de talento y humor a cargo de un escritor que confesó que le hubiera encantado filmar los pic-nics de Lewis Carrol.–"



    Al margen de estas líneas de pensamiento, que dudo que interesen a pocos más lectores que al propio autor de estas líneas, hoy tenemos una serie de fragmentos de la irreverente Lolita (1955), tachada en su momento de pornográfica y, quizás por su condición polémica, llevada al cine por Stanley Kubrick. El carácter sensual de Dolores, Lo, Lolita, junto a las altas dosis de violencia y romanticismo, hacen de esta novela una obra que, al menos, merece alcanzar la condición de libro hojeado (término que cobrará más sentido cuando presentamos al ya mentado Bayard). Sin más, he aquí algunos fragmentos de Lolita:

     https://tulecturadiaria.wordpress.com/2014/01/23/lolita-vladimir-nabokov/

                                   

    Lolita

    Ahora creo llegado el momento de presentar al lector algunas consideraciones de orden general. Entre los límites de los nueve y los catorce años, surgen doncellas que revelan a ciertos viajeros embrujados, dos o tres veces mayores que ellas, su verdadera naturaleza, no humana, sino nínfica ( o sea demoníaca); propongo llamar nínfulas a estas criaturas escogidas […] Entre esos límites temporales, ¿son nínfulas todas las niñas? No, desde luego. Tampoco es la belleza una piedra de toque; y la vulgaridad – o al menos lo que una comunidad determinada considera como tal- no daña forzosamente ciertas características misteriosas, la gracia letal, el evasivo, cambiante, anonadante, insidioso encanto mediante el cual la nínfula se distingue de esas contemporáneas suyas.

    […]

    Era la misma niña: los mismos hombros frágiles y color de miel, la misma espalda esbelta, desnuda, sedosa, el mismo pelo castaño. Un pañuelo a motas anudado en torno al pecho ocultaba a mis viejos ojos de mono, pero no a la mirada del joven recuerdo, los senos juveniles. Y como si yo hubiera sido, en un cuento de hadas, la nodriza de una princesita, reconocí el pequeño lunar en su flanco.

     
    […]

    Si pedimos a un hombre normal que elija a la niña más bonita en una fotografía de un grupo de colegialas o girl scouts, no siempre señalará a la nínfula. Hay que ser artista y loco, un ser infinitamente melancólico, con una burbuja de ardiente veneno en las entrañas y una llama de suprema voluptuosidad siempre encendida en su sutil espinazo, para reconocer de inmediato, por signos inefables – el diseño ligeramente felino de un pómulo, la delicadeza de un miembro aterciopelado y otros indicios que la desesperación, la vergüenza y las lágrimas me prohiben enumerar- al pequeño demonio mortífero ignorante de su fantástico poder.

    […]

     
    Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo. Li. Ta. Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, un metro cuarenta y ocho de estatura con pies descalzos. Era Lola con pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos era siempre Lolita. “

                                                       Lolita japo

    Lolita (fragmento)

    Ahora creo llegado el momento de presentar al lector algunas consideraciones de orden general. Entre los límites de los nueve y los catorce años, surgen doncellas que revelan a ciertos viajeros embrujados, dos o tres veces mayores que ellas, su verdadera naturaleza, no humana, sino nínfica ( o sea demoníaca); propongo llamar nínfulas a estas criaturas escogidas.
    (...)

                                      Foto de Cubiertas de Lolita (1/10)
    Entre esos límites temporales, ¿son nínfulas todas las niñas? No, desde luego. Tampoco es la belleza una piedra de toque; y la vulgaridad - o al menos lo que una comunidad determinada considera como tal- no daña forzosamente ciertas características misteriosas, la gracia letal, el evasivo, cambiante, anonadante, insidioso encanto mediante el cual la nínfula se distingue de esas contemporáneas suyas.
    (...)


                                Foto de Cubiertas de Lolita (2/10)
    Era la misma niña: los mismos hombros frágiles y color de miel, la misma espalda esbelta, desnuda, sedosa, el mismo pelo castaño. Un pañuelo a motas anudado en torno al pecho ocultaba a mis viejos ojos de mono, pero no a la mirada del joven recuerdo, los senos juveniles. Y como si yo hubiera sido, en un cuento de hadas, la nodriza de una princesita, reconocí el pequeño lunar en su flanco.
    (...)

                                         Foto de Cubiertas de Lolita (4/10)
                       
    Si pedimos a un hombre normal que elija a la niña más bonita en una fotografía de un grupo de colegialas o girl scouts, no siempre señalará a la nínfula. Hay que ser artista y loco, un ser infinitamente melancólico, con una burbuja de ardiente veneno en las entrañas y una llama de suprema voluptuosidad siempre encendida en su sutil espinazo, para reconocer de inmediato, por signos inefables - el diseño ligeramente felino de un pómulo, la delicadeza de un miembro aterciopelado y otros indicios que la desesperación, la vergüenza y las lágrimas me prohiben enumerar- al pequeño demonio mortífero ignorante de su fantástico poder.
    (...)

                                              Foto de Cubiertas de Lolita (5/10)
    Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo. Li. Ta. Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, un metro cuarenta y ocho de estatura con pies descalzos. Era Lola con pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos era siempre Lolita. 
    "


                              Foto de Cubiertas de Lolita (6/10)

    Curiosidades

    Fue tal el impacto de esta película en Chile que desde entonces se usa la palabra "lola" o "lolo" para referirse a los adolescentes hasta el día de hoy.

    Cuando Kubrick le pidió a Nabokov que escribiera un guión sobre su propia obra, este le entregó uno que equivalía a unas 7 horas de película. Aún así, Kubrick afirmó que era uno de los mejores guiones que había leido nunca.

    Para evitar problemas con la censura, Kubrick y Nabokov acordaron aumentar la edad de Lolita hasta los 15 años, cuando en el libro no supera los doce.

    A Kubrick le gustaba tanto el actor Peter Sellers (Quilty), que dotó a su personaje de un protagonismo mucho mayor que el que tiene en el libro, algo que fue muy criticado. Además, le dió libertad absoluta a la hora de actuar, como demuestra la improvisada partida de ping-pong romano del comienzo.



    Declaraciones
                                                                                
    Kubrick:

    "Lolita tenía en el libro doce años y medio; Sue Lyon tenía trece. Creo que algunas personas tenían una imagen mental de una niña de nueve años. Sin embargo, me culpo de una parte de la película; debido a las presiones que en aquel tiempo ejercieron el Código de Producción y la Legión Católica de Decencia, creo que no dramaticé suficientemente el aspecto erótico de la relación de Humbert con Lolita, y por estar muy poco realizada esta obsesión sexual pienso que mucha gente supuso demasiado pronto que Humbert estaba enamorado de Lolita. Uno de los problemas básicos del libro, e incluso de la película en su forma modificada, es que el interés narrativo principal reside en la pregunta "¿Llevará Humbert a la cama a Lolita?" Y en libro descubres que, a pesar de que está escrito de manera brillante, la segunda parte decae en interés narrativo, después de que él se haya acostado con ella. Queríamos evitar este problema en la película, y Nabokov y yo coincidimos en que si hacíamos que Humbert matase a Quilty, sin explicaciones, al principio, el público se preguntaría a lo largo de la película qué era lo que ocurría con Quilty.

    No se puede transmitir el placer profundo, único, que se siente cuando se lee a Nabokov. Eso no se puede traducir. Pero me parecía que se podía ofrecer alguna cosa en lo que se refiere a los personajes y a la situación. Se trata ciertamente de una situación bastante insólita. Pero está claro que no se puede transcribir el genio literario de un escritor. El film le gustó a Nabokov. No lo criticó: estaba muy contento con él. Sin embargo, el film no siguió al pié de la letra el guión de Nabokov. Pronto (1.968) publicará el guión que escribió. No como protesta, sino porque piensa que hay tantas diferencias entre los dos que vale la pena publicarlo para que se puedan apreciar las diferencias. Las elementales reglas literarias para las historias de amor, exigen un final con muerte o separación de los amantes, no pudiendo darse jamás que éstos puedan reunirse para siempre. Es también esencial, que la relación deba escandalizar a la sociedad o sus familiares. Los amantes deben ser condenados al ostracismo. Sería muy difícil construir una historia moderna que pudiera adherirse, con visos de realidad, a estas reglas. En este aspecto creo que sería correcto afirmar que "Lolita" es una de las pocas historias modernas de amor."


    Vladimir Nabokov (escritor de la novela):

     
    "En 1959, Harris y Kubrick me invitaron a Hollywood, pero después de varias consultas con ellos decidí que no quería hacerlo. Un año después, en Lugano, recibí un telegrama en donde me instaban a repensar mi decisión. Entretanto, de algún modo, había cobrado forma en mi imaginación una suerte de guión, de modo que en realidad me alegró que repitieran su ofrecimiento. De nuevo viajé a Hollywood y allí, bajo las jacarandas, trabajé seis meses en el asunto. Convertir una novela propia en un guión cinematográfico es algo así como hacer una serie de bocetos para una pintura que hace mucho está terminada y enmarcada. Compuse varias escenas y diálogos en un esfuerzo por salvaguardar una "Lolita" para mí aceptable. Sabía que si yo no escribía el guión, lo haría otro, y sabía también que en tales casos el producto final suele ser menos una combinación que un choque de interpretaciones. De mis cinco o seis sesiones con Kubrick durante la composición del guión, tuve la impresión de que era un artista, y sobre esa impresión baso mis esperanzas de ver una "Lolita" aceptable el 13 de Junio en Nueva York.

    Me pareció una película de primer orden. Los cuatro actores principales merecen los mayores elogios. Sue Lyon llevando la bandeja del desayuno, o tirando puerilmente de su súeter en el auto... son momentos de actuación y dirección inolvidable. El asesinato de Quilty es una obra maestra, y lo mismo la muerte de la señora Haze. Con todo, debo señalar que nada tuve que ver con la producción en sí. De lo contrario, tal vez habría insistido en destacar ciertas cosas que no se hicieron resaltar, por ejemplo, los diferentes moteles en que se alojaban. Lo único que hice fué escribir el guión, parte preponderante del cual fué empleado por Kubrick. La "atenuación", si la hubo, no provino de mí."


    James Mason (actor):



    "Lolita" fue uno de los pocos films en el cual se permitía que los actores tuviéramos mucho tiempo para ensayar, tanto antes de la fotografía principal como antes del rodaje de cada secuencia. En los primeros días descubrimos que Sue Lyon memorizaba su texto del guión de un modo tan consciente que tendía a declamarlo como un loro. Entonces Kubrick sugirió muy sensatamente que todos nosotros trataramos de olvidar los diálogos que habíamos memorizado y que, estando totalmente al tanto del espíritu y contenido de cada secuencia, la expresáramos con nuestras propias palabras. Eso tuvo un efecto mágico sobre Sue Lyon. Peter Sellers era el único al que se permitía, o mejor dicho se le animaba, a improvisar toda su actuación. Los demás solo improvisábamos durante los ensayos y después incorporábamos cualquier alteración del guión original que hubiera parecido particularmente efectiva durante los ensayos. Sellers nos dijo que no disfrutaba improvisando, pero creo que se refería a la ocasional necesidad de pensar en sus pies cuando ofrecía una actuación en directo. Era laborioso y meticuloso en su preparación. Le dijo a Kubrick que para interpretar a Quilty con acento americano debía encontrar un modelo, ya que siempre necesitaba ser específico. Juntos decidieron que la voz ideal para Quilty era la de Norman Granz, el empresario de Jazz. Improvisación era una palabra malsonante para la mayor parte de los productores y para todos los guionistas de la época en la que hicimos Lolita, hace veintiún años. La autoría de nuestro guión estaba acreditada al propio Vladimir Nabokov aunque se concedió el derecho a que Kubrick aportara una módica asistencia técnica. Durante el período de ensayos improvisados Kubrick nos advirtió que lo mantuviéramos en secreto ya que no quería que Nabokov tuviera la impresión errónea de que interpretábamos apresuradamente y perdíamos parte de su diálogo."

                                      

    El tambor de hojalata Günter Grass (Dossier)

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    El tambor de hojalata


    Günter Grass





    «Grass escribe con furia, amor, desprecio, sentido de la comedia y de la tragedia... y todo con una conciencia implacable.»

    John Irving


    Oskar Matzerath, uno de los personajes literarios más entrañables de nuestro tiempo, es un niño que se resiste a crecer porque la sociedad pequeñoburguesa del nazismo no le gusta. También es un malévolo enano que destroza cristales; un ser vulnerable, enamorado siempre de alguna mujer a la que idealiza; un superdotado obsesionado por el sexo; un ser de pestañas negras y bellas manos y un repulsivo jorobado; un asesino por encima de cualquier moralidad que no vacila en eliminar a quien lo molesta pero consigue crear con su tambor una música arrebatadora.

    Publicada en 1959, la novela cosechó un éxito inmediato e inauguró la nueva literatura alemana. Medio siglo después, la fascinación que despierta no ha terminado. Lo que antes parecía provocador, pornográfico o blasfemo resulta casi anecdótico, pero quedan el soberbio estilo, la genialidad, la lucidez de su crítica cruel y la irrefrenable imaginación. Oskar Matzerath sigue redoblando y su redoble continúa estremeciendo.

    «El secreto de Grass radica en el equilibrio precario y único que ha conseguido crear entre su anárquica fuerza imaginativa y su raciocinio artístico superior.» Hans Magnus Enzensberger

    «Un autor que se ha hecho responsable de forma ejemplar de la credibilidad alemana en el mundo.» Adolf Muschg

    «Grass escribe como testigo de su época. Su proyecto literario se erige contra el olvido y el silenciamiento del pasado.» Cecilia Dreymuller

    «A los catorce y quince años había leído dos veces Grandes esperanzas (Dickens hizo que quisiera ser escritor), pero fue la lectura de El tambor de hojalata, a los diecinueve y los veinte, la que me mostró cómo hacerlo. Fue Günter Grass el que me enseñó que era posible ser un escritor vivo y escribir con toda la emoción y el lenguaje desbordado de Dickens.» John Irving

    http://www.alfaguara.com/es/libro/el-tambor-de-hojalata/

                                        Resultado de imagen para el tambor de hojalata frases  

    Günter Grass, en la picota
    MARIO VARGAS LLOSA
    No entiendo las proporciones desmesuradas que ha tomado en el mundo la revelación, hecha por él mismo, de que Günter Grass sirvió unos meses, a los 17 años, en la Waffen-SS y de que ocultó 60 años la noticia, haciendo creer que había sido soldado en una batería antiaérea del Ejército regular alemán.
    Aquí, en Salzburgo, donde paso unos días, no se habla de otra cosa y los periodistas que la editorial Suhrkamp envía a entrevistarme apenas si me preguntan sobre mi última novela, recién publicada en Alemania, porque lo que les interesa es que comente “el escándalo Grass”.
    No tenía la menor intención de hacerlo, pero como ya circulan supuestas declaraciones mías sobre el tema en las que no siempre me reconozco, prefiero hacerlo por escrito y con mi firma.
    No me sorprende en absoluto que Grass ocultara su pertenencia a una tropa de elite visceralmente identificada con el nazismo y que tuvo tan siniestra participación en tareas de represión política, torturas y exterminación de disidentes y judíos, aunque, como ha dicho, él no llegara a disparar un solo tiro antes de ser herido y capturado por los estadounidenses.
    ¿Por qué calló? Simplemente porque tenía vergüenza y acaso remordimientos de haber vestido aquel uniforme y, también, porque semejante credencial hubiera sido aprovechada por sus adversarios políticos y literarios para descalificarlo en la batalla cívica y política que, desde los comienzos de su vida de escritor, Günter Grass identificó con su vocación literaria.
    ¿Por qué decidió hablar ahora? Seguramente para limpiar su conciencia de algo que debía atormentarlo y también, sin duda, porque sabía que tarde o temprano aquel remoto episodio de su juventud llegaría a conocerse y su silencio echaría alguna sombra sobre su nombre y su reputación de escritor comprometido, y, como suele llamársele, de conciencia moral y cívica de Alemania.
    En todo esto no hay ni grandeza ni pequeñez, sino, me atrevo a decir, una conducta impregnada de humanidad, es decir, de las debilidades connaturales a cualquier persona común y corriente que no es, ni pretende ser, un héroe ni un santo.
    ¿Afecta lo ocurrido a la obra literaria de Günter Grass? En absoluto. En la civilización del espectáculo que nos ha tocado vivir, este escándalo que parece ahora tan descomunal será pronto reemplazado por otro y olvidado.
    Dentro de pocos años, o incluso meses, ya nadie recordará el paso del escritor por la Waffen-SS y, en cambio, su trilogía novelesca de Danzig, en especial “El tambor de hojalata”, seguirá siendo leída y reconocida como una de las obras maestras de la literatura contemporánea.
    ¿Y sus pronunciamientos políticos y cívicos que ocupan una buena parte de su obra ensayística y periodística? Perderán algo de su pugnacidad, sin duda, sus fulminaciones contra los alemanes que no se atrevían a encararse con su propio pasado ni reconocían sus culpas en las devastaciones y horrores que produjeron Hitler y el nazismo, y se refugiaban en la amnesia y el silencio hipócrita en vez de redimirse con una genuina autocrítica.
    Pero, que quien estas ideas predicaba con tanta energía tuviera rabo de paja, pues él escondía también algún muerto en el armario, no significa en modo alguno que aquellas ideas fueran equivocadas ni injustas.
    La verdad es que muchas de las tomas de posición de Günter Grass han sido valientes y respetables, y lo siguen siendo hoy día, a pesar del escándalo.
    Lo dice alguien que discrepa en muchas cosas con él y ha sostenido con Günter Grass hace algunos años una polémica bastante ácida.
    No me refiero a su antinorteamericanismo estentóreo y sistemático, que lo ha llevado a veces, obsedido por lo que anda mal en los Estados Unidos, a negar lo que sí anda bien allá, sino a que, durante los años de la Guerra Fría, una época en la que la moda intelectual en Europa consistía en tomar partido a favor del comunismo contra la democracia, Günter Grass fue uno de los pocos en ir contra la corriente y defender a esta última, con todas sus imperfecciones, como una alternativa más humana y más libre que la representada por los totalitarismos soviético o chino.
    Tampoco se vio nunca a Günter Grass, como a Sartre, defendiendo a Mao y a la revolución cultural china, ni buscando coartadas morales para los terroristas, como hicieron tantos deconstruccionistas frívolos en las épocas de Tel Quel.
    A pesar de sus destemplados anatemas contra los gobiernos y la política de Alemania Federal, Günter Grass hizo campaña a favor de la socialdemocracia y prestó un apoyo crítico al gobierno de Willy Brandt en lo que demostró, ciertamente, mucha más lucidez y coraje político que tantos de sus colegas que irresponsablemente tomaban, sin arriesgar un cabello, eso sí, el partido del Apocalipsis revolucionario.
    Mi polémica con él se debió justamente a que me pareció incoherente con su muy respetable posición en la vida política de su país que nos propusiera a los latinoamericanos “seguir el ejemplo de Cuba”. Porque si el comunismo no era, a su juicio, una opción aceptable para Alemania y Europa, ¿por qué debía serlo para América Latina?
    Es verdad que, para muchos intelectuales europeos, América Latina era en aquellos años -lo sigue siendo para algunos retardados todavía- el mundo donde podían volcar las utopías y nostalgias revolucionarias que la realidad de sus propios países había hecho añicos, obligándolos a resignarse a la aburrida y mediocre democracia.
    Grass ha sido uno de los últimos grandes intelectuales que asumió lo que se llamaba “el compromiso” en los años cincuenta con una resolución y un talento que le ganaron siempre la atención de un vasto público, que desbordaba largamente el medio intelectual.
    Es difícil saber hasta qué punto sus manifiestos, pronunciamientos, diatribas, polémicas, influyeron en la vida política y tuvieron efectos sociales, pero no hay duda de que en el último medio siglo de vida europea, y sobre todo alemana, las ideas de Günter Grass enriquecieron el debate cívico y contribuyeron a llamar la atención sobre problemas y asuntos que de otra manera hubieran pasado inadvertidos, sin el menor análisis crítico.
    A mi juicio, se equivocó oponiéndose a la reunificación de Alemania y, también, poniendo en tela de juicio la democratización de su país, pero, aun así, no hay duda de que esa vigilancia y permanente cuestionamiento que ha ejercido sobre el funcionamiento de las instituciones y las acciones del Gobierno es imprescindible en una democracia para que ésta no se corrompa y se vaya empobreciendo en la rutina.
    Tal vez el formidable escándalo que ahora rodea su figura tenga mucho que ver con esa función de “conciencia moral” de la sociedad que él se impuso y que ha mantenido a lo largo de toda su vida, a la vez que desarrollaba su actividad literaria.
    No me cabe duda de que Günter Grass es el último de esa estirpe, a la que pertenecieron un Víctor Hugo, un Thomas Mann, un Albert Camus, un Jean-Paul Sartre.
    Creían que ser escritor era, al mismo tiempo que fantasear ficciones, dramas o poemas, agitar las conciencias de sus contemporáneos, animándolos a actuar, defendiendo ciertas opciones y rechazando otras, convencidos de que el escritor podía servir también como guía, consejero, animador o dinamitero ideológico sobre los grandes temas sociales, políticos, culturales y morales, y que, gracias a su intervención, la vida política superaba el mero pragmatismo y se volvía gesta intelectual, debate de ideas, creación.
    Ningún joven intelectual de nuestro tiempo cree que ésa sea también la función de un escritor y la sola idea de asumir el rol de “conciencia de una sociedad” le parece pretenciosa y ridícula.
    Más modestos, acaso más realistas, los escritores de las nuevas generaciones parecen aceptar que la literatura no es nada más -no es nada menos- que una forma elevada del entretenimiento, algo respetabilísimo desde luego, pues divertir, hacer soñar, arrancar de la sordidez y la mediocridad en que está sumido la mayor parte del tiempo el ser humano, ¿no es acaso imprescindible para hacer la vida mejor, o por lo menos más vivible?
    Por otra parte, esos escritores que se creían videntes, sabios, profetas, que daban lecciones, ¿no se equivocaron tanto y a veces de manera tan espantosa, contribuyendo a embellecer el horror y buscando justificaciones para los peores crímenes?
    Mejor aceptar que los escritores, por el simple hecho de serlo, no tienen que ser ni más lúcidos ni más puros ni más nobles que cualquiera de los otros bípedos, ésos que viven en el anonimato y jamás llegan a los titulares de los periódicos.
    Tal vez sea ésa la razón por la que, con motivo de la revelación de su paso fugaz por la Waffen-SS cuando era un adolescente, haya sido llevado Günter Grass a la picota y tantos se encarnicen estos días con él.
    No es con él. Es contra esa idea del escritor que él ha tratado de encarnar, con desesperación, a lo largo de toda su vida: La del que opina y polemiza sobre todo, la del que quiere que la vida se amolde a los sueños y a las ideas como lo hacen las ficciones que fantasea, la del que cree que la del escritor es la más formidable de las funciones porque, además de entretener, también educa, enseña, guía, orienta y da lecciones. Ésa era otra ficción con la que nos hemos estado embelesando mucho tiempo, amigo Günter Grass. Pero ya se acabó.
                                     

    Günter Grass: “El Tambor de Hojalata”.-

    Reseña General Crítica:

    “Hoy tengo treinta años; la fuga y el proceso quedan atrás. Pero el miedo que durante la fuga yo mismo me inculqué sigue subsistiendo”.
    (Ibd. Günter Grass. Op. Oscar) 
    Esta primer- y gran novela- de del Nobel 1999 , Günter Grass, ha pasado a ser considerada un clásico del siglo XX que destaca, a juicio del acucioso y autorizado lector que aquí celebra al autor, como “fascinante y vigorosa y terrible”, en la que resuenan los horrores del nazismo y que se erige como “un enorme fresco grotesco acerca de la condición humana”.

    Sinopsis Argumentativa:

    El día de su decimotercera cumpleaños, Oscar decide dejar de crecer, no solo eso, es el día en que recibe su primer tambor de hojalata, objeto que se convertirá en su compañero inseparable por el resto de su vida. El día de su decimotercera cumpleaños, Oscar decide dejar de crecer, no solo eso, es el día en que recibe su primer tambor de hojalata, objeto que se convertirá en su compañero inseparable por el resto de su vida. El protagonista de la novela Oscar Matzerath desdeña cada tabú de la sociedad que contempla desde su aislamiento, se entrega al lúcido vértigo, a la delirante inteligencia oculta tras su apariencia infantil. Oscar tiene un poder casi mágico, podía romper el vidrio a voluntad con su agudo chillido. Es precisamente Oscar Matzerath quien actúa como narrador de la historia y nos cuenta sus días pasados desde un hospital para enfermos mentales.
    Los temas principales de El Tambor de Hojalata son la infidelidad, lo siniestro/monstruoso, el sentimiento de culpa, el desarraigo y la soledad, los límites a las convenciones sociales, el temor, los parámetros sociales de la locura; y  el olvido, el pasado y el desamparo de la Posguerra.
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    Opinión Aquileana:

    El tambor de Hojalata es una novela grandiosa, que seguramente sea la que mayormente haya influido en la concesión del Premio Nobel a su  autor. La moraleja de esta colosal novela- de 655 páginas, que va desde los años de Preguerra a los años de Posguerra- es que el supuestamente anormal Oscar es, en definitiva,  el único sano en un mundo donde prevalecen las apariencias, las mentiras y los crímenes. Tal vez sean estos los dos motivos más fuertes para no dejarla pasar. Altamente recomendable, desde ya.-
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    Günter Grass. Premio Nobel de Literatura 1999.-
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    Frases de “El Tambor de Hojalata”:

    “…Y si, en cuanto embrión sólo me había escuchado imperturbablemente a mí mismo y había contemplado mi imagen reflejada en las aguas maternas, con espíritu tanto más crítico atendía ahora a las primeras manifestaciones espontáneas de mis padres”.
    “Mi obra era pues, de destrucción. Y lo que no lograba destruir con mi tambor, lo deshacía con mi voz. Así vine a iniciar, al lado de mis empresas de día contra la simetría de las tribunas, mi actividad nocturna: durante el invierno del treinta y seis al treinta y siete jugué al tentador”.
    “A María le entró sed… Oscar hace constar que fue María la que, después de una pausa opresiva, cogió la bolsita. Y no sólo esto, sino que le arrancó la tirita de papel exactamente allí donde decía: Rómpase aquí. Luego me tendió la bolsita abierta. Esta vez fue Oscar el que se rehusó, dando las gracias. María logró ofenderse”…
    “Arranqué unos redobles a mi tambor, para alegrar la cosa un poco y alejar los negros pensamientos del señor Fanjnglod. Pero éste conservó las arrugas, tenía su mirada no sé donde, y lo único que no veía era mi tambor. Oscar abandonó la partida y ya no se oyeron sino el crujir de las ruedas de la carretilla y los sollozos de María”.
    “Como ustedes habrán tenido ya ocasión de observar anteriormente, la forma más cómoda de considerar las cosas, o sea mi ángulo de comparación, hallábalo yo desde debajo de la mesa”.
    “Y sólo cuando el anochecer exprimió el cielo de octubre de una llovizna oblicua y un crepúsculo color de tinta cuando la emprendieron una vez más de prsia y sin gana, contra un mojón lejano que se abnegaba en la oscuridad y, liqudado éste, abandonaron la partida”.
    “Ya no volvió. Del hecho de que antes de irse vaciara de un solo trago su vaso de refresco puede deducirse que el vaciar el vaso significa Adiós“.
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    “El Tambor de Hojalata”/ “Die Blechtrommel”: La Película.-

    Basada en la más famosa novela del escritor y premio Nobel de literatura Günter Grass. 1979: Oscar a la mejor película extranjera. Cannes: Palma de Oro Ex-Aqueo con “Apocalipse Now”)

    Ficha Técnica “El Tambor de Hojalata”:


    Título Original: Die blechtrommel.
    Reparto: Mario Adorf, Charles Aznavour, Andrea Ferreol, David Bennent, Angela Winkler. 
    Director: Volker Sclondorf.
    Origen: Alemania/ Francia (Coproducción).
    Género: Drama.

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    Links Post: http://sololiteratura.com/quin/quingunter.htm
    http://www.monografias.com/trabajos5/tamho/tamho.shtml
    http://www.interplanetaria.com/ficha.php?id=hojalata
    http://es.movies.yahoo.com/e/el-tambor-de-hojalata/index-23871.html
    http://www.slayerx.org/2003/01/16/el-tambor-de-hojalata-gunter-grass/#comment-314513
    ___________https://aquileana.wordpress.com/2008/03/04/gunter-grass-el-tambor-de-hojalata-die-blechtrommel/_________________


    El Tambor de Hojalata


    " y la gente que vivía bajo ese mismo cielo, era muy parecida en todas partes, cientos o miles de millones de personas como aquella, personas que ignoraban mutuamente sus existencias separadas por muros de odios y mentiras"

    Gûnter Grass
    El tambor de hojalata



    CUENTOS de Heinrich Böll : estremecedores por su brevedad y contundencia

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                   La amada no enumerada                                                       [Cuento. Texto completo.]

    Ellos han remendado mis piernas y me han dado un puesto, donde puedo estar sentado: cuento las gentes que pasan por el nuevo puente. Les da gusto atestiguar con número su habilidad, se embriagan con esa nada sin sentido de un par de cifras, y todo el día, todo el día, marcha mi boca muda como la maquinaria de un reloj, amontonando cifras sobre cifras, para regalarles por la noche el triunfo de un número. Sus rostros resplandecen cuando les comunico el resultado de mi turno de trabajo; cuanto más alto es el número, tanto más resplandecen sus rostros y tienen motivo para acostarse satisfechos en la cama, pues muchos miles pasan diariamente por su nuevo puente... Pero sus estadísticas no está bien. Me da mucha pena, pero no están bien. Soy un hombre en quien no se puede confiar, aunque entiendo que despierto la impresión de lealtad.
    En secreto me produce alegría quitarles uno de vez en cuando, y luego también, cuando siento compasión, regalarles un par de más. Su felicidad está en mi mano. Cuando estoy furioso, cuando no tengo nada que fumar, indico solamente el término medio, algunas veces por debajo del término medio, y cuando mi corazón late, cuando estoy contento, dejo que mi generosidad fluya en un número de cinco cifras. ¡Son tan felices! Me arrancan en cada ocasión el resultado de mi mano y sus ojos se iluminan y me dan palmaditas en el hombro. ¡No sospechan nada! Y luego empiezan a multiplicar, dividir, porcentualizar, yo no sé qué. Calculan cuántos pasarán hoy cada minuto por el puente y cuántos pasarán en diez años por el puente. Aman el segundo futuro; el segundo futuro es su especialidad y, sin embargo, me da mucha pena, todo eso no concuerda...
    Cuando mi pequeña amada pasa por el puente -y pasa dos veces por día- mi corazón simplemente se detiene. El incansable latir de mi corazón sencillamente se detiene, hasta que ella dobla hacia la avenida y desaparece. Y todos los que pasan en ese tiempo, los silencio. Esos dos minutos me pertenecen a mí, a mí solo, y no dejo que me los quiten. Y aun cuando ella al atardecer regresa de su nevería -yo he sabido entretanto que trabaja en una nevería- cuando pasa por el otro lado de la acera frente a mi boca muda, que tiene que contar, contar, mi corazón se detiene de nuevo y comienzo de nuevo a contar, cuando ya no se la ve a ella. Y todos los que tienen la suerte de desfilar en esos minutos ante mis ojos ciegos, no entran en la eternidad de las estadísticas: hombres de sombra, mujeres de sombra, seres de la nada, que no marcharán con los demás en el segundo futuro de la estadística...
    Está claro que la amo. Pero ella no sabe nada de esto y no quiero tampoco que lo sepa. No debe sospechar, de qué modo tan increíble ella anula todos los cálculos, y ella debe ser inocente y no sospechar nada y con sus largos cabellos castaños y sus tiernos pies marchar a su nevería, y ha de recibir muchas propinas. La amo. Está clarísimo que la amo.
    Recientemente me han supervisado. El camarada, que está sentado al otro lado y tiene que contar los autos, me advirtió ya muy pronto y yo hice maldito el caso. He contado como un loco; un cuentakilómetros no puede contar mejor. El superestadístico en persona se colocó allá enfrente, al otro lado, y ha comparado después el resultado de una hora con el resultado de mi hora. Yo sólo tenía uno menos que él. Mi pequeña amada había pasado y jamás en la vida hubiera hecho yo transportar a esa hermosa criatura al segundo futuro; esa mi pequeña amada no debe ser multiplicada y dividida y ser transformada en una nada porcentual. Mi corazón sangraba de tenerla que contar, sin poderla seguir mirando, y al amigo de allá, el que tiene que contar los autos, le estoy muy agradecido.
    El superestadístico me ha dado palmaditas en el hombro y ha dicho que soy bueno, confiable y fiel. "Errar uno en una hora", ha dicho "no es mucho. Sin embargo, tenemos en cuenta un cierto desgaste porcentual. Solicitaré que sea usted trasladado a contar carros de caballos".
    Carros de caballos es naturalmente una suerte.
    Carros de caballos es una alegría como nunca antes.
    Carros de caballos hay todo lo más veinticinco por día, y hacer que cada media hora caiga el siguiente número en el cerebro, ¡es una alegría! Carros de caballos sería magnífico. Entre cuatro y ocho no puede pasar ningún carro de caballos por el puente, y podría ir a pasear o apresurarme a la nevería, podría mirarla largamente o podría quizás llevarla un rato hacia casa, a mi pequeña amada no numerada...
                                                FIN
                                           
    "En la literatura existen muchos testimonios de autores que han pasado por ellas y uno de los más estremecedores por su brevedad y contundencia es el del germano Heinrich Böll en su relato breve ‘Aquellos días en Odessa’."

                          Aquellos días en Odessa
                                             [Cuento. Texto completo.]


    Hacía mucho frío en Odessa aquellos días. Cada mañana íbamos al aeropuerto en grandes y ruidosos camiones, por la carretera mal adoquinada. Allí esperábamos, muertos de frío, a los grandes pájaros grises que rodaban por el campo de aterrizaje. Pero los dos primeros días, cuando estábamos a punto de subir a bordo, llegó una orden en sentido contrario, porque sobre el mar Negro había una niebla muy densa, o bien demasiadas nubes, y volvimos a subir a los grandes y ruidosos camiones y regresamos al cuartel por la carretera empedrada. El cuartel era muy grande. Estaba sucio y lleno de piojos. Pasábamos el rato sentados en el suelo o bien nos acordábamos en las mugrientas mesas y jugábamos a las cartas, o cantábamos. Siempre esperábamos una ocasión para saltar el muro y hacer una escapada. En el cuartel había muchos soldados que esperaban para entrar en combate, y no se nos permitía ir a la ciudad. Los dos primeros días habíamos intentado escabullirnos, pero nos atraparon, y como castigo nos hicieron transportar las grandes cafeteras llenas de café hirviente y descargar panes. Mientras descargábamos los panes nos vigilaba el contador, que llevaba un magnífico abrigo de pieles, el cual, sin duda, estaba destinado al frente. El contador contaba los panes para que no desapareciese ninguno. El cielo de Odessa estaba siempre nublado y oscuro, y los centinelas paseaban arriba y abajo, a lo largo de los negros y sucios muros del cuartel.

    El tercer día esperamos a que hubiera oscurecido del todo y nos dirigimos simplemente a la entrada principal. Cuando el centinela nos dio el alto, gritamos "comando Seltscbáni", y nos dejó pasar. Éramos tres, Kurt, Erich y yo. Caminábamos muy despacio. Sólo eran las cuatro y ya estaba oscuro. Lo único que habíamos ansiado era salir de aquellos altos, negros y sucios muros, y ahora que estábamos fuera casi habríamos preferido estar dentro otra vez. Sólo hacía ocho semanas que nos habían movilizado y teníamos mucho miedo. Pero nos dábamos cuenta de que, si hubiéramos estado otra vez en el cuartel, habríamos querido salir a toda costa, y entonces habría sido imposible. Eran sólo las cuatro, y no podríamos dormir a causa de los piojos y de las canciones, y también porque temíamos y al mismo tiempo esperábamos que a la mañana siguiente haría buen tiempo para volar y nos llevarían en los aviones a Crimea, donde seguramente moriríamos.
    No queríamos morir, no queríamos ir a Crimea, pero tampoco nos gustaba pasarnos todo el santo día tirados en aquel cuartel sucio y negro que olía a café de malta, donde siempre descargaban panes destinados al frente y donde siempre había un contador con abrigo de pieles, abrigo sin duda destinado al frente, que vigilaba y contaba los panes para que no desapareciese ninguno. En realidad, no sé lo que queríamos. Avanzábamos lentamente por aquella callejuela del suburbio, oscura y llena de hoyos. Entre las casitas, donde no se veía una sola luz, la noche estaba cercada por unas cuantas estacas de madera podrida, y más allá, en algún lugar, debía de haber páramos, tierras baldías, como en nuestro país, donde siempre dicen que se va a construir una carretera y abren zanjas y van de aquí para allá con varas de medir, y después no se habla más de la carretera y echan en las zanjas escombros, cenizas y basura, y vuelve a crecer la hierba, mala hierba áspera, indómita y exuberante, hasta que el letrero «Prohibido tirar escombros» queda cubierto por los escombros...
    Caminábamos muy despacio porque aún era muy pronto. En la oscuridad nos cruzamos con otros soldados que iban al cuartel, y otros que venían del cuartel nos adelantaban. Teníamos miedo de las patrullas y habríamos preferido volver, pero sabíamos también que si nos hallásemos otra vez en el cuartel estaríamos desesperados, y era mejor tener miedo que sentir sólo desesperación entre los negros y sucios muros del cuartel, donde siempre había que llevar café de aquí para allá y descargar panes para el frente, siempre panes para el frente, y donde vigilaban los contadores con sus magníficos abrigos, mientras nosotros nos moríamos de frío.
    De vez en cuando, a uno y otro lado de la callejuela, veíamos una casa en cuyas ventanas brillaba una mortecina luz amarilla, y oíamos el murmullo de unas voces claras, extranjeras e inquietantes. Y después encontramos, en medio de la oscuridad, una ventana muy iluminada de la que salía mucho ruido, y oímos voces de soldados que cantaban «El sol de México».
    Abrimos la puerta y entramos. La estancia estaba caliente y llena de humo. Había en ella un grupo de soldados, ocho o diez, algunos de los cuales tenían mujeres con ellos. Bebían y cantaban, y uno de ellos se rió muy fuerte cuando entramos nosotros. Éramos muy jóvenes, los más jóvenes de toda la compañía. Nuestros uniformes eran completamente nuevos, y la fibra de madera nos pinchaba los brazos y las piernas; las camisetas y calzoncillos nos producían un terrible picor. También los jerseys eran nuevos y ásperos.
    Kurt, el más joven, pasó delante y eligió una mesa. Kurt era aprendiz en una fábrica de cuero, y nos había contado de dónde procedían las pieles, aunque la cosa se consideraba secreto
    industrial. Nos había explicado incluso los beneficios que se obtenían con ello, aunque eso era también un secreto industrial muy celosamente guardado. Nos sentamos los tres.
    De detrás del mostrador vino hacia nosotros una mujer gorda, de cabello oscuro y cara bondadosa, y nos preguntó qué queríamos beber. Preguntamos primero cuánto costaba el vino, pues habíamos oído decir que en Odessa todo era muy caro. Nos dijo que eran cinco marcos la botella, y pedimos tres botellas. Habíamos perdido mucho dinero jugando a las cartas y nos habíamos repartido el resto: teníamos diez marcos cada uno. Algunos de los soldados comían carne asada, que humeaba aún, con rebanadas de pan blanco, y unas salchichas que olían a ajo, y entonces nos dimos cuenta por primera vez de que teníamos hambre. Cuando la mujer trajo el vino le preguntamos cuánto costaba la comida. Nos dijo que las salchichas costaban cinco marcos y la carne con pan, ocho. Dijo que la carne era de cerdo y fresca, pero nosotros le pedimos salchichas. Los soldados besaban a las mujeres y las abrazaban sin disimulo, y nosotros no sabíamos a dónde mirar. Las salchichas eran grasas y calientes, y el vino era muy seco. Cuando nos hubimos comido las salchichas, no supimos qué hacer. No teníamos ya nada que decirnos, pues nos habíamos pasado dos semanas echados en el mismo vagón del tren y nos lo habíamos contado todo. Kurt había trabajado en una fábrica de cuero, Erich en una granja y yo estaba en la escuela. Todavía teníamos miedo, pero se nos había quitado el frío.
    Los soldados que habían estado besando a las mujeres se pusieron ahora los cinturones y salieron con ellas afuera. Eran tres chicas; sus caras eran redondas y bonitas; reían y bromeaban, pero se iban con seis soldados, creo que eran seis, o, por lo menos, cinco. Quedaron en la sala sólo los borrachos, los que antes cantaban «El sol de México». Uno que estaba junto al mostrador, cabo primero, alto y rubio, se volvió hacia nosotros y se echó a reír otra vez; creo que nuestro aspecto hacía pensar que estábamos en alguna clase del cuartel, allí sentados a la mesa muy silenciosos y correctos, con las manos en las rodillas. El cabo le dijo algo a la mujer y ésta nos trajo tres vasos bastante grandes de aguardiente blanco.
    -Hemos de brindar a su salud -dijo Erich, golpeándonos con la rodilla. Yo llamé varias veces al cabo hasta que él se fijó en mí; Erich nos hizo otra vez una señal con las rodillas, y nos pusimos en pie diciendo al unísono: -A su salud, cabo...
    Los otros soldados se echaron a reír a carcajadas, pero el cabo levantó su vaso y nos respondió:
    -A su salud, soldados...
    El aguardiente era fuerte y amargo, pero nos calentó, y nos habríamos tomado otro vaso.
    El cabo le hizo una seña a Kurt para que se acercase. Kurt lo hizo, habló unas palabras con él y nos hizo una seña a nosotros. El hombre nos dijo que estábamos locos, que no teníamos dinero y que teníamos que vendernos algo. Nos preguntó de dónde veníamos y a dónde estábamos destinados. Le dijimos que estábamos en el cuartel esperando que nos llevasen a Crimea. Se puso muy serio y no dijo nada. Yo le pregunté qué podíamos vender, y él me respondió que cualquier cosa: abrigos, gorras, ropa interior, relojes, plumas estilográficas... Ninguno de nosotros quería venderse el abrigo. Estaba prohibido y teníamos miedo, y además en Odessa hacía mucho frío. Nos vaciamos los bolsillos: Kurt tenía una pluma estilográfica, yo un reloj y Erich un portamonedas nuevo, de cuero, que había ganado en una rifa del cuartel. El cabo tomó los tres objetos y le pregunté a la mujer cuánto daba por ellos. Ella los examinó detenidamente, dijo que eran cosas malas y nos ofreció doscientos cincuenta marcos, ciento ochenta sólo por el reloj.
    El cabo nos dijo que doscientos cincuenta era poco, pero que estaba seguro de que no nos daría más y que aceptásemos, porque quizás a la mañana siguiente nos llevarían a Crimea y entonces todo daría igual.
    Dos de los soldados que cantaban antes «El sol de México» se levantaron de sus mesas y le dieron al cabo unas palmadas en el hombro; el cabo nos saludó y salió con ellos.
    La mujer me había dado a mi todo el dinero, y yo le pedí dos trozos de carne con pan para cada uno y un vaso grande de aguardiente. Después nos comimos aún cada uno un trozo más de carne y nos bebimos otro vaso de aguardiente. La carne estaba muy caliente, era fresca, grasa y casi dulce, y el pan estaba todo empapado de grasa. Después nos tomamos otro aguardiente. Entonces nos dijo la mujer que ya no le quedaba carne, sólo salchichas, y comimos salchichas acompañadas de cerveza, una cerveza oscura y espesa. Después nos tomamos cada uno otro vaso de aguardiente y nos hicimos traer pasteles, unos pasteles planos y secos de nuez molida. Después bebimos aún más aguardiente, pero no estábamos borrachos en absoluto; teníamos calor y nos sentíamos bien, y no pensábamos en el picor de las fibras de madera de nuestra ropa. Llegaron otros soldados y cantamos todos juntos «El sol de México»...
    A las seis, nos habíamos gastado todo el dinero y seguíamos sin estar borrachos. Como no teníamos nada más que vender, regresamos al cuartel. En la oscura calle llena de hoyos no se veía ya ninguna luz y, cuando llegamos, el centinela nos dijo que nos presentásemos en el puesto de guardia. Allí se estaba caliente y no había humedad, estaba sucio y olía a tabaco. El sargento nos echó una bronca y nos dijo que habríamos de atenernos a las consecuencias. Pero aquella noche dormimos muy bien. A la mañana siguiente fuimos al aeropuerto en los ruidosos camiones por la carretera empedrada. Hacia frío en Odessa. El tiempo era magnífico; el cielo estaba despejado. Subimos por fin a los aviones, y, cuando despegábamos, nos dimos cuenta de pronto de que no volveríamos nunca, nunca...


    Vista de época del centro de Odessa
    Vista de época del centro de Odessa

    "No cabe duda de que una de las mayores atrocidades de la sociedad humana es la guerra. Son muchos los narradores que han escrito sobre ella, en algunos casos porque la han vivido en primera persona. Así sucede con Heinrich Böll, soldado en la Segunda Guerra Mundial y ejemplo de la libertad y la coherencia del verdadero intelectual, que, en ‘Aquellos días en Odessa’ nos brinda una visión triste de la retaguardia bélica."


    "Böll expresó en su obra narrativa el desasosiego que le produce una sociedad marcada por la incomprensión y fanatizada por el peso de las ideologías y los presupuestos morales. Frente a ella, se yerguen los protagonistas de sus novelas: seres siempre desvalidos, a quienes esa sociedad aplasta de una manera tan cruel como arbitraria, en nombre de principios abstractos que se convierten en algo inhumano y carente de sentido. La aplicación de estos principios constituye para ellos una singular versión del destino que aciertan a percibir, pero no a comprender.
    Las doctrinas políticas, la religión, la opinión pública, las reglas externas de moralidad, se transforman en manos de la masa en armas que destruyen a las criaturas sencillas. Böll aboga por la solidaridad entre los seres humanos, por la autenticidad de las relaciones más allá de toda norma positiva. Así entiende él la religión católica que profesa, cosa que no le impide criticar lo que de excluyente puedan tener determinadas actitudes de los católicos. Pero la denuncia que plantea alcanza también a toda una sociedad cómplice del nazismo que se oculta vergonzosamente tras aparatosas manifestaciones de civismo. Un mundo obsesionado por el poder, la eficacia o el dinero, que olvida los aspectos verdaderamente esenciales del ser humano."
    http://www.biografiasyvidas.com/biografia/b/boll.htm



    Heinrich Boll
           (Alemania, 1917-1985)    Boll
      Novelista alemán y premio Nobel, es una de las principales figuras de la literatura alemana posterior a la II Guerra Mundial. Nació en Colonia. Al terminar sus estudios de enseñanza media, en 1937, fue llamado a filas, luchó como soldado raso durante la II Guerra Mundial. Liberado de un campo de concentración estadounidense en 1947, vendió varios relatos y pudo dedicarse a escribir novelas, obras de teatro, relatos y ensayos. Los temas de sus primeras obras, como ocurre con sus relatos recopilados en El tren llegó puntual (1949), reflejan el absurdo y el horror de la guerra, y el sentido de culpabilidad. Su primera novela, ¿Adónde fuiste Adán?(1951), presenta a un individuo en diversas situaciones que describen las fuerzas sociales y políticas que atrapan a la gente normal y corriente. Con la novela Y no dijo una sola palabra (1953), Böll inicia una serie de obras que reflejan la difícil situación de Alemania después de su derrota y la aparente ola de materialismo que domina a la sociedad, como ocurre en Casa sin amo (1954), El pan de los primeros años (1955) o Billar a las nueve y media (1959). El Diario irlandés (1957) relata un viaje de Böll a Irlanda, su huida a un lugar donde el ansia por los bienes materiales es menos opresiva que en su nativa Alemania. Otras obras suyas donde denuncia a la sociedad y sus abusos son las novelas Opiniones de un payaso (1963), en la que critica la situación de la economía moderna; Fin de una misión (1966), un alegato antimilitarista, y El honor perdido de Katharina Blum (1974), que es un ácido ataque a los desmanes periodísticos y judiciales. Premiado con el Nobel de Literatura en 1972 por su contribución a la renovación de la literatura alemana, Böll fue mencionado por la “amplia perspectiva” y “dominio de la sensibilidad” de su escritura. Su novela sobre la vida alemana desde la I Guerra Mundial hasta los años setenta, Retrato de grupo con señora (1971), fue considerada su “obra concebida con mayor ambición”. La obra de Böll, un escritor católico que ha criticado a la Iglesia y defendido a los marginados y las víctimas del sistema imperante con un lenguaje sencillo, lúcido, irónico y moralizante, ofrece un retrato inflexible, aunque no desprovisto de compasión, de la Alemania moderna.  © M.E.


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